Perder la ciudadanía. (La Opinión, 03/11/07) JOSEFINA PÉREZ RODRÍGUEZ-PATIÑO Sólo caemos en la cuenta de lo que vale algo cuando lo perdemos. Nos ponemos enfermos y entonces apreciamos más que nada la salud que nos falta. Perdemos a uno de nuestros seres queridos y se nos abre un socavón de ausencia que rompe toda normalidad. La ciudadanía —y con ella la nacionalidad, la pertenencia a un Estado de Derecho, en nuestro caso España— es una de esas «cosas» valiosas que tenemos sin darnos cuenta. Nos inscriben en el Registro al nacer y disponemos de una identidad para ir a la escuela, recibir asistencia médica, viajar, abrir cuentas bancarias, trabajar, votar, casarnos, firmar contratos, pagar impuestos, cobrar herencias... El tejido entero de nuestra vida en sociedad descansa sobre esta condición de ciudadanos que se nos reconoce al llegar al mundo. ¿Podríamos quedarnos sin ella? ¿Podría convertirse el contexto sociopolítico que nos sostiene en una grieta abismal como la tierra en los terremotos? Puede ocurrir y ha ocurrido. Es la situación que sufren los apátridas, los deportados y desplazados, los migrantes “sin papeles”, etc. Es paradigmático el caso del régimen nazi, que quitó la nacionalidad a “sus” judíos, borrándolos del registro de ciudadanos en otoño de 1941, como paso necesario hacia la solución final. Judíos reclusos en guetos, amontonados en campos, exterminados en cámaras de gas, huidos por todo el mundo buscando un país que les diera su nacionalidad y los reconociera nuevamente como ciudadanos sujetos de derechos. Después de aquellos horrores, el artículo 15 de la Carta de los Derechos Humanos afirma contundente que «toda persona tiene derecho a una nacionalidad». Reconocimiento clave, porque los Derechos Humanos sólo cobran realidad cuando los Estados asumen su respeto y defensa. Así lo hace nuestra Constitución de 1978 al proclamar su voluntad de «proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos» y al ratificar en el artículo 11 que «ningún español de origen podrá ser privado de su nacionalidad». Por eso podemos exigir que se respeten nuestros derechos como personas, porque somos ciudadanos de un Estado comprometido en ello. El asunto es de tal importancia que merece un lugar prioritario en nuestra conciencia personal y social. También perdemos las «cosas» cuando no tenemos conciencia de ellas y no sabemos valorarlas. Por eso es importante que la asignatura de Educación para la Ciudadanía forme parte de las enseñanzas básicas del sistema educativo, que es el lugar de confluencia entre lo privado y lo público, en donde se produce la formación e integración social de los nuevos ciudadanos y ciudadanas. Así lo reconoce la Unión Europea y así lo ordena la Ley Orgánica de Educación de 2006. La Consejería de Educación de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia ha publicado el Decreto 291/2007 por el que establece el currículo de la Educación Secundaria Obligatoria. En el apartado de Educación para la Ciudadanía, el texto exalta la democracia liberal frente a los totalitarismos, los valores de consenso que la sostienen y el ordenamiento constitucional que la legitima. Expone que una Educación para la Ciudadanía debe ir más allá del conocimiento de la Constitución y abarcar el fundamento de las sociedades democráticas, apoyado en las tradiciones filosóficas y en la discusión racional. Se trata, dice, de que los 1/2 Perder la ciudadanía. (La Opinión, 03/11/07) alumnos reflexionen e interioricen personalmente el valor de todas estas cuestiones, puesto que «el vigor de la sociedad democrática depende de sus ciudadanos». Y prevé alcanzar estas finalidades en dos cursos: Educación para la ciudadanía y los derechos humanos en 2º de ESO y Educación ético-cívica en 4º de ESO. Merece la pena enumerar sucintamente los temas que, según el Decreto, deben estudiarse: diálogo, autonomía, libertad, responsabilidad, relaciones familiares, convivencia escolar, solidaridad, derechos humanos (conquistas y violaciones sucesivas), Estado de Derecho, modelo político español, la Constitución, la Unión Europea, el Parlamento, seguridad nacional, impuestos, consumo, protección civil, circulación vial, el mundo y sus conflictos (del terrorismo al nacionalismo excluyente...), pobreza y globalización. Estos son los contenidos de 2º de ESO. La asignatura de 4º profundiza en los aspectos de fundamentación ético-política: dilemas morales, análisis crítico de información, situación de los derechos humanos, proyectos solidarios, identidad personal, dignidad humana, relaciones interpersonales, emociones, convivencia, heteronomía y autonomía, valores y normas, teorías éticas, poder, democracia liberal, instituciones democráticas, derecho y justicia, valores constitucionales, fundamentación de los derechos humanos, ciudadanía global, igualdad entre hombres y mujeres y prevención de la violencia contra las mujeres. Son temas de tanto calado que el Decreto reconoce la importancia de que «los alumnos dediquen unas horas a reflexionar sobre todo ello». Y como en las novelas de intriga, nos acercamos expectantes al desenlace: ¿Cuántas horas serán adjudicadas finalmente? Después de toda esta programación y declaración de intenciones, en su última página el Decreto asigna a las asignaturas de Ciudadanía sólo 70 horas anuales, es decir, una hora semanal en cada uno de los dos cursos. Esto representa el 1,73% del total de horas de la ESO. Por tener una referencia comparativa, la Religión cuenta con 210 horas, que suponen el 5,21% del horario. La comunidad murciana, siguiendo la consigna del PP español, ha decidido hacer boicot a esta asignatura, aunque la incluya en el currículo por imperativo de la Ley Orgánica de Educación. El profesorado, que ha de cumplir objetivos tan elevados en tiempo tan exiguo, está perplejo. Las consecuencias de semejante decisión son claras: ha perdido el alumnado, ha perdido la educación, ha perdido la democracia, hemos perdido todos. ¿Alguien entiende qué fin persigue el Gobierno de la Región al menospreciar de este modo hipócrita los valores que vertebran nuestra vida personal en democracia? Josefina Pérez Rodríguez-Patiño, es miembro del Foro Ciudadano de la Región de Murcia. 2/2