COMPOSICION Y FORMACION DEL SUELO CONCEPTO Y DEFINICION DEL SUELO

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COMPOSICION Y FORMACION DEL SUELO
CONCEPTO Y DEFINICION DEL SUELO
Parece claro que el hombre ha tenido, a través de la historia, un sentido intuitivo del suelo
definido mediante expresiones verbales o escritas que procuraron separar porciones del
universo real distinguiendo qué es el suelo, cómo se le usa y qué no es suelo.
Los conceptos, incluyendo los referidos a los suelos, pueden considerarse explicaciones
de las relaciones existentes entre fenómenos observables del mundo real y sirven para
simplificar y unificar los innumerables y pequeños fragmentos de información acerca de
los objetos o segmentos del universo de interés del observador. Asumiendo que los
hechos naturales son atributos o cualidades observables y medibles, se concluye
fácilmente que todos esos hechos están determinados o condicionados por las
operaciones mediante las cuales se observan y miden. Los métodos de medición de
tamaños o distancias varían según se consideren componentes subatómicos – en un
extremo de la escala – o el universo en su conjunto, en el otro extremo y así, por ejemplo,
habrá diversos datos sobre el pH de un material como el suelo, dependiendo de los
métodos y condiciones de la medición.
Existen dos maneras generales de considerar a los suelos: (1) sobre la base de sus
propiedades; y (2) sobre la base de funciones específicas o usos del suelo. Cuando se
considera la naturaleza del suelo, lo usual es comenzar con los factores principales de
formación del suelo o a partir de fenómenos involucrados en el origen y evolución del
suelo. Cuando se considera la función del suelo, lo usual es evaluar aquellos factores
que son función de las propiedades del suelo de acuerdo al rol que el suelo cumple en la
vida individual o social del hombre.
En el primero de ambos enfoques, la génesis del suelo constituye un marco de referencia
ineludible y su desarrollo como disciplina supone tres etapas sucesivas:
1. Localización en el espacio y en el tiempo, mediante la observación de la
morfología de los suelos y su ubicación con relación al ambiente que lo rodea,
obteniéndose un mapa de suelos como producto.
2. Clasificación, definida por algunos autores como “el punto medio entre lo concreto
inmediato de las cosas individuales y la abstracción completa de la noción
matemática” con lo cual la clasificación resulta una herramienta poderosa e
indispensable para sistematizar y ordenar el conocimiento.
3. Abstracciones matemáticas, puesto que las abstracciones más avanzadas
solamente son posibles por medios matemáticos. Por esta vía las relaciones
existentes entre los suelos y otros fenómenos pueden expresarse estadísticamente y
la subjetividad y variabilidad del juicio humano pueden eliminarse, o al menos
evaluarse, de tal manera que los hechos hablen por sí mismos.
El Servicio Nacional Cooperativo de Levantamiento de Suelos de EE.UU. ha elaborado
una definición del suelo alineada con los conceptos generales expuestos arriba, según la
cual suelo es la colección de cuerpos naturales de la superficie terrestre, en algunos
lugares modificados por el hombre, y aún construidos por él con materiales
terrosos, que contienen materia viva y sustentan o son capaces de sustentar
plantas a la intemperie.
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Esa definición posee varias implicancias de interés y que ayudan a comprender el
desarrollo histórico del concepto de suelo.
1. Al mencionarse una “colección de cuerpos naturales” se introduce la idea de que el
continuo que es el suelo se subdivide en partes o componentes discretos que
pueden considerarse como miembros del todo y a su vez el todo se considera como
la colección organizada de sus partes componentes.
2. La definición vista hace énfasis en la existencia de materia viva en el suelo y en su
aptitud de sustentar plantas, pero no incluye solamente a los suelos genéticamente
desarrollados sino también a aquellos que no muestran características internas de
origen edafogenético. Más aún, el concepto reconoce la importancia del hombre
como factor capaz de producir cuerpos naturales (suelos) a partir de materiales
terrosos.
3. Cuerpos de materiales terrosos que poseen materia viva implica que algunos
depósitos de similar consistencia no son todavía suelos en el sentido de la definición,
en tanto que los cuerpos que han sido enterrados por depósitos posteriores a su
formación, al punto de que en ellos ha desaparecido la materia viva, no se
consideran suelos en su estado actual
4. El cuerpo suelo sustenta o puede sustentar plantas a la intemperie, pero las plantas
que crecen en grietas de rocas o las plantas flotantes no arraigadas en sedimentos
sumergidos no se consideran como evidencia biológica suficiente de que están
sustentadas por un cuerpo de las características del suelo.
El concepto expuesto de suelo es cualitativo en el sentido que no establece límites
precisos que lo separen de lo que no es suelo y si bien hace énfasis en el rol de la
actividad biológica y en su efecto para distinguir suelos de no-suelos, incluye tanto a los
materiales fuertemente alterados por procesos edafogénicos como a aquellos con un
grado mínimo de expresión genética, aparte de que no distingue a los derivados de
procesos naturales de los generados por la acción del hombre.
Una definición más precisa y que modifica a la anterior al establecer límites con el
ambiente externo al suelo es la siguiente:
Suelo es la colección de cuerpos naturales que cubren la superficie terrestre - a
veces modificados o aún construidos por el hombre con materiales terrosos que contiene organismos vivos y que sustenta o puede sustentar plantas a la
intemperie. Su límite superior es el aire o una capa de agua poco profunda.
