La dimensión política de la integración en América del norte: Canadá y el futuro de la región Duncan Wood Introducción El futuro de Norteamérica se ha convertido, durante los últimos años, en un creciente debate en Canadá. Desde los eventos del 9/11, las preguntas que rodean el futuro de las relaciones de seguridad en la región han sido una constante preocupación para los creadores de política, los líderes de opinión y los académicos. En 2002 se trataron varios debates sobre la idea de un fondo social para Norteamérica, dirigido por expositores de México, Québec y de las áreas menos favorecidas de Estados Unidos. La posibilidad de profundizar o alterar hasta cierto punto el TLCAN para que incluya temas de seguridad entre otros, ha sido uno de los temas recurrentes en los debates sobre el futuro de la región; como resultado, han surgido varias visiones de lo que sería ese futuro. Por lo general, las visiones sobre el futuro del TLCAN provienen de académicos e incorporan métodos arrasadores sobre una verdadera integración regional. La definición de esta región es un tema ampliamente discutible y uno, que yo resalto como un obstáculo posteriormente en este artículo. Sin embargo, generalmente, estas visiones se consolidan en una perspectiva ambiciosa y sobre todo optimista de la integración de Norteamérica. El argumento de este ensayo es que estas estupendas y ambiciosas visiones sobre el futuro de la región tienen poca posibilidad de ser realizadas. Desde el punto de vista canadiense (el cual yo considero es reflejo de otros países) hay poca, si es que alguna, posibilidad de apoyo tanto de la opinión pública como de los actores políticos clave para extender el TLCAN o renegociarlo. Dada esta realidad política tenemos pocas opciones, la más asequible en mi opinión es la que plantea mayores pasos hacia la integración fuera del TLCAN en lugar de tratar de hacerlo dentro del marco del mismo. El TLCAN seguirá existiendo, por supuesto, pero cualquier integración futura vendrá de fuentes no tradicionales y de grupos dentro de la región. Debemos ser menos ambiciosos en nuestros puntos de vista acerca del futuro de la región. El pragmatismo y el interés propio, así como la ley que rige la política internacional, guiarán el desarrollo de las relaciones de Norte América. A pesar de que existe espacio para una mayor cooperación e integración, no debemos esperar que ninguna de las “grandes ideas” sobre el futuro de TLCAN se lleve a cabo en un futuro cercano. El apoyo político necesario por parte de Canadá simplemente no existe y es poco probable que se formen coaliciones importantes que presionen por una definición más extensa de lo que debería ser el siguiente paso para el TLCAN. Las Propuestas Uno de los principales defensores de una integración más extensa y profunda en Norteamérica es Robert Pastor. Su trabajo Toward a North American Community enfatiza la necesidad de proyectos de infraestructura a través de la región para integrar a las zonas que hasta ahora han estado excluidas de los beneficios del TLCAN. Pastor es un firme creyente que la lógica económica de largo plazo de integrar a las regiones más pobres de Norteamérica, en particular las de México, será suficiente para convencer tanto a los actores políticos clave como a los grupos políticos de la necesidad de llevar al TLCAN a lo que el considera es su siguiente nivel. La idea de una comunidad se encuentra claramente entre los que quisieran ver que Norteamérica emula la experiencia europea, pero estos individuos son escasos y se encuentran divididos entre los tres países del TLCAN. Semejantes esfuerzos para profundizar los niveles predominantes de integración de Norteamérica provienen de Canadá. Wendy Dobson de la Escuela de Negocios de la Universidad de Toronto sostiene que “las provisiones del TLCAN han sobrepasado su utilidad”, argumentando que la empresa ha superado a los gobiernos en integrar sus actividades. Como consecuencia, ella ha creado una “Gran Idea”, una visión de Norteamérica para el año 2020 que incorpora las dimensiones (o pilares como ella los llama) de seguridad, defensa, recursos naturales y eficiencia económica. Mientras que Dobson reconoce las necesidades que tanto México como Canadá tienen dentro del