1 REFLEXIONES EN TORNO A LAS CAMPAÑAS DE PREVENCIÓN DEL VIH/SIDA Irma Palma y Francisco Vidal* I. RESÚMEN El Presente artículo fue desarrollado para orientar la VII Campaña de Comunicación Social para la Prevención del VIH/SIDA que implementará este año el Ministerio de Salud. En él se aborda la necesidad de incorporar el tema de la sexualidad dentro de los contenidos de la campaña y se propone centrar ésta en el correcto uso del preservativo. Se cuestiona el concepto de prevención y se propone la idea de utilizar el slogan de que el preservativo “evita” la transmisión del VIH. También se exponen los resultados de los estudios de sexualidad realizados en el país y se discute en torno al tema de la comunicación al interior de la pareja y de la homofobia como una barrera para la efectiva prevención del VIH/SIDA. II. INTRODUCCIÓN El presente documento pretende servir de base a la VII Campaña de Comunicación Social para la Prevención del VIH/SIDA. El eje central que proponemos es el tema de la sexualidad como base para abordar la prevención de la pandemia. Desde esta perspectiva, a nuestro juicio, el elemento central de la campaña debiera ser la promoción del uso del condón, ya que existe evidencia empírica que sustenta que la abstinencia sexual, no resulta ser un recurso adecuado por las pocas posibilidades de implementarse de manera sostenida en el tiempo. La propuesta de la pareja sexual única y exclusiva tampoco la consideramos efectiva por las diversas dificultades que implica comprometer a otra persona y poner la responsabilidad de la prevención en otro/a, que por muy cercano/a que nos parezca en un momento dado, no tenemos la certeza que actuará en concordancia con el compromiso establecido. Sin ir más lejos, los estudios realizados en torno al tema de las mujeres viviendo con VIH/SIDA, muestra que la mayor parte de ellas adquirió el virus de parte de su pareja estable, habitualmente el esposo (Vidal y Carrasco, 2004.). Por otro lado, es de público conocimiento que las habitaciones de los moteles tienen una alta demanda en horas curiosas, por decirlo de alguna manera; la hora de almuerzo. También existe evidencia epidemiológica que la principal vía de transmisión del virus es la sexual, en más del 90% de los casos y que la tendencia en nuestro país es hacia la progresiva feminización y pauperización de la epidemia (CONASIDA, * Equipo Asesor en Sexualidad para el diseño de la VII Campaña de Comunicación Social en VIH/SIDA, a cargo del Ministerio de Salud. Irma Palma es Psicóloga y Sexóloga de la Universidad de Chile; Francisco Vidal es Magíster en Sociología, docente de Universidad ARCIS, UMCE y Asesor Metodológico de VIVO POSITIVO 2 2002). De este modo, a nuestro juicio, la implementación del condón en todas las relaciones sexuales parece ser el mecanismo más adecuado para abordar la prevención del VIH/SIDA de manera efectiva, sin recurrir a estrategias poco sostenibles en el tiempo ni a poner la responsabilidad de la prevención en el otro/a. No obstante, ello tiene la dificultad de las presiones que pueden ser ejercidas por los poderes fácticos de la Iglesia Católica y la Derecha Política, como ha ocurrido en diferentes oportunidades y como ha sido denunciado en diversos estudios (Rajevic, 2000; Vidal, 2002). En este sentido, se debe profundizar en los esfuerzos en torno a la creación del clima de la campaña y de establecer alianzas estratégicas en torno a su eventual necesidad de defensa. III. SOBRE EL CONCEPTO DE PREVENCIÓN La forma en que se ha usado el concepto de “prevención” también podría resultar cuestionable y conducir a equívocos, por múltiples factores, que explicaremos en lo que sigue. Las Campañas de Prevención han sido un mecanismo muchas veces usado por el Ministerio de Salud, no sólo para promover la protección frente al VIH/SIDA, sino también para que la población adopte las medidas necesarias para prevenir los resfríos invernales, el Hanta Virus y otro tipo de padecimientos que pudiesen afectar a la población. Sin embargo, detrás de todas estas campañas masivas se encuentra la idea de que si las personas adoptan determinados resguardos, disminuirán las posibilidades que su salud se vea afectada por un determinado mal. Es así como lavarse las manos al cocinar, ventilar la casa, evitar los cambios bruscos de temperatura pueden ser mecanismos que si la población las adopta disminuyen las probabilidades de ser víctimas de determinadas enfermedades. Sin embargo, creemos que tanto el Ministerio de Salud como la