Nacimiento y organización de la radio en el siglo XX Glenn Postolski Nace una estrella El nacimiento de la radio, como toda innovación técnica es el resultado del devenir de la circulación del conocimiento en la sociedad. Su historia es también la historia de las sociedades donde se enmarcó su expansión y desarrollo. El siglo XX fue el marco donde los medios de comunicación masivos adquirieron un lugar central en la dinámica social, y la radio podemos afirmar fue su inicial dinamizador. En los últimos quinientos años, por la presión del incremento demográfico y otras complejas circunstancias, la sociedad europea se convirtió de predominantemente rural a predominantemente urbana. Esa gran transformación tuvo un carácter expansivo y creador en todos los órdenes, y trajo consigo no sólo el crecimiento de las ciudades sino el contacto de los europeos con pueblos diferentes, cambios en el mapa político mundial, y la búsqueda de nuevas formas de subsistencia. Con ello evolucionaronparticularmente en los dos siglos y medio últimos- los modos de producir, los transportes, las comunicaciones, etc. Tales mudanzas implicaron, además, avances en la sanidad y la prolongación de la vida, y una formidable ampliación del saber y de los saberes, factores que impusieron modificaciones en la educación, las relaciones sociales, las formas de participación política. En una sociedad en perpetua agitación, el diario –surgido algo más de un siglo después de la invención de la imprenta- fue hasta fines del siglo XIX, el único modo de mensaje cotidiano y masivo, y en buena parte contribuyó a convertir a los antiguos súbditos monárquicos en sujetos activos de derecho y a organizar la vida política. Fue la prensa, una de las herramientas, que ayudó a hacer del ciudadano de las democracias una persona opinante, porque confrontó ideas e intereses, alentó las formas de su convivencia brindó información y proveyó al individuo de un lenguaje político compartido1. Al mismo tiempo, la difusión de la escuela pública, acompañada por la profusa edición de libros, revistas y periódicos, propagaron conocimientos que estimulan la creación de tecnologías: tanto los científicos como los artesanos intercambian sus informaciones generando con ello infinidad de artefactos útiles. Por lo que se advierte, la radio surge de las múltiples condiciones socioculturales que le dieron el ser. La invención de la radio fue un encadenamiento de diversos avances científicos, entreverados con maniobras artesanales cumplidas sobre el gran telón de fondo de los descubrimientos del siglo XIX, y en toda esa tarea colaboraron infinidad de hombres: 1 Thomas C. Leonard (The power of the press, New York: Oxford University Press, 1988). investigadores, inventores individuales, técnicos, artesanos, aficionados entusiastas, pequeños empresarios deseosos de ganar dinero y, sobre todo, un enorme público que era mercado, voraz de novedades y preparado para creaciones audaces. Finalmente, al comenzar a definirse su uso social, las grandes empresas organizaron el negocio en escala mundial, y cosecharon fabulosas ganancias. Muy brevemente desarrollaremos como –desde principios del siglo XX- se formó la radio en tanto artefacto técnico, vehículo de expresión y negocio industrial y comercial. Y las políticas de comunicación que se impulsaron producto de los proyectos nacionacionales y los intereses industriales. Y, como ello también implicó cercos a la potencialidad del nuevo medio y la participación política de los sujetos.2 Centraremos el relato en los dos paradigmas de organización de la radiodifusión que sirvieron de referencia para la instalación de la radio y la televisión a nivel mundial. El modelo llamado de Interés Público: privado, comercial y basado en redes que se dio en los Estados Unidos y el modelo de Servicio Público, que durante casi cuarenta años fue hegemónico en Europa y del cual la BBC de Gran Bretaña fue uno de los exponentes más puros (y vigentes). 1. Descubrimiento e invención: Conocimiento compartido El recorrido que va desde el descubrimiento, pasa por la invención, hasta la innovación que dio como resultado al primer medio de comunicación de masas, la radio, da cuenta un saber compartido. La hibridación de un conjunto de conocimientos que circularon a través de diferentes países e industrias. En el último cuarto del siglo XIX, con los progresos en transportes y telecomunicaciones, el mundo se modificó. Samuel Morse había inventado –en 1837- su telégrafo por cable basado en un código de puntos y rayas. Alejandro Graham Bell logró transmitir la voz humana, igualmente por cable, mediante el teléfono de su invención en 1876. El camino de la radio vino, en cambio, por el aire: James Maxwell, científico escoses, había teorizado sobre la existencia de ondas electromagnéticas, similares a las ondas luminosas en 1873. A fines de siglo, Heinrich Hertz mostró su indudable existencia, explicó su naturaleza, y además desarrolló experimentalmente el modo de ponerlas en movimiento y de recibirlas: las llamadas en su honor “ondas hertzianas”. Unos años después, Eduard Branly, preocupado por los conductores eléctricos y no por la transmisión, construyó un detector de tales ondas al que denominó “cohesor”, luego perfeccionado en Inglaterra por Oliver Lodge, que logró emitirlas. Alejandro Popov con la intención de detectar perturbaciones eléctricas de la atmósfera, agregó al receptor una antena vertical. Todos los elementos necesarios a la transmisión de ondas estaban listos. 2 Ensenszberguer “……. Un joven de veinte años –hijo de una rica familia italiana- Guillermo Marconi, aficionado talentoso y lector apasionado, buscó el camino de la práctica: juntó los dispositivos empleados por el alemán Hertz, por el francés Branley, el inglés Lodge, y el ruso Popov: les sumó un mecanismo que permitía el empleo del código Morse (norteamericano), y una antena para la recepción. Además instaló una toma a tierra en cada extremo de la línea. Lo que Marconi transmitía eran mensajes de rayas y puntos entre dos sitios, pero en lugar de usar un cable, como lo requería hasta entonces el telégrafo, sus mensajes navegaban por las ondas aéreas de Hertz. Era ya el principio de la radiotelegrafía. Faltaba aún para llegar a la radiodifusión. Así, por la nacionalidad de sus inventores la radio llegó al mundo, sin duda, en cuna universal. El gobierno italiano no se interesó en el invento, eso llevó a Marconi a trasladarse a Gran Bretaña en 1896. El país con la flota más grande del mundo, y a la vez dueño de la mayor red de cableados telegráficos. Este invento les iba a permitir mantener la interconexión entre los barcos entre sí y con un punto fijo en tierra; generando un avance cualitativo en sus comunicaciones. En Gran Bretaña, las compañías telegráficas por cable estaban en manos privadas, pero el Estado, a través del Correo, ejercía sobre ellas un control directo mediante estrictas reglamentaciones. Luego de un primer momento de indiferencia, donde sólo el correo y los diarios (deseosos de obtener antes los resultados de las carreras), examinaron el invento, el joven Marconi, por entonces de veintitrés años, lo patentó y formó una compañía para explotarlo. Marconi, a través de la publicidad de algunas acciones espectaculares de su radiotelégrafo en la esfera de la información general y deportiva, y gracias a las conexiones desarrolladas con empresas inglesas, logra vender sus servicios a la Marina Real y a la compañía Lloyd, la más importante empresa de navegación del mundo. El objetivo de Marconi era modesto: aplicar la telegrafía sin hilos para las comunicaciones punto