futuro de la región, ella adapta su “Gran Idea” predominantemente a los requerimientos de los Estados Unidos, particularmente en las áreas de seguridad, defensa y recursos naturales. Sea que esto refleje o no las preferencias de los canadienses, o inclusive el interés nacional, permanece en gran medida como tema de debate. William Robson trata el futuro de Norteamérica enfocándose en el tema del suministro de bienes públicos en la región. El argumenta, al igual que Pastor, que una inversión significativa en el suministro de bienes públicos en los países del TLCAN aportará beneficios substanciales a largo plazo. Desafortunadamente su propuesta, al concentrarse en el tema de bienes públicos, genera varias preguntas. ¿Quién es el encargado de proveer y pagar por estos bienes? ¿Por qué? ¿Cómo evitas el problema de los free riders y cómo compensas las diferentes ganancias relativas entre las naciones y las áreas? Así mismo, Robson carece de una justificación adecuada de porque un alto nivel de inversión en bienes públicos es preferible sobre otras opciones potenciales para Canadá tales como, mantener el status quo, enfocarse el los bienes privados o simplemente ser un free rider de los Estados Unidos. Finalmente, Robson tiene un problema en el ámbito geográfico el cual es representativo de muchos de las propuestas canadienses sobre el tema. Cuando se refiere a Norteamérica, él se está enfocando básicamente en el área comprendida por Canadá y Estados Unidos, teniendo a México como un incómodo miembro de último momento en muchas áreas de su análisis. El Consejo Canadiense de Jefes Ejecutivos (Canadian Council of Chief Executives) originó un artículo de discusión en el mes de Abril de este año, titulado New Frontiers el cual se postula como una iniciativa de seguridad y prosperidad para Norteamérica. Esto puede llevarnos a pensar que México podría ser incluido como parte integral del análisis del Consejo. Sin embargo, el subtítulo del libro aclara lo anterior, Building a 21st century Canada-United States Partnership in North America. El tercer miembro del TLCAN no fue dejado de lado totalmente en este artículo, pero es claro que la significativa prioridad para los empresarios canadienses es la relación con su vecino inmediato del sur, mientras que México permanece como una adición potencialmente rentable e interesante a toda esta lógica. Los problemas de estas distinguidas visiones sobre el futuro de la integración de Norteamérica propuestas por los canadienses nos lleva a cuestionar la viabilidad de las “grandes ideas”. Tenemos que preguntarnos cuáles son los factores políticos que conducen a la realización de estas visiones y qué factores se oponen a su éxito. En esencia debemos cuestionarnos “¿qué es lo que Canadá y los canadienses en sí buscan del futuro de Norteamérica?” y ¿qué significa Norteamérica para ellos? Actitudes en la política canadiense hacia Norteamérica Desde los ataques del 9/11, el gobierno canadiense ha mantenido constantemente, en su relación con sus socios del TLCAN, una posición de política exterior que busca proteger su relación privilegiada con Estados Unidos y sigue rehusando arriesgar la posición preferencial tanto de Canadá como de los mismos canadienses y sus empresas dentro del mismo al tomar una postura que introduzca el complicado factor de México al panorama. Desde 2001, las iniciativas de seguridad de las fronteras han progresado rápidamente pero lo han hecho bajo las bases de una negociación bilateral en lugar de una trilateral. La prioridad de Canadá ha sido “mantener la frontera abierta” y mantener a los Estados Unidos felices al asegurarles que Canadá no es una debilidad para la seguridad del territorio estadounidense. Así mismo, Canadá se ha rehusado a apoyar la idea del Presidente Vicente Fox de definir de manera más amplia la integración de Norteamérica al incluir los temas de migración y ha rechazado constantemente, la idea de un TLCAN plus que incorpore un fondo social que involucre transferencias financieras a las áreas menos privilegiadas dentro de la región. La respuesta del gobierno canadiense a la pregunta “apoyarías la creación de un TLCAN plus o un fondo social?” formulada en 2002 y 2003 fue muy contundente. Proveniente de todos los niveles del gobierno federal canadiense se encontró la respuesta en forma de otra pregunta: “Qué ganancia obtenemos nosotros?”