Hegemonía, un enfoque teórico para pensar lógicas en corrientes de opinión Por Agustín Martinuzzi A partir del giro discursivo que se da en las ciencias sociales durante la segunda mitad del siglo XX, comienzan a producirse transformaciones en las formas de interpretar los procesos sociales y culturales. Los cambios se manifiestan en la primacía que ocupa el lenguaje en la constitución de lo real y de los sujetos. Ernesto Laclau1 es considerado uno de los principales exponentes de los avances que se produjeron en las ciencias sociales a partir de este giro. Realiza su estudio tomando una teoría del discurso para interpretar las lógicas de constitución de la sociedad, los agentes sociales, las identidades y diferentes proyectos políticos. Desde una mirada crítica sobre la teoría marxista clásica (especialmente en lo referido al concepto hegemonía desde la perspectiva gramsciana) compuso su teoría social en el análisis de las tensiones que se producen en el campo político. El presente trabajo pretende abordar el enfoque teórico de Laclau profundizando en su concepto de Hegemonía. Bajo este objetivo, se realizará una presentación de los distintos debates teóricos que guían la constitución del mismo. Se trabajará sobre las discusiones concernientes a la noción de contingencia/necesidad histórica; lógica de la equivalencia y de la diferencia; concepto de hegemonía y su relación con una teoría del discurso. El trabajo busca resaltar los aportes que realiza Laclau para el mapa conceptual de la cátedra, especialmente, en la posibilidad de construir un enfoque teórico para identificar diferentes lógicas de constitución de las corrientes de opinión. 1. Hegemonía hacia dentro de la tradición marxista Ernesto Laclau junto a Chantal Mouffe, en su obra “Hegemonía y estrategia socialista”, describen antecedentes del concepto. El autor lleva a cabo un trabajo genealógico intentando un rastreo de los principales problemas y aciertos conceptuales del marxismo clásico, con respecto a la noción: “El concepto de hegemonía no surgió para definir un nuevo tipo de relación en su identidad específica sino para llenar un hiato que se había abierto en la cadena de la necesidad histórica. “Hegemonía” hará alusión a una totalidad ausente y a los diversos intentos de recomposición y rearticulación. (…)Los contextos de aparición del concepto serán los contextos de una falla (en el sentido geológico), de una grieta que era necesario colmar, de una contingencia que era necesario superar” (Laclau y Mouffe, 1987: 31). El concepto surge en los vacíos y las incertidumbres, las crisis aportan nuevos sentidos en torno a este. Esas grietas necesarias de colmar o esos múltiples factores de determinación propias de la crisis actuaron como condiciones de producción para el mismo. 1 Ernesto Laclau es un teórico político argentino. Es profesor de la Universidad de Essex, en Inglaterra, donde ocupa la cátedra de Teoría Política. Su obra más importante es “Hegemonía y Estrategia Socialista” escrito junto a Chantal Mouffe en 1985, es considerada una de las obras fundacionales del posmarxismo. Hegemonía esconde algo más que un modo de relación política, propone un modo de ser de lo social. El concepto presupone, desde Laclau, la imposibilidad del cierre de lo social, la imposibilidad de pensar a la sociedad como una estructura transparente, única y fija. La sociedad conocida en su totalidad es un ideal y por lo tanto es imposible. Es justamente en su apertura, en lo sujeta que está al cambio y a la tensión entre lo contingente y lo necesario donde se engendra lo social. El marxismo ortodoxo presupuso la existencia de un sujeto universal (la clase obrera) que debía cargarse sobre sus hombros la transformación de la sociedad. Esta “necesidad histórica” que tomó la forma de verdad universal es uno de los problemas que dispararon la discusión en torno a la utilización y reconfiguración de la hegemonía en el escenario contemporáneo. El primer debate, surge a partir de los antecedentes antes mencionados y gira en torno al carácter contingente que constituye el vínculo hegemónico. Por otro lado, se despierta el interrogante acerca de una verdad que deriva en un sujeto universal y en los modos que engendrarán el cambio social. Para esto se retomará la discusión sobre los aportes de Rosa Luxemburgo y Karl Kautsky, durante el siglo XIX, como referencias históricas vinculadas a las lógicas subyacentes que operan en la constitución de lo hegemónico. Para dar cuenta de modos diferentes de concebir a la hegemonía como herramienta de construcción política se destacarán las diferencias entre Lenin y Gramsci en la utilización del término. 