Sexualidad adolescente: un debate pendiente. Una

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Sexualidad adolescente: un debate pendiente.
Una mirada a la situación de los derechos sexuales y reproductivos de los jóvenes chilenos.
Por: Anna Karenina
Constance Chatterley
El presente articulo esta centrado en los cuerpos y sexualidades adolescentes en el Chile actual, al
respecto se pregunta y reflexiona respecto del papel del Estado y de los agentes de los social en la
promoción e información de los derechos sexuales y reproductivos de los jóvenes, así como
también cuestionar los dispositivos sociales de control y sanción de las sexualidades. En primer
lugar reflexionaremos y caracterizaremos el contexto chileno respecto de las políticas de
promoción de los derechos sexuales y reproductivos y por lo tanto construir desde el punto de los
tratados internacionales la responsabilidad del Estado y de las instituciones sociales en una
educación y promoción de los derechos sexuales. En segundo lugar se darán a conocer desde un
punto de vista socio – simbólico las representaciones de los cuerpos y sexualidades adolescentes
y de los mecanismos de control y desinformación que los atraviesan. Por último detallamos
posibles salidas y/o propuestas para abrir el debate respecto de los jóvenes, la sexualidad y las
instituciones sociales presentes en las dinámicas de control.
Sexualidad como derecho
Cuando hablamos de derechos sexuales y reproductivos debemos posicionar y conceptualizar la
sexualidad como un derecho humano, puesto que es una actividad humana fundamental. Ahora
bien qué entendemos por sexualidad y por qué debe ser leído y protegido como derecho humano?
La sexualidad la vamos a entender como “aquel conjunto de experiencias humanas atribuidas al
sexo y definidos por éste. En tanto complejo cultural - históricamente determinado – la sexualidad
traduce relaciones sociales, instituciones sociales y políticas, así como concepciones de mundo,
define la identidad básica de los sujetos”. Es así como la sexualidad es determinante en la
constitución de la subjetividad de los sujetos y por lo mismo fundante de su identidad individual. En
ese sentido lo vemos como un derecho en el más amplio sentido de la palabra en tanto es
expresión de la libertad y autonomía de los sujetos, así como también una expresión de lo que
tiene que ver con la calidad de vida y la salud de las personas. Por otra parte abarca más prácticas
que la reproducción, hablamos de placer y goce; de experimentar y probar prácticas en busca de la
identidad, como es en particular el caso de los adolescentes que aún están en formación.
Evidentemente esto no es posible sin el acceso al abanico informativo respecto de las prácticas
sexuales, además de un cambio en la concepción de la sexualidad, del placer y del goce más
ligada a la expresión de los afectos, de la subjetividad de los individuos y de los vínculos que
establecemos en igualdad, en vez de situarla en el plano del tabú. En este punto pensamos que a
las instituciones sociales y políticas, al Estado en general le cabe la responsabilidad en la
promoción y educación respecto de la sexualidad, más aún si pensamos la sexualidad como una
expresión más de la identidad de los sujetos.
Es así como desde un punto de vista político la sexualidad como derecho la pensamos expresión y
parte del concepto de ciudadanía y sociedad civil apelando directamente a la práctica de deberes y
responsabilidades dentro de una comunidad concreta. Ciudadanía y derechos entonces ligados
estrechamente forman parte; en la actualidad, de una forma de poder y dota a la sociedad civil la
posibilidad de controlar a quienes los gobiernan.
Desde esta mirada la participación estatal en la promoción de los derechos sexuales y
reproductivos es fundamental, más aún si tomamos en el caso chileno los compromisos adquiridos
en el marco de los tratados internacionales.
