ARTE DE LA ANÉMONA No piensa en ningún príncipe la princesa. El sol se ha alzado por el oeste y se cierran todas las llagas. Arte de la anémona: errar y translucir la mímesis, un fácil y hostil reconocerse. En mi expedicionario corazón no tengo almena. Ni veredas, ni ruinas que acariciarme. Pero hoy el sol se ha alzado por el oeste y yo cuento de memoria los trazos del paraje. Nada hay en mí que no vaya a presentir cuando me ocupe. Soplo anterior a todo y nunca antes. Galería de Damas: se suicida esa imagen. Todo lo que pudiera mi cabeza saber de mí. Conjuga ese verbo intransitivo; transita sin pies por esta onda. Presagia esta anémona: abrirse a cada brisa inédita a la vez y parte de mi piel. Que cada esforzadamente trepada certeza se me mate. Que me sorprenda lo oscuro. El inevitable misterio de su anémona. La sangre ya velada en nuestros pulsos. (en edición da autora) * * * POEMA DE OLGA Y ELBA Soy yo la mujer que ahora ocupa esta casa en la que exististeis, Olga, Elba, desde que se abrieron para mí con los pies descalzos sus labios de actriz que no me aman. Y ¿qué sois vosotras a mi vida? compañías presentes, mujeres antiguas y presentes, dobles pálpitos de ser bordados en la piel de lo que abrazo. Somos tres y yo cavilo sobre nuestras figuraciones idénticas, perfiles repitiendo el perfil de su milimétrica idea de la belleza. Deslumbrantemente admiradas y repugnadas hasta la náusea. Que lo daría todo por ser por un minuto como vosotras, yo, que os fui, tan abnegada e instintivamente. Respira el rastro de las caricias vuestras en lo que toco, aún insobornable en la madera de estos muebles, en los frascos que aún están, en vuestra ropa. Olga, Elba, abstractamente perfectas como mujeres anónimas, intactas, como lo que no morirá nunca. Aún caliente está la huella de vuestros pies en lo que me acoge, y en la mesa que comparto con espectrales ausencias arriendo vuestro espacio implacable con usura. Que habría de morir por ser más que vuestras cifras o deseo matar vuestro nombre a cuchilladas. Olga, Elba, mujeres pasadas y perpetuas, y yo estúpidamente hija vuestra, estúpidamente hermana en una genealogía interrogante. Fantasmas divinos y feroces mientras duermo. (en “Casa da Gramática” e en “El Cultural”. ABC) * * * El rito diario ya sin rito, escoltada por blanquísimas amantes: matar al padre, devorar los huecos, masacrar uno a uno a todos los funcionarios y mercaderes con los que fuese intercambiada una palabra apenas, desintegrar cada huella con una lejía venenosa supurada de mi himen sin descanso. Abortar es una obligación, una honda necesidad, un desafío. (en O libro da egoísta, Galaxia, Vigo, 2003) * * * Sé perfectamente que todo está aquí. Como una suerte de pálpitos que se le entrega a mi mano antes de las horas. Una condena que mece mis insomnios. Nada ocurrió antes de las horas. Yo no llevaba barcos. Escribíamos hacia adelante cuando se nos cayeron las túnicas, y permanecimos así, maquillados de rosa, con la boca mojada y los pies abiertos, con el magnífico libro de las venturas escondido en la vulva. Mucho dejarse la piel pero yo no quise aprender a llegar. Jardín exiguo, viento cerrado de manos, infinita cuadrícula. Renuncio al lugar del aliento. Quiero aprender a salir. (en O libro da egoísta, Galaxia, Vigo, 2003) Pero yo, hija de mis hijas, he de desmantelar a golpe de deslumbramientos esta aciaga militancia de una yolanda emigrante de mí. Yo, la soberana estéril, la por desgracia egoísta. Debo tasar la dosis exacta de memoria y olvido. Así mi visión de la vereda es un rostro desde atrás. Todas las oscuras raigambres que se nacen en mí. No hay dirección que no me contenga, raza que no en mí se comience y filas de dígitos extendiendo para mí sus dedos ferales. Lo que interesa son mis pasos. Como un bosque de símbolos del que mi ignorancia es significativa. Mucho dejarse la piel pero yo no quise aprender a llegar. Jardín exiguo, viento cerrado de manos, infinita cuadrícula. Renuncio al lugar del aliento. Quiero aprender a salir. Hace tiempo que un animal vive nutriéndose del olvido. Pero yo soy la ventrílocua, yo, la tirana loca, la analfabeta. Con el magnífico libro de las venturas agazapado en la vulva. La que no comprendió nada pero lo sintió todo. Soy la ventrílocua, la que corre cantando por los corredores de plomo, con voz de pizarra. Y abortar fue un deber, una grave necesidad, un desafío. Para cuando el pálido manto de mi memoria se va cubriendo de esta piel que yo seré. Que todas las noches con devoción escribo arrebatadoras