La exuberante belleza del lenguaje poético de Vicente Aleixandre Ciclo I Primaria El más pequeño Es el más pequeño de todos, el último. Pero no le digáis nada; dejadle que juegue. Es más chico que los demás, y es un niño callado. Al balón apenas si puede darle con su bota pequeña. Juega un rato y luego pronto lo olvidan. Todos pasan gritando, sofocados, enormes, y casi nunca le ven. Él golpea una vez, y después de mucho rato otra vez, y los otros se afanan, brincan, lucen, vocean. La masa inmensa de los muchachos, agolpada, rojiza. Y pálidamente el niño chico los mira y mete diminuto su pie pequeño, y al balón no lo toca. Y se retira. Y los ve. Son jadeantes, son desprendidos quizá de arriba, de una montaña, son quizá un montón de roquedos que llegó ruidosísimo de allá, de la cumbre. Y desde el quieto valle, desde el margen del río el niño chico no los contempla. Ve la montaña lejana. Los picachos, el cántico de los vientos. Y cierra los ojos, y oye el enorme resonar de sus propios pasos gigantes por las rocas ravías. Historia del corazón. La mirada infantil. Madrid: Espasa-Calpe. Los ocho poemas de Vicente Aleixandre que hemos elegido para comentar y trabajar con los estudiantes de Primaria pertenecen a su libro Historia del corazón, una obra de plena madurez que supone una renovación nítida en la temática de su autor y que se convirtió en un trabajo fundamental dentro de su producción poética. Si hasta entonces Aleixandre se había referido casi exclusivamente al cosmos, a lo exterior al individuo, en la obra que comentamos realiza una primera introspección hacia lo cotidiano y la vida de cualquier ser humano. Por ello recoge recuerdos de infancia, de juventud (¡sobre todo el amor!), de madurez y de la edad tardía. Pero Aleixandre sigue empeñado en comparar lo efímero con lo eterno, en relacionar lo minúsculo con lo descomunal, lo espiritual con lo terreno. En esa línea se encuentra "El más pequeño", uno de los nueve poemas que conforman la cuarta parte -denominada "La mirada infantil"- de esta magnífica obra. Aquí nuestro poeta parece querer contraponer dos planos, dos mundos diferentes, dos perspectivas distintas ante la vida, en este caso, ante algo tan sencillo, tan habitual, tan inocente como los juegos infantiles. Por un lado, nos encontramos al protagonista "el más pequeño de todos, el último", un chico de menor edad que los demás que trata de incorporarse al grupo de los mayores sin que estos puedan achacarle ni su tamaño ni su falta de habilidad. Por otro, los todopoderosos y un tanto insolentes "mayorzotes" que no se dirigen a su pequeño compañero ni una sola vez, ni tan siquiera para reprocharle su torpeza; sencillamente lo ignoran y van a lo suyo. ¡Es lo peor que pueden hacerle al canijo! Éste mantiene durante un rato su tesón, su tensión, su esfuerzo, pero al final tiene que optar por arrojar la toalla y rendirse. Pero lo hace de un modo "inteligente", huyendo del autodestructivo sentimiento de autocompasión; para no resultar lastimado íntimamente recurre a lo imaginario y se inventa una explicación satisfactoria para su fracaso: aquellos gigantones no son de verdad, sino unos seres rocosos hijos de la montaña contra los que él, en su normalidad y sencillez no puede hacer nada. Por eso cierra los ojos y se sumerge serenamente en un sueño que a la vez es reafirmación: él también es un gigante porque posee la fuerza interior que le permitirá en todo momento superar las adversidades y superarse a sí mismo. Pero no nos quedemos en lo anecdótico, en una lectura superficial; no queramos entrever en este poema -y en los demás de este libro- un deseo de Aleixandre de simplificar, de cantar sólo lo cotidiano, lo vulgar, la experiencia diaria de cualquier mortal. Antes bien, lo que busca es partir de las vivencias sencillas de todo ser humano para reconocerse en los otros y caminar siempre hacia los demás. Narrando lo que les pasa a los seres que conforman su entorno, está tejiendo una tela de araña afectiva y cómplice que le permitirá salir de sí mismo y abandonarse en los otros. Pero favoreciendo siempre un encuentro gozoso, una relación vívida y rutilante. En Historia del corazón -y en especial en "La mirada infantil"- Aleixandre ha retrocedido, ha menguado en su mismidad adulta para retomar sus vivencias y sensaciones de la infancia. La vida ha pasado, él camina por la cincuentena, pero sigue siendo no sólo "el más pequeño", sino que es un niño tímido y callado, que "apenas si puede darle al balón con su bota pequeña". Y este juego poético le permite reafirmarse en uno de sus pensamientos más queridos: el tiempo es tan sólo una fantasía, un concepto; escribe desde el presente, pero en el texto está en el pasado; está y no está allí y está o no está en el presente. El niño se detiene en el instante álgido del poema y trasciende su momento y su situación actual: anticipa el futuro y se ve a sí mismo gigante, crecido y poderoso; en su infancia, desde su pequeñez, contempla su porvenir y su destino. ¡Qué maravillosa y bella excusa literaria pone Aleixandre en manos del maestro que trabaja este poema con sus alumnos para poder reflexionar sobre la fugacidad de la vida, la importancia de lograr una autoestima equilibrada, la necesidad de ser conscientes de las limitaciones y virtudes de los otros...! El niño raro Aquel niño tenía extrañas manías. Siempre jugábamos a que él era un general que fusilaba a todos sus prisioneros. Recuerdo aquella vez que me echó al estanque porque jugábamos a que yo era un pez colorado. Qué viva fantasía la de sus juegos. Él era el lobo, el padre que pega, el león, el hombre del largo cuchillo. Inventó el juego de los tranvías, y yo era el niño a quien pasaban por encima las ruedas. Mucho tiempo después supimos que, detrás de unas tapias lejanas, miraba a todos con ojos extraños. Historia del corazón. La mirada infantil. Madrid: Espasa-Calpe. 