Internet y el periodismo electrónico Javier Echeverría * 1.- Internet como nuevo medio de comunicación En el primer número de la revista Web, especializada en Internet, Luis Foix, Director adjunto de La Vanguardia y miembro del Consejo Editorial de dicha revista afirmaba que "el fenómeno Internet no es más que la punta del iceberg, es el paradigma de la sociedad digital. Internet es un nuevo medio de comunicación. Primero fue la prensa, luego la radio, después la televisión. Ahora asistimos al nacimiento de un nuevo soporte para la información, que será la materia prima más valiosa del siglo XXI. Son las redes de telecomunicaciones, que forman un nuevo espacio cultural y social. También es un nuevo territorio para la comunicación y el periodismo". Es muy cierto que las redes telemáticas suponen la aparición de un nuevo medio de comunicación, que abre un nuevo espacio para el periodismo. Sin embargo, Ias redes de telecomunicaciones no sólo son un medio de comunicación. También cabe ver en ellas un nuevo medio de producción, que se irá mostrando cada vez más claramente conforme se desarrolle el teletrabajo. Además, suponen una nueva forma de memoria, debido a que interacciones sociales que anteriormente no dejaban rastro duradero quedan ahora archivadas en los discos duros de los ordenadores. Por último, aunque cabe hablar metafóricamente del "territorio Internet", lo cierto es que las redes telemáticas rompen estrictamente con la noción clásica de territorio. Por todo ello, conviene analizar cuidadosamente la estructura de Internet, así como el nuevo espacio social que la red viene a crear, antes de afrontar el problema del periodismo electrónico. Marshall McLuhan afirmó en su Galaxia Gutenberg que todo nuevo medio trata, en una primera instancia, de integrar a los medios precedentes y referirse a ellos. Esto resulta muy claro en el caso de Internet, puesto que tanto la prensa como la radio y la televisión van emplazándose en la red y abriendo sus respectivas sedes telemáticas. Sin embargo, Internet posee una estructura interna muy distinta a la de los medios de comunicación precedentes, derivada en parte de su origen, y en parte de su evolución ulterior. Como es sabido, Internet procede de Arpanet, que fue creada en los EEUU para poder mantener interconectados los centros de decisión más importantes en el plano político, militar y científico en caso de un holocausto nuclear. Tras la separación de Milnet, fue constituyéndose la actual Internet, manteniendo su estructura descentralizada inicial, e integrando sucesivamente a las diversas redes que habían sido creadas en base a otro esquema, tanto por países concretos como por grandes empresas. Todos los comentaristas subrayan que el carácter abierto y descentralizado de la red, así como el alto grado de autonomía que cada red integrada en la red global cuenta para su propio funcionamiento, han sido claves en el éxito de Internet, que cuenta ya con 5O millones de usuarios, que crecen aceleradamente mes tras mes, expandiéndose por todos los países. Cabe decir que Internet es una red horizontal, multidireccional, descentralizada e interactiva, lo cual resulta poco frecuente en el caso de los medios de comunicación anteriores. En el caso del libro, el paradigma de la Galaxia Gutenberg, que aportó un medio de comunicación multidireccional, la posición del autor es central y asimétrica con respecto a la del lector, y la interactividad apenas existe. Y otro tanto cabría decir de la radio y la televisión, a diferencia del teléfono, que sf es interactivo, pero sólo es bidireccional, al menos en su formato actual. Esta singular estructura de la red telemática mundial ha sido determinante en la configuración de una cultura específica en el ciberespacio. Por eso al hablar de un nuevo medio de comunicación, y de la adaptación de los medios de precedentes, es imprescindible analizar las posibilidades que ofrece dicha estructura, y sobre todo dilucidar el tipo de espacio social generado por la red. Como muestra, valga un ejemplo, que puede parecer anecdótico, pero resulta muy significativo. Como es sabido, uno de los sitios del World Wide Web más visitados es el de Play Boy. Los directivos de esta revista se plantearon en un momento dado cobrar a cada uno de los internautas que ojeara sus ficheros. En los días previos a la adopción de la medida, se produjo una auténtica avalancha de consultas, posiblemente con el fin de archivar el mayor número de imágenes posibles. Ello dio lugar a que la decisión prevista fuera reconsiderada. Los directivos de Play Boy decidieron