. En términos sorprendentemente francos, el gobierno canadiense ha transmitido el mensaje de que Canadá se encontraría ganando muy poco al invertir más en la integración regional y que arriesgaría complicar una relación tradicional y exitosa con los Estados Unidos. La importancia de esta relación no se encuentra únicamente en las cifras que describen la relación económica con Estados Unidos, relación bilateral más importante a nivel mundial en términos comerciales. También tenemos que entender los complejos, en ocasiones ambiguos, sentimientos que los canadienses experimentan hacia su vecino del sur, los cuales han evolucionado de cientos de años de cohabitación, cerca de doscientos años de relaciones pacíficas y unas crecientes preferencias sobre valores y cuestiones sociales. Los canadienses se identifican al mismo tiempo que buscan distinguirse de los estadounidenses. La agonía que se sufrió en Canadá sobre la posición del gobierno sobre el conflicto de Irak fue muy representativo: la opinión pública, mientras que generalmente se encontraba en contra de ir a la guerra contra Irak al lado de los estadounidenses, se encontraba no obstante preocupada sobre las consecuencias que esto traería consigo a nivel económico. De hecho, un grupo de empresarios se preocupó tanto por esta idea que, en Mayo de 2003, hicieron un viaje a Washington para entrevistarse con su homólogo estadounidense y asegurar la continua estabilidad de la relación bilateral. Finalmente, el gobierno federal decidió mantenerse fuera de Irak pero, como compensación, optó por aumentar sus compromisos con las operaciones en Afganistán y reconocer ampliamente el derecho de Estados Unidos de intervenir en Irak. El riesgo que percibe el gobierno canadiense al “trilaterizar” su relación especial con los Estados Unidos al incluir a México, es que tanto la facilidad con que los negociadores canadienses se entienden con su homólogo estadounidense como sus inherentes similitudes de opinión y perspectiva se pierdan al incluir otra variable. Las fronteras y la migración es un tema particularmente difícil para los canadienses, dado que la facilidad con que los canadienses y sus bienes cruzan desde ciudades como Windsor, las Cataratas del Niagara, etc., es una acción que ellos no tolerararían perder al establecer estándares norteamericanos de seguridad que, por definición, tengan que ser incorporados a la frontera sur con México. La movilización de población no es lo único que preocupa a Canadá acerca de una relación trilateral. Temas como la seguridad de transporte, tema polémico del lado de la relación México-Estados Unidos, son raramente discutidos en las negociaciones entre la pareja Canadá y Estados Unidos. Así mismo, Canadá no está dispuesto a negociar una compleja serie de estándares para la movilización tanto de bienes como de personas en bases trilaterales. Debemos recordar que la lógica que han llevado las relaciones Estados Unidos-Canadá sobre Ottawa ha sido y seguirá siendo por un largo tiempo, “mantener la frontera abierta”. Siguiendo las propuestas de Pastor y Robson sobre proyectos de infraestructura y bienes públicos en Norteamérica, a Canadá le interesaría saber por qué debe invertir más dinero en las áreas menos favorecidas de otros países, en particular México, cuando muchas áreas del mismo Canadá aún necesitan ser integradas para que reciban los beneficios del capitalismo moderno. ¿Por qué preocuparse por los campesinos de Chiapas cuando las reservas de pescado en las provincias del Atlántico son tan bajas que los botes permanecen anclados en la bahía la mayor parte del año y los pescadores tienen que solicitar beneficios de desempleo y pagos de seguridad social? Cuando se les cuestiona acerca de la transferencia de pagos, el gobierno canadiense pregunta a su vez, que ha sucedido con los billones de dólares que han sido efectivamente transferidos a México durante los últimos diez años a través del déficit comercial. ¿Cuáles son las ideas de los actores políticos fundamentales en Canadá acerca de la profundización de la integración? Las empresas no buscan poner en riesgo la