1. Escribiremos un poema con estas condiciones: Verso 1º, responde a la pregunta ¿quién es? Verso 2º, ¿dónde estaba? Verso 3º, ¿qué hacía? Verso 4º, ¿qué dijo? Verso 5º, ¿qué contestó la gente? Verso 6º, ¿cómo terminó todo? Ejemplo: Un pequeño muy extraño que vivía, aquí, a mi lado, en los juegos siempre hacía de malo: -¡Tírate al suelo, o si no, te mato! -¡No seas bruto!, ¡me haré daño! Y un buen día se cayó por un barranco. 2. Representar mímicamente el poema: Dos alumnos escenificarán mediante gestos uno de los pasajes del texto y los demás tendrán que adivinar qué escena están reproduciendo (general/prisioneros; pez; lobo; padre pegón; león; asesino del cuchillo; tranvías). El que acierte elegirá un compañero para dramatizar con él otra secuencia. Y así hasta que esté reconstruido toda la poesía. 3. Hacemos un vaciado de nombres del poema y pedimos que completen los huecos del modo que más les guste, procurando provocar expresiones divertidas, chocantes y creativas. Ejemplo: Aquel ojo tenía extrañas manías. Siempre jugábamos a que él era un león que fusilaba a todos los tranvías. 4. "Lecturas emocionadas": leemos el poema expresando distintas emociones: partiéndonos de risa, llorando, muertos de miedos, temblando de frío, con mucho sueño, atropelladamente, con parsimonia... 5. "¡A travestirse!": cambiamos el sexo de todos los personajes del poema y luego leemos es nuevo texto resultante. Aquella niña tenía extrañas manías. Siempre jugábamos a que ella era una generala que fusilaba a todas sus prisioneras... 6. "Escaleras poéticas": cada niño elige diez palabras del poema que tengan diferente número de letras y las coloca formando una escalera ascendente o descendente: y yo era lobo juego ruedas pasaban a me los ojos mucho tiempo siempre... 7. "¡Alerta!": el maestro o algún niño leen el poema en voz alta. Los demás habrán de estar muy atentos porque cuando se digan algunas palabras (niño, estanque, fantasía, tranvía, ojos) todos darán una palmada. 8. "Cuerpo poético": construimos con papel continuo un muñeco del tamaño de un niño y cada chaval escribe sobre él, con rotuladores, tres o cuatro palabras del poema hasta que esté terminado. En el espacio que nos sobre podemos pegar las palabras más chulas que encontremos en un periódico. Ciclo II Primaria El niño murió ¿Quién sufre? Pasé de prisa. ¿Quién se queja? Y me detuve. La choza estaba oscura. Y la voz: "¿Quién te quiere a ti, corzo mío?" Pero el niño no se callaba. "Rey de la selva viva, rey mío". Y el niño seguía llorando. El amuleto; el lamento: la madre canta. Canta muy dulcemente. El niñito llora. Huele a sándalo triste. Mano que mece a un niño. Canta. ¿Quién sueña? El lamento largo no cesa. Dura más que la vida. El niñito calla. Canta la madre. Más allá de la vida canta la madre. Duerme la selva. Historia del corazón. La mirada extendida. Madrid: Espasa-Calpe. La muerte es uno de los temas tabúes para nuestra cultura occidental, no sólo en el mundo adulto sino, sobre todo, en la infancia. Existe un convencionalismo social, una especie de pacto de costumbre, que "obliga" a los mayores que rodean a los niños a protegerles contra cualquier experiencia, conversación o contacto con la muerte. Y creemos que se trata de un error que perjudica rotundamente a los más pequeños y llena sus pensamientos y sueños de miedos y falsas creencias. Como decíamos en nuestro comentario a "Memento", de García Lorca, la literatura puede ser un valiosísimo recurso catártico, liberador, para las tensiones que, querámoslo o no, provocan en los niños las defunciones tanto de seres queridos como de mascotas, o incluso de personas desconocidas y lejanas para ellos. En esta ocasión les ofreceremos este poema -subtitulado "Nana de la selva"- porque estamos seguros de que los maestros sabrán trabajar con él de un modo creativo y positivo de modo que los niños puedan emplearlo como excusa para exteriorizar su vivencia de la muerte. Por ello será importante que el educador cree un clima cálido en el que los chavales sientan la necesidad de confiar sus temores, sus dudas y esperanzas ante este espinoso tema. Además, el final de poema deja abierta una rendija para que penetre la alegría porque Aleixandre nos dice que "más allá de la vida canta la madre", es decir, su amado hijo ha fallecido, pero ella sigue cantando porque con las notas del canto se marcharán la tristeza y la angustia y la melodía llenará su corazón de sosiego y amor. Porque no sólo se implica la madre en este momento intenso: "duerme la selva", todo contribuye a crear un clima sereno y solidario. Parece que al dejar de llorar el niño los animales y la vida del bosque han querido mantener en suspenso su aliento para no incomodar a la madre y no interrumpir su lamento. Pero esa compañía respetuosa y hermanada no es dibujada con un seco "calla la selva" sino que el poeta se esmera por reglarnos una pincelada positivizante: la selva tan solo "duerme", es decir, "descansa". Y todos sabemos que tras el sueño reconfortante viene de nuevo la vida. Dolor, sí, pero dolor estimulante, no congoja paralizante y autodestructiva. La hermanilla Tenía la naricilla respingona, y era menuda. ¡Cómo le gustaba correr por la arena! Y se metía en el agua, y nunca se asustaba. Flotaba allí como si aquel hubiera sido siempre su natural elemento. Como si las olas la hubieran acercado a la orilla, trayéndola desde lejos, inocente en la espuma, con los ojos abiertos bajo la luz. Rodaba luego con la onda sobre la arena y se reía, risa de niña en la risa del mar, y se ponía de pie, mojada, pequeñísima, como recién salida de las valvas de nácar, y se adentraba en la tierra, como un préstamo de las olas. ¿Te acuerdas? Cuéntame lo que hay allí en el fondo del mar. Dime, dime, yo le pedía. No recordaba nada. Y riendo se metía otra vez en el agua y se tendía sumisamente sobre las olas. Historia del corazón. La mirada infantil. Madrid: Espasa-Calpe Es este uno de los poemas más optimistas y alegres de Historia del corazón porque aunque tiene un tono evocador que podría provocar la melancolía