Lateralmente pasa en forma más o menos gradual a aguas profundas o áreas
desnudas de roca o hielo. Su límite inferior es el "no - suelo" situado por debajo
y el más difícil de definir.
El suelo incluye los materiales próximos a la superficie que difieren del material rocoso
subyacente como resultado de interacciones, a través del tiempo, entre el clima, los
organismos vivos, los materiales parentales y el relieve. Aunque el contacto con la roca
puede ser muy neto, más frecuentemente el suelo pasa gradualmente en su margen
inferior a la roca consolidada o a materiales terrosos virtualmente desprovistos de raíces,
animales o indicios de cualquier actividad biológica. El límite inferior del suelo es entonces
el límite inferior de la actividad biológica que generalmente coincide con la profundidad
común de arraigamiento de la vegetación nativa perenne. Este concepto, aunque
aparentemente claro, no es del todo preciso y no existe aún un consenso total sobre su
3
alcance, resultando a menudo en diferencias de opinión acerca de si el material parental
ha sido modificado por los procesos de formación y si por lo tanto ya forma parte del
suelo, o si es simplemente el material de partida en el que se han desarrollado los
horizontes del perfil.
Tal como se le considera aquí, el suelo no necesita poseer capas o estratos discernibles,
aunque la presencia o la ausencia de tales capas y su naturaleza son de la mayor
importancia para su definición, su caracterización y su clasificación.
El suelo tiene muchas propiedades que fluctúan con las estaciones del año. Puede estar
alternadamente frío y caliente o seco y húmedo. La actividad biológica se reduce o se
detiene si el suelo se torna muy frío o muy seco. Recibe aportes de materia orgánica
cuando las hojas caen o las hierbas mueren. En fin, el suelo no es algo estático. El pH, las
sales solubles, la materia orgánica, el número de microorganismos, la fauna edáfica, la
temperatura y la humedad cambian con las estaciones así como con períodos de tiempo
más extensos, de la misma manera que un río tiene crecientes y estiajes, cambia de
gradiente o abandona meandros viejos y crea otros nuevos. El suelo debe ser visto
entonces en esta perspectiva: lo que es a través del año y no lo que es en un momento
dado. Al igual que un río, un suelo no puede ser llevado a un laboratorio o a un
invernáculo, aún en forma de monolitos no perturbados, sin modificar muchas de sus
características, tales como los regímenes térmico, hídrico y biológico.
No siempre puede distinguirse precisamente entre lo que es suelo y lo que no lo es, por lo
cual deben establecerse algunos límites, a veces arbitrarios.
Se considera que no existe suelo en áreas permanentemente cubiertas por agua de
suficiente profundidad como para que solamente prosperen plantas flotantes. Lo mismo es
cierto para superficies en la que pueden existir solamente líquenes, como sobre las rocas
desnudas. La vegetación puede ser efímera y puede desaparecer al comenzar la estación
cálida, como en muchos desiertos, o el suelo puede sustentar plantas superiores
solamente bajo riego, pero él debe ser capaz de sustentar plantas en condiciones de
intemperie. Un suelo antiguo que ha sido enterrado a tal profundidad que se encuentra por
debajo de los límites de la actividad biológica no se considera suelo aún cuando muchos
de sus rasgos se hayan preservado, de la misma manera que un fósil no es una planta ni
un animal. No obstante, tales paleosoles enterrados pueden ser de gran importancia para
reconstruir los ambientes preexistentes.
También, pueden desarrollarse plantas en macetas con materiales tales como arena,
turba o incluso agua, y bajo condiciones apropiadas todos esos medios son productivos
para las plantas pero no son suelo en el sentido con que aquí se le define.
Una costra calcárea endurecida puede extenderse desde cerca de la superficie hasta 3 a
8 m de profundidad. Su parte superior es normalmente parte de un suelo moderno pero la
inferior puede ser de edad muy antigua, del orden de decenas de miles de años. En los
trópicos húmedos, materiales terrosos pueden extenderse hasta muchos metros de
profundidad sin cambios aparentes. Lo mismo en algunos suelos húmedos, el material
reducido en condiciones de anaerobiosis puede comenzar a unos pocos centímetros por
debajo de la superficie y continuar en profundidad por varios metros sin cambio visible
alguno.
En cualquiera de esos tres casos, el límite inferior del suelo debe fijarse más o menos
arbitrariamente a 1 o 2 metros por debajo de la superficie o hasta la máxima profundidad
en que se observa actividad biológica, normalmente coincidente con el arraigamiento de
las plantas nativas perennes.
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Una visión diferente del suelo es la derivada del otro enfoque posible, ya mencionado
arriba, que se apoya en el rol o función que el mismo cumple. Con este enfoque y en su
acepción más tradicional, suelo es el medio natural en que crecen las plantas. Este
significado, tan antiguo como la misma palabra suelo, es aún muy común y de interés
práctico obvio. Tal definición es sin embargo objetable del punto de vista científico por
cuanto depende de algo ajeno al suelo propiamente dicho y porque ya se vio que otros
substratos naturales pueden sustentar plantas. Aunque existen muchos usos posibles del
suelo, el mayor interés de la humanidad por el mismo deriva del hecho de que le sirve de
sustento a las plantas que suministran alimentos, fibras, medicinas y otros productos
necesarios para el hombre.
