El argumento ontológico, un camino racional hacia Dios Se conoce como argumento ontológico un silogismo fundado en la premisa “Dios existe”. A diferencia de los argumentos de carácter metafísico, que demuestran la existencia de Dios mediante el estudio del ser y sus atributos, el argumento ontológico pretende llegar a esta misma demostración partiendo del concepto mismo de Dios, concepto límite que comprendería necesariamente su propia existencia. A lo largo de la historia de la filosofía muchos grandes filósofos se han preocupado por esta cuestión. Son muchos los defensores del uso de este argumento, aunque también son muchos sus detractores. Incluso autores cristianos como Santo Tomás de Aquino o Guillermo de Ockam han mostrado su disconformidad con su uso, aunque quizá fue Emmanuel Kant el principal opositor a este argumento con su célebre aforismo “la definición de algo no implica su existencia”. Quizá lo que más controversia crea y que ha sido utilizado por la mayoría de sus detractores es la cantidad de afirmaciones que se da por hecho sin necesidad de una demostración. Dentro de este grupo de afirmaciones estaría la proposición de que Dios es el ser Supremo o que la realidad es más perfecta que el concepto. Debe quedar claro que Dios se podría incluir dentro del extenso catálogo de evidencias mediatas, pues la necesidad de su demostración es indudable. Dios no es evidente, pero a través del razonamiento puede concluirse metafísicamente la necesidad de su existencia, por ejemplo aplicando el principio de causalidad, como procedió Santo Tomás en la elaboración de sus cinco vías. Los defensores del argumento ontológico, sin embargo, prefieren pensar en que Dios es una evidencia inmediata. ¿Por qué? Porque Dios es Dios. No es un concepto cualquiera. Cuando decimos Dios estamos empleando un concepto evidente en sí mismo, de manera que llegamos a Él sin pasos intermedios. Éste es el método empleado para enunciar el argumento ontológico, que se puede definir como un razonamiento apriorístico, que pretende probar la existencia de Dios partiendo únicamente de la razón. Historia del argumento ontológico Este argumento ha sido propuesto por muchos filósofos a lo largo de la historia. Cronológicamente, el primero que propuso este argumento fue el filósofo persa Avicena, que lo menciona en su Libro de la curación, compendio de toda la doctrina filosófica del autor. Conjugó la tradición aristotélica con el neoplatonismo y tuvo una grandísima influencia en el Occidente cristiano. De religión musulmana, situó a la razón por encima de todo ser y explicó que con esto se nos llama a buscar la perfección. Sin embargo, el filósofo que mejor desarrolló este argumento apriorístico fue el monje benedictino Anselmo de Canterbury, filósofo escolástico, teólogo y Padre de la Iglesia. Hasta el punto que suele ser presentado como autor del mismo: “el argumento ontológico de san Anselmo”. La influencia de San Agustín le llevó a intentar demostrar desde un punto de vista racional verdades que conocemos por revelación. El célebre aforismo agustiniano “fides quaerens intellectum” le empujaba a llevar hasta el extremo el uso de la razón en defensa de las verdades de fe. San Anselmo llegó a la conclusión de que la esencia divina es “la suprema de todas o mayor que todo lo que ha sido hecho por ella”1 Este método, que puede calificarse como epistemológico, le sirvió para buscar la existencia de Dios desde un punto de vista racional. En su Monologio (1076) expuso diversos argumentos a posteriori para demostrarla basándose en el principio de causalidad al igual que haría Santo Tomás de Aquino con sus famosas “cinco vías”. En otra de sus obras, el Prosologio (1078) enunció en el segundo capítulo el argumento ontológico. Aquí, usando un método a priori, desciende desde Dios a los hombres. Ya al final del primer volumen había establecido que Dios es algo que no puede ser pensado mayor2, o dicho de otra forma, el ser mayor del cual no se puede pensar otro que sea mayor. Vemos ya la noción de Dios como lo más grande, el ser mayor que pueda ser imaginado, algo que se corrobora con los dictados de la fe. Posteriormente Santo Tomás de Aquino ya establecería la importancia de la fe para confirmar cualquier proposición elaborada a partir de la razón, aunque como veremos el argumento ontológico es estrictamente racional. Veámos un poco mejor el argumento ontológico, de una manera más simple: 1º A partir de la conclusión extraída del primer libro de San Anselmo, el Monologio, se puede dictaminar que Dios es el ser mayor que pueda ser concebido. 2º Una vez aceptada esta premisa se puede llegar a través del razonamiento que cuando una persona oye hablar de Dios comprende que está en su entendimiento, aunque no entienda bien lo la idea de Dios. Hasta un necio tiene en mente una opinión sobre qué puede ser Dios. Cuando mencionamos su nombre todos tenemos en la imaginación una idea preconcebida en aspectos como su aspecto, actitud hacia nosotros o su forma de hablar, aunque debemos aceptar que nosotros tenemos ciertos límites para conocerlo, pues su naturaleza escapa de la comprensión humana. Nosotros lo conocemos hasta la barrera que suponen nuestras limitaciones. 3º Debemos aceptar que lo que existe en la realidad, es mayor que lo que existe sólo en el pensamiento. Es más perfecta la realidad que el concepto que tenemos en el entendimiento. 