no sólo del autor sino también del lector -trasladado a sus propios recuerdos de infancia-, es resuelto con desparpajo, emoción y regocijo. No en vano está rememorando momentos felices de su infancia malagueña, una etapa que -como él mismo recuerda en algunos poemas de Sombra del paraíso- estuvo llena de días luminosos, rebosantes de juegos, alegría y aventuras fantásticas en compañía de otros niños. Y tal vez porque una de sus compañeras de juego en aquellos días dichosos fue su hermana Concha, a ella podemos descubrir agazapada tras esta "hermanilla" medio misteriosa, medio zalamera. Con unas pocas pinceladas nos hace su descripción física: "tenía la naricilla respingona, y era menuda", un retrato preciso y suficiente porque los dos adjetivos que emplea son certeros; todos nos estamos imaginando a una niña deliciosa, con carita acaramelada, con mirada de ángel diminuto y revoltoso y con un cuerpo frágil en su contextura, pero derrochador de energía. El modo en que describe el juego entre la niña y el mar semeja técnicas narrativas casi cinematográficas: resulta chispeante, atrevido, vertiginoso; es como si el objetivo de la cámara se hubiera vuelto loco y se acercara y alejara a gran velocidad para aumentar la sensación de movimiento, acción y aventura. Esta sensación es subrayada por el uso de la yuxtaposición que aporta un tono sincopado, de gran poder emotivo e insinuante: "Como si las olas la hubieran acercado a la orilla, trayéndola desde lejos, inocente en la espuma, con los ojos abiertos bajo la luz. Rodaba luego con la onda sobre la arena y se reía, risa de niña en la risa del mar"... Aunque algunos versos son largos, la subordinación casi no existe; las frases son simples y cortas y ponen el énfasis en subrayar las cualidades esenciales del ser y de las cosas y en destacar la acción. Destacar también que los nexos desaparecen en favor de la valorización del punto que en varias ocasiones interrumpe un versículo demasiado largo. Y abre casi una tercera parte de los versos con la conjunción "y" como sustitución del punto. Hay un doble juego temporal en el poema: por un lado se recuerdan -haciéndolos presente- los momento pasados junto a aquella chiquilla a la orilla del Mediterráneo; pero en la segunda estrofa parece como si Aleixandre volviera al presente y le rogara a su interlocutora que evocara cómo él le pedía -"dime, dime"- que le explicara los secretos del fondo del mar y ella traviesuela rechazaba su curiosidad volviéndose a entregar, sumisa y satisfecha, a su amante marino. Hasta el título del poema irradia ternura, calidez, afecto: nos está presentando las fogosas aventuras de su queridísima "hermanilla" y en ese diminutivo viaja todo su amor fraternal. Y es tierno y conmovedor el modo en que el poeta trae a su memoria "¡cómo le gustaba correr por la arena!", cómo la define "como un préstamo de las olas". Y el lirismo alcanza su cénit cuando dibuja el momento más intenso de aquel recuerdo: "Rodaba luego con la onda sobre la arena y se reía, risa de niña en la risa del mar", colocando la guinda expresiva y conceptual haciéndonos partícipes del más extraordinario secreto: su hermana era una criatura "recién salid de las valvas de nácar" de alguna concha excepcional. En el lago Por la ciudad callada el niño pasa. No hacen ruido las voces, ni los pasos. Es un niño pequeño en su bicicleta. Atraviesa la calle majestuosa, enorme, cruzada por los lentos tranvías. Y sortea carruajes, carros finos, cuidados. Y va suavemente con las manos al aire, casi dichoso. De pronto, ¿qué? Sí, el gran parque que se lo traga. ¡Cómo pedalea por la avenida central, rumbo al lago! Y el niño quisiera entrar en el agua, y por allí deslizarse, ligero sobre la espuma. (¡Qué maravillosa bicicleta sobre las aguas, rauda con su estela levísima! ¡Y qué desviar por las ondas, sin pesar, bajo cielos!...). Pero el niño se apea junto al lago. Una barca. Y rema dulcemente, muy despacio, y va solo. Allí la estatua grande sobre la orilla, y en la otra orilla el sueño bajo los árboles. Suena el viento en las ramas, y el niño se va acercando. Es el verano puro de la ciudad, y suena el viento allí quedamente. Sombras, boscaje, oleadas de sueño que cantan dulces. Y el niño sólo se acerca y rema, rema muy quedo. Está cansado y es leve. Qué bien la sombra bajo los árboles. Ah, qué seda o rumor... Y los remos penden, meciéndose. Y el niño está dormido bajo las grandes hojas, y sus labios frescos sueñan..., como sus ojos. 1. Escribir un texto en el que expliquemos con nuestros palabras lo que sucede en el poema. Después le pondremos un título. 2. "Lipograma": reescribir el poema sin que aparezca determinada(s) letra(s). En este caso vamos a intentar cambiar todas las palabras que tengan la "u" de modo que desaparezca del texto. Por la (población) callada (el) niño pasea. No hacen (sonido) las voces, ni los pasos. Es (el) niño (canijo) en (la) bicicleta. Atraviesa la calle (elegante), enorme, (atravesada) por los lentos tranvías. Y sortea (carromatos), carros finos, (conservados). Y va (delicadamente) con las manos al aire, casi dichoso.... 3. "Poema antónimo": vamos a cambiar todos los adjetivos que podamos por sus antónimos de modo que modifiquemos el sentido del poema. Se permite cambiar también otras palabras: Por la ciudad (habladora) el niño pasa. Hacen ruido las voces (y) los pasos. Es un niño (enorme) en su bicicleta. Atraviesa la calle (insignificante), (diminuta), cruzada por (veloces) tranvías. 4. Vamos a localizar todos los verbos del texto y los vamos a escribir como si se tratara de un nuevo poema "verbal": Pasar. Hacer. Ser. Atravesar. Sortear. Pender. ¡Ir! Tragar. Pedalear. Querer. Entrar. Deslizarse. Desviar. Pesar. Apear. Remar. Acercarse. Sonar. Cantar. Acercar. Remar. Estar. Soñar. Mecerse. 