1 Sistemas locales de intercambio A propósito de tiempo y de grupos, me gustaría hablaros de los Sistemas Locales de Intercambio (Trueque) que, a pesar de que tienen que ver más específicamente con el ámbito social, presentan aspectos que creo pueden ser interesantes para nuestra experiencia en la psicología de grupo. Me parece que estos grupos se mueven en aquel territorio común a la psicología y a la sociología que estudió Foulkes en sus obras. Son un interesante ejemplo de la búsqueda de una alternativa al “mercado global” que se está realizando en diversos lugares. Algunos ejemplos de asociaciones de este tipo son las LETS (Local Exchange Trading System) que surgieron en Canadá en 1975 y desde 1985 se han ido difundiendo por todo el mundo rapidamente. En Francia se han creado los SEL (Système d’Echange Local) orientados en sentido ecológico y antiutilitarista; las RERS (Réseau d’Echange Réciproque des Savoirs, Redes de intercambio recíproco del saber) y Troc-Temps (Trueque de tiempo). Muy interesante la Route des SEL (Red de las SEL): una red nacional de esas asociaciones que permite hospedarse gratuitamente a los viajeros que pertenecen a grupos de las SEL en casas de familias de otros grupos partenecientes también a las SEL. En Italia se llaman Banche del Tempo (Bancos del tiempo), porque utilizan como unidad de intercambio 1 hora de tiempo y, según algunos cálculos estadísticos, se cuentan entre los 100 y 120 de estos grupos. Sistemas locales de intercambio existen además en otros países como Bélgica, Alemania, Holanda, Estados Unidos, Australia y Senegal. En este último, se han creado los SEC, Systèmes d’Echange Communautaire (Sistemas de intercambio comunitario), cuyo objetivo es dinamizar los intercambios, la reciprocidad y la auto-ayuda, sobre todo en áreas marginales. En Argentina, al inicio de los años ’90, se forman los Clubs de Trueque, agrupados más tarde en un proyecto de comunicación económico-social, llamado Red de Trueque. La idea, nacida casi como un juego de un grupo de jóvenes de un barrio de Buenos Aires, rápidamente se difundió por toda la América del Sur. Durante la crisis económica de 2001, estos sistemas han tenido un gran auge y han ayudado a sobrevivir a muchísimas personas. También en Inglaterra, los LETS han funcionado principalmente en zonas afectadas por graves crisis económicas; han sido coordinados por la LETSlink UK (Red de los LETS de la Gran Bretaña), que por algunos años fue animada por una notable economista británica. En las zonas y en los momentos de depresión, en modo muy efectivo, los Sistemas de intercambio adquieren una gran importancia debido a su capacidad de enfrentar cuestiones concretas y prácticas de la vida de las personas en tiempos tan delicados y se hace más fácil superar las resistencias y difidencias presentes, por ejemplo, en los Bancos del tiempo de la zona de Italia 2 en que yo vivo -que es muy rica y desarollada respecto al resto del país- donde hay pobreza relacional, solitud y escasa solidaridad. En todas estas asociaciones existen elementos comunes: -Los miembros se intercambian bienes y/o servicios de todo tipo, no evaluados monetariamente según el mercado, sino sobre la base de una “moneda” creada en el grupo y válida solo para los miembros del mismo (en muchas es el tiempo; por ejemplo, 1 hora o sus fracciones). –El principio guía es la reciprocidad indirecta. Por ejemplo: A da una hora de jardinería a B, que acompaña C al médico; C, a su vez, ayuda a D a preparar un almuerzo; D se ocupa del cuidado del gato de A (o de otro) cuando éste está de vacaciones, etc. Se intercambian, pues, pequeñas labores domésticas, reparaciones, momentos de compañía, ayudas a personas discapacitadas, variados cultivos biológicos, productos artesanales fabricados por los mismos miembros del grupo, y, además, cursos de idiomas, de computación, cocina, etc., en base al patrimonio de competencias del grupo. Generalmente, los socios ofrecen servicios que no tienen que ver directamente con sus ocupaciones laborales, sino con sus intereses personales (con la esfera de los hobbies, podríamos decir) sobre todo para evitar problemas fiscales. Ni siquiera en un mismo país existe una homogeneidad de modelos organizativos. Los dos más comunes son: 1- Un modelo auto-organizado, auto-administrado, con un tipo de comunicación “circular” en el cual cada socio posee el elenco completo de los nombres, direcciones y servicios ofrecidos por cada miembro, y contacta directamente a quien le interesa organizando personalmente el intercambio. 