Compañeros y compañeras: Hoy, 1 de mayo de 2013, recordamos las conquistas que la clase obrera ha logrado con enormes dosis de generosidad, solidaridad, lucha y sacrificio, y reafirmamos nuestro compromiso de seguir peleando por la libertad, la justicia y la igualdad. Ahora, más que nunca, es necesario renovar el compromiso de lucha, porque nos quieren arrebatar de un zarpazo los derechos que la clase trabajadora hemos ido conquistando durante más de un siglo. Estamos en el sexto 1 de mayo desde que comenzara la crisis económica al otro lado del Atlántico, en los Estados Unidos de Bush. Una crisis financiera provocada por las prácticas corruptas de los bancos, que ha acabado arrasando la economía real de los países del sur de Europa y desestabilizando seriamente la de algunos de los del norte. Una crisis prolongada y alimentada por las mal llamadas políticas de austeridad, que la troika comunitaria, es decir, los instrumentos de poder del capitalismo y de la derecha neoliberal europea, está imponiendo contra toda racionalidad económica a los países más débiles de la Unión. Ahí están las últimas previsiones del Fondo Monetario Internacional, que han vuelto a desmontar todos los pronósticos del Gobierno Español y que nos auguran varios años más de dolor y sacrificios insoportables, provocados por medidas de recorte que, lejos de sacarnos de la crisis, nos están hundiendo todavía más en el fango. Tan es así, que el propio FMI, al hacer públicas sus previsiones, advertía del riesgo de una excesiva austeridad. Porque no es una austeridad razonable lo que estamos sufriendo, es un auténtico austericidio. Están acabando con cualquier esperanza de vida digna para varias generaciones. Porque no puede haber vida digna sin trabajo, sin vivienda, sin derechos laborales, sin derechos sociales, sin protección social, sin servicios públicos… No son exigencias inevitables para una salida de la crisis lo que nos están imponiendo de manera ilegítima y antidemocrática. Es su programa ideológico neoliberal, es el Estado mínimo con el que siempre han soñado, pero que nunca hasta ahora se habían atrevido a intentar implantar. Cayó el muro de Berlín, desapareció el miedo a la revolución y resurgió la derecha sin complejos, que detesta el pacto social sobre el que se levantó la Europa democrática de postguerra. Les resultaba demasiado caro y para qué seguir pagando precio alguno, para qué seguir costeando el bienestar colectivo, si ya nada amenaza sus privilegios. Por eso se han lanzado a romper las reglas de juego, a derribar el Estado social y el modelo de bienestar europeo, para imponer, por vías que se asemejan cada vez más a una dictadura de clase, un nuevo modelo económico y social que nada tiene que ver con el diseñado por nuestra Constitución, ni con el que se ha regido la Europa democrática durante los últimos 70 años. Recientemente, con motivo del fallecimiento de Margaret Thatcher, pionera de esta involución neoconservadora, uno de sus apóstoles más aventajados, el expresidente español José Mª Aznar, rememoraba los elementos centrales del ideario de la Dama de Hierro: “Su disconformidad -cito textualmente- con quienes aspiraban a vivir de la generosidad de un Estado en perpetua expansión; su negativa a que las personas no fueran responsables de sus actos; su firme creencia en una filosofía política del valor, el esfuerzo, el sacrificio, la responsabilidad y la libertad. Su apuesta por la desregulación y su defensa de la libertad individual”. Y, por supuesto, no olvidaba su enfrentamiento directo con los sindicatos, a los que tildaba de “rémoras del pasado”. Todo un programa de Gobierno éste, que recogía Aznar en su obituario de la Thatcher, que ahora encarna la prusiana de acero inoxidable Ángela Merkel y a cuya plasmación práctica se dedica con ahínco el gabinete presidido por Mariano Rajoy. Sólo que olvida un pequeño detalle: que esos planteamientos no tienen nada que ver con el programa electoral con el que concurrió el Partido Popular a las elecciones, puesto que lo prometido en campaña fue exactamente lo contrario de lo que están haciendo una vez en el Gobierno. Cada vez parece más evidente que no tienen ni interés ni prisa alguna por salir de la crisis. Porque la crisis les está sirviendo de coartada para transformar radical y dogmáticamente nuestro modelo de convivencia y nuestro Estado, definido constitucionalmente como Estado Social y Democrático de Derecho, enterrando las dos primeras partes de esta definición y sorteando la tercera con eso que ellos mismos llaman ingeniería legal. Nuestra Constitución no diseña un Estado generoso, como afirma sin vergüenza alguna José Mª Aznar, sino un Estado que se orienta a la igualdad y a la justicia, precisamente para sentar las bases de una libertad efectiva para todos, no sólo para los privilegiados que la pueden comprar con dinero. Qué fácil es hablar de libertad individual con el riñón cubierto por una suculenta herencia. Con una sólida formación, adquirida en colegios y universidades de