¿Por qué no lee el mexicano? por: Ma. Virginia Pacas “Qué triste es ver que la mayoría de los mexicanos conoce más al Ratón Miguelito que a su historia, tan rica, y sus valores” Fidel Castro. Sabemos que la lectura forma criterio y eleva el nivel cultural de un país, entonces ¿por qué no lee el mexicano? ¿Será cuestión de educación, falta de recursos económicos, tiempo o simplemente desidia? La lectura nos permite aprender de las vivencias de los demás, auto criticarnos, adquirir más vocabulario, desarrollar la imaginación a través de los diferentes escenarios a los que nos transporta y fomenta la reflexión. Siempre que se abre un libro se aprende algo, por lo cual, si la lectura de calidad se vuelve parte de nuestros hábitos, el nivel cultural en México subiría. Como afirmó Confucio: “El éxito depende de la preparación previa, sin la preparación no habrá éxito”. En México se vende anualmente un libro por habitante, de los cuales el 30% son libros de texto de secundaria y el resto –de lo que se vende desde la industria editorial en buena medida–, se destina a bibliotecas que nadie conoce (1). Según Lorenzo Gómez Morín Fuentes, subsecretario de Educación Pública, no existe un diagnóstico preciso sobre la lectura en México, por lo cual no se conoce a detalle qué leen los mexicanos adultos. “Se cree que una persona lee como máximo un libro y medio al año, en promedio” (2). En cuanto a las preferencias de los jóvenes de entre 15 y 16 años, de acuerdo con el último reporte del Programme for International Student Assessment (Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes IPSA), de la Organización para la Cooperación y del Desarrollo Económico (OCDE). los resultados no son nada alentadores. Se encuestaron a 1,500 jóvenes inscritos en secundaria o bachillerato, a través de preguntas de opción múltiple, previo análisis de situaciones de la vida real plasmadas en textos breves a fin de medir su comprensión a la lectura y uso de conceptos. México obtuvo el penúltimo lugar con 422 puntos, seguido por Brasil con 396, contra el primer lugar de Finlandia, con 546 puntos. Con esto queda demostrado que no sólo no se acostumbra leer en México, sino que lo poco que se lee no se comprende. Los libros, periódicos y revistas son un medio para transmitir la cultura, y el ritmo acelerado de vida limita nuestro tiempo y transforma nuestra actitud hacia la lectura, ocasionando que los escasos lectores de placer que tenemos disminuyan poco a poco. Así, la lectura pragmática tiende a desaparecer y se sustituye por el radio o la televisión. Dichos medios tienen la ventaja de proporcionarnos información mientras hacemos otras actividades, como por ejemplo correr y escuchar las noticias matutinas. Ventaja que resulta muy práctica en nuestros días. En 2000, el ex presidente de la República Mexicana, Ernesto Zedillo Ponce de León, intentó impulsar el tema mediante la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro, cuyos objetivos fueron fomentar la lectura y promover la producción y distribución de libros mexicanos. Sin embargo, esta ley tuvo poca o nada de difusión y mucho menos seguimiento por parte del Gobierno, ya que son mínimas las acciones concretas alrededor de ella, y las pocas actividades que se llevan a cabo no se conocen, pues se realizan sólo para el exiguo nicho de lectores mexicanos. En 2001 México avanzó apenas un 6.18% en cuanto a edición de nuevos títulos y 20.88% en el indicador de ejemplares (3). Estas cifras son realmente desalentadoras. El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA), encabezado por el Director General de Publicaciones, Felipe Garrido, presentó el Programa de fomento de la lectura y el libro 2001-2006, el cual a su vez forma parte del Programa Nacional de Cultura de la actual administración federal. Su objetivo es hacer de México un país de lectores. En combinación con la Asociación de Libreros del país, se pretende promover la apertura de más librerías, toda vez que en la actualidad, la totalidad de librerías en la República Mexicana (con casi 2 millones de kilómetros cuadrados) suma apenas 400 establecimientos, lo que es escandalosamente bajo, representando una librería por cada 250 mil habitantes. Parece ser que la sola ciudad de Barcelona, España, tiene más librerías que México entero. En 2003, México invirtió aproximadamente 5% de su PIB en educación, cuando en 1980 dedicaba el 3.1% (un incremento de 61%). Esta cifra se acerca a lo recomendado por la UNESCO (6% del PIB). Aunque en la actualidad México invierte más que Corea