2- Un modelo organizado por municipalidades u otras asociaciones, en el cual hay un operador o facilitador que recibe las solicitudes y pone en contacto a los socios según las necesidades. Existen otros modelos intermedios o mixtos. Inciden factores sociales y culturales y el nivel de necesidad: en zonas con depresión económica o entre grupos desventajados, los intercambios son más concretos y las resistencias se vencen más fácilmente. Cada sistema de intercambio redacta sus propios estatutos. En Italia recientemente ha sido aprobada una ley en la cual hay un artículo que reconoce y regula este tipo de asociaciones. Respecto a la comunicación en el grupo, me parece evidente que el primer modelo, autoorganizado, es el más interesante en cuanto presupone y estimula mayores capacidades relacionales y autonomía personal. No obstante, al inicio, la presencia de un operador o facilitador que estimule y diriga los intercambios, puede ser útil o incluso necesaria para ayudar a superar las resistencias y las difidencias más o menos conscientes. 3 Está claro que estos grupos se desarrollan sólo si existe una confianza recíproca, responsabilidad, honestidad y cooperación entre todos los miembros. Cuando están presentes estos factores, se crea un “capital social”, un clima de bienestar general. Además, las personas pueden ser ayudadas a redescubrir sus propias capacidades, quizás refutadas en el mercado del trabajo o disminuidas en la propia percepción, aumentando así su estima personal. Devienen más capaces en reconocer y aceptar sus propios límites y necesidades, establecen relaciones “seguras” de competitividad e interés económicos, desarrollan la creatividad a través del intercambio de conocimientos y se benefician de la participación en una red de mutua ayuda. Danila Botteghi (una colega) y yo, hemos presentado un workshop sobre este argumento, en el Symposium de Bologna de la GroupAnalytic Society (2002), durante el cual se desarrolló una interesante discusión - a pesar del reducido número de participantes – sobre los aspectos psicológicos de estas asociaciones. Personalmente, me ocupo de ellas desde hace aproximadamente unos 10 años, desde cuando nacieron en Italia. He participado en algunos convenios y he hecho una investigación sobre un Banco del tiempo de una ciudad cercana a donde yo vivo. También intenté fundar un Banco en mi pueblo, pero desistí después de poco más de un año de esperiencia, durante el cual me di cuenta de que en el grupo la mayor parte de las personas deseaban en realidad hacer voluntariado y estaban más dispuestas a dar que a solicitar ayuda. El espíritu de los servicios de intercambio -por lo cual me gustan tanto- es justamente la reciprocidad, el dar y el recibir, en una relación simétrica donde no hay un “down” que tiene necesidad y un “up” que tiene recursos en abundancia y puede permitirse el lujo de ofrecer a los demás. Después del workshop, he continuado mis reflexiones, observaciones y lecturas. En Enero, con Danila, he conducido un seminario de formación (en grupo) para facilitadores de Bancos del tiempo en Verona, ciudad donde existen 4 bancos, de los cuales uno organizado por la municipalidad. Después de todas estas experiencias, pienso que los aspectos psicológicos que entran en juego en un sistema de intercambio, sea individuales que de grupo, son múltiples y se interrelacionan en modo complejo con varios factores culturales y sociales, como el nivel de desarrollo y de bienestar, la presencia de subgrupos no bien integrados, el grado de “cercanía” y “apertura” en las relaciones interpersonales. Por ejemplo, en grupos desventajados donde prevalecen las necesidades primarias, los intercambios son más concretos y las resistencias se vencen más fácilmente; en cambio, en grupos cuyos miembros pertenecen a la clase media y medio-elevada, donde la necesidad principal es establecer relaciones, se hacen más importantes las dinámicas interpersonales: las personas se 4 muestran más difidentes, más exigentes, las resistencias aumentan cuanto los conflictos y los casos de renuncia. Un problema que he encontrado siempre es la dificultad de solicitar algo, que quizás representa la dificultad de reconocerse necesitados, de admitir la incapacidad para hacer algo por sí mismos, en una sociedad donde la autonomía es un valor. Además, he visto que es difícil responder a pedidos u ofrecimientos que presuponen una intimidad mayor, al menos durante los primeros tiempos en que el conocimiento recíproco no ha madurado. Este problema se puede explicar a partir de factores personales y culturales, como las concepciones del espacio privado (la casa, la familia) y del espacio íntimo (la persona, el cuerpo). Estos espacios resultan más o menos amplios según la cultura de proveniencia y la personalidad: para algunos son inviolables o difícilmente penetrables (solo después de un conocimiento profundo). En nuestra