Nombre: _____________________________ Curso: _____ Tiempo: ________ TITULO: El adivinador de máscaras NIVEL: 6º Prueba: 2 Nº pal: 950 IFL.: 80 Durante todo el año se comentó lo que había pasado en el carnaval: Tupé, el niño del boticario, adivinaba siempre quiénes se ocultaban detrás de cada una de las máscaras. -Habla sin cuidado –respondió Manolín-; ya sabes que en mí tienes un amigo de verdad. Acertó hasta el disfraz de Jacobo, “el de las Bodegas”, que se había puesto joroba y cojeaba, y se había metido papeles en los guantes para deformarse las manos, unas almohadas sobre el estómago y una almohadilla en la espalda. -Te dije que era un libro de bichos, ¿verdad? Este libro tiene una colección maravillosa de dibujos. En él, todos los animales miran de un modo distinto. Desde aquel día de Reyes, cada día me fijo en los ojos de dos o tres personas del pueblo. Vengo a casa, los comparo con los ojos de los bichos y, al que más se parezca, le doy su nombre. Nadie lo había reconocido con aquella careta que tenía gesto de llorar y un tricornio en la cabeza, con cogotera para taparse las orejas. Tupé acertó a pasar junto a él; se lo quedó mirando fijamente, se marchó a su cuarto, se encerró en él y, al poco rato, salió a la plaza, se subió a la farola y cogiendo el micrófono exclamó: -¡Señores: el cojo del tricornio es Jacobo, “el de las Bodegas”! Tuvo que bajarse y salir corriendo, porque Jacobo, lleno de ira, lo perseguía para tirarle de las orejas por haberlo descubierto. Toda la gente del pueblo comentaba: -¿Cómo se apañará Tupé para adivinar los disfraces? Pero Tupé no revelaba su secreto a nadie. Manolín, amigo de Tupé, el día de Reyes le confió este secreto: -Chico, esta noche me desperté antes que mi hermana, y ¿sabes lo que hice? -¿Le quitaste alguno de sus regalos? -No, eso nunca lo haría. Pero le pinté bigotes a su muñeca y ahora cree que los Reyes se la trajeron así y no se atreve a lavarla. -Pero fue lo que hice yo el año pasado –dijo Tupé. -¿Qué te pasó? -Pues verás: los Reyes me dejaron un libro de lecturas y, como no me gustaba, cogí una rabieta enorme. Pero como eran tan buenos, a la noche siguiente me dejaron un libro de bichos. ¡Si vieras lo que me divierto con ese libro! -¿Y para qué te sirve un libro de bichos? -Mira, no pensaba decírselo a nadie, pero te advierto que este es el secreto más grande de mi vida. -Bueno, te lo contaré Tupé enseñó a Manolín algunas páginas llenas de nombres, donde ponía, por ejemplo: Juan López (mirada de camello). Cachabola (mirada de calamar). Pacorro (mirada de burro). Lino García (mirada de oso). Tirso Méndez (mirada de lechuza). Ya tenía completos los noventa y nueve animales que había en el libro. -Ahora te comprendo –dijo Manolín -¿Que viene el carnaval? –continuó Tupé-, me fijo en los ojos, ya que siempre se les ve por los agujeros de la careta, me voy a casa a consultar mi libro de bichos y enseguida sé quién se oculta detrás de cada disfraz. En el libro de Tupé sólo había un dibujo que no tenía nombre, y era el del hombre. ¡Como nadie se disfrazaba de hombre…! -Chico, eres más listo que esas moscas que no se dejan coger con las manos. Llegó el carnaval del año siguiente. Por la plaza se paseaba un diablo. Como Tupé viera que tenía la mirada de lechuza, adivinó que era Tirso, el panadero. Y como viera que una zarrapastrosa miraba como el burro del libro, advirtió enseguida que era Pacorro el de los carros. Y al observar que una máscara, con traje de león, tenía la mirada del gato, adivinó que se trataba del hijo del secretario. Cuando Tupé había desenmascarado ya unas docenas de disfraces, vinieron corriendo unos compañeros a decirle: Proyecto de Innovación “Un plan lector para nuestro centro” C.P. “Benedicto XIII” -IIlueca- Curso 2008-09 -¡Tupé, Tupé! Ven enseguida, que hay una máscara muy graciosa sentada en la carretera. No ha dicho ni una sola palabra. Debe de creer que adivinas los disfraces por la voz… Se corrió la voz del nuevo disfraz y de que Tupé se dirigía hacia donde se encontraba, y todo el pueblo acudió al lugar. En efecto: allí estaba la máscara. Era un hombre graciosamente vestido de mono. Tupé lo miró fijamente a los ojos para fotografiar en su cabeza todos los rasgos de su mirada. También la máscara lo miró sin pestañear, pero sin soltar una sola palabra. -Esperad un momento –dijo Tupé-. Vengo enseguida. Acompañado de Manolín, y con los ojos cerrados para recordar bien los ojos de la máscara, llegó a su casa y empezó a revisar los noventa y nueve dibujos que tenía su libro. Tupé no encontraba en ninguno de ellos la mirada que buscaba. Miraba una y otra vez, pero nada. Cuando Tupé iba a dejarlo ya por imposible, fijó sus ojos en el dibujo del hombre. -¡Quieto! ¡Aquí está!... Es idéntica, pero esta mirada no la tiene ninguna persona del pueblo. Y echándose a llorar, añadió: -¡He fracasado! Vete y diles que no sé quién es la persona que se esconde bajo ese disfraz tan perfecto. Manolín cumplió las órdenes de Tupé y todos lo dejaron por imposible. Al día siguiente podía leerse la siguiente noticia en los periódicos:”Ayer se escapó de su jaula el mono más grande que hay en el Parque de Fieras de la capital. Algunas personas dicen que lo vieron ir por el camino que lleva a Posadas del Asno, pero por la noche regresó solito a la jaula, sin decir de dónde venía”. Al leer Tupe la noticia, cogió inmediatamente su libro de bichos y escribió el único nombre que faltaba: Mono grande (mirada de hombre). Proyecto de Innovación “Un plan lector para nuestro centro” C.P. “Benedicto XIII” -IIlueca- Curso 2008-09