relación bilateral con Estados Unidos pero al mismo tiempo ven en México un actor interesante y potencialmente rentable para Estados Unidos para el cual el acceso proporcionado por el TLCAN. Si, aún queda mucho por obtener de México, pero eso vendrá de las reformas internas y de la liberalización de las restricciones de inversión que dependen de políticas internas más que de los acuerdos económicos regionales. Los sindicatos aún ven con recelo al TLCAN y ven la falta de exigencia en las leyes mexicanas como razón suficiente para no buscar más integración. Lo último que buscan los sindicatos es que se sigan perdiendo más empleos en Canadá, aún cuando la mayor amenaza al empleo en este país no provenga de México sino de países como India, China, Brasil y por supuesto Estados Unidos. Aunque no tan influyentes como los previamente mencionados actores políticos fundamentales, la sociedad civil en Canadá no opera de manera importante al gobierno federal en la siguiente etapa del TLCAN. Las ONG´s continúan presionando al gobierno canadiense (al igual que al mexicano) sobre los abusos de derechos humanos y las fallas de la democracia en México e incitan al gobierno canadiense a ser más agresivo con su homólogo mexicano. El último factor político importante que debemos considerar es la opinión pública canadiense y la actitud del público canadiense hacia Norteamérica. A través de los años los canadienses han intentado continuamente de diferenciarse de los estadounidenses mientras que al mismo tiempo han tratado de mantener los lazos familiares, económicos y de amistad. La actitud canadiense hacia la frontera con Estados Unidos se puede definir -como han escrito Michael Hart y William Dymond “los canadienses disfrutan la frontera pero no quieren que ésta obstaculice su camino como comerciantes, inversionistas o “snowbirds” (canadienses mayores que pasan su invierno en Florida).” Mientras que son grandes críticos de la política exterior de Estados Unidos, los canadienses también simpatizan con las inquietudes de seguridad y tienden a compartir muchos de los valores de los estadounidenses en relación con el mundo tales como: valores sobre la democracia, justicia y el libre mercado. Cuando se les pregunta qué es lo que los distingue de los estadounidenses, los canadienses contestan que año con año su país es más limpio, más igualitario y con mejor sistema de salud. Sin embargo, al mismo tiempo los canadienses admiran la innovación, el espíritu empresarial y la fuerza del sistema estadounidense. Cuando se le cuestiona sobre México, los canadienses tienden a estar mucho menos seguros. Mientras que están familiarizados con Estados Unidos, su cultura y su gente, México permanece como un país distante, con una cultura un tanto ajena un sistema político desconocido y sospechoso. Aún cuando una gran cantidad de canadienses visitan México cada año, y el comercio y la inversión van en aumento (lo cual mejora hasta cierto punto la relación) los canadienses no consideran a México como parte de Norteamérica. Es, en cambio, al ser latino, parte de otro mundo. Esta actitud nos ayuda a entender la razón por la que los canadienses en repetidas ocasiones definen a Norteamérica en el sentido más limitado, como una región comprendida por dos, más que por tres. También nos ayuda a explicar por qué las iniciativas canadienses para profundizar Norteamérica, se enfocan casi exclusivamente en las relaciones bilaterales con Estados Unidos. México no es siempre incluido ya que como Hart y Dymond lo explican, para los canadienses “el factor mexicano es importante más no crucial”. Los futuros de Norteamérica: Opciones viables para Canadá y los canadienses Por lo tanto, ¿cuáles son las opciones que se presentan para el futuro de la integración de Norteamérica dadas las limitadas políticas canadienses? Antes que nada, habría que mencionar que en lugar de las grandes visiones e ideas, los canadienses se sentirían más cómodos con pequeños pasos, medidas ad hoc y un incrementalismo. Debemos recordar que los canadienses se distinguen por su conservadurismo, por tener una cultura política que favorece la evolución sobre la revolución y que se ponen muy nerviosos con los cambios drásticos. Los acuerdos bilaterales que suman