élite sólo al alcance de bolsillos repletos. Con asiento bien retribuido en Consejos de Administración. Con suculentos ingresos por rentas del capital, escasamente gravados por normas fiscales condescendientes. Con indemnizaciones astronómicas blindadas. Con nutridos planes privados de pensiones. ¡Qué fácil es hablar de libertad individual en esas condiciones! Y yo me pregunto: ¿Cuál es la libertad individual de los millones de trabajadores que están siendo despedidos con indemnizaciones miserables gracias a la reforma laboral? ¿Cuál es la libertad individual de los miles de desahuciados de su vivienda? ¿Cuál es la libertad individual de las personas que tienen que acudir cada día a comedores sociales? ¿Cuál es la libertad individual de miles de jubilados que ya vivían justamente de su pensión y ahora tienen que mantener a hijos y nietos con una pensión que el Gobierno no ha querido actualizar incumpliendo la ley? Pero un cambio de modelo de esta naturaleza exige el desmantelamiento de los derechos laborales, la precarización del trabajo y la devaluación laboral. Y para ello, hay que acabar con la Negociación Colectiva y con los sindicatos. Y a eso se están dedicando con entusiasmo los brazos político, social y mediático de la derecha neoliberal: el Gobierno, legislando al servicio de empresarios sin escrúpulos; la patronal, utilizando la reforma laboral para aligerar y abaratar plantillas y romper nuestro marco democrático de relaciones laborales, y sus terminales mediáticas, enroladas en una cruzada antisindical que empieza a adoptar vomitivos tintes fascistas. A los neoliberales les estorban los convenios y los sindicatos. Quieren un mercado de trabajo desregulado, sin reglas. Quieren trabajadores solos e indefensos, sin derechos y desorganizados, para poder explotarlos a su antojo. Y cuentan con ventaja, porque, al fin, tienen la ley radicalmente de su lado. Porque han conseguido que el Gobierno transforme el Derecho del Trabajo en derecho empresarial, el Estatuto de los Trabajadores en Estatuto de los Empresarios. Por eso hay en este momento casi 24.000 trabajadores sin convenio en Navarra y centenares de miles en el conjunto de España. Porque a la patronal no le interesa negociar convenios. Porque quiere esperar a que el próximo 8 de julio pierdan totalmente su vigencia, gracias a la finalización de la ultraactividad decretada por la reforma laboral, y empezar la negociación desde cero, para eliminar derechos adquiridos y rebajar salarios masivamente. Pero los 18 convenios sectoriales pendientes de negociación en Navarra tienen responsables con nombres y apellidos. Y no estamos hablando de multinacionales, sino de empresarios navarros, que viven aquí y que pasean por nuestras calles. No nos obliguen a señalarles con el dedo. Porque lo que no vamos a hacer, bajo ningún concepto, es abandonar a esos 24.000 trabajadores a su suerte. Ni les vamos a engañar con señuelos, prometiéndoles imposibles convenios de empresa, como está haciendo algún sindicato cómplice de la reforma laboral. Nuestra prioridad seguirá siendo salvar la Negociación Colectiva y los convenios sectoriales, porque representan una garantía de mínimos para todos los trabajadores, más allá del tamaño de la empresa y de si tienen o no representación sindical que les defienda. Y si en alguna empresa es posible mejorar las condiciones del convenio sectorial, lo haremos, como lo hemos hecho siempre. Pero sin engañar a los trabajadores. Como tampoco vamos a dejar a los 25.000 empleados públicos de Navarra a la voluntad caprichosa o sumisa ante Madrid del Gobierno foral. Más bien sumisa, mediante pacto que llevó a efecto su Presidenta en persona. Los servicios públicos, de los que siempre nos hemos enorgullecido en Navarra, dependen en buena medida de esos miles de trabajadores, educadores, sanitarios, bomberos, policías, administrativos, etc., que están siendo tratados sin consideración alguna, como meras partidas de ajuste presupuestario. Nuestros empleados públicos, injusta e interesadamente vilipendiados, también exigen un trato digno, que no están teniendo. Acabo volviendo al principio. Este Gobierno no tiene legitimidad para hacer lo que está haciendo. Ha engañado a la ciudadanía. Si lo que quiere es acabar con el Estado Social y Democrático de Derecho, desmantelar nuestro modelo de bienestar e implantar el Estado mínimo que postula la doctrina neoliberal, que lo digan claramente y lo sometan a las urnas. Estamos ante un fraude electoral y democrático, que sólo puede remediarse por dos vías: O convocando un referéndum sobre los recortes y el cambio de modelo económico y social. O convocando nuevas elecciones, para que los ciudadanos tengan la oportunidad de avalar o rechazar lo que está haciendo este Gobierno, en contra de lo prometido en campaña. Tenemos derecho a decidir nuestro futuro y exigimos que se consulte al pueblo. Adelante, compañeros y compañeras. La lucha por nuestros derechos continúa. ¡¡¡VIVA EL PRIMERO DE MAYO!!! ¡¡¡VIVA LA CLASE TRABAJADORA!!!