número 134 - setiembre 2008

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Boletin 134 del WRM - Setiembre 2007
número 134 - setiembre 2008
EL FOCO DE ESTE NÚMERO: DÍA INTERNACIONAL CONTRA LOS MONOCULTIVOS DE ÁRBOLES
Este boletín del WRM es una contribución a las actividades que tendrán lugar el 21 de setiembre, Día Internacional Contra los
Monocultivos de Árboles. Amigos de la Tierra Internacional, la Coalición Mundial por los Bosques y el Movimiento Mundial por los
Bosques Tropicales acordaron aunar esfuerzos para generar conciencia en ese día sobre los problemas sociales y ambientales que
resultan de la expansión de las plantaciones de ese tipo. En aras de dicha colaboración, el editorial incluido en este número ha sido
producido en conjunto por las tres organizaciones. Más importante aún es que los artículos de este boletín reflejan una amplia gama
de impactos y luchas en diferentes continentes y en torno a distintos tipos de plantaciones. Esperamos que resulte una herramienta
útil para el 21 de setiembre.
NUESTRA OPINIÓN
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¿Por qué un Día Internacional Contra los Monocultivos de Árboles?
LAS MUCHAS RAZONES
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Un Power Point basado en testimonios locales
Declaración de profesionales y estudiantes forestales
CUANDO LOS ÁRBOLES SE VUELVEN DESIERTOS
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Las plantaciones que apoyamos y las plantaciones que combatimos
IMPACTOS DE LAS PLANTACIONES DE ÁRBOLES SOBRE LA GENTE
En América:
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Argentina: indígenas y ambientalistas alertan sobre planes de promoción forestal
Un desierto verde en el sur de Latinoamérica
Chile: un modelo forestal que genera pobreza e indigencia
Victorias de la resistencia popular en Perú y Brasil
En Asia:
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Camboya: mujeres indígenas se pronuncian para proteger el bosque y los medios de vida tradicionales contra las
compañías plantadoras de caucho
Indonesia: duras condiciones laborales para las trabajadoras de las plantaciones de palma aceitera
Malasia: quiénes pierden con el negocio de la palma aceitera
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Boletin 134 del WRM - Setiembre 2007
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Tailandia: la diversidad y el uso comunitario de los bosques versus el monocultivo y los parques
En África
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Camerún: los Bagyeli, grandes víctimas de las plantaciones industriales
Liberia: caucho con dolor – la dura vida de los trabajadores de Firestone
Sudáfrica: plantaciones de árboles arrasadas por el fuego hacen de una tragedia en ciernes una triste realidad
CERTIFICACIÓN DE PLANTACIONES
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FSC: ¡Basta de certificar monocultivos de árboles!
Brasil: los “sellos verdes de calidad a nivel internacional” de las empresas de papel y celulosa
NUESTRA OPINIÓN
- ¿Por qué un Día Internacional Contra los Monocultivos de Árboles?
Todos los “días internacionales” tienen que ver con asuntos problemáticos, de importancia mundial, que requieren ser tratados por la
sociedad toda. La expansión de los monocultivos de árboles ha generado tantos impactos sociales y ambientales que hizo surgir la
idea de establecer un Día Internacional para plantear el tema a escala mundial. El 21 de setiembre fue la fecha elegida, siguiendo el
camino de algunas redes locales de Brasil que, en 2004, decidieron declarar ese día (el Día del Árbol en dicho país) como día de
lucha contra los monocultivos de árboles.
La fecha coincide con el Día Internacional de la Paz (ONU), que es precisamente lo que las comunidades locales afectadas por las
plantaciones desean: paz para vivir en armonía con la naturaleza y con otros seres humanos. Las plantaciones de árboles están
destruyendo dicha paz, y la necesidad de dedicar a este asunto un día específico a escala internacional se plantea por varios motivos.
El primero y más importante es que muchas personas, del Sur y del Norte, no tienen conocimiento alguno acerca de los impactos
sociales y ambientales resultantes de los monocultivos de árboles a gran escala, y creen que plantar árboles es siempre positivo.
Tampoco están al tanto del hecho de que estas plantaciones no apuntan a mejorar los medios de vida de las poblaciones locales sino
a alimentar el consumo despilfarrador del Norte.
La situación antes mencionada es el resultado de una combinación de factores, entre los cuales se encuentra el hecho de que las
voces de las poblaciones locales que luchan contra las plantaciones son silenciadas por el miedo, la represión o la nula difusión por
parte de los medios que las vuelve invisibles. Tanto el miedo y la represión como la invisibilidad en los medios son consecuencia del
poder político y económico de las empresas forestales, a menudo involucradas también en inversiones en otros sectores industriales,
como la celulosa, la madera, el aceite de palma o el caucho. El poder de las empresas, que se manifiesta a través de diferentes
mecanismos, les permite ejercer un control parcial o total sobre los gobiernos y los medios, con lo cual éstos se transforman en
“socios” de sus inversiones. Como resultado de ello, siempre que las poblaciones locales luchan por sus derechos contra las
empresas forestales, ellas y quienes las apoyan son llamados “agitadores” y “agitadoras”.
El poder de las empresas de plantación aumenta aún más gracias a los organismos internacionales, los departamentos forestales y
las corrientes dominantes de profesionales forestales que, contra toda evidencia, insisten en definir a los monocultivos de árboles
como “bosques plantados”, y en atribuirles funciones positivas similares a las de los bosques verdaderos. Como consecuencia, los
opositores a las plantaciones son clasificados, o bien como ignorantes, o bien como poseedores de intenciones políticas ocultas.
Esta combinación de influencias empresariales, gubernamentales, profesionales y mediáticas es lo que mantiene a la mayoría de la
gente en la ignorancia de los impactos negativos de los monocultivos de árboles. Claro que hay funcionarios gubernamentales,
silvicultores y periodistas que se oponen a estas plantaciones o que, al menos, están abiertos a estudiar la evidencia existente, pero
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siguen siendo una minoría que sufre las mismas presiones impuestas por el poder.
Y por si esto fuera poco, las plantaciones de árboles a gran escala son promovidas actualmente como solución para el cambio
climático, de dos maneras: por un lado, el parlamento europeo y otros están presionando a favor de los llamados agrocombustibles
“de segunda generación” basados en la madera, que llevarán a la rápida expansión de las plantaciones de monocultivos de árboles,
incluso de árboles genéticamente modificados. Por otro lado, varios países del Sur han avanzado en sus intentos de financiar la
expansión de las plantaciones a gran escala como proyectos de compensación de carbono, o de utilizar las plantaciones de árboles
para compensar la disminución de los bosques, cuando soliciten financiamiento de algún mecanismo posible en el marco de la
Convención sobre Cambio Climático.
Tal es el contexto en el que se inserta este Día Internacional Contra los Monocultivos de Árboles. Ahora existe abundante evidencia
documentada sobre los impactos sociales y ambientales de las plantaciones, pero los gobiernos, los organismos internacionales y las
principales corrientes de silvicultores prefieren ignorarla. Hay muchísima información para difundir – sobre destrucción ambiental,
violaciones de los derechos humanos, condiciones de trabajo extremas, impactos sobre las mujeres – pero los principales medios
prefieren no publicar nada al respecto.
En este 21 de setiembre apuntamos, entonces, a dar visibilidad a los numerosos pueblos que luchan contra las plantaciones, como un
medio de romper el círculo de silencio y mentiras que rodea su situación. Al mismo tiempo, nuestro objetivo es divulgar, tanto como
sea posible, la evidencia que surge de esas luchas relativas a los impactos sociales y ambientales generados por esas plantaciones.
A través de este medio queremos debilitar el apoyo de los gobiernos a las plantaciones y exponer a aquéllos que dan credibilidad a
las plantaciones o que no informan al público sobre el tema.
Por último, deseamos enfatizar que la lucha contra las plantaciones es algo que ha sido impuesto a las comunidades, las cuales
están, de hecho, defendiendo sus medios de vida y el medio ambiente local contra la codicia empresarial. Es una lucha indispensable
para proteger los bosques, las praderas, los pantanos, la diversidad biológica, los suelos, el agua y las personas, todos los cuales
están siendo afectados por estos vastos monocultivos de árboles. Es, en suma, una lucha por la vida.
Amigos de la Tierra Internacional - Coalición Mundial por los Bosques - Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales
inicio
LAS MUCHAS RAZONES
- Un Power Point basado en testimonios locales
Falta de agua, cambios en la flora y la fauna, pérdida de tierras, violaciones de los derechos humanos, destrucción de la trama social,
son algunos de los problemas que traen consigo los monocultivos de árboles.
Quienes mejor lo saben son las comunidades locales, que sufren en carne propia esta invasión, pero cuyas denuncias y luchas son
sistemáticamente ocultadas por el poder de las empresas y sus aliados.
El siguiente Power Point (disponible en http://www.wrm.org.uy/plantaciones/21_set/ppts.html) procura dar un espacio a esas voces,
para que se expandan, circulen y se junten a otras hasta convertirse en un grito unánime que eche por tierra, de raíz, este modelo
pernicioso e impuesto de monocultivos de árboles a gran escala. Les invitamos a utilizar y difundir esta herramienta.
inicio
- Declaración de profesionales y estudiantes forestales
Para las comunidades locales que habitan en áreas boscosas resulta muy clara la diferencia entre un bosque y un monocultivo de
árboles. Sin embargo, tal claridad no existe a nivel de la profesión forestal, que ha sido formada a partir del concepto de que las
plantaciones son bosques y que cumplen funciones similares a éstos.
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Éste no es un tema menor, ya que los profesionales forestales son quienes asesoran a los gobiernos, que consideran que ellos –y no
las comunidades locales- son los expertos en la materia. A partir de dicho asesoramiento, los gobiernos elaboran e implementan
ambiciosos planes forestales que a menudo consisten en la plantación de extensos monocultivos de árboles, que nada tienen en
común con los bosques.
En ese contexto, son muchos los estudiantes y profesionales forestales que, a partir de la experiencia concreta de los impactos
sociales y ambientales resultantes de los monocultivos de árboles, discrepan totalmente con tal visión y se ponen del lado de la gente
para oponerse, tanto a la plantación de tales monocultivos, como a que sigan siendo denominados “bosques”.
Con el objetivo de fortalecer dicha posición, un conjunto de profesionales y estudiantes forestales emitieron una declaración en la que
manifiestan con toda claridad que “las plantaciones no son bosques”. A partir de dicha declaración buscan concitar adhesiones de
colegas de todo el mundo, para iniciar un proceso profundo de cambio, tanto dentro como fuera de los centros de estudio forestales.
Consideramos que este 21 de setiembre constituye una excelente oportunidad para difundir esta declaración e instamos a todos los
profesionales y estudiantes forestales que se identifiquen con esta posición a adherir a la misma.
Los monocultivos de árboles no son bosques
Declaración de profesionales y estudiantes forestales
2008
A nivel de todo el mundo los gobiernos están promoviendo activamente la expansión de monocultivos de árboles a gran escala, a
pesar de los graves impactos sociales y ambientales ya constatados en las plantaciones existentes. Quienes impulsan este modelo
afirman que las plantaciones son bosques, lo cual no es cierto. Las plantaciones no son bosques. Lamentablemente, muchos de
nuestros colegas forestales apoyan ese modelo y nuestras instituciones de enseñanza continúan preparando nuevas generaciones de
profesionales forestales formados para perpetuar y ampliar este tipo de modelo forestal que pretende ver bosques donde no los hay.
Es por ello que consideramos necesario afirmar públicamente, no sólo que los monocultivos de árboles no son bosques, sino que
tales plantaciones resultan o han resultado en la destrucción de nuestros bosques nativos y de otros ecosistemas igualmente valiosos
que sustituyen.