a punto, ya que competir con el telégrafo de cables resultaba difícil para la incipiente tecnología del telégrafo aéreo. Además, se transmitía en una sola frecuencia, y las interferencias afectaban seriamente las comunicaciones. Sin embargo, el físico John Ambrose Flemming, consejero de Marconi, logró solucionar el problema de la sintonía. En Alemania Adolfo Slaby –que había presenciado las primeras experiencias de Marconi en Londres- introdujo ligeras mejoras en el sistema, y se asoció con el Conde Von Arco y con el grupo eléctrico AEG para fundar, en 1903, la empresa Telefunken. Los rusos y los franceses a su vez, mezclando tecnología, agregan sus propios dispositivos y patentan el sistema para uso de sus propias marinas nacionales. En Francia, Eugenio Ducretet, fabricante de material eléctrico y paradigma del inventor finisecular, vincula mediante el nuevo “telégrafo sin hilos” la Torre Eiffel con el Panteón (a unos cuatro mil metros de distancia) y luego llega a cubrir cuarenta kilómetros en el mar. El gobierno francés no respalda sus ensayos y con ello Francia se retrasa en el campo de las ondas aéreas. Japón, incorpora a sus fuerzas armadas la telegrafía inalámbrica, y obtiene así las ventajas que lo ayudan a triunfar en la guerra ruso-japonesa. Italia reacciona y llama a Marconi. Pero este va rumbo a los Estados Unidos donde instala la primera filial de su compañía. En momentos en que los Estados Unidos produce la anexión de las Filipinas y se convierte también en un imperio colonial. Comienza a necesitar el telégrafo inalámbrico por este y otros muchos motivos. Todos vinculados con su poder expansivo. Marconi funda la American Marconi, compañía inglesa que se dedica a vender sus servicios, e instala dos estaciones costeras aptas para mantener la comunicación con los barcos mercantes. El gobierno norteamericano, no obstante, rechaza un arreglo con Marconi y establece sus propias estaciones mientras alienta la investigación: es el comienzo de una larga disputa por la tecnología y las patentes. Un investigador canadiense, Reginald Autrey Fessenden, no está pensando en una onda intermitente como la del código Morse, sino en una onda continua, capaz de transportar la música y la voz humana, lo que logra gracias a un potente transmisor de su invención, al empleo de un micrófono telefónico, y de un generador de corriente alterna creado por la General Electric por un discípulo de Slaby. Con estos recursos, Fessenden produce la primera transmisión radial de la historia3. Fue en vísperas de la navidad de 1906: operadores navales de estaciones de radio captan –muy imperfectamente- canciones, un violín, y la voz del mismo Fessenden. La radiodifusión –el broadcasting- había nacido. El transmisor de Fessenden es, sin duda, el primero de alcanzar cierta potencia, pero es el danés Poulsen a quién se debe el primer transmisor de arco eléctrico, que alcanza a vincular los continentes. Paralelamente, haciendo pie en la lámpara al vacío de Edison, Flemming había patentado (1904) una lámpara de dos electrodos que detecta las ondas electromagnéticas (diodo), a la que luego el inventor americano Lee De Forest –hombre educado en Yale y empleado en la Western Electric-, agrega un tercer electrodo, que mejora su sensibilidad. Es el tríodo de grilla, o audión, capaz de amplificar las señales débiles, y antepasado de las “lámparas” de la radio. El tríodo favorece el desarrollo de la onda corta a gran distancia y a bajo costo. Podemos marcar aquí un primer corte, que implica el paso de la esfera científico técnica, a la técnica económica. La primera etapa que va de Maxwel a Marconi, donde el saber era compartido, existía cierto nivel de cooperación y su circulación permitió avances y usos novedosos. La segunda, enmarcada en la intervención del capital organizador, el pasaje del científico / emprendedor individual a un trabajo asalariado vía la cada vez mayor inversión empresaria en investigación y desarrollo que desató a inicios del siglo XX una guerra de patentes, especialmente entre las empresas estadounidenses. En 1913, los laboratorios de dos empresas gigantes logran producir – independientemente uno del otro- lámparas al vacío perfecto, baratas y de larga vida, que reemplazan al audión de De Forest. El término “Radial” surge de la transmisión desde un centro en todos los sentidos, como los rayos (radios) de una bicicleta, como las ondas que se forman en el agua tranquila cuando se tira una piedra. 3 La tecnología de la radio era simple y relativamente barata: bastaba con hacerse de las partes y ensamblarlas, y miles de aficionados se convirtieron en transmisores-receptores. Múltiples ondas cruzaban el aire, y la marina de los Estados Unidos empezó a temer que las interferencias pusieran en riesgo la seguridad de sus barcos. Es la razón por la cual la marina insiste en dictar una ley que lo regule, hecho que finalmente ocurre en 1912 con el nombre de Ley de Licencias de Radio. Su vigencia llegará hasta 1927. Aún indefinida, comienza a delinearse un fomento al desarrollo de la industria radial desde el Estado. El hundimiento del Titanic se convierte en un punto de inflexión. Equipado con un equipo de radio de la Marconi, el intercambio de mensajes sobre la advertencia sobre el iceberg y luego las de salvamento, revelan la necesidad de la radiotelegrafía. También da cuenta de los obstáculos provocados por la superposición de transmisiones en una misma onda: surge de allí la necesidad nacional e internacional de adjudicar frecuencias específicas para los diferentes servicios. En los momentos previos a la Primer Guerra Mundial de 1914, el aire está sobrecargado. Por un lado, los barcos y las transmisiones militares, por otro, una multitud de aficionados operan desde miles de puntos del territorio, sobre todo en los Estados Unidos. Muñidos de cristales de poco precio, los primeros transmisores-receptores a galena emiten y reciben en código Morse mensajes tan dispares como noticias, resultados deportivos, periodísticos, meteorológicos o cursos de esperanto… Tal vez por esa sobrecarga del aire aún se confiaba más en los cables. Pero iniciada la guerra, los británicos cortan los cables submarinos que unían a Alemania con otras partes del mundo. A partir de ese momento, hay urgencia en hacer avanzar las comunicaciones aéreas, por razones –ahora- de tipo estratégico. Las ondas se convierten en una herramienta militar más. El gobierno de los Estados Unidos toma el control de las estaciones costeras, con mayor razón al saber que la ruta del buque Lusitania, torpedeado en 1915, era conocida por el enemigo gracias a informaciones de una estación de la compañía alemana Telefunken, ubicada en la costa de los Estados Unidos. De su lado, los franceses usan su estación de la Torre Eiffel para captar mensajes enemigos, confundir su orientación y emitir sus propios mensajes. Al mismo tiempo, avanzan rápidamente en la producción de partes. En suma, desde 1914, la tecnología y la industria de la radio pegan un salto, y la voz humana atraviesa el océano ya en 1915. 