El Ser Humano desde la Perspectiva Bíblica Parte 1: ¿Quién Soy? I. Introducción Una de las preguntas más importantes en la historia humana es la que dice: ¿Quién soy? La identidad humana parece evadir una definición concreta. Filósofos, científicos y hombres religiosos, han tratado de definir la esencia del ser humano, resultando un sin fin de propuestas. Algunos dicen que el ser humano es un animal racional. Los proponentes de esta postura clasifican a los seres humanos en la misma categoría con los animales. Se alega que la única diferencia entre el hombre y la bestia es la capacidad de su cerebro. Desde niños esta es una definición aprendida con las primeras letras, pero ¿en verdad estaremos emparentados con los animales del zoológico, del campo o del bosque? ¿Será un rango de dignidad el ser animales racionales? Otros proponen que el ser humano es un dios. Se piensa que si Dios es todas las cosas y todas las cosas es Dios, entonces el ser humano comparte con el resto del universo la esencia de Dios. Concluyen, por tanto, que ser humano es un dios. Pero ¿Será que nuestro ser se mezcla o fusiona con el ser de Dios? ¿Seremos en verdad un dios? Algunos más dicen que el ser humano es simplemente materia y hormonas. Básicamente, el ser humano es las funciones físicas de su cuerpo. Según esta postura, no hay nada más allá de la materia que tocamos y medimos. Pero ¿Será que el cuerpo es todo lo que nos define como seres humanos? ¿Será que no hay nada más allá de la materia? Aun otros afirman que el ser humano es el resultado del ambiente en el que se desarrolla. Según ellos, lo que somos como humanos, corresponde a la combinación de nuestro entorno de desarrollo social, moral, religioso, político, emocional y demás aspectos semejantes. Pero ¿Será que el ambiente define quiénes somos o habrá una esencia humana que no cambia a pesar del medio en que se desarrolle? II. El ineludible vínculo de Ser humano con Dios. La verdad es que si queremos entender quién es el ser humano tenemos que verlo con respecto a su relación con Dios. El ser humano está ineludiblemente ligado a Dios. Su ser, propósito y vida están conectados a Dios. El Salmo 8:4-6 dice: “Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies: Ovejas y bueyes, todo ello, Y asimismo las bestias del campo, Las aves de los cielos y los peces del mar; Todo cuanto pasa por los senderos del mar.” La Biblia nos enseña que aunque no somos mucho como raza humana, Dios nos ha colocado en una posición de honor y tiene una relación con nosotros al tener “memoria” de nosotros. Apocalipsis 21:3 dice: “Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombre, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios”. El destino final de los seres humanos redimidos es vivir para siempre con Dios, morando juntos por la eternidad. Fuimos creados para vivir ineludiblemente vinculados a Dios. Por eso afirmamos que no podremos entender la naturaleza humana a menos que la consideremos con respecto a su vínculo con Dios. Entonces, los cristianos, que creemos en la autoridad de la Escritura, podemos saber a ciencia cierta quiénes somos como seres humanos. III. La Respuesta Bíblica Para responder a la pregunta “¿quién soy?” necesitamos remontarnos a los orígenes mismos de la humanidad. En Génesis 1:26-27 dice: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. En los tiempos bíblicos cuando un emperador expandía su territorio ponía, en el nuevo territorio conquistado, varias imágenes o estatuas de sí mismo con la finalidad de que todos los habitantes de la región supieran quién era el rey. Al ver las imágenes del emperador, la gente del territorio conquistado sabía a quién debía rendir honra y tributo. Moisés explicó en estos términos el origen del ser humano. Dios, el Señor de los cielos y la tierra, hizo imágenes suyas y las colocó en la tierra. De tal forma que sus imágenes lo representaran y proclamaran quién reina sobre el universo. Como seres humanos fuimos creados para reflejar, representar, manifestar, quién es el Rey. En esto radica la identidad y esencia del ser humano: Somos Imagen de Dios. Todo ser humano, por el simple hecho de serlo, es imagen de Dios. El versículo 27 nos enseña que esto no es exclusivo de algún sexo. Tanto el hombre como la mujer son imagen de Dios. Ambos fueron creados para reflejar y representar al Señor de los cielos y la tierra. No estamos en la misma categoría con los animales. A ningún otro ser vivo