En todo el mundo, quienes conocen mejor este tema son las poblaciones locales que sufren directamente los impactos, tales como:
- Pérdida de biodiversidad (alimentos, medicinas, leña, materiales para vivienda, artesanías, entre otros)
- Alteración del ciclo hidrológico, que resulta tanto en la disminución y agotamiento de fuentes de agua, así como el aumento de las
inundaciones y deslizamientos.
- Disminución de la producción de alimentos
- Degradación de suelos
- Pérdida de culturas indígenas y tradicionales dependientes de los ecosistemas originales
- Conflictos con empresas forestales sobre tenencia de la tierra en territorios indígenas y de otras comunidades tradicionales
- Disminución de fuentes de empleo en zonas de tradición agropecuaria
- Expulsión de la población rural
- Deterioro del paisaje en zonas turísticas
Es por ello que los profesionales forestales que aspiramos a la conservación de los bosques y que reconocemos los derechos básicos
de los pueblos que allí habitan debemos ponernos del lado de quienes verdaderamente defienden los bosques –las comunidades
locales– y oponernos a la expansión de estos monocultivos.
Queremos resaltar que este proceso no se inicia hoy, sino que tuvo su punto de partida en Porto Alegre, durante el Foro Social
Mundial 2005. Allí un grupo de estudiantes y profesionales acordamos en la necesidad de “otra formación forestal relacionada con una
forma diferente de ver el mundo, en la cual los bosques no sean vistos simplemente como madera sino como lo que son: ecosistemas
diversos de flora, fauna y pueblos de los bosques”. Como parte de esa línea de pensamiento, l@s participantes nos manifestamos
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claramente "en contra de la implantación de extensos monocultivos o grandes plantaciones homogéneas de árboles".
En ese marco, hacemos entonces hoy un llamamiento a estudiantes y profesionales forestales a adherirse a la presente declaración y
a iniciar un proceso, dentro y fuera de los centros de estudio, que permita que quienes ingresamos a esta profesión podamos hacer lo
que en ese momento pensamos que iríamos a hacer: defender los bosques y los pueblos que dependen de los mismos.
La declaración con la lista actualizada de firmas está disponible en: http://www.wrm.org.uy/plantaciones/forestales.html
inicio
CUANDO LOS ÁRBOLES SE VUELVEN DESIERTOS
- Las plantaciones que apoyamos y las plantaciones que combatimos
La plantación de árboles es una actividad en general percibida como positiva. El acto de la plantación de un árbol –ya sea en una
escuela o en una comunidad campesina- simboliza en muchas sociedades el cuidado por la naturaleza y un aporte de la generación
actual a las generaciones futuras.
Además de ese aspecto simbólico, muchas plantaciones de árboles son efectivamente positivas, en particular cuando se realizan por
decisión de las propias comunidades para atender a sus necesidades, tal como en el caso de la plantación de árboles frutales o de
especies leñosas que sirven para cubrir otras necesidades en materia de leña, fibras, semillas, flores, medicinas, sombra, abrigo, etc.
Muchas de esas plantaciones constituyen de hecho sistemas agroforestales, que a menudo forman parte de sistemas tradicionales de
manejo de los ecosistemas locales.
Demás está decir que el WRM apoya y ha apoyado siempre ese tipo de plantaciones, que se caracterizan por ser socialmente
beneficiosas y ambientalmente adecuadas.
Al amparo de esa imagen positiva de las plantaciones se han desarrollado sin embargo otros tipos de plantaciones que han generado
amplia oposición, primero a nivel local y luego a nivel internacional. Nos referimos a los monocultivos a gran escala, tanto aquellos
destinados a la producción de madera y celulosa como los que apuntan a la producción de aceite de palma o de caucho. Más
recientemente se han incorporado a este grupo los monocultivos de árboles establecidos para servir como “sumideros de carbono” y
los destinados a la producción de biodiesel y etanol celulósico.
Ese modelo es activamente promovido por un conjunto de actores que incluyen tanto a organismos internacionales como la FAO y el
Banco Mundial, a agencias estatales de los países industrializados (de financiamiento a las exportaciones, de cooperación bilateral,
de apoyo técnico), como a empresas que se benefician de esas inversiones (bancos, industria de la celulosa y el papel, productores
de maquinaria, firmas consultoras, etc.). El resultado final es la producción de materia prima abundante y barata –ya sea madera,
celulosa, caucho, aceite de palma u otros- que sirve como insumo para el crecimiento económico de los propios países
industrializados. A nivel de países productores, lo que queda es un ambiente degradado y una población empobrecida, que son los
“costos externalizados” para que la materia prima pueda resultar barata.
Es a este tipo de plantaciones que el WRM se viene oponiendo desde hace más de 20 años, debido a sus graves impactos sociales y
ambientales. A pesar de que son definidas como “bosques plantados”, lo cierto es que nada tienen en común con los bosques.
Mientras los bosques sirven de sustento a las poblaciones locales –tanto de personas como de fauna- estas plantaciones las
expulsan; mientras los primeros regulan el ciclo hidrológico, las segundas agotan y contaminan las fuentes de agua; mientras los
bosques protegen y enriquecen el suelo, las plantaciones lo agotan y erosionan; mientras los bosques contienen una enorme
diversidad de vida, las plantaciones son desiertos verdes.
Todos esos impactos son una consecuencia inevitable del modelo, basado en monocultivos de una sola especie –las más de las
veces exótica- que ocupan extensas áreas de tierra antes destinadas a satisfacer las necesidades de vida de las poblaciones locales
y que constituían el hábitat de numerosas especies de plantas y animales. A los impactos sociales y ambientales resultantes de dicha
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ocupación territorial se suman los de la aplicación de grandes cantidades de fertilizantes químicos, herbicidas, insecticidas y
funguicidas empleados para garantizar la rentabilidad de la inversión. Dichos agrotóxicos contaminan el agua, el aire y el suelo, con la
consiguiente desaparición de especies animales y vegetales y con graves impactos sobre la salud de trabajadores y pobladores
locales. A su vez, el propio crecimiento de los árboles plantados en monocultivos a gran escala agota los recursos hídricos y los
nutrientes del suelo. Los escasos empleos que el modelo requiere –temporarios, con bajos salarios y malas condiciones de trabajodisminuyen a medida que avanza la mecanización de todas las operaciones.
A lo anterior se suma ahora la reciente amenaza de la incorporación de árboles transgénicos, modificados genéticamente para
aumentar la rentabilidad de las plantaciones. Tal tipo de investigación se está llevando a cabo en al menos 19 países (ver detalles en
www.wrm.org.uy). El uso de tales árboles en plantaciones comerciales no sólo implicaría una gravísima amenaza para los bosques
del mundo, sino que además agravaría los impactos ya constatados en los monocultivos existentes.
Por lo anterior, es cada vez mayor el número de organizaciones y personas que se opone a los monocultivos de árboles a gran escala
y que se reúne bajo la consigna de que “las plantaciones no son bosques”.
En cuanto al WRM, nuestra posición es muy clara: apoyamos determinados tipos de plantaciones y nos oponemos a otras. Nada
tenemos contra el eucalipto o el pino o la palma aceitera o ninguna especie de árbol en particular. Nuestra oposición se centra contra
un modelo determinado de utilización –y ahora manipulación genética- de los árboles, que beneficia a grandes empresas y perjudica a
las comunidades locales y al ambiente en el que se instalan.
inicio
IMPACTOS DE LAS PLANTACIONES DE ÁRBOLES SOBRE LA GENTE
En AMÉRICA:
- Argentina: indígenas y ambientalistas alertan sobre planes de promoción forestal
La Patagonia concentra sólo el 4% de las plantaciones forestales de Argentina. El escaso desarrollo del sector en esta región, es visto
por sus autoridades y empresarios como un amplio campo de oportunidades: 4 millones de hectáreas forestables repartidas en las
provincias de Neuquén, Río Negro y Chubut.
Hacia ese horizonte apuntan las autoridades nacionales y locales, que en abril confluyeron en la Primera Reunión de Coordinación del
Plan Forestal Regional Patagónico —realizado en la ciudad chubutense de Esquel—, y vislumbran el Congreso Forestal Mundial
como una gran vidriera que en el 2009 concentrará en el país a inversores, consultoras y representaciones extranjeras.
Sin embargo, las comunidades mapuche ven en esto una amenaza y denuncian que el gobierno no mide los costos. “El objetivo es
colocar a la región en la vanguardia a nivel nacional, a como dé lugar”, acusan ambientalistas y dirigentes de las comunidades
mapuche.
Según el gobierno neuquino, cerca del 60% de los 1,5 millones de hectáreas [y sólo 60,000 implantadas] que posee corresponde a
propiedades privadas —cuya legitimidad y legalidad en muchos casos es cuestionada por el pueblo mapuche—, mientras que el resto
son tierras fiscales dedicadas a la actividad ganadera trashumante, principalmente de cabras y ovejas.
El problema es cómo compatibilizar las prácticas productivas tradicionales y la actividad forestal. Los sistemas campesinos
tradicionales poseen tres subsistemas que a la vez son indivisibles: la invernada [campos ubicados en tierras bajas], la veranada [en
la ladera de los cerros] y la ruta de arreo [que varía de unos pocos kilómetros a cientos, según cada comunidad] y es justamente
donde la actividad forestal —tal como está diseñada— no es compatible con el uso actual por parte de los pequeños productores. El
cerramiento de grandes extensiones destinadas a las plantaciones [de pino] corta las rutas de arreo [entre las invernadas y
veranadas] y disminuye las superficies de pastoreo.
Conflictos se agravan
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En este contexto se han generado una serie de conflictos territoriales que tendieron a profundizarse en los últimos años. Ante la
merma de su ganado, por la reducción y deterioro de su veranada debido al sobrepastoreo y seca de vertientes por las plantaciones
de pino, en el 2003 la comunidad mapuche Wiñoy Folil reingresó a campos de uso ancestral ubicados en el paraje cordillerano Pampa
de Lonco Luan, en el departamento Aluminé. De ese sitio habían sido desplazados en la década de los 80 por la Corporación Forestal
Neuquina (CORFONE).
En noviembre pasado, en esa misma región, las comunidades Paineo y Cayupán reclamaron a las autoridades provinciales la
restitución de sus veranadas, también vendidas a empresas forestales, mientras que en enero el Consejo Zonal Centro (CZC) —que
reúne a comunidades mapuche del centro de la provincia de Neuquén— y la comunidad Vicente Katrunao Pincén retomaron la
posesión de distintos territorios.
“Así como se han ido entregando [tierras] a privados también hemos iniciado un proceso de recuperación de veranadas que han sido
usurpadas en forma ilegal. Este proceso va en crecimiento porque a medida que nos van cerrando, nos obligan a pegar manotazos
para defendernos de este aprieto y recuperamos el territorio”, expresó Martín Velázquez Maliqueo, logko —autoridad tradicional— de
la comunidad Logko Puran, que integra el CZC.
Aunque el conflicto por el ingreso de empresas forestales a territorio mapuche ha estallado en el centro sur de la provincia de
Neuquén —por el desarrollo alcanzado por estos emprendimientos en esa provincia—, la tensión se extiende al resto de las
provincias patagónicas.
En agosto de 2004 la empresa italiana Ecoxilón suscribió una carta de intención con el gobierno de Río Negro para alquilar un millón
de hectáreas de tierras fiscales por 30 años “para la forestación y producción de oxígeno”. Si bien esa iniciativa quedó en el olvido, en
aquel momento el Consejo Asesor Indígena criticó que las autoridades dispusieran de esas tierras desconociendo los derechos
territoriales que sobre ellas reclama su pueblo.