4º Si el ser que es lo mayor que se puede concebir existiera únicamente en nuestra inteligencia, este ser sería lo mayor que pudiera concebirse, pero esto nos lleva a una evidente contradicción 5º Así que no nos queda otra solución que reconocer que Dios existe. Se podrá decir que la razón nos lleva a creer en Dios, pues si no, caeríamos en el absurdo. Debe quedar claro que este argumento ontológico tiene validez en cuanto reconocemos que la existencia es un atributo de la perfección. San Anselmo da por hecho que 1 «Omnimodo maior et melior est, quam quidquid non est quod ipsa. » Anselmo de Canterbury, Monologio. 2 « aliquid quo nihil majus cogitari possit » Anselmo de Canterbury, Monologio. cualquier cosa que exista en la realidad es más perfecta que algo que únicamente existe en nuestro intelecto. También hemos de tener en cuenta que Dios es inmaterial y necesario, y este argumento le sería perfectamente aplicable, pero no así a realidades materiales y contingentes. La grandeza de San Anselmo, radica entre otras cosas en que buscó demostrar la existencia de Dios en unas circunstancias históricas en las que prácticamente nadie dudaba de su existencia. Pero el objetivo de la filosofía siempre fue conocer a partir de las causas últimas de la realidad, y los cristianos tenemos una primera causa que explica el origen y fin de todo: Dios. El argumento ontológico tuvo predicamento entre los grandes racionalistas del siglo XVII, Descartes, Spinoza y Leibniz. Incluso un matemático, Kurt Gödel, también demostró la existencia de Dios a partir de un argumento bastante similar basado en procedimientos matemáticos. El argumento ontológico en el racionalismo: René Descartes Centrándonos en los racionalistas, René Descartes, más que demostrar la existencia de Dios, buscó refutar a todos aquellos escépticos que dudaran de su existencia. También parte de la base de San Anselmo en la que se afirma que a partir de la perfección de Dios se conoce su existencia. Los casos más claros de este razonamiento los encontramos en la segunda demostración del filósofo francés. En la segunda demostración se basa en el hecho de que nosotros, que poseemos la idea de perfecto en el intelecto, existimos. Según Descartes, Dios nos ha creado, en primer lugar porque nosotros no nos damos a nosotros mismos la existencia, como tampoco lo pueden haber hecho nuestros padres, porque somos seres imperfectos. Partiendo de la premisa de que la idea de perfección la tenemos en el intelecto, ésta está ahí porque un ser perfecto nos la ha dado. Por lo tanto Dios existe, y es quien nos ha creado. Una reflexión personal acerca del argumento ontológico como camino para derrotar al ateísmo y al agnosticismo Vistos estos razonamientos, parece lógico pensar, que desde un punto de vista estrictamente ontológico, se llegue a Dios. Todos estos filósofos, pero sobre todo San Anselmo, que han ido desarrollando caminos para alcanzar a Dios, parten de que Dios es el ser más perfecto que hay. Basta preguntar a un ateo qué es Dios para los cristianos para que te conteste que es el Ser Supremo y en quien creen. Hasta un ateo puede incluir la palabra “Dios” en su lenguaje para referirse a algo que posee unas cualidades excepcionales o que el cree que alcanza la perfección. Si creemos que Dios es el ser más perfecto, existe, porque sólo se puede ser perfecto si se “es”. Un ser con unas determinadas características existe, y debemos reconocer que si nosotros no somos perfectos, debe haber Alguien que lo sea, porque sino esa idea de perfección no existiría. No hace falta tener una inteligencia privilegiada para llegar a este razonamiento, tanto es así que hoy en día la mayoría de la oposición al cristianismo se desempeña desde el agnosticismo, que admite la posibilidad de la existencia de un Ser Superior, pero niega que podamos llegar a Él. ¿No parece sensato que si aseguramos que Dios existe debiéramos buscarlo? El argumento ontológico es una excelente vía para llegar al Dios que existe pero que muchos no quieren buscar porque creen inaccesible. Otro punto de vista sería el del ateísmo, que niega toda existencia de Dios, pero comete el error, al hacerlo, de creerse una especie de dios. Al final, sus ideas les llevan a adorar a falsos dioses a los que atribuyen las cualidades que tiene Dios. Acaban adorando a la ciencia, el placer o la razón. No es extraño encontrar ateos que dicen guiarse únicamente por la razón y sus dictados. Si esto es así, el argumento ontológico es una magnífica herramienta a favor de la existencia de Dios. No se puede decir en contra del cristianismo que la existencia de Dios está solamente basada en la fe, la razón está de parte del argumento ontológico que demuestra la existencia de Dios. Quienes refutan la validez del argumento ontológico se basan principalmente en un principio según el cual no se pude deducir la existencia de nada a partir de la lógica de los conceptos. Sin embargo, este principio tendría una excepción en el único concepto que por sí mismo incluiría su propia existencia. El Logos cristiano, en cuya virtud todas las cosas han sido hechas y en quien subsisten, es por tanto la razón última de la existencia de todas las cosas y también de la razón misma. La razón humana caería en el absurdo si no se admitiera la existencia de ese concepto: Dios existe, su existencia es exigida por su esencia. Carlos Veci Lavín