Chile: sexualidad y tratados internacionales
Dentro de los compromisos internacionales adquiridos por Chile en el plano de los derechos
sexuales y reproductivos debemos aclarar que no existe ninguna tratativa que hable únicamente de
los derechos sexuales, más bien es posible verlos contenidos en muchos de ellos. En el caso
chileno vemos que en el marco de los procesos de equidad de género y de un reconocimiento
explicito de la subordinación de la mujer y de dispositivos culturales rígidos respecto de la
relaciones de género, los tratados como CEDAW y la convención Belem de Pará, así como
también el reconocimiento de los derechos de los niños / as como sujetos de derecho son donde
vemos expresados los derechos sexuales y reproductivos. Ciertamente vemos que en estas
convenciones se busca el respeto a la libertad e individualidad de los sujetos y de la
responsabilidad del Estado en otorgar a las personas todos los recursos para desarrollarse por lo
tanto incorporan en sus artículos la necesidad del bienestar de los individuos en todos los planos
de su vida. Nos detendremos, sin embargo en dos áreas claves que mencionan estos tratados
como son: “Modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a
alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole
que esté basada en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en
funciones estereotipadas de hombres y mujeres”, articulo cinco contenido tanto en la declaración
de los derechos humanos de la mujer como en Cedaw. En este artículo vemos expresados dos
aspectos fundamentales para la promoción de los derechos sexuales y reproductivos. En primer
lugar esta la necesidad de modificar prácticas culturales basadas en la discriminación de género y
por lo mismo fomentar relaciones de género más equitativas. Podemos ver acá que la vivencia
respecto de la sexualidad y el vínculo entre los géneros no debería ser ya pensada como una
forma de dominación, control o instrumentalización, así como tampoco como ligada al rol
reproductivo de la mujer – como cuerpo y ser para otro- sino que desde una manera más amplia
que abre la posibilidad del goce para la mujer y la afectividad libre en los varones.
En segundo lugar tomamos un artículo que también se repite en las convenciones y que dice
relación con que Los padres tienen el derecho humano fundamental de determinar libremente el
número de sus hijos y los intervalos entre los nacimientos así como también el acceso a
información sobre reproducción, atención y protección integral a la maternidad y a la salud de
mujeres y hombres. Vemos que en este articulo se encuentra implícito la diferenciación entre lo
que es la sexualidad y la reproducción y la posibilidad de practicas sexuales no limitadas a la
reproducción. Así mismo pensamos que habla de la responsabilidad que le cabe al Estado en la
promoción de la información necesaria para que los sujetos decidan libremente su vida
reproductiva y con ello la opción de disfrutar de una vida sexual no reproductiva. El papel del
Estado y su compromiso con los tratados y organismos internacionales plantea entonces un papel
más activo y definido respecto de la salud sexual de los sujetos. Con esto queremos decir que las
prácticas y discursos contradictorios respecto de la sexualidad, discursos conservadores y
practicas más liberales no hacen más que confundir, atemorizar y limitar practicas que deberían ser
más libres y placenteras, más aún en sujetos que están busca de su identidad como es el caso de
los adolescentes.
Lecturas sobre cuerpo, sexualidad y control social.
Las imágenes se agolpan frenéticas ante nuestros ojos: cuerpos y más cuerpos. En la televisión,
en las calles cubiertas bajo el manto omnímodo de la publicidad, cuerpos al descubierto, desnudos
objetos de consumo. Cuerpos que se compran y se venden en las aceras de la noche santiaguina.
El mercado los expone y los vacía de sentido, los convierte en mercancía, los vuelve frágiles y
perecederos, desechables. Cuerpos femeninos y masculinos cargados de representaciones,
mandatos, deseos. Cuerpos que son construidos por la historia y la cultura, controlados, marcados,
desde que nacen a este mundo.