Especies exóticas
Además de la demanda territorial, los mapuche cuestionan la introducción de coníferas exóticas —pinos ponderosa y contorta
procedentes del oeste de EEUU— que rompen el equilibrio entre los diferentes elementos de la naturaleza.
Las organizaciones ecologistas comparten las críticas a las forestaciones, asegurando que producen cambios en la acidez del suelo,
se imponen sobre las especies nativas por ausencia de predadores naturales, desplazándolas, y modifican los regímenes hidrológicos
por su alta absorción de agua, entre otras observaciones. También anticipan que cuando estas plantaciones estén “maduras” podrían
desembarcar en la región fábricas de pasta de celulosa, industria altamente contaminante, para cerrar el ciclo productivo.
La actividad forestal cobró impulso a principios de la década de los 90 cuando comenzó a implementarse un régimen de promoción,
que fue coronado en 1999 con la ley 25.080 que otorga subsidios y exenciones impositivas, entre otras ventajas. La crisis económica
del 2001 puso un freno a esa carrera y hacia el 2003 el sector forestal primario sólo representaba el 0,3% del producto interno bruto, y
las agroindustrias derivadas, el 2%. La posibilidad de presentar las forestaciones como Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) —
según lo establece el Protocolo de Kyoto— y obtener créditos por la captura de carbono, se presenta como un estímulo extra.
De las provincias patagónicas, Neuquén ha dado el mayor impulso a la actividad forestal, también favorecida por la aptitud de sus
suelos. Concentra el 60% de las plantaciones de la región; actualmente su tasa de forestación es de 3.500 Ha anuales, y la meta
fijada por el Plan Forestal Neuquino 2001 es alcanzar las 10.000 Ha anuales, con un ritmo sostenido de plantación a lo largo de 35
años. La forestación estatal constituye el 63%, que se realiza a través de la CORFONE, con mayoría accionaria de la provincia.
Por Hernán Scandizzo, julio de 2008, e-mail: hernan.gsp.74@gmail.com
El artículo fue publicado originalmente en Julio de 2008 por Noticias Aliadas, disponible en
http://www.noticiasaliadas.org/articles.asp?art=5664
- Un desierto verde en el sur de Latinoamérica
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inicio
Boletin 134 del WRM - Setiembre 2007
Imagínese un área del tamaño de 500.000 canchas de fútbol plantada con una única especie de árbol. ¿Un bosque? No, un desierto
verde. Sin personas, sin agua, sin otras plantas. Dentro de pocos años, ese será el paisaje de Río Grande del Sur, estado del extremo
sur de Brasil, donde tres empresas concentran la producción de celulosa, con daños sociales y ambientales.
El estado de Río Grande del Sur, así como Uruguay y Argentina, forma parte de un sistema ecológico conocido como Pampa, con una
biodiversidad única que incluye cientos de aves y mamíferos que solo pueden encontrarse en ese sistema. El subsuelo de esta región
contiene una de las mayores reservas de agua de América del Sur.
Y precisamente por estas características, este territorio fue elegido por la empresa sueco- finlandesa Stora Enso para sus proyectos
de producción de celulosa. El eucalipto, base de la celulosa, plantado en Brasil puede ser cosechado en siete años. En Escandinavia,
cada árbol plantado para la producción de celulosa precisaría, por lo menos, 50 años para llegar a la fase de la fabricación de papel.
Son tres las empresas que controlan la plantación y la producción de celulosa en Río Grande del Sur. Sin embargo, en la práctica son
una sola. Además de Stora Enso, las otras dos empresas son Aracruz Celulose y Votorantim Celulose e Papel (VCP). Sin embargo,
Stora Enso y Aracruz son parte de la joint-venture Veracel, y VCP es accionista del Grupo Votorantim.
Con los incentivos fiscales otorgados por el gobierno brasileño, estas empresas adquirieron miles de hectáreas de tierras, expulsando
a las familias de pequeños agricultores de la región. En el norte de Brasil, en el estado de Espíritu Santo, Aracruz ya había expulsado
a los pueblos indígenas de la región, robando 10 mil hectáreas de tierras.
La adquisición de tierras también viola la ley brasileña que prohíbe que las empresas extranjeras compren tierras en la zona de
frontera. Por ello, Stora Enso creó una empresa- fantasma, supuestamente de brasileños, para comprar tierras a su nombre.
En las ciudades donde se instalaron, las empresas violan los derechos de los trabajadores. Hombres, mujeres y jóvenes trabajan en
la tala de árboles sin equipos de seguridad. Para no aportar a la seguridad social, la empresa despide a los trabajadores a los 3
meses y los contrata nuevamente con sueldos más bajos.
Además de los problemas sociales, el monocultivo para celulosa también provocará graves consecuencias ambientales. En Uruguay,
donde la empresa finlandesa Botnia y la española Ence poseen 360 mil hectáreas, ya se registró falta de agua, se estima que un
eucalipto consume 20 litros de agua por día. Según la revista Science (23/12/2005), la plantación de eucalipto en la pampa argentina
redujo el 52% de los flujos de agua y secó el 13% de los ríos.
En Río Grande del Sur, según investigaciones de la Universidad Federal, el eucalipto va a consumir 20% más de agua que el volumen
que llueve en el estado. Como este árbol causa desertificación y acidez del suelo, no se sabe qué consecuencias tendrá para las 3 mil
especies de plantas del bioma Pampa.
Adicionalmente, las empresas ni siquiera tienen que pagar impuestos. Es así porque el 97% de la producción de celulosa de estas
fábricas se destina a la exportación. En el auge del neoliberalismo, el gobierno brasileño creó una ley que exonera de impuestos a los
productos exportados.
Hasta el 2006, el proyecto de las empresas se desarrolló en silencio, sin ningún debate con la sociedad. En ese año, se rompió el
silencio con la protesta de las mujeres de Vía Campesina que ocuparon una zona de plantación de eucaliptos en Río Grande del Sur.
Al año siguiente, las mujeres volvieron, y ocuparon, en esa ocasión, diferentes áreas de eucaliptos.
Y en 2008, una vez más y siempre el 8 de marzo, ellas volvieron. Y denunciaron la compra de áreas ilegales por parte de Stora Enso.
La reacción fue violenta.
El área de Stora Enso fue cercada por la policía, se impidió que los periodistas entraran para registrar la acción. Con bombas de gas
lacrimógeno y gas pimienta, la policía agredió a 900 campesinas. Médicos y abogados no pudieron entrar al área. Las mantuvieron a
todas acostadas y con armas apuntadas a la cabeza durante horas. La alimentación solo se permitió después de doce horas.
Aún así, la historia continúa. Desde la primera acción, las campesinas alertaron a la sociedad sobre los riesgos de las fábricas de
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Boletin 134 del WRM - Setiembre 2007
celulosa. Ahora, sus acciones permitieron una mayor articulación con movimientos campesinos y ambientales de América del Sur. Así
como el capital no tiene fronteras, las campesinas brasileñas enseñan que la lucha tampoco puede tenerlas.
Miguel Enrique Stédile, integrante del Movimento Sem Terra y de Via Campesina - Brasil.
inicio
- Chile: un modelo forestal que genera pobreza e indigencia
El caso de Chile es presentado en América Latina como un modelo exitoso en materia forestal, a pesar de que numerosas
organizaciones chilenas y en particular de indígenas Mapuche vienen denunciando desde hace años los impactos de las grandes
plantaciones de pinos y eucalipto instaladas en el sur del país. Sin embargo, ello no ha sido obstáculo para que bien pagos
consultores forestales continúen repitiendo las mismas mentiras y convenciendo a los gobiernos de otros países (Perú y Ecuador son
los casos más recientes) a transitar el ”exitoso” camino chileno. Como parte del paquete publicitario, los promotores del modelo
incluyen la supuesta capacidad de generación de empleos de las plantaciones y la resultante mejora en la calidad de vida de las
poblaciones locales.
En ese contexto, el siguiente extracto de un documento elaborado por dos ingenieros forestales de la Universidad Austral de Chile (1),
demuestra la falsedad de dichas afirmaciones e ilustra, a partir de estadísticas oficiales, la dimensión del desastre social de este
modelo. Al respecto dicen:
“Una de las mayores contradicciones del sector forestal chileno es que mientras ha habido un crecimiento notable de las
exportaciones forestales a partir de plantaciones de pino y eucalipto principalmente distribuidas en las Regiones VIII y IX, la población
de esas Regiones no ha visto mejorada su calidad de vida. Durante el rápido proceso de expansión de las plantaciones
(principalmente durante los 70 y 80) ocurrieron problemas de migraciones, crecimiento explosivo de pueblos bien establecidos y de
desempleo. En la actualidad la actividad forestal en Chile se concentra desde las Regiones VII hasta X, y son justamente estas cuatro
Regiones las que tienen los Indices de Desarrollo Humano (IDH) más bajos. Según datos del gobierno, entre 1990 y 1998 las
Regiones VIII y IX han sido aquellas con mayor cantidad de pobres (40,5% en promedio en 1990 y 27,3% en promedio en 1998) e
indigentes (15,2% promedio en 1990 y 8,5% promedio en 1998). De acuerdo a la misma fuente, la relación entre pobreza y
distribución del ingreso es evidente de acuerdo al Coeficiente de Gini: en 1998 las Regiones VIII y IX presentaban las peores
condiciones de distribución del ingreso en Chile. Por áreas particulares, la IX Región es aquella con un mayor porcentaje de gente que
recibe salud entre regular y muy mala (41,7%), y en educación, las Regiones VII, X y IX son aquellas con mayor porcentaje de
población entre 4 y 17 años que no asiste a un establecimiento educacional. Más aún, la VIII Región, que concentra las mayores
superficies de plantaciones de especies exóticas, es también la más pobre y aquella con el porcentaje de población rural indigente
más alto del país. Luego de la VIII Región, la IX Región es aquella de mayor actividad forestal en Chile y la de mayor concentración
de población Mapuche. Los Mapuche en esta Región perciben la mitad de los ingresos y sus IDH en todos los aspectos son inferiores
a los de la gente no Mapuche. Adicionalmente, en la actualidad existen severos conflictos entre empresas forestales o agrícolas y
comunidades Mapuche por reclamos relativos a propiedad de tierras.”
“Aunque sería injusto atribuir los problemas señalados exclusivamente al sector forestal, los datos señalados sugieren al menos que
éste no ha contribuido a mejorar la situación socioeconómica de los habitantes de estas regiones, ni siquiera a nivel rural. Para
ilustrar, entre los años 1987 y 1996 las Regiones VII, VIII y IX, además de la III, fueron las que registraron peores índices de
superación de la pobreza, mientras que las exportaciones forestales durante el período fueron en ascenso. Esto se explica, entre
otros factores, por los bajos sueldos de los trabajadores, factor que justamente ha ayudado a atraer capitales al sector forestal
chileno.”
Los comentarios huelgan.
(1) Donoso, Pablo y Otero, Luis (2005).- Hacia una definición de país forestal: ¿Dónde se sitúa Chile? Bosque (Valdivia) v.26 n.3.
Valdivia, diciembre
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Boletin 134 del WRM - Setiembre 2007
inicio
- Victorias de la resistencia popular en Perú y Brasil
En medio de tanta apropiación y despojo de los grandes intereses mercantiles resulta refrescante recibir noticias que dan cuenta de
victorias logradas por la tenaz resistencia de los pueblos.
En Perú, el gobierno del Presidente Alan García, en el marco de la implementación del Tratado de Libre Comercio con los Estados
Unidos, aprobó más de 30 leyes y decretos tendientes a expandir la frontera extractiva en la Amazonía, procurando desmantelar los
derechos comunitarios y las comunidades mismas, facilitando la venta de sus tierras, flexibilizando los modos de parcelación o venta,
retirándoles las protecciones espaciales de las que gozaban. En suma, la apuesta era quitarles las tierras, con tal codicia que se
hablaba de dar en concesión hasta las zonas bajas o playas que aparecen en los ríos y donde la gente pobre cosecha su arroz o
maíz. En torno a este proyecto se movilizaban los intereses de agrocombustibles, plantaciones de árboles, petróleo y minería (ver
Boletín No 129 del WRM).
