Nota depósito Colección Cisneros

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34 Obras de la Colección Cisneros se
incorporan al Museo Reina Sofía
• El importante depósito permite que las piezas formen
parte del discurso de la Colección
Un conjunto de treinta y cuatro obras componen el depósito de la Colección Patricia
Phelps de Cisneros que desde este lunes podrá contemplar el público que visite las
salas de la Colección del Museo Reina Sofía.
En concreto, las obras quedan enmarcadas en el recorrido del segundo tramo de la
colección bajo el título de ¿La guerra ha terminado? Arte en un mundo dividido (19451968). Con ello queda establecido un eslabón fundamental en el complejo diagrama
del arte de la segunda mitad del siglo XX y se pone de manifiesto que el “arte en un
mundo dividido” no remite al binomio de la Guerra Fría sino a un mundo complejo
formado por piezas esparcidas por el mundo.
Este importante depósito se compone de un grupo de obras de arte contemporáneo
latinoamericano de indudable valor y calado internacional, que aporta un profundo
conocimiento acerca de un período y una zona del mundo a menudo ignorada por la
historiografía tradicional. Si antes este arte fue considerado marginal, hoy la Colección
Cisneros confirma que era precisamente en esos márgenes del mapamundi en los que
se jugaba, en gran medida, el destino del desarrollo posterior del arte y la sociedad.
El poder mostrar estos trabajos gracias al generoso apoyo de la Colección Patricia
Phelps de Cisneros pone de manifiesto el esfuerzo que viene realizando el Museo
para reactivar capítulos de la historia del arte antes erróneamente considerados
subalternos o derivativos, como el del arte procedente de América Latina.
Las obras de Colección Cisneros se han instalado dentro de un contexto histórico
determinado: el de las salas que recogen el auge de la pintura estadounidense y su
impacto, el momento en que “Nueva York robó la idea de arte moderno”. Como
contrapunto a ese mundo, aparentemente unívoco y marcado por un dogma triunfante
dictado desde el Norte, la Colección Cisneros despliega una serie de propuestas que,
procedentes también de entornos urbanos (Montevideo, Buenos Aires, Caracas, São
Paulo, Río de Janeiro), reformularon esa idea de arte desde nuevas perspectivas. A
las 35 piezas que han sido depositadas, se han añadido algunas otras pertenecientes
a los fondos del Museo, que completan y enriquecen la narración. La instalación se ha
repartido en dos salas de la planta cuarta del Edificio Sabatini, espacios que dialogan
entre sí y con el resto de obras que se despliegan en su entorno:
Un primer espacio (Colección Cisneros 1. La abstracción concreta) está dedicado a la
vertiente geométrica, al arte concreto y neoconcreto; términos recuperados, en clara
disyuntiva lingüística, en oposición a la citada preeminencia del expresionismo
abstracto. Frente al lenguaje lírico o dramático, individual e irrepetible procedente de
Estados Unidos, el neoconcretismo se afirmaba como un giro especulativo, colectivo y
utópico en obras como las de Willys de Castro, Alejandro Otero o Hélio Oiticica.
Son piezas que muestran, a pesar de su aparente hermetismo, ritmos internos y
movimientos centrífugos; herramientas que dejan ver un interés por el juego y buscan
de manera silenciosa al espectador al tiempo que desvelan cómo la matemática
aplicada al arte no es solo sinónimo de frialdad.
La segunda sala (Colección Cisneros 2. Movimiento y participación) recoge líneas de
fuga que alcanzan al arte óptico y cinético y acoge la evolución de creadores activos
en una línea más organicista, la que introduce fisuras en el canon creado por la
abstracción geométrica, que muchos consideraron aislada de una realidad caliente
como la de la compleja situación política y social del continente austral a partir de la
década de 1960. Gego, Jesús Soto o Mira Schendel rompieron con el peligro de la
congelación de la imagen de una “América fría” y se abrieron hacia un nuevo y
vibrante horizonte: el de la participación del espectador. Estas nuevas tramas
geométricas, más que encerrar y reducir el mundo, lo expanden, como sugiere, ya
desde sus título, las Malhas da liberdade de Cildo Meireles, obra que parece romper
con sutileza la cuadrícula, el signo de la modernidad confiada del período de
entreguerras.
La imagen que asalta al visitante de estas salas es la de un diálogo trasatlántico: el del
desembarco de los modelos del arte geométrico europeo, como la Bauhaus, el grupo
De Stijl, el suprematismo o el constructivismo. A su llegada a América Latina, estas
propuestas se reactivaron y quemaron los puentes con el territorio de las antiguas
metrópolis para hacer de la experiencia concreta una invención, un nuevo terreno para
explorar, un lenguaje con vocación de universalidad pero que mostraba fuertes
vínculos con lo local. De ese modo, la Colección Cisneros recupera un eslabón
perdido de la historia del arte: se sitúa como enlace entre el arte europeo; en este
sentido la presentación acoge obras de Josef Albers y Max Bill
y la
abstracción hard-edge y pospictórica que anunciaría un nuevo paradigma en la pintura
norteamericana.
Hay que destacar también, que la instalación de la Colección Cisneros en las salas del
Edificio Sabatini, da lugar a diálogos cruzados con otras narraciones presentes en el
Museo, como la influencia de la obra de Jorge Oteiza en América Latina, el capítulo
los conceptualismos latinoamericanos o el movimiento tropicalista, con importante
presencia en el tramo siguiente de la colección.
Esta presentación nace de la estrecha colaboración con la Fundación Cisneros y del
vínculo creado entre el Museo y Patricia Phelps de Cisneros, patrona de la Fundación
Museo Reina Sofía.
Madrid, 29 de octubre de 2013
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