población en general, entienden este mensaje como acciones que “disminuyen la probabilidad” de contraer enfermedades, pero que no necesariamente los pondrá a salvo de contraerlas. De este modo, si las personas ventilan la casa y evitan los cambios bruscos de temperatura no quiere decir que evitarán adquirir un resfrío, ya que estas acciones se orientan a disminuir las probabilidades de ser víctimas de un resfrío invernal. En este contexto, la asimilación que puede producirse en la población a partir de las formas en que puede interpretarse el concepto de prevención, puede conducir a equívocos, si no se relaciona con el tema efectividad del condón, la que es bastante más alta que la ventilación de la casa y la evitación de los cambios de temperatura en el caso de la prevención de los resfríos invernales. Así, creemos que en el caso del VIH/SIDA, el concepto de “prevención” puede ser entendido como una acción que al implementarse disminuye las probabilidades de adquirir la pandemia, pero que no necesariamente nos mantiene a salvo de una eventual adquisición. Lavarse los dientes reduce la probabilidad de tener caries dentales, pero no significa que si nos lavamos los dientes nunca tendremos caries. Como hemos señalado, en el caso del VIH/SIDA existen problemas adicionales que dicen relación con la influencia de los discursos conservadores, fundamentalmente de la Iglesia Católica, en la opinión pública. Cuando estos 3 discursos instalan el mensaje de que el condón no es 100% seguro para prevenir el VIH/SIDA, promueven con mayor fuerza la idea de que su incorporación es una forma de disminuir las probabilidades de adquirir el VIH, pero que no evitan su adquisición. Por otro lado, la experiencia de los investigadores en el Estudio de la Demanda, realizado en el contexto del Mercadeo Social del Condón, nos indica que efectivamente las personas asimilan la utilización del condón con el lavado de dientes para prevenir las caries, es decir, como algo que puede ayudar a evitar algo, pero que no necesariamente es altamente efectivo. Cuando en los focus groups preguntábamos sobre la siguiente situación “tuvieron relaciones sexuales con una persona hace tres meses con condón. Se encuentran hoy día con esa persona y les dice que fue al consultorio a hacerse exámenes y salió positivo/a al examen del SIDA ¿qué harían ustedes?” La respuesta mayoritaria fue que irían “corriendo a hacerse el test y que tendrían temor de haber adquirido el virus”. Pensamos entonces que el concepto de prevención puede estar siendo malentendido tanto por la idea de prevención instalada en las campañas invernales o del hanta como por el peso del discurso conservador de la Iglesia Católica en la opinión pública. De este modo proponemos cambiar la idea que el condón previene la transmisión del SIDA por que el condón evita la transmisión del SIDA. IV. LOS ESTUDIOS DE SEXUALIDAD Los estudios sobre sexualidad comienzan a adquirir mayor fuerza con las Conferencias Internacionales de Población, desde donde emerge el concepto de Derechos Sexuales y Reproductivos, que en Chile ha suscitado un importante debate social y político (Valdés, 2002; ICMER, CORSAPS, 2003). A partir de los noventa, se observa la progresiva incorporación de perspectivas que se distancian de la mirada biomédica que predominó durante los años anteriores y que abordaban la sexualidad desde una norma ideal que no incorporaba la diversidad y patologizaba la sexualidad (Lamadrid y Muñoz, 1996; Valdés y Guajardo, 2004). Por otra parte, los estudios de género realizan una importante contribución en la identificación de las diferencias en la forma de conceptualizar y vivenciar la sexualidad entre hombres y mujeres. Es así como las investigaciones muestran distinciones en términos de las asociaciones simbólicas de la iniciación sexual, ya que mientras las mujeres asocian la primera relación sexual a algo que se entrega, que se da y al amor; los hombres la asocian al placer (Sharim, Rodó, Silva y Rivera, 1996). Por otro lado, las mujeres se inician con hombres de su misma edad, habitualmente el “pololo”, mientras que el hombre lo hace con mujeres mayores, con las que no establecen compromisos afectivos (Gysling, Benavente y Olavaria, 1997). De igual modo, se producen avances en la determinación de las diferencias existentes al interior de los géneros, observándose una clara distinción por estrato socioeconómico y nivel 4 educacional. Es así como las mujeres de estratos altos evidencian una mayor participación en