1.1 Contingencia / Universalidad, lo necesario e imposible. El concepto de espontaneidad de Rosa Luxemburgo2, es retomado por los autores como antecedente de la lógica de la contingencia. La perspectiva de Kart Kautsky3 utiliza, como punto de partida para el análisis, la simplificación de la estructura social y su ilusión de unidad como referencia a una lógica de la necesidad. Ambos intelectuales tienen en común la encarnación de esas lógicas, que en clave interpretativa, se encuentran operando en los procesos de construcción de la hegemonía. El concepto de “espontaneidad” de Luxemburgo se introdujo para analizar la efectividad de la huelga de masas como herramienta para la lucha política en el contexto político de Alemania, a fines de siglo XIX. El concepto propone observar, en la acción política de una huelga, la imposibilidad de prever el apoyo o rechazo espontáneo de actores políticos o simplemente su efectividad como herramienta de acción política. Esta alternativa implicó una complejización de la mirada social comprendiendo la contingencia (no necesidad) propia de los fenómenos sociales; los autores agregan: 2 Rosa Luxemburgo (Polonia 1987 - Berlín en 1919), teórica marxista de origen polaco, filósofa, política y revolucionaria. Militó activamente en el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), hasta que en 1914 se opuso radicalmente a la participación de los socialdemócratas en la I Guerra Mundial. Entre sus obras se encuentran “Reforma o Revolución” (1900); “Huelga de masas, partido y sindicato” (1906); “La Acumulación del Capital” (1913); y “La Revolución Rusa” (1918). 3 Karl Kautsky (1854 - 1938) fue un destacado teórico socialdemócrata. Nació en Praga, estudió historia y filosofía en la Universidad de Viena. En 1875 se convirtió en miembro del Partido Socialdemócrata de Austria (SPO). En 1891 fue el coautor del Programa de Erfurt del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), junto a August Bebel y Eduard Bernstein. Amigo personal de Friedrich Engels, luego de la muerte de éste último, en 1895, Kautsky se convirtió en uno de los más importantes e influyentes teóricos del socialismo y de la Segunda Internacional. “Podría pensarse que la teoría espontaneista afirma, simplemente, la imposibilidad de prever el curso de un proceso revolucionario dada la complejidad y variedad de formas que éste adopta. Pero esta explicación no es suficiente, ya que lo que está en juego no es tan sólo la complejidad y variedad de una dispersión de luchas (…), sino también la constitución de la unidad del sujeto revolucionario a partir de dicha complejidad y variedad” (Ibidem: 35). El concepto de espontaneidad reniega de un proceso lineal (para una revolución, en este caso.) de simple etapas planificadas. El análisis de Luxemburgo comprende al sujeto social constituido por el determinismo de la estructura económica en el lugar que ocupa dentro de las relaciones de producción; pero también, propone partir de la diferencia y complejidad para alcanzar una unidad en el sujeto revolucionario. Un análisis de lo social que comprenda al carácter contingente como principio que permite articulación, reconoce la dispersión y fragmentación de lo social en particularismos o demandas diferenciadas. No existe en la teoría de Laclau un objeto que, por sí mismo, pueda explicar la totalidad de los cambios. Desde aquí no es posible pensar una identidad social constituida de una vez y para siempre, de manera estática. La contingencia es una referencia a la confusión, desconcierto y desplazamientos que constituyen al vínculo Hegemónico. En otra línea, Kart Kautsky retoma a la necesidad histórica como principio subyacente al vínculo hegemónico. Para Kautsky el avance del capitalismo comprende la constitución de un sujeto político (la clase obrera) como el encargado único del cambio social. La simplificación, que observa la referencia a la clase (como dimensión social determinada por la estructura económica), conduce además a la imposibilidad de comprender el campo de diferencias estructurales que el capitalismo genera a medida que avanza. La simplificación, no sólo pierde de vista la complejidad, también comprende una fijación de los sujetos dentro de una totalidad. Es decir, propone