adaptarse a la gratuidad tradicional de los contenidos de la red, añadiendo a cambio publicidad a sus imágenes. Parece ser que actualmente los ingresos por publicidad de la edición electrónica superan ya a los ingresos que se obtienen por toda la edición europea de la revista. A mi modo de ver, se trata de un buen ejemplo de adaptación a la estructura de la red y a las costumbres que se han derivado de ella. Por eso es preciso reflexionar con mayor detalle sobre la estructura de la red y sobre el espacio social que genera, antes de pasar a comentar las transformaciones que las redes telemáticas pueden inducir en el periodismo, tanto en el caso de la prensa como en el de la radio y la televisión. 2.- Telépolis, Ia ciudad global He propuesto llamar Telépolis (la ciudad global, la ciudad a distancia) a una nueva forma de interacción social que ha ido apareciendo a finales del siglo XX y tiende a expandirse por todo el planeta. No es sólo una sociedad de la información: estamos ante una transformación de mayor entidad. El avance de esta nueva forma social está modificando profundamente componentes básicas de la vida social, como la producción, el trabajo, el comercio, el dinero, la escritura, la identidad personal, la noción de territorio y la memoria, por no mencionar la política, la ciencia, la información y las comunicaciones, ya que esto resulta obvio. Sobre todo, está cambiando la estructura económica y cultural del planeta, rompiendo los límites territoriales de las ciudades y de los Estados clásicos y tendiendo a generar una nueva forma de interacción global a la que conviene pensar, por muchos motivos, en términos de ciudad, a pesar de que todavía no lo sea. Al hablar de una ciudad global estoy proponiendo que los múltiples cambios que las tecnologías de las telecomunicaciones están induciendo en el mundo sean pensados como otros tantos pasos para construir una ciudad planetaria, y no una nación ni un Estado mundial. En el caso de Internet, parece claro que la metáfora ciudadana comienza a tener gran aceptación, como muestran algunas publicaciones recientes. Algunas iniciativas en la red confirman esta tendencia a pensar Internet en términos urbanos: en 1996 se ha organizado la Primera Exposición Mundial Internet'96, uno de cuyos objetivos es la construcción del Parqúe Central de Internet. Tal y como he tratado de mostrar en otro sitio, es preferible pensar en términos de paseo que en términos de navegación porlnternet, sin perjuicio de que esta última metáfora sea muy bella y siga siendo muy utilizada por los usuarios de la red. El nombre "Telépolis" viene a marcar la oposición entre las formas clásicas de organización social (familias, etnias, pueblos, ciudades, naciones, Estados, etc.), basadas en la territorialidad, la vecindad y la proximidad entre los seres humanos, y la nueva ciudad, donde las interrelaciones humanas se producen a distancia. Por oposición a los Estados, que están determinados por el territorio en el que ejercen su jurisdicción, Telépolis es una ciudad desterritorializada, que desborda las fronteras geográficas y políticas. Su estructura topológica básica no es el recinto con interior, frontera y exterior, sino la red de interconexiones que vincula puntos geográficamente dispersos, pero unidos por la tecnología. Esta nueva ciudad se superpone a los pueblos, ciudades y metrópolis, sin destruirlos físicamente. Sin embargo, el futuro de las formas clásicas de convivencia entre los seres humanos depende cada vez más de su mejor o peor adecuación a la nueva forma de interacción social. Telépolis está en fase de construcción, pero puede ser imaginada de la manera siguiente. Consideremos la superficie del planeta como la bóveda de la ciudad. Dicha bóveda se apoya, a través de estratos y redes iterativamente imbricadas, en unos cimientos artificiales, que no están asentados en la tierra, sino literalmente en el aire: son los grandes satélites de comunicaciones que enlazan a los demás satélites entre sí. A partir de estos cimientos, y en función de las órbitas respectivas, se llega a los satélites que emiten o captan señales digitalizadas: los hay militares, científicos, económicos, meteorológicos o civiles en general. Dichos satélites envían sus señales a las grandes antenas parabólicas, que compondrían un tercer estrato de la "arquitectura" de Telépolis. Enviadas esas señales desde las parabólicas a las grandes torres de comunicaciones o grandes servidores de las redes telemáticas, éstas las distribuyen por doquier, sea por ondas hertzianas, mediante tendidos de cable óptico o simplemente