Al margen de las consideraciones precedentes, debe mencionarse que Jenny (1941) hizo
énfasis en lo que constituye un rasgo muy importante de los suelos, al establecer que
estos son siempre anisótropos o sea que la secuencia de propiedades a lo largo de una
línea vertical no es la misma que a lo largo de líneas paralelas a la superficie del terreno.
En tal sentido, las propiedades del suelo son vectoriales puesto que su variación depende
de la dirección en que se evalúan. Esta anisotropía es el resultado de la meteorización de
las rocas que dan origen a los suelos y de la reorganización, translocación y concentración
de los constituyentes más móviles, bajo las influencias bioclimáticas, que dan lugar a la
diferenciación del suelo en capas denominadas horizontes.
A la luz de estos conceptos (Brewer, 1964) dio la siguiente definición del suelo:
El suelo es la colección de cuerpos naturales formado por la alteración
de los cuerpos (rocas) ígneos o sedimentarios, debida a su exposición
en la superficie de la tierra, y que poseen una distribución anisotrópica
de propiedades a lo largo de un eje normal a la superficie del terreno.
Los horizontes que constituyen el suelo, originadas por los procesos de formación del
mismo, se estudian con mayor detalle en el curso práctico de Edafología (ver "Manual
para la Descripción e Interpretación del Perfil del Suelo"). Pero como el conjunto de estos
horizontes constituye la unidad básica de estudio para la caracterización, la clasificación y
la evaluación de los suelos, se necesita una definición breve de esos horizontes y del
conjunto de los mismos que constituye el perfil del suelo:
El perfil del suelo es la sucesión vertical de los horizontes genéticos
desde la superficie hasta el material generador inalterado o hasta la
roca madre. (Brewer, 1964, ligeramente modificado).
De lo que antecede surge claramente que para determinar la naturaleza de un suelo
deben estudiarse los horizontes que conforman su perfil. Este estudio requiere abrir pozos
o utilizar algún medio de extracción de muestras del material de cada horizonte desde la
superficie hasta la base del suelo. Las propiedades visibles o táctiles de las muestras
pueden estudiarse en el campo y así se determinan la profundidad total del suelo y
espesor de cada horizonte, su espesor, color, estructura y presencia de nódulos u otras
neoformaciones, así como la naturaleza de la transición de un horizonte a otro. La textura
de cada horizonte puede también estimarse con bastante aproximación en el campo.
Estos estudios de campo cubren lo que se denomina la morfología del suelo y su
resultado es la descripción morfológica del perfil del suelo.
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La figura 1 muestra algunos ejemplos contrastantes de diferentes perfiles de suelos del
Uruguay y la diversidad de los horizontes que pueden observarse.
El suelo (a) (Depto. De Cerro Largo) es de escasa profundidad y posee solamente un horizonte A
apoyado directamente sobre la roca parental (granito). Es un suelo algo excesivamente drenado.
El suelo (b) ejemplifica a los suelos fértiles de mayor aptitud agrícola y ganadera (Depto. De
Colonia). Posee un horizonte A rico en humus y de textura media sobre un horizonte B enriquecido
en arcilla pero que no limita el crecimiento radicular. Su drenaje es moderadamente bueno.
Horizonte A
Horizonte R
Figura 1 (b) Suelo moderadamente profundo
y bien desarrollado, con horizontes A y B
diferenciados en su textura, más liviana en
el primero y con horizonte C de color pardo.
Figura 1 (a) Suelo superficial sobre
granito, sin horizonte B; el horizonte A
se apoya sobre la roca parental,
mediante una transición abrupta.
Horizonte A
Horizonte Bt
Horizonte C
El suelo (c), algo pobremente drenado, posee un perfil fuertemente desarrollado, con un horizonte A
moderadamente oscuro, un horizonte E fuertemente eluvial y por debajo un horizonte B enriquecido
en arcilla, de estructura gruesa y poco favorable para el desarrollo radicular. La lenta permeabilidad
del horizonte B provoca excesos de humedad en la zona radicular durante el invierno y a la
formación de una napa temporaria en el horizonte E que permanece saturado durante el período de
excesos hídricos.
El suelo (d), del Departamento de Rivera es de los más profundos del país y se caracteriza por su
horizonte A de textura franco arenosa y un espesor de 60 cm o más, por debajo del cual se observa el
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horizonte B de acumulación de arcilla iluvial y textura franco arcillo arenosa. Este suelo es bien
drenado, fuertemente ácido, de bajo contenido de materia orgánica y baja fertilidad.
Horizonte A
Horizonte E
Horizonte Bt
Figura 1 (d) Suelo muy
profundo, ácido, de baja
fertilidad y bajo contenido
de materia orgánica
Figura 1 (c) Suelo fuertemente
desarrollado, de drenaje limitado
por su horizonte Bt muy pesado y
compacto y con un horizonte E muy
lixiviado entre los horizontes A y B.
Horizonte A
Horizonte Bt
Horizonte Cr arenisca algo
alterada
El suelo (e), del Depto. de Flores, ejemplifica a los suelos de textura pesada, con alto contenido de
arcillas expansivas, que frecuentemente presentan una transición fuertemente ondulada entre los
horizontes A y C. El primero es de alto contenido de materia orgánica y color negro, en tanto que el
segundo, de color pardo es rico en carbonato de calcio (nódulos blancos en la fotografía).
