26 de febrero de 2016 que impiden un funcionamiento normal de las instituciones y causan muertes. Todo esto genera un fuerte rechazo de las “mayorías silenciosas” hacia los movimientos sociales, replegados a instancias corporativas, e incluso con tonalidades mafiosas, como ocurre con el cacique sindical alteño Braulio Rocha, quien había advertido a Chapetón que él sería “su pesadilla” y ahora fue detenido por el incendio. *** Un aspecto de los gobiernos nacional-populares es su dificultad para aceptar un nuevo orden, plasmado por ejemplo en las constituciones aprobadas durante sus gestiones, y su tendencia a pensar esas cartas como resultado de correlaciones de fuerzas transitorias que hay que cambiar ante la menor posibilidad de “avanzar”. Eso provoca situaciones paradójicas –que también ocurrieron en Venezuela–: que dados los intentos de cambiar las nuevas cartas magnas, la defensa de esas constituciones termine en manos de las derechas que en su momento buscaron impedir su aprobación. Otra dificultad es hacer política con eficacia una vez debilitados sus enemigos. El Mas deberá pensar en otro candidato para 2019, lo que podría tener como resultado positivo obligar al partido a abandonar la inercia de los triunfos electorales automáticos y actualizar su oferta transformadora. Por ahora es temprano para anticipar posibles candidatos. ¿El canciller David Choquehuanca? ¿El vicepresidente Álvaro García Linera? ¿El presidente del Senado y ex periodista Alberto González? Pero más allá de candidaturas, la duda es si el gobierno logrará reenamorar a los bolivianos con nuevas propuestas transformadoras. Las ideas sobre una Bolivia potencia energética contuvieron un exceso de exitismo (y tonalidades de los años cincuenta), que opacó algunos avances efectivos en materia hidrocarburífera, mientras temas como salud y educación seguían como asignaturas pendientes. Lo mismo ocurrió con la compra de un satélite chino que generó demasiada sobreactuación, efectiva al comienzo pero contraproducente después. Del lado del No, una oposición de “nueva derecha”, con bases territoriales en diversas regiones, buscará capitalizar los resultados frente a esfuerzos más minoritarios de construir una opción progresista no oficialista. Por ahora, el No es una yuxtaposición de múltiples voces. Pero como ya sabemos, la política depende mucho de quiénes se apropian de los “instantes huidizos” de la historia. Y esos instantes sobrevendrán en mayor medida con la salida del juego electoral, al menos como candidato, de Morales y la apertura de un escenario completamente nuevo desde 2006. n (Fragmentos de una nota publicada en el blog La Línea de Fuego.) Brecha 15 Qué se gana y qué se pierde con el triunfo del No ¿Se puede hablar de una práctica política nueva cuando se convoca a la reelección de los mismos líderes? ¿Los cambios sólo pueden ser conducidos por Evo Morales en un país con tan amplios niveles de participación?, se pregunta la autora de esta nota, que intervino como acompañante electoral el domingo pasado. Lilián Celiberti Con el 99,72 de actas computadas [cifras de la noche del miércoles, cuando esta nota se cerró], el No se impone con un 51,30 por ciento, contra el 48,70 del Sí. La presidenta del Tribunal Electoral, Katia Uriona, lo informó oficialmente el martes en la noche, eliminando de ese modo la incertidumbre y la desconfianza generadas por la demora en los cómputos. Participé como acompañante electoral el domingo 21 junto a un magistrado de la Corte Electoral de El Salvador y un representante del Consejo de Expertos Electorales de América Latina, en distintos puntos de votación en el departamento de Chuquisaca y su capital, Sucre. El grupo de acompañamiento electoral internacional presentó el lunes 22 su informe al Tribunal Supremo Electoral en la ciudad de La Paz. El informe destaca la enorme participación ciudadana que ratifica a Bolivia como uno de los países con mayores niveles de participación electoral de la región, sin distinción de sexo, edad ni segmento social, así como un procedimiento garantista de la expresión ciudadana. ¿Qué significa entonces el voto por el No? ¿Es, como dice el gobierno, sólo una operación política del imperialismo? Claro que para la derecha este resultado es una oportunidad para recuperar sus fueros. La polarización no es un buen escenario para la reflexión –de eso no hay duda–, pero tal vez este resultado fortalezca las corrientes críticas dentro y fuera del partido de gobierno, el Mas. Se necesitan esas voces para reencauzar los cambios. Los diez años de gobierno de Evo Morales en Bolivia han generado aportes sustantivos a la participación de sectores excluidos históricamente de la definición de la agenda pública. Esta participación fue la que registramos en la comunidad indígena de Tarabuco y Yamparáez, así como en la ciudad de Sucre. Pero participación es también decir que No a una propuesta que asocia irremediablemente el cambio a los líderes. El proceso de cambio, por el contrario, está enraizado en las luchas de los movimientos sociales que han generado un desborde de “lo político”, formulando demandas que modifican la agenda pública. En Bolivia este desborde movimientista con fuerte componente indígena-campesino puso en jaque a varios gobiernos antes del triunfo del Mas. La reforma constitucional de Bolivia expresa como eje central orientador la descolonización del poder, y