a través de los hilos de cobre del teléfono. Aquí está el "techo" (o la base, como se prefiera) de la ciudad global. Lo importante es que cualquier ser humano, empresa o institución, para actuar en Telépolis, tiene que transmitir sus acciones a través de todo ese entramado tecnológico, y no físicamente a través del territorio. Telépolis no es una estructura territorial, sino reticular; no está fundada sobre la tierra, sino sobre la tecnología; y por ello es una estructura inestable, cuyos cimientos y vías de comunicación irán cambiando en función de las innovaciones tecnológicas. Resulta perfectamente factible que dos personas que viven en pisos contiguos se comuniquen entre sí a través de todo ese entramado, si es que de verdad interactúan en Telépolis y no en el pueblo o ciudad en donde residen. Las redes telemáticas pueden ser comparadas con las calles de la futura ciudad global, actualmente en fase de construcción. Una de ellas, pero no la única, es Internet. No hay que olvidar que existen otras redes telemáticas de ámbito planetario (Milnet, Swift, etc.). Además de navegar, es posible arrojar bombas y disparar misiles a través del ciberespacio. Asimismo se puede especular, invertir, mover capitales, comprar o vender acciones y divisas, y obtener enormes beneficios económicos o generar ruinas gracias a la interactividad telemática. Internet puede resultar fascinante para el intercambio científico, comercial y personal, pero conviene recordar que los militares, los servicios secretos y los grandes bancos también utilizan sus propias redes para desarrollar sus actividades. Telépolis no tiene suelo sobre el cual se asienta, pero sí posee una infraestructura tecnológica basada en los satélites artificiales, en las torres de telecomunicaciones y en los cableados, que componen la arquitectura de la nueva ciudad. Estas nuevas tecnologías (informática, audiovisuales, telecomunicaciones, realidad virtual, almacenamiento y distribución de la información, simulaciones, etc.) son comparables con las industrias clásicas que posibilitaron el crecimiento de las metrópolis: acero, petró1eo, cemento, vidrio, tendidos eléctricos, automóviles, asfalto, etc. Así como la revolución industrial atrajo fuertes inversiones públicas y privadas para la creación de las fábricas en las que se producían los materiales que posibilitarón la emergencia de las grandes metrópolis industriales, así también la construcción de Telépolis está atrayendo todo tipo de recursos humanos, tecnológicos y financieros. Las empresas, instituciones y personas que se han adaptado a la estructura reticular de Telépolis son las pioneras de la construcción de la nueva forma social. Asistimos a una nueva colonización del planeta, que tiende a organizar las interrelaciones humanas mediante redes y telas de araña, y no mediante recintos espaciales dotados de interior, frontera y exterior, como ha sucedido en las ciudades y en los Estados que conocemos. La fuerza principal de Telépolis surge de su capacidad para transformar la vida doméstica, y en general la actividad que se lleva a cabo en espacios cerrados (oficinas, fábricas, estadios, etc.), convirtiéndolos en espacios abiertos al mundo a través de una serie de artefactos tecnológicos que son las nuevas puertas y ventanas ciudadanas. Las casas abiertas son los hogares quc, además de estar conectados físicamente a su entorno territorial, urbano y cultural, disponen de teleconexiones directas con puntos del planeta situados a miles de kilómetros de distancia. Son las casas a distancia, o telecasas, que se superponen a las actuales viviendas y las implementan tecnológicamente. El avance de Telépolis está ligado a la transformación que están experimentando los ámbitos domésticos por la implantación en nuestras moradas de una serie de conexiones electrónicas que son nuestros interfaces con la ciudad global. El teléfono, el fax, la televisión, los ordenadores multimedia, etc., expresan la presencia de la ciudad electrónica en nuestras casas. 3.- Las ventanas y las puertas en Telépolis Así como las viviendas tienen ventanas y puertas que nos permiten contemplar el exterior y salir de nuestras casas para actuar en la ciudad, así también las futuras casas habrán de contar con puertas y ventanas que les permitan ver y salir a Telépolis. En su formato actual, la televisión es una ventana a Telépolis. De hecho, nos permite ver el mundo a distancia y en tiempo real (en directo). En cambio, el ordenador conectado a Internet puede ser considerados como la puerta que nos permite salir a Telépolis. Internet es la primera gran calle pública de Telépolis, su calle mayor, que se ha ido diferenciando de la calle de los militares, de la calle de los banqueros y de la calle de los científicos, de las cuales procede históricamente. Por tratarse de una vía de comunicación a distancia que da cabida a las más variadas formas de interrelación humana, Internet ha de ser considerada como el germen de la sociedad civil de Telépolis. 