Una mirada sobre el cuerpo, que de cuenta de cómo es representado, imaginado y vivido, nos
puede enseñar sobre la visión de mundo de una sociedad, las relaciones de clase, la economía y
el Estado. El cuerpo es frontera entre lo social y lo subjetivo, entre lo cultural y lo biológico. Es
objeto social en la medida que es traspasado, moldeado, constreñido, por las instituciones de
control (la medicina, la educación), por la tradición y las costumbres. Al respecto, Rodó nos señala
que: "el cuerpo posee de esta forma un estatus objetivo: es un producto dotado de sentido, un
instrumento simbólico, una suerte de construcción biológica de la realidad hecha por las
sociedades”. Es también un objeto privado en la medida de que es producto de una historia
personal y objeto de vivencias, sensaciones, mensajes subjetivos e íntimos. Cuerpo sexuado,
sujeto de una experiencia que muchas veces transgrede las barreras oficiales del heterosexismo,
objeto prisionero de la jerarquía de género. Cuerpos construidos diferentes y situados en
posiciones diferentes de acuerdo a la división sexual del trabajo. Dual y contradictorio. Recaen
sobre el cuerpo femenino siglos de cruces, ataduras y torturas. Es en el cuerpo de las mujeres
donde recae su subordinación dentro del orden patriarcal, es desde su cuerpo de donde se
generan las resistencias y las alternativas.
Mirar el cuerpo y la sexualidad nos remite inmediatamente al poder, y a los dispositivos de control
cuyo fin es tanto intervenir y moldear las prácticas de los sujetos como construir representaciones,
imágenes y discursos legitimadores. El estado, la escuela, la iglesia, la familia, los medios de
comunicación, forman parte de estos dispositivos de control: en el seno de ellos se construyen
ideas y modelos sobre lo que el cuerpo es, para que sirve, cuales son sus límites, que es lo que se
puede y no se puede hacer con él; sobre que sexualidad es legítima y cual no.
El contexto social, cultural y político de Chile de las últimas tres décadas ha sido caldo de cultivo
de discursos muy diversos en cuanto a sexualidad se refiere. La Dictadura fracturó los modos de
relación entre las personas, quebrantó la vida pública, y a través de un discurso familiarístico
intervino la vida privada. Al respecto, Kemy Oyarzún nos señala: "Para la dictadura, había que
religar el cuerpo nacional. Desorden físico, pero también meta-físico, refundacional. Al menos
como proyecto -proyecto asaz paradójico-, refundar la patria significó fracturar las relaciones
horizontales entre las personas y remitir lo público solo a un engarce vertical de los sujetos
aislados y sometidos con el pater patriae (cuerpo del déspota): no relacionarse unos con otros sino
cada uno con Él (...) La familia como representación –al menos como representación patriarcal-,
carece de historia, desplegando en cambio una riquísima genealogía. Allí, en el tronco mítico y
totémico todos hemos sido hermanos –caínes y abeles- pero hermanos al fin”. Y evidentemente,
un acento en la familia, como representación ideológica emanada del Estado, interviene en las
identidades y construcciones simbólicas de género. En los años posteriores al término de la
dictadura, el discurso familiarístico se mantuvo, esta vez en manos de la derecha política y la
iglesia católica. Discurso que tiene como base representaciones culturales firmemente enraizadas,
especialmente en cuanto a construcción de identidades de género. En nuestra realidad
latinoamericana, las identidades femeninas y masculinas pasan inexorablemente por la realidad del
mestizaje en torno a un modelo de dos caras: el modelo marianismo / machismo. La imagen de
María, la madre virgen, como mujer receptáculo y encarnación de la obediencia, la castidad y el
sacrificio se opone a la de Eva –que en nuestras culturas se resignifica en la imagen de Malinche-,
encarnación de la subversión, la sexualidad y el caos. Malinche, es la india que traiciona a su
pueblo por el amor del conquistador español el que engendra en ella un hijo mestizo - huacho.
Este, despreciado por el padre y por sus pares, culpa a la madre de su desgracia, de su abandono.
La imagen de María, acoge en su seno a los hijos guachos de la conquista: ejemplo claro de esto
es la importancia del culto a María de Guadalupe, en México.