Una de las empresas que se pensaba beneficiar de ese despojo era la compañía de celulosa chilena CMPC, poseedora de enormes
áreas de plantaciones de pinos y eucaliptos en Chile, instaladas durante la dictadura Pinochetista en territorios indígenas Mapuche. Al
referirse al proyecto de la empresa de invertir millones de dólares en Perú, el presidente de la Corporación Chilena de la Madera y ex
Ministro de Pinochet Fernando Leniz dijo que: “Allá [en Perú] hay un mejor clima laboral y un mejor control contra la violencia. Le está
haciendo muy mal a Chile esta idea de que a través de la violencia y de la ilegalidad los grupos de presión pueden satisfacer sus
demandas”. Con esas palabras se refería a la lucha legítima del pueblo Mapuche para recuperar sus territorios ancestrales.
Sin embargo, ni Léniz ni el gobierno peruano se esperaban la firme reacción de los pueblos amazónicos en defensa de sus derechos.
El 8 de agosto, más de 3.000 indígenas y población mestiza de diversas regiones amazónicas se movilizaron declarando un paro
nacional indefinido contra los decretos del Ejecutivo.
El resultado de la protesta social y las movilizaciones fue que el 22 de agosto el Congreso de la República derogó los Decretos
Legislativos 1015 y 1073, que el Gobierno intentaba imponer en desmedro de los Derechos Colectivos Indígenas y a favor de grupos
económicos. El triunfo indígena en el Perú es una clara señal de poder a quienes pretenden destruir la Amazonía y por el momento
hace imposible la instalación de grandes monocultivos de árboles en esa región.
En el caso de Brasil, una histórica decisión judicial acaba de fortalecer la lucha popular contra los monocultivos de eucaliptos. En
efecto, el 28 de agosto pasado, el Tribunal de Justicia juzgó y mantuvo por unanimidad la decisión que determinaba la suspensión
inmediata de toda plantación de eucaliptos en el municipio de São Luiz do Paraitinga-São Paulo, en virtud de los nefastos efectos
ambientales y sociales derivados de la expansión industrial de este monocultivo, hasta que las empresas transnacionales que llevan
adelante las plantaciones realicen Estudios de Impactos ambientales en todas las tierras que cubre este monocultivo devastador,
protegidos por las indispensables audiencias públicas con la población rural afectada. La violación de la medida traerá como
consecuencia una multa diaria de 10.000 reales (unos 6.000 dólares estadounidenses).
En una decisión inédita el Tribunal de Justicia también se desestimó el pedido de la Promotora de Justicia de São Luiz que intentaba
impedir que la Defensoría hiciese el seguimiento de la acción y que cuestionaba la legitimidad de la Defensoría para actuar en el
proceso, sin embargo el Tribunal de justicia entendió, por unanimidad, que la Defensoría no solo puede sino que debe actuar por el
bien de la población en cuestiones ambientales.
El defensor público y autor de la acción, Wagner Giron denuncia que “Ellos [especialmente las empresas Votorantim Celulosa y Papel,
y Suzano Papel y Celulosa] no respetan ninguna norma ambiental. Plantan los árboles sobre los cerros, en bosques nativos,
invadiendo manantiales y secando cursos de agua. Aquí ya hubo intoxicación humana, mortandad de peces y animales. Todo en
virtud de esa violación a las normas ambientales”.(1)
Es importante resaltar que las plantaciones de eucalipto cubren hoy aproximadamente un 20% del municipio de São Luiz.
Casos como estos en Perú y Brasil son luces de esperanza que iluminan el camino de la resistencia justa de los pueblos.
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Boletin 134 del WRM - Setiembre 2007
Artículo basado en: para Perú: comunicación con Vladimir Pinto, correo electrónico: vladimirpinto@gmail.com; y Paul Mcauley, Red
Ambiental Loretana, correo electrónico: redambientalloretana@yahoo.com; “Perú: Un Importante Triunfo de los Pueblos Indígenas
Amazónicos”, Mapuexpress, Informativo Mapuche, http://www.mapuexpress.net/?
act=news&id=3164&PHPSESSID=847e1084eea7a047e12fd762591bd28a; para Brasil: comunicación con Geise Pereira, FASE-ES,
correo electrónico: geise.fase@terra.com.br; (1) “Brasil: Tribunal de Justiça suspende plantio de eucalipto em município de SP”, http://
www.biodiversidadla.org/content/view/full/39528
inicio
En ASIA
– Camboya: mujeres indígenas se pronuncian para proteger el bosque y los medios de vida tradicionales contra las
compañías plantadoras de caucho
En el noreste de Camboya, diversos grupos indígenas viven desde hace siglos preservando un ecosistema de bosque inmenso y
extremadamente diverso, que se mantuvo intacto hasta hace pocas décadas, cuando comenzó su explotación masiva. Las prácticas
agrícolas indígenas, como en muchas otras zonas boscosas del mundo, han contribuido a mantener allí la diversidad biológica y
figuran entre las más sustentables que se conocen hasta ahora.
La perturbación de este sistema ecológico y social está lleno de consecuencias para las comunidades y mujeres indígenas, como lo
explica esta mujer bunong de Mondulkiri:
“La compañía cortó todos los árboles para hacer las plantaciones. Dicen que los indígenas también talan el bosque. ¡Pero los
indígenas no hacen eso! Nosotros interrogamos a los espíritus antes de talar, tratamos de entender a través de los sueños si los
espíritus están de acuerdo, luego talamos sólo pequeñas parcelas para hacer nuestros cultivos, y nunca cortamos los árboles
grandes. En cambio, la compañía corta todo, así que ahora no hay más árboles, ni animales, ni siquiera vegetales. Había seis
grandes bosques aquí en los alrededores, y muchísimos animales silvestres; encontrábamos verduras, medicamentos, resina, raíces,
peces, frutos.
Ahora el bosque fue talado y los espíritus expulsados, de modo que ya no ayudan a la comunidad. Para nuestros mayores se ha
vuelto difícil hacerse respetar por los jóvenes. Antes, los espíritus estaban en torno a la aldea y los jóvenes eran más respetuosos.
Los espíritus ya no ayudan a la comunidad, ni siquiera si nos falta alimento o en caso de enfermedad.
Tenemos miedo de los trabajadores de la compañía, miedo de los drogadictos, de que nos violen, y de que le peguen a nuestra gente.
Esa gente anda por aquí desde hace dos años; vamos a todas partes acompañadas por hombres, porque tenemos miedo. No
respetan a las mujeres, por eso tenemos miedo, y tememos que los hombres de la aldea se vuelvan como ellos, sobre todo los
jóvenes.”
Las plantaciones comerciales no sólo perturban el medio ambiente ecológico, también tienen duras consecuencias para la población.
La inmigración masiva de trabajadores que se produce habitualmente cuando se crea una plantación provoca la sobreexplotación de
recursos, como animales silvestres y peces, que se vuelven escasos y menos accesibles para las comunidades indígenas. Los
inmigrantes provocan a su vez la migración de otras personas no indígenas, como proveedores de servicios, y esto suele contribuir a
modificar el equilibro demográfico en la zona. Los trabajadores de las plantaciones son casi siempre hombres; así, la prestación de
servicios sexuales comienza a multiplicarse y esto contribuye a devaluar el estatus de las mujeres en general, y a hacer que la vida
social se vuelva más machista.
Una mujer Tampuan de Ratanakiri lo explica así: “Aquí ya no quedan bosques, sólo tenemos plantaciones de caucho. Ahora todo el
mundo también quiere vender la tierra; quieren plantar castañas de cajú, soja o mandioca. La gente se quejó de estas ventas de
tierras, pero no pudieron recuperarlas. Ahora los aldeanos hacen lo mismo y quieren también ellos vender sus tierras. Piensan que si
no venden, las compañías se las van a sacar de todos modos. Los hombres quieren vender la tierra, ya no escuchan a las mujeres,
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quieren dinero. A los ancianos les responden: ‘si queremos vivir de otra manera es cosa nuestra, no es asunto de ustedes...’ No
escuchan a los ancianos y venden su tierra; luego invaden la tierra de otros, se producen disputas, dicen que es un asunto privado, no
de la comunidad, y empieza a haber montones de conflictos entre la gente y entre los hombres y las mujeres. Los hombres beben, ¡y
cuando no tienen dinero venden pedazos de tierra para pagar sus deudas! Los que venden su tierra se vuelven pobres, y luego
borrachos. Las familias sin tierra suelen ponerse a beber mucho, viven emborrachándose”.
Donde la explotación comercial intensiva en tierras que antes eran bosque tiene consecuencias más dramáticas es en las
comunidades. Esta forma de desarrollo transmite valores sumamente destructivos para la trama social de las comunidades indígenas
y de los seres humanos en general. El dinero, el individualismo, la competencia y el consumismo rompen el pacto de solidaridad que
anima a las comunidades. Aparecen divisiones entre sus miembros, entre los viejos y los jóvenes, entre las mujeres y los hombres. La
economía de mercado es machista, y los hombres suelen dejarse seducir más fácilmente por el atractivo del dinero y la economía
monetaria.
Las mujeres pagan caro esta perturbación de sus sociedades y valores. Su carga de trabajo aumenta, dado que muchos recursos que
suelen recolectar en las cercanías, como leña, agua, vegetales, materiales para artesanías, herramientas, medicinas, pequeños
animales o resina, ya no están a mano. Cuando llegan las plantaciones, los indígenas tienen que llevar sus cultivos a otra parte, lo
cual obliga a las mujeres a hacer largas caminatas para llegar a ellos y trabajar en la huerta familiar. Si los hombres son contratados
para trabajar en la plantación, las mujeres quedan solas para ocuparse de todo. Su trabajo en la propiedad familiar garantiza la
alimentación de la familia, pero es una tarea invisible y no valorada porque no se inscribe en el marco de la economía monetaria. Sin
embargo, es esto lo que permite a las empresas sacar ventaja manteniendo bajos los salarios de los trabajadores. En el contexto
masculino que esta forma de desarrollo neo-colonial está forjando, las mujeres indígenas cumplen tareas agotadoras pero no
reconocidas, y su posición en la sociedad se debilita cada vez más.
Para las mujeres, el bosque representa mucho más que la mera subsistencia: también es placer, un lugar agradable, diversión, una
puerta abierta a la imaginación. Como dice Lun, una mujer de Ratanakiri: “A nosotras las mujeres nos gusta mucho el bosque, es
fresco y es divertido. Nos gusta ir allí, no nos asusta, y pasamos buenos momentos. Cuando yo era niña solíamos ir al bosque y
dormir allí, con mi padre y mi tío que vivía en una aldea cercana. Era algo muy agradable, atrapar pececitos y cangrejos en las
charcas, recolectar resina o encontrar brotes de bambú. A veces encontrábamos algún tipo especial de hojas, y solíamos pasar allí la
noche para recolectar resina. Pero ahora es difícil porque está la compañía, no sabemos cómo sucedió, si el bosque fue vendido o si
simplemente lo tomaron, lo cercaron y pusieron un cartel para prohibir la entrada.”
Cuando un bosque es talado se pierde algo más que los productos tangibles. El bosque es el refugio de los espíritus, la fuente de
historias y epopeyas, un lugar de aventuras y desafíos, y el lugar que aguarda a todos al final de la vida. Y también concierne a las
estrellas, como nos dijo una joven Kreung de Ratankiri: “Cuando hay muchas estrellas en el cielo, algunas vienen a dormir con las
niñas y otras van a dormir con los varones. Yo aprendí de los mayores que las estrellas cuidan el bosque. Eso es lo que sé.”