5. "Cada oveja con su pareja": cada alumno selecciona diez adjetivos del poema y los escribe acompañados del sustantivo que le parezca más apropiado: boca callada gigante enorme hilos finos oro puro guisante pequeño tortugos lentos viento ligero pasteles dulces 6. "A la caza de rimas": buscar en el poema palabras que podrían remar en consonante o asonante, aunque estén situadas en versos o lugares muy distintos: Consonante Asonante majestuosa / maravillosa paso(s) / mano(s) / carro(s) / bajo suavemente / quedamente / dulcementetraga rama(s) / pasa callada / cruzada /oleada(s) parque / calle entrar / desviar / pesar ligero / quedo pesa(r) / rema / suena / seda 7. "¡Pareando!": con las rimas consonantes del ejercicio 6 formar pareados: Una mañana maravillosaLlevaba la boquita bien callada yo viajaba en una bici majestuosa.para que de humo no me entrara una oleada. 8. "¡Silabeando!": el maestro marca con palmadas el número de sílabas de una palabra y los niños tienen que buscar en el texto un vocablo que tenga idéntico número de sílabas: - :por - la - ah - el - que... - -:ciudad - niño - pasa - carros - finos - sólo - ojos... - - -:callada - tranvías - árboles - verano - orilla - estela... - - - -:atraviesa - majestuosa - quedamente - dulcemente... Ciclo III Primaria El visitante Aquí también entré, en esta casa. Aquí vi a la madre cómo cosía. Una niña, casi una mujer (alguien diría: qué alta, qué guapa se está poniendo), alzó sus grandes ojos oscuros, que no me miraban. Otro chiquillo, una menuda sombra, apenas un grito, un ruidillo por el suelo, tocó mis piernas suavemente, sin verme. Fuera, a la entrada, un hombre golpeaba, confiado, en un hierro. Y entré, y no me vieron. Entré por una puerta, para salir por otra. Un viento pareció mover aquellos vestidos. Y la hija alzó su cara, sus grandes ojos vagos y llevó a su frente sus dedos. Un suspiro profundo y silencioso exhaló el pecho de la madre. El niño se sintió cansado y dulcemente cerró los ojos. El padre detuvo su maza y dejó su mirada en la raya azul del crepúsculo. Historia del corazón. La mirada extendida. Madrid: Espasa-Calpe. Este poema pertenece a "La mirada extendida", la segunda parte de Historia del corazón. En la primera, "Como el vilano", el poeta parece vivir en su juventud pero al mismo tiempo que vive, reflexiona, analiza el paso del tiempo y entiende la que la vida es algo más que una sucesión de temporalidades. A él le interesa ser siempre, ser sin tiempo. En los poemas de la serie "La mirada extendida", el hombre-poeta se vuelve hacia su entorno, mira a su alrededor y contempla el mundo. Y lo hace en busca de los otros, no desea sentirse ni estar solo; quiere la compañía de otros para reconocerse en ellos. En "El visitante" se produce ese encuentro; el poeta lo provoca y para ello no duda en introducirse en una casa ajena en busca de sus moradores; pero estos parecen ignorar por completo su presencia, no le miran, no le contestan, ni siquiera llegan a verle. Pero esta actitud aparentemente despreciativa o negadora de la realidad del otro, es tan sólo aparente como el propio Aleixandre se apresura a subrayar en el texto: "Un viento pareció mover aquellos vestidos. Y la hija alzó su cara, sus grandes ojos vagos y llevó a su frente sus dedos. Un suspiro profundo y silencioso exhaló el pecho de la madre. El niño se sintió cansado y dulcemente cerró los ojos. El padre detuvo su maza y dejó su mirada en la raya azul del crepúsculo". Es decir, la comunicación entre el visitante-poeta y los habitantes de la casa va más allá de lo aparente, de lo sensitivo, y se sitúa en lo profundo, en lo casi místico: el intruso es "invisible", pero lo "sienten", perciben su espíritu, su esencia, su energía cósmica y cordial (de "corazón", de "amor"). Todos reaccionan a su manera: alzando la cara, suspirando (en un intento de llenarse de vida), sosegando el ánimo hasta buscar el sueño... Concha Zardoya lo expresa portentosamente en su magnífico estudio sobre Historia del corazóni: "El poeta ha entrado como un viento, como algo hondo y mágico. No le han visto, pero ha penetrado las almas, tocando con su gracia o su presencia los actos del vivir cotidiano. El poeta no nos cuenta lo que siente sino cómo le sienten las gentes sencillas: no le ven, no le reconocen, pero intuyen que algo -la Poesía- les ennoblece al pasar cerca de ellos. Así: «El padre detuvo su maza y dejó su mirada en la raya azul del crepúsculo». La invisible presencia del visitante, secretamente, le hizo cesar en su trabajo y mirar al cielo". Economía de gestos y reacciones, pero también economía de palabras y expresiones complejas: una vez más, yuxtaposición de ideas, de sentimientos; palabras cristalinas y nítidas, pero a la vez impactantes y precisas; buscan provocar una reacción en el lector, hacerle escuchar un eco en su corazón, tal vez al despertar un recuerdo, tal vez al hacer presente un sueño escondido. Verbo exacto y minucioso, pero despojado de todo artificio y toda envoltura conceptual; deseo de llegar a todos, huyendo de la exquisitez clasista de lo complejo y culto. Palabra abierta, desnuda, acariciada tan solo por la brocha del sentimiento: "Otro chiquillo, una menuda sombra, apenas un grito, un ruidillo por el suelo, tocó mis piernas suavemente, sin verme". Así logra Aleixandre una doble comprensión por parte del lector: una primera comprensión que es complicidad, compartir sus sentimientos, sus deseos de llegar a los otros para darles lo mejor de sí mismo -su espíritu-; el lector se solidariza con el escritor, se pone en su piel y decide sin duda acompañarle en su viaje hacia los demás seres humanos para intercambiar con ellos la energía que brota de su corazón. Y, con su lenguaje poético sencillo y desprovisto de todo artificio retórico, Aleixandre logra la otra comprensión, la semántica, que es la que más le preocupa como escritor: ya se ha dado cuenta de que no tiene sentido crear poemas crípticos que sólo parecen ¡dicen!