Administración de vacunas en los pacientes adultos con enfermedad reumática: sopesar los riesgos y beneficios Autor: Dr. Kevin Deane Riesgo de infección y reducción del riesgo Las infecciones son una importante causa de morbilidad y aumento de la mortalidad en pacientes con enfermedades reumáticas, y el riesgo de infección aumenta en dichos pacientes, probablemente tanto debido a la disfunción inmune subyacente como a los tratamientos inmunosupresores1. En pacientes con enfermedad autoinmune es preciso aumentar al máximo la prevención de las infecciones, incluida la administración óptima de las vacunas. No obstante, debido a la disregulación inmune subyacente y a los tratamientos inmunosupresores, el uso de las vacunas es complejo. En este artículo se revisarán los conocimientos y recomendaciones actuales de las vacunas administradas a pacientes adultos con enfermedad reumática para ayudar a los médicos a administrar apropiadamente las vacunas en esta población. En pacientes con enfermedades reumáticas, múltiples factores dan lugar a un mayor riesgo de infección. La disregulación inmune puede estar presente como parte de la enfermedad subyacente. Por ejemplo, los pacientes con lupus eritematoso sistémico (LES) pueden presentar defectos inmunitarios naturales o adquiridos en la resolución de algunas infecciones1. Es importante mencionar que los pacientes con artritis reumatoide (AR) tienen más probabilidades que los individuos de control de presentar infecciones, incluso en ausencia de inmunosupresión2. La lesión de un órgano o mucosa (p. ej., sinusitis o neumopatía en la granulomatosis de Wegener, infartos esplénicos en el síndrome de los anticuerpos antifosfolípidos, ulceraciones cutáneas de la vasculitis o enfermedad de Raynaud grave) puede asociarse a mayor riesgo de infección, al igual que otras enfermedades concomitantes, como insuficiencia cardíaca, diabetes o insuficiencia renal. Las hospitalizaciones o visitas clínicas también aumentan el riesgo de infección porque los pacientes se exponen a un mayor número y tipo de microorganismos infecciosos. Las intervenciones quirúrgicas, como la cirugía protésica articular en pacientes con AR, también pueden traducirse en un mayor riesgo de infección. Además, hoy día, en pacientes con enfermedad reumática se administran fármacos inmunosupresores, lo que aumenta todavía más el riesgo2. En particular, la utilización difundida de potentes tratamientos biológicos ha provocado un mayor riesgo de infecciones menos habituales, como la tuberculosis y las micosis3. Los pacientes con enfermedades autoinmunes han de conocer su mayor riesgo de infección, y requieren instrucciones sobre cómo poner en práctica medidas preventivas, tales como el lavado cuidadoso de las manos y la evitación del contacto con individuos que padecen infecciones agudas. Requieren instrucciones sobre cuándo y cómo solicitar asistencia médica si desarrollan signos y síntomas de infección, en particular fiebre y exantema. Los profesionales sanitarios tendrán que abordar explícitamente los signos y síntomas de infecciones como la neumonía, infecciones del tracto urinario, celulitis y linfangitis. Los pacientes necesitan un examen de cribado apropiado en busca de infecciones crónicas ocultas, que pueden llegar a ser sintomáticas en el contexto de una inmunosupresión, como la intradermorreacción para la tuberculosis en pacientes tratados con inhibidores del factor alfa de necrosis tumoral (anti-TNF-alfa). Se publica un número cada vez mayor de casos clínicos de pacientes que reciben tratamiento biológico, es decir preparados anti-TNF-alfa, con infección aguda por hongos (histoplasmosis, coccidioidomicosis) o la reactivación de una infección latente. Sin embargo, no disponemos de directrices claras por lo que respecta al examen de cribado y la prevención de dichas infecciones4. En pacientes tratados con fármacos como el metotrexato o la leflunomida, que entrañan un riesgo concomitante de hepatotoxicidad, al igual que en los tratados con un agente