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El suelo (e), del Depto. de Flores, ejemplifica a los suelos de textura pesada, con alto contenido de
arcillas expansivas, que frecuentemente presentan una transición fuertemente ondulada entre los
horizontes A y C. El primero es de alto contenido de materia orgánica y color negro, en tanto que el
segundo, de color pardo es rico en carbonato de calcio (nódulos blancos en la fotografía).
Horizonte A
Figura 1 (e) Suelo arcilloso de
profundidad variable a corta
distancia, con horizonte Ck de
borde superior ondulado.
Horizonte Ck
El suelo (f) ejemplifica a los suelos pobremente drenados de muchas planicies aluviales donde el
desarrollo del perfil está influido por la napa freática, próxima a la superficie al menos durante buena
parte del año. Ello se refleja en el subsuelo de color gris (horizontes Bg y Cg) por la reducción del
hierro, en tanto que el color negro del horizonte A indica un alto contenido de carbono orgánico,
común a este tipo de suelos. El horizonte B en este caso no muestra acumulación de arcilla y el suelo
no posee diferenciación textural como en la mayoría de los suelos profundos de drenaje libre
Horizonte A
Horizonte Bwg
Horizonte Cg
Figura 1 (f) Suelo con influencia
freática. El horizonte A es oscuro y
humífero, el B es estructural y los
horizontes B y C están gleizados
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Otras propiedades del suelo, como los regímenes de humedad y temperatura se estudian
mediante la observación de los cambios a través del tiempo en puntos representativos
seleccionados.
Finalmente, muchas propiedades del suelo deben determinarse mediante técnicas
analíticas de laboratorio; es el caso de las propiedades físicas, químicas y mineralógicas.
El conocimiento integral del suelo requiere en consecuencia tanto de los estudios de
campo como de los de laboratorio.
Un concepto de suelo diferente al considerado hasta ahora – y que es el que se manejará
en el curso - es el utilizado por la ingeniería, para la que el suelo es esencialmente un
regolito o un material no consolidado, cualquiera sea su profundidad o modo de
formación.
HORIZONTES DEL SUELO
Los suelos varían ampliamente en cuanto al grado de expresión de sus horizontes.
Materiales “frescos” tales como depósitos aluviales recientes, dunas arenosas o mantos
de cenizas volcánicas pueden carecer de horizontes genéticos reconocibles aunque
muestren estratificación en forma de capas visibles que reflejan el modo de deposición de
tales sedimentos. Pero a medida que avanza la formación del suelo, los horizontes
genéticos comienzan a individualizarse y se hacen más notorios al aumentar la edad del
suelo. No obstante, algunos suelos muy antiguos, profundos y meteorizados de los
trópicos lluviosos no muestran más de unos pocos horizontes discernibles con facilidad
por apreciación visual.
Los horizontes que constituyen el perfil del suelo se identifican mediante símbolos,
principalmente letras y números, habiéndose alcanzado un razonable consenso
internacional en cuanto a la nomenclatura utilizada, lo que facilita la comunicación entre
investigadores de diferentes regiones y la comprensión de la morfología de los perfiles del
suelo sin necesidad de visualizarlos directamente.
La designación que se da a cada horizonte indica que el material original ha sido
modificado de cierta manera y mediante determinados procesos o bien que ha habido
pocos cambios en ese material original. En la primera situación se debe interpretar que se
ha generado un perfil más desarrollado que en la segunda, asumiendo que el grado de
diferenciación del perfil en horizontes genéticos aumenta al incrementarse el desarrollo del
perfil bajo la influencia de los procesos de formación del suelo.
La denominación de cada horizonte se asigna luego de comparar sus propiedades con las
inferidas para el material parental antes de que fuera afectado por la formación del suelo,
aunque los procesos que indujeron el cambio no necesitan ser conocidos. No obstante
ello, su conocimiento permite establecer con mayor propiedad la nomenclatura correcta de
cada horizonte e interpretar con mayor certeza la naturaleza e intensidad de los procesos
edafogénicos que actúan o han actuado en el desarrollo del perfil del suelo tal como hoy
se le observa.
Un horizonte se define como una capa de suelo aproximadamente paralela a la superficie
del mismo y que posee propiedades producidas por los procesos formadores del suelo,
pero diferentes de las de las capas adyacentes. Generalmente un horizonte se distingue
de sus adyacentes, al menos en parte, por características que pueden ser observadas o
medidas en el campo, tales como el color, la estructura, la textura, la consistencia y la
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presencia o ausencia de compuestos químicos individualizados en cuerpos identificables
visualmente en forma de nódulos de calcáreo, óxidos de hierro y manganeso u otras
formaciones. En algunos casos se requiere el complemento de análisis de laboratorio para
lograr la identificación y designación correctas de horizontes, así como para su
caracterización detallada.
La designación de los horizontes del suelo se realiza mediante el uso de tres tipos de
símbolos bajo varias combinaciones. Tales símbolos son: letras mayúsculas, letras
minúsculas y números arábigos. Las letras mayúsculas se emplean para designar a los
horizontes mayores o principales; las letras minúsculas se usan como subíndices de las
mayúsculas para indicar características específicas de los horizontes mayores; los
números se usan o bien como sufijos para indicar subdivisiones verticales de un horizonte,
o bien como prefijos para indicar discontinuidades del material original del suelo.
Horizontes y capas mayores (principales)
Estos horizontes se identifican con las letras mayúsculas O, A, E, B, C y R, utilizándose
casi siempre una sola letra, aunque ocasionalmente se pueden requerir dos.