sin duda su formulación constituye uno de los aspectos más transformadores de los últimos años. Los desafíos planteados por esa premisa tienen nece- sariamente carácter experimental y la conflictividad implícita que supone la construcción de una nueva institucionalidad alternativa al Estado nacional. La evolución de una “transición paradigmática” de semejante envergadura depende de cómo se desarrollen diferentes ejes conflictivos, tanto étnicos, regionales, culturales, como de clase. Es un terreno de extrema complejidad, que pone en juego prácticas políticas e institucionales nuevas que desarrollen capacidad crítica a la vez de fortalecer las voces del amplio espectro de sujetos políticos participantes. Este aspecto es el más contradictorio del llamado proceso de cambio conducido por el Mas. ¿Se puede hablar de una práctica política nueva cuando se convoca a la reelección de los mismos líderes? ¿Los cambios sólo pueden ser conducidos por Evo Morales en un país con tan amplios niveles de participación? Por eso es un error identificar el voto por el No como un voto sólo de la derecha. Pero sí es un límite de la izquierda. Como dice Luis Tapia, “si la concepción y la práctica de la democracia cambian y se la normativiza como procedimiento de selección de gobernantes, la concepción de ciudadanía y su práctica tienden a reducirse a la práctica de esos gobernantes”. El No expresa también un pronunciamiento de quienes apuestan a procesos de renovación de los liderazgos políticos, de quienes se rebelan contra los abusos de poder, contra el crecimiento desarrollista extractivista, o de quienes rechazan el doble discurso sobre el patriarcado frente a las manifestaciones machistas de Evo un día sí y otro también. Expresa un desgaste del poder y de la práctica política que marca diferencias con grupos indígenas e intelectuales de izquierdas que inicialmente simpatizaron con la idea y luego se desmarcaron y por tanto se los califica de traidores. Expresa el rechazo a una práctica política que desdibuja el necesario equilibrio entre el Poder Legislativo, Ejecutivo y Judicial, con la consecuente ausencia de garantías para los y las ciudadanas. ¿Es posible refundar el Estado? Es una pregunta que interpela, teórica y políticamente, la posibilidad de construir estrategias de largo plazo que consoliden la tendencia a la plurinacionalidad consagrada en la nueva Constitución. El conflicto del Tipnis cuestiona ese principio en la medida en que es el Estado central el que define el trazado de una carretera que pasa por el territorio de pueblos indígenas de las tierras bajas. Para la socióloga Patricia Chávez este proceso, que se propone la gigantesca tarea de descolonizar el Estado desde el Estado, debería estar acompañado por un efectivo proceso de despatriarcalización. Pero la contradicción es que para el Estado patriarcal no existe la opresión de género como un problema y “en todo caso le reconoce una existencia subsidiaria, es decir, prescindible, indefinidamente postergable” (Chávez, 2010:15). ¿Es posible la descolonización y despatriarcalización del Estado desde el Estado? ¿Qué pasa con las relaciones sociales cotidianas? ¿En qué sentido se transforman las relaciones cotidianas? ¿Es la integración al mercado lo que da la nueva carta de ciudadanía social? La idea del “buen vivir” se introduce en los debates de América Latina como cuestionamiento al desarrollo capitalista y representa la búsqueda de una transición paradigmática que coloque nuevas premisas para la construcción social basadas en la desmercantilización de la vida y una nueva relación con la naturaleza. Recurre a la idea de comunidad, sosteniendo que el mundo no puede ser entendido desde el “yo” de Occidente, sino desde la interacción y complementariedad de todas las personas que habitan esa comunidad y a su vez de la relación entre las personas y la naturaleza. Más que una nueva construcción teórica, el buen vivir expresa una búsqueda en proceso, y se hace desde diferentes miradas y perspectivas. Pero cuando esta búsqueda se identifica sólo con la continuidad de ciertos líderes, se empobrece como discurso y como práctica. La sostenibilidad de la vida cuestiona la racionalidad capitalista al poner las necesidades de las personas en el centro del análisis, en vez de las de los mercados. No es sólo una confrontación entre identidades urbanas o indígenas, es una perspectiva polifónica en el sentido más pleno de la palabra, que hace del diálogo una nueva cultura política donde las diferencias y la confrontación de experiencias no son patologías de la política, sino su misma posibilidad de construcción. Descolonizar supone cuestionar el poder que se crea a partir de una relación colonial y, por tanto, cuestionar el sistema de privilegios, naturalizados en las relaciones cotidianas. En tal sentido la descolonización y la despatriarcalización son prácticas alternativas al ejercicio del poder que se abra al protagonismo de voces diversas y potencie liderazgos nuevos, supone analizar las formas en que se reproducen las relaciones de subordinación en la sociedad, la economía y la cultura. El No ofrece la posibilidad de construir otros procesos dentro y fuera del Mas. Queda la duda de la plasticidad y la capacidad de escucha de los líderes que se consideran a sí mismos como el cambio. n * Militante feminista uruguaya, integrante del colectivo Cotidiano Mujer.