El último acuerdo Unión Europea-Marruecos no se puede entender más... de unas políticas que, teniendo a la Organización Mundial del...

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El éxito del tomate marroquí (La Opinión, 27-3-2010)
El último acuerdo Unión Europea-Marruecos no se puede entender más que como continuación
de unas políticas que, teniendo a la Organización Mundial del Comercio y a la Unión Europea
como actores principales, tienden a la substitución de las agriculturas locales y de subsistencia
por los grandes consorcios exportadores. Éstos se aprovechan de la falta de democracia
política y laboral del llamado Tercer Mundo para inundar el mercado con productos a un precio
muy inferior a los precios de producción local.
Las multinacionales de la alimentación, que se legitiman alegando que los países del Tercer
Mundo deben poder vender libremente sus productos para desarrollarse, son realmente las
únicas beneficiarias de un comercio que sólo deja sueldos de miseria y mercados locales
desabastecidos. Ejemplos como el de la carne de vacuno argentina que viaja miles de
kilómetros por mar, a Europa y EE.UU., mientras que los niños de Tucumán se mueren de
hambre, o el de las grandes compañías internacionales que expulsan a los pueblos indígenas
transformando sus tierras y recursos de alimentación en campos de soja a exportar, son de
sobra conocidos. El documental We feed the world de Erwin Wagenhofer no hizo, en este
sentido, más que poner imágenes en movimiento a cientos de artículos y reportajes
periodísticos.
Tampoco a nivel regional y local se aportan soluciones a la asfixia del sector agrícola. La
frustración de la huerta se desvía por intereses políticos al tema del agua, evitando
cuidadosamente el que se tematice el asunto del monopolio de la distribución de los productos
del campo por los grandes supermercados, verdaderos responsables de la ruina del sector.
Y es que, mientras que resulta discutible si Murcia gestiona bien o no el agua del que dispone y
es una cuestión eminentemente técnica la de si el déficit hídrico debe paliarse recurriendo a los
trasvases o a la desalación, nadie puede tener dudas con respecto a que las prácticas de los
súper, quienes abusan de su poder de compra para presionar a la baja los precios pagados a
los proveedores hasta niveles insostenibles, son totalmente indecentes.
Los inconvenientes de esta situación son conocidos por todos: los precios que los
supermercados imponen a los proveedores están por debajo de lo que cuesta sembrar, regar y
recoger la cosecha o criar un animal en Murcia. El empleo generado por los súper figura
además entre los más precarios, con contratos de corta duración y largas jornadas de trabajo
mal pagado.
El consumidor no se ve menos desprotegido viendo cómo los cultivos tradicionales
desaparecen frente a las competitivas y nada sabrosas frutas y verduras de invernadero o
cómo en el supermercado se privilegia la carne de un ganado alimentado con transgénicos y
engordado con hormonas.
En la situación actual, en la que agricultores y ganaderos disponen de muy pocos espacios
independientes y no itinerantes en los que poder vender directamente sus productos, los
supermercados, por su amplio horario de venta y su amplia oferta, tienen todas las de ganar.
Ante esta situación, PP y PSOE parecen taparse los ojos y seguir jugando a cuál es el partido
que trae mejor agua de Madrid. Bien harían en cambio en fomentar algo que tienen al alcance
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El éxito del tomate marroquí (La Opinión, 27-3-2010)
de la mano, haciendo que todos los pueblos y barrios de las ciudades de nuestra región
contaran con plazas de abastos y mercados diarios en los que agricultores y ganaderos
puedan vender sus productos sin intermediarios.
Lo cierto es que, saltándose a los supermercados, que son quienes se meten en el bolsillo más
del 60 por ciento del dinero que genera la venta de los alimentos básicos según COAG, los
agricultores y ganaderos de nuestra región estarían perfectamente en disposición de competir
con los grandes supermercados, ofreciendo en el mismo horario de ventas que los súper
productos locales, de mayor calidad que los importados y a un precio más bajo.
El éxito del tomate marroquí, a la venta en Carrefour o Mercadona, es sólo el último ejemplo de
una economía competitivamente salvaje frente a la que los trabajadores agrícolas y ganaderos
de España y Marruecos forman un sólo pueblo: amenazado, desunido y engañado por quienes
dicen representarlo.
José Luis Egío es miembro del Foro Ciudadano
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