Horizonte O: horizonte formado por materia orgánica. Algunos horizontes O están
saturados durante largos períodos o lo estuvieron antes pero fueron artificialmente
drenados; otros no han estado nunca saturados.
Algunos horizontes O consisten de residuos orgánicos no descompuestos o parcialmente
descompuestos, tal como hojas, acículas, tallos, musgos y líquenes, depositados sobre la
superficie. Otros horizontes O son materiales orgánicos depositados en condiciones de
saturación y descompuestos en grado variable. La fracción mineral de estos horizontes es
solamente una proporción menor del volumen del material y generalmente es mucho
menos de la mitad de su peso. Un horizonte O puede estar sobre la superficie de un suelo
mineral (es lo más frecuente) o puede estar enterrado por debajo de su superficie, pero un
horizonte formado por lavado de material orgánico de la superficie hacia un subsuelo
mineral donde se deposita (iluviación) no es un horizonte O aunque su composición sea
esencialmente orgánica.
Horizontes A: horizontes minerales formados en la superficie (o por debajo de un
horizonte O), que carecen total o casi totalmente de la estructura original de la roca
parental y que poseen uno o más de los siguientes atributos: (1) una acumulación de
materia orgánica humificada, íntimamente mezclada con la fracción mineral y que no
posee características dominantes de los horizontes E y B (descritos más adelante), o
(2) propiedades que resultan del laboreo, el pastoreo u otras perturbaciones
similares.
Si un horizonte superficial tiene a la vez propiedades de horizonte A y E pero el carácter
que se enfatiza es la acumulación de materia orgánica humificada se le designa como
horizonte A. Aún si el color del horizonte A es más claro que el subyacente (B o C), pero
es de contenido mayor de materia orgánica (aún cuando sea baja en valor absoluto), su
designación correcta es A. Depósitos aluviales o eólicos recientes que retienen la
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estratificación original de su deposición no se considera que posean un horizonte A,
excepto si el cultivo ha eliminado esa estratificación en la capa superficial.
Horizontes E: horizontes minerales en los que el rasgo principal es la pérdida de
arcilla, hierro, aluminio o alguna combinación de esos componentes, con la
consiguiente concentración de partículas de arena y limo. Estos horizontes carecen
total o casi totalmente de la estructura original de la roca.
Un horizonte E es por lo general, aunque no necesariamente, de color más claro que un
horizonte B subyacente. En algunos casos el color es el propio de las partículas de arena
y limo, pero en muchos suelos ese color está enmascarado por revestimientos de óxidos
de hierro u otros componentes. Un horizonte E se diferencia por lo común de un horizonte
A suprayacente por su color más claro y generalmente un menor contenido de materia
orgánica. A su vez, un horizonte E difiere de un horizonte B subyacente por su color de
pureza mayor, su intensidad menor1, su textura más gruesa o por una combinación de
estas propiedades. Un horizonte E se encuentra habitualmente cerca de la superficie del
suelo, por debajo de un horizonte O o A y por encima de un horizonte B.
Horizontes B: horizontes formados por debajo de un horizonte O, A o E, total o casi
totalmente desprovisto de estructura de roca y que posee uno o más de los
siguientes atributos:
(1) concentración iluvial de arcilla, hierro, aluminio, humus, carbonatos, yeso, o
sílice, solos o en combinación;
(2) evidencia de eliminación de carbonatos;
(3) concentración residual de sesquióxidos;
(4) revestimientos de sesquióxidos que hacen que el horizonte posea
visiblemente pureza menor, intensidad mayor o matiz más rojo que los
horizontes subyacentes y suprayacentes, sin iluviación aparente de hierro;
(5) alteración que forma arcillas silicatadas, libera óxidos o ambos y que forma
estructura de suelo (prismas, bloques, gránulos) si los cambios en el
contenido de humedad están acompañados por cambios de volumen; o
(6) fragilidad
Todas los tipos de horizonte B son subsuperficiales o lo fueron originalmente, aunque
luego hayan quedado expuestos en la superficie por erosión de los horizontes superiores.
No se consideran en cambio horizontes B las capas en donde existen películas de arcilla
en forma de revestimientos sobre fragmentos de roca o de estratificaciones finas en
sedimentos, o donde se observa gleización2 pero no otros cambios edafogénicos.
Horizontes C: horizontes o capas, excluyendo roca consolidada, que han sido poco
afectados por los procesos edafogénicos y que carecen de las propiedades de los
Pureza, intensidad y matiz (en inglés “value”, “chroma” y “hue” respectivamente) son términos utilizados en la notación del color
de suelo por medio de la carta de colores Munsell. Ver detalles en el “Manual para la descripción e interpretación del perfil” y en
el libro sobre Propiedades físicas del suelo del curso de Edafología.
2 Gleización: reducción del hierro por anaerobiosis durante la formación de suelo, con o sin eliminación del hierro así reducido
del horizonte en cuestión.
1
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horizontes O, A, E o B. El material del horizonte C puede ser similar o no al que
presumiblemente dio origen al solum. El horizonte C puede haber sido modificado
aún si no hay evidencias de edafogénesis.