la existencia de un núcleo inmutable, un sentido universal que opera a modo de esencia configurando los modos de hacer y de ser, las posibilidades y los límites de manera apriorística. Este sentido universal se manifiesta como “necesidad histórica” que logra, en determinado momento, explicar por si sólo la totalidad de los acontecimientos. Para Laclau, la construcción del vínculo hegemónico parte de comprender que todo elemento que pretenda ser hegemonizado, es contingente en su modo de ser y se construye entre relaciones inestables de necesidad. “Hay hegemonía sólo si la dicotomía universalidad/particularidad es superada; la universalidad sólo existe si se encarna –y subvierte- una particularidad, pero ninguna particularidad puede, por otro lado, tornarse política si no se ha convertido en el locus de efectos universalizantes” (Laclau; 61: 2003). Y agrega: “La necesidad no deriva, por tanto, de un principio subyacente, sino de la regularidad de un sistema de posiciones estructurales. En tal sentido, ninguna relación puede ser contingente o de exterioridad, ya que pensar una relación como contingente implica especificar la identidad de sus elementos intervinientes al margen de las relaciones” (Laclau y Mouffe, 1987: 144). Para comprender los procesos de construcción de hegemonía hay que reconocer como dicotomía constitutiva la relación entre lo contingente (particularismos) y lo necesario (universalidad). Dirá Laclau, lo universal en sí mismo no existe, sino sólo, como intento de limitar los particularismos. Lo universal es producto de las articulaciones y desplazamientos de identidades particulares. Una identificación particular sólo a partir de ser atravesada por nuevos sentidos y transformada en su integridad por un conjunto de efectos que tiendan a la totalidad, puede ser pensada como identificación hegemónica. “Si la hegemonía de un sector social particular depende, para su éxito, de que pueda presentar sus objetivos propios como aquellos que hacen posible la realización de los objetivos universales de la comunidad, queda claro que esta identificación no es la simple prolongación de un sistema institucional de dominación sino que, por el contrario, toda expansión de esa dominación presupone el éxito de esa articulación entre universalidad y particularidad ( es decir, una victoria hegemónica)” (Laclau; 2003:55). La dicotomía particularidad/universalidad es constitutiva del vínculo hegemónico y está presente en dos modelos programáticos de lucha política, utilizados por el marxismo durante el siglo XX: el concepto de “alianza de clases” propuesto por Lenin; y el de “conducción moral e intelectual” de Antonio Gramsci. Se destacan por ser dos formas diferentes de conceptualizar la constitución de hegemonía. La dicotomía constituyente del vínculo prima sobre uno u otro carácter, en los modos de interpretación de lo social. 1.2 Lenin: conducción política y alianza de clases. Según Laclau y Mouffe, hegemonía significaba para Lenin dirección política en el seno de una alianza de clases. Esta dirección política debía ser conducida por el movimiento obrero, el único sujeto posible de encarnar el cambio. Lo político aparece aquí desde la exterioridad, la “dirección política” se ejerce por fuera de los vínculos que estructuran la alianza. Los vínculos hegemónicos que se establecen en el interior de esa alianza responden a intereses de clases que poseen una presencia política exteriorizada mediante un sistema de representación. Se desprenden dos conclusiones: por un lado, los intereses se presuponen fijos (es decir universales) luego de haber atravesado un proceso de participación dentro de una alianza. Por otro, es el partido de clase quien se encarga de representar la lucha política, no los agentes constituidos en el seno de esa alianza. La representación de intereses es la forma de garantizar el acceso a lo político de las distintas clases sociales. Nuevamente se presupone aquí una representación de intereses derivada de identidades transparentes, fijas, posibles de ser representadas sin admitir claroscuros, grises, particularismos ni contradicciones. En el concepto es posible observar un “modo autoritario” y otro “democrático” en las formas de entender la construcción de hegemonía. Lo autoritario aparece como necesidad histórica en la idea de que sea una clase la encargada de llevar adelante el cambio y la separación originaria entre dirigentes y dirigidos, representantes y