Por Margherita Maffii, Phnom Penh, setiembre de 2008, correo electrónico: mafpol@gmail.com
inicio
- Indonesia: duras condiciones laborales para las trabajadoras de las plantaciones de palma aceitera
Indonesia es el segundo productor mundial de aceite de palma; cerca del 80% de la producción total de aceite de palma proviene de
Malasia e Indonesia. Con cerca de 6 millones de hectáreas plantadas con palma aceitera, Indonesia tiene prevista una considerable
expansión y planea llegar a 20 millones de hectáreas de aquí a 2020.
La expansión de la palma aceitera ha implicado y sigue implicando la ocupación de tierras tradicionales por empresas que empiezan
por “despejar el terreno” (o sea deforestarlo) para luego establecer una plantación. La ocupación de la tierra implica a su vez el
desplazamiento de las comunidades de la zona, lo cual desencadena numerosos conflictos, unos 400 en todo el país, según la ONG
indonesa Sawit Watch.
Para las comunidades rurales, la tierra es la base de sus medios de vida. Según el WorldWatch Institute, un “estudio realizado en la
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zona en 2006 comprobó que los sistemas de pequeñas propiedades agrícolas permitían subsistir a 260 veces más personas por
hectárea que las plantaciones de palma aceitera.” (1)
Sin embargo, las compañías de palma aceitera llegan protegidas por concesiones legales y con falsas promesas de empleo para las
comunidades. Los campesinos que se han visto privados de su tierra y sus medios de vida suelen estar obligados a emigrar, y
terminan viviendo en tugurios urbanos o trabajando en esas mismas plantaciones que los desalojaron. Una vez allí, deben enfrentar la
pobreza, condiciones laborales inseguras, frecuentes violaciones de sus derechos, paga insuficiente e intimidaciones por parte de sus
empleadores.
Oxfam Internacional denunció que “Si bien las leyes indonesas reconocen el derecho de formar un sindicato, la Confederación sindical
internacional señala que, en la práctica, los derechos sindicales se ven considerablemente disminuidos por la intimidación y por los
larguísimos procesos de mediación que terminan obligando a los sindicatos a recurrir a la huelga salvaje. En este contexto, la
compañía aceitera indonesa Musim Mas despidió en 2006 a más de 700 sindicalistas, en represalia por haber hecho huelga; sacó por
la fuerza de sus hogares a los trabajadores y a 1.000 miembros de sus familias y expulsó a sus hijos de la escuela” (2). (Ver también
el Boletín nº 109 del WRM)
El trabajo en las plantaciones de palma aceitera es duro tanto para los hombres como para las mujeres, aun siendo diferente. Es
frecuente que las mujeres ayuden a sus maridos, generalmente sin remuneración, para que ellos puedan cumplir con las exigentes
cuotas de producción. Aparte de eso, las mujeres tienen que ocuparse de los niños, preparar la comida y traer la leña y el agua que
están ahora bastante lejos porque las plantaciones destruyeron el bosque. Cuando las mujeres trabajan como empleadas suelen
recibir salarios inferiores a los de los hombres. Esta discriminación se establece argumentando que su trabajo es más sencillo que el
de los hombres.
Según un artículo de la Rainforest Action Network, “A las mujeres se les asigna tareas que parecen menos exigentes pero que, en
realidad, son más peligrosas y exigen mayor esfuerzo físico que las de los hombres. En Indonesia, se encarga a las mujeres la
pulverización de plaguicidas porque esta tarea es menos agotadora que otras. Lamentablemente, raras veces les dan el equipo de
protección adecuado, como guantes y máscaras. Cuando vuelven a sus hogares, tienen que preparar la comida para sus familias,
llevando aún residuos de plaguicidas en la piel y en la ropa”. (3)
Paraquat y Glifosato (Roundup) son los herbicidas más comúnmente utilizados en las plantaciones de palma aceitera. Además de los
problemas de salud que provoca la exposición directa a estos tóxicos, la publicación Down To Earth (DTE) reveló que los herbicidas
pueden ser barridos por la lluvia “hasta los ríos y arroyos que son la única fuente de agua para todas las necesidades domésticas –
incluso para beber – de las aldeas que rodean las plantaciones. Por otra parte, los suelos arenosos no retienen los herbicidas”. (4)
La publicación da rostro humano a las estadísticas citando el caso de Mardiana, más conocida como Etek, quien trabaja para PT Agro
Masang Perkasa, en el distrito de Agam de Sumatra occidental. “Trabaja allí desde 1994 y lo seguirá haciendo, dado que no hay otro
empleo que pueda conseguir para mantenerse a sí misma y a su familia”, explica un breve informe basado en una entrevista que se le
realizó en Bogor, en junio de 2008. (5)
Desde que un herbicida le entró por accidente en el ojo derecho hace tres años, no ve con ese ojo. “Antes, cuando algo me entraba
en el ojo yo lo frotaba. Ahora está así, como el ojo de un pescado salado”, dice.
Etek trabaja en la plantación, principalmente pulverizando herbicidas entre las filas de palmeras. Hay sólo tres grupos de
pulverizadores. Cada grupo se compone de nueve o diez personas, y hay una que está a cargo. En un día, cada persona debe cubrir
nueve filas o aproximadamente dos hectáreas.
Con dos litros de Roundup mezclados con 16 litros de agua, los trabajadores y trabajadoras pueden cubrir dos hectáreas de
plantación. En general trabajan en parejas, y cada persona gana Rp30.000 (US$ 3,25) por esas dos hectáreas. En la época de la
cosecha, Etek gana también Rp 400 (unos 4 centavos de dólar) por cada racimo de frutos de palma, sin importar si son grandes o
chicos. Como pulverizadora, también recibe Rp 8.000 (alrededor de 80 centavos de dólar) para comprar leche. Al inicio, la empresa
les da máscaras de protección y el equipo de pulverización, pero no los reemplaza cuando se gastan o se rompen. Un nuevo
pulverizador, o lo que los trabajadores llaman un “kep”, cuesta Rp 200.000 (US$ 22), y se puede pagar en cuatro cuotas mensuales.
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Aunque no reciben formación suficiente sobre los peligros de los productos químicos tóxicos, Etek y sus amigas saben que no deben
hablar mientras pulverizan, hasta que llegan al tanque de agua donde rellenan los pulverizadores. Saben que los productos químicos
tóxicos pueden entrar en su cuerpo por la boca.
Sea que el producto final de ésta u otra plantación de palma aceitera sea biodiesel, cosmético o aceite de palma, la etiqueta que
indica el contenido debería incluir el porcentaje de salud perdida por Etek y las demás trabajadoras de la plantación. Por lo menos
para rendir cuentas ante la sociedad.
Fuentes:
(1) http://www.worldwatch.org/node/5821
(2) http://www.oxfam.org.nz/imgs/pdf/biofuels%20briefing%20note.pdf
(3) http://ran.org/campaigns/rainforest_agribusiness/resources/fact_s
heets/hostile_harvest_us_agribusinesses_and_labor_rights_abuses/
(4) http://www.downtoearth.org.in/
(5) http://dte.gn.apc.org/78.pdf
inicio
- Malasia: quiénes pierden con el negocio de la palma aceitera
En Malasia, la expansión del aceite de palma va de la mano de la deforestación – si bien los funcionarios del gobierno sostienen lo
contrario.
Un comunicado de prensa emitido por Sahabat Alam Malaysia [SAM] Amigos de la Tierra, Malasia, el 6 de agosto de 2008, revela
que unos 2,8 millones de hectáreas de tierras, principalmente boscosas, de Sarawak, fueron entregadas para concesiones de
plantaciones, sobre todo de palma aceitera y árboles de crecimiento rápido para celulosa.
Sin embargo, las comunidades que poseen Derechos Consuetudinarios Nativos en dichas zonas no fueron tomadas en cuenta en el
proceso de otorgamiento de licencias. Como dice la declaración, ellos en general se dan cuenta de que “su tierra será afectada
recién después de comenzado el trabajo en el terreno. … Una vez que sus tierras son desmontadas, los pueblos pueden verse
afectados por impactos ambientales que van desde la alteración de los ciclos ecológicos, del agua y de los nutrientes del suelo hasta
la erosión y la sedimentación de los ríos, los peligros de incendio y la contaminación causada por los agroquímicos y las plantas de
procesamiento”.
Para los indígenas de Sarawak, la tierra que les pertenece por Derecho Consuetudinario Nativo es muy importante. Como explicó
Tuai Rumah Ladon anak Edieh, un agricultor de 70 años que vive en Ulu Bawan, distrito de Balingian, división de Mukah, durante una
entrevista realizada en 2006:
“La tierra satisface todas nuestras necesidades, como el alimento que obtenemos de los cultivos que plantamos, las plantas silvestres
que recolectamos y las hierbas que utilizamos como medicina. Utilizamos nuestro bosque para obtener la madera con que
construimos nuestra casa comunitaria, nuestra canoa y nuestro ataúd cuando morimos. Podemos cazar jabalíes y otros animales así
como pescar en los riachuelos de las zonas que nos pertenecen por el derecho consuetudinario nativo. Estamos apegados a
nuestras tierras. … Si nos quitan la tierra no vamos a poder sobrevivir.”
Pero ese es el destino al que se han enfrentado. En 1973, fueron engañados por los políticos y los funcionarios del gobierno para
“desarrollar” su tierra plantando palma aceitera. El acuerdo con la empresa comenzó como una especie de arrendamiento de la tierra
y se ofreció a la comunidad la posibilidad de trabajar en la plantación por un salario bastante bajo, que no compensaba los recursos
que obtenían del bosque. Y para colmo, la compañía continuó plantando palma aceitera después de vencido el período de
arrendamiento.
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Un artículo de Rhett A. Butler, publicado en Mongabay (http://www.mongabay.com/borneo/borneo_oil_palm.html), habla de la
disminución significativa de la diversidad biológica luego de la conversión del bosque en plantación de palma aceitera, y explica que
“muchos animales no quieren moverse entre las plantaciones mientras que otros, como los orangutanes, se vuelven una plaga para
los cultivos y quedan bajo la amenaza de la caza furtiva por parte de los encargados de las plantaciones. El uso de herbicidas y
plaguicidas puede también afectar la composición de las especies y contaminar los cursos de agua de la zona. Los sistemas de
drenaje necesarios para las plantaciones (en Borneo, las plantaciones de palma aceitera se hacen a menudo en bosques de pantano)
pueden hacer disminuir los niveles freáticos, afectando las zonas boscosas vecinas. Además, la destrucción de las turberas aumenta
el riesgo de inundaciones e incendios. Los fuegos iniciados por grandes propietarios de plantaciones de palma aceitera para despejar
la tierra fueron la principal causa de los incendios masivos de 1997-1998 en Borneo. … El sistema existente parece arrastrar a
algunos propietarios de pequeñas plantaciones a una situación similar a la esclavitud”.
Para las comunidades indígenas, la invasión de sus territorios por industrias extractivas significó el trastorno de sus economías de
subsistencia; luego fueron forzadas a entrar en una economía monetaria, que en general depende de la madera. Sin embargo, como
explica Butler: “Dada la escasez de madera en algunas partes de Borneo … la palma aceitera parece ser la mejor alternativa para
comunidades que, a duras penas, se ganan la vida con el cultivo de caucho, las quintas de frutales y los arrozales de subsistencia.
