KARL MARX. HUMANISMO Y ALIENACION El hombre El llamado «humanismo» de Marx aparece principalmente en los Manuscritos de París (1844), en el contexto de la crítica a la economía política y la filosofía de Hegel. Pero hay que contar también con las Tesis sobre Feuerbach (1845). Marx acusa a la economía política de que «sólo conoce al obrero en cuanto animal de trabajo, como una bestia reducida a las más estrictas necesidades vitales» y de que «considera el trabajo abstractamente, como una cosa; le travail est une marchandise» (Manuscritos, I, ed. Alianza, p. 65). En cuanto a Hegel, la acusación es ésta: «La esencia humana, el hombre, equivale para Hegel a autoconciencia» (Ibid., III, p. 191). La crítica a Feuerbach se resume así: todavía considera la «actividad teórica» como la auténticamente humana, y descuida la actividad práctica (Tesis, 1); además, concibe la naturaleza humana de un modo abstracto (el individuo aislado de su historia y de sus relaciones sociales) (6-7). Para Marx no existe una esencia humana en general: el hombre se hace a sí mismo, a través de la historia, en la sociedad y transformando la Naturaleza: «El hombre produce al hombre, a sí mismo y al otro hombre [.. , ] Así como es la sociedad misma la que produce al hombre en cuanto hombre, así también es producida por él [...] Toda la llamada Historia universal no es otra cosa que la producción del hombre por el trabajo humano...» (Manuscritos, III, pp. 145 y 155). Así pues, el hombre es, ante todo, un ser activo, práctico, siendo el trabajo su actividad principal. Marx entiende que hay que superar la concepción del hombre como ser «teórico», concepción que procede de la sociedad esclavista griega (donde el trabajo de transformación de la Naturaleza estaba reservado a los esclavos). El trabajo pone al hombre en relación con la Naturaleza y con los demás hombres. La Naturaleza aparece «como su obra y su realidad», más aún, como «el cuerpo inorgánico del hombre». Igualmente, por el trabajo construye el hombre la sociedad y entra en relación con los otros, de tal manera que «la esencia humana no es algo abstracto inherente a cada individuo; es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales» (Tesis, 6). La alienación Lógicamente, si el concepto de hombre ha cambiado, también cambiará el concepto de alienación. Para Hegel, es el Espíritu infinito el que se aliena en la Naturaleza, objetivándose en las cosas, y sólo supera la alienación volviendo a sí mismo en la autoconciencia; pero entonces —dirá Marx- pierde la realidad del mundo y regresa a la abstracción primitiva Por su parte Feuerbach concibe la alienación únicamente como alienación «religiosa» de hombre en general, de la «esencia humana». Pero, según Marx, Feuerbach no se dio cuenta de que no bastaba intentar «disolver el mundo religioso reduciéndolo a su base terrenal; en efecto, el hecho de que la base terrenal se separe de sí misma y se plasme en las nubes como reino independiente. Sólo puede explicarse por el propio desgarramiento y la contradicción de esta base terrenal consigo misma (Tesis, 4). Por tanto, de lo que se .trata es de eliminar los desgarramientos que conducen al hombre a alienarse religiosamente. Por eso Marx piensa que hay que trasladar el problema de la alienación a su verdadero campo: «El ateísmo [... ] carece ya totalmente de sentido, pues es una negación de Dios y afirma, mediante esta negación, la existencia del hombre; pero el socialismo, en cuanto socialismo, ya no necesita de tal mediación...» (Manuscritos, III, pp. 155-156). En definitiva, la tares de la filosofía consiste en eliminar la alienación radical del hombre: «la crítica del cielo se convierte en crítica de la tierra, la crítica de la religión en la crítica del Derecho, y la crítica de la teología en la crítica de la política, (Contribución a la crítica de la filosofa del derecho de Hegel, Intr.). Los Manuscritos, pues, se centran en la alienación del trabajador en la sociedad capitalista. Es en el trabajo donde el hombre, en principio, debería realizarse como hombre. Pero en las condiciones del trabajo asalariado sucede exactamente todo lo contrario: lo que se produce es la alienación del hombre. Tal alienación se da en una cuádruple dimensión: — con respecto al producto de su trabajo: éste es la «objetivación de su trabajo», pero, al convertirse en «capital» de otros, aparece ante el trabajador «como un ser extraño, como un poder independiente», que él no posee ni domina; al contrario, «cuantos más objetos produce el trabajador, tantos menos alcanza a poseer, y tanto más sujeto queda a la dominación de su producto, es decir, del capital» (I, pp. 105-106); — con respecto a su propia actividad: «para el trabajador se muestra la exterioridad del trabajo en que éste no es suyo, sino de otro, en que no le pertenece; en que cuando está en él no se pertenece a sí mismo, sino a otro» (p. 109), por lo cual el trabajo aliena al trabajador respecto a sí mismo. Surge así la gran paradoja del trabajo alienado: «[…] en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja, y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo [...] De esto resulta que el hombre (el trabajador) sólo se siente libre en sus funciones animales, en el comer, beber, engendrar, y todo lo más en aquello que toca a la habitación y al atavío, y en cambio en sus funciones humanas se siente como animal. Lo animal se convierte en lo humano, y lo humano en lo animal» (Manuscritos, I, p. 109). — con respecto a la Naturaleza: ésta, en lugar de convertirse en el «cuerpo inorgánico del hombre», aparece como algo ajeno al trabajador, como propiedad de otro; — con respecto a los otros hombres: el hombre, a diferencia de los animales, es capaz de trabajar no sólo para sí mismo y sus propias necesidades, sino también para los demás y para la transformación del mundo en favor de la «especie» humana; pero en el trabajo alienado se corta toda relación con la Naturaleza y con la humanidad: cada uno trabaja para sí mismo, y el «otro» aparece, todo lo más, «como el ser extraño al que pertenecen el trabajo y el producto del trabajo». Marx concluye que la propiedad privada