una integración regional efectiva serán más viables que las medidas trilaterales y Canadá debe de sentirse seguro de que su posición privilegiada con Washington permanece en un nivel sagrado. ¿Quién será quien guíe el proceso de esta manera? Curiosamente desde la perspectiva canadiense el actor político clave probablemente no sería el gobierno federal. En su lugar, el proceso seria llevado desde abajo. En particular los gobiernos de las provincias serán los que exploren las oportunidades de la región para saber en que área sería en la que obtendrían más ventajas. La creciente interacción entre los ministros de las provincias y los gobernadores de cada estado tanto en Estados Unidos como en México es ejemplo de la voluntad de este nivel de gobierno para tomar parte en formas no tradicionales de diplomacia. Los municipios también están jugando un papel cada vez más importante, aunque no esté tan avanzado al momento de escribir este ensayo. El interés de los gobiernos de las provincias en avanzar gradualmente sugiere una noción nostálgica del modelo europeo de integración. Subsidiaridad, idea de que la política y las funciones gubernamentales deben de ser transferidas al nivel más bajo del gobierno que sea capaz de llevarlas a cabo efectivamente, falta ser explorada en Norteamérica pero sostiene gran potencial para abrir las relaciones entre las diferentes áreas dentro de la región. El concepto económico de nudos de crecimiento y el potencial de sinergia entre los factores de materia prima, trabajo y tecnología, tan abundantes a través de la región pero ampliamente dispersos, son áreas en las que las provincias y los niveles estatales de gobierno serían capaces de explorar satisfactoriamente. Complementariedad en educación, sistema de salud e inclusive las necesidades de empleo, son otras áreas que se beneficiarían de un enfoque menos macro y más orientado a áreas específicas. Aunque yo no sugeriría que la subsidiaridad en Norteamérica adquiriera el estatus de jure que ésta sostiene en la Unión Europea, un acercamiento de facto sería de gran potencial. Uno de los factores políticos más importantes en el contexto canadiense que es a su vez, de gran importancia para México y para el futuro de la integración de Norteamérica, es la gran diferencia entre las tres relaciones bilaterales de la región. El exitoso manejo de Canadá en su relación con Estados Unidos, basada en confianza mutua, entendimiento y una larga historia de apoyo en el escenario mundial, adopta una postura en cruel contraste con las de las parejas (dúos o duetos) de Canadá-México y México-Estados Unidos. Las relaciones México-Estados Unidos han avanzado significativamente en los diez años que lleva el TLCAN, en parte por el crecimiento del intercambio económico pero principalmente por la importancia crucial de la demografía. El delicado peso político de los mexicanos que viven en Estados Unidos, y los estadounidenses con descendencia mexicana, ha dado a las relaciones bilaterales entre México y éste país un lugar permanente en la agenda política estadounidense. Esa misma presión es inexistente en Canadá. Estados Unidos y México continuarán profundizando sus relaciones de manera similar pero diferente a la profundización de las relaciones entre Canadá y Estados Unidos, dejando a Norteamérica con dos relaciones bilaterales importantes, otra relación bilateral menos importante y con un marco trilateral débil. Aunque persista una gran diferencia, México podría aprender mucho de la forma en la que Canadá maneja su relación bilateral con Estados Unidos, estudiando los modos en los que éste acierta y falla en mitigar el tan abrumador poder del hegemón. La relación entre Canadá y Estados Unidos, comúnmente conocida y reconocida, es la relación bilateral económica más grande del mundo, con intercambios comerciales diarios de miles de millones de dólares y con extraordinarios niveles de Inversión Extranjera Directa (IED). En los últimos 100 años el proceso de integración entre estos dos países ha progresado a un paso impresionante, especialmente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. La población de ambos países cruza la frontera con sorprendente facilidad, especialmente si le compara con el tortuoso proceso