se le llama en la Biblia, la imagen de Dios. El ser humano es especial y no es un animal. Aunque nuestro cuerpo tiene varias similitudes al de los animales, nosotros estamos en otra categoría completamente diferente. Aun la caída en el pecado (Génesis 3) no destruyó está característica intrínseca del ser humano. Génesis 9:6 y Santiago 3:9 hacen referencia al ser humano como imagen y semejanza de Dios, aun después de la caída. Ciertamente, por el pecado no reflejamos el carácter santo y justo del Padre, pero conservamos su imagen aunque en cierto sentido, distorsionada por el pecado. En la imagen de Dios en el hombre radica nuestra dignidad como seres humanos. Los hombres y mujeres deben ser tratados con la dignidad que merece la imagen de Dios. Todo ser humano, no importa cuál sea su raza, sexo, estado mental, constitución física, debe ser tratado con la dignidad que Dios ha asignado a su imagen. Cuando menospreciamos o mal tratamos a la imagen estamos ofendiendo al original de quién somos reflejo. En la imagen de Dios en el ser humano radica nuestra humildad. Ciertamente, estamos en una posición de dignidad con respecto a los otros seres vivos, pero nunca olvidemos que somos sólo la imagen de Dios. No somos el original. No somos un fin en nosotros mismos. Nuestra esencia misma es la de reflejar lo gloria de alguien más y no la nuestra. Somos como la imagen que se refleja en el espejo cuando nos colocamos enfrente de él. Esa imagen no existe sin el objeto real que se pone enfrente del espejo. Así mismo nosotros, nunca podremos entendernos a nosotros mismos si no consideramos a Dios, quien es el ser original a quien reflejamos. IV. Conclusión La imagen de Dios en el hombre es su identidad y naturaleza. Respondemos a la pregunta “¿Quién soy?” con un seguro y firme: “Soy imagen de Dios”. Somos más que materia y hormonas, somos más que el resultado del ambiente, somos más que animales racionales…somos la imagen de Dios. Allí radica nuestra dignidad y misión en la vida. La persona que está a nuestro lado, la vecina, el hombre que espera el autobús en la esquina, nuestro cónyuge, los discapacitados, los niños de la calle, los internos del reclusorio, los hermanos y hermanas de la iglesia, en fin, todos los seres humanos que habitan el planeta son imagen de Dios. Eso es lo que son y debemos tratarlos de acuerdo con tal envestidura. El Ser Humano desde la Perspectiva Bíblica Parte 2: ¿Para qué estoy aquí? I. Introducción Si nuestra definición como seres humanos es ser imágenes de Dios, entonces, ¿Cuál será nuestro propósito en la vida? ¿Para qué vivimos? Si filmaran en video todo un día de nuestra vida ¿Qué concluirían los que lo vieran respecto al propósito de nuestras vidas? Si hicieras estas preguntas a gente en la calle quizá recibirías respuestas tales como: “Yo vivo para ganar dinero”, “para tener el respeto de los demás”, “para que me amen”, “para ser feliz”, “para experimentar placer”, “para mi familia”, “para mi carrera”, “para vengarme” y cosas semejantes. La gente siempre vive para algo. ¿Cuál será, entonces, el propósito bíblico de la vida del ser humano? II. La Respuesta Bíblica El Catecismo menor de Westminster responde así a nuestra interrogante: “El fin principal del hombre es el de glorificar a Dios y gozar de él para siempre”. Esta respuesta de una manera concreta nos enfoca en la dirección correcta. Generalmente pensamos que esta vida se trata de nosotros mismos. Pensamos en nuestros sueños, nuestros anhelos, nuestros planes, nuestras familias, nuestra realización. Pero esta respuesta nos dice que nosotros no estamos aquí para vivir para nosotros mismos, sino para vivir para Dios. Al hacer precisamente eso, encontraremos el gozo y la plenitud de vida. Si consideramos la definición misma de nuestro ser como imágenes de Dios, entonces nos será fácil ver que como tales, no podemos pensar que somos independientes o que vivimos para nosotros mismos. Por diseño de Dios, como imágenes, nuestro propósito es reflejar la gloria del original. En el primer capítulo de la epístola a los Efesios se repite una frase que nos debe recordar para qué estamos aquí. En los versículos 6, 12 y 14 el apóstol Pablo declara el propósito por el cual Dios hace todas las cosas: “para alabanza de su gloria”. Jesús también resumió esta verdad en Mateo 22:37 cuando habló del primer y más grande mandamiento: Amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y mente. Es decir, vivir para