Cuando una gran empresa agrícola llega a una zona, algunos miembros de la comunidad suelen mostrarse ansiosos por formar parte
de una plantación de palma aceitera. Al no tener títulos legales de sus tierras, los negocios suelen estructurarse como para que los
miembros de la comunidad adquieran de 2 a 3 hectáreas (508 acres) para el cultivo de palma aceitera. Normalmente piden prestados
entre 3.000 y 6.000 dólares (a un interés anual del 30 por ciento), para comprar las plantas, fertilizantes y otros insumos. Como la
palma aceitera demora aproximadamente 7 años en dar frutos, trabajan como jornaleros en plantaciones maduras, por 2,50 dólares
por día. Mientras tanto, su parcela no genera ningún ingreso pero requiere fertilizantes y plaguicidas, que deben comprar a la empresa
de palma aceitera. Cuando su plantación se vuelve productiva, el ingreso promedio mensual por un lote de 2 hectáreas es de $ 682 a
$ 900. En el pasado, según Curran, el caucho y la madera generaban entre 350 y 1000 dólares por mes. El bajo nivel de ingreso
combinado con los altos costos de puesta en marcha y los pagos de intereses relativamente altos, prácticamente asegura que los
pequeños propietarios estarán endeudados con la empresa a perpetuidad. El cultivo de palma aceitera también hace que la población
local se vuelva más dependiente de las empresas agrícolas, ya que dejan de cultivar sus propios alimentos.”
Mientras tanto, las empresas de palma aceitera están haciendo fortunas. “Algunas empresas de Kalimantán Occidental están teniendo
una tasa de retorno interno anual del 26 por ciento en un período de 25 años; una cifra increíble”, revela Butler. Parece que el actual
auge de la demanda de agrocombustible permite que las plantaciones de palma florezcan a expensas de las comunidades locales.
Artículo basado en: “Plantation development in Sarawak, deforestation and Native Customary Rights (NCR)”, August 6, 2008, Sahabat
Alam Malaysia [SAM] Friends of the Earth, Malaysia, sent by SAM, e-mail: sam_inquiry@yahoo.com; " Indigenous Community
Struggle - Sungai Bawan, Balingian, Mukah Case", http://www.rengah.c2o.org/assets/pdf/de0122a.pdSarawak; “The Impact of Oil
Palm in Borneo”, Rhett A. Butler, http://www.mongabay.com/borneo/borneo_oil_palm.html
inicio
- Tailandia: la diversidad y el uso comunitario de los bosques versus el monocultivo y los parques
La ruta que une Trang y Krabi, en el sur de Tailandia, es un ejemplo de lo que los economistas llaman desarrollo. Lo que antes era un
bosque tropical exuberante se ha convertido en filas y más filas de palmas aceiteras o árboles de caucho. Sólo rompen la monotonía,
aquí y allá, unas pocas casas y tiendas rodeadas por un mar de monocultivos de árboles. Al final de la ruta, granjas camaroneras
ocupan el lugar de los manglares, y sólo una delgada fila de mangles bordeando el río ha escapado a la destrucción. El monocultivo
parece haber ganado la partida a la rica diversidad de la región.
Enfrentados a las críticas que provoca este modelo, los funcionarios gubernamentales se apresuran a responder que la diversidad
biológica está protegida en una serie de parques nacionales y reservas que garantizan la conservación de las especies nativas de
flora y fauna.
Sin embargo, muchos habitantes de la zona están descontentos, tanto con los monocultivos como con las políticas oficiales para la
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conservación del bosque, y han formado organizaciones para que esta situación cambie. Una de estas organizaciones es la “Red de
organizaciones populares para la cordillera de Bantad”, en la cual se han reunido diversas personas que se enfrentan a problemas
similares.
Los problemas empezaron hace unos 30 años, cuando el gobierno comenzó a establecer diversos tipos de áreas protegidas en los
bosques en los que las comunidades locales habían vivido por siglos, como es el caso del grupo étnico Sakai. Para poder permanecer
en la zona debían probar que vivían allí antes de que la ley forestal fuera aprobada. Más aún, sólo se les autorizaría a realizar sus
actividades tradicionales en el bosque si: 1) la zona no era considerada “en peligro” o “vulnerable” por el gobierno; 2) la pendiente era
de menos de 30%. La aplicación de estas dos condiciones volvía ilegales casi todas las actividades, dado que cualquier zona puede
ser declarada “vulnerable” o “en peligro”, y que las comunidades locales han usado siempre todas las alturas de terreno con distintos
fines.
Lo que esconde el modelo de conservación mencionado es el papel histórico que ha cumplido el gobierno en la destrucción del
bosque, al promover tanto el monocultivo como las concesiones forestales.
En el caso del monocultivo, los miembros de la Red de la cordillera Bantad explican que “el Fondo del Caucho pertenece al gobierno.
Los funcionarios del Fondo vienen a la zona para promover las plantaciones de caucho. Los agricultores locales reciben fondos para
plantar monocultivos en tierras individuales, por medio de un contrato. Al principio la gente está contenta, pero luego surgen los
problemas. Antes, tenían huertos integrados de caucho y otras plantas, pero ahora son monocultivos, y hay deslizamientos de terreno.
La gente pierde sus medios de vida tradicionales. Otra consecuencia es que aumenta el control gubernamental, de modo que las
actividades de la gente del lugar son declaradas ilegales y sancionadas. La vigilancia la realizan los guardias forestales, incluso con
helicópteros. Hay muchos juicios contra los pobladores (13 en este momento), y también multas que van de 100.000 a 5 millones de
baths. La comunidad también debe pagar fianzas para sacar a su gente de la cárcel.”
El gobierno también es responsable de la destrucción del bosque debida a las concesiones forestales pasadas. Los representantes de
una comunidad miembro de la Red de la cordillera Bantad explicaron que vinieron con la compañía maderera y luego se quedaron en
la zona. Ahora han establecido un sistema de huertos integrados tradicionales, donde los árboles de caucho alternan con frutales,
beteles, pimientos, porotos y una larga lista de otras plantas que cubren sus necesidades. Así, la comunidad está mejorando un
entorno que fue degradado por una concesión forestal otorgada por el gobierno.
A pesar de la función positiva que están cumpliendo, las comunidades tienen problemas con el gobierno. Según explican, tienen poca
tierra para la agricultura (de 1 a 5 hectáreas por familia) y usan el bosque como parte de sus medios de vida. La mayoría viven de lo
que producen sus huertos, complementado con la caza (sin armas de fuego), la pesca, la recolección de caracoles, hongos, brotes de
bambú y otras actividades similares. Pero, según el gobierno, la mayoría de estas actividades son ilegales. “En realidad, todo es
ilegal”, dicen ellos. El gobierno trató de reubicarlos, pero no lo aceptaron y se resistieron de todas las formas posibles. Su lucha es por
la seguridad alimentaria, por el derecho a elegir, por “el derecho de definir nosotros mismos nuestro futuro”.
Un aspecto que merece ser destacado es la ruta de acceso a la comunidad mencionada. Uno de los argumentos que usan los
gobiernos para abrir rutas en el bosque es que eso permitirá a la gente estar en contacto con el mundo exterior. Sin embargo, la
mayor parte de esas rutas se construyen para favorecer a las empresas que quieren acceder a los recursos naturales (madera,
minerales). Por lo tanto, son lo bastante anchas como para que puedan pasar los grandes camiones que extraen dichos recursos. En
cambio, en el caso de esta comunidad, la ruta está hecha para la gente, adaptada a la situación local, donde la mayoría de las
familias poseen una motocicleta; por lo tanto, tiene menos de un metro de ancho y sólo está pavimentada en las pendientes
pronunciadas. La gente puede pasar fácilmente, pero las empresas no.
Otro proceso interesante que se está desarrollando en la región es la Red de Agricultura Alternativa. Como el precio de la palma
aceitera y el caucho es alto en este momento, los agricultores locales ganan mucho con estos cultivos. Al mismo tiempo, los
fertilizantes químicos se han vuelto muy caros por el alto costo del petróleo. Esto, junto a los problemas de salud y ecológicos del uso
de agrotóxicos, ha llevado a que más agricultores estén dispuestos a adoptar una agricultura más diversificada y orgánica. Los
fertilizantes químicos están siendo reemplazados por productos orgánicos, y se están introduciendo muchas otras plantas (para
alimento, madera, medicina, fibras) debajo de los monocultivos. Aunque la producción del cultivo principal se reduce un poco, esto se
ve compensado por el menor costo y por la gran variedad de otros productos para autoconsumo y comercialización. También se
percibe este método como un seguro contra eventuales caídas del precio internacional del caucho y el aceite de palma, como ya
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Boletin 134 del WRM - Setiembre 2007
sucedió en el pasado, sobre todo en el caso del caucho.
En suma, los habitantes y las comunidades se han organizado para proteger su medio ambiente, sus medios de vida y sus derechos.
El paquete de monocultivos, agrotóxicos y áreas protegidas contra la gente propuesto por el gobierno está siendo reemplazado por un
sistema diversificado, de base comunitaria y respetuoso del medio ambiente. Como dicen los habitantes de la zona, “queremos estar
orgullosos de lo que somos y de lo que hacemos”. Ciertamente, tienen motivos para estarlo.
Artículo basado en testimonios locales recogidos durante una visita efectuada por el WRM en julio de 2008.
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En ÁFRICA
– Camerún: los Bagyeli, grandes víctimas de las plantaciones industriales
En el suroeste boscoso de Camerún, cerca de Kribi, se encuentran dos plantaciones industriales gigantescas que cubren en total una
superficie de 62.000 ha. Una de ellas, HEVECAM, es un monocultivo de heveas perteneciente al grupo singapurense GMG, y la otra,
SOCAPALM, es una plantación de palma aceitera, propiedad del grupo francés Bolloré.
HEVECAM y SOCOPALM lindan con una decena de comunidades de cazadores recolectores bagyeli (“pigmeos”). Estos se han
caracterizado siempre por su gran dependencia del bosque y por su notable habilidad para manejarlo. La aldea bagyeli es la unidad
socioeconómica central, en torno a la cual se organizan las actividades de producción y consumo, basadas en la caza y la recolección
pero también, cada vez más, en la agricultura. La economía tradicional bagyeli se guía por los ciclos reproductivos naturales (no
agrícolas). Cada aldea se compone de algunas chozas (hasta una decena) donde vive una población que puede oscilar entre 15 y 70
personas. El funcionamiento de las aldeas es sumamente igualitario. Cada una posee ciertas normas consuetudinarias que rigen un
espacio determinado del bosque, principalmente en lo referente a la extracción de recursos naturales. A su vez, estas normas de
exclusividad tienen como contrapartida una “obligación de buena convivencia” fundada en lazos de amistad con los miembros de otras
comunidades.
Los principales problemas que plantea el establecimiento de HEVECAM y SOCAPALM se originan en la desaparición de una gran
extensión de bosque donde vivían los bagyeli. He aquí dos casos concretos:
·
Kilombo I es una aldea bagyeli que quedó encajonada entre SOCAPALM y HEVECAM. La situación de sus habitantes es
especialmente difícil, debido a su aislamiento y a la destrucción de su bosque. SOCAPALM los obligó a abandonar el bosque
donde vivían para poder instalar la plantación, y prometió darles a cambio casas modernas. Sin embargo, al día de hoy todavía
no les ha dado ninguna casa ni indemnización alguna, por ejemplo por las tumbas que destruyó. Estos bagyeli están ahora
rodeados por plantaciones en las que no se les permite entrar. La población de Kilombo I disminuyó drásticamente desde el inicio
de la plantación.
·
Nyamabandé es una comunidad bagyeli situada en el límite entre HEVECAM y el parque nacional de Campo-Ma’an. Los
bagyeli se vieron obligados poco a poco a sedentarizarse en los lindes de la zona protegida, donde sólo recientemente han
recobrado el derecho a cazar y recolectar. Por el contrario, en el perímetro de HEVECAM, sólo los adultos están autorizados a
recoger caracoles. El Convenio de Establecimiento entre el gobierno y HEVECAM (firmado el 15 de setiembre de 1998) no
menciona ni una sola vez los intereses de los bagyeli.