anti-TNF-alfa o uno anti-linfocitos B, es importante un examen de cribado de la hepatitis5,6. En todos aquéllos con enfermedades reumáticas, con independencia del tratamiento, es útil un cribado para la infección por virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) y hepatitis crónica. Aunque no se han establecido directrices claras para todas situaciones, los médicos que atienden a pacientes con enfermedades reumáticas tratadas con fármacos inmunosupresores deben conocer cuándo interrumpirlos para controlar o reducir el riesgo de infección, tal como la supresión del tratamiento biológico durante un episodio agudo de sinusitis bacteriana que requiere antibióticos, o durante el período perioperatorio. Aunque es motivo de controversia, puede considerarse la profilaxis para infecciones por Pneumocystis en pacientes que reciben dosis altas de corticoesteroides, con o sin tratamiento inmunosupresor adicional7. Recomendaciones generales para las vacunas Además de las medidas mencionadas previamente, en pacientes con estas enfermedades deben administrarse vacunas para optimizar la prevención de las infecciones. En las enfermedades reumáticas específicas no están disponibles directrices claras para todas las vacunas. No obstante, si consideramos que todos los pacientes adultos con estas enfermedades presentan una alteración de la inmunocompetencia (sin duda, los tratados con inmunosupresores y probablemente incluso en ausencia de tratamiento), se recomienda que reciban las vacunas de microorganismos inactivados habituales, de acuerdo con las pautas de referencia, lo que incluye como mínimo la vacuna antigripal trivalente con carácter anual y la vacuna antineumocócica 23 valente (v. más adelante para la definición de vacuna inactivada)8. Las recomendaciones sobre la inmunización con otras vacunas disponibles para adultos son menos claras y se describen más adelante. También se abordarán los aspectos específicos relacionados con las enfermedades o tratamientos asociados a una alteración de la inmunocompetencia, momento de la vacunación y cuestiones relacionadas con vacunas de microorganismos vivos comparados con inactivados/muertos. Para una información más detallada, pueden encontrarse directrices de la vacunación en http://www.cdc.gov/vaccines/recs . Las directrices del Advisory Committee on Immunization Practices (ACIP) de los Centers for Disease Control and Prevention (CDC), revisadas en 2008, están pendientes de su aprobación final, pero están disponibles las recomendaciones íntegras de 20069. Vacunas de microorganismos vivos comparados con inactivados Se dispone de dos grandes categorías de vacunas: de microorganismos vivos e inactivados. De acuerdo con el ACIP de los CDC, la segunda categoría incluye las de microorganismos inactivados enteros, recombinantes de subunidades, toxoide, polisacáridos, y conjugadas proteína-polisacárido. Una norma general es que las vacunas de microorganismos inactivados pueden administrarse sin riesgos a pacientes con alteración de la inmunocompetencia y en las dosis recomendadas en adultos, de acuerdo con las directrices publicadas, aunque su eficacia puede ser menor debido al inmunocompromiso. En general, se recomienda que estos pacientes no reciban vacunas de microorganismos vivos. Éstas incluyen la vacuna oral de la poliomielitis, varicela, vacuna antigripal de virus vivos atenuados, BCG (bacilo de Calmette-Guerin), antitifoidea oral y MMR (sarampión, parotiditis, rubéola)9. ¿Qué es la inmunosupresión? Las opiniones difieren por lo que respecta a lo que constituye un estado de inmunocompromiso. Muchos reumatólogos consideran que los pacientes con enfermedades reumáticas experimentan compromiso debido a la enfermedad subyacente, con independencia de que reciban tratamiento inmunosupresor. Sin embargo, los CDC han elaborado una lista de enfermedades y circunstancias que consideran riesgos de alteración de la inmunocompetencia. Las circunstancias son las que guían sus recomendaciones para la administración de las vacunaciones, aunque es preciso recordar que dichas recomendaciones derivan sobre todo de la opinión de los expertos y están abiertas a la interpretación. Tras esta consideración, las directrices del ACIP de los CDC indican que las vacunas de microorganismos vivos deben evitarse en las situaciones que se mencionan más adelante8,9. 