Dios, no para nosotros mismos. Romanos 11:36 afirma que “de él, y por él y para él, son las cosas”. Todas las cosas, inclusive nuestras frágiles vidas son de él y para él. No somos un fin en nosotros mismos, vivimos para alguien más. Esta vida no es nuestra fiesta. A veces vivimos como si esta vida sí fuera nuestra fiesta. Buscamos y esperamos lo mejor para nosotros. Inclusive nos sentimos decepcionados si no suceden las cosas como pensábamos o planeábamos. Pero la Biblia nos enfoca en Dios como el propósito de nuestra existencia. Esta no es nuestra fiesta. Es la fiesta de Dios. Nuestro propósito es que Él sea glorificado, sea más famoso, sea más adorado, sea más obedecido. Entonces, nuestro propósito no es ser felices, saludables, ricos, famosos, eruditos, recordados, etc. Nuestro propósito es glorificar a Dios. ¿Para qué estoy aquí? Para glorificar a Dios. III. ¿Cómo glorifico a Dios? Como imágenes de Dios tenemos el propósito de glorificar a Dios. Ahora bien, ¿Qué implica glorificar a Dios? A. Exaltar Su Nombre El Salmo 145:1-3 nos insta a exaltar el nombre de Dios. Cuando proclamamos su grandeza le estamos glorificando. La gloria de Dios se refleja en su carácter y sus obras. Cuando publicamos sus atributos y enumeramos sus obras en la historia de la redención estamos glorificando su Nombre. B. Reflejar Su Carácter Romanos 8:28 es un versículo muy conocido por todos. Nos gusta escuchar que todo ayuda para nuestro bien. Pero lamentablemente casi nunca leemos con detenimiento el versículo 29. Este versículo nos explica por qué podemos estar seguros de la promesa del versículo 28. Nos dice que todo nos ayuda para nuestro bien porque Dios, a través de estas cosas, está forjándonos a la imagen de Jesucristo. Ser como Jesús es la meta de nuestras vidas y Dios está comprometido con esto. Cumplimos con la gloria de Dios cuando reflejamos el carácter del Señor. Cuando somos pacientes, perseverantes, perdonadores, amorosos, misericordiosos, pacificadores y demás atributos de nuestro Dios. Cuando la gente puede ver en nosotros la obra y el carácter de Dios manifestándose en nuestros corazones le estamos glorificando. C. Obedecer Su Palabra Es muy conocida la historia de Saúl en 1 Samuel 15. Saúl pensó que Dios se complacería si ofrecía sacrificios con parte del botín de guerra que retuvo en vez de aniquilarlo todo como se le había ordenado. Es clásica la respuesta de Samuel en el versículo 22: “Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros”. Una vida que obedece la Palabra de Dios es una vida que glorifica a Dios. Nuestras obras de obediencia proclaman que Él es el rey y es nuestro gran Dios. D. Confiar en Su Sabiduría Proverbios 3:5-6 dice: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas”. Cuando confiamos en la Sabiduría de Dios en vez de la nuestra le glorificamos porque reconocemos quién es Él y quiénes somos nosotros. Dios es glorificado cuando decidimos confiar en su consejo, aunque no sea lo más cómodo, lo más popular o lo más atractivo en un momento dado. IV. Conclusión Estamos acostumbrados a situarnos en el centro de nuestro universo. Pero la Biblia nos enseña que esta vida no se trata de nosotros. Somos imagen de Dios y nuestro propósito es glorificar a Dios. Él es el centro, Él es el principio y el fin, Él es nuestra vida. Debemos desarrollar una actitud como la del salmista: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra. Mi carne y mi corazón desfallecen; Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre” (Salmo 73:25-26). Nuestra vida no tiene sentido si no es para la Gloria de Dios. Antes que nuestros gustos, deseos, felicidad, salud, y logros, está la gloria de Dios. El Ser Humano desde la Perspectiva Bíblica Parte 3: ¿Cómo estoy constituido? I. Introducción Una pregunta importante respecto al ser humano es sobre cómo está constituido. ¿Somos materia? ¿Somos espíritu? ¿Cuál es la naturaleza de nuestra constitución? A lo largo de la historia ha habido muchas perspectivas. Algunos han hablado del ser humano como siendo sólo un ente material. Según esta postura no somos más que materia y hormonas. Todo se rige por impulsos eléctricos, reacciones bioquímicas, nervios y músculos. No hay hada más allá del cuerpo. Por otro lado, hay posturas que exaltan lo espiritual al grado de casi anular el cuerpo. Algunos llegan al punto de decir que el cuerpo es como una cárcel para el alma. El cuerpo se ve como el problema o la limitante para el