Se incluyen como horizontes C a los sedimentos, saprolita, roca no consolidada y otros
materiales geológicos que generalmente no están cementados y exhiben dificultades
escasas o moderadas a ser excavadas. Algunos suelos se forman en un material ya
fuertemente meteorizado (alterado). Si tal material no satisface los requerimientos de los
horizontes A, E o B, se designa como horizonte C. Los cambios considerados como no
edafogénicos son aquellos no relacionados a los horizontes suprayacentes. Las capas
que poseen acumulaciones de sílice, carbonatos o yeso o sales más solubles se incluyen
en los horizontes C, aún si están endurecidas. Cuando las capas endurecidas están
obviamente afectadas por procesos edafogénicos, constituyen un horizonte B.
Capas R: substrato rocoso duro.
El granito, el basalto, la cuarcita y la caliza o la arenisca endurecidas son ejemplos de
substratos rocosos duros que se designan como R. Estas capas están cementadas y su
excavación excede en dificultad el grado moderado. La capa R es lo suficientemente
coherente cuando húmeda como para hacer impráctica la excavación manual, aunque
puedan desprenderse lascas o fragmentos menores. Un lecho rocoso duro puede
contener grietas pero muy escasas y distanciadas entre sí como para permitir la
penetración de las raíces a intervalos menores a 10 cm, aunque las grietas pueden estar
rellenadas con arcilla u otro material edáfico.
Horizontes transicionales y combinados
Se consideran aquí dos situaciones diferentes: (1) horizontes en que dominan las
propiedades de un horizonte principal o mayor pero que poseen propiedades
subordinadas de otro, y (2) horizontes en los que diferentes partes poseen propiedades
reconocibles de dos horizontes principales.
El primer caso es el de horizontes transicionales entre dos horizontes mayores, por
ejemplo entre el A y el B, entre el B y el C, etc. Tales horizontes transicionales se
identifican con las dos letras mayúsculas con que designan los dos horizontes
involucrados, como AB, EB, BE o BC. La letra utilizada en primer lugar es la que designa
al horizonte cuyas propiedades dominan en el transicional. Un horizonte AB posee tanto
propiedades del A suprayacente a él como del B subyacente, pero se asemeja más al A
que al B. En algunos casos, este tipo de nomenclatura puede utilizarse aún si uno de los
horizontes involucrados no está presente: así, un horizonte puede identificarse como BC
aún sin que exista un horizonte C en el perfil, pero se presume de manera fundada de que
el horizonte en cuestión es transicional al material asumido como parental del suelo.
El segundo caso, menos frecuente, es el de horizontes que poseen en alguna parte
atributos de un horizonte mayor (por ejemplo E) y en otras las de otro horizonte (por
ejemplo B). Tal horizonte se designa E/B, colocándose en primer lugar la letra que designa
al horizonte que ocupa mayor proporción. Otros ejemplos posibles serían B/E, B/C, etc.
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Distinciones subordinadas dentro de los horizontes mayores
Letras minúsculas se utilizan como sufijos para designar clases específicas de los
horizontes principales. Tales símbolos y sus significados se enumeran seguidamente.
a. Material orgánico fuertemente descompuesto.
Este símbolo, usado con el O, indica el mayor grado de descomposición de los
residuos orgánicos que constituyen dicho horizonte.
b. Horizonte genético enterrado.
El símbolo se usa en suelos minerales para indicar horizontes genéticos formados
antes de ser enterrados por depósitos posteriores a la formación del suelo.
c. Concreciones o nódulos.
Este símbolo se usa para indicar una acumulación significativa de concreciones o
nódulos cementados, aunque el agente cementante no puede ser sílice. El símbolo
no se usa cuando las concreciones o nódulos son de calcita o dolomita, pero sí
cuando están enriquecidos en hierro, aluminio, manganeso o titanio.
d. Restricción física para las raíces.
Este símbolo se emplea para indicar capas restrictivas para las raíces, de origen
natural o debido a la acción del hombre, en materiales o sedimentos no
consolidados. Se incluyen las suelas de arado, sedimentos basales densos u otros
materiales compactados.
e. Material orgánico de descomposición intermedia.
Este símbolo, usado con el O, indica materiales orgánicos de grado intermedio de
descomposición (inferior al indicado por el símbolo a).
f. Suelo helado.
Indica que el horizonte o capa contiene hielo permanente y obviamente es propio de
suelos de climas fríos. No se usa para calificar capas estacionalmente heladas o
cuando el material posee temperatura permanentemente menor de 0º C pero no
contiene hielo (por ser muy seco por ausencia de agua).
g. Gleización fuerte.
Este símbolo indica que el hierro ha sido reducido y eliminado durante la formación
del suelo o que la saturación permanente lo ha preservado en forma reducida. Las
capas con gleización poseen un color de intensidad igual o menor a 2 3 y pueden
tener abundantes concentraciones redox (nódulos y concreciones de hierro y
manganeso). La baja intensidad del color se debe al color del hierro reducido o al
color de granos no recubiertos de arena y limo de los cuales el hierro ha sido
eliminado. El símbolo g no se usa para materiales de suelo de baja intensidad de
color como es el caso de horizontes E, excepto si poseen una historia de exceso de
agua.
h. Acumulación iluvial de materia orgánica.
El símbolo se usa con el B para indicar la acumulación de complejos iluviales y
amorfos de sesquióxidos y materia orgánica dispersables. El componente
sesquioxídico recubre las partículas de arena y limo y en algunos casos llega a
ocluir los poros del horizonte o a cementarlo. El símbolo h se usa también en
3
Notación del color del suelo según la carta de colores Munsell.
