¿Tú, te Automedicas o te Autoprescribes? Lic. Héctor Bolaños Director Ejecutivo de AFAMELA Dr. Alberto Lifshitz Guinzberg Especialista en Medicina Interna Automedicación y autoprescripción Con frecuencia, y muy particularmente durante la temporada invernal, escuchamos advertencias de diversas instituciones y profesionales de la salud acerca de no automedicarse, bien sea como una recomendación general o referida específicamente al hecho de no recurrir al uso de antibióticos. En ambos casos se aduce que la automedicación puede retrasar la atención médica, aumentar la frecuencia o severidad de ciertas reacciones adversas o efectos secundarios, propiciar una mayor resistencia bacteriana o enmascarar enfermedades o síntomas que requieren de una atención inmediata, por citar unas cuantas consecuencias negativas. Por otro lado, escuchamos declaraciones o comentarios a favor de la automedicación, a la que incluso se le añade el adjetivo “responsable”. Instancias como el Parlamento Europeo, la Organización Mundial de la Salud o la Food & Drug Administration han hecho patente su apoyo a esta práctica y han reconocido una serie de beneficios tanto individuales como comunitarios. En México, en el documento “Hacia una política farmacéutica integral” se expresa la necesidad de alentar la automedicación. ¿Qué posición tomar ante estas opiniones o posiciones encontradas? Esto, que parece una disyuntiva es producto de la posibilidad que existe en muchos países, no sólo en México, de adquirir prácticamente cualquier medicamento de los clasificados de receta, sin la misma, salvo los llamados “controlados”. Como la materia de esta práctica es la compra de un medicamento, la llamamos, de manera general, “automedicación”, sin distinguir si el objeto de la compra es un medicamento que requiere o no de receta médica. En el primer caso, debería de hablarse más bien de autoprescripción, puesto que se está recurriendo a un medicamento que necesariamente requiere de la intervención de un facultativo, a través de una receta o prescripción. En aquellos países en los que es imposible adquirir un medicamento de este tipo es claro que el término “automedicación” se refiere a la compra de un medicamento que precisamente no requiere receta médica para su venta. Ahora bien, el añadirle el adjetivo “responsable” implica un uso racional o informado del medicamento, es decir, apegado a las indicaciones, advertencias, contraindicaciones e instrucciones que aparecen en su etiqueta. Medicamentos de venta sin receta Salvada la aparente disyuntiva que mencionamos en el párrafo anterior, cabe aclarar si el “objeto” de la automedicación responsable, es decir los medicamentos de venta sin receta, pueden llegar a producir las reacciones adversas, resistencias bacterianas, efectos secundarios e implicaciones negativas mencionadas al inicio de este artículo. Sin pretender decir que los medicamentos de venta sin receta son inocuos, su margen de seguridad es tal que no llegan a producir reacciones adversas graves, no generan dependencia, sus efectos secundarios desaparecen al descontinuar el tratamiento y no producen interacciones con los medicamentos más comúnmente utilizados. Por otra parte, con el hecho de excluir de este tipo de productos a los inyectables, se deja de lado cualquier problema que puede ocasionar la administración de un medicamento por la vía parenteral. El perfil de seguridad propio de los medicamentos de venta sin receta, debe reforzarse con la lectura y debida atención a todas y cada una de la leyendas que aparecen en sus etiquetas, particularmente aquellas relacionadas con el hecho de no exceder la dosis y el tiempo máximo de uso recomendado, aspectos que dejarían de lado la posibilidad de enmascarar un problema o síntoma de salud grave. Esto permite apreciar que un medicamento de venta sin receta es aquel, que además de poseer las características de seguridad, eficacia y adecuada vía de administración para ser utilizado sin la intervención de un médico, cuenta con la información necesaria para asegurar el uso apropiado del mismo, y así evitar cualquier efecto o reacción adversa derivada de un empleo inadecuado y por ende riesgoso. Es evidente entonces que estamos ante un tipo de medicamentos cuya seguridad terapéutica, aunada a la información que