PLATÓN - NIETZSCHE La filosofía de Platón y la de su maestro Sócrates será duramente criticada en el siglo XIX por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche. El dualismo platónico basado en la existencia de dos mundos (el de la pistis, material y cambiante del cual no se puede obtener ninguna verdad innegable y el mundo perfecto de la episteme, el único que importa formado por ideas) no es aceptado por el alemán, que defenderá que el único mundo verdaderamente real es el mundo físico que captamos por los sentidos, con todo lo que esto conlleva de sinsentido y cambio. Al igual que para Heráclito, para Nietzsche el mundo es eterno cambio, eterno devenir. El mundo (el físico, único existente) está regido por la voluntad de poder. No es más que un conjunto de fuerzas divergentes sin otra intención ni otra voluntad que desarrollar todo su potencial. El mismo ser humano no es más que un conjunto desordenado de impulsos que tratan de prevalecer. Cuando dos fuerzas de distinto signo confluyen la más fuerte prevalecerá (voluntad fuerte) y la más débil decaerá (voluntad débil). El mundo perfecto y atemporal que Sócrates y Platón inventaron no es más que una monumental mentira aumentada por el resto de filósofos anteriores; fruto de una voluntad débil incapaz de aceptar la vida tal y como es. Nietzsche destruirá todas las ideas (momias conceptuales las llamará él) que venían dando sustento a la filosofía y a la religión durante los siglos anteriores. Estas ideas son el Bien, la Verdad, la Belleza, etc. Para él no son más que un vano intento de negación de esta vida, a la cual tememos, en pos de otra vida ficticia perfecta donde seremos felices. Entre ellas critica especialmente a la idea de Bien, que según él no es más que una barrera creada por la voluntad débil, por individuos inferiores en el plano físico, para evitar ataques por parte de individuos superiores físicamente. Todos los preceptos morales, según Nietzsche, no son más que el reflejo de las debilidades y los temores de las personas. Para Nietzsche, el hombre “bueno” en el terreno moral es el superhombre. Él será poseedor de una voluntad fuerte y no obedecerá más precepto que el que dicte su voluntad. Es consciente de que solo existe un mundo, una sola vida. Esto contrasta con la idea de bondad del platonismo y el cristianismo, creencias para las cuales la bondad en un hombre consiste en reprimir los impulsos del cuerpo cuando es necesario y mirar por el bien de los demás con objeto de salvar su alma para la otra vida. DESCARTES – ORTEGA En un principio el filósofo español José Ortega y Gasset, tras sus estudios en Alemania, fue seguidor del idealismo neokantiano. Sin embargo pronto su pensamiento experimentó una evolución personal que le llevó a elaborar interesantes teorías de síntesis entre las posturas racionalistas (como la del francés Descartes, que ya hemos expuesto) y las posturas vitalistas e irracionalistas de filósofos como Nietzsche, Bergson, etc. Por eso lo elegimos para la comparación con la filosofía de René Descartes. Su crítica tanto al racionalismo como al irracionalismo se centra en dos conceptos: el “yo soy yo y mis circustancias” y la “razón vital”. Ortega expone que para los realistas (como Aristóteles o Santo Tomás) lo real es aquello que existe con independencia del sujeto que lo percibe, mientras que para los racionalistas (como Descartes) no existe nada al margen de lo que es conocido por el sujeto. Para Ortega ninguna de las posturas es correcta del todo, ya que si bien es cierto que las cosas no son independientes de mi, es falso que yo a mi vez sea independiente de las cosas. No estamos solos en el mundo, sino siempre estamos rodeados de cosas que necesitamos para vivir. Para Ortega lo real, la sustancia, no es ni el sujeto que conoce ni las cosas que existen al margen del sujeto, sino las dos cosas juntas, inseparables, el “yo y mis circustancias”, yo con aquello que me rodea. Esto es a lo que llamamos vida. Cada vida constituye una perspectiva diferente. Esta es otra de las ideas de Ortega que suponen una crítica a la filosofía cartesiana. Para Ortega la razón pura, el yo racionalista capaz de llegar a verdades inmutables y eternas válidas para todos no existe. No es que la realidad del mundo se deforme al entrar en nosotros y no haya nada de cierto en lo que podamos pensar tal y como dicen las teorías vitalistas e irracionalistas. No es que seamos incapaces de conocer la realidad, pero solo conocemos una parte. La parte que nuestras determinadas circustancias (temporales, espaciales, históricas) nos permiten captar. La realidad, al igual que un paisaje, no se nos presenta igual a todo el mundo. Cada uno lo vemos desde nuestro determinado punto de vista y por mucho que yo quiera (o quiera Descartes) es imposible que una persona tenga una perspectiva global de todo lo real. No puede desertar de su posición en el mundo. La verdad absoluta solo podría obtenerse mediante la síntesis de todas y cada una de las verdades particulares, de las perspectivas de cada cual. La razón pura, como vemos, que sí que da buen sultado en el campo de las ciencias naturales (física, química, etc) falla a la hora de hacer frente a problemas de las ciencias humanas. Esto es porque la razón pura, eterna, puramente lógica, momificada, no es capaz de tener en cuenta las circustancias del ser humano, su posición en el mundo, la