1. Administración de inmunomediadores (anticuerpos monoclonales humanizados con actividad inmunosupresora selectiva), (se citan específicamente el adalimumab, infliximab y etanercept; los reumatólogos también incluirían el tratamiento con agentes anti-linfocitos B, como ocrelizumab, un anticuerpo monoclonal humanizado anti-CD20 y el ofatumumab, y ankinra). 2. Leucemia activa, linfoma o cáncer que afecta a la médula ósea/linfáticos. 3. Infección por VIH y pacientes con recuentos de linfocitos CD4 ≤ 200/mm3. 4. Administración de corticoesteroides en dosis altas (≥ 20 mg/día de equivalente de prednisona durante > 2 semanas); la administración por inhalación, tópica o por infiltración articular/bursal/tendinosa no se considera una contraindicación de las vacunas de microorganismos vivos. 5. Evidencias clínicas o de laboratorio de inmunodeficiencia celular; 6. Trasplante de células pluripotenciales hematopoyéticas. 7. Embarazo. 8. Enfermedad aguda grave. Es de destacar que el ACIP de los CDC menciona que algunas vacunas de microorganismos vivos, incluida la vacuna anti-herpes zoster, pueden administrarse a pacientes tratados con prednisona ≤ 20 mg/día durante < 2 semanas, metotrexato en dosis bajas (≤ 0,4 mg/kg/semana o 28 mg/ semana en individuos de 70 kg de peso corporal), azatioprina ≤ 3 mg/kg/día o 6mercaptopurina ≤ 1,5 mg/kg/día. No obstante, no menciona otros tipos de fármacos inmunosupresores y no se proporcionan directrices sobre la vacunación de pacientes tratados con combinaciones de inmunosupresores10. El comité recomienda que, cuando sea posible, los pacientes reciban las vacunas ≥ 2 semanas previas al inicio del tratamiento inmunosupresor, que puede incluir fármacos, radioterapia o esplenectomía. Por lo que respecta al momento de la vacunación después del tratamiento, recomienda que las vacunas (microorganismos vivos o inactivados) se difieran como mínimo durante un mes después del tratamiento con corticoesteroides sistémicos en dosis altas (> 20 mg/día) para evitar las complicaciones y aumentar al máximo la respuesta inmune. El comité también recomienda diferir las vacunas durante al menos 3 meses tras la quimioterapia o radioterapia del cáncer9. Es preciso destacar que es posible que los pacientes tratados con inmunoglobulina intravenosa (IGIV) no presenten una respuesta adecuada a las vacunas debido a la presencia de anticuerpos pasivos contra sus componentes, por lo que es razonable administrarlas antes o después de este tratamiento. Las recomendaciones de 2006 de este comité también mencionan que los que reciben vacunas ≤ 2 semanas desde el inicio de la inmunosupresión (tipo no especificado) o durante ésta se han de considerar no vacunados y deben ser revacunados, como mínimo, 3 meses después de interrumpir el tratamiento, siempre que su sistema inmunitario se considere competente9. En pacientes con enfermedades reumáticas la administración de las vacunas apropiadas puede ser compleja ya que, con frecuencia, reciben tratamiento farmacológico crónico o necesitan tratamiento inmunosupresor urgente para salvar su vida. Así mismo, dada la importancia reciente concedida al tratamiento agresivo precoz de la AR, puede ser difícil esperar varias semanas antes de iniciar la inmunosupresión para obtener una respuesta adecuada a la vacuna. En estos casos no están disponibles recomendaciones claras que orienten su uso, y el médico ha de sopesar su importancia frente a la del tratamiento de la enfermedad. En función de las recomendaciones de este comité descritas previamente, una opción pude ser readministrar la vacuna después de completar la inmunosupresión; el médico también puede diferir el tratamiento con dosis/ tipos más potentes