Emociones saludables El manejo de nuestras emociones dependerá de nuestro esfuerzo en conocerlas y controlarlas. El manejo de ellas tiene que ver con la capacidad de descubrir la manera adecuada de expresarlas y de discernir lo que podemos aprender de ellas Hablar de nuestras emociones no es una práctica habitual en nuestra vida. No estamos acostumbrados a invertir tiempo en este tipo de reflexión, ni mucho menos a preguntarnos qué sentimos ante las diferentes situaciones y circunstancias que nos desafían. En la mayoría de los casos este comportamiento se debe a que se nos ha enseñado a admirar más a quienes logran contener sus emociones que a aquellas personas que las manifiestan libremente. Es usual, en nuestra cultura, que desde pequeños se nos aconseje a no obedecer ciegamente a nuestras emociones, se nos enseña que lo importante es lo que hacemos y sabemos, pero no lo que sentimos. Se llega, inclusive, a considerar que las emociones son poco importantes y por lo tanto, se le ha dado más relevancia a la parte racional del individuo. El ser humano es integral, estamos conformados por cuerpo componente fisiológico, espíritu nuestra voluntad, búsqueda de Dios y la dimensión psicológica, que además de la esfera cognitiva y del comportamiento, comprende la dimensión emotiva. Por esto, resulta de vital importancia conocer y entender nuestras emociones. Según Walter Riso en su libro Sabiduría Emocional una emoción es «una alteración del estado de ánimo, la cual puede ser intensa o pasajera, agradable o desagradable. No existen emociones ni buenas ni malas, simplemente integran nuestra vida». La mayoría de los expertos coinciden en que las emociones ocasionan estados complejos del organismo, entre ellos, impulsos de comportamiento, tales como: huir, reír, llorar, gestos, deseo de estar solo, etcétera; e incluso reacciones fisiológicas e involuntarias, como por ejemplo: excitación o perturbación, aumento de ritmo cardiaco, alteración de la respiración, aceleración del pulso, y tensión muscular. Vitalidad Las emociones nos permiten interactuar con el entorno en que nos desenvolvemos y reaccionar en las diferentes situaciones. Si somos capaces de reconocerlas, posibilitan la introspección y reflexión para una mayor comprensión de uno mismo y de los demás. Se dice que las personas que expresan apropiadamente sus emociones tienden a ser más longevas, acumulan menos estrés y enfrentan mejor los síntomas físicos y psicológicos del desgaste, de las situaciones difíciles y del envejecimiento. Por el contrario, las personas que no expresan lo que sienten, viven una vida abrumada, muchas veces sin darse la oportunidad reflexionar acerca del sentido o propósito de lo que sienten. Aun algunas desarrollan enfermedades psicosomáticas, pues la tensión constante hace que el cuerpo se enferme. Lo que no sale por la vía emotiva, escapa por medio de dolores o padecimientos físicos. Tipos de emociones Las emociones básicas son el miedo, la tristeza, la alegría, el enojo y la sorpresa. La alegría, por ejemplo, mejora nuestro sistema inmunológico, pone en movimiento los músculos y ayuda a relajarlos. Al igual que el ejercicio físico, aumenta el nivel de endorfinas (sustancias generadoras de placer que se producen en el cuerpo). Además es una estrategia para atenuar temores futuros y nos ayudan a adaptarnos a situaciones de cambio. La tristeza resulta igualmente beneficiosa, pues, si la manejamos adecuadamente, viviremos en forma saludable las diferentes situaciones de pérdida que se nos presentan en la vida. En ocasiones su expresión puede proporcionar alivio. A nivel mundial los datos clínicos confirman los beneficios médicos de los sentimientos adecuados y el poder curativo del apoyo emocional. Por otro lado, otras reacciones emocionales tales como la amargura, la ira, el resentimiento, pueden dejar efectos dañinos en nuestra salud. A la vez, la falta de expresión emocional puede enfermarnos y perjudicar nuestras relaciones interpersonales. En sus manos El manejo de nuestras emociones dependerá de nuestro en conocerlas y controlarlas. El manejo de nuestras emociones tiene que ver con la capacidad de descubrir la manera adecuada de expresarlas y de discernir lo que podemos aprender de ellas, sin olvidar las necesidades y derechos de los demás; por ejemplo, poder demostrar mi enojo, sin tener que ser agresivo. Aprenda a conocer sus estados internos, pregúntese qué siente y qué quiere. Procure un mayor bienestar para usted y para los que están a le rodean, y dése la oportunidad de reflexionar de forma más profunda acerca de su vida. Ayúdese con las siguientes estrategias: Tenga voluntad para cambiar de actitud; atrévase, arriésguese. Aprenda a reconocer y anticipar las reacciones de su cuerpo ante las diversas situaciones. Conozca cómo enfrenta las diferentes circunstancias de la vida. Identifique reacciones problemáticas y busque alternativas sanas para reaccionar. Evalúe sus comportamientos ante las emociones. Busque espacios para usted mismo; reflexione sobre cómo lleva su vida. Pregúntese cuáles son sus pensamientos o la percepción que usted tiene de los eventos que ocurren. Muchas veces al cambiar esa percepción logramos mayor control de nuestras emociones. Busque el apoyo necesario: alguien con quién compartir lo que siente, que le de un consejo o le dé más objetividad a su percepción, etcétera. Practique ejercicios respiratorios y de relajación. Desarrolle habilidades de comunicación con su familia, compañeros de trabajo, amistades, etcétera. Valide sus sentimientos; piense que existe algo que puede descubrir acerca de sí mismo por el sentimiento que experimenta. Busque espacios para expresarse con el fin de que no acumule sentimientos que le dañen. Hágase cargo de su propia vida, para ello establezca claramente sus prioridades. Si siente que le resulta difícil salir de hábitos dañinos y le cuesta expresar sanamente las emociones busque ayuda profesional. Para finalizar recuerde: aprenda a conocer sus emociones, estúdiese y no olvide que estas son parte de usted; descubrir y aprender cómo manejarlas nos proporciona un mayor bienestar.