- entender unos pocos privilegiados. Ahora se afana en barnizar cada una de sus palabras con una pátina transparente que permita que el significante deje transpirar a su significado. Lucidez conceptual, maestría creativa. Al colegio Yo iba en bicicleta al colegio. Por una apacible calle muy céntrica de la noble ciudad misteriosa. Pasaba ceñido de luces, y los carruajes no hacían ruido. Pasaban majestuosos, llevados por nobles alazanes o bayos, que caminaban con eminente porte. ¡Cómo alzaban sus manos al avanzar, señoriales, definitivos, no desdeñando el mundo, pero contemplándolo desde la soberana majestad de sus crines! Dentro, ¿qué? Viejas señoras, apenas poco más que de encaje, chorreras silenciosas, empinados peinados, viejísimos terciopelos: silencio puro que pasaba arrastrado por el lento tronco brillante. Yo iba en bicicleta, casi alado, aspirante. Y había anchas aceras por aquella calle soleada. En el sol, alguna introducida mariposa volaba sobre los carruajes y luego por las aceras sobre los lentos transeúntes de humo. Pero eran madres que sacaban a sus niños más chicos. Y padres que en oficinas de cristal y sueño... Yo al pasar los miraba. Yo bogaba en el humo dulce, y allí la mariposa no se extrañaba. Pálida en la irisada tarde de invierno, se alargaba en la despaciosa calle como sobre un abrigado valle entísimo. Y la vi alzarse alguna vez para quedar suspendida sobre aquello que bien podría ser borde ameno de un río. Ah, nada era terrible. La céntrica calle tenía una posible cuesta y yo ascendía, impulsado. Un viento barría los sombreros de las viejas señoras. No se hería en los apacibles bastones de los caballeros.Y encendía como una rosa de ilusión, y apenas de beso, en las mejillas de los inocentes. Los árboles en hilera eran un vapor inmóvil, delicadamente suspenso bajo el azul. Y yo casi ya por el aire, yo apresurado pasaba en mi bicicleta y me sonreía... y recuerdo perfectamente cómo misteriosamente plegaba mis alas en el umbral mismo del colegio. Historia del corazón. La mirada infantil. Madrid: Espasa-Calpe Éste es el poema que abre "La mirada infantil", cuarta parte del libro Historia del corazón, un conjunto de nueve poemas en los que Aleixandre parece detenerse en su ciclo vital y volver la vista atrás hacia su pasado, hacia su más remoto ayer, a fin de ayer aquellos recuerdos inolvidables que le permitan seguir entendiendo su presente y preparar con mayor solidez y serenidad su futuro. Ahora su esbelto y enfermizo cuerpo parece haberse encogido hasta adoptar el tamaño de su niñez y cabalga a lomos de un corcel metálico, de su hermosa bicicleta alada y se dirige alegremente hacia la escuela. Por el camino se cruza con un mundo muy diferente: él rebosa alegría, energía, sencillez, ganas de vivir; las gentes parecen arrastrarse más que viajar a lomos de patéticos y barrocos carruajes; en su inteior no hay síntomas de vida, de sentimiento; son imágenes huecas, fachadas sin cuerpo que sólo posan ante la sociedad para que les miren y admiren su poder y su categoría social. Hasta tal punto son sombrías aquellas viejas momias que el infante sólo repara en la majestuosidad soberana de sus cabalgaduras. La crítica hacia aquellas damas de alta alcurnia es demoledora: "Dentro, ¿qué? Viejas señoras, apenas poco más que de encaje, chorreras silenciosas, empinados peinados, viejísimos terciopelos: silencio puro que pasaba arrastrado por el lento tronco brillante..." El muchacho está entusiasmado por todo lo que ve y su euforia le hace sentir que en vez de rodar en su bicicleta por aquella "apacible calle muy céntrica de la noble ciudad misteriosa", va remando, casi volando, como aquella mariposa fantástica que parece compartir con él la pasión por la vida aún a costa de poder perderla olvidando que estamos en una "irisada tarde de invierno" y el frío puede acabar con su frágil existencia. Y no perdamos de vista a la mariposa porque ella simboliza las ansias de libertad y superación del muchacho. Él quisiera ir más allá, volar a otros mundos magníficos en los que poder vivir aventuras verdaderamente extraordinarias. Y si durante todo el trayecto desde el hogar hasta la escuela se había transformado en un ser mágico, volador, portentoso, la llegada al umbral del colegio le hacía volver a la realidad -tal vez porque allí no había sitio para la fantasía y la creatividad- y se apresuraba a recuperar su mismidad corpórea humana: "misteriosamente plegaba mis alas en el umbral mismo del colegio" se había terminado la aventura y la realidad cotidiana imponía sus condiciones: nada de ensoñaciones, nada de lirismo, nada de irrealidad. Parece que sólo los elementos naturales se alían con el niño para hacerle más agradable su existencia: la mariposa le acompaña y deleita con sus cabriolas aéreas, los árboles creaban una atmósfera etérea y acogedora, volátil y delicada: "los árboles en hilera eran un vapor inmóvil, delicamente suspenso bajo el azul", y el viento -¡qué decir del viento!- se mostraba selectivo en su deambular por el espacio urbano: a las señoras les arrebataba implacable los sombreros, a los caballeros los ignoraba (ni siquiera se golpeaba contra sus bastones), pero se enternecía y suavizaba cuando se acercaba a las mejillas de los infantes, hasta tal punto que parecía regalarles la pureza y el aroma de una rosa: "encendía como una rosa de ilusión, y apenas de beso, en las mejillas de los inocentes". Y en medio de este paisaje el muchacho se sentía dichoso, encantado de poder ser espectador de todos aquellos diminutos prodigios que la vida le regalaba; pero era una felicidad que le hacía crecer interiormente, sin ningún tipo de anhelo de ser el centro de nada, sin querer llamar la atención de las gentes con sus cabriolas ciclistas. No pedaleaba para que los otros admiraran su velocidad o firmeza; lo hacía porque en su interior hervía la pasión y por eso "yo apresurado pasaba en mi bicicleta y me sonreía..." ¡se sonreía a sí mismo!, no sonreía vanidosamente a los posibles espectadores porque no necesitaba encontrar en ellos su aprobación. Su paz interior le bastaba. La clase Como un niño que en la tarde brumosa va diciendo su lección y