las decisiones sexuales y reproductivas y un mayor acceso al placer sexual (Valdés, Benavente y Gysling, 1999). En términos de iniciación sexual, los estudios muestran que los jóvenes de estratos altos tienden a iniciarse más tardíamente que los estratos bajos (INJUV, 2001). Las diferencias socioeconómicas también se encuentran al analizar las prácticas sexuales de los individuos, encontrándose mayor variabilidad en los grupos más acomodados (Kleincesk, y otros 1997) y mayor acceso a información en temas relacionados con la sexualidad (Universidad de Chile, 2001). Durante los últimos años, algunos autores han observado un importante proceso de transformación de la vida sexual, tanto a nivel internacional (Weeks, 1993; Giddens, 1995) como dentro de la población chilena (Palma, 2003). No obstante, esta transformación no ha afectado los patrones de relacionamiento sexual en el contexto del VIH/SIDA, encontrándose un bajo grado de adopción de medidas preventivas (CONASIDA, 2000). Las diferencias de género, la poco feliz asociación entre homosexualidad y SIDA y la falta de educación sexual (Olavarría, 2001), parecen encontrarse a la base de estas conductas de riesgo. Es así como los estudios muestran que la decisión del uso del preservativo es principalmente masculina y que la comunicación en temas de sexualidad todavía no es asumida al interior de la pareja (Sharim, Rodó, Silva y Rivera, 1996; CONASIDA, 2000). El bajo grado de adopción de medidas preventivas por parte de la población queda en evidencia en el Estudio Nacional de Comportamiento Sexual, que muestra que, de las 4.344 personas sexualmente activas en los últimos 12 meses estudiadas, casi el 70% respondió no haber usado condón en dicho período. Como si este panorama no fuese lo suficientemente desalentador, del 28% que declaró usarlo, el 66% lo hizo ocasionalmente y sólo un 18% declaró usarlo siempre. Es así como el Ministerio de Hacienda aprobó, en el presupuesto del 2003 de CONASIDA, la ampliación de la disponibilidad de preservativos para poblaciones específicas (Arredondo y Planet, 2004), mientras todavía se plantea la necesidad de llegar a la mayor cantidad de población sexualmente activa (CONACE, s/f) V. COMUNICACIÓN Y SEXUALIDAD Otro de los elementos centrales para abordar la prevención del VIH/SIDA, como señalamos al inicio del documento, es la necesidad de instalar la conversación sobre sexualidad como estrategia preventiva. Los estudios realizados en nuestro país muestran que las mujeres, particularmente de estratos bajos, tienen dificultades para hablar de sexualidad con sus parejas, ya sea respecto de lo que les disgusta o molesta en la relación sexual, como también acerca de aquello que disfrutan. En este punto se observa una contradicción en la vivencia de la sexualidad de las mujeres, ya que, desde su perspectiva, expresar lo que les disgusta en el terreno sexual podría ocasionar problemas o conflictos en la pareja y, al mismo tiempo, indicar lo que les gusta podría traer consigo ser catalogadas como mujeres fáciles o muy sexuadas (Sharim, Silva, Rodó y Rivera, 1996). En 5 muchas ocasiones las mujeres prefieren no tomar la iniciativa en el terreno sexual (Vidal y Donoso, 2002) ni hablar de la insatisfacción sexual que pudiera producirles la eyaculación precoz de su pareja (Sharim, Silva, Rodó y Rivera, 1996) por el temor a las consecuencias que esto pudiera traer ya sea en términos de represalias físicas, de evaluaciones negativas por parte del varón o de eventuales problemas para la relación. De hecho, algunos estudios han mostrado que las mujeres se sienten con mayor libertad para expresar sus necesidades sexuales en encuentros ocasionales que con sus parejas estables, ya que en este tipo de circunstancias, no se ven en la disyuntiva de tener que cuidar la relación (Sharim, Silva, Rodó y Rivera, 1996) En general, algunos estudios muestran que para la mujer es más importante satisfacer a su pareja que obtener placer sexual ella misma. Así se evidencia en un estudio cualitativo realizado con mujeres de trabajadores portuarios, el cual concluye que “en la visión de las mujeres lo más importante es que el hombre tenga lo que quiere en el plano sexual para que él se sienta bien, independientemente de lo que las mujeres mismas puedan sentir” (Vidal y Donoso, 2002) Este interés en lograr el placer sexual del varón lleva a las mujeres al extremo de fingir el orgasmo, el cual es visto como secundario en relación al orgasmo del varón. Esta necesidad de fingir el orgasmo