experimentado en la frontera entre México y Estados Unidos. Los canadienses están muy familiarizados con los Estados Unidos –aproximadamente 90% de la población canadiense vive a 160 kilómetros (o menos) de la frontera estadounidense. Esto significa que conocen la política, la economía y la sociedad (al menos la que habita en el norte) de Estados Unidos. Así mismo, las redes sociales y familiares están extremadamente desarrolladas. A pesar del alto nivel de interacción, existen problemas en la relación entre Estados Unidos y Canadá. La naturaleza de los problemas es diversa: oscila desde el comercio y los narcóticos, hasta lo político y lo social. El manejo de las disputas comerciales entre ambos países es un ejemplo de estos problemas. Estados Unidos y Canadá continúan involucrándose en grandes disputas sobre la leña de madera suave. Esta disputa en particular, involucra intereses en ambos lados de la frontera dados los subsidios canadienses otorgados a las industrias forestales. Desde 2002, los Estados Unidos han puesto un 27% de impuesto “antidumping” a las importaciones de leña de madera suave proveniente de Canadá causando un gran deterioro económico al norte de la frontera. A pesar de que un tribunal del TLCAN, formado por tres estadounidenses y dos canadienses, falló a favor de Canadá a finales de agosto de 2004 y a pesar de que el gobierno norteamericano ha aceptado este fallo, Estados Unidos se ha rehusado a cambiar su postura hacia Canadá. Este tipo de disputas, las cuales generan sentimientos encontrados en los dos países, también se han suscitado sobre el comercio de papas, la pesca de salmón y las industrias culturales. Sin embargo, los canadienses y los estadounidenses han podido mantener relaciones amistosas, sin importar lo costosas que llegan a ser las disputas, gracias al alto nivel de institucionalización de sus relaciones. Esto permite a su vez, que tanto los asuntos más controversiales como los más mundanos sean tratados de manera que se evite una reacción pública exagerada. La importancia crucial de la relación económica, expresada anteriormente, es reconocida explícitamente por el gobierno canadiense. Así mismo, Estados Unidos reconoce la importancia de mantener buenas relaciones con su vecino del norte. El ejemplo del Comando de Defensa Aeroespacial de Norteamérica (NORAD por sus siglas en inglés) es indicativo: desde la Guerra Fría y hasta la fecha, la fuerza aérea canadiense ha mantenido (teóricamente hablando) el mismo estatus que la fuerza aérea de Estados Unidos dentro del marco de toma de decisiones de la defensa aérea de Norteamérica. Este espíritu de cooperación ha sido trasladado a la nueva organización NORTHCOM la cual, a pesar de ser una entidad del ejército estadounidense, consulta a la fuerza armada canadiense en la toma de decisiones claves. A México todavía le falta alcanzar este nivel de aprobación en la toma de decisiones de Estados Unidos. Sin embargo desde 9/11 ha habido una creciente cooperación tecnológica entre estos dos países en el área de seguridad. Esto no significa que podemos simplemente trasladar la experiencia canadiense a la mexicana en el manejo de la relación bilateral con Estados Unidos, pero sí significa que existe un vasto conjunto de experiencias que pueden ser aprendidas sobre el manejo que Canadá le ha dado a esta importante y difícil relación. Una mayor institucionalización, un menor perfil y una menor politización de la relación ayudarían a crear las bases para una mejor asociación en el futuro. Relaciones México-Canadá Mientras que México ha visto a Canadá como un socio estratégico éste ha dado, tradicionalmente, poca importancia a México exceptuando en las bases ad hoc. Canadá no fue uno de los grandes pretendientes del TLCAN, prefiriendo mantener la naturaleza bilateral del CUFTA. Desde finales de los ochenta, por supuesto, Canadá ha aprendido a amar al TLCAN y ha encontrado maneras de tomar ventaja de sus provisiones. Sin embargo, hay poco incentivo para Canadá de llevar al TLCAN al siguiente nivel, a pesar de la impresionante curva de aprendizaje y de familiarización que se ha llevado a cabo en México. No quiero, de cualquier manera, minimizar la importancia de los beneficios económicos mutuos que se han