representados. La práctica democrática surge en la idea de alianza que contiene reivindicaciones y tareas diferentes enmarcadas en una estrategia plural reconociendo identificaciones sociales diferentes (contingencia) y no etapas distintas de un mismo proceso lineal. Lo que convive en Lenin, según Laclau y Mouffe, es la tensión entre los dos modos que propone la constitución del vínculo hegemónico. “Para una de ellas (…), la solución se encuentra en la extensión ad nauseam del modelo de representación. Cada instancia es la representación de otra, hasta llegar a un último núcleo de clase que, presuntamente, da sentido a toda la serie. (…) La otra respuesta consiste en sustituir el principio de representación por el de articulación, es decir, en aceptar la diversidad estructural de las diversas relaciones en que los agentes sociales están inmersos, como el hecho de que el grado de unificación que pueda existir entre las mismas no es la expresión de una esencia común subyacente, sino la resultante de una lucha y construcción política.”. (Ibidem: 98). Este modo de rastreo del concepto de hegemonía conduce a indagar en los aportes de Antonio Gramsci donde se profundiza el concepto de articulación. Desde esta perspectiva Laclau y Mouffe comenzarán a reconstruir su propio concepto de articulación hegemónica. 1.3 A. Gramsci: De la representación a la articulación Los autores encuentran en Gramsci rupturas con respecto a Lenin; “(…) Lo que hay radicalmente nuevo en Gramsci es una ampliación, mayor que en cualquier otro teórico de su tiempo del terreno atribuido a la recomposición política y a la hegemonía, a la vez que una teorización (…) que va más allá de la categoría leninista de alianza de clases (…)” (Ibidem: 100). Mientras que en Lenin el vínculo hegemónico propone a la clase obrera el reclamo de sus intereses particulares de clase, en Gramsci la clase se abre a la defensa de los intereses de otros sectores. Aquí aparece un primer atisbo del traspaso de la mirada de la hegemonía como “conducción política” de Lenin, a la hegemonía como “conducción moral e intelectual” de Gramsci. El vínculo hegemónico produce ya no una identidad prolijamente separada de los intereses sectoriales, sino por el contrario, supone una articulación entre estos en materia de ideas, valores, concepciones de mundo, conductas y marcos de interpretación. “Ningún modelo en el que lo económico (la estructura) determine que un primer nivel institucional (políticas, instituciones) vaya seguido de un mundo de ideas epifenomenales habrá de funcionar, dado la sociedad está configurada como un espacio ético-político y que éste presupone articulaciones contingentes. De esto se deduce necesariamente la centralidad de la función intelectual (= ideológica) como base del vínculo social” (Laclau; 2003: 56) Gramsci introduce una distinción en el concepto de ideología dominante en ese tiempo. La categoría no está determinada por las condiciones materiales tomando la forma de un “sistema de ideas”; es un proceso relacional que se encarna en aparatos e instituciones que el Estado posee en la sociedad civil. El alejamiento de la mirada reduccionista de la ideología lo conduce a Gramsci a observar de otro modo a los sujetos, no en términos exclusivamente de clase, sino como “voluntades colectivas” complejas que exceden la dimensión economicista que intenta limitarlos a la posición que ocupan dentro de las relaciones de producción. La dimensión de la cultura toma relevancia en los procesos de la construcción de hegemonía a partir de la tradición teórica de Gramsci. Estas voluntades colectivas son resultado de articulaciones políticas entre intereses e identidades que antes se encontraban fragmentadas, dispersas y que lograron devenir voluntad colectiva a partir de haber encontrado un principio unificador que logre articularlos a todos. Este es el principio sobre el cual recae la propuesta de Gramsci e impide la constitución de un cambio teórico rotundo. Este único principio unificador le impone un límite a la lógica de la contingencia. La hegemonía no se logra totalmente a través de la lucha sino que hay para Gramsci un fundamento necesario de clase que termina determinándolo todo. El concepto de hegemonía producto de la práctica articulatoria tiene su antecedente más enérgico en la teoría gramsciana. Sin embargo no termina aquí, Laclau y Mouffe en primera instancia y luego Laclau en su obra particular, revisarán este concepto, los reconstruirán para comprender los cambios sociales y políticos contemporáneos. 