se duerme. Y allí sobre el magno pupitre está el mudo profesor que no escucha. Y ha entrado en la última hora un vapor leve, porfiado, pronto espesísimo, y ha ido envolviéndolos a todos. Todos blandos, tranquilos, serenados, suspiradores, ah, cuán verdaderamente reconocibles. Por la mañana han jugado, han quebrado, proyectado sus límites, sus ángulos, sus risas, sus imprecaciones, quizá sus lloros. Y ahora una brisa inoíble, una bruma, un silencio, casi un beso, los une, los borra, los acaricia, suavísimamente los recompone. Ahora son como son. Ahora puede reconocérseles. Y todos en la clase se han ido adurmiendo. Y se alza la voz todavía, porque la clase dormida se sobrevive. Una borrosa voz sin destino, que se oye y que no se supiera ya de quién fuese. Y existe la bruma dulce, casi olorosa, embriagante, y todos tienen su cabeza sobre la blanda nube que los envuelve. Y quizá un niño medio se despierta y entreabre los ojos, y mira y ve también el alto pupitre desdibujado y sobre él el bulto grueso, casi de trapo, dormido, caído, del abolido profesor que allí sueña. Historia del corazón. La mirada infantil. Madrid: Espasa-Calpe. 1. "Sensaciones": rastrear el poema para localizar todas aquellas expresiones que tengan algo que ver con percepciones sensitivas. Después, las clasificaremos según el sentido con el que las solemos captar: tarde brumosa no escucha un vapor leve todos blandos sus lloros una brisa inoíble un silencio los acaricia se alza la voz una bruma dulce casi olorosa blanda nube 2. "¡A adjetivar!" Buscamos adjetivos que puedan ir con determinados sustantivos del poema: Niño travieso, simpático, gruñón, alegre, jueguetón, pequeño.. Profesor malvado, aburrido, intransigente, bondadoso, cariñoso.. Clase oscura, soleada, triste, luminosa, lúgubre, vacía... Brisa suave, delicada, heladora, cálida, agradable... 3. Asociación metafórica: inventar expresiones metafóricas referidas al algún elemento del poema: Niño esencia de cuentos y realidades soñadas Clase fábrica de homogéneos y obedientes ciudadanos Pupitre potro de tortura de infantes revoltosos 4. "Poemas gemelos": recrear individual y colectivamente el poema. Se forman varios grupos. A cada miembro se le entrega el poema sin un verso: al primer alumno, el poema sin el primer verso; al segundo, sin el segundo... Cada chico debe escribir el verso que falta en su texto. Se recogen los versos... y se construyen varios poemas gemelos. 5. Se escoge una palabra de cada verso y con todas ellas se inventan frases y si es posible un poema. Está permitido introducir cambios (de tiempo verbal, género, número, etc.). Se puede trabajar individual o colectivamente. 6. Cada alumno elige una palabra (de al menos cuatro letras) del poema y después tendrá que ir localizando todos aquellos vocablos del texto que contengan al menos dos de las letras de la palabra inicial 7. "Concretos y abstractos": clasificar los sustantivos del poema según sean abstractos o concretos. 8. Escribir una carta a un amigo o familiar explicándole el poema. 9. Describir nuestra clase y la relación que existe entre el profesor y los almunos, incidiendo en las semejanzas y diferencias con la situación planteada por Aleixandre. 10. "De tres en tres": cada estudiante hace cinco tríos verbo/sustantivo/adjetivo con palabras del texto e inventa otras tantas oraciones de tipología distinta: enunciativa, exclamativa, interrogativa, negativa... 11. "Limerick": es un poema breve que sigue esta fórmula: Verso 1 Se define al protagonista Verso 2 Se indican sus características. Verso 3 y 4 Se expresan las acciones que realiza. Verso 5 Epíteto final, extravagante, exagerado. Ejemplo Había un viejo de Pisa que no podía tolerar la prisa. Cabalgó hasta tierra sarda, a lomos de una tortuga tarda, aquel lunático viejo de Pisa. (Gianni Rodari) Crear un limerick partiendo de los personajes y situaciones del poema. 1. ZARDOYA, C. "«Historia del corazón»: historia del vivir humano", en Poesía española del siglo XX. (1974) Madrid: Gredos, p. 294. Datos biobibliográficos y trayectoria poética Vicente Aleixandre nació en Sevilla, en 1898. Su infancia transcurrió en Málaga, ciudad y litoral mediterráneos que tanto habían de influir en la poesía de Sombra del paraíso. Desde 1909 vivió en Madrid -que fue su lugar habitual de residencia-, en donde estudió Derecho y Comercio. En 1925, una grave dolencia- tuberculosis renal que traería como consecuencia, en 1932, la extirpación de un riñón- le aleja de cualquier actividad profesional o social y le fuerza a llevar una vida de reposo y cuidados clínicos que favorecerá su dedicación por entero a la poesía, al convertir el placer de escribir en auténtica necesidad. En 1933 obtuvo el Premio Nacional de Literatura con La destrucción o el amor, uno de los más hermosos libros de toda la poesía surrealista, que confirmó a Aleixandre como un maestro de la poesía contemporánea. En 1949 es elegido miembro de la Real Academia Española. Con la obra Poemas de la consumación (1968) logró el Premio Nacional de la Crítica. En 1977 recibe el Premio Nobel de Literatura. Muere en Madrid, en 1984. Producción Poética La producción poética de Vicente Aleixandre es muy extensa. Conveniencias críticas han llevado a distinguir dos claras etapas en su obra. La primera comprende un largo periodo que va desde Ámbito (obra publicada en el año veintiocho en la malagueña revista "Litoral") hasta Nacimiento último (Madrid, Ínsula, 1953); la segunda se abre con Historia del corazón (Madrid, Espasa-Calpe, 1954) y se prolonga hasta el final de su vida -Diálogos del conocimiento (Barcelona, Plaza & Janés, 1974) es uno de sus últimos libros-; pues, según Aleixandre, "el poeta sólo muere cuando muere el hombre; y entonces vive, para siempre, su poesía". El propio Aleixandre, a propósito de la índole de los contenidos de su obra, afirma: "En la primera parte de mi trabajo, yo veía al poeta en pie sobre la tierra, como expresión telúrica de las fuerzas que le crecían desde sus plantas <. . .