4.- Pasear por Internet Prosigamos con nuestra comparación. Suele hablarse de los internautas, de la navegación y del surfing en Internet. Sin embargo, es preferible comparar a Internet con una calle, y no con el océano, por muy diversos motivos, entre los cuales mencionaré los siguientes: a) Como en las calles y en los boulevares de las ciudades, hay mucha gente que se conecta con Internet para curiosear. Hay quienes se detienen ante la sex-shop; otros participan en charlas y grupos de debate; no faltan quienes salen a Internet para ir de compras, sobre todo últimamente. Algunos van al cine. Otros visitan universidades y bibliotecas. Muchos telepolitas (ciudadanos de Telépolis) ponen anuncios en la calle mayor vendiendo, comprando, informando, opinando o intercambiando conocimientos. Desde que numerosos periódicos y revistas han adoptado el formato del World Wide Web, muchos ciudadanos se dedican a ojear la prensa en el telekiosco. El ordenador multimedia hace posible que esos paseos por la ciudad vayan acompañados por la audición de un programa de radio o de un concierto. Los jóvenes son particularmente aficionados a circular por la telecalle mayor, como siempre sucedió en las ciudades. En resumen, Internet ofrece toda la pluralidad de formas de interacción humana que han caracterizado a la sociedad civil, incluídas las formas privadas e íntimas de interrelación. Por el contrario, otras redes sólo se dedican a actividades profesionales específicas: en Telépolis hay bancos, empresas, cuarteles, Bolsas, hospitales y laboratorios científicos que cierran sus espacios de interrelación a la curiosidad pública mediante las claves criptológicas correspondientes. Por consiguiente, hay espacios privados y espacios públicos. Resulta esencial que Internet, o la red de redes que le suceda, siga siendo un espacio para la interrelación civil pública y abierta, sin perjuicio de que existan también otras redes y otros lugares en Telépolis de acceso restringido. b) La mayoría de los usuarios de Internet suelen dirigirse a lugares precisos, cuyas direcciones conocen previamente. Algunos curiosean y navegan, pero la mayor parte sabe muy bien cómo llegar, en cuatro o cinco pasos, al lugar de Telépolis que les interesa. No siguen un rumbo, sino un camino. Primero salen de casa (ya están en el Web), luego doblan una esquina (sale una pantalla), luego otra, luego eligen un portal, se introducen en él, y finalmente llaman a la puerta (clave de acceso) hasta que finalmente conectan con aquella institución, empresa o persona que les interesa. La circulación de los usuarios de Internet se parece muy poco a una navegación marina y mucho a la circulación por una ciudad, siguiendo un código de señales y direcciones previamente conocidas. c) Tras haber conectado con el lugar deseado, uno guarda y archiva lo que allí logró. De nuevo estamos en un esquema plenamente ciudadano: es como haber adquirido un periódico, haber buscado un artículo en una biblioteca o unos datos en un centro de documentación, o simplemente como haber ido a una tienda, a un concierto, a un cine o a unos grandes almacenes. La novedad estriba en que lo que uno había visto u oído en una ciudad, lo guardaba en su mente. Ahora lo archiva en alguna de las prótesis mentales que caracterizan a los ciudadanos de Telépolis: el disco duro, el CD-Rom, etc. d) En la calle mayor de Telépolis, en la cual desembocan muchísimas otras calles (red o ayuntamiento de redes), numerosas empresas, instituciones y personas privadas han puesto en sus portales un nombre y dirección (las Home Pages). De suceder esto en el mar, sólo se da en las costas. Y ni aun así es comparable la estructura de topónimos marinos con la organización potencialmente ciudadana de Internet. Si algo tiene valor en esta red telemática mundial, como antaño en cualquier ciudad, es saber dónde puede uno encontrar lo que desea o contactar con la persona o institución que le interesa. Los múltiples directorios de Internet que actualmente se publican muestran bien la tendencia de la red a urbanizarse y a convertirse en parte de una ciudad. 5.