1.1. De la invención a la innovación: El dominio empresario. Incluidos y excluidos de la emisión El pasaje de la radio inicial al medio de comunicación posterior da cuenta de muy diferentes usos y actores intervinientes: sus usuarios eran los barcos, el gobierno y los aficionados. Cualquiera podía ejercer el derecho de emitir. Y el operador era a la vez emisor y receptor. No se concebía el puro emisor o el puro receptor. En suma, la radio era un teléfono sin cables, pero cuya comunicación, al andar por el aire, podía ser captada por otros emisoresreceptores. La ley norteamericana no ponía límite para las licencias: apenas promulgada en 1912, hubo un millar de transmisores funcionando, cada cual a su modo. Entre ellos se encontraban los de escuelas, colegios y universidades. A la par, aparecieron también otros miles de receptores, que no requerían permiso legal. Asimismo, cualquier inventor o aficionado podía montar su pequeña compañía productora de material para radiotelegrafía, o armar transmisores y venderlos libremente. Sólo en teoría: la compañía de Fessenden sobrevivió hasta 1912, y luego fue absorbida por la United Fruit, porque una cosa es inventar, y otra producir industrialmente. Para ello es necesario contar con gran cantidad de capital para invertir. La American Marconi se convirtió en una amenaza para las grandes compañías de cable y de teléfonos norteamericanas. En efecto, tras el episodio del Titanic, los ojos de las grandes compañías de comunicaciones –dueñas casi absolutas de las patentes- se fijaron en la radiotelegrafía de Marconi, que había logrado dominar las comunicaciones marítimas en los Estados Unidos: las empresas locales temían que también se expandiera al negocio de los teléfonos. En 1917, además de las 8.562 emisoras con licencia acordada, había 125.000 receptores: el negocio de la radio, en tanto venta de radio partes, se convertía en una importante oportunidad de rentabilidad. Pero nadie imaginaba aún el negocio de la radiodifusión. Las empresas piensan más en el campo de la radiotelegrafía interoceánica (y en los grandes negocios de la guerra que se anuncia). La entrada de los Estados Unidos en la guerra, ese mismo año, aquietó el desarrollo de la radio. Los jóvenes aficionados se incorporaron al ejército, y se instaló un inevitable control estatal emergente de la situación bélica. También la proximidad de la guerra apresuró la apropiación de las patentes por los monopolios privados –fortalecidos por los negocios que trajo el conflicto- y acreció el interés en el nuevo campo de la producción para la radio. Pero ninguna de ellas poseía todas las patentes precisas. Y todas necesitan usar las de los otros. Y aquí es cuando las hostilidades en Europa obligaron a los monopolios americanos a suspender sus propias diferencias por exigencias de provisión de materiales, e hicieron avanzar la radio a pasos gigantes, al incentivar el desarrollo tecnológico. Además, empresas de electricidad como la General Electric y la Westhinghouse ingresaron en la nueva esfera de negocios. General Electric, fuera de encargarse de producir algunas especialidades de radio, realizó cotidianas emisiones de prueba y patentó avances surgidos de sus laboratorios, entre ellos el alternador. El audión de De Forest, motivo de discusiones, fue rápidamente desplazado por un nuevo modelo que había creado Amstrong en 1914. Y ambos descubren – separadamente- que podía emplearse el audión no sólo para “recibir” y amplificar las ondas, sino también para generarlas. En este momento, la guerra había logrado derivar, de la telegrafía inalámbrica, el broadcasting4 (radiodifusión). Esta palabra aparece por primera vez en 1919 por la emisora 8XK, perteneciente a Frank Conrad, que será más tarde hombre de la Westhinghouse. 4 Broadcasting es una forma de sembrar (de a puño) en terrenos muy fértiles. Así fue como sucedió con el auge de la radiodifusión. Con la excepción de Marconi, la mayoría de los descubridores no son ya dueños de sus patentes ni han hecho fortuna. Las patentes se hallan en manos de grandes empresas, que las concentran ya sea por compra, o por la contratación de los inventores que ahora trabajan en poderosos laboratorios de investigación. Estos se dedican a modificar y mejorar un poco lo existente y a patentar esas mejoras (que es otro modo de apoderarse de las patentes), como también a desarrollar nuevos avances. En este campo, las empresas más dinámicas fueron las de los Estados Unidos de América. En Europa, en esos años de guerra y conmociones sociales se veía a la radio como un agente de propaganda –maligna si se hallaba en manos opositoras u obreras y benéfica si la administraba el poder- sin embargo los católicos irlandeses logran propalar por radio su mensaje de insurrección, los rusos, en 1917, su anuncio revolucionario, y en 1918, la onda NFF –de los aliadostransmite directamente a los pueblos de naciones rivales su programa de paz con extraordinaria repercusión. Finalizada la guerra, se produce un momento de quietud de los negocios de la radio. Los Estados Unidos son ahora una potencia mundial, y sus magnates y dirigentes ven en la comunicación inalámbrica el instrumento que puede darles una voz global. Para ello, era preciso crear formas de control efectivo. Similar preocupación inquietaba al gobierno británico, jaqueado como se hallaba luego del conflicto bélico por problemas sociales de toda índole. Se evita convertir a la radio en un lugar de debate de los asuntos públicos, como los diarios. Sin embargo, la situación legal del nuevo artificio comunicativo no aparecía aun claramente: la marina, en casi todos los países, insistía en que la radio debía ser monopólica a fin de establecer sobre ella un debido control ya que era pensada como “un monopolio natural”. 2.1 El interés estatal por dinamizar la industria A pesar de estas posturas, la política implementada para el nuevo sector por los Estados Unidos será similar a la que alentó en el sector de las telecomunicaciones. Como describen Jan van Cuilenburg y Denis McQuail: “Existe una clara evidencia de políticas en relación al telégrafo eléctrico y el teléfono. En los Estados Unidos, el telégrafo se convirtió rápidamente en un monopolio privado, cuyo propietario fue por mucho tiempo Western Union. El teléfono, cuando llegó, también fue virtualmente monopolizado, aparte de las operadoras locales, por otra corporación enorme, AT&T. Cuando Western Union y AT&T se fusionaron en 1913 llegaron a un acuerdo con el gobierno, aceptando cierta separación de los servicios y la regulación a cambio de un efectivo monopolio sobre las comunicaciones telefónicas y telegráficas de larga distancia (Sussman, 1997:77). Aparte de algunos breves intervalos durante la guerra, este modelo de regulación gubernamental y monopolio privado fue el núcleo de la primera política de comunicación en los Estados Unidos. De todas formas, el énfasis estaba en los privados y la regulación fue incitada más por un sentimiento anti trust y de apoyo a la competencia que en una visión de servicio al interés público. Lo que era bueno para el capitalismo era bueno para América: esto es, la industria privada operando en un ambiente competitivo anti trust era considerado el mecanismo más importante para servicios de comunicaciones de alta calidad e preocupados por innovar.”5 La radiotelefonía es entendida como un aparato industrial y comercial, y la intervención estatal se da a través de un conjunto de medidas ad hoc, sin un objetivo coherente, aunque se promueve su desarrollo y se alienta la participación del sector privado. Comienza a pensarse un sistema mundial de comunicaciones, hegemonizado por los EEUU. La General Electric adujo el peligro del “imperialismo británico” y presiona al gobierno para expulsar a la Marconi. Será la acción común entre grandes empresas y el Estado que dará lugar al nacimiento, en 1919, bajo el amparo oficioso del gobierno norteamericano, a un gran pool privado, la RCA, que llega en poco tiempo a acumular “la más formidable concentración de patentes exclusivas”.6 Al quedar sin respaldo técnico para competir y sin apoyo gubernamental para sus negocios, la American Marconi se ve forzada a transferir a la RCA sus acciones. A ella aportan sus patentes, además, la General Electric, más tarde la AT&T (American Telegraph and Telephone) y su socia, la Western Union, y también se sumará la United Fruit, RCA se lanza a la conquista del mundo. Westinghause queda momentáneamente fuera de la RCA. Pero con su ingreso al cartel, en 1921, toma forma definitiva “el imperio de las patentes cruzadas”. 