“CONSERVABA TODAS ESTAS COSAS EN SU CORAZÓN” (De Ventall 251-Mayo 2004) 1. INTRODUCCIÓN Tal como nos narra Lucas los distintos momentos de la vida de María, nos ayudan a comprender lo que puede haber acontecido en su corazón ante todos los hechos que se han desarrollado desde la Anunciación, al Nacimiento, a la vida escondida en Nazaret. La reacción de María y de José ante el hecho de que “Jesús se quedó en el Templo” y la frase final que nos pone Lucas: “conservó todo en su corazón” nos lleva a buscar y penetrar cómo leyó María la historia, la personal y la del pueblo. Hacer un breve recorrido sobre algunos acontecimientos nos pueden ayudar a leer la historia en clave de fe y a entender con más profundidad las claves de lectura que hemos de hacer ante los interrogantes que nos surgen en nuestra propia vida del día a día. 2. PALABRA DE DIOS Lucas 2, 51-52 Lucas 1, 46-56 Lucas 2, 15-20 3. MIRAMOS EL CUADRO Recordemos el Magníficat, como ahonda las raíces en un terreno repleto de historia salvífica. Es un cuadro impresionante, poblado de presencias y acontecimientos. Cierra los ojos y represéntalo en tu corazón: ¿A quién ves? A Dios ante todo: Él es Señor (el conductor de la historia), el Salvador (en cuanto es historia de salvación), el Poderoso (Aquel que siempre está en acción), el Santo (el trascendente) que mira con amor, hace obras grandes, confunde a los orgullosos, abate a los poderosos, ensalza a los humildes, llena de bienes a los pobres, abandona a los ricos a sí mismos, socorre a su pueblo, se acuerda de su pacto. Un Dios que campea como actor principal de esta historia, plenamente metido en la realidad de su pueblo. Hay más gente; hay una inmensa multitud de personajes: Zacarías e Isabel, Juan, Jesús, María, Abraham, Israel, todas las generaciones; y la larga fila de los humildes, de los pobres, de los hambrientos; contrapuestos a los soberbios, a los poderosos, a los ricos. Pueblo del pasado, pueblo actual, pueblo del futuro; toda la humanidad. Y lo que se desarrolla en la escena son acontecimientos decisivos, son las grandes cosas que Dios actúa a favor del hombre. Es una gozosa contemplación de toda la historia de la salvación, captada en los protagonistas y en los acontecimientos. Todo confluye aquí, todo se expresa con pocas palabras. El Magníficat es celebración de una historia que es Epifanía de Dios, revelación de un Dios fiel al hombre, comprometido con su destino, eficazmente presente y activo a favor del hombre. Revela, pues, una capacidad única: la de leer la historia en clave de fe, la de perforar la oscura estructura de los hechos para descubrir en ellos la actuación de Dios. Supongamos que el Magnìficat fuera el eco de las conversaciones que tuvieron lugar en la casa de Ain-Karim durante aquellos meses de permanencia y de espera. Reflejaría el fondo de las conversaciones, el intercambio de las impresiones, la lectura de los hechos que pasaron entre Isabel, María, Zacarías. Estas dos mujeres hablaron de la consolación de Israel, de las promesas hechas a sus padres, de la misericordia donada generosamente a todas las generaciones desde Abraham hasta aquellos días, de la exaltación de los pobres y de la caída de los poderosos. Todas las emociones de las que vivían y se intercambiaban estarían reflejadas en el Magníficat que resulta entonces como la síntesis de largas conversaciones y puede ser expresión de una actitud habitual, de un estado de ánimo fundamental; es la lectura contemplativa de la historia, la lectura orante del día a día. . ¿Qué te dice lo que acabas de leer? ¿Te interpela? .¿Cómo miras, lees e interpretas lo que te ocurre en el día a día? .Observa si en tu vida eres capaz de hacer una lectura orante de tu historia. .Observa si tu mirada es una mirada de fe. Si abarcas la historia que te rodea o simplemente ves tus cosas... 4. “CONSERVABA LAS COSAS EN SU CORAZÓN” En esta segunda parte meditaremos desde esta profunda actitud de María, de la cual surge el Magníficat. Después de perderse Jesús en el templo Lucas repite esa frase: “María conservaba todo en su corazón”. Para María y José, podríamos decir, es la ‘noche del espíritu’, es el misterio impenetrable, es la prueba de la fe. Todo parece que es normal en Nazaret con Jesús que crece y madura y les stá sometido. Pero aquel suceso es y permanece oscuro, fue un dura prueba para sus padres. ¿Qué nos querrá decir Lucas con la afirmación: conservaba todo en el corazón? Intentemos comprender el sentido de conservar, seguramente nos dará luz para entender la historia de María y José y sin duda iluminará nuestra propia historia, a veces. Oscurecida por los acontecimientos opacos de la vida. “Conservar en el