Las posibilidades de conseguir trabajo en las plantaciones son muy escasas: HEVECAM no contrata caucheros bagyeli, y
SOCAPALM tampoco les ofrece empleos contractuales. En las contadas ocasiones en que SOCAPALM les propone un trabajo
temporal, les paga menos que a los trabajadores bantúes. Del mismo modo, para desmalezar periódicamente la plantación
HEVECAM recurre a un subcontratista, el cual emplea a los bagyeli y los explota de manera escandalosa.
En lo que respecta a la salud, los bagyeli sostienen que las enfermedades son menos frecuentes en el bosque que en las
inmediaciones de las plantaciones. De hecho, los mosquitos pululan y se reproducen en los charcos de agua estancada entre las filas
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Boletin 134 del WRM - Setiembre 2007
de árboles. Como corolario, la malaria y el cólera afectan hoy más que antes a las poblaciones de la región. Nuestros informantes
bagyeli señalan también que hay ahora una mayor incidencia de la hipertensión arterial y la depresión. Los problemas derivados de la
mala alimentación y la contaminación del agua (agroquímicos, erosión) se agravan sobre todo por la falta de medicamentos
tradicionales (frecuentes casos de aborto, trastornos intestinales crónicos). Al no formar parte del personal asalariado, los bagyeli no
tienen acceso gratuito a los hospitales y escuelas pertenecientes a las plantaciones.
En otras épocas, los bagyeli encontraban en el bosque todo lo necesario para vivir, pero ahora sólo encuentran caza fuera de las
plantaciones y, sobre todo, adentrándose mucho más en el bosque. Del lado del parque de Campo-Ma’an, la fauna escasea, no sólo
debido a la plantación sino porque hay numerosos cazadores furtivos que viven en ella. El 75% de la ingesta de proteínas de los
trabajadores de HEVECAM proviene de la caza ilegal. La caza comercial también aumentó considerablemente estos últimos años; en
el pasado, se cazaba únicamente para el consumo personal local. Se calcula que hay más de dos mil armas de fuego en situación
irregular en la región de HEVECAM. Para los bagyeli esto se ha convertido en un grave problema, que irá aumentando a medida que
se intensifiquen las actividades industriales.
Por: Julien-François Gerber, correo electrónico: julienfrancoisgerber@campus.uab.es
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- Liberia: caucho con dolor – la dura vida de los trabajadores de Firestone
En 1926, la compañía Firestone Tire & Rubber firmó un contrato con el gobierno de Liberia por el cual arrendó durante 99 años un
millón de acres [unas 405.000 hectáreas] para establecer allí una plantación de caucho. La superficie total de la concesión de
Firestone representa el 4% del territorio y casi el 10% de las tierras fértiles del país.
Firestone ocupa actualmente unas 240 millas cuadradas (aprox. 62.000 ha) de la concesión y tiene unos 7.000 empleados, en su
mayoría caucheros. Hay también cerca de 4.000 jornaleros que trabajan para la empresa sin contrato, y por lo tanto sin beneficios
tales como servicios de salud y educación para sus familias. Además, otras 4.000 personas trabajan en la plantación para los
caucheros, sin relación legal con la empresa.
Los caucheros trabajan unas 12 horas por día sin equipo de protección (guantes, lentes, botas de lluvia, impermeables y otros
elementos de seguridad), a menos que lo compren ellos mismos. Deben cargar sobre los hombros desnudos el látex que producen,
en dos baldes colgados de un palo, que pesan cada uno 70 libras [31,7 kg].
Esta forma primitiva de transportar el látex no ha cambiado desde 1926. Los trabajadores caminan hasta los puestos de pesaje, que
pueden estar a tres millas de distancia [4,8 km] de los árboles, cargando 140 libras [63,4 kg] sobre sus hombros. Firestone no provee
ningún otro medio de transporte. Los caucheros que se desloman realizando esta tarea corren el riesgo de sufrir daños y
deformaciones con el paso del tiempo.
El cauchero se despierta cada mañana a las cuatro de la madrugada para empezar a sangrar los árboles, que pueden sumar hasta
750 en una jornada normal. Sin embargo, si no completa la cuota diaria sólo cobrará la mitad de los $ 3,38 que le pagan por día. La
alta cuota fijada no le deja otro remedio que permitir que lo ayuden los miembros de su familia, o subcontratar a alguien.
Los caucheros trabajan todos los días del año, incluso los feriados nacionales con la sola excepción de la Navidad, y producen un
gran volumen de látex. En promedio, la producción mensual de un cauchero equivale a US$ 2.296,80 en Liberia y US$ 3.915,00 en el
mercado mundial, mientras que el cauchero recibe US$ 125. De ese sueldo mensual puede tener que pagar a uno o dos
subcontratados para que lo ayuden.
“Esta gente nos trata como esclavos porque no tenemos a nadie que hable por nosotros y no tenemos dónde conseguir otro trabajo.
Uno produce más de 5 toneladas de látex por mes para la compañía, y no le pagan ni lo que vale una tonelada”, dijo un cauchero con
amargura.
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Boletin 134 del WRM - Setiembre 2007
Además de extraer látex, los caucheros deben aplicar productos químicos (tanto fungicidas como estimulantes) a los árboles, para
protección y para aumentar la producción. También deben quitar la maleza bajo los árboles. Esta carga de trabajo hace que muchos
de ellos deban contratar ayudantes para terminar con todo. Si el cauchero tiene una familia numerosa y no le alcanza su salario o su
provisión de arroz para pagar a un ayudante, su esposa se ve obligada a abandonar a los niños para ayudarlo a cumplir con su cuota
de producción.
Existen grandes desigualdades entre los jornaleros y el resto del personal de Firestone. Por ejemplo, un superintendente encargado
de vigilar a los caucheros gana más de US$ 700 por mes, según su nivel de educación, vive en un bungalow bien amueblado y
disfruta de otros beneficios, por ejemplo primas por una producción mensual superior a la establecida.
En cambio, los caucheros y demás jornaleros viven en casas ruinosas, la mayoría de las cuales fueron construidas en la década de
1930, cuando Firestone empezó a operar; tienen un solo ambiente, no tienen electricidad ni agua corriente, ni retrete interior, ni
cocina, ni cuarto de estar, ni cielo raso. Con sólo un techo improvisado de chapas de amianto, muchas de estas estructuras se llueven
profusamente.
“Cuando llueve, tenemos que poner tazones por todos lados para que el lugar no se llene de agua”, denunció un trabajador.
El agua limpia es un lujo en la plantación. En más de 20 campamentos visitados extra oficialmente por un equipo de investigación de
SAMFU desde noviembre de 2006 hasta la fecha [de publicado el informe], había en promedio dos bombas manuales, para una
población de aproximadamente 500 personas. Estas bombas están en pozos excavados a mano, que por lo tanto no tienen agua
durante casi toda la estación seca. Esta situación no deja otra opción a los caucheros, los demás empleados no calificados y sus
familias, que beber el agua de pozos poco profundos y pequeños arroyos. Mientras tanto, el resto del personal tiene acceso a agua
corriente y a agua potable especialmente tratada dentro de la planta de procesamiento.
La compañía intentó controlar la organización de los trabajadores a través de la Unión de trabajadores agrícolas de Firestone de
Liberia (FAWUL), hasta que las fuertes presiones ejercidas por los trabajadores de la plantación y por las dos principales federaciones
de trabajadores de Liberia hicieron que el gobierno suspendiera la Unión. Se llamó a elecciones para crear un sindicato independiente
y democrático.
A fines de abril de 2007, los trabajadores iniciaron una huelga para protestar contra los intentos de la dirección de Firestone de
postergar las elecciones. Según se informó, durante la huelga, el 27 de abril de 2007, la policía golpeó brutalmente, con palos y
bastones, a huelguistas pacíficos, persiguió a trabajadores inofensivos por toda la ciudad de Harbel (donde está ubicada la planta de
procesamiento de Firestone), irrumpió en varias casas y golpeó a muchas personas inocentes, dejando decenas de heridos. Dos
docenas de trabajadores recibieron heridas tan graves que debieron faltar a su trabajo mientras recibían tratamiento. Uno de ellos
murió más tarde a causa de las heridas sufridas durante el ataque. Además, se disparó gas lacrimógeno contra la población de
Harbel, a pesar de que había niños, mujeres y ancianos. Parece que muchos trabajadores inocentes fueron no sólo arrestados
innecesariamente, sino detenidos sin justificación.
“Si usted ha visto a las personas que producen el látex, el lugar donde viven, el tipo de trabajo que hacen, la comida que comen y el
dinero que llevan a casa como salario... tendrá conciencia de dónde proviene el caucho para los objetos que usa a diario.”
Extractado y adaptado de: “The Heavy Load. A Demand for Fundamental Changes at the Bridgestone/Firestone Rubber Plantation in
Liberia”, publicado por Save My Future Foundation, junio de 2008, http://www.samfu.org/do%20files/The%20Heavy%20Load_2008.pdf.
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- Sudáfrica: plantaciones de árboles arrasadas por el fuego hacen de una tragedia en ciernes una triste realidad
El monocultivo va en contra de la naturaleza, pues ésta es diversa. Por eso un sistema antinatural, como son las plantaciones
industriales de árboles, tiene numerosos impactos negativos. Los incendios son uno de ellos.
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Boletin 134 del WRM - Setiembre 2007
A diferencia de los bosques, cuya humedad y densa vegetación baja funciona como barrera contra el fuego, las plantaciones
industriales de árboles carecen de diversidad estructural y biológica. Las plantaciones de árboles tienen una cubierta “de un solo
estrato” (todos los árboles son de altura similar), cubiertas “cerradas” que impiden el paso de la luz del sol (por lo cual hay pocas
plantas en el sotobosque), escasa capacidad de conservación de agua, pocas capas de vegetación epifita (musgos, líquenes y
helechos que viven sobre los troncos y ramas de los árboles) y de suelo suspendido (formado por la descomposición de esas plantas
epifitas), y menos diversidad biológica en general, todo lo cual las vuelve muy propensas a incendiarse. En ellas acecha la tragedia.
Y la tragedia acaba de ocurrir en Sudáfrica.
Según el Observatorio de la Tierra de la NASA, “un río de humo de varios cientos de kilómetros de ancho fluyó desde la costa sureste
de África a principios de setiembre de 2008. Ese humo provenía de cientos, probablemente miles de incendios en Mozambique,
Sudáfrica y Suazilandia. En setiembre está por terminar la estación seca en el sur de África, y son comunes los incendios agrícolas
provocados, así como los incendios forestales accidentales”. (http://earthobservatory.nasa.gov/Newsroom/NewImages/images.php3?
img_id=18139)
Sin embargo, “Esta situación en particular nunca antes se había experimentado. Llegan informes de todas partes del país”, declaró
Percy Morokane, de los Servicios de Emergencia de Johannesburgo, en una entrevista de la BBC.
Durante el último fin de semana de agosto, más de un centenar de incendios forestales, atizados por fuertes vientos, estallaron en
toda Sudáfrica matando al menos a veinte personas e hiriendo a otras veintiséis. Los incendios arrasaron 50.000 hectáreas, de las
cuales 15.000 eran plantaciones industriales de árboles, en Mpumalanga. Tres hombres quedaron atrapados por el fuego en la
plantación de árboles Sappi Escarpment, propiedad del conglomerado de celulosa Sappi certificado por el FSC.
En la provincia de KwaZulu-Natal, varios incendios diferentes dejaron catorce muertos; en Eastern Cape murieron tres personas, entre
ellos dos niños, y tres más en la provincia de Mpumalanga. En Ciudad del Cabo, decenas de personas quedaron sin hogar.