7 También forma parte del directorio de la nueva empresa un representante del gobierno de los Estados Unidos. Su inmediato dominio era el de la telegrafía sin hilos, y en ese campo, competía con las compañías inglesas de cables, y con la telefonía de cables. Telegrafía sin hilos y empresas de cables –telefónicas o telegráficas- se recelaban. De inmediato, RCA se lanzó a la conquista de nuevos mercados, en competencia con las empresas europeas que ya tenían concesiones en América Latina. Pero en los planes de los gigantes que forman la RCA, y en los de las que luego ingresan, no figura la radiodifusión como proyecto central. Sin embargo, la existencia y el poder de esas enormes corporaciones es lo que otorga a la futura radio norteamericana el carácter de negocio privado centrado en el entretenimiento y financiado por publicidad. Éste es el sentido de la frase de Erik Barnow, en su historia de la radio norteamericana, cuando dice que fueron los monopolios los que hicieron la historia de la radio:8 ella había nacido del trabajo de los científicos, de los artesanos, y hasta en una tecnología de garaje. Pero las patentes de los inventores independientes, y las iniciativas de las emisoras pioneras, pasaron paulatinamente a manos de los colosos industriales. 2.2 Pasaje de la industria de los componentes a la centralidad de la emisión Jan van Cuilenburg y Denis McQuail, “Cambios En El Paradigma De Política De Medios.”miemo, 2007. 6 Doglio, Daniele y Richeri, Giuseppe, La radio. Origini, Storia, Modelli, Milán, Mondadori, 1980. 5 7 8 Idém. Erik Barnow, A Tower in babel, New York: Oxford University, Press, EEUU. 1968. Antes que las emisiones regulares –y reguladas por Ley- empezaran a cobrar importancia comercial, existían en el aire ondas que repartían las más diversas informaciones, entretenimientos y adoctrinamientos. Por lo general comenzando a las cinco de la tarde a transmitir música para que los operadores pudieran ajustar los aparatos En Detroit, E. Scripos, del diario News, lanzó a principios de 1920 la estación 8MK, ayudado por un equipo compuesto por un técnico y un locutor-cantor. La tecnología y las transferencias de patentes, en tanto, avanzaban velozmente: el transmisor se renovó mediante el nuevo circuito feed back perfeccionado por Edwin Armstrong –el último de los inventores solitarios-, quien había desarrollado, además, un nuevo circuito superheterodino. Las patentes de una y otra novedad fueron a parar a la Westinghause. En la misma compañía estaba trabajando el ruso Vladimir Zworykin, que se empeñaba en lograr transmitir imágenes –televisión- y Frank Conrad, que en años anteriores –como radioaficionado-, había iniciado, casualmente, la financiación de su emisora con publicidad (su radio transmitía regularmente para unos pocos aficionados). De ese modo, el 16 de octubre de 1920, a instancias del diario Pittsburgh Post, Conrad y otros instalaron una emisora capaz de cubrir la elección presidencial del 2 de noviembre siguiente: cuando todo estuvo listo, la Westinghause solicitó al Departamento de Comercio su licencia de emisora, que obtuvo once días más tarde, con las letras KDKA. Se le asignó una banda alejada de los aficionados, a fin de que no tuviera interferencias. El Pittsburgh Post proveía las noticias. Sin embargo, las emisoras de Detroit y de Pittsburgh miraban la radio de modos distintos. Para los de Detroit, que no tenían interés en vender equipos, sus radioescuchas eran “radio operadores”, y la radio era una actividad de iniciados. Para Westinghause (Pittsburgh), en cambio la radio era un deleite social para el hogar o el club: no exigía ritos iniciáticos, sino que bastaba con proveerse de un receptor. Todo se pintaba como simple y claro. Los de Detroit sólo querían publicitar al News; los de Pittsburgh se veían como avisadores de los diarios, pero no como sus rivales. La KDKA transmitía eventos políticos, religiosos, culturales, desde distintos lugares, y reemplazó su transmisor de cien vatios por uno de quinientos. La radio “avisaba” la dirección de los comercios donde se vendían partes de radio, los diarios publicaban comentarios sobre las radios. Crecieron los pedidos de licencias, y los aparatos empezaron a invadir masivamente los hogares. En 1921, Westinghouse entró en la RCA: fortaleciendo la alianza de empresas que podían controlar el boom mundial de la radio. Sería en efecto, el comienzo de un nuevo período, bajo la conducción de David Sarnoff. Ante el éxito de la KDKA, y sobre todo, siguiendo sus propias ideas expresadas en el famoso memorando de 1916, trató de llevar a la RCA también al negocio de la emisión. RCA lanza a la venta receptores de precio accesible, y para estimular al público, Sarnoff idea promociones espectaculares. Su golpe de efecto fue la transmisión de la pelea Dempsey-Carpentier, que constituyó la salida al aire de una nueva estación WJY. Miles de partes de radio y de receptores se habían vendido en toda la costa este. Se explotó en el marketing el patriotismo, la excitación deportiva y el interés por la radio –dice Barnouw-, y pronto no sólo la RCA, sino también Weatinghause y General Electric, estaban produciendo millares de receptores, de repuestos y de partes. AT&T tenía la exclusividad en la producción de transmisores. Cientos de armadores se iniciaron al mismo tiempo en el negocio de la radio, comprando partes y armando y vendiendo receptores y transmisores. En un año, el número de receptores en funcionamiento pasó de cincuenta mil a seiscientos mil en los EEUU.. Queda claro como la creación de emisoras se acompaña del interés privado por movilizar la industria de los componentes. Rápidamente se adecuaron nuevas técnicas de emisión y recepción: los primitivos “estudios” fueron aislados de ruidos externos y de resonancias mediante procedimientos cada vez más racionales. El micrófono evolucionó y los contenidos se diversificaron y sofisticaron. La radio creció velozmente. No sólo era una voz libre en el aire, sino que había magia y un gran negocio en su esencia. En enero de 1921, ante el éxito de la KDKA, el Departamento de Comercio establece que la radiodifusión (ahora decididamente broadcasting) es una estación de tipo diferente de la simple estación de radiotelegrafía, y comienza a otorgar licencias de radiodifusión (para noticias, conferencias y entretenimiento) en 360 mh, mientras que se reserva la banda de 485 mh para pronóstico del tiempo y cosechas, y noticias oficiales. Se realiza una primer reunión en Washington, con la presencia de las empresas AT&T, G.E., Westinghause y otras menores. Equivocándose en sus apreciaciones, el secretario de comercio Herbert Hoover llama a la radio “Teléfono sin hilos”, y a los receptores, “estaciones receptoras”: esta primera conferencia insta al Congreso a legislar sobre la radio. Hoover se manifiesta contra la publicidad y se considera a la radio un artefacto más de los que se incorporaban al hogar. Los que solicitaban licencias para emitir eran las grandes empresas productoras de radio partes o receptores, a fin de alentar la compra de sus productos; las universidades, para dar cursos; los diarios, a fin de captar avisos. De a poco se le suman las iglesias, por razones de