es la consecuencia del trabajo alíedo (más bien que su causa), o también «la realización de la alienación» (I, 117). Por eso, Marx considera que sólo el comunismo —entendido como supresión de la propiedad privada, es decir, del «capital»— permitirá la eliminación de todas las alienaciones y la humanización del hombre. El sentido del «tener» debe desaparecer para que el hombre pueda liberar todos sus demás sentidos físicos y espirituales, y se pueda relacionar con las cosas «por amor a las cosas», y no simplemente para tenerlas (III, 148). En el sistema capitalista, todo se cambia por dinero; en cambio, «si suponemos al hombre como hombre, y a su relación con el mundo como una relación humana, sólo se puede cambiar amor por amor, confianza por confianza, etc.» (III, 181). Marx critica lo que él llama el comunismo grosero (primitivo y de sus contemporáneos), y que califica de «envidia general constituida en poder», «deseo de nivelación», que no es la supresión de la propiedad privada, sino su absoluta «generalización», y, además, la «extensión a todos del destino del obrero». (III, 140 y s.). El comunismo marxista es concebido como desenlace inevitable de la crisis interna de la sociedad capitalista, y su máxima es: «De cada uno según su capacidad, a cada uno según sus necesidades». El término «alienación» desapareció de las obras siguientes de Marx. ¿Supone, también, un abandono del concepto? Seguramente, no. En la Ideología alemana (1846) Marx y Engels se esforzaron por eliminar la terminología filosófica, pero el concepto sigue presente bajo expresiones distintas («exterioridad», por ejemplo). Mucho más tarde, Engels reconocerá que a veces fueron demasiado lejos en su depuración del vocabulario filosófico de origen idealista (carta a J. Bloch, 1890). EL MATERIALISMO HISTÓRICO El Materialismo histórico es, según lo ha definido Engels, «La concepción de la historia universal que ve la causa final y la fuerza propulsora decisiva de los acontecimientos históricos importantes en el desarrollo económico de la sociedad, en las transformaciones del modo de producción y de cambio, en la consiguiente división de la sociedad en distintas clases, y en las luchas de estas clases entre sí»1 Esta teoría es más sociológica que filosófica y encuentra su formulación definitiva en la Contribución a la crítica de la economía política (1859). Pretende explicar las transformaciones sociales mediante la distinción en toda sociedad de una estructura, o base económica, y una superestructura ideológica: - La estructura económica constituye la base real de la sociedad. Tal estructura está constituida por las relaciones de producción, que son las relaciones que establecen los seres humanos entre sí de acuerdo con su situación respecto a las fuerzas de producción (el trabajo - o fuerza de trabajo - y los medios de producción). Las relaciones de producción se expresan jurídicamente por las relaciones de propiedad. En el sistema capitalista de producción la burguesía posee los medios de producción y el trabajador sólo posee la fuerza de trabajo (en un régimen de esclavitud o servidumbre las relaciones son distintas). - La superestructura está constituida por las formas de conciencia o ideología, que nos son sino el conjunto de representaciones (ideas, imágenes, símbolos, mitos...) y valores de la sociedad en un momento dado. La ideología realiza una doble función: a) Mistificación de la realidad en tanto que no revela sino que oculta la verdadera realidad económica y social; b) Justificación interesada de esa realidad, dado que la ideología dominante en cada momento corresponde a la ideología de la clase dominante. - La relación entre estructura y superestructura ideológica se ha prestado a numerosos malentendidos. Marx dice que la estructura económica determina o condiciona la superestructura de cada momento, pero condicionar no significa producción causal. Pero, además, existe una acción recíproca, dialéctica, entre estructura y superestructura, aunque la estructura ejerce una determinación más fuerte. Marx y Engels insistieron en la mayor importancia del factor económico con el fin de contrarrestar a los que pretenden ignorarlo. En relación con esta cuestión el sociólogo Max Weber afirma que el materialismo histórico sólo tiene el carácter de hipótesis explicativa que ha de ser comprobada en cada caso. Así, en su obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1904- 05), Weber subraya la importancia de los factores supraestructurales sobre la estructura económica (la fuerza impulsora de la ética calvinista en la aparición del capitalismo centroeuropeo); no obstante no supone intento alguno de sustituir el materialismo histórico por una "espiritualismo histórico". - El conflicto estalla merced al desarrollo normal de las fuerzas productivas (transformación de las formas de trabajo, división de éste, etc.), las cuales ya no encuentran un marco adecuado - sino únicamente trabas - en las relaciones de producción. De este modo se entra en una fase de revolución social que transforma también la superestructura ideológica. Es así como Marx llegó a pensar que el desarrollo del sistema capitalista de producción conduciría inevitablemente a la superación de la sociedad burguesa y de la propiedad privada. De acuerdo con este esquema conceptual que nos permite entender, primero, cómo se organiza la sociedad en un entramado de relaciones sociales, que son en la base relaciones de producción, reguladas por una superestructura jurídica e ideológica y, después, cómo, a consecuencia de los conflictos internos, tras una fase de revolución social se pasa a otro modelo de sociedad, se entiende que Marx afirme que la historia no es conducida por la "astucia" de la razón (como pensaba Hegel), sino principalmente por el desarrollo de las fuerzas de producción, la principal de las cuales es el trabajo humano. El ser humano concreto es el actor principal de la historia, aunque ésta sólo pueda avanzar al precio de contradicciones y luchas impulsadas y orientadas por las formas de conciencia (conciencia de clase). 1 Engels, F.: Del socialismo utópico al socialismo científico. Intr.