Desgraciadamente, a menudo se necesita una tragedia para tomar conciencia. Esperemos que de este duelo surja la sensatez y se
decida detener la expansión de los monocultivos de árboles.
Artículo basado en información obtenida en: “South Africa: Three More Injured in Mpumalanga Fires”, BuaNews (Tshwane), http://
allafrica.com/stories/200809030578.html; “South Africa bush fires 'kill 20'”, BBC News, http://news.bbc.co.uk/2/hi/africa/7591950.stm.
inicio
CERTIFICACIÓN DE PLANTACIONES
- FSC: ¡Basta de certificar monocultivos de árboles!
Asia Pulp & Paper es probablemente la compañía papelera más controvertida del mundo. Ha destruido grandes extensiones de
bosques en Sumatra y reemplazado centenas de miles de hectáreas por monocultivos de árboles. En diciembre de 2007, el Forest
Stewardship Council anunció que se “desvinculaba” de APP, luego de que dicha empresa empezara a usar el logo FSC. El FSC
publicó una declaración en la que decía que tiene “el deber de proteger la buena voluntad y la integridad asociadas con su nombre y
su logo, para los consumidores y para nuestros socios y miembros que merecen nuestra confianza”. Parecía que, por fin, el FSC se
había dado cuenta de que estaba dando un aval ecológico a empresas social y ambientalmente destructivas. Lamentablemente, la
desvinculación de APP resultó ser un caso aislado.
El objetivo del FSC es “promover un manejo de los bosques del mundo ambientalmente responsable, socialmente beneficioso y
económicamente viable”. El FSC no debería certificar plantaciones industriales de árboles, por una razón muy simple: no son
bosques. No debe certificar plantaciones de árboles, como no debe certificar plantaciones de lechugas.
Las plantaciones industriales de árboles no son ni ambientalmente responsables ni socialmente beneficiosas. Y cuando son
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económicamente viables, suele ser como resultado de generosas subvenciones gubernamentales.
Veracel es quizás el ejemplo más notorio de las muchas empresas que no deberían haber obtenido jamás la certificación del FSC.
Desde que estableció sus monocultivos de eucaliptos en el sur del Estado brasileño de Bahía, los ríos, arroyos y manantiales se han
secado. A medida que se expandieron las plantaciones de la empresa, disminuyó el área plantada con productos agrícolas. Los
pobladores rurales se quedaron sin trabajo y se mudaron a las ciudades, muchos de ellos a vivir en favelas superpobladas y
peligrosas.
En julio de 2008, la Corte federal brasileña multó a Veracel por haber talado bosque tropical atlántico. La corte le ordenó reemplazar
por árboles nativos sus plantaciones de eucaliptos. Pero Veracel sigue en posesión de su certificado.
El año pasado, los guardias armados contratados por otra empresa certificada por el FSC, Vallourec & Mannesmann (V&M),
dispararon contra Antonio Joaquim dos Santos y lo mataron frente a su hija de 16 años. Estaba recogiendo leña. Un año después, la
población presentó una denuncia en la que señalaba que la substitución de la sabana nativa (“cerrado”) por los monocultivos de V&M
había dejado a la comunidad desprovista de leña y frutos. La respuesta de V&M consistió en aumentar las presiones sobre la
comunidad.
Para muchos, el asesinato no fue una sorpresa. “Los trabajadores y la gente de aquí corren gran peligro”, dijo un aldeano a la
periodista y activista Heidi Bachram, en 2006. “Los guardias armados han disparado contra la gente, que se siente prisionera en su
propia tierra.”
Pocas semanas después del asesinato de Antonio Joaquim dos Santos, V&M anunció su “decisión voluntaria de salir del FSC”.
En Uruguay, el WRM ha documentado condiciones laborales cercanas a la esclavitud en plantaciones certificadas por el FSC. “La
compañía viola derechos laborales y no debería haber sido certificada nunca”, dijo el dirigente de un sindicato local, José Bautista,
hablando de FYMNSA, una de las empresas certificadas.
Hace pocos días, Eufores, otra compañía certificada por el FSC, fue sorprendida cuando talaba 80 hectáreas de bosque estrictamente
protegido en Uruguay. Se trata de una filial de la empresa española ENCE. En junio de 2008, en España, se le retiró el certificado
FSC a otra filial de ENCE, NORFOR. Entre los problemas mencionados por las ONG figuraban el uso indiscriminado de herbicidas, el
deterioro de los suelos, el aumento de la erosión, la tala rasa de más de 20 hectáreas y el empleo de especies exóticas.
En Irlanda, COILLTE tiene unas 450.000 hectáreas de monocultivos cargados de plaguicidas. Luego de una inspección realizada en
2007, el organismo encargado de verificar el cumplimiento de las normas del FSC, Accreditation Services International (ASI), concluyó
que “el no cumplimiento de los criterios pertinentes del FSC continuará probablemente durante algunos años”. A pesar de esto,
COILLTE conserva el certificado del FSC.
En Sudáfrica hay más de 1.600.000 hectáreas de plantaciones industriales de árboles certificadas. Como señala Philip Owen, de la
ONG sudafricana Geasphere, “Las actividades de manejo de plantaciones destruyen los múltiples productos y servicios de las
praderas, con lo cual anulan su viabilidad económica y una gran variedad de beneficios sociales y ambientales”.
El FSC conoce muy bien los problemas que rodean la certificación de plantaciones. Desde su asamblea general de 2002 está
trabajando en una “Revisión sobre Plantaciones”. En ese entonces, las plantaciones certificadas cubrían 3,3 millones de hectáreas.
Esa cifra es ahora de 8,6 millones. La revisión sobre plantaciones no ha cambiado en absoluto la manera de otorgar los certificados
FSC.
En realidad, el FSC está promoviendo activamente las plantaciones industriales de árboles al tratar de aumentar las ventas del papel
que lleva su etiqueta. El “Foro Mundial del Papel” por él organizado reúne a varios centenares de representantes de la industria
papelera para encontrar “oportunidades de mercado para el papel FSC”. Este año, el Foro estuvo patrocinado por Mondi y Suzano,
entre otros. La Asamblea General del FSC, que tendrá lugar en noviembre en Sudáfrica, está patrocinada por Mondi, Tembec y
Sveaskog.
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Boletin 134 del WRM - Setiembre 2007
El FSC debería distanciarse cuanto antes de la industria que está certificando. En cambio, se acerca cada vez más a ella. A medida
que lo hace, su logo se convierte en poco más que un maquillaje verde para las empresas.
Por Chris Lang, http://chrislang.org
inicio
- Brasil: los “sellos verdes de calidad a nivel internacional” de las empresas de papel y celulosa
Hace aproximadamente cinco años que la empresa Aracruz obtuvo el Sello Verde de calidad para sus plantaciones en el extremo sur
de Bahía. Se trata de una conquista muy importante para la Empresa, dado que esta certificación significa, entre otras cosas, que la
empresa trabaja de forma ecológica y socialmente justa respetando todas las leyes ambientales, tanto las leyes municipales,
estaduales como también las leyes federales. Para las exportaciones, un sello de este tipo es fundamental para la empresa porque
con él gana un enorme prestigio en el exterior.
El proceso de certificación se desarrolla, a grandes rasgos, de la siguiente forma: una empresa internacionalmente conocida y
calificada, en este caso “Bureau Veritas”, verifica si determinada empresa, en nuestro caso "Aracruz" merece o no esta certificación
internacional, denominada "CERFLOR". La primera vez, hace cinco años, expusimos numerosas críticas, pero Aracruz recibió la
certificación de todos modos. Ahora llegó el momento de la renovación.
En cuatro ciudades del Extremo Sur de Bahía se marcaron reuniones públicas, en las que las personas interesadas podían exponer
sus observaciones, reclamos, preguntas y dudas, tanto sobre la empresa a ser certificada como sobre la empresa certificadora. Las
localidades eran: Posto de Mata, Caravelas, Alcobaça e Ibirapuã. Las preguntas, dudas, observaciones sobre la empresa certificadora
iban a ser respondidas en el mismo momento por el representante de la empresa certificadora, y las preguntas sobre la empresa a ser
certificada iban a ser respondidas en el informe final que será publicado 40 días después en el sitio web de la empresa certificadora.
Estuve presente en la reunión de Posto de Mata y Caravelas y descubrí que todo no pasaba de una gran payasada y era solo un
vergonzoso truco para conquistar al mercado mundial. Veamos algunas cuestiones.
En Posto de Mata estaban presentes unas 20 personas, de las cuales más de la mitad pertenecían a las empresas. Después de las
explicaciones iniciales del representante de la empresa Bureau Veritas, empresa responsable de la certificación, era el momento de
hacer preguntas e observaciones.
Pedí la palabra y dije que durante los últimos cinco años, los miembros de la comunidad local habíamos observado varias
irregularidades desde el punto de vista ecológico y laboral. Nuestro deber es denunciar y registrar tales irregularidades tanto en los
órganos públicos municipales, estaduales y federales, como IBAMA, IMA (antes CRA), la Fiscalía Pública como en el Ministerio de
Trabajo. Fue lo que hicimos durante ese período en varias ocasiones. Cumplimos nuestro rol. Entonces pedí que la empresa
certificadora se contactara con esos órganos públicos en los que ya habían sido registradas varias ilegalidades e irregularidades.
Sería un camino más fácil para poder evaluar e inspeccionar la actuación y las prácticas de la empresa Aracruz durante ese período.
La respuesta del representante de Bureau Veritas fue: “Nosotros no somos inspectores de los órganos públicos, ese no es nuestro
papel”.
Casi me caí de espaldas, pero pensé que no estaba entendiendo la respuesta, reiteré: "Estoy denunciando las irregularidades e
ilegalidades cometidas por la empresa Aracruz durante estos últimos 5 años, y de acuerdo a nuestra obligación las mismas fueron
registradas en los órganos públicos estaduales y federales. Una vez más el representante dijo que Bureau Veritas no es inspector de
los órganos públicos, pero si nos enteramos de irregularidades o ilegalidades ahora e indicando el lugar, un representante de Bureau
Veritas irá hoy o mañana para verificar la denuncia.
Entonces, los delitos ambientales y/o laborales cometidos durante los últimos 5 años y registrados debidamente en los órganos
públicos, y que probablemente ya no existen más porque fueron “resueltos o manipulados”, no tienen ningún valor.
Al día siguiente, en Caravelas, en un salón lleno de escolares, que no entienden nada o muy poco sobre el tema, pregunté si el
trabajo que la empresa certificadora hace se considera investigación. El representante de Bureau Veritas dijo que no. Entonces me
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pregunto: una empresa que no inspecciona a los órganos gubernamentales para verificar si Aracruz cometió irregularidades o no
respetó las leyes ambientales y laborales y que no hace investigaciones … ¿qué moral, qué ética tiene para otorgar una certificación
internacional, que es válida en todo el mundo, y que pretende ser una prueba de que todas las actividades de Aracruz son ecológicas
y socialmente justas, y que cumplen todas las leyes existentes?
Después de todo eso no me dieron más ganas de ir a las reuniones en Alcobaça e Ibirapuã, porque fue muy evidente que todo eso es
una gran payasada. Quedó claro para mí que esas certificaciones no son otorgadas por merecimiento sino que son compradas. Así
funciona ese sistema de certificación acá.
Por: Padre José Koopmans, correo electrónico: pejose@oi.com.br
Boletín Mensual del Movimiento Mundial por los Bosques
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Editor: Ricardo Carrere
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file:///G|/WRM/BOLETINES/Español/Bol%20134/Boletin%20134%20pdf.htm (23 of 23)07/10/2008 10:54:24 a.m.
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