de inmunosupresión durante ≥ 2 semanas para permitir que se obtenga una respuesta adecuada a la vacunación9. Pueden determinarse las respuestas inmunitarias a algunas vacunas, incluidos los títulos de anticuerpos frente al toxoide tetánico, vacuna del sarampión, etcétera. No obstante, no se dispone de directrices claras sobre cómo usar estos títulos para reorientar la nueva inmunización de estos pacientes. Recomendaciones para las inmunizaciones específicas El paciente debe recibir anualmente la vacuna antigripal trivalente que se administra por inyección. Los inmunocomprometidos no deben recibir la vacuna antigripal de virus vivos-atenuados, administrada mediante spray nasal. Los pacientes deben recibir la vacuna antineumocócica polisacárida 23-valente. Puede considerarse una revacunación después de 5 años en los inmunocomprometidos porque se cree que los anticuerpos disminuyen con el tiempo. Se desconoce si es beneficiosa más de una revacunación y, en general, no se recomienda después de una segunda dosis. La vacuna conjugada para Haemophilus influenzae tipo B se ha usado de modo difundido en niños desde hace más de 10 años, pero es posible que algunos pacientes adultos no la hayan recibido. Por consiguiente, en aquéllos inmunocomprometidos, puede considerarse su administración. No se dispone de directrices claras para la administración de la vacuna para meningococo en estos pacientes. No obstante, debe considerarse en aquéllos con asplenia, déficit de complemento C3 o deficiencia de complementos terminales (dos tipos disponibles: MCV4 y MPSV). Puesto que los pacientes con LES u otras enfermedades autoinmunes pueden presentar asplenia funcional o deficiencias de complemento, puede considerarse su administración. No se dispone de directrices sobre la administración de la vacuna de la hepatitis A. No obstante, están disponibles formas inactivadas cuya administración no entraña riesgos en pacientes inmunocomprometidos, aunque su eficacia es menor. No se dispone de directrices sobre la administración de la vacuna de la hepatitis B; no obstante, al ser de virus inactivados, no entraña riesgos en estos pacientes. La vacunación es importante, en especial dado el número creciente de casos clínicos publicados de la infección en pacientes que reciben tratamiento biológico para las enfermedades reumáticas, aunque la mayoría representan la reactivación de una infección latente. No se dispone de recomendaciones para la inmunización con la vacuna TDP (tétanos, difteria y pertussis [tos ferina]) en pacientes inmunocomprometidos. No obstante, puesto que es una vacuna de virus inactivados y toxoide, su administración no entraña riesgo en estos pacientes. Están disponibles múltiples formas de vacunación frente a estas infecciones, incluidas vacunas de combinación. En los Estados Unidos, está aprobada una que contiene toxoide tetánico, toxoide diftérico y el componente pertúsico acelular con cinco antígenos de Bordetella pertussis (Tdap). En la actualidad se recomienda para adultos debido a la disminución de la inmunidad frente a la tos ferina con el envejecimiento. Si la administración de la última dosis de recuerdo de la vacuna del tétanos/difteria tuvo lugar más de 10 años atrás y el paciente no ha recibido una dosis de recuerdo para la tos ferina, debe ser vacunado con Tdap. Para la administración posterior de dosis de recuerdo tétanos y difteria puede usarse la vacuna combinada tétanos-difteria cada 2 años, aunque se recomienda que los pacientes adultos sólo reciban una dosis de recuerdo de la tos ferina. En caso de sufrir una herida, puede estar justificada la administración de dosis frecuentes de recuerdo de vacuna antitetánica; las recomendaciones se pueden consultar en la página Web de los CDC, citada previamente. La vacuna del herpes zoster es de virus vivos atenuados y está indicada para administrar a adultos > 60 años de edad. Puesto que la enfermedad reumática y su tratamiento entrañan mayor riesgo de este proceso, su administración está justificada. Sin