realidad histórica y temporal de cada cual. Esta incapacidad de la razón lógica para explicar los asuntos humanos dio pie al surgimiento de los irracionalismos que la acusaron de inútil. Pero tampoco esta postura es correcta. Pensar es algo natural del ser humano que usa en su provecho para sobrevivir. Esta razón humana, que tiene en cuenta las circustancias que nos rodean y nuestra realidad temporal e histórica, es a lo que llama Ortega y Gasset “razón vital”. NIETZSCHE – PLATÓN Prácticamente todo lo que hemos expuesto de Nietzsche es un intento por destruir el conjunto de ideas que daban sustento al sistema filosófico que Platón y Sócrates construyeron. Platón explica la realidad imperfecta y cambiante del mundo físico (pistis) recurriendo a un mundo ideal (episteme), puramente espiritual, del que el mundo físico es un reflejo imperfecto. Este mundo ideal es el objeto de las críticas de Nietzsche que opina que no es más que un artificio de la voluntad débil para negar una vida y un mundo (el físico, el presente) al que teme. En ese mundo ideal lo que existen son las ideas y entre ellas la más importante que es la idea del Bien. Estas ideas son el objeto del conocimiento verdadero al que debe aspirar el hombre, la noesis. A partir de la idea del Bien, que es la mayor, se llega a las demás por división. Platón en La República, en boca de Sócrates, la compara con el Sol, porque al igual que para ver las cosas en el mundo físico es necesaria la luz del Sol para inteligir las ideas en el mundo de la episteme es necesaria la luz de la idea del Bien. Hay que aclarar que para Platón las ideas no solo contienen la esencia de las cosas sino también su existencia. Sin las ideas no podría existir su reflejo. Cada vez que hacemos una predicación aplicamos un universal a un particular. Por ejemplo, si decimos que Parménides era filósofo estamos aplicando a un particular (Parménides) un universal (filósofo). Si la idea de filósofo no existiera, tampoco podría existir Parménides porque incurriríamos en contradicción. Así ocurriría siempre que hiciésemos una predicación luego de aquí se saca que las ideas gozan de existencia. Para Nietzsche esto no es más que un artificio de la voluntad débil para negar esta vida, un engaño al que la gramática y el lenguaje ayudan a dar forma. Es reflejo de la necesidad humana de dominar, de buscar un mundo (aunque sea basado en la nada) regido por unas leyes comprensibles ante la incapacidad de aceptar el caos y la tragedia de la realidad que tienen delante. En el plano moral, para el platonismo son buenos aquellos que cuidan su alma, su alma racional, que es la que se encarga de dirigir la vida por el camino del Bien y controlar los impulsos del cuerpo; ese es el camino a la perfección y la inmortalidad. Esto contrasta profundamente con la idea de moral que tiene Nietzsche para el que el hombre bueno es aquel que no reprime sus impulsos no haciendo caso a los preceptos morales dictados por la voluntad débil, aceptando que no hay otra vida más que esta, con todo su caos y su sinsentido. ORTEGA – DESCARTES Como hemos expuesto la filosofía de Ortega supone una síntesis entre las posturas idealistas y racionalistas (como la de Descartes) y las irracionalistas y vitalistas (como la de Nietzsche). En contra del perspectivismo de Ortega y Gasset Descartes se propuso conseguir un método para llegar a un conocimiento absolutamente cierto e indudable válido para todos. Una red ordenada de conocimientos manifiestamente ciertos, que partirían unos de otros del mismo modo que los teoremas matemáticos. Para ello era necesario hallar una verdad innegable y sencilla que sirviera de base, de axioma. Dudando metódicamente de todo lo que sabía o creía saber, llegó a su primera sustancia, el primer pilar de su filosofía, el cogito, el sujeto pensante. Pienso luego existo, esa era la primera verdad a salvo de los escépticos. Para Ortega, el cogito o Yo es inseparable del mundo externo, de las cosas que nos rodean, de las circunstancias. Sin embargo para Descartes, el mundo externo y el sujeto cognoscente son sustancias totalmente separadas. El Yo está completamente separado del mundo. Para Ortega, como cada sujeto está inmerso en el mundo, solo puede conocer aquello que le está permitido debido a sus circunstancias (a su posición en el mundo, su genética, su realidad histórica, etc.) Solo tendrá su particular punto de vista. A Descartes se le planteó un problema a la hora de tratar el tema de la res extensa o mundo físico, que era en realidad la intención de su filosofía. El dilema era que solo había demostrado la existencia del Yo, del sujeto que conoce. Pero esto es una sustancia inmaterial. ¿Qué relación existe entre aquello que el cogito nos muestra y la realidad del mundo? Para demostrar que aquello que el cogito percibe es cierto Descartes demuestra la existencia de Dios, de un Dios bueno y verdadero que es el que hace que aquello que percibimos sea cierto. Por tanto tenemos a un lado a Descartes que piensa que la verdad absoluta es alcanzable para el cogito (sinónimo de razón) siempre que este siga una serie de pasos la hora de realizar su labor de conocer, los cuatro pasos que describe en su Discurso del método y a otro a Ortega y Gasset para el que la verdad absoluta es una mera utopía para el individuo y solo se podría conseguir uniendo los puntos de vista de todas las personas.