- Internet como alternativa a la televisión Telépolis no sólo posee calles públicas y calles privadas; también hay plazas públicas y plazas privadas. Prosiguiendo con nuestra metáfora, cabe decir que las grandes cadenas públicas de televisión han sido, inicialmente en cada país, y posteriormente para todo el planeta (véase el caso de la CNN), comparables al ágora de las ciudades de la Grecia clásica. Si en algún lugar ha transcurrido la vida pública del planeta, ha sido en la televisión: allí han sido elegidos (y asesinados) presidentes y allí han tenido lugar las guerras, los desórdenes, las grandes competiciones deportivas y los espectáculos musicales. Los mercados de las ciudades han sido ventajosamente reemplazados por la televisión comercial y los propios intelectuales y científicos han tenido que salir a esta ágora para exponer sus teorías y sus innovaciones. Pues bien, el crecimiento de Internet permite vislumbrar un nuevo espacio público en Telépolis, en el que los ciudadanos y ciudadanas dejan de ser espectadores pasivos para convertirse en protagonistas de sus propias acciones e intereses. Frente a la televisión vertical que reducía a los telespectadores a la pasividad en sus reductos domésticos (la TV es una ventana con 625 rejas), lnternet y las redes telemáticas permiten que los espectadores se conviertan en actores, cuando no en agentes sociales. En la medida en que Internet siga siendo una forma de intercomunicación descentralizada, horizontal, multidireccional e interactiva (como lo es cualquier calle de una ciudad), la puerta que conecta nuestras casas a Telépolis adquirirá una función social cada vez más relevante, convirtiéndose en una alternativa real al imperio que la televisión ha ejercido durante las últimas décadas. Aquí radica una de las cuestiones centrales para el futuro de Telépolis. Durante los próximos años habrá pugnas durísimas por el control de Internet. Tratándose de la calle mayor de Telépolis, no es raro que así sea. Sin embargo, dependerá de los ciudadanos de Telépolis (en este caso de los usuarios de lnternet) el destino final de su calle mayor. Puede suceder que deje de ser una red pública y pase a ser gestionada por una o varias firmas privadas. Pero también puede ocurrir que Internet, o el ayuntamiento de redes que la releve, siga expandiéndose por el planeta, convirtiéndose en una auténtica calle mayor que atraviese toda la ciudad global, manteniendo como regla básica el libre acceso de cualquier ser humano a su entramado reticular, que conducirá hasta los rincones más recónditos del planeta. 6.- Las redes telemáticas como multimedio de comunicación interactivo y global Internet no es la ciudad global, pero sí prefigura lo que pudiera ser esa nueva forma social. El teléfono, el fax, la televisión, el dinero electrónico y los ordenadores conectados a las redes mundiales son otras tantas expresiones del tipo de relación humana que define la vida en Telépolis, a saber: la interacción a distancia gracias a las tecnologías de telecomunicaciones. Las cadenas de televisión han ido creando las plazas de Telépolis, tanto públicas como privadas. En ellas tienen lugar los grandes espectáculos que se organizan en la ciudad global: olimpíadas y competiciones deportivas, conciertos musicales, fiestas, guerras, desórdenes y acontecimientos históricos en general (magnicidios, insurrecciones, negociaciones, tratados, funerales, bodas, etc.). Cientos de millones de personas suelen estar pendientes de estos grandes eventos, característicos de la ciudad global. Aunque su montaje resulta costosísimo, suelen generar grandes beneficios para sus promotores y para algunos de sus actores. Pero volvamos a las redes telemáticas, que son las calles, y no las plazas de Telépolis. Como ya vimos, existen otras redes además de Internet. La red Milnet conecta los altos mandos militares entre sí. Por esa red circulan los datos que envían los satélites militares y los aviones de observación a distancia, así como las órdenes para bombardear unos u otros objetivos con tales o cuales armas. La red Swift posibilita las transferencias electrónicas entre las grandes entidades bancarias y bursátiles, y soporta el flujo de dinero de las tarjetas de crédito, es decir el pago a distancia. También las policías utilizan sus propias redes telemáticas, al igual que algunos políticos y empresarios. Cuando hay que enviar un mensaje top secret se recurre a redes seguras, cuyo acceso no es público. Por consiguiente, Telépolis funciona plenamente en el plano militar, financiero, empresarial y policial, así como en otros ámbitos de la sociedad de la información. Algunas calles