9º Seminario sobre Federalismo Fiscal - Senado de la Nación, 26 setiembre 2006 Primer panel: El “medio ambiente” para la política fiscal de los gobiernos subnacionales en el mediano y largo plazo Restricciones a la política fiscal de los gobiernos subnacionales provenientes del gasto público nacional Oscar Cetrángolo Oficina de la CEPAL en Buenos Aires – UBA A diferencia de lo sucedido en las últimas décadas, durante la recuperación económica de los años recientes las relaciones financieras entre la Nación y las provincias han mostrado un reducido grado de conflictividad. No obstante, por razones que serán discutidas en este panel y en los restantes del seminario, ese nivel de convivencia no ha generado las condiciones que permitan discutir el ordenamiento de mediano plazo de las relaciones entre niveles de gobierno. Sin duda, la excepcionalidad de esta situación previene acerca de la posibilidad de generar un acuerdo relativamente estable. En parte, las limitaciones provienen de la posible presión que, sobre esas relaciones, podrá ejercer la política fiscal del gobierno nacional. Este será el tema que abordaremos en estas páginas. Breve caracterización de la situación fiscal actual El tipo de ajuste que ha permitido la situación actual de solvencia debe ser entendido como un ajuste fiscal de precios relativos. El cambio en estos a partir del abandono del régimen de convertibilidad ha sido el elemento explicatorio más importante del incremento de recursos y reducción del valor real de las erogaciones. Desde una mirada de corto plazo, ese tipo de ajuste es sensible, desde el lado de los gastos, a la mejora de los ingresos reales de funcionarios públicos y, mucho más, de los jubilados y pensionados. En el caso de los gobiernos provinciales, la situación es muchísimo más sensible a la evolución de los ingresos reales de los empleados públicos. Mucho más importantes en relación con el tema que aquí nos preocupa, son los recursos que se deberán resignar si ante una caída del tipo de cambio real (ya sea por aumento del nivel de precios o por caída en el tipo de cambio nominal) se reducen los derechos de exportación. Debe recordarse que éstas generan un ingreso al gobierno nacional cercano a 2.5% del PIB. En el caso de una eventual resignación de los derechos de exportación, el gobierno nacional debería encontrar los medios para conseguir recursos que sustituyan los ingresos provenientes de los mismos. Cabe esperar que la pérdida de esos recursos sea compensada por incrementos en los recursos tradicionales que son, en diferente medida, 1 coparticipables con las provincias. En consecuencia, cada peso que eventualmente sea cedido de derechos debería ser sustituido por cerca de dos pesos de recaudación de IVA, Ganancias, Bienes Personales o Internos. Esa sustitución, dado que se sustenta mayormente en mejoras en la administración tributaria, demandará un tiempo de maduración. En síntesis, parece poco probable que si se produce la pérdida de derechos de exportación no se produzcan presiones para modificar las relaciones financieras entre la Nación y las provincias. En todo caso, conviene recordar que este dilema se ha planteado en numerosas ocasiones en la relación Nación-provincias durante los últimos quince años. Adicionalmente, la situación fiscal y financiera de las provincias se ha visto beneficiada durante los años que siguieron a la crisis por la reducción de los servicios de la deuda, al asumir la Nación la negociación de parte de la deuda provincial a partir del acuerdo federal de principios de 2002. El impacto efectivo de este acuerdo y el alcance del “bail out” resultante ha dependido de la negociación particular de cada Plan de Financiamiento Ordenado entre las provincias y la Nación. Del futuro de esas negociaciones dependerá la presión que los servicios de la deuda provincial pueda ejercer sobre los presupuestos respectivos. Más allá de estas consideraciones generales que sirven de marco de referencia al tema que vamos a tratar aquí, existen, en el “medio ambiente” fiscal, algunas presiones adicionales por parte del gasto público nacional. Aquí se introducirán algunos comentarios relacionados con las políticas de gasto en pensiones, educación y otros gastos sociales. Reforma previsional para mejorar la cobertura y equidad El sistema previsional argentino fue diseñado para ofrecer protección a los adultos mayores con la condición de que participaran del mercado formal de empleo. Sin embargo, el avance de la informalidad laboral y el creciente financiamiento de los beneficios con recursos provenientes de recursos tributarios tradicionales generan que 1 Bajo el régimen vigente la recaudación adicional destinada a las cuentas provinciales varía de acuerdo con los tributos de la siguiente manera: IVA: 44.4%; Ganancias: 57.3%; Internos: 49.01%; Bienes Personales: 60.01%; Monotributo: 30%. los beneficiarios del sistema sean un grupo cada vez más selecto que se financia con los recursos que debieran estar disponibles, al menos, para aquellos que no logran tener una historia laboral basada en el mercado formal. Esto constituye un serio agravamiento de un problema preexistente. La reforma aprobada en 1993 tenía, como uno de sus objetivos, profundizar la relación entre los aportes realizados y los beneficios por percibir, como mecanismo de promoción de la formalización. Un argumento similar fue utilizado al implementar las rebajas de las contribuciones patronales, pero el efecto de estos incentivos no fue el esperado. La recesión desde 1998 y la crisis de 2001/02 profundizaron este problema, al incrementarse la desocupación, reducirse el nivel de cumplimiento con las obligaciones previsionales y deteriorarse gravemente la capacidad adquisitiva de los ancianos con o sin ingresos formales (la canasta básica de alimentos se incrementó más del 70% en el año 2002). Una de las consecuencias, que tiene relación directa con el tema que aquí nos ocupa, es que las dos terceras partes del financiamiento actual de las prestaciones previsionales proviene de recursos coparticipables. 