ganado de las relaciones entre México y Canadá, la creciente cooperación política y las convergentes perspectivas internacionales que comparten. Se trata únicamente del hecho de que México y Canadá permanecen como vecinos distantes o lo que Brian Stevenson llamaría “el vecino del vecino”. Sin embargo, es precisamente en el área de las relaciones bilaterales entre México y Canadá en donde los nuevos actores no tradicionales de la diplomacia internacional pueden tener un papel principal. Como primer punto debemos de tomar en cuenta los intereses que las empresas privadas mantienen sobre áreas específicas de la integración. Por ejemplo, un número importante de empresas canadienses están interesadas en invertir en el sector energético, en proyectos de infraestructura, en minería y en los puertos de México. A pesar de que estos sectores permanecen en su mayoría cerrados a la inversión extranjera, es de esperarse que compañías tanto canadienses como estadounidenses continúen entablando contacto con el gobierno mexicano y con sus contrapartes en el sector privado. Segundo punto a reconocer, las provincias y los estados de los dos países están interactuando como nunca. En la relación bilateral con Estados Unidos hemos visto la creciente presencia de los gobernadores y los estados de México, particularmente en el tema de migración, pero también en temas culturales y económicos. En relación con Canadá, son las provincias las que están tomando una actitud más activa. Las constantes visitas por parte de los representantes gubernamentales de las provincias canadienses están generando una red de contactos y de intereses culturales y económicos con los estados mexicanos. En muchas ocasiones, los dirigentes de las provincias vienen a México buscando sus propios intereses y agendas. En el caso de Québec, en el mes de noviembre del año en curso, la visita de su primer ministro, Jean Charest, fue vista como parte de la visita del gobierno francés. Como tercer punto, se ha observado un creciente contacto e interacción entre los indígenas y aborígenes de México y Canadá. La población indígena en ambos países ha disfrutado recientemente de una intensificación en sus relaciones mutuas. El papel de las organizaciones internacionales (como el Banco Mundial y Naciones Unidas) en la promoción del estatus de los indígenas mexicanos ha sido muy importante en este proceso. Sin embargo, ha sido más importante el efecto que han tenido dos factores canadienses: la nueva riqueza de los grupos indígenas canadienses obtenida a través de los casinos, por ejemplo, y del mejoramiento del estatus político, particularmente desde la creación del territorio de Nunavut al norte del país, entidad políticamente autónoma dirigida por y para los aborígenes. De hecho, el primer ministro de Nunavut, Paul Okalik, visitará México en diciembre de 2004 para discutir algunos de los temas de interés mutuo con los representantes de los estados mexicanos. Se espera que temas como la cultura indígena, el lenguaje y el desarrollo económico sean los que dominen la agenda del primer ministro. Los aspectos culturales de la población indígena también están siendo considerados por el gobierno federal canadiense quien, en conjunto con algunas universidades mexicanas, está promoviendo una serie de visitas de artistas y escritores canadienses a México en 2004. Una de las áreas en la que se ha visto un creciente acercamiento entre Canadá y México es en el área de política exterior. La extensa experiencia canadiense como “potencia media”, su apoyo al multilateralismo, internacionalismo y a la seguridad humana han tomado mucha importancia para México en su intento por aumentar y equilibrar su influencia política con su peso económico. Cada vez veremos más áreas de convergencia en los objetivos de política exterior de ambos países. A partir de la experiencia que compartieron en el manejo de la invasión de Irak en 2003, los gobiernos mexicano y canadiense han encontrado un creciente número de áreas tales como el comercio, las Naciones Unidas y los derechos humanos, en las cuales sus intereses convergen. Sin embargo, en el tema de la integración de Norteamérica, existe una muy limitada convergencia entre las posiciones mexicana y canadiense. Por