se explica en la falta de simultaneidad con el del varón, quien una vez que lo alcanza da por terminada la relación sexual. “Desde esta perspectiva es el orgasmo masculino el que determina la duración y el éxito de la relación sexual de la pareja, así como el que define las posibilidades del orgasmo femenino” (Sharim, Silva, Rodó y Rivera, 1996: 37) La falta de comunicación en materias de sexualidad se expresa también en las estrategias que las mujeres deben desplegar para rehuir los contactos sexuales cuando ellas no tienen deseos y sus parejas sí. De este modo, algunas investigaciones han mostrado que las mujeres habitualmente inventan encontrarse padeciendo dolores de cabeza o algún otro tipo de padecimiento físico que supuestamente les impediría tener relaciones sexuales. Esto es concordante con los hallazgos de otros estudios, según los cuales, “generalmente es el hombre el que define qué es lo que se hace en la relación sexual y les da las indicaciones de cómo tienen que comportarse, situación que no es cuestionada por ellas” (Sharim, Silva, Rodó y Rivera, 1996: 73) No obstante, otras reflexiones también apuntan a enfatizar un importante grado de apertura de la sociedad chilena respecto de la sexualidad, motivado por los contextos culturales, políticos y la globalización que se experimenta fuertemente. “El origen de tales movimientos conecta con contextos de crisis y procesos políticos y culturales marcados por una fuerte orientación al cambio social y cultural, en vinculación con el surgimiento de movimientos sociales, fundamentalmente en sociedades europeas y norteamericanas” (Palma, 2003: 689). Esto es reforzado por el estudio de Comportamiento Sexual realizado hace algún tiempo en nuestro país, donde se observa un creciente adelanto en la entrada a la sexualidad, cuando se compara por grupos extremos de edad (CONASIDA, 2000). La diversidad de miradas en torno a la temática de la sexualidad en Chile, tiene que ver, a nuestro juicio, con las contradicciones 6 propias que experimenta el proceso de modernización en nuestro país, donde conviven estructuras de pensamiento que se ubican en distintas fases de desarrollo tanto en el ámbito de la sexualidad como de otros elementos de orden cultural. VI. PREVENCIÓN Y HOMOFOBIA El tema de la Homofobia parece ser otro tema que se debe incorporar en el contexto de las campañas de prevención, no sólo porque a todos/as nos gustaría un país donde existiera aceptación de la diversidad en materia sexual, sino también porque existe evidencia empírica que permite fundamentar esta necesidad. Aún cuando en nuestro país no contamos con estudios que relacionen ambas variables, las investigaciones realizadas en Estados Unidos nos entregan luces en este sentido. Es así como un estudio realizado en 160 estudiantes universitarios, se encontró que quienes tenían actitudes negativas hacia los homosexuales estuvieron menos dispuestos a tomar precauciones contra el VIH (Glennon y Joseph, 1993). Estos resultados son concordantes con otras investigaciones realizadas sobre el tema en estudiantes pertenecientes a 80 establecimientos educacionales norteamericanos, encontrando que quienes tenían actitudes prejuiciosas hacia la diversidad sexual estaban más dispuestos a tener relaciones sexuales sin protección. Al respecto señalan: “Algunas investigaciones han encontrado que el prejuicio o las actitudes negativas hacia los gays se correlacionan con la falta de intención de cambiar sus conductas para enfrentar el SIDA. Las actitudes homofóbicas pueden afectar la conducta por varias razones, pero lo más probable es que el adolescente heterosexual no se sienta vulnerable al SIDA porque lo ve como una enfermedad de los grupos gays” (Westerman y Davidson, 1993) VII. BIBIOGRAFÍA Arredondo, Anabella; Planet, Pilar: Algunos Antecedentes de la utilización de la Investigación en el Diseño de las Políticas Públicas relacionadas al VIH/SIDA en Chile. En Valdés y Guajardo (eds) 2004: 67-77. CONACE: www.conacedrogas.cl/inicio/jov_reportaje2.php?sec=74). CONASIDA - Comisión Nacional del SIDA: Estudio Nacional de Comportamiento Sexual. Primeros Análisis, Ministerio de Salud, Gobierno de Chile, ANRS, Santiago, 2000. CONASIDA - Comisión Nacional del SIDA: Boletín Epidemiológico Semestral. Santiago, 2002. En www.conasida.cl 7 Giddens, Anthony: La Transformación de la Intimidad. Sexualidad, Amor y Erotismo en las Sociedades Contemporáneas Madrid, Ediciones Cátedra, 1995. 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