Haití (La Opinión, 6-02-10) Un diario de ámbito estatal (Público, 16/04/2009, http://www.publico.es/internacional/219192/a rcilla/engana/hambre/haiti ) publicaba un titular impactante: “La arcilla engaña al hambre en Haití”. El reportaje contaba que el hambre había llevado a las gentes a cocer al sol unas galletas de arcilla, sal y aceite que consumían ante la imposibilidad de acceder a los alimentos, al precio de tres por diez céntimos de euro.”... no hay nada que comer. Estas galletas causan desnutrición severa, dolor intestinal y parásitos”, citaba dicho artículo. Esta noticia, digna de la actual crisis es, sin embargo, antigua. Del 16 de abril de 2009. Ningún otro medio se hizo eco. Nadie organizó nada que sirviese para limpiar nuestras conciencias, las de quienes más tenemos. Al fin y al cabo, el hambre no era un problema tan grave: tenían arcilla, en abundancia, para comer. Y, sobre todo, no había cadáveres que mostrar. Y la ciudadanía, calló. Mientras, en los nueve meses que median entre ambos sucesos hemos sabido que la CARM y el Ayuntamiento de Murcia, entre otras instituciones, han reducido a límites vergonzantes y vergonzosos la cuantía de las ayudas para desarrollo, alejándonos más del cada vez más quimérico 0.7 %. Tampoco los medios se han hecho eco de esto: los cadáveres no se ven, no vende. Tampoco se preguntan por qué nuestra principal entidad de ahorro regional no destina ni un céntimo de euro a este fin, a diferencia de sus similares de otras Comunidades Autónomas... No hay foto de niño muerto o mujer violada: no es noticia. Y la ciudadanía, calla. Se ha acallado, incluso, la polémica por el cobro de comisiones en las transferencias humanitarias: “si nos las reclaman, las devolveremos” han dicho en una entidad financiera, en una muestra de completo desprecio hacia las más elementales normas de la Responsabilidad Social Corporativa... y a callar: si los medios no lo mencionan, no existe y los medios no lo mencionan. Ni por equivocación. Aún conociendo que esos fondos son fundamentales, como se ha demostrado en otros lugares del mundo, para minimizar, si no evitar, las tragedias provocadas por los desastes, naturales o no. El ”Todas y todos con Haití” que en sus múltiples variantes recorre el mundo impulsado por la información que nos llega, no puede ser calificado más que como un hipócrita intento de lavar la propia conciencia; de mostrar al mundo lo buena gente que se es. No es en absoluto filantropía ni solidaridad. Es negocio: para la banca, para las agencias de envío de dinero, para los medios de comunicación... Incluso a costa del desastre, negocio. Porque en Haití, el país más pobre de América Latina, de población antaño esclava y hoy dirigida por quienes fueran sus amos, ya se moría de hambre antes del terremoto. Pero el hambre, la pobreza, no venden. Necesitamos centenares de miles de muertes para dignarnos en volver la cabeza a mirar. Si solo la cuarta parte del dinero recaudado estos días se hubiese dedicado a establecer una red de alerta y asistencia temprana mediante la instalación de sismógrafos en la falla, la adecuación de depósitos de emergencia y la capacitación de la población en rescate y primeros auxilios, casi con toda seguridad no estaríamos hablando de Haití. Y habría costado la cuarta parte o incluso menos. 1/2 Haití (La Opinión, 6-02-10) Lo trágico, en lo que a occidente se refiere es que, pese a todas las palabras, dentro de unos pocos días, semanas, meses o años, ocurrirá otra catástrofe. Otro terremoto, inundación o tsunami, otra vez cadáveres. Hasta entonces, ¿callaremos y miraremos hacia otro lado?. Aurelio de Paz y Javier Fernández, Presidente y Coordinador de ACSUR- Las Segovias Murcia 2/2