2. Discurso y Hegemonía. Laclau retoma nociones de la tradición postmoderna para llevar adelante su revisión de la teoría marxista. Entre las nociones más destacadas a lo largo de su obra se encuentra una lucha constante, vigilancia conceptual rigurosa, sobre cualquier ejercicio de interpretación que lo conduzca hacia alguna forma de esencialismo o fundamento último que permita explicar la totalidad de las transformaciones sociales. Como manifestación de este ejercicio surge la afirmación: la sociedad es imposible. “(…) Si se entiende que el concepto de sociedad supone dicha plenitud. Sólo es posible pensar en un espacio de lo social caracterizado por una apertura constitutiva, espacio constantemente amenazado, sistema de dispersión (Foucault, 1991) que nunca logra estabilizarse sino provisoriamente” (S. Caggiano, 2007: 103). Esta noción de la imposibilidad de la sociedad como crítica a un esencialismo que intenta conducir hacia un sistema fijo, estático, con el objetivo de poder conocerlo, es lo que lleva a Laclau a comprender a la sociedad como una configuración discursiva que no posee una esencia o un núcleo de organización último. “El gran avance llevado a cabo por el estructuralismo fue el reconocimiento del carácter relacional de toda identidad social; su límite fue la transformación de estas relaciones en un sistema, en un objeto identificable e inteligible (es decir, en una esencia). Pero si mantenemos el carácter relacional de toda identidad y si, al mismo tiempo, renunciamos a la fijación de esas identidades en un sistema, en ese caso lo social debe ser identificado con el juego infinito de las diferencias, es decir, con lo que en el sentido más estricto del término podemos llamar discurso”. (Laclau, 1990: 104) La crítica al esencialismo permite reconocer en Laclau una teoría del discurso como horizonte teórico. Esto significa tomar al campo de la discursividad como un horizonte sin límites evidentes o presupuestos, desde donde comprender las continuidades y las rupturas de lo social. Implica observar e interpretar los cambios sociales en (y desde) las condiciones discursivas de las que son efecto. El autor explica su elección del horizonte teórico afirmando que toda configuración social es también una configuración discursiva. El autor no reniega en el debate entre lo discursivo y lo no discursivo; en esa línea observa que los objetos poseen una existencia física por fuera de la dimensión discursiva, pero sin embargo, el modo de ser de los objetos está sujeto a un sistema determinado de relaciones sociales que hacen de ese objeto físico, al mismo tiempo, un objeto de discurso. “Una piedra existe independientemente de todo sistema de relaciones sociales, pero es, por ejemplo, o bien un proyectil, o bien un objeto de contemplación estética, sólo dentro de una configuración discursiva específica”. (Laclau, 1990: 115) Sobre lo discursivo como “horizonte teórico” va a construir su noción de hegemonía sobredeterminada por el concepto de articulación. Dirá el autor, hegemonía implica la práctica articulatoria de elementos que aparecen separados entre sí que, de algún modo, logran anudarse para dar forma a un nuevo elemento. A continuación se detallan algunas de las características que posee el concepto de articulación expuesto por Laclau: 1. La práctica de la articulación es una práctica discursiva. Se lleva a cabo dentro del campo siempre disperso y en movimiento de la discursividad, allí donde es posible definir, sobre relaciones, el ser de los objetos, las identidades, los agentes sociales. 2- Se encuentra gobernada por un proceso de sobredeterminación (Althusser: 1969). El concepto es retomado por Laclau reconociendo el uso dado por Althusser y Freud. El proceso de sobredeterminación “no es cualquier proceso de fusión o mezcla (…); es, por el contrario, un tipo de fusión muy preciso, que supone formas de reenvío simbólico y una pluralidad de sentidos” (Laclau y Mouffe; 1987: 134). Este concepto se engendra en el plano de lo simbólico y propone la imposibilidad de encontrar una relación de identificación en los actores sociales que por sí misma logre determinar por completo la identidad de los mismos. 