corazón”, ¿podría ser: repetir, recordar, volver a pensar, comprometer al propio pensamiento y sentimientos para descifrar el misterio? Si es así se necesita poner todas las energías de la fe, intentando perforar la historia y a veces la densa capa de niebla que la envuelve e ir más allá y hallar algo de luz. Si es así, es un esfuerzo que exige constancia, compromiso en la duración, fidelidad a toda costa; requiere intentar volver a lo sucedido, a lo que está allí...sin desanimarse nunca, con la seguridad de que Dios está y me irá descubriendo, poco a poco o con el tiempo, lo que ahora no tiene explicación, no es claro, no tiene vuelta de hoja... El conservar en el corazón, muchas veces viene acompañado por situaciones de perplejidad, duda, interrogantes, ausencia de respuesta. Es un fiarse no obstante todo, un amar no obstante la incomprensión de los hechos, es un avanzar en las tinieblas más o menos densas fiándose de Dios, sin dejar de suspirar y temblar y, a veces, llorar. Es descifrar la historia, también cuando hay oscuridad, cuando no se ve nada claro, cuando la mente y el corazón parecen perderse privados de orientación y extenuados de fuerza. Nuestra ‘gran tentación’ –y no es difícil caer-, es dudar de Dios, y no pocas veces de sus mediaciones, pensar que Él ha huido de nuestra historia y nos ha dejado solos. Guardar las cosas en el corazón supone meditar y contemplar la historia desde la fe. Todo ello conlleva recordar desde la oración y desde Dios...hasta que se hace luz donde hay oscuridad y aunque, a veces, débilmente, vuelve a alumbrar las tinieblas. Y no es que todo, entonces, sea claro. María tendrá que esperar a Pentecostés para entender algo de aquellos acontecimientos oscuros y dolorosos, que no fueron pocos. Se necesita el don del Espíritu para que haya luz: Él os dará a conocer lo que ahora no comprendéis, decía Jesús a sus discípulos...Hoy nos lo dice a nosotros. ¡Lo esperamos! Pero, mientras tanto, María da vueltas en el corazón, medita y vuelve a meditar, confía y ama, escruta e interroga, conserva...Golpea y vuelve a golpear sobre la piedra como decían los Santos Padres. Antes o después aparecerá de repente la chispa de luz. Así es la actitud orante, así es la contemplación. 5. MARÍA MEDITA Y CONTEMPLA Medita, es decir hace lectura orante de la historia, que le exige vaciarse de sí, la hace pobre, abierta a lo nuevo, a lo insospechado a lo gratuito. Disponible a la irrupción de Dios en su historia. Es una lectura de la historia que se traduce en búsqueda de amor, como el amante del ‘Cántico’ que sale de su casa, vaga por los callejones y por las plazas, interroga a los rondadores: ¿Habéis visto a mi Amado? Contempla, es decir, María se siente acogida por Dios, se deja coger por Él y lo experimenta. Entiende a Dios maravillada y agradecida, identificada con Él, de persona a persona, experimentalmente, y confusamente, pues, sin duda, miraba la vida y la historia desde el ámbito de la fe, como tú y como yo, y en más de una ocasión (pensemos en la anunciación, en la presentación en el templo) le producirían aturdimiento y confusión. Si la meditación es descubrir a Dios a través de la fe, la contemplación es encontrar a Dios con la fe. Y eso hizo María y por ello es bienaventurada porque sabía escuchar la Palabra de Dios en la historia. María vive en actitud contemplativa, hace experiencia de profunda comunión, de relación íntima con Dios. Y para ella todo se transfigura. Todo se hace ‘sacramento’, signo eficaz del encuentro con Él. Ella llega a ‘conocer a Dios’. Un conocimiento que no se agota en el saber, porque es el conocimiento del amor. Pero el conocimiento del amor no se da sin el conocimiento de la búsqueda promovida por la fe, sostenida y orientada por la caridad. ¡Así era María!, ¡así es María!, nuestra Madre y Maestra, como nos decía Don Bosco, así lo recogen nuestras constituciones. Una buena lección para este mes de mayo: aprender a “conservar en el corazón” como lo hacía María: sabiendo leer la historia propia, la de la comunidad, la de nuestros destinatarios, la de nuestro mundo, como historia de salvación: escrutando, discerniendo, orando, la vida... Como ella, meditando y contemplando, dejándose interpelar por Él, encontrando a Dios con la fe y no con elucubraciones que no lo alcanzan. .¿Qué se ha removido en tu corazón? ¿Qué conclusiones sacas? ¿En qué te identificas? .¿Qué pasos puedes dar para ser un salesiano que “conserva en su corazón”, desde la fe, la historia y los acontecimientos? .¿Eres hombre de meditación, de contemplación, en lo cotidiano? ¿En qué haces consistir la ‘gracia de unidad’ en tu vida? Pídele a María que te ayude a ser como ella Pilar Polo, FMA