evangelización. Los sindicatos con fines de organización. Los receptores producidos artesanalmente comienzan a fabricarse por millares y se forma una audiencia integrada ahora no de simples aficionados armadores, sino de compradores de aparatos de radio: la radio se convierte en un negocio específico, diferente del de la telegrafía inalámbrica. Su masividad empieza a originar inquietud en el poder político. Todo momento de surgimiento de un nuevo medio de comunicación el principal nicho de acumulación va a estar anclado en la venta de equipos y aparatos. En la radio, esto se verifica principalmente en la década del 20 donde se pasa de miles a millones los aparatos receptores en los hogares. La norma vigente en los Estados Unidos fomenta la expansión del nuevo artefacto estableciendo el principio de la obligatoriedad del Estado de conceder un permiso de emisión a quién solicite una frecuencia ante el Departamento de Comercio. Cuando las condiciones de acumulación de este modelo de negocios se modifiquen, diferente será la regulación que se impondrá desde el Estado. En 1922 la estación de radio WEAF ideó un modo de financiar sus emisiones alquilando espacios a quien quisiera difundir algún mensaje, cobrando una especie de peaje radiotelefónico. Esta estación es la primera en denominar a la radio “radiotelefonía” y no considera que su sistema comercial sea estrictamente la publicidad y se opone a la financiación por publicidad. Los medios gráficos especializados en el área publicitaria, como la revista Printer´s Ink, estaban en contra de la financiación de la radio por esa vía. Los fabricantes de transmisores intentan emplear el nuevo medio para vender sus productos, pero las emisoras no aceptan: dicen que ellas sólo venden “tiempo”. Para venderlo, buscan especialistas en programar. Los avisadores –tiendas, casas de radio, cosmética, etc.-, se resignan entonces a comprar “tiempo” radial. 3. Dos paradigmas de organización Los dos modelos básicos de la organización radiofónica en el mundo se originan en las dos naciones más avanzadas en este campo, los Estados Unidos de América y Gran Bretaña. La mayoría de los países siguió estos modelos, adaptándolos a sus posibilidades y necesidades, aunque hubo, sin duda, variantes y mixturas originales. La situación de la radio en los EEUU y Gran Bretaña era, en los comienzos, análoga: fuerte presencia industrial (en ambos países estaba la Marconi), proliferación de radio armadores, interés del Estado nacional en la industria y en la emisión. Pero en Gran Bretaña existía un solo gigante industrial y en los EEUU, varias grandes compañías funcionaban en el mercado. Los británicos eran, sin embargo, más conservadores y resistentes al cambio. Temían que la liberación del aire trajera interferencias, por la limitación del éter como recurso. La extensión del territorio norteamericano atenuaba este problema. Por otro lado, la experiencia bélica 1914/18 fue muy diferente en ambos países. Inglaterra sostuvo frente a Alemania una guerra de mensajes radiotelegráficos, y, terminando el conflicto, los disturbios sociales volvieron temeroso al gobierno respecto de la emisión libre de mensajes. No pasó lo mismo con los EEUU que –además- entraron en la confrontación casi al final. Ambos gobiernos tenían la intuición de que la radio era un medio de mucho mayor alcance comunicativo que los diarios y llegaron así al convencimiento de que las ondas aéreas debían hallarse siempre bajo ciertos recaudos. De todo ello resultó una fuerte tendencia al control y al orden en Gran Bretaña, y un mayor desorden concierto grado de liberalidad en los Estados Unidos. A esto se agregaba el que Londres era la cabeza de un disperso imperio colonial, para el que las ondas constituían un modo de dominio. En los EEUU, de colonias más escasas, hubo intimidad entre empresas y gobierno, y una proliferación de presiones que orientaron definidamente a éste a satisfacer los intereses comerciales de las empresas privadas, que en aquel país, eran las consultoras del gobierno. El gobierno inglés, finalmente, no ocultaba su “nobiliario disgusto” por el uso comercial de la radio. En ambos casos, de todas maneras, al finalizar la guerra el avance de la radio era tal que se hacia preciso determinar mediante leyes su configuración económico-institucional. Entonces, una mezcla de estas diferentes influencias de poder, intereses y tradiciones culturales terminaron dando forma a dos modelos de radiodifusión netamente diferentes, y cada uno a su manera aseguró bien su función de control social: 1.- El modelo norteamericano, cuya estructura se consolidó en unas pocas, influyentes y poderosas redes privadas, sujetas a control público y financiadas mediante publicidad comercial. 2.- El modelo británico, caracterizado por la hegemonía centralizada de un monopolio público de los servicios, financiados por diversos tipos de contribuciones de la propia audiencia. El primero, generó una programación para grandes audiencias, propensa a excluir los temas educativos o formativos. El segundo, organizó una programación destinada a la educación del gusto, entendido éste según los cánones de las clases cultivadas. Pero ambos apuntaron fundamentalmente a convertir la radio en un medio de contención social. 3.1. El modelo norteamericano Para 1922 la radio norteamericana crecía desordenadamente: los monopolio poseían las emisoras más importantes, pero había cientos de pequeñas emisoras locales, y el gobierno, a través de su ministerio de comercio, había convocado ya a una primera conferencia para regular el sistema. Porque 1922 es, en los EEUU, el año de la explosión radial. En 1923, el secretario Hoover, hallando que el caos radial se ha vuelto intolerable, decide llamar a una segunda conferencia en Washington, la que deja en sus manos la organización del caos, y el 15 de mayo se readjudican las concesiones. A fin de estimular la venta de receptores, las empresas poderosas se reparten la financiación de muchas estaciones pequeñas, al tiempo que las grandes emisoras acaparan el aire desde nuevas sedes, técnicamente mejor equipadas. Al público le satisface el cambio, aunque sólo alcance a oír concierta claridad las estaciones potentes y bien ubicadas. Compra, entretanto, aparatos completos, donde el entrevero de ondas es aún infernal. El modo de financiación de las estaciones no está definido. Pero el secretario Hebert Hoover se niega a que un discurso del presidente aparezca en el aire entremezclado con anuncios publicitarios. No obstante, a partir de la venta de “tiempo radial”, la publicidad crece a despecho de las críticas, y pronto será el único modo de sostener las broadcastings. Todos los días aparecían nuevas emisoras, con o sin licencia. Se escuchaban discos, instrumentistas profesionales y amateurs que interpretaban música ligera (llamada irónicamente potted palm music, es decir, música de palmeras en macetas, porque se transmitía a la hora del té en los grandes hoteles, donde se veían estas palmeritas domesticadas) o música de conservatorios, de solistas o pequeños conjuntos. Por eso mismos años se estaba produciendo un prodigioso desarrollo de la música popular norteamericana vinculada principalmente al jazz. Como los artistas de nombre eran remisos de ir a la radio, los editores de música –entre otros comerciantes- producen programas, armados con los cantantes y ejecutantes que realizaban demostraciones de la música impresa: y así, con tal respaldo, las radios comenzaron a sonar “comerciales”. Los sindicatos de músicos entonces buscaron exigir el pago de las interpretaciones, hasta ese momento gratuitas. Por su gran