3. Articulación actúa como fijación/dislocación de un sistema de diferencias que se estructuran para dar una formación discursiva. El movimiento de fijar una posición y de provocar su dislocación, regularizar un sistema dispersión, es rastro o antecedente de una práctica articulatoria. A partir de aquí expone: “Llamaremos articulación a toda práctica que establece una relación tal entre elementos, que la identidad de éstos resulta modificada como resultado de esta práctica. A la totalidad estructurada resultante de la práctica articulatoria la llamaremos discurso. Llamaremos momentos a las posiciones diferenciales, en tanto aparecen articuladas en el interior de un discurso. Llamaremos elementos a toda diferencia que no se articula discursivamente.” (Laclau y Mouffe, 1987: 142-143). La práctica articulatoria da lugar a una formación discursiva. Una formación discursiva se localiza como una “regularidad en la dispersión” (Ibidem: 143). Allí, donde es posible observar una “regularidad” dentro de un sistema de posiciones diferenciadas, estamos en presencia de un discurso. “El discurso se constituye como intento de dominar el campo de la discursividad, por retener el flujo de la diferencias, por constituir un centro. Los puntos privilegiados de esta fijación parcial los denominaremos puntos nodales4” (Ibidem: 152). Mientras que los “elementos” serán significantes flotantes, es decir, significantes diferentes que aún no logran ser articulados dentro de un discurso. 2.1 Equivalencia/Diferencia: lógicas de constitución de lo social Comprender a la sociedad como una configuración discursiva, conlleva a indagar si existen los límites de lo social. Positivamente, Laclau afirma que: “El límite de lo social no puede trazarse como una frontera separando dos territorios, porque la percepción de la frontera supone la percepción de lo que está más allá de ella, y este algo tendría que ser objetivo y positivo, es decir, una nueva diferencia . El límite de lo social debe darse en el interior mismo 4 Para localizar ejemplos o avanzar en la conceptualización de puntos nodales ver: “La razón populista”, Laclau, 2005, Fondo de Cultura Económica; “El sublime objeto de la ideología”, S. Zizek, 1992, Siglo XXI; “Hegemonía: un concepto clave para comprender la comunicación” J. Huergo; 2000, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP. de lo social como algo que lo subvierte, es decir, como algo que destruye su aspiración a constituir una presencia plena”. (Ibidem:170) Queda claro que, desde Laclau, la sociedad (lo social) en tanto entidad cerrada es un imposible. Pero su límite no puede estar dado por una frontera determinada ya que implicaría la existencia de algo también cerrado, “algo objetivo y positivo” una presencia plena que, lógicamente, también sería un imposible. Por lo tanto, el límite de lo social se produce desde dentro. Hay algo que adentro lo subvierte y transforma, a esta entidad la denomina antagonismo. El antagonismo “es el límite de toda objetividad” (Laclau; 1993. 34), es aquello que impide la plenitud de una identidad. “El antagonismo funciona como un exterior constitutivo puesto que aún siendo ese elemento que bloquea el cierre del interior sobre sí mismo, es la condición para que el interior adquiera algún sentido” (S. Caggiano, 2007: 103). En tanto dimensión constitutiva de una identidad implica que no está sola, sino en relación con otras que la constituyen. Ahora bien, luego de reconocer que dentro de una formación social o discursiva existe algo que subvierte esta formación (el antagonismo), y lo convierte en algo siempre abierto, cabe preguntarse de qué manera se produce dicho proceso. Decíamos que el antagonismo no es una diferencia más, es distinta de aquellas contenidas en el interior. Ese interior, “el ser del sistema”, se encuentra constituido por una cadena de equivalencias que diferencian al antagonismo a partir de la constitución de significantes vacíos5, capaces de vaciarse de todo contenido particular para representar la totalidad significante del sistema. Laclau indica, a modo de ejemplo, que en una comunidad determinada, ante un conjunto de demandas insatisfechas, la frustración que esto genera pone en juego una solidaridad que se establece sobre mediante una lógica de la equivalencia entre demandas frustradas de distintos niveles. El significante vacío creado, a partir de esa cadena de equivalencia, no posee un contenido particular. Podemos hablar de Hegemonía, cuando un significado particular logra representar al sistema de diferencias en un sentido general. “Lo social no es tan sólo el infinito juego de las diferencias. Es también el