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combinación con el s como Bhs si la cantidad de sesquióxidos es significativa pero la
pureza y el color del horizonte son de 3 o menos.
i. Material orgánico ligeramente descompuesto.
El símbolo se usa con el O para indicar una mínima descomposición de los
materiales orgánicos.
k. Acumulación de carbonatos.
Este símbolo indica la acumulación de carbonatos alcalino térreos, generalmente
carbonato cálcico.
m. Cementación o endurecimiento.
El símbolo se usa para indicar cementación continua o casi continua, solamente en
horizontes cementados en más del 90 por ciento, aunque puedan presentar
fracturas. Tal horizonte o capa es restrictiva para las raíces. El agente o agentes
cementantes se pueden indicar sufijos apropiados. Si el cemento es calcáreo se usa
km, si es sílice se usa qm, si coexisten cal y sílice como cementantes se utiliza
kqm, el yeso se indica como ym y las sales más solubles que el yeso como zm.
n. Acumulación de sodio.
El símbolo indica una acumulación de sodio en forma de ion intercambiable.
o. Acumulación residual de sesquióxidos.
Este símbolo es usa para indicar una acumulación residual de sesquióxidos.
p. Perturbación por arada u otras alteraciones mecánicas.
Este símbolo se utiliza para indicar una perturbación de la capa superficial por
medios mecánicos, pastoreo o usos similares. Un horizonte orgánico perturbado se
designa Op, pero un horizonte mineral perturbado se designa siempre como Ap
aunque el mismo haya sido en su origen claramente un horizonte E, B o C.
q. Acumulación de sílice.
Este símbolo indica acumulación de sílice de origen secundario.
r. Substrato rocoso blando o meteorizado.
Este símbolo se usa con el C para indicar capas restrictivas para las raíces de
material rocoso blando o saprolita, tal como rocas ígneas meteorizadas; arenisca
blanda parcialmente consolidada, siltito o lutita. El grado de dificultad de excavación
es bajo a moderado.
s. Acumulación iluvial de sesquióxidos y materia orgánica.
Este símbolo se usa con B para indicar la acumulación de complejos iluviales y
amorfos de sesquióxidos y materia orgánica dispersables, si tanto ambos materiales
son significativos y la pureza y la intensidad del color son mayores de 3. El símbolo
se usa también en combinación con h, como en Bhs, si los componentes orgánicos y
sesquioxídicos son significativos y la pureza y la intensidad del color son de 3 o
menos.
ss. Presencia de caras de deslizamiento.
Este símbolo se usa para indicar la presencia de caras de deslizamiento, las que
resultan directamente de la expansión de los minerales arcillosos y el deslizamiento
de un agregado del suelo contra otro, en ángulos de 20 a 60 grados respecto a la
horizontal. Son indicativas de que otros fenómenos vérticos, tales como agregados
cuneiformes y grietas superficiales, pueden estar presentes.
t. Acumulación de arcilla silicatada (filosilicatos secundarios).
El símbolo se utiliza para indicar una acumulación de arcilla silicatada que, una vez
formada fue translocada dentro del horizonte o movida hacia él por iluviación, o
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v.
w.
x.
x.
y.
z.
ambas a la vez. Al menos una parte debe mostrar evidencia de acumulación de
arcilla en forma de revestimientos sobre la superficie de agregados o sobre las
paredes de los poros o como puentes entre granos minerales de mayor tamaño.
Plintita.
Símbolo utilizado para indicar la presencia de material rojizo rico en hierro y pobre
en humus que es firme o muy firme en húmedo y que se endurece irreversiblemente
cuando se expone al aire y a ciclos repetidos de humedecimiento y secado.
Desarrollo de color o estructura
Símbolo utilizado con “B” para indicar el desarrollo de color o estructura, o ambos,
con acumulación iluvial de materiales no aparente. No debe usarse para identificar
un horizonte transicional.
Carácter de fragipan
El símbolo indica capas desarrolladas genéticamente que poseen una combinación
de firmeza, fragilidad, prismas muy gruesos con escasas o abundantes caras
verticales blanqueadas (lavadas) y generalmente una densidad aparente mayor que
la de las capas adyacentes. Una parte al menos del fragipan es físicamente
restrictiva para las raíces.
Acumulación de yeso.
Este símbolo indica la acumulación de yeso.
Acumulación de sales más solubles que el yeso.
Este símbolo se utiliza para indicar la acumulación de sales más solubles que el
yeso, como pueden ser cloruros y sulfatos de sodio o magnesio, por ejemplo.
Acumulación de sales más solubles que el yeso
Símbolo utilizado para indicar una acumulación de sales más solubles que el yeso
(por ejemplo, cloruros, sulfato de sodio, etc.).
Convenciones para el uso de los sufijos
Al utilizar los sufijos enumerados en el párrafo anterior como subíndices de las letras
mayúsculas que identifican los horizontes principales del suelo se aplican las siguientes
reglas.
Los sufijos se ubican inmediatamente después de la letra mayúscula.
Sólo excepcionalmente pueden usarse más de tres sufijos.
Cuando se necesita usar más de un sufijo, las letras siguientes – si son necesarias
– se escriben en primer lugar: a, e, h, i, r, s, t y w. Estas letras no se utilizan nunca
combinadas entre sí, excepto en horizontes designados como Bhs o Crt.