desarrollo del espíritu. Hay quienes exaltan al cuerpo, hay quienes lo menosprecian; hay quienes exaltan lo espiritual sobre lo físico y hay quienes niegan lo espiritual. ¿Quién tendrá la razón? II. La Respuesta Bíblica La Biblia nos enseña con claridad acerca de la constitución básica del ser humano. En Génesis 2:7, la Biblia dice: “Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente”. Aquí distinguimos claramente dos aspectos básicos del ser humano: Su cuerpo fue formado del polvo de la tierra y luego Dios añadió un aliento de vida. Podemos ver, entonces, que el ser humano está constituido de dos aspectos básicos: Un aspecto físico y un aspecto espiritual. Debemos entender que ambos aspectos son importantes para que el Ser humano esté completo y pleno. A. El aspecto Físico El cuerpo no debe verse como algo pecaminoso o negativo. El cuerpo es parte integral del ser humano. No es la cárcel del alma. El cuerpo es, por el contrario, el templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19-20). Debe ser tratado con cuidado y respeto. Ha habido mucha confusión respecto al cuerpo. Algunos interpretando erróneamente los pasajes bíblicos donde se usa la palabra “carne” en términos negativos o como algo pecaminoso, concluyen que estos pasajes se refieren al cuerpo. Basándose en tal interpretación, algunos creyentes desarrollan una perspectiva negativa hacia el cuerpo, considerándolo un enemigo para el crecimiento espiritual. Cuando leen “deseos carnales” entienden “deseos del cuerpo”. Cuando la Biblia habla de la “carne” en términos negativos, no se está refiriendo al cuerpo, sino a la naturaleza pecaminosa. La palabra “carne” en tales contextos se está refiriendo al viejo hombre, a las pautas y hábitos pecaminosos de nuestro corazón. Por eso debemos tener cuidado de no caer en el error de menospreciar el cuerpo que Dios nos ha dado, pensando que seguimos un pensamiento bíblico. El cuerpo es tan importante para la integridad del ser humano que habrá resurrección corporal de entre los muertos. No simplemente moriremos y nos iremos a morar con el Señor, sino que un día nuestro cuerpo y nuestra alma serán reunidos de nuevo. El ser humano necesita el cuerpo para tener una existencia plena. Por naturaleza, la vida humana es una vida corporal. En los cielos nuevos y tierra nueva, tendremos una existencia corporal para siempre. B. El Aspecto Espiritual Aunque el cuerpo es muy importante, no debemos dejar a un lado la importancia del aspecto espiritual. En 2 Corintios 4:16 dice: “Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día”. El cuerpo tiene la característica en esta vida de irse desgastando con el paso del tiempo. Pero hay algo más allá del cuerpo que con el poder de Dios se va renovando de día en día. Ese algo es aspecto espiritual del ser humano. En la Biblia al aspecto espiritual se le llama de muchas maneras: hombre interior, mente, alma, espíritu y sobre todo, corazón. El corazón es el motor del ser humano. El corazón rige y determina el rumbo de la vida del ser humano. El aspecto espiritual incluye toda la vida interna del ser humano. Incluye sus emociones, voluntad, pensamientos, motivaciones, razonamientos, entendimientos, deseos, creencias, actitudes y demás asuntos internos del corazón. La Biblia enseña que debemos cuidar sobre todo nuestro corazón porque es la fuente de la vida. Aunque ciertamente el aspecto espiritual es el que enfatizamos en la Iglesia (1 Samuel 16:7; 1 Pedro 3:3-4, Salmo 51:10), no debemos menospreciar o relegar el aspecto físico. El ser humano no puede separar su cuerpo de su alma, hacerlo es la muerte. La muerte es descrita en la Biblia como un enemigo, precisamente, porque separa lo que se supone que no debería separarse (el cuerpo y el alma). La vida humana fue planeada por Dios para vivirse en la integridad e interconexión de estos dos aspectos. Vivimos con toda nuestra alma y todo nuestro cuerpo. En la práctica, nunca están divididos. Cuando glorificamos a Dios con el alma, lo hacemos también con el cuerpo. Cuando deshonramos a Dios con el cuerpo, lo hacemos también con el alma. Son inseparables y están perfectamente coordinados. Por eso la Biblia enseña que nuestro amor a Dios es con todo lo que somos (Mateo 22:37). Amamos a Dios con todo nuestro ser, es decir con toda nuestra alma, corazón, mente y fuerzas. Fuimos diseñados para vivir para Dios con todo lo que somos: el polvo y el aliento de vida. III. Conclusión: Dios