embargo, puesto que es de virus vivos, su administración en individuos inmunocomprometidos es motivo de controversia. Las recomendaciones actuales del American College of Rheumatology, basdas en las del comité de los CDC, sugieren su administración a todos los pacientes ≥ 60 años de edad con AR aunque reciban metotrexato (≤ 0,4 mg/kg/semana), prednisona en dosis bajas (≤ 20 mg/día durante < 2 semanas), azatioprina ≤ 3 mg/kg/día, o 6mercaptopurina ≤ 1.5 mg/kg/día. Sin embargo, no se recomienda para pacientes que reciben tratamiento biológico (inhibidores de TNF-alfa, tratamiento con anticuerpos monoclonales como ocrelizumab [dirigido a los linfocitos B], abatacept y anakinra). Puesto que los datos son limitados, en estos momentos no se recomienda para pacientes con otras enfermedades reumáticas. Si es posible y por lo demás apropiado, se administrará ≥ 2 semanas antes del inicio del tratamiento inmunosupresor10. La vacuna para el virus del papiloma humano (VPH) está indicada en la actualidad para mujeres de 11-26 años de edad como prevención de las complicaciones de esta infección, como la displasia/cáncer de cuello uterino. No se ha evaluado en pacientes inmunocomprometidos. Para información sobre el uso de otras vacunas como la del ántrax y la viruela, el lector puede consultar la página Web de los CDC. Los pacientes con enfermedades reumáticas que viajan a regiones que requieren vacunaciones específicas deberán consultar con un especialista ya que varían ampliamente de un país a otro, muchas son de microorganismos vivos y en principio han de evitarse en pacientes inmunosuprimidos. También debe sopesarse la vacunación de los individuos en contacto directo con estos pacientes. En función de las recomendaciones del comité, los contactos (definidos como los que viven en la misma vivienda) deben recibir las vacunas apropiadas para la edad. No obstante, se evitarán la vacuna oral de la poliomielitis y la vacuna de la tos ferina ya que es probable que den lugar a la propagación del virus infeccioso. Otras vacunas de microorganismos vivos, como la triple vírica (sarampión, rubéola y parotiditis), de la varicela y para rotavirus, pueden administrarse cuando sea apropiado. No obstante, si el individuo desarrolla un exantema tras recibir la vacuna de la varicela, se considerará al paciente con enfermedad reumática susceptible a la transmisión, por lo que evitará el contacto directo con el vacunado hasta la resolución del exantema. Todos los miembros de la familia deben cumplir con medidas preventivas como el lavado cuidadoso de las manos según lo recomendado cuando un miembro haya recibido la vacuna para rotavirus. Y todos deben recibir la vacuna antigripal. Resumen Las infecciones son una importante causa de morbilidad y de mayor mortalidad en pacientes con enfermedades reumáticas. Tanto el médico de cabecera como los especialistas que atienden a estos pacientes han de tomas precauciones especiales para reducir a un mínimo el riesgo de infección, incluida la administración de las vacunas apropiadas. Aunque se ha suscitado la preocupación de que las vacunas desencadenen o agraven una enfermedad autoinmune, la mayor parte de pruebas disponibles respaldan su tolerabilidad en estos pacientes y en la actualidad se recomienda su administración para evitar la agravación de la enfermedad y el desarrollo de infecciones11-13. Referencias Fessler BJ. Infectious diseases in systemic lupus erythematosus: risk factors, management and prophylaxis. Best Pract Res Clin Rheumatol. 2002;16:281-291. Abstract Caporali R, Caprioli M, Bobbio-Pallavicini F, Montecucco C. DMARDS and infections in rheumatoid arthritis. Autoimmun Rev. 2008;8:139-143. Abstract Furst DE. The risk of infections with biologic therapies for theumatoid arthritis. 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Abstract Información sobre el autor: Dr. Kevin Deane, Assistant Professor, Division of Rheumatology, University of Colorado at Denver, and Health Sciences Center, Aurora, Colorado, Estados Unidos.