proveen en sus etiquetas, han hecho posible que las autoridades reguladoras los hayan autorizado para ser adquiridos directamente por el usuario o consumidor final de ellos. La otra razón en que se ha basado esta posibilidad es que los medicamentos de venta sin receta están indicados en la prevención, alivio o curación de problemas o síntomas comunes de salud, es decir aquellos que nos aquejan de manera más o menos frecuente y que no ponen en peligro nuestra integridad. Otra 2 característica de estos síntomas o problemas comunes de salud es que pueden ser identificados fácilmente por el usuario o consumidor. En consecuencia, el ejercicio que se hace de la automedicación responsable a través de estos productos, no invade el ámbito en el cual el médico pone en juego sus conocimientos y experiencia para diagnosticar el origen de un problema o síntoma de salud y determinar el tratamiento más indicado. Automedicación y autocuidado Si bien la existencia de los medicamentos de venta sin receta ha hecho posible el desarrollo de la automedicación responsable, el surgimiento y sobre todo su expansión, no hubieran sido posibles si esta práctica no tuviera como origen la aspiración que ha acompañado al hombre en su paso por esta tierra por cuidar de su salud y la de los suyos, propósito que ha sido materia de reconocimiento universal, y muy especialmente por la Organización Mundial de la Salud, quien en su histórica Declaración de Alma Ata manifestó que: “la gente tiene el derecho y la responsabilidad de participar individual y colectivamente en la planeación e implementación del cuidado de su salud”. Este cuidado personal de la salud o autocuidado (self – care), incluye todas aquellas actividades que los individuos o grupos sociales llevan a cabo para mantener su salud física y mental, prevenir enfermedades y accidentes, evitar riesgos innecesarios, satisfacer sus necesidades sociales y psicológicas, recurrir a la consulta de un médico o automedicarse. En la práctica, la definición y comprensión del autocuidado ha evolucionado significativamente en los últimos años, y es de suponerse que continúe haciéndolo en el futuro cercano. La concepción inicial del autocuidado lo ubicaba sencillamente como la respuesta de la gente común y corriente a la enfermedad, en contraste con la atención que puede proveer un médico. En los años 80 el autocuidado fue conceptualizado como parte de un estilo de vida, en tanto que en la década de los 90 fue identificado como una de las tendencias más importantes en el sector del cuidado de la salud. En atención a esta postura, la Organización Mundial de la Salud manifestó, en 1998, que “el autocuidado es lo que la gente hace por su cuenta para mantener su salud, prever y hacer frente a las enfermedades”. El autocuidado es un concepto muy amplio que abarca la higiene (general y personal), nutrición (tipo y calidad de la comida que se ingiere), tipo de vida (actividades deportivas, recreación, etc.), factores ambientales 3 (condiciones de vida, hábitos sociales, etc.), factores socioeconómicos (nivel de ingresos, beneficios culturales, etc.), y automedicación. Posición de los pacientes o consumidores La expansión de la automedicación responsable ha sido posible no sólo por el hecho de que esta práctica es un componente del autocuidado, sino también por el creciente interés que han mostrado los consumidores o pacientes por tomar una parte cada vez más activa en el cuidado de su salud. Esta tendencia ha sido identificada como un movimiento de “emancipación”, en el que los pacientes buscan participar activamente en la toma de decisiones para la resolución de sus problemas. Así, hoy en día se tiende a reconocer este derecho, dejando de lado la idea de que no pueden tomar decisiones apropiadas y que sólo el médico las puede tomar para beneficio de los enfermos. Por esta razón, incluso se le conceden a los pacientes o consumidores posibilidades tales como la de solicitar atención médica, seleccionar aquella que considere más adecuada; elegir, en la medida de lo posible, el médico que lo pueda atender; aceptar o rechazar los procedimientos diagnósticos o de tratamiento que se le indiquen y colaborar en su puesta en práctica y vigilar y reportar la evolución de su enfermedad y de los efectos secundarios que aparezcan, entre