Documento 1283016

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Facultad de Periodismo y Comunicación Social
Nuevas sensibilidades en el escenario político. Juventudes, participación y agendas de
discusión
Pedro Nuñez (FLACSO/CONICET)
En los últimos meses parte de la sociedad se mostró “sorprendida” ante una nueva “oleada”
de participación juvenil que fue comparada con las existentes en otros momentos históricos.
De formas paralela, un nuevo relato buscó hilvanar como parte de un mismo proceso político a
diferentes hechos heterogéneos entre sí, tanto por los actores involucrados como por su
fisonomía y las posibilidades de incidir en los procesos de toma de decisiones.
Este diagnóstico nos muestra un collage de la participación política que se compone de las
imágenes de jóvenes estudiantes reclamando mejoras edilicias en sus escuelas, la presencia
juvenil en el funeral del ex presidente Kirchner, así como ocurrió antes con el de Alfonsín y en
las marchas del 24 de marzo, su participación en las manifestaciones por el esclarecimiento del
asesinato de un joven militante político, la conformación de agrupaciones que se presentan
como “juveniles” hasta su asistencia durante la reciente visita del presidente de Venezuela a la
Universidad de La Plata. Está claro que la misma enumeración de estos sucesos nos muestra
una diversidad de actores presentes, un amplio abanico de condiciones socioeconómicas y
etarias e, incluso, modos diferentes de analizar la actual coyuntura política. Aún así, todos
parecemos convencidos de vivir una “oleada” de participación política juvenil.
A riesgo de presentar un análisis esquemático y sin desconocer que existe un mayor interés
por la cosa pública –compartida por las distintas generaciones- quisiera señalar tres cuestiones
para leer el actual escenario político. En primer lugar, es posible observar que parecieramos
atravesar una coyuntura política que interpela las sensibilidades políticas de las distintas
cohortes etarias, cuestión a la que no son inmunes los jóvenes. Un “clima de época” -que
algunos insisten en atribuir a la experiencia kirchnerista mientras otros hacen hincapié en la
tarea de diversos colectivos- situá temas de agenda novedosos: la ley de servicios
audiovisuales, el matrimonito igualitario, la asignación universal por hijo, la disputa con
algunas corporaciones, el incremento del presupuesto científico –que involucra a gran parte de
docentes, investigadores y alumnos e influye en el pensamiento más o menos crítico que
produce la universidad-, la continuidad de los juicios a represores o sobre los recursos
naturales, entre otros. No es este el lugar para establecer cuánto corresponde a la experiencia
kirchnerista, pero sí cabe destacar que existe una agenda moderna, que si bien coquetea con
identificaciones de raigambre nacional y popular es liberal –si utilizamos la acepción del
término que enfatiza en la preocupación por la expansión de la garantía de derechos -que
interpela a jóvenes de clases medias, trabajadores sindicalizados y participantes en
organizaciones de diverso tipo, incluso a contrapelo de los sectores más conservadores de los
distintos movimientos partidarios.
En segundo lugar, esta agenda incrementó la magnitud de la discusión política. Ahora bien, la
contracara de este fenomeno es que aglutina a una parte minoritaria -aunque con alta
visibilidad- de la población juvenil. Este mayor involucramiento político o, la activación de
sensibilidades políticas latentes, tiene pocos puntos en común con la experiencia de otros
jóvenes, para quienes la politica sigue pasando por otra parte, a veces canalizándose a través
de otros modos de participación. Paradójicamente la alta participación de unos jóvenes no
interpela generacionalmente a otros jóvenes. Incluso la presentación de los “militantes” como
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parte de “otra juventud” reproduce el discurso adultocéntrico que caracteriza a parte de los
jóvenes como apáticos y descreídos. Quizás la explicación se halle en la baja autonomía de
estas agrupaciones, si bien de origen más informal rápidamente incorporadas como parte del
juego de intereses de los partidos políticos o a favor de tal o cual gremio en ciertos conflictos.
Finalmente, en tercer lugar, cabe destacar algunas mutaciones en la forma en la cual las
juventudes se vinculan con la vida política. Este quizá sea el aspecto más innovador de las
acciones políticas juveniles. Si años atrás era posible señalar que la política pasaba
fundamentalmente por “poner el cuerpo” -en las marchas predominaban rostros masculinos,
adustos, sufridos- hoy es posible observar cierta transición hacia un modo de practicar la
política donde ésta cobra otros rasgos y en oposición al “aguante” se ponen en juego atributos
tiladados de femeninos. Esto involucra una mayor visibilidad de las mujeres –de la presidenta
para abajo- pero también hay indicios observables en, por ejemplo el uso de la tercera persona
en femenino del singular para nombrar a agrupaciones que reivindican a figuras históricas
masculinas (La Cámpora, La Guemes, La Belgrano, La Karakachoff, etc.). Esta cuestión se
articula con –y se presenta como continuación de- la tradición más reciente de participación
política representada precisamente por figuras femeninas de alta legitimidad como son las
Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. La política en femenino pareciera mostrar un rostro más
amable, comprometido, alejado de las corruptelas que tendría la “vieja política” y, como tal,
más atractivo. Este tipo de agrupaciones también permite a sus integrantes sentirse
identificados/as con ellas, sin adherir al movimiento que la contiene.
Estas tres cuestiones distan de ser diagnosticos definitivos y pueden leerse como tendencias
que preanuncian transformaciones culturales de escala más amplia. Aún es prematuro señalar
si estas mutaciones se instalarán como aspectos que modifiquen la cultura política del país;
dependerá de si estas agrupaciones logran efectivamente acceder a posiciones de decisión,
preservar cierta autonomía, incorporar otros modos de definir –y de resolver- los problemas
de las personas jóvenes y, fundamentalmente, impulsar una agenda que contemple la
heterogeneidad de mundos juveniles. Sólo así sabremos si la oleada logra solidificar espacios
instituacionales de participación política o pasará, efímeramente, como parte de sectores que
la impulsaron sin reconocer la diversidad de demandas del colectivo.
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