Néstor Kirchner en la praxis de la militancia juvenil Por Emiliano Sánchez Narvarte Observatorio de Jóvenes, Comunicación y Medios El espacio público fue una vez más el lugar de encuentro e intercambio de una gran cantidad de actores que asistieron a Plaza de Mayo al cumplirse el 27 de octubre pasado, el aniversario del fallecimiento del ex presidente de la Nación, Néstor Kirchner. El movimiento cotidiano de la Ciudad de Buenos Aires se manifestaba nervioso, apurado, quizá tenso ante el arribo de miles de personas a la plaza por Diagonal Norte unos, y Diagonal Sur otros, que con cánticos, embanderados, saltando, un poco más organizados o menos, copaban las vías de acceso desde esa tarde temprano. Los que no estaban en esas calles aquel día participaron desde otro lugar: desde su indiferencia en casa, por TV, arriba de un vehículo tratando de llegar a un destino determinado, en micro o en bicicleta escuchando a través de algún reproductor de música y/o video, o desde esos altos ventanales que los señoriales edificios porteños hacen dar cuenta de cierta sensación de observador que no se deja ver. El eje de lo ocurrido no tiene que ver con distintos niveles de participación, o de conciencia política, o de alguna otra cuestión. Sino que tiene que ver con una situación tanto históricopolítica como socio cultural que está pasando, y que se vuelve innegable. No se puede no estar: se está, en sus múltiples modos, más o menos, prejuicioso o alegre, del modo que sea. Pero se está siendo en una determinada situación, y ese día, la situación fue el aniversario de la muerte de Kirchner. Memorias del fuego Si se acepta la tesis de Eduardo Galeano de que no existen dos fuegos iguales, se puede decir que esa tarde devenida noche, entregó muchos fuegos. En modo de llama sobre una antorcha, sobre una vela o cirio. Otros fuegos, en modo hombre y mujer, jóvenes y niños, iluminaron esa plaza en toda su dimensión que se vio desbordada hasta las calles que la rodean. Y la congregación se realizó a diferencia de otras, por alguien que no está físicamente, pero que estuvo y estará en muchas y muchos de los que asistieron. Colgando banderas, en fila partidaria o simplemente escuchando a oradores o músicos, algunos de los jóvenes que allí estaban, hicieron escuchar las razones del por qué estaban ahí, qué fue los que los movilizó, o quizá, lo que los encendió. Zigzagueando entre las organizaciones, buscando, indagando, la pregunta que surgía era por qué muchos jóvenes estaban allí, y en el andar, empezaron a aparecer las voces. “Siempre participé en una biblioteca popular del barrio, pero empecé más activamente desde la muerte de Néstor”. Movilizado, tocado o sentido, algo cambió. “Me di cuenta que hay que comprometerse porque se pueden hacer cosas mejores”, a lo que agregó que el participar, militar, es devolverle un poco a alguien que dio mucho por ella. Otros sin más se sintieron interpelados, y se vieron a sí como posibles sujetos de una historia que les devolvía el protagonismo, la posibilidad de ser hacedores junto a otros de una transformación. “Néstor y Cristina hicieron que me den ganas de participar, de estar acá, nunca me había movido nada, y me movió lo que pasó”, comentó otra joven. Algunos teóricos, ante las características de los acontecimientos, afirman que este proceso se ha hecho a sí mismo en torno a la construcción de cierto mito, de la puesta en juego de la tecnología de la apariencia, con colores e imágenes que forman un símbolo que poco tiene que ver con la realidad, o en el que como simples espectadores y al estar afuera del “equipo de producción”, la juventud no puede dar cuenta del fenómeno, y se ven arrastrados por la imagen del Líder que ha sido capaz de ingeniárselas para poder ficcionalizar una praxis histórica, envolviéndola en un conjunto de significaciones que muy poco o nada ha tenido que ver con el “verdadero” movimiento de la historia. Si bien el proceso que está viviendo la Argentina tiene que ver con decisiones que dos personas han realizado desde su lugar de funcionario público, no se puede comprender sino se lo piensa desde las mediaciones, no sólo los medios de comunicación, sino otras de carácter material, de carácter objetivo. Un joven que estaba en el final de una de las columnas de militantes, que con sus manos sostenía uno de los postes que soportaban una gran bandera, afirmó: “razones me sobran para militar. Los chicos de 5º grado que tuve recién en la 31 de Barrio Gaona son la razón principal. Porque los chicos están en absoluta desventaja, sobre todo en la escuela que estoy yo, es así.” El joven comentó que hace un tiempo, empezó a notar que la coyuntura lo llamaba, y explicó lo siguiente: “ví que todos mis compañeros, gente de mi edad y gente mucho más joven estaban muy prendidos con todo lo que estaba pasando en el país y yo como docente sentí que tenía que comprometerme.” No todos los fuegos son iguales, todos no dicen lo mismo. La plaza sintetizó un conjunto de personas que sin negarse a sí misma, se sumaron a un movimiento. Fueron desinteresadamente; que fueron porque les gusta compartir con otros en el acto de militar, como afirmó una joven, porque sintieron que es posible hacer cosas. Porque hay una realidad que pide que usemos las manos y las ideas. Porque como dice Galeano, hay algunos fuegos que arden la vida con tantas ganas que quien se acerca, se enciende.