Si se necesita más de un sufijo y el horizonte a calificar no es un horizonte
enterrado, los símbolos siguientes – si se usan – se escriben en último término: c, d,
f, g, m, v y x. Algunos ejemplos: Btg, Bkm, Bsm.
Si un horizonte está enterrado, el sufijo b se escribe al final.
Un horizonte B que tiene una acumulación significativa de arcilla y también muestra
evidencias de desarrollo de color o estructura, o de ambos, se designa como Bt (t tiene
precedencia sobre w, s y h). Un horizonte B gleizado o que posee acumulaciones de
carbonatos, sodio, sílice, yeso, sales más solubles que el yeso o acumulación residual de
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sesquióxidos lleva el símbolo apropiado (g, k, n, q, y, z u o), pero si además posee arcilla
iluvial t precede al otro símbolo. Por ejemplo: Btg.
Subdivisiones verticales
Generalmente un horizonte o capa designada con una única letra o una combinación de
letras necesita ser subdividido. Los números arábigos utilizados para ello siempre siguen a
la letra o conjunto de letras. Dentro de un horizonte C, por ejemplo, pueden establecerse
subdivisiones identificadas como C1, C2, C3 y así sucesivamente. Si la parte inferior del
horizonte está gleizada pero no la superior, las designaciones serían, por ejemplo: C1 - C2
- Cg1 – Cg2 o C – Cg1 – Cg2 – R.
Estas convenciones se aplican cualquiera sea el propósito de la subdivisión. En muchos
suelos, algunos horizontes que podrían identificarse con un único conjunto de letras se
subdividen sobre la base de características morfológicas evidentes, tales como el color, la
estructura o la textura. Estas subdivisiones se numeran de manera consecutiva,
comenzando la numeración con 1 en cualquier nivel del perfil en que cambie cualquiera de
las letras símbolos. Así, se debe usar Bt1 – Bt2 – Btk1 – Btk2 y no Bt1 –Bt2 – Btk3 – Btk4.
Asimismo, un horizonte homogéneo en su morfología puede subdividirse con fines de
muestreo para detectar posibles diferencias que no se reflejan en rasgos visibles. Por
ejemplo un horizonte Bt2 espeso, puede subdividirse en Bt21 – Bt22 – Bt23 –Bt24.
Discontinuidades
En los suelos minerales, se utilizan números arábigos como prefijos para indicar
discontinuidades; tales números, cuando resultan necesarios, preceden a las letras que
identifican a los horizontes principales: A, E, B, C y R.
Una discontinuidad es un cambio significativo en la distribución por tamaño de partículas o
en la mineralogía que indican una diferencia en el material a partir del cual se formaron los
horizontes y/o una diferencia significativa en la edad del material, excepto si tal diferencia
en edad está identificada por el sufijo b. Los símbolos de discontinuidades se emplean
solamente cuando contribuyen sustancialmente a una mejor comprensión de las
relaciones entre los horizontes. Diferencias menores como las que frecuentemente se
observan en sedimentos aluviales estratificados no se consideran discontinuidades
excepto cuando ocurren cambios muy importantes en la distribución del tamaño de
partículas entre estratos.
Cuando un suelo se ha formado enteramente en una sola clase de material, se omite el
prefijo en el símbolo de los horizontes: todo el perfil es material 1. De manera similar, el
material de la parte superior de un perfil formado en dos o más materiales contrastantes
superpuestos se entiende que es el material 1, pero el número se omite y la numeración
comienza al nivel del segundo material con el número 2. Las capas subyacentes
contrastantes se numeran consecutivamente y aún si la capa por debajo del material 2 es
similar en su naturaleza a la 1, se la designa como 3 en la secuencia. Los números indican
un cambio en el material y no el tipo de material.
Conforme a los principios indicados, una secuencia de horizontes del perfil de un suelo
formado sobre dos materiales entre los que existe una discontinuidad podría ser:
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Ap – E – Bt1 – 2Bt2 – 2Bt3 – 2BC
En este suelo, el número de los sufijos que designan subdivisiones del horizonte Bt
continúa en orden consecutivo a través de la discontinuidad.
Las figuras 2 y 3 ejemplifican diversas secuencias de horizontes de suelos representativos
de diferentes zonas bioclimáticas.
A
A
C
R
Figura 2. Izquierda: Suelo poco desarrollado; horizonte A apoyado sobre roca. Derecha: Suelo
joven, poco desarrollado; capas aluviales y horizonte Ap.
Figura 3. Izquierda: Suelo de clima subhúmedo de estepa con B no iluvial (Bw); posee un
horizonte calcáreo (Ck). Derecha: Suelo de clima frío y vegetación forestal (hoja caduca) con
horizontes eluviales e iluviales bien diferenciados en su morfología.
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Figura 4. Izquierda: Suelo con de clima mediterráneo, de verano muy seco e invierno húmedo,
con horizonte A de color claro y masivo, Bt bien desarrollado de color rojizo y estructura
prismática y C más claro y masivo. Derecha: Suelo de clima frío y vegetación forestal de
coníferas, con horizonte B (Bhs) de acumulación de compuestos orgánicos y sesquióxidos.
Figura 5. Suelo de clima tropical húmedo, muy desarrollado del punto de vista químico por su
meteorización muy intensa, pero poco diferenciado en su morfología. Horizonte A poco
evidente y Bo de concentración residual de sesquióxidos de hierro y aluminio.
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