9. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVII. 9.1. Los Austrias del siglo XVII. Gobierno de validos y conflictos internos. Felipe III, Felipe IV y Carlos II, conocidos como los Austrias menores, dejaron el poder en manos de sus favoritos, que reciben el nombre de validos. Los tres reyes se caracterizan por la debilidad de su carácter, por lo que no asumieron plenamente los deberes de la corona. Este ejercicio lo llevaron a cabo el duque de Lerma, valido de Felipe III y el conde-duque de Olivares, favorito de Felipe IV. Ellos fueron los dos principales personajes políticos del siglo y los que realmente gobernaron y tomaron las principales decisiones del momento, al margen incluso de las instituciones de la monarquía y de los Consejos, y que fueron el detonante de importantes conflictos que terminaron en importantes revueltas y sublevaciones interiores. Los principales conflictos internos durante el siglo XVII fueron, en primer lugar, la revuelta de los moriscos durante el reinado de Felipe III, que terminó con su expulsión definitiva en 1609 del reino de Valencia y 1610 de los reinos de Aragón y Castilla. Este hecho tuvo importantes consecuencias sociales y económicas, ya que la población morisca suponía una fuerza de trabajo especializada que fue imposible sustituir. Durante el reinado de Felipe IV se producen las sublevaciones de Portugal y Cataluña, fundamentalmente provocadas por la política llevada a cabo por el conde–duque de Olivares, que, con el objetivo de recuperar el prestigio y la hegemonía de la monarquía española, va a exigir a los reinos no castellanos de la Corona un aumento de la aportación económica para costear su política y la participación española en la Guerra de los Treinta Años. Mientras que la rebelión catalana fue sofocada (toma de Barcelona, 1652), Portugal obtendrá su independencia definitiva de España. 9. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVII. 9.2. La crisis de 1640. En 1640 estallaron las sublevaciones de Cataluña, en primer lugar, y de Portugal, poco después. En Portugal se reconoció al duque de Braganza como rey, y en Cataluña, al que sería Luis XIII de Francia. Portugal, por su parte, estaba cansado de que sus intereses estuvieran supeditados a los españoles, principalmente a los castellanos; Cataluña, por la suya, rechazaba el aumento del control político y las nuevas cargas económicas que el conde–duque de Olivares pretendía sobre el territorio. La sublevación portuguesa termina con la independencia definitiva del Reino de la Corona española; la catalana, fue sofocada tras la rendición de Barcelona en 1652. La crisis económica no afectó por igual al litoral mediterráneo que a la Meseta. Las causas de esta crisis en Cataluña y Valencia fueron las guerras y la expulsión de los moriscos, respectivamente, mientras que en la Meseta la crisis fue más dura, provocando un descenso demográfico y económico. Galicia y las zonas del Cantábrico eludieron en gran medida esta crisis. Las instituciones también sufrieron los efectos de la crisis: las Cortes de Castilla dejaron de convocarse mientras que cada vez era más habitual la corrupción y la venta de cargos públicos. Finalmente, en las últimas décadas del siglo XVII se inicia la recuperación de la crisis económica. 9. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVII. 9.3. La España del siglo XVII: el ocaso del imperio español en Europa. Durante el siglo XVII, la monarquía hispánica sufrió un claro proceso de decadencia que supuso el fin de la hegemonía de España en Europa, coincidiendo con los reinados de los Austrias menores. Esta de cadencia está marcada por crisis económica castellana, los ataques turcos en el Mediterráneo y los enfrentamientos contra Holanda y Francia, en Europa, y contra Inglaterra, en los mares. Durante el reinado de Felipe IV, el deseo de su valido de recuperar el prestigio y la hegemonía en Europa supuso la intervención en la Guerra de los Treinta Años contra Francia y sus aliados, que finalizó con la Paz de Westfalia (1648), con los aliados de Francia, y la Paz de los Pirineos (1659), con los propios franceses. Estos dos tratados marcaron la caída definitiva del Imperio español, que ya había comenzado su decadencia a finales del reinado de Felipe II, transformando a España en una potencia de segundo orden. A Felipe IV le sustituyó su hijo Carlos II que, al no tener descendencia, marcó la política exterior española de finales del siglo XVII. Su muerte, el 1 de noviembre de 1700, desencadenó la Guerra de Sucesión (1700-1713) al trono español, que se convirtió en un importante conflicto internacional por la hegemonía política en Europa 9. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVII. 9.4. La España del siglo XVII: evolución económica y social. El siglo XVII fue un siglo de crisis económica en Europa en general, en el Mediterráneo en particular, y, muy especialmente, en la Península Ibérica. En la Corona española la crisis fue más temprana y más profunda que en el resto de Europa. Ya en la primera mitad del siglo aparecen serios problemas demográficos. Cruentas epidemias coincidieron con épocas de carestía y hambre, a lo que se sumó la expulsión de los moriscos en 1609, que supuso la pérdida del tres por ciento de la población, principalmente en Valencia y Aragón, y las frecuentes guerras exteriores y el incremento de los miembros del clero que hizo descender la natalidad. La crisis golpeó con más fuerza a Castilla que a los reinos periféricos. En la segunda mitad del siglo, la crisis continuó y se agudizó. A la decadencia de la agricultura, agravada por la expulsión de los moriscos, se le unió la de la ganadería lanar, que encontró graves dificultades para la exportación, y la de la industria, incapaz de competir con las producciones extranjeras. El comercio también entró en una fase recesiva. La competencia francesa en el Mediterráneo y la competencia inglesa y holandesa en el Atlántico, agravaron una coyuntura marcada por el creciente autoabastecimiento de las Indias y el agotamiento de las minas americanas. Consecuencia de la crisis comercial fue la disminución de la circulación monetaria. La situación fue empeorada por la incorrecta política económica de los gobiernos de la Corona, con medidas que agravaron más que solucionaron los problemas (devaluación monetaria, aumento impositivo,…). En este marco de crisis económica, la sociedad estamental española vivió un proceso de polarización marcada por el empobrecimiento de un campesinado que constituía la mayor parte de la población, la debilidad de la burguesía y las clases medias, y el crecimiento numérico de los grupos sociales improductivos como la nobleza y el clero en un extremo y los marginados: pícaros, vagos y mendigos en otro. La mentalidad social imperante, marcada por el desprecio al trabajo agravó la crisis social y económica. El hidalgo ocioso y el pícaro se convirtieron en arquetipos sociales de las España del Barroco. 9. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVII. 9.5. La España del siglo XVII: esplendor cultural. El Siglo de Oro. La sociedad española siguió marcada por los valores aristocráticos y religiosos de la centuria anterior. Así, valores típicamente nobiliarios como el “honor” y la “dignidad” fueron reivindicados por todos los grupos sociales. Unido a lo anterior se extendió el rechazo a los trabajos manuales, considerados “viles”, es decir, que manchaban el “honor” y la “dignidad” de aquel quien los ejercía. Esta mentalidad se apoyaba en los múltiples privilegios que detentaba la nobleza (exención de pagar impuestos directos, no poder ser encarcelados por deudas, etc.). Esta mentalidad llevó a que, exceptuando ciudades mercantiles como Cádiz o Barcelona, no se pueda hablar de la existencia de una burguesía con mentalidad empresarial que promoviese el desarrollo económico, tal como estaba ocurriendo en Inglaterra y Holanda. Las gentes con medios económicos, en vez de hacer inversiones productivas en la agricultura, el comercio o la artesanía, tendieron a buscar el medio de ennoblecerse, adquirir tierras y vivir a la manera noble. Toda esta mentalidad debe enmarcarse en un contexto de pesimismo y de conciencia de la decadencia del país. Las letras, en cambio, vivieron en el siglo XVII un auténtico siglo de oro, basado en la literatura en lengua castellana. Sus principales rasgos serán la exaltación nacional, el carácter popular y la defensa de la tradición. Las manifestaciones más destacadas fueron el teatro y la novela picaresca. Cervantes, Lope de Vega, Calderón de la Barca y Góngora serán los autores más destacados, y reflejarán en sus obras las grandes contradicciones de la sociedad española del siglo XVII. En el plano artístico, el siglo del Barroco, supone un gran desarrollo del sentido del movimiento, la ornamentación y los estudios lumínicos. Destacan arquitectos como Gómez de Mora (Plaza Mayor de Madrid), la familia Churriguera (Plaza Mayor de Salamanca), Pedro Ribera (fachada del Hospicio de Madrid) y Casas Novoa (fachada del Obradoiro de la Catedral de Santiago). Escultores destacados serán Gregorio Fernández, de la escuela Castellana; Martínez Montañés, de la escuela sevillana; y Alonso Cano, de la escuela granadina. Por su parte, el siglo XVII supone también el siglo de oro de la pintura, con autores tan destacados como Fco. Ribalta, José Ribera, Zurbarán, Murillo, Alonso Cano y, especialmente, Diego Rodríguez de Silva Velázquez, autor de obras como Las Meninas, La rendición de Breda (Las Lanzas) o los retratos ecuestres de Felipe IV y del conde-duque de Olivares.