alcance y su rápido incremento de las audiencias, la radio inicia un formidable cambio cultural. En los EEUU, la radio, que al principió le cerró la puerta al Jazz, pronto comenzó a recibir su influjo y a influir a su vez sobre su evolución. Dos hombres de dinero, sólo por afición, ponen una emisora en Chicago (WBBM), y ante el horror de algunos se especializa en jazz. Algunas estaciones, sin embargo, prohíben el saxo por su “influencia inmoral”. Pero el jazz cautiva audiencias. En cuanto al género dramático, en el primer momento de la radio transmitía obras desde los teatros mismos, a pesar de las resistencias de los empresarios teatrales. Por los años 23-24, comienzan a difundirse entre las pequeñas emisoras obras populares y comprometidas, como Ibsen. Eran emisiones de dos horas y media, con interludios musicales. A fin de evitar la ansiedad de los actores frente al micrófono, éste se disimulaba mediante lámparas, una por intérprete. Primero, los propios actores producían los sonidos especiales, pero pronto esta tarea se concentró en un profesional. Los libretos se preparaban sobre papel silencioso. Pronto comenzaron a emitirse radioteatros en cadena y se realizaban pagos a los actores. En cuanto a las noticias, había diarios propietarios de estaciones de radio, pero no las consideraban medios noticiosos. Las otras emisoras se limitaban a leer artículos directamente de los diarios. Faltaba oficio periodístico en las emisoras, lo que causó no pocos problemas (se llegó a leer una noticia sobre un discurso presidencial que aún no se había pronunciado). Uno de los géneros noticiosos radiales, el comentario, no surgió del área periodística, sino de la charla de novedades del día que interrumpía los desfiles musicales. El problema del financiamiento hizo crisis en 1925. Desde 1922, David Sarnoff venía proponiendo un camino cercano al británico, la financiación por un impuesto sobre la venta de equipos, aun que recolectado por la industria de la radio y no por el gobierno. Entre tanto, la WEAF sobrevivía y aún ganaba dinero con su sistema de venta de espacio radial. Pero el enorme mercado que escuchaba radio comienza a estimular a los publicitarios, que crean formas de cautivar a ese público, negocio para los avisadores y quince por ciento para las audiencias. Por ejemplo, Gillette contaba una historia de la barba desde la Edad Media, que terminaba con una agradable afeitada con la navaja del avisador. Los mismos publicitarios fijaron ciertas normas, como la de no mencionar precios ni tampoco el color de los envases o el lugar de la venta, ni ofrecer muestras. La Hora Eveready fue el primer programa exitoso con patrocinio: las demás grandes emisoras ensayan entonces diversas formas de patrocinio, y consienten en pagar a sus artistas. La indefinición legal pone en crisis a la radio norteamericana en diversos terrenos: aun persisten las luchas de patentes entre monopolios e inversores, y monopolios entre si; las compañías telefónicas disputan con los fabricantes de radios; las emisoras chicas con las poderosas; los dueños de derechos de autor litigan con los usufructuarios y los intereses educativos con los comerciales, etc. Los disturbios surgieron aisladamente en 1925, y en 1926 se produjo un estremecimiento. De esta crisis saldría la estructura de la radio norteamericana y sus formas de control. La crisis no paró el boom radial. Locutores y artistas comenzaron a ser reconocidos, aunque fueran anónimos. Los oyentes querían saber los nombres de las voces ya célebres. Hasta cierto punto, el auge del sistema de estrellas coincide con el auge del estilo comercial en la radio, plantea Barnouw. La idea que se tenía del público también cambiaba. En 1922, las audiencias se veían como vastos y lejanos públicos. En 1925, la comunicación se torna hacia la escucha individual. Las cartas ayudaban a ese cambio. La radio busca llegar a la intimidad. En 1925, se realizó la Cuarta Conferencia Nacional de Radio, en Washington. Los líderes industriales imponen que se establezca la restricción al ingreso de nuevos actores, negando otorgar nuevas licencias. Hasta el momento estaba vigente la Ley de Licencias de Radio de 1912 que fijaba que al sólo pedido debía ser otorgado el permiso. Esta medida alentó las transferencias. Una sola ciudad –Chicago- ya “tenía unas cuarenta estaciones, y había veinte grupos esperando”, y dice Barnouw, que señala notorias situaciones de favoritismo en la asignación de frecuencias, perjudiciales sobre todo para los proyectos no comerciales o no funcionales al sistema. Pero las restricciones a la emisión no eran el único problema. La Asociación de Editores de Diarios presiona a sus asociados para no dar espacio –en sus radios- a programas con anunciantes. Por razones de competencia comercial, los diarios se oponen a que los presupuestos de los anunciantes se deriven hacia lo que empieza a vislumbrarse como un poderoso medio publicitario. La Secretaría de Comercio zanja la cuestión finalmente: “El problema de la publicidad por radio debe ser resuelto por la propia actividad y n o por la compulsión gubernamental, o por la ley”9. La radio tiene entonces vía libre para la financiación por publicidad, y se consolida el modelo norteamericano –privado, comercial, con incluidos y excluidos en la emisión-. Pronto la formación de las cadenas agrega el broche final para que el modelo se cristalice. 3.1.2. El armado de las Redes. Cristalización de modelos y formatos. Unir dos estaciones de radio fue una dificultad arduamente superada porque hubo que producir cables especiales En esto estaba la AT&T, cuando –en el verano de 1923- un millonario de Massachussets le pidió permiso para retransmitir los programas de la WEAF a través de su propia y sofisticada emisora. El cable atravesaba otras localidades, y la AT&T generó un nuevo negocio con las emisoras de esas localidades. AT&T planeaba una cadena de emisoras propias, pero ante la congestión del aire, decidió aliarse con estaciones ya existentes. A fines de 1924 había veintiséis estaciones en cadena de costa a costa. El 21 de junio de 1923, el presidente de los EEUU Harding pudo dirigirse por red a un millón de personas, y en diciembre se propala por primera vez la sesión del Congreso. En 1924 se transmitieron también en cadena las convenciones demócrata y republicana, donde la presencia de la multitud relató mejor los sucesos a los oyentes. Los contratos de las grandes emisoras con las radios locales afiliadas fueron evolucionando hasta convertirse en un intercambio de los programas provistos por las cabezas de cadenas por el público acercado por las emisoras locales. 