Colegio Antil Mawida Psicología 3° Medio Prof.: Tamara Cepeda A. Teorías Psicodinámicas de la Personalidad: Sigmund Freud Nombre: ___________________________________________ Curso: 3° ____ Unidad 2: El individuo como sujeto de procesos psicosociales. Objetivo : Identificar las principales características de la personalidad en Freud y su reformulación en Erikson. Los descubrimientos de Sigmund Freud (1856-1939) tienen como punto de partida sus estudios en París acerca de la histeria, que entonces se curaba por medio de la hipnosis. En 1893 publica, junto con Breuer, El Mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos, cuya base es el famoso caso de una histérica llamada Ana O. “La paciente sufría de parálisis histérica en un brazo. En el estado hipnótico se puso en claro que la parálisis estaba relacionada con un recuerdo específico. La muchacha estaba al cuidado de su padre, el cual desgraciadamente cayó enfermo. Una noche, mientras esperaba sentada al lado del lecho la llegada de un especialista de una ciudad lejana, se adormeció, al parecer, con el brazo colocado en el respaldo de la silla. En el sopor tuvo un sueño o la alucinación de que una culebra salía de la pared y amenazaba a su padre. Trató de alcanzarla y entonces le pareció que su brazo era la culebra. Cuando se despertó por completo, se le quedó el brazo paralizado. Breuer concluyó que éste era el recuerdo que después parecía expresarse en la paralización del brazo, porque después de recordarlo desapareció la parálisis. Por entonces, consideró esta experiencia sólo como un recuerdo doloroso en sentido convencional. Destacó como factor más importante el cuidado de la muchacha por el bienestar de su padre. Sin embargo, con el conocimiento más amplio que ahora tenemos, parece que la situación era mucho más complicada, y que no sólo se relacionaba con el cuidado de su padre, sino que también había aspectos negativos (agresividad) en su sentimiento hacia él. Breuer llegó a la conclusión de que los síntomas de histeria eran producidos por los obstáculos que impedían el acceso a la conciencia de los recuerdos dolorosos”. (C. Thompson, El psicoanálisis. México, FCE, 1971, p.85). El estudio de la histeria lleva a Freud a comprender –y éste es un gran descubrimiento- que existen procesos inconscientes que provocan los síntomas histéricos; y que si el enfermo llega a tomar conciencia de ellos con ayuda de la hipnosis, puede llegar a curarse. Sin embargo, Freud se separa pronto de Breuer porque se da cuenta de que la hipnosis no siempre es un buen método de curación: no siempre cura, y no puede ser empleada con todos los enfermos. Freud entonces, emplea otro método para hacer conscientes los recuerdos traumatizantes: el enfermo debe comenzar a hablar a partir de una imagen que se le ofrece e ir asociando libremente sus pensamientos, de tal modo que llegue así a extraer los recuerdos que se buscan. Pero al emplear este método, Freud se encuentra con que el paciente se resiste con frecuencia a continuar: hay cosas que “no puede decir” (y empieza a dejar las sesiones o engañar al médico). Freud descubre así el elemento clave de su método: el “yo” se defiende contra algo, en el sujeto hay una fuerza de represión contra los recuerdos inconscientes. La represión es el segundo gran descubrimiento de Freud: hay impulsos reprimidos en el interior del hombre y que, por tanto, están como sumergidos en el “inconsciente”. Lo reprimido pugna por salir (el inconsciente es, por tanto, dinámico, activo), pero no puede hacerlo debido a la barrera de la represión. Entonces se manifiesta mediante sistemas neuróticos: angustia, fobias, síntomas histéricos, obsesiones, ideas fijas, etc. Así se explican las neurosis: la represión es su causa. Expondremos ahora los principales aspectos de la teoría freudiana (dejando de lado, sin embargo, todo lo que se refiere a la terapia psicoanalítica: análisis de los sueños, etc): la estructura de la personalidad y las fases de desarrollo: Freud propone después de distintas etapas en su trabajo la siguiente estructura de la personalidad: - - - El YO (Ich, en alemán) Se compone de elementos conscientes (percepción externa o del mundo, percepción interna, procesos intelectuales), preconscientes (recuerdos no reprimidos, aprendizajes) e inconscientes (mecanismos de defensa). El ELLO (Es). Se compone de todas las pulsiones innatas (agresivas y sexuales) reprimidas y, además, de todo lo que ha ido siendo reprimido (deseos, recuerdos); el “ello” es la parte más primitiva del aparato psíquico y, además, tiene un carácter dinámico. El SUPERYÓ (Überich). Es el “heredero del Complejo de Edipo” y equivale a una especie de “moral arcaica” que resulta de la interiorización de las prohibiciones familiares: el niño, que primitivamente es amoral (no posee más que el “ello”, no reprimido todavía), empieza a percibir las prohibiciones familiares, que terminan por interiorizarse, hacerse inconscientes y convertirse en una instancia que vigila y amenaza al “yo”. MUNDO EXTERIOR Percepción (conciencia) _________________ Preconsciente _________________ ________ Mecanismos de defensa (inconscientes) YO SUPERYO (incosciente) ELLO (inconsciente, dinámico, primitivo) Mecanismos de defensa: El organismo biológico humano se defiende espontáneamente contra los ataques del exterior (mecanismos de huida, protección, defensa…): y ya hemos visto cómo los mecanismos de homeostasis corrigen los desequilibrios fisiológicos e incluso psíquicos. Del mismo modo existen “mecanismos de defensa” contra los sentimientos de angustia y frustración que, cuando son muy profundos, pueden convertirse en una amenaza contra el equilibrio psíquico. Estos mecanismos de defensa –que han sido estudiados con profundidad por los psicoanalistas- son, pues, necesarios, y todo el mundo los emplea, más o menos. Únicamente, no deben ser demasiados ni tampoco excesivamente fuertes. Es decir: hay que defenderse de las frustraciones, pero razonablemente. Los principales mecanismos de defensa son: 1. Represión: Éste es el mecanismo de defensa más importante. Fue descubierto por Freud. Consiste en poner una “barrera” a los sentimientos desagradables e inconfesables, de tal modo que se los sumerge en el inconsciente, donde, sin embargo, continúan activos. Este mecanismo de represión es inconsciente él mismo, como en general lo son todos los que estudiaremos. 2. Racionalización: El sujeto intenta explicarse a sí mismo la situación y encontrar una justificación para ella: “Sí, en el fondo, es lo que quería”, “Me ha venido bien”, o el típico “al cabo que ni quería”. 3. Negación de la realidad: El suceso difícil de asumir es negado comlpetamente. “Estoy bien, no pasa nada”, “no, no puede ser, es mentira”. 4. Fantasía: Es otra forma de negar la realidad, realizando en la imaginación lo que uno no puede hacer en la realidad. El tímido, por ejemplo, se imagina siendo osado y valiente. Las fantasías pueden hacerse presentes en la conversación con los demás (como mentira o broma), ejemplo “ y entonces, le dije, y se puso a temblar de miedo”. 5. Introyección: Se asemeja al mecanismo anterior, y consiste en la identificación con personajes ideales o modélicos. Ejemplo “Superman ataca de nuevo” y baja a comprar el diario, o decir “ahí va Messi y gooool” durante un partido de fútbol. 6. Proyección: Se atribuye a otros –o a todos- la propia frustración: ¿ése? Si es más “mandoneado”. 7. Reacción (o formación reactiva): acentuación de la conducta contraria. Muchos tímidos, para luchar contra su timidez, se pasan las extremo contrario. 8. Compensación: Se intenta compensar el fracaso en una actividad con el triunfo en otra. Como el mal estudiante que procura triunfar en el deporte o en la relación con los demás. 9. Supercompensación: Se intenta triunfar en aquello en que se ha fracasado. Por ejemplo un tartamudo que quiera dedicarse a la política. 10. Sublimación: Muchos impulsos que son considerados por el sujeto como inaceptables (impulsos agresivos y sexuales, especialmente) son desviados –según los psicoanalistas- hacia actividades consideradas como “superiores” o “sublimes” (actividades artísticas, intelectuales o de ayuda social, por ejemplo). 11. Regresión: la persona regresa a comportamientos de etapas anteriores en las que se sentía más seguro. Por ejemplo en niños abusados, suelen comenzar a orinarse o chuparse el dedo. - Fases del desarrollo de la personalidad: Las ideas fundamentales de Freud sobre el desarrollo de la personalidad son las siguientes: Los rasgos principales de la personalidad se establecen en la infancia. Los desarrollos subsiguientes no son más que una reelaboración de dichos rasgos. Sin embargo, el desarrollo puede detenerse en alguna fase intermedia (como consecuencia de algún trauma infantil). Entonces se produce una fijación. De hecho, un adulto no manifiesta normalmente sus fijaciones infantiles, salvo en momentos en que se porta , sorprendentemente, “como un niño”. Lo que sucede entonces es que, debido a algún acontecimiento (un peligro, un disgusto…), se produce una “regresión” a alguna “fijación” infantil. La regresión es, en realidad, un mecanismo de defensa. - - Las diversas fases se determinan según las zonas u órganos de satisfacción de las pulsiones. Basta ver a un recién nacido para darse cuenta de que en él la boca lo es todo: su boca es como el centro del mundo (con ella come y ella percibe las cosas). Así, Freud distingue cuatro fases fundamentales: oral, anal, fálica y genital. Entre las dos últimas fases se sitúa un período de latencia, en el que las pulsiones parecen