sociedad, la generalizada necesidad de relaciones a menudo va acompañada de experiencias desagradables o dolorosas no superadas, que provocan difidencias o, por el contrario, expectativas irrealistas. La idealización es uno de los mayores factores de riesgo: las personas que adhieren a un Banco del tiempo generalmente lo ven como un lugar ideal, donde encontrarán personas similares a ellas y donde hallarán las respuestas a sus necesidades; pero, después de las primeras dificultades, se retirarán desilusionadas. La confianza es esencial en las comunidades de este tipo. Pero para confiarse es necesario un conocimiento mutuo o, de lo contrario, son necesarias garantías: es por esto que algunos prefieren un Banco organizado por la municipalidad o por otra institución. En los Bancos autónomos, son los socios quienes presentan nuevos miembros al grupo. La confianza crece en proporción al conocimiento recíproco: en las pequeñas comunidades por lo general se confía en aquéllos con quienes se tienen relaciones directas. Por lo tanto, un factor que favorece el desarrollo de los Bancos del tiempo es la regularidad de los encuentros de grupo: momentos de convivencia, de fiesta, de trabajo colectivo. Paradójicamente, la exclusión del dinero puede generar inquietud: los intercambios se cargan de expectativas y de incógnitas; es más difícil gestionar las relacionas y resolver eventuales problemas, como cuando un servicio ofrecido no resulta del nivel que quien lo había solicitado se esperaba. Parece, entonces, que en los grupos de intercambio, como en todos los grupos, están presentes factores de desarrollo, que estimulan el crecimiento del grupo, y factores que podríamos definir “destructivos”, porque amenazan el bienestar y la vida misma del grupo. ¿La presencia de un facilidador podría ser útil para enfrentar las dificultades y hacer que no se conviertan en factores destructivos, sino en factores de desarrollo?* 5 No tiengo muchas noticias sobre la situación de los sistemas de intercambio en España. He hecho una búsqueda en Internet, pero he encontrado solo dos sitios [no soy aún muy experta] y unos e-mail a los cuales he escrito, pero no he recibido respuesta. Espero que lo que he escrito os interesará y estimulará vuestra curiosidad a saber más: me gustaría enriquecer la reflexión y el debate sobre este tema de la reciprocidad, que creo sea muy importante en nuestra sociedad mundializada. Los sistemas de intercambio demuestran que, por parte de muchas personas, existe una búsqueda de medios para oponerse al imperio del dinero y para hallar otras formas de relacionarse. Otras señales interesantes de esta búsqueda me parecen los estudios de un economista italiano, Stefano Zamagni, sobre la “economía solidaria”; Zamagni habla de “bienes relacionales” (el tema del Symposium de la GroupAnalytic Society en Bologna en 2002). No hace mucho tiempo, escuché en la radio sobre un simposio de “Economía y felicidad”, en el que se reconocía claramente que el bienestar, la cualidad de la vida, la felicidad de los individuos en fin, no solo depende de factores económicos, sino también de la percepción de pertenecer a un grupo solidario, de sentirse útil, de sentirse capaz de cambiar la propia vida. Mi amistad con Juan Campos se ha desarrollado gracias a un pacto de intercambio mutuo, a partir de cuando respondí a su mensaje “Diálogo de besugos”, en el 2002. En aquel tiempo yo no hablaba casi español y había vivido una difícil experiencia en mi camino de formación. Juan, a quien hablé de los Bancos del tiempo, me ha ayudado en mi elaboración de aquella experiencia y después ha continuado conmigo un experimento de análisis virtual. En cambio, he traducido dos artículos de Juan para la Rivista Italiana di Gruppoanalisi y he hecho otras pequeñas traducciones. Esto trabajo también lo he hecho con la ayuda de un estudiante cubano que ahora vive en mi pueblo: el me enseña el español y yo el francés a él. En el último simposio virtual de la SEPTG me ha interesado mucho el “Grupo intertécnicas”, en el cual cinco colegas de diferente formación se encuentran con regularidad para intercambiar experiencias y conocimientos; creo que este modelo de formación se debería difundir porque es particularmente rico de posibilidades. *La bibliografía que he utilizado es fundamentalmente italiana, sobre todo tres libros de un amigo del sur de Italia, Paolo Coluccia. Algunos de sus escritos se pueden leer en Internet; el sitio es: http://digilander.libero.it/paolocoluccia. En este sitio hay también, en lengua española, el Informe memoria del seminario de Santiago, de Antonio Romero Reyes (en Ricerca sociale, economica e culturale: contributi) y otros escritos sobre experiencias en América Latina.