9 Barnouw, Op. Cit. Debido a ello, las emisoras chicas van perdiendo terreno en provecho de estaciones con capacidad económica para producir programas estelares. El negocio de las chicas es ahora vender público. Pero AT&T, con sus cables, molestaba a sus socios en RCA, que no eran empresas productoras de cables (G.E. y Westinghause). Buscaron las distintas empresas medios alternativos para generar cadenas que fue centralmente la telegrafía. En 1923, Conrad y otros, en Westinghause, comienzan a explotar la onda corta. El desencuentro entre la AT&T y RCA termina en un pleito legal y negociación mediante la RCA le compra la emisora WEAF, que dará origen en 1926 a la Nacional Broadcasting Co. (NBC). Esta red, que utiliza por el convenio los cables del teléfono, esta destinada a llevar a toda la nación los grandes sucesos, con una programación de gran eficacia. Mientras la AT&T se concentra en la producción industrial de cables y en el sector de las telecomunicaciones, la RCA se adueña del negocio de la radio: con 5.000.000 de hogares con receptores funcionando, que a fines de la década se convertirán en casi 30.000.000 millones de aparatos. En conjunto la industria cultural se encuentra en expansión. La evolución de la tecnología del cine y los experimentos que anuncian la llegada de la televisión, dan cuenta de un sector con un gran margen de crecimiento económico. El caos radiofónico en el país era, empero, inmenso: las emisoras no respetaban ni frecuencias ni potencias. Las interferencias eran múltiples. En el Congreso existían numerosos proyectos de ley prontos a tratarse. En ese contexto, cuando la presión parlamentaria llegaba al tope, RCA inauguró su cadena, con un impresionante show desde el salón de baile del hotel Waldorf Astoria, del que participaron, desde distintas ciudades, artistas de fama. En 1927, NBC contaba con dos redes –una cadena llamada “roja” con cabecera en la WEAF, y una “azul”, liderada por la WJZ-. El número de estaciones conectadas a ellas crecía rápidamente y tamb ién los programas con avisadores: conciertos presentados por Ampico o Palmolive; la Fiesta Para la Familia de General Motors, o la Orquesta de Cities Service. Brunswck era el patrocinante de la Ópera Cívica de Chicago. Otras firmas presentaban emisiones de tono más ligero, entre ellas la Hora Eveready. Fue, como se advierte, preciso que existiera una estructura publicitaria nacional para que la radiodifusión se expandiera en cadenas. Tal estructura había comenzado a formarse antes de la radio, en 1910 en un proceso paralelo a la concentración económica. La publicidad era breve, circunspecta y extremadamente educada. La hazaña de Lindbergh, en junio de 1927, al cruzar el Atlántico en avión, dio lugar a la primera transmisión radial con varios avisadores. En cuanto a la producción de los programas, iba profesionalizándose día a día: todo se escribía y se ensayaba en la NBC. Las producciones teatrales eran muy cuidadas, y sus actores recibía ahora retribuciones salariales importantes. Los estudios eran cada vez más amplios y mejor insonorizados. Los equipamientos para lograr efectos especiales se perfeccionaron. Una tercera cadena se gestó desde una empresa proveedora de talentos. El proyecto, que implicó a varias compañías (de cine, discos, teatros, etc.) se consolida y sale al mercado en 1928, y es la Columbia Broadcasting System (CBS). Esta nueva cadena, ya sea usando el cable o por onda corta, agrega a su programación local la retransmisión de servicios de la culta BBC inglesa. La CBS produce asimismo, desde New York especialmente, grandes programas culturales: uno de ellos se recuerda como el programa radial del siglo, y es el que realizó en 1938 Orson Welles Se ha señalado que el cine y la radio tienen historias similares. Lo que sin duda es cierto es que radio, cine, teatro, comedias musicales, son actividades que intercambian constantemente personal, talentos, técnicas, temáticas y estilos. La radio recibe sus géneros de los diarios (aspectos informativos), de las revistas, el cine y el teatro (aspectos dramáticos), de los conciertos y los bailes populares, de la industria discográfica, de la literatura y de la vida callejera, para adaptarlos a su cualidad de medio en el que todo ha de resolverse por la sugestión del sonido. Pero la radio también crea y desarrolla especialidades y modos de ser propios. Recibió influencias e influenció en múltiples actividades. A fines de enero de 1927, la nueva ley de radiodifusión norteamericana salió con apuro. Según el Radio Act., se mantenía el control de la nación sobre todas las ondas, justificándose la existencia del medio en el interés, la conveniencia o la necesidad pública. Aseguraba la libertad de emisión (el respeto por la 4ta. Enmienda de la Constitución), y llevaba la marca antimonopólica, al prohibir dar licencia a cualquiera que, luego de promulgada la Ley, fuera declarado culpable de prácticas monopólicas en la fabricación o venta de aparatos de radio, o de usar métodos desleales de competencia. También contenía cláusulas destinadas a evitar que los intereses telefónicos controlasen la radio, o viceversa. Se crea la autoridad de aplicación con el nombre de Federal Radio Comisión (FRC)10, que debe garantizar el cumplimiento de la norma y de entender en el otorgamiento de las licencias. Pero la Ley, si bien necesaria, ya era obsoleta al promulgarse, porque apenas se mencionan, en un agregado final, las cadenas, que por ese tiempo se encontraban en pleno desarrollo y cuyo carácter es –justamente- oligopólico y censurante. La publicidad tiene también un escaso papel, distinto de su real función, y ni se menciona la palabra “educación”. Sin duda las cadenas permitieron una programación más costosa y atractiva (si no buena), pero hay que aceptar que llevaron a la homogeinización de las emisiones y al opacamiento y la desaparición de los talentos locales. 3.2 El modelo Europeo: la BBC La industria de la radio era en Inglaterra tan sólida como del otro lado del Atlántico. Sus clientes eran los emprendimientos militares, los armadores y aficionados. Pero el gobierno británico quería no sólo preservar sus objetivos de dominio, sino también evitar el caos en el éter (se citaba como ejemplo perverso a la radio norteamericana). Pretendía también que se preservaran los 10 Actualmente la FCC (Federal Communications Comisión), desde su modificación en 1934 y el arribo de la televisión. intereses económicos del Correo y que los contenidos no molestaran al pudor medio. Había ya en Cournualles (el extremo suroccidental de Inglaterra) una emisora que transmitía regularmente desde febrero de 1920. El diario Daily Mail organizó allí un concierto el 20 de junio de ese año, que hizo oír la voz de una famosa cantante (Melba) en muchas partes del mundo sintonizada por radioaficionados. Los diarios ingleses del mismo modo que los norteamericanos, veían a la radio como un vehículo de entretenimiento, y de ninguna manera como portador de noticias o de publicidad, negocios ambos que los diarios se reservaban para si mismos. Los funcionarios ingleses, de su lado, se negaban a que la radio propalase el tipo de materiales de éxito fácil que ya difundía el cine de ese tiempo y los diarios sensacionalistas. Deseaban cuidar el nivel de las emisiones. Presionado por un mercado creciente de radioarmadores y por un público que quería convertirse en audiencia, el gobierno inglés decide encargar al Correo la tarea de idear una forma organizativa capaz de asegurar a la radio un modo de financiamiento no basado en la publicidad. El Correo deseaba mantener su control y prefería el monopolio. E invitó a dialogar –como interesados en el tema- a los industriales del sector, a las fuerzas armadas, al ministerio de comercio, y al de las colonias. El 18 de octubre de 1922 nació la British Broadcasting Company, compañía privada de carácter monopólico, con un directorio en el que se hallaban representadas seis empresas (la más importante la Marconi), y el Correo. Su director fue el ingeniero escocés John O.W. Reith. Las transmisiones regulares se inician el 14 de noviembre. Los usuarios debían pagar un derecho anual de audiencia que el Correo se encargaba de cobrar y administrar. Y sólo podían comercializarse aparatos receptores ingleses con el sello de la BBC, sobre los que se pagaba impuesto a la producción y a la venta. La Marconi entonces prácticamente monopolizó el mercado inglés de receptores. John Reith establece para la primitiva BBC tres propósitos: informar, educar, entretener. Desde el comienzo se dejó sentado que la estación pública tenía que ser