de Telépolis están urbanizadas y asfaltadas (fibra óptica), pero son de uso restringido. Sólo los grandes señores de la ciudad pueden hacer circular sus imágenes, sus mensajes y sus datos por ellas. Lo que no había era un entramado de calles públicas. Esto es Internet. Las veinte o treinta mil redes confederadas que componen Internet reciben los usos más diversos: grupos de debates, tertulias públicas o privadas, investigación científica, periodismo electrónico, correos, consultas a bibliotecas y centros de documentación, televenta, telecompra, teletrabajo, telesexo, telesalud ... Frente al orden, la seguridad y la disciplina que imperan en las otras redes, Internet puede parecer un caos. Nadie gobierna la red, y su funcionamiento está soportado en gran parte por sus propios usuarios. Dicho de otra manera: Internet es un ayuntamiento de redes (sin alcalde) y prefigura la sociedad civil de Telépolis. Como en cualquier calle, en Internet ocurre cotidianamente una inmensa variedad de cosas, incluídos los atentados contra la seguridad pública y privada. No es raro que los grandes poderes traten de controlar Internet y de instituir normas morales y reglas para preservar la seguridad y el derecho a la propiedad en la red. En cualquier caso, si pensamos en Internet como en una calle, los periodistas no sólo orientarán sus esfuerzos a vender en ella, sino también a extraer información a base de "patear" la calle, es decir de recorrer la tela de araña pantalla por pantalla y portal por portal. Desde que Internet ha comenzado a popularizarse, la calle telemática está muy concurrida. Abrir página en el World Wide Web (tela de araña mundial) equivale a montar un tenderete o un local. Abundan los curiosos y los mirones, que pululan por aquí y por allá. Puede parecer una moda, pero es la reproducción en el ciberespacio del paseo cotidiano o dominical por el zoco de una ciudad. Otros usuarios, en cambio, saben muy bien lo que quieren y a donde van cuando circulan por la red. Los científicos la utilizan cotidianamente para intercambiar mensajes electrónicos y para utilizar datos e instrumentos situados a miles de kilómetros de distancia (acceso remoto). Para ellos Internet es imprescindible, al ser parte de su gabinete o laboratorio. Otro tanto comienza a suceder con diversas profesiones: arquitectos, músicos, médicos, empresarios, etc. Las redes tipo Internet no sólo son un nuevo medio de comunicación. A mi entender, son un nuevo medio de producción e interacción, que vale tanto para la actividad pública como para la vida privada Por eso están adquiriendo tanta relevancia. 7.- El periodismo electrónico La aparición del World Wide Web ha sido decisiva para la expansión y la difusión mundial de Internet, y ello por múltiples motivos, entre los cuales subrayaré uno. Lo que podemos llamar la arquitectura del WWW, es decir el entramado de conexiones que lo sostiene, se basa, como es sabido en el hipertexto. Dado que el periodismo electrónico ha de adaptarse en el momento actual a dicha arquitectura, bueno será que tengamos presentes algunas nociones básicas al respecto, así como las consecuencias que tienen en el caso del periodismo telemático. Cuando Theodor H. Nelson acuñó en los años 60 el término 'hipertexto', lo definió de la manera siguiente: "Con 'hipertexto' me refiero a una escritura no secuencial, a un texto que bifurca, que permite que el lector elija y que se lea mejor en una pantalla interactiva. De acuerdo con la noción popular, se trata de una serie de bloques de texto conectados entre sí por nexos, que forman diferentes itinerarios para el usuario". Es sabido que, con la aparición de los ordenadores multimedia, esos nexos no sólo tienen lugar entre palabras, sino también entre sonidos, imágenes y datos. Ello permite un tipo de recuperación de información multilineal, o si se prefiere transversal. En lugar de seguir el orden de las páginas de un libro, de las hojas de un periódico, de los compases de una melodía o de las secuencias de un film, el hipertexto proporciona múltiples hilos para recuperar la información en función de los intereses concretos del usuario. Esto tiene múltiples consecuencias en el caso del periodismo electrónico, que ilustraré brevemente con dos ejemplos. Supongamos que un usuario de Internet quiere obtener información sobre la guerrilla zapatista en la selva de La Candona Tras introducir los índices de búsqueda correspondiente, la información a la que puede acceder no se limita a las de las agencias de noticias: también incluye los rumores y los comentarios que pudieran circular