su parte, Canadá no está dispuesta a “trilateralizar” y por lo tanto “mexicanizar” la relación con Norteamérica en la cual el país ha invertido tiempo y dinero en construir. Sus intereses sobre el futuro de la región son muy diferentes pero lo que es más importante es la gran diferencia en visión tanto presente como futura de ésta. El cambio político y el futuro de la región El año 2004 experimentó la reelección de Paul Martin como primer ministro de Canadá, en la cual su partido liberal perdió la mayoría en la Cámara de los Comunes. Esta elección también vivió un renacimiento de la izquierda con el Nuevo Partido Democrático (NDP por sus siglas en inglés). Por un lado, la reelección de Paul Martin sugiere que existirá continuidad en la relación bilateral con México, una relación en la cual tanto Martin como el presidente Fox se han llegado a conocer muy bien. Por otro lado, la disminución del partido de Martin en la Cámara y la creciente influencia del NDP, particularmente en un parlamento donde el resultado de la votación sería muy cerrado, significa que no es muy probable que el primer ministro se embarque en ningún proyecto relacionado con temas tan controversiales como la integración de Norteamérica. Lo que sería interesante ver es como Cánada (y Estados Unidos por supuesto) se relacionarían con un México gobernado por la izquierda, en caso de que esto suceda en 2006. Aún cuando el PRD no presentara un reto para la presidencia, debemos esperar que el tema del TLCAN se convierta en uno de gran debate y disputa durante las campañas presidenciales. Mientras que durante las negociaciones del TLCAN a principios de los 90, hubo muy poca discusión pública en México, este tema promete ser muy controversial durante la elección presidencial, con un gran número de grupos cuestionando los beneficios de la integración económica de Norteamérica más que los cuestionamientos de hace 10 años después de la implementación del TLCAN. La manera en la que Canadá y los canadienses reaccionen a este debate será fundamental en el trazo del futuro para ambas relaciones y el de la región como un todo. Podemos esperar que las empresas canadienses sean menos entusiastas ante el prospecto de un presidente de izquierda en México; por otro lado los gobiernos federal y de las provincias de Canadá así como la sociedad canadiense en general, no serán necesariamente antagonistas. Debemos recordar que tanto la sociedad como el sistema político canadiense se basan en los principios de la democracia social, y en el contrato social entre la población y su gobierno que les garantiza los mínimos estándares de educación, salud e ingresos. No es este un tema de la retórica política de los candidatos de la izquierda en México? De hecho la experiencia canadiense sería de gran interés para los partidos de la izquierda en México permitiendo de esta manera, que se continúe con una interacción constructiva entre ambos gobiernos tanto a nivel federal como al estatal/provincial. Conclusiones A pesar de los diez años de integración económica negociada y estructurada, Norteamérica continúa como un concepto hasta cierto punto vago y sombrío refutado e inclusive controversial. El consenso simplemente no existe en términos de lo que el futuro depara o debería deparar. Sin este consenso, la idea de presionar una visón a gran escala de la región conserva muy poca probabilidad de que sea exitosa. Los actores políticos fundamentales en Canadá no están interesados en profundizar la integración, y le gobierno federal muestra poca voluntad para adelantarse a éstos grupos o a la opinión pública canadiense. En lugar de tratar de presionar esta gran idea para Norteamérica desde un nivel macro o federal, el futuro de la región será mejor alcanzado desde un nivel micro, con pasos en incremento que gradualmente lleven a las tres naciones y a sus sociedades, en diferentes velocidades e irregulares, para estar seguros, hacia un mayor entendimiento y comprensión del término integración. La creciente interacción entre actores subestatales de las provincias, de los estados y de los municipios de la región es un buen comienzo; la verdadera integración desde abajo requerirá el involucramiento de un gran rango de diferentes actores políticos.