creó al hombre como un ser integral: tiene un aspecto espiritual y un aspecto material. La naturaleza humana está compuesta por estos dos aspectos. El cuerpo no es necesario para la existencia, pero sí es indispensable para la integridad de la vida humana. Cuidemos todo nuestro ser, cuerpo y alma, para la gloria de nuestro Dios. El Ser Humano desde la Perspectiva Bíblica Parte 4: ¿Quién es Responsable de nuestras acciones? I. Introducción Juan tuvo que gritarle a María otra vez porque no lo estaba respetando. Sofía dijo que se vio obligada a mentir a su esposo Miguel para que no se enojara. Si Pedro no hubiera llegado tarde, Silvia no lo hubiera tenido que sacar del cuarto. ¿Te parecen conocidas estas explicaciones de las acciones de Juan, Sofía y Silvia? ¿Qué tienen en común? La razón que proveen para explicar su comportamiento la encuentran en las palabras y acciones de los demás. Es decir, algo fuera de ellos es la causa de cómo responden en sus intercambios relacionales con los demás. ¿Quién es responsable de cómo respondemos a las acciones de los demás? ¿A quién hay que echarle la culpa de nuestros pensamientos, palabras y acciones como seres humanos? La perspectiva más diseminada en nuestros días busca la respuesta a estas preguntas fuera de nosotros mismos. Esto es, nos gusta vernos como víctimas de las circunstancias; reactores pasivos a las acciones de los demás; personas básicamente buenas, incapaces de responder al entorno de maneras vergonzosas a menos de que nos veamos forzados. En fin, la responsabilidad por nuestras reacciones y la culpa de lo que decimos o hacemos, la tiene algo o alguien fuera de nosotros mismos. II. Propuestas del Mundo Son varias las “explicaciones” favoritas que damos al responder por nuestro comportamiento en el matrimonio, entre las más comunes están las siguientes: A. Las acciones y faltas de los demás. Tendemos a ver la causa de nuestro comportamiento proveniente de las acciones y faltas de los demás. Sus palabras y acciones nos irritan. Sus gestos y ademanes causan que respondamos reclamando nuestros “derechos”. Si ellos no hicieran esto o aquello nosotros no tendríamos que responder como lo hacemos. Decimos expresiones como “El comenzó”; “Siempre me hace esto”; “Me puso una cara que tuve que decirle algo”; “Esta ocasión sí se sobrepasó”. Las acciones y faltas de los demás son vistas como el origen de nuestra conducta. B. Las circunstancias. El siguiente candidato favorito para explicar la conducta son las circunstancias que rodean las situaciones de nuestra vida. Factores como el clima, tráfico, enfermedad, presiones laborales, economía familiar, época del año, etapa de la vida, entre otros, son vistos como los causantes de nuestra conducta. Decimos expresiones como “No nos hubiéramos peleado si no hubiera estado tan presionado en el trabajo”; “No había comido y había mucho calor, así que no tuve paciencia“; “Es que cuando toma esa pastilla se pone de un humor”; “Ya sabes cómo afecta la menopausia”; “¿Y qué esperabas? Es un adolescente, son las hormonas”. Las circunstancias en las que ocurren los eventos son vistas como la causa del comportamiento de la persona. C. El pasado emocional Las experiencias de nuestra niñez son usadas comúnmente como la explicación de nuestras reacciones como adultos. En esta perspectiva se cree que los años de la infancia determinaron el tipo de persona que llegamos a ser. La persona se siente atrapada por su pasado y explica su conducta en esos términos. Decimos cosas como: “Es que crecí entre puras mujeres”; “Mi padre era iracundo y por eso ahora soy agresivo”; “Mis padres no me dieron amor, por eso no puedo amarte como se debe”. En fin, los sufrimientos y carencias del pasado se ven como la causa de mis acciones y palabras del presente. D. Seres espirituales de maldad. Algunos de nosotros preferimos culpar a los seres espirituales de oscuridad por las acciones vergonzosas con las que solemos responder a los demás. El Diablo y sus demonios son vistos como los causantes del pecado en nuestras vidas. Decimos cosas como “El enemigo no se duerme”; “El Diablo metió la cola”; “No fui yo, fue el espíritu de adulterio que me oprimió en ese momento”. En esta perspectiva, Satanás y sus huestes de maldad son los culpables de que nosotros respondamos pecaminosamente a nuestros prójimos. ¿Cuál de estas explicaciones de la conducta sueles usar con mayor frecuencia en tus relaciones con los demás? III. La Respuesta