2 Debe notarse que la menor cobertura del sistema no es solo consecuencia de la crisis económica y del funcionamiento del mercado laboral sino de las propias reformas paramétricas que acompañaron el lanzamiento del nuevo sistema. Los mayores requisitos para alcanzar los beneficios tanto en relación con la edad de retiro como la cantidad de años de aporte requeridos, dado un alto grado de informalidad laboral, restringe de manera sustancial la población con capacidad de alcanzar la jubilación. De hecho, durante los primeros diez años de funcionamiento del nuevo sistema la proporción de mayores de 65 años con cobertura previsional habría caído un 10,7% y la proporción de aportantes en la PEA un 11,9%. Resulta llamativo resaltar que buena parte de las mejoras en las proyecciones de la situación financiera del nuevo sistema en el mediano plazo se deben a la menor cobertura del mismo. El desafío central está en la necesidad de replantear el sistema, a fin de proveer seguridad económica a los adultos mayores en forma eficiente, sin generar demandas excesivas sobre las finanzas públicas y preservando el esquema de incentivos a la participación en los mercados formales de trabajo. Se deben redefinir los alcances y funcionamiento del sistema de capitalización, el esquema de movilidad de los haberes provistos por el Estado, la situación de los que les faltan pocos años para alcanzar los treinta años de aportes, la de los que no tengan una densidad de aportes significativa y la situación de las cajas provinciales no transferidas a la Nación, entre otros temas. La solución de buena parte de estos problemas tiene un importante 2 Esta temática es desarrollada en Cetrángolo y Grushka (2004) “Sistema previsional argentino: crisis, reforma y crisis de la reforma”, Serie financiamiento del desarrollo 151, Unidad de Estudios Especiales, CEPAL, Santiago de Chile. costo fiscal y puede llegar a ejercer nuevas presiones sobre el financiamiento de las provincias. Resulta imprescindible que la discusión involucre la redefinición de la totalidad del esquema de protección para la tercera edad y no surja como sumatoria de decisiones puntuales y aisladas como único mecanismo posible para hacer predecibles tanto el presupuesto nacional como las relaciones financieras con las provincias. Prestaciones asistenciales para los mayores y otras Como resultado de lo anterior, uno de los temas más urgentes y de mayor costo fiscal en el diseño futuro de las políticas públicas resulta ser la expansión de la cobertura para los pasivos. De acuerdo con estimaciones realizadas por Fabio Bertranou y Carlos Grushka3, el costo de implementar el beneficio universal para mayores de 65 años sería de aproximadamente 1.5% del PIB en los primeros años, aumentando hasta 3.7% en el año 2050 por efecto del envejecimiento demográfico. Esa estimación debe ser considerada como un límite máximo ya que el gasto real podría ser muy inferior si se focaliza en aquellos que no tienen otro tipo de beneficios. Durante los primeros años ello podría reducir su costo en cerca del 40% y, si se decidiera avanzar en este tipo de reformas, debiera evaluarse el grado de focalización más adecuado, teniendo en cuenta las dificultades administrativas de estos esquemas.4 Por supuesto, su implementación podría ser progresiva, a medida que se liberen otros recursos, pero este cálculo sirve para tener una idea aproximada del problema. Esta demanda de gasto asistencial se suma a la que ya se está asumiendo dentro del Presupuesto Nacional. Durante los últimos años se ha producido un incremento de los programas asistenciales destinados a dotar de ingresos a la población sin recursos. En ese sentido, el programa más importante ha sido el dirigido hacia la población desocupada (Plan Jefes y Jefas de Hogares Desocupados). El mismo, si bien ha reducido la cantidad de beneficiarios desde la crisis y plantea el 3 Véase Bertranou y Grushka (2002), “Beneficios sociales y pobreza en Argentina: estudio del programa de pensiones no contributivas”, en Bertranou, Solorio y Van Ginneken (ed) Pensiones no contributivas y asistenciales. Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica y Uruguay, OIT, Santiago de Chile. 