por la calle telemática, incluyendo las emisiones de los propios zapatistas, del gobierno mexicano y, en su caso, de los grupos que debaten sobre este tema en los diversos Bulletin Boards. Asimismo es factible obtener las referencias previas, y no sólo las últimas novedades. En una palabra, el lector del periódico electrónico no sólo podrá acceder a lo que es de actualidad, tal y como esta actualidad es manufacturada por las grandes agencias productoras de noticias, sino que podrá disponer de todo cuanto se comenta en la calle sobre el tema, así como lo que se comentó anteriormente. Todavía más: nada impide al lector pronunciarse sobre la cuestión, incorporando sus propias opiniones a los archivos correspondientes. La opinión pública vuelve a tener a la calle como su ámbito principal, sin perjuicio de que en esa calle también existan kioscos telemáticos desde los que emiten los medios de comunicación clásicos. Vayamos a un segundo ejemplo, en este caso local. Pienso que, así como los asuntos de alcance global tendrán gran desarrollo en Telépolis, también lo local se verá potenciado, posiblemente en perjuicio de las entidades intermedias (naciones, estados). Si un futuro turista está organizando sus vacaciones y piensa venir, por ejemplo, a Barcelona, ya no se limitará a consultar los prospectos de las agencias de viaje y las guías turísticas oficiales. Es muy probable que indague previamente a través de Internet sobre los hoteles, los restaurantes, las actividades culturales, e incluso que visite los museos y monumentos virtuales correspondientes. Sea posible o no que reserve sus plazas y compre sus entradas a través de la red, lo cual va ligado al problema de la seguridad para las transacciones económicas en las calles de Telépolis, lo cierto es que podrá acumular datos sobre la ciudad de Barcelona a través de múltiples circuitos, tanto públicos como privados. Los diversos circuitos de información local tendrán por tanto una importante función a cumplir, incluyendo los anuncios por palabras y los circuitos underground, como ya sucede en la Internet actual. La prensa electrónica local que proporcione unos buenos servicios al respecto podrá constituirse como un referente fundamental para este tipo de teleconsultas previas. La novedad principal planteada por el periodismo electrónico en redes tipo Internet se deriva, sin embargo, de la interactividad ya mencionada. Secciones tales como las Cartas de los lectores, los anuncios por palabras o las tribunas de opinión pueden verse fuertemente reforzadas. Así como los clubs y las tertulias fueron un ámbito fundamental para la formación de la opinión pública, Internet está mostrando que en las calles de Telépolis la opinión vuelve a formarse en estos espacios, y no sólo en las grandes tribunas mediáticas. La reciente manifestación de más de 2.500.000 personas por la calle telemática para protestar por la firma por parte del presidente Clinton de unas normas que suponen la implantación de formas de censura a la libertad de circulación por la red, da idea de que la vida cívica en Telépolis va reproduciendo muchas de sus formas clásicas, aunque ésta vez sea a distancia. En resumen, el periodismo electrónico irá encontrando en la propia ciudad electrónica su fuente de noticias. Aunque inicialmente se limite a reproducir en la red sus contenidos habituales, diseñados para otro medio de comunicación y para otro espacio social, en la medida en que aumente el número de personas que circulan por Telépolis los contenidos y los formatos se irán modificando, adaptándose al nuevo espacio social. 8.- La ciudadanía en Telépolis Un último argumento, posiblemente el de mayor importancia. Estas redes prefiguran la irrupción de una nueva modalidad de ciudadanía, que supera los límites y las fronteras territoriales. Aquí radica la potencialidad de la nueva forma social. Telépolis rompe con el principio de atribución de ciudadanía en base al lugar de nacimiento o residencia. Ni más ni menos. Ello no equivale a afirmar que los pueblos, las ciudades y los Estados actuales vayan a desaparecer. Lo que sí sucederá, si de verdad caminamos hacia la construcción de una ciudad global, será que su relevancia social irá menguando en términos relativos. Buena parte de la producción, y por tanto de la generación de riqueza y de puestos de trabajo, tendrá lugar en Telépolis, y no en las viejas ciudades en las que nos desplazamos a diario para trabajar, para ir de compras o para volver a nuestra casa. * Javier Echeverría es catedrático de Filosofía de la Ciencia de la Universidad del País Vasco.