estar apaciguadas. A cada fase corresponde una serie de rasgos de comportamiento que luego pervivirán en la edad adulta, generalmente muy transformados (chuparse el dedo de pequeño, comer en exceso a los diez años y ser un aficionado a la “buena mesa” de mayor son rasgos de la fase oral). Los rasgos tienen carácter bipolar (es decir, un rasgo o su opuesto). Por fin, en la fase fálica ocurre el complejo de Edipo, una de las teorías más famosas y discutidas de Freud, inspirada en el mito griego de Edipo (quien, ignorando su ascendencia, mató a su padre y se casó con su madre). El niño vive como “enamorado” de su madre y se muestra agresivo contra el padre, a quien considera su rival. Cuando el complejo se supera, el niño se identifica con su padre y sobreviene el período de latencia (hacia los seis años), en el que las pulsiones se apaciguan, se olvidan los primeros años de la infancia, predominan los sentimientos de pudor y, sobre todo –como resultado de la identificación con el padre-, se constituye el “superyó”. En las niñas, el equivalente del complejo de Edipo se llama “complejo de Electra” (según Jung). En el cuadro siguiente se encontrará una sucinta descripción de las fases: FASES DE DESARROLLO SEGÚN FREUD Edad 1-18 meses Fase Oral 18 meses – 3 años y medio Anal 3 -5 ó 6 años Fálica (Edipo) 6- 12 años Latencia Pubertad Genital Fuente de Placer Boca, labios y lengua: chupar, marcar, comer, morder, vocalizar. Ano: retención , expulsión, control, disciplina higiénica, limpieza. Órganos genitales: curiosidad por el propio cuerpo y el de los demás. Sensitivo motor: las de conocimiento, habilidad, construcción, acciones recíprocas con el grupo de amigos de la misma edad. Contactos heterosexuales. Productividad. Rasgos Optimismo-pesimismo. Impaciencia. Envidia. Agresividad. Retentivo anal: avaricia, obstinación, orden compulsivo, meticulosidad. Expulsivo anal; crueldad, destrucción, desorden. Relación con otros. Afirmación. Amor propio. Carácter gregario. Castidad. Diferenciación (elaboración de rasgos de etapas anteriores). Aprendizaje social. Desarrollo de la conciencia. Mezcla armoniosa de rasgos de la etapa anterior. (Capacidad más plena para el amor y el trabajo). Continuadores de Freud Tienen especial interés los estudios iniciados en 1950 por Erik H. Erikson sobre el desarrollo de la identidad personal. Erikson transforma profundamente las bases de desarrollo propuestas por Freud. En primer lugar, afirma que el desarrollo no se detiene hacia los 20 años, sino que dura toda la vida. En cada etapa, el individuo se enfrenta con una tarea específica, siendo el resultado un logro o un fracaso. Fracasar en una tarea compromete todas las demás. En segundo lugar, las tareas se realizan dentro del medio social, favorecidas o dificultades por éste. Sería interesante dar cuenta más ampliamente del contenido de estas etapas, pero tenemos que contentarnos con resumirlas en un cuadro: ETAPAS DE LA VIDA SEGÚN ERIKSON Edad 8° Etapa Madurez 7° Etapa Edad adulta 6° Etapa Juventud adulta 5° Etapa Adolescencia y pubertad 4° Etapa 6-11 años 3° Etapa 4-5 años 2° Etapa 1-3 años 1° Etapa 12 primeros meses Éxito frente a Fracaso Integridad Desesperación Acepta la propia existencia como algo Considera que ha “perdido el valioso. Satisfacción de haber vivido. tiempo” y que la vida se termina. Temor a la muerte. Generatividad Estancamiento Productivo y creativo. Proyección de Empobrecimiento temprano. futuro. Colaboración con las nuevas Egocentrismo. Improductividad. generaciones. Intimidad Aislamiento Capacidad de amar y entregarse. Dificultades para relacionarse. Sexualidad enriquecedora. Vínculos “Problemas de carácter”. sociales estables y abiertos. Relaciones inauténticas. Identidad Confusión Sabe quién es él y qué quiere en la vida. Inseguridad. No sabe lo que Seguridad. Independencia. Se es capaz quiere. No sabe situarse frente de aprender mucho. Sexualidad al trabajo, la sociedad y la integrada. sexualidad. Laboriosidad Inferioridad Trabajador. Previsor. Emprendedor. Pereza, falta de iniciativa, Le gusta hacer cosas y jugar. evitación de la competencia. Se Competitivo. cree inferior y mediocre. Iniciativa Culpabilidad Imaginación, viveza, actividad. Orgullo Falta de espontaneidad. por las propias capacidades. Inhibición. Se siente culpable (“malo”). Autonomía Vergüenza y duda Se ve como “independiente”, se atreve Demasiado controlado por los a hacer cosas y desarrollar sus padres, no se atreve, duda, capacidades. aprende tarde todo. Confianza Desconfianza Se siente protegido y seguro: Reñido, desprotegido o desarrolla el sentimiento básico de abandonado, teme y aprende a “confianza” ante la vida. desconfiar del mundo. Fuente: “ Introducción a la Filosofía”, César Tejedor Campomanes, Ediciones SM, Madrid pp 131-137.