>. En la segunda parte de mi labor, yo he visto al poeta como expresión de la difícil vida humana, de su quehacer valiente y doloroso". Así pues, la propia Naturaleza y el vivir humano son, respectivamente, los protagonistas de una y otra etapa de la obra poética de Aleixandre. <José Luis Cano, en la Introducción a Espadas como labios y La destrucción o el amor editorial Castalia, colección Clásicos Castalia, núm. 43- ha caracterizado con certeras palabras lo esencial de las dos etapas de la poesía de Vicente Aleixandre: "En la primera ha creado Aleixandre un poderoso mundo poético, perfectamente diferenciado, en el que las fuerzas cósmicas elementales -fuerzas telúricas, misteriosas en su elementalidad radical: la tierra, el mar, el sol, el fuego, el viento, la selva...-, se sienten como arrebatadas por un fuerte impulso de fusión -o confusión en expresión de Dámaso Alonso- que persigue la unidad amorosa del mundo. En ese afán de comunión amorosa no están solas, pues los animales, y también el hombre -el hombre elemental, el hombre de los campos o las selvas, no el de la ciudad- participan de ese común impulso amoroso de ardiente solidaridad cósmica. Pero a partir de Historia del corazón se abre una segunda etapa en la poesía aleixandrina, en la que esa pasión cósmica, esa visión amorosa de la naturaleza en su pujante libertad, son sustituidas por un nuevo tema central: la consideración del vivir humano, la solidaridad con el esfuerzo y el drama de ese vivir, en su dimensión temporal e histórica: vivir del poeta mismo en primer lugar, pero también del pueblo, del país al que pertenece. Pudiéramos decir, pues, que en la primera etapa de la poesía de Aleixandre, el protagonista es el Cosmos, la Creación, la Naturaleza, y el hombre no es sino una de las fuerzas elementales que la naturaleza despliega e impulsa en su afán amoroso unificador. Mientras que en la segunda etapa, la Naturaleza deja de ser protagonista y se retira al fondo de la escena, volviendo a su viejo papel de paisaje, y dejando al hombre que se adelante a un primer plano y ocupe el papel de protagonista, de héroe, en la representación poética de una vida que siempre consiste, como ha dicho el poeta, en amar, sufrir, soñar, morir." Cita ésta de José Luis Cano -en las páginas 18 y 19 de la aludida edición- demasiado larga, pero que, excepcionalmente, reproducimos por su indiscutible claridad>. Ámbito Aleixandre se da a conocer como poeta con Ámbito (1928), libro al que sigue Pasión de la tierra, conjunto de poemas en prosa escritos entre 1928 y 1929, y que se inscriben en la línea de la literatura francesa surrealista de la época. (El libro no fue publicado hasta 1935, en Méjico, en edición limitada. La edición completa y primera española apareció en 1946, en la Colección Adonais). "El impulso que mueve este libro -escribe Aleixandre en el Prólogo- es el de la angustia del hombre elementalmente y esencialmente situado en medio del caos de las fuerzas brutales, de las que -si hostilmente le derriban- no se siente distinto. Es la angustia del hombre físicamente desnudo, desemparado, absorto". Espadas como labios es el tercer libro del poeta, escrito entre 1930 y 1931 (Madrid, Espasa-Calpe, 1932) y compuesto por 41 poemas en verso libre, exentos de cualquier regularidad formal (únicamente en el poema "Salón" recurre Aleixandre a cuartetas de heptasílabos con rima asonante en los versos pares). El carácter profundamente humano del libro no es incompatible con su tono surrealista -la lógica intelectual cede ante la expresión irracionalista, que incluso prescinde de la puntuación-, lo que ha llevado a Dámaso Alonso a calificar esta poesía de neorromántica. En Espadas como labios confluyen los rasgos más detacados que van a configurar el inconfundible estilo poético de Aleixandre; entre otros, los siguientes: el uso de la conjunción o con valor identificativo y no disyuntivo; el uso de reiteraciones -que, desde el punto de vista expresivo, intensifican las realidades evocadas-; la continua presencia de imágenes "visionarias" que escapan a la lógica de la conciencia y alcanzan un elevado sentido poético -y que son propias de la técnica surrealista-; "dinamismo expresivo" -según la terminología de Bousoño, autor del libro La poesía de Vicente Aleixandre, editado por Gredos; quizá el mejor de cuantos se han escrito sobre la poesía aleixandrina-: positivo, si predominan los elementos autónomos (sustantivos y verbos en forma personal y en oraciones independientes), y negativo si predominan los elementos no autónomos (adjetivos, adverbios y verbos en forma no personal o en oraciones subordinadas); etc., etc. A Espadas como labios siguen otros libros que se inscriben en el ámbito surrealista: La destrucción o el amor (Madrid, Signo, 1935), Sombra del paraíso (Madrid, Adán, 1944), Mundo a solas (Madrid, Clan, 1950; libro escrito entre 1934 y 1936, y cuyo tema central es el desamor).Y con Nacimiento Último (Madrid, Ínsula, 1953) concluye la primera etapa de la obra poética de Aleixandre. La destrucción o el amor ya encierra en su mismo título -en el que la conjunción o está desposeída de su valor disyuntivo para asumir una función identificativa semejante a la del signo = en Matemáticas-, el pensamiento central de la poesía de Aleixandre en esta época: amor y muerte son una misma cosa; la plena posesión amorosa sólo se alcanza fundiéndose el amante con la criatura amada, destruyéndose en el éxtasis amoroso. Y Aleixandre hace del impulso amoroso una vía para la destrucción del individuo, en un anhelo de fusión cósmica, de integración con la Naturaleza, para participar de su gloriosa unidad: léanse, por ejemplo, los poemas "Unidad en ella" y "Se querían". Por ello, el poeta se identifica con todo lo creado, en un ansia de fundirse con los seres que pueblan el mundo: léanse, por ejemplo, los poemas "Mina" y "Soy el destino". En definitiva, lo que Aleixandre canta en La destrucción o el