otros aspectos. Todo este abanico de posibilidades puede abrirse en la medida en que el paciente o consumidor cuente con información apropiada. En el caso particular de la automedicación, el hecho de contar con este tipo de información fue planteado en 1999 por el Dr. Anders Milton, Presidente de la Asociación Médica Mundial, quien manifestó que: “desde el punto de vista médico la automedicación responsable es vista como algo positivo, pero a los pacientes debe dárseles la posibilidad de llegar a tomar una decisión correcta a través de una información precisa, correcta y apropiada”. Beneficios y desventajas de la automedicacion responsable La automedicación responsable ha sido objeto de reconocimiento por parte de diversas autoridades gubernamentales y sanitarias, quienes han constatado los beneficios que aporta esta práctica tanto a nivel individual, colectivo o comunitario como en favor de la misma salud pública. 4 En el caso de los individuos, la automedicación responsable les permite tener acceso a recursos terapéuticos seguros y eficaces y con la información necesaria para ser utilizados adecuadamente; no recurrir a la consulta médica, obviando su costo y el desplazamiento correspondiente, si dicha consulta no es necesaria; continuar con sus actividades laborales y cotidianas, y así mantener su productividad habitual; encauzar adecuadamente el interés que tienen por el cuidado de su salud y, de esta manera, reforzar su capacidad y autoconfianza y dar un cauce racional y seguro al ejercicio del autocuidado, si se requiere o se desea recurrir a un medicamento. Al brindar dicho cauce a esta posibilidad, la automedicación responsable se constituye entonces en un bien individual. Desde el punto de vista colectivo o comunitario, la automedicación responsable hace posible optimizar los gastos que efectúan los sistemas estatales y privados de salud al derivar los recursos que ponen en juego para atender síntomas o problemas comunes de salud, a aquellas enfermedades que requieren de la intervención médica y/o del uso de medios de diagnóstico o de tratamiento costosos. En este mismo contexto, la automedicación responsable permite encauzar los recursos que se hubieran destinado al tratamiento y alivio de los síntomas o problemas susceptibles de ser manejados por el usuario o consumidor final, al desarrollo de campañas o actividades preventivas o educativas. Al inicio de este artículo nos referimos a la autoprescripción como el uso de los medicamentos de receta sin la misma. Ésta, es una práctica altamente extendida en nuestro país, a tal grado que se estima que alrededor de 40% de los medicamentos de venta con receta se adquieren sin la misma. Este uso irracional expone a quien recurre a estos medicamentos a reacciones adversas o efectos secundarios de consideración. Por ende, al promoverse la automedicación responsable y desalentarse la autoprescripción, se traslada el uso indiscriminado, característico de esta última práctica, a un manejo racional o informado de aquellos medicamentos que cuentan con las características de eficacia, seguridad, adecuada administración e información para ser utilizados directamente por el usuario o consumidor final, eliminándose o reduciéndose los riesgos que genera la autoprescripción. De esta manera, la automedicación responsable impacta positivamente a la salud pública y se constituye en un bien público. Como cualquier otra actividad, la automedicación puede presentar una serie de desventajas, prácticamente todas ellas relacionadas con la 5 falta de lectura y/o atención a las instrucciones que aparecen en las etiquetas de los medicamentos de venta sin receta. De no seguirse estas instrucciones pueden presentarse diversos efectos secundarios, duplicarse la ingesta de ciertas sustancias activas con los riesgos que esto conlleva, y sobre todo, retrasar la consulta a un médico lo que en el caso de padecimientos evolutivos implica perder un tiempo sumamente valioso. Es por esto que es imprescindible tener en cuenta todas y cada una de las instrucciones que aparecen en las etiquetas de los medicamentos de venta sin receta, particularmente aquellas relacionadas con la dosis y el tiempo máximo de tratamiento, y la que establece que “si las molestias persisten es necesario consultar a un médico”. 6