intento de limitar ese juego, de domesticar la infinitud, de abracarla dentro de una finitud de un orden. Pero ese orden –o estructura- ya no presenta la forma de una esencia subyacente de lo social; es por el contrario, el intento de actuar sobre lo “social”, de hegemonizarlo”. (Laclau, 1990: 104-105) Si un significante particular logra anudar una serie de significantes que estaban aislados se produjo mediante la práctica de la articulación hegemónica. En el concepto de hegemonía de Laclau conviven la noción de articulación y la de representación. Si bien el significante vacío se constituye articulando significantes flotantes o diferencias, funciona también hacia dentro representando un sentido global producto de la cadena de equivalencias. El concepto de Hegemonía elaborado por Laclau propone como modo de conocer lo social, no la identificación de posiciones diferenciadas, sino el reconocimiento de lógicas que hacen de esas posiciones o identificaciones, diferencias y equivalencias. 2.2 Aportes para un enfoque teórico 5 Laclau, a lo largo de su obra, trabaja sobre diferentes ejemplos analíticos de significantes vacíos. En la charla del 11.04.2008 brindada en Buenos Aires, destacó la posibilidad de pensar el enunciado político “Que se vayan todos” utilizado en Argentina, a partir de los acontecimientos del 19 y 20 de diciembre de 2001, como significante vacío que, sin ningún contenido particular, representó una “solidaridad efectiva entre distintas demandas frustradas de orden político”. El concepto de Hegemonía hasta aquí expuesto aporta un enfoque teórico para comprender la constitución de corrientes de opinión. Hegemonía es mucho más que un tipo de relación política, es un modo de ser de los vínculos que constituyen lo social. El reconocimiento de lógicas intenta escapar al intento reduccionista de comprender a los fenómenos de opinión pública únicamente desde topografías sociales. Posiblemente sea esa una de las invariantes que guiaron los estudios sobre opinión pública a partir de la segunda mitad del siglo XX. El intento solitario de localizar un principio organizador que de cuenta de los fenómenos de opinión se encuentra en las distintas perspectivas tradicionales en estudios de opinión pública. La teoría normativa de Habermas y el lugar esencial asignado a la esfera pública burguesa en la constitución de la acción comunicativa; la propuesta psico-sociológica de Noelle Neuman y su teoría de la espiral del silencio que parte de asignar un lugar de determinación en última instancia a los medios de comunicación como constructores de opinión; al tiempo que los aportes desde la comunicación política, que a partir de la década del ochenta, sumaron referencias que constituyen esa continuidad. Tomar el concepto de hegemonía de Laclau permite detenerse en las lógicas. De aquí resulta posible analizar los escenarios sociales de emergencia discursiva para identificar nuevos agentes sociales, demandas y modos de identificación. El concepto de articulación hegemónica aporta al reconocimiento de lo social sin excluir los procesos de sedimentación de sentidos sociales y políticos que constituyen corrientes de opinión. Bibliografía consultada Laclau, Ernesto y Mouffe, Chantal. 1987. “Hegemonía y Estrategia Socialista”. Madrid: Fondo de Cultura Económica. ______________1993. Posmarxismo sin pedido de disculpas, en Laclau, Ernesto, Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo. Buenos Aires: Nueva Visión. Laclau, Ernesto. 1993. “Nuevas reflexiones sobre la revolución de nuestro tiempo”. Buenos Aires: Nueva Visión. ______________2003. Identidad y hegemonía: el rol de la universalidad en la constitución de lógicas políticas, en Butler, Judith; Laclau, Ernesto; Zizek, Slavoj, Contingencia, hegemonía, universalidad. Diálogos contemporáneos en la izquierda. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. Huergo, Jorge. 2000. “Hegemonía: un concepto clave para entender la comunicación”. La Plata: Ediciones de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Foucault, Michel. 2005. “La arqueología del saber”. Buenos Aires: Siglo XXI Altamirano, Carlos y Sarlo, Beatriz. 2002. Hegemonía, en “Términos Críticos de Sociología de la Cultura”. Buenos Aires: Paidós. Caggiano, Sergio. 2007. La discursividad como “horizonte teórico”. Implicaciones sociológicas y políticas, en “Lecturas desviadas sobre comunicación y cultura”.La Plata: Editorial de la Universidad Nacional de La Plata.