independiente de los partidos y del gobierno, y que su objetivo debía ceñirse a “edificar la nación, educar el gusto, evitar los detalles escabrosos (…) y no debía buscar la popularidad mediante escándalos”. Reith era la figura para enunciar y cumplir tales objetivos. El propósito de la BBC era, fundamentalmente “ayudar a formar el gusto del público”. No se prohibía hacer publicidad, pero sí cobrar por ella. A los pocos años, una comisión reunida en 1926, en medio de las más grandes convulsiones sociales del siglo en el país, aconsejó sustituir la estructura de la BBC y convertirla en una Corporación donde ya no estarían representadas las industrias: se creó así un ente público autónomo –la British Broadcasting Corporation en lugar de Company- dotado de una carta emanada del Estado le aseguraba al autonomía, y regido por un presidente elegido por la Corona: en suma, un monopolio público destinado a conducir adecuadamente los servicios de radiodifusión en el país. Su presidente designado fue el mismo John Reith, que sin duda marcó el carácter de la BBC en toda su trayectoria: sus signos distintivos fueron la afición por la alta cultura musical y teatral, la independencia respecto de los partidos políticos y aún del gobierno, y la búsqueda de cierta neutralidad en las noticias. Música clásica, buenas interpretaciones de buen teatro, información exenta de opinión. La cuestión de la financiación publicitaria directa o indirecta en la radio fue muchas veces enfrentada por el gobierno y los demás intereses británicos, y finalmente descartada, no sólo por consideraciones económicas –por lo restringido del mercado publicitario inicial y por las presiones de los diarios preocupados por la competencia en la captación de avisos- sino, sobre todo, por consideraciones ético políticas arraigadas en lo que Doglio y Richeri llaman “democracia cultural” británica, “entretejida de elementos religiosos y de socialismo humanitario”, cuyo primer exponente en la radio fue John Reith. En 1952, cuando se discutía en la Cámara de los Lores la propuesta de crear una red de TV financiada por publicidad, Reith opinó “Alguien introdujo en Inglaterra el cristianismo, y alguien introdujo la viruela, la peste bubónica y la Muerte Negra. También alguien tiene la intención de introducir la publicidad en la televisión…”11. Este también había sido su pensamiento en cuanto a la radio. La prensa gráfica inglesa presionó asimismo contra la transmisión de noticias con el pretexto de que un monopolio público no podía garantizar la objetividad de las informaciones. Pero no tuvo éxito. Otra cosa que molestaba a los diarios era que las radios trasmitieran eventos deportivos, puntual de su propia mercancía informativa. Los empresarios teatrales se opusieron inicialmente a que la radio emitiera desde los teatros, pero ocurrió que estas transmisiones movilizaron al público a asistir a las representaciones teatrales, y entonces los empresarios dejaron de protestar. Al no contar con la financiación publicitaria, los recursos de la radio británica consistieron en los cánones de los abonos, la comercialización de los programas y otros ingresos menores. La BBC estaba administrada por un directorio bajo el control del jefe de Correos. El ejecutivo quedó en manos del Director General. Según sus reglamentos, podía buscar sus noticias en todo el mundo, ejercer la propiedad sobre sus productos literarios, musicales, teatrales, y discográficos, incluso a través de su impresión, lo que disolvía los muros entre la prensa y la radio. La nueva BBC introducía orden porque separaba ámbitos, y las empresas privadas volvían a su tarea industrial. El poder quedaba centralizado en el sector público, así como en los EEUU había quedado en manos de monopolios privados. Doglio y Richeri sostienen que esta forma radial británica arraiga en la tradición política e industrial y comercial de la isla, proclive al monopolio: la presencia de la compañía inglesa Marconi en los EEUU, excitó, en cambio, en ese país, el crecimiento de una política aparentemente liberal, resistente a los controles, pero que llevó a la radio a quedar en manos de los grandes consorcios y de su propio control de la sociedad. 4. Divergencias y convergencias de los modelos 11 Briggs, Asa, The History of Broadcasting in the United Kingdom, vol. IV, Sound and Vision, Oxford University Press, London / New York / Toronto, 1969-79, citado por Doglio y Richeri, op. cit. Podemos señalar algunas características comunes en el período inicial de la conformación de políticas para el sector. Si bien desde las condiciones de propiedad y control, ambas definieron recorridos divergentes. Ambos propiciando el principio de garantizar el acceso universal. Como señalan Jan van Cuilenburg y Denis McQuail, ambos modelos comparten algunas características: “- Considerar a los medios de comunicación como ramas de la industria con importancia estratégica. - Separar los diversos sectores para aplicar una la regulación específica dependiendo del medio (regímenes diferentes basados en la tecnología). - Subordinar la comunicación al imperativo del interés nacional (económico y militar). Estos rasgos están lógicamente relacionados ya que cada uno de ello trata al campo de la comunicación como un problema esencialmente técnico que debe ser resuelto más por técnicos, abogados y funcionarios que por una elección política democrática.” Las comunicaciones se mantienen efectivamente por fuera de la esfera del debate público y la contienda política, incluso en aquellos que se habían abocado a la radio en sus primeros años. Esto refleja una política general de parte de los empresarios y el gobierno de mantener un control estrecho sobre estas cuestiones de importancia estratégica, y también da lugar a una carencia de contenido social-cultural en la política para los nuevos medios de entonces. Esto no significa que no hubiera conciencia respecto del crecimiento de la significación social y política de los nuevos medios masivos de comunicación, pero sí condujo a que el terreno de la política fuese efectivamente despolitizado. La Radio fue percibida inicialmente como un aparato industrial y comercial, y su regulación inicial se orientó a establecer cierto ordenamiento en torno centralmente a estándares técnicos y usos oficiales de las ondas radioeléctricas. Pero, al consolidarse como medio masivo de comunicación, el objetivo de las políticas pronto se modificaron.. Como marcan Jan van Cuilenburg y Denis McQuail, “Durante las décadas de1920 y 1930, tuvo lugar mucha legislación y regulación en Estados Unidos (Ej. US Radio Act de 1927 y Communications Acts de 1934) y en Europa (la mayoría estableciendo diferentes formas de propiedad pública y control gubernamental). Estas medidas gobernaron los términos de acceso, propósitos y estándares técnicos de funcionamiento de acuerdo a las primeras nociones del interés público. (…) El control del contenido era más estricto donde la propiedad pública era elegida por encima de la explotación comercial de los nuevos medios y al comienzo, la radiodifusión no gozó completamente de las garantías constitucionales de libertad de prensa.” Los modelos de institucionalización del nuevo medio, tanto el Brodcasting de los EEUU como el servicio público de la BBC - con sus divergencias y convergencias-, dieron cuenta del interés del Estado por el control de los contenidos y por depreciar su potencial capacidad de herramienta de organización de los sectores subalternos. Instalando un patrón de funcionamiento vertical y unidireccional, dinámica que se potenciara en el conjunto de la industria cultural.