4 En agosto de 2003 el Decreto 582 ha redefinido el alcance de las prestaciones asistenciales destinadas a la población mayor de edad mediante la introducción del denominado “Plan Mayores”. Éste brindaría beneficios a aquellas personas mayores de 70 años que no cuenten con bienes u otros ingresos que permitan su subsistencia, ya sea propios, o provenientes del cónyuge o de parientes obligados legalmente. Los beneficiarios deberán ser argentinos o extranjeros con una residencia mínima de cuarenta años en el país. No obstante, este programa no ha logrado aún una cobertura significativa. traslado de parte de los beneficiarios hacia un programa de fomento del empleo sigue siendo un importante rubro en el gasto de la Administración Nacional y no se cree que pueda ser eliminado en el corto o mediano plazo. Estas consideraciones acerca de la crisis previsional y la creciente informalidad laboral introducen una temática más general de interés para esta discusión. Cada vez es menos posible en nuestro país (al igual que en otros países de la región5) especular sobre políticas de protección social de base contributiva. Ello obliga a repensar las políticas públicas e incorporar estas nuevas funciones o, más bien, contemplar asignaciones presupuestarias a estas funciones mucho más importantes que en el pasado. Es claro que, dado un impacto sobre la equidad, estas erogaciones deberán estar a cargo del gobierno nacional y, en consecuencia, afectarán la distribución del gasto entre jurisdicciones introduciendo un motivo de conflicto. Coordinación del gasto descentralizado La reciente sanción de una Ley de Financiamiento Educativo vuelve a colocar en el centro del debate la necesidad de redefinir el papel de los gobiernos centrales cuando se descentraliza la provisión de salud, educación y otro tipo de gasto social con importantes impactos sobre la equidad, en países con serios desequilibrios productivos regionales. En un nuevo episodio de puja sectorial/federal por sortear la restricción fiscal le ha tocado ahora al sector de educación la consecución de una legislación que le otorga prelación sobre el resto de funciones con independencia de la situación fiscal general. La norma establece el incremento de aproximadamente 2% del PIB del gasto en educación, con un incremento del gasto nacional equivalente al 0.8% del PIB para el año 2010 y 1.2% del PIB del gasto provincial para ese mismo año. El efectivo cumplimiento de las normas vigentes sobre responsabilidad fiscal, por otra parte, podrán implicar que esas restricciones jueguen contra la dinámica de las otras finalidades del gasto público de los diferentes niveles de gobierno. Existen otras iniciativas de autoridades nacionales tratando de generar incentivos para el incremento del gasto provincial en determinadas áreas. Tal vez la más interesante desde el punto de vista del federalismo en Argentina lo constituya el Plan Nacer destinado a disminuir la morbi-mortalidad de madres y niños menores de 6 años mediante el cambio en la lógica del modelo de financiamiento. La Nación transfiere recursos a las provincias por cada persona inscripta que no tenga cobertura social explícita (seguro público o privado). Los pagos se realizan en dos partes: 40% en función de objetivos alcanzados, medidos mediante 10 trazadoras (en caso de no 5 Véase CEPAL (2006) La protección social de cara al futuro: Acceso, financiamiento y solidaridad, Trigésimo primer período de sesiones, Montevideo. cumplir con alguno de ellos se debita de la cuenta la proporción correspondiente), y el 60% restante en relación al envío de los padrones de beneficiarios. Durante 2005 el programa alcanzó a las 9 provincias que presentan la combinación más desfavorable de los indicadores de mortalidad infantil y materna, así como condiciones de pobreza. Se espera que en el 2006 terminen de incorporarse el resto de las provincias. Desde un primer momento se han impuesto condicionalidades de tipo presupuestario de forma tal que con la implementación no exista un reemplazo de fondos que disminuya las partidas presupuestarias provinciales que financian el gasto en salud. Tenemos entonces dos ejemplos de nuevas modalidades bajo las cuales las diferentes áreas pretenden establecer prioridades de gasto y, dependiendo de cómo se resuelva el financiamiento de éstas áreas y el tipo de consenso logrado en las instancias federales de negociación, se podrá afectar la solvencia fiscal de los diferentes niveles de gobierno y el cumplimiento de las normas sobre responsabilidad fiscal, tema de debate en otros paneles. Comentario final Los temas aquí señalados marcan la existencia de eventuales áreas de conflicto entre la Nación y las provincias, así como las dificultades en consolidar una situación fiscal sostenible en el mediano plazo. No obstante, creemos importante considerar que hay una manera madura y otra inmadura de tener una política fiscal sostenible. La primera se da cuando la definición de las diferentes políticas sectoriales, que se resumen en el presupuesto público, plantea el cumplimiento de objetivos específicos de manera consistente con la restricción fiscal de mediano plazo. En este caso, las reglas se cumplen sin poner en riesgo los objetivos fundamentales de las políticas públicas. Alternativamente, pueden perseguirse políticas sectoriales que no cuiden la consistencia fiscal de la sumatoria de iniciativas que se resumen en los presupuestos públicos. Las dudas sobre su cumplimiento se depositan en la sanción de reglas generales, supuestamente de jerarquía superior a las políticas específicas. El cumplimiento de esas reglas, entonces, quedaría librado a un conjunto de factores, algunos más fortuitos que otros, y que dependen, en parte sustantiva, de las condiciones del entorno macroeconómico.