del Sur en educación (4.1%), sus resultados son inferiores. El problema no es gastar más, sino mejor (4). Lo cierto es que los libros siguen estando lejos del alcance de la mayoría de la población. Según la Cámara Nacional de la Industria Editorial, en 2004 un libro en promedio costaba 49 pesos, equivalente al 4% aproximadamente del salario mínimo general. Sobre esto, el escritor Ali Chumacera comentó: “Y la pobreza es cada día peor y las clases bajas son cada día más amplias y con menos posibilidad de adquirir un libro, que es un objeto muy caro. Hay más gente que lee, pero es menor la gente que lee que el crecimiento de la población”. Escasos han sido los esfuerzos de ediciones de libros de calidad, baratos y con compañas publicitarias de mucha difusión. Y la gente con poder adquisitivo para comprar libros en realidad lee poco, porque está más interesada en hacer dinero que en leer. Los estudiantes, por su parte, prefieren resolver asuntos académicos o amorosos, y aquellos que, en su lucha por sobrevivir, prefieren en sus tiempos libres una ocupación menos cansada intelectualmente hablando, como ver televisión o jugar video juegos. No existe equilibrio ni la sana costumbre de leer. Un sencillo ejemplo lo vemos en el supermercado: las personas ni siquiera leen las etiquetas de los productos que compra, a fin de decidir qué es lo mejor para su familia. Hay mucho que hacer como país para volver a fomentar el hábito de la buena lectura, ya que en la década de los años 30 teníamos la industria más importante en lengua española y actualmente nuestro país lee muy poco. El reto es atraer a nuevos lectores y persuadirlos de la riqueza de la lectura. Entre algunas de las acciones concretas que debemos hacer, se encuentran: educar al mexicano sobre el tema; enseñar a nuestros niños a aprender leyendo, no solo a leer; crear más bibliotecas públicas de calidad, impulsar ferias de libro y círculos de lectores, más librerías, editar mejores títulos a precios accesibles, abrir salas públicas de lectura y bibliotecas digitales, además de ofrecer mayor incentivo fiscal en este rubro. La lectura debe fomentarse en la casa y desde la infancia. Para ello es necesario que los padres sean lectores activos y prediquen con el ejemplo. La lectura debe empezar como un juego para los niños para que finalmente se vuelva un hábito, con lo cual reducir sustancialmente el tiempo que pasan frente a la televisión o computadora. La lectura es un deleite para todos los sentidos que no puede conocerse si no se experimenta, y si no se fomenta desde la niñez será más difícil desarrollarlo en los adultos. ¡Y menos si se percibe como una práctica impuesta en la escuela! Como adulto, adquirir la costumbre de leer no es fácil, pero puede desarrollarse con el tiempo. El primer paso es definir qué tema (s) me interesan y apasionan, para después seleccionar entre los títulos de la librería el que en contenido me satisfaga más esa sed por aprender. Juan Jacobo Rousseau dijo “que no podía comprender que un libro sea bueno si no consigue hacer mejores a sus lectores”. Un ejemplo de algo atractivo para la sociedad en general es la Biblia, uno los libros más leídos históricamente. Si bien la motivación a la lectura es intrínseca e individual, el Gobierno –a través de la Secretaría de Educación Pública– es promotor importante de la buena lectura, al igual que los padres de familia, los catedráticos, los medios de comunicación, las instituciones educativas a todos niveles y los buenos lectores. Aunque no es sencillo, mientras se difundan las bondades de la lectura, irá disminuyendo la indiferencia de la población. Gracias al criterio que forma la lectura podrá haber mejores ciudadanos que construyan un México mejor. Comencemos por hacer de la lectura parte de nuestra rutina diaria, con algo atractivo y sencillo, ya que mientras persista el desinterés por la lectura en México no podremos formar las bases para un país primer mundista. ¿Por qué no lee el mexicano? ¿Qué criterio se tiene al respecto? ¿Será cuestión de educación, falta de recursos económicos, tiempo o simplemente desidia? ¿Cuántos libros leemos en promedio al año? ¿Le gustaría hacer algo para ganar adeptos hacia la buena lectura? Referencias 1 Armendáriz, Ma Luisa (2002), Feria Internacional del Libro. Guadalajara, México. 2 Gómez Morín, F Lorenzo (2002), Subsecretario de Educación Publica, México. 3 Programa Fomento a la lectura y el libro 2001/2006, CONACULTA. México DF 2001. 4 El Universal (2003), El reto educativo, Leo Zuckerman, Mayo 14, Pág 12