cartas de amor y en las madrugadas panegíricos a esta yolanda mezquina, que sabe venderse, y conoce el final. Soy yo en la cripta y mi nombre dentro dibujado de tiza. Habitaciones concéntricas. Que mi inteligencia no compre mi sentido. El tacto, el privilegio, las ganas de tirarse. Ni tampoco mi cabeza será esclava de mi orgullo. Yolanda la soldada, la comerciante. Porque yo soy la que ni aguarda. Soy el auriga del ardiente carro. La egoísta porque está sola. Que tanta calamidad me satisface, porque mi belleza fundará dinastías. Y entonces será ir con una minuciosidad de devota recogiendo esos minúsculos y dichosos pedacitos de espejo roto que yo soy. Yolanda me hará un hogar paupérrimo entre sus brazos de mundo y así aprenderé la inenarrable alegría de tener casa. Y entonces vendrá ese postrímero adviento y la verbA se hará carne. Y diré: “Yo soy la de la única estirpe de Adnaloy, la que extenderá sus dedos flamígeros sobre el horizonte, la que bajará y después se despojará de su manto y vestirá un sayal, y luego se reclinará y dará de comer su corazón a las bestias”. (en YO ES OTRO. Autorretratos de la nueva poesía, DVD, 2001) * * * (RE)SER(VADO) A Una navaja lenta es el proyecto de la identidad. Una celebración añil el re-conocimiento. ¿Cómo dejé que todo esto me sobreviniera? Mi propio sueño marchó de mí conmigo No puedo permitir que se me malinterprete una vez más ¿Por qué me afectas?, ¿por qué me afectas todavía?. Una absurda desposesión infranqueable. Pero que yo estaría bien, que no hacen falta cuidados ya sabes que total yo estaría bien, siempre bien, aunque no se me entendiese aunque perdiese la salud en mi edad aún temprana. Yo también pensaba que podría controlarlo. ¿Por qué me desesperas?, ¿por qué todavía me desesperas?. Una charca de notas sostenidas, un ruiseñor mecánico es la tarde ¿Cómo tuve el coraje de asumir tu estrategia? B Cuando dejo de ser flor, molesto. Pero lo duro era ser, lo infatigablemente aciago. Que yo contrayese alguna seria dolencia favorecería enormemente a mi obra literaria. Como no encuentre trabajo, me marcho a Las Vegas. En los Estados Unidos soy más guapa que en ningún sitio. Pero he sido antipática y pretenciosa, he sonreído por mi propio interés, la ajetreada capitalista sexy; compensé por mis días de impotencia. Ser es lo difícil. Cuando hablé sólo contemplaron mis labios. ¿Si me tomo un descanso eso me hará irresponsable? ¿si soy vulnerable seré pisoteada? ¿si me fuesen peor las cosas me querríais acaso más? Una profusa navaja es el proyecto de la identidad, un ruiseñor mecánico la tarde. Tanto souvenir acabará con Notre Dame ¿Dónde estabas cuando te necesité? C Hanayo me comprende. No sé si tal vez se me entendería mejor en Japón. Al pez débil la corriente lo llevará a algún lugar seguro. El pez fuerte estará solo, en un esfuerzo que se multiplica. Lo fácil no es ser. No habría comprometido tanto por miedo a hacer que tú me despreciaras, no habría sido tan autodestructiva, no habría prescindido de necesidades, no habría negado mis empeños ¿si soy guapa tendré menos posibilidades de estar sola? D Tanto souvenir acabará con Notre Dame, ¿qué es lo que veo?, veo que ni un solo día, ni un día solo dejé de sospechar de mi inclinación a las espuelas. -No fue aquello lo que no te perdono (puedo aguantarlo casi todo)-. Definitivamente, yo, tampoco haré nada por salvarme. Pero haré. Me arruinaré en vida, haré de mi vientre un circo, daré de comer mi corazón a las bestias. Lo que no te perdonaré fue apenas que encontrases una mínima razón para pegarme. Imperdonable cómica desesperada harás de tu vientre un circo. Una mínima razón para pegarme. E Yo sólo quería dibujar un amuleto pero cuando hablé sólo contemplaron mis labios. Preguntarles a los lirios, las pantallas, los papeles térmicos, preguntarle a los demás quién demonios era yo. Corrí el riesgo de perderme, -a mí, que fui todo cuanto tuveapocada niña pálida del uniforme azul. ¿Haría de nuestra casa el éxito un fracaso? Privilegio de la miseria es tener su lugar Como no encuentre trabajo, me marcho a Las Vegas. El volumen de todas mis cifras incide en las espuelas a las que me inclino. Te juro que no habría sometido tanto por miedo a no estar a aquella altura. ¿Si no quiero es que no quiero? Al pez débil la corriente lo llevará a algún lugar seguro. El pez fuerte estará solo, en un esfuerzo que se multiplica. Misericordioso es el premio quiero estar enferma ¿Dónde estabas cuando te necesité?. (en Boletín Galego de Literatura n° 28) Traducción: Yolanda Castaño