Bíblica No cabe duda que nuestros prójimos suelen pecar en nuestra contra; que las circunstancias a veces son muy difíciles; que algunos de nosotros tuvimos una infancia lamentable e indeseable y que el Diablo es una realidad espiritual contra quien luchamos. Sin embargo, la Biblia nos enseña que ninguno de estos elementos es la causa, origen o razón de nuestros pensamientos, palabras y acciones. La Escritura no permite que nos libremos de la responsabilidad de nuestras palabras y acciones sin importar cuáles son las circunstancias. Siempre somos moralmente responsables por nuestras palabras y acciones. Las perspectivas que no toman en serio la responsabilidad moral del hombre en sus palabras y acciones nos tratan como algo menor que seres humanos. Romanos 14:10b-12 dice:¡Todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Dios! Está escrito: Tan cierto como que yo vivo – dice el Señor – ante mí se doblará toda rodilla y toda lengua confesará a Dios. Así que cada uno de nosotros tendrá que dar cuentas de sí a Dios. (NVI) Cuando estemos ante el tribunal de Dios, no podremos hablar de lo que los demás hicieron, no podremos echar la culpa a los otros, sólo hablaremos de qué hicimos nosotros en respuesta a sus acciones. Cada quien será responsable por sus palabras y sus acciones. Como hemos visto, la causa de mis palabras y acciones no son las circunstancias, las acciones de los demás, el pasado emocional ni siquiera el Diablo. Entonces, ¿Qué es lo que causa lo que decimos y hacemos? La Biblia responde a esta pregunta presentando un concepto muy importante: el corazón. Cuando la Biblia habla del corazón no se refiere al órgano vital que tenemos en el pecho; tampoco se refiere al “corazón” de las serenatas románticas, es decir, a las emociones (aunque sí están incluidas). El corazón, en la Biblia, es el centro o meollo del ser humano. Es el concepto que abarca todas las áreas de la vida interna del ser humano. Incluye la voluntad, las emociones, la mente, el entendimiento, los deseos, motivaciones, pensamientos, creencias, hábitos, etc. Otras maneras de referirse a él, es usando los términos: hombre interior, alma, espíritu, mente, entendimiento y otros semejantes. En fin, el “corazón” es el motor de la vida humana. La Escritura enseña que el corazón es precisamente la fuente, el origen, la causa de la conducta humana. Lucas 6:45 dice:“El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda en el corazón habla la boca”. (NVI) Además, Jesús nos dice en Marcos 7:21-23,“Porque de adentro, del corazón humano, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, el engaño, el libertinaje, la envidia, la calumnia, la arrogancia y la necedad. Todos estos males vienen de adentro y contaminan a la persona. Como vemos, la perspectiva bíblica nos enseña que somos responsables de lo que decimos, sentimos o hacemos porque todas estas cosas salen de nuestro corazón. De todo esto daremos cuenta a Dios. En otras palabras, en nuestro entorno siempre hay circunstancias agradables o desagradables, las personas nos tratan bien o mal, nuestro pasado fue ideal o lamentable, y el enemigo de nuestra alma está constantemente atacándonos. Sin embargo, ninguno de estos factores es la causa de nuestra respuesta. Nosotros somos los responsables de todo lo que hagamos, pensemos, digamos o sintamos porque todo esto sale de dentro de nosotros mismos, sale de nuestros corazones. El entorno puede lograr que sea mucho más difícil hacer o decir lo correcto, pero nunca podremos echar la culpa de nuestros actos a factores externos. Lo que pienso, siento, deseo, digo y hago son decisiones que tomo de acuerdo con mi corazón. Son mis decisiones y soy responsable delante de Dios por ellas. Debo, por tanto, asumir mi responsabilidad. IV. Conclusión Nuestro entorno (circunstancias, personas, pasado y Diablo) es el contexto en el que activamente respondemos con palabras y acciones que salen de nuestro corazón. No podemos responsabilizar al entorno por nuestras acciones. Puesto que salen de nuestro corazón son decisiones que tomamos responsablemente delante de Dios. Debemos dejar de echar la culpa a nuestro prójimo por lo que hacemos o decimos. Debemos asumir nuestra responsabilidad delante de Dios y nuestro prójimo. Nuestras palabras y acciones no son causadas por ellos, sino son decisiones responsables que tomamos con el corazón al responder al entorno. Esto es lo que hacen las imágenes responsables de Dios.