amor es el mundo sentido como fuerza creadora amorosa que tiende a su unidad, a su integración; y todo en él, tanto los seres animados como las fuerzas de la Naturaleza, aspira a esa irrefrenable ansia erótica de fusión: léase, por ejemplo, el poema "La luz". Con razón, Dámaso Alonso pudo aludir al "misticismo panteísta" de Aleixandre. En cualquier caso, La destrucción o el amor contiene algunos de los poemas amorosos de mayor intensidad lírica que se hayan escrito a lo largo del siglo XX. Recomendamos para su lectura los poemas "Unidad en ella", "Ven siempre, ven", "Humana voz", "Canción a una muchacha muerta" y "Corazón negro", que consideramos, quizá, como de los mejores del libro. Sombra del paraíso En 1944 aparece Sombra del paraíso, obra escrita entre 1939 y 1943, compuesta por 52 poemas sin rima, en la mayoría de los cuales -casi el 80%- predomina el versículo aleixandrino sin uniformidad silábica. Con este libro, el lenguaje de Aleixandre alcanza las más altas cimas poéticas. El autor ha comentado que Sombra del paraíso "intenta ser un cántico a la aurora del mundo, desde el hombre presente"; que es "un canto a la luz, desde la conciencia de la oscuridad"; que se trata de "la visión de la aurora, como un ansia de verdad y plenitud, desde el estremecimiento doloroso del hombre de hoy". Y de ahí el titulo del libro. El poeta nos ofrece un mundo virginal y paradisíaco, que contrasta patéticamente con "la actual realidad humana" El grito "¡Humano: nunca nazcas!" -con que concluye el poema en versos heptasílabos "El fuego"- expresa la pureza de la creación antes de la presencia del hombre, y revela la concepción tremendamente pesimista que de él tiene Aleixandre. Sin embargo -y como señala Leopoldo de Luis en su edición de Sombra del Paraíso, publicada por Castalia-, "es el sentimiento de solidaridad y es la comprensión del dolor humano, lo que supera tan decepcionada actitud hacia un hamanismo que se inicia en poemas finales del volumen y acaba por desembocar en la poesía de Historia del corazón." (Clásicos Castalia, núm. 71, p. 41). De entre los magníficos poemas del libro, sugerimos la lectura de tres: "Nacimiento del amor", "Padre mío" -emotivo poema de 57 majestuosos versículos- y "Ciudad del paraíso", poema este último en el que Aleixandre exalta la ciudad de Málaga ("¡Oh ciudad no en la tierra!", exclama en uno de sus versos), escenario de su infancia dichosa. La segunda etapa de la obra de Aleixandre se inicia en 1945, año en el que el poeta comienza la composición de Historia del corazón, que verá la luz en 1954 (Madrid, Espasa-Calpe). Aleixandre desnuda su poesía del surrealismo y del barroquismo que este trae consigo y afronta una profunda renovación temática y estilística, caracterizada por el acercamiento a la difícil realidad humana de cada día, a las preocupaciones del hombre, mirado ahora positivamente -y aquí radica la novedad del libro-. Concha Zardoya, a la que debemos un detallado estudio de Historia del corazón (Poesía española del siglo XX. Madrid, Gredos, 1974. Tomo III, págs. 261-314), ha señalado, entre los rasgos estilísticos más destacados de la obra, los siguientes: la perfecta maestría en el uso del verso libre, que lo mismo se alarga hasta sobrepasar las 36, 37 y 38 sílabas -e incluso llega a las 40-, que se acorta hasta el mínimo: 2, 3, 4 y 5 sílabas; la sencillez del lenguaje poético -en el que escasean imágenes y metáforas y, si aparecen, son fácilmente identificables-, en un deseo de lograr que la poesía sea comunicación, que llegue a todos los hombres y a todas partes; la ordenación continuativa de los poemas, que aunque son independientes entre sí, se condicionan unos a otros y se continúan; y, finalmente, el uso de la yuxtaposición, la ausencia de oraciones subordinadas, el predominio de la frase corta, así como la importancia de la puntuación -es especial el valor del punto, que reemplaza a los nexos-, con todo lo cual se logra un estilo sincopado de gran eficacia expresiva. Recomendamos la lectura de los poemas "En la plaza" y "El poeta canta por todos" -en los que Aleixandre abandona su mundo personal para, fundiéndose con los anhelos de los demás, realizarse plenamente-; y también la del espléndido poema amoroso "Mano entregada". En la misma línea de profunda humanidad que caracteriza a Historia del corazón se sitúan otros libros posteriores: En un vasto dominio (Madrid, Revista de Occidente, 1962), Retratos con nombre (Barcelona, El Bardo, 1965), Poemas de la consumación (Barcelona, Plaza & Janés, 1968) y Diálogos del conocimiento (Barcelona, Plaza & Janés, 1974). Poemas de la consumación y Diálogos del conocimiento son libros de tema único, ya enunciado en su título: la consideración de la vida desde la perspectiva de la vejez y la vecindad de la muerte, en el primer caso; el enigma de la conciencia humana y el sentido del mundo, en el segundo. Obras de gran dificultad, en las que, de nuevo, la inspiración de Aleixandre recurre a imágenes irracionales y surrealistas de hondo sentido poético. Poemas de la consumación está formado por 50 piezas, en general breves -las hay que no llegan a los diez versos-, en metros frecuentemente cortos. Diálogos del conocimiento -cuyos textos dialogados son, en realidad, yuxtaposiciones de monólogos paralelos, contrapuestos o convergentes, más que verdadero diálogo dramático- consta de 14 piezas largas, en versos que no suelen descender por debajo del alejandrino o del endecasílabo. Recomendamos la lectura de los poemas "El poeta se acuerda de su vida", "Quién fue" y "El olvido", de Poemas de la consumación; así como de los titulados "Sonido de la guerra", "Diálogo de los enajenados" y "El inquisidor ante el espejo", de Diálogos del conocimiento. A los libros poéticos hay que añadir uno en prosa: Los encuentros (Madrid, Guadarrama, 1958), colección se semblanzas de escritores muy apreciados por Aleixandre. Especialmente conmovedoras son las líneas que dedica al poeta Miguel Hernández.