El ideal de mujer es, entonces, María: símbolo de la castidad y virtud femenina, que para
mantenerse como tal debe permanecer encerrada en la maternidad y lo doméstico. La mujer que
sale al espacio público, que transgrede el orden es una nueva Eva - Malinche, una traidora. Doble
imagen femenina, que redunda en la disociación entre cuerpo e identidad: la identidad femenina
gira en torno a la maternidad, el sacrificio y, por lo tanto, la instrumentalidad del cuerpo y la
sexualidad. El cuerpo es un instrumento para hacer, no constituye el ser. Al respecto, Rodó nos
dice: "Al representarse su cuerpo como instrumento, las mujeres lo escinden de la percepción de
su propia identidad; ésta, por lo tanto, requiere de otro sustento, el que las mujeres encuentran en
la maternidad, el único espacio en el que ellas son protagonistas, el único ámbito de creación en el
que son valorizadas ". Este modelo opera con mayor fuerza en las mujeres de clases populares,
donde el cuerpo es instrumento para el trabajo y el sexo. El acceso de las mujeres a la educación y
su inserción en el mercado laboral durante el siglo veinte ha ido mermando la importancia de la
maternidad como lugar de realización de las mujeres, pero es el cambio real de sus condiciones de
vida y la transformación del sistema social que refuerza estas representaciones lo que permitirá la
emergencia de nuevos modelos de mujer que no sean privativos de las elites económicas o
intelectuales.
Como decíamos anteriormente, el discurso familiarístico de la dictadura, luego pasó a manos del
sector conservador de nuestro país: la elite de derecha a través de múltiples fundaciones privadas
"pro-familia", el discurso de los partidos políticos, las líneas editoriales de los medios de
comunicación –televisión y prensa escrita- de los que son dueños en su mayoría, y el papel de la
jerarquía católica mediante posicionamientos públicos en temas controvertidos, discursos y
campañas. Todo esto, en paralelo a una liberalización de la economía, privatización de los
servicios públicos como educación y salud, y una apertura comercial que permitió poner en
contacto a la población con las tecnologías de la comunicación, la televisión por cable, internet,
entre otras. Asistimos a un escenario complejo en el que los modelos culturales, los discursos
conservadores y la creciente modernización chocan y se entrecruzan en una vorágine que no se
detiene. Y por supuesto esto ha significado que las representaciones del cuerpo y la sexualidad
sufran vaivenes y contradicciones. Es en tiempos en que el libre mercado ha tendido sus raíces en
estas latitudes, en tiempos en que la cicatriz del autoritarismo –marca indeleble que el maquillaje
de la democracia neoliberal no puede cubrir- que asistimos a un teatro de contradicciones.
Podemos, entonces, reconocer respecto al cuerpo –especialmente el cuerpo de las mujeres- la
existencia de tres grandes tipos de discursos: en primer lugar, los que tiene que ver con el cuidado
del cuerpo, el cuidado de su salud, y en este grupo tenemos:
a) Discursos sobre salud privada y pública: un discurso médico fuertemente instalado, avances
científicos que permiten mejorar la vida y extenderla, pero que es accesible para quienes poseen
los medios económicos suficientes para posicionarlos en calidad de clientes;
b) Discursos sobre el cuidado estético del cuerpo, sobre sus formas de intervención y
modelamiento a través de métodos quirúrgicos y otras ortopedizaciones.
En segundo lugar, están los discursos que relacionan cuerpo y sexualidad, concentrándose en la
reproducción y la enfermedad. El Estado, a través de una concepción familiarista de la sexualidad,
es decir, entendiendo que esta se inscribe en el seno de la familia donde es enseñada y aprendida,
se preocupa de la salud reproductiva a través de políticas públicas de anticoncepción, planificación
familiar y prevención de embarazo adolescente. De la enfermedad se ocupa a través de débiles
campañas de prevención de VIH (SIDA). El cuerpo sexuado es concebido como heterosexuado,
las prácticas sexuales se limitan al matrimonio o a la pareja heterosexual. Sexualidades otras
quedan ausentes, invisibles o son fantasmas de pesadillas como la pedofilia o la pornografía. Lo
otro, se iguala a los siniestro, a lo des-familiar, en el límite con lo delictivo.
En tercer lugar, la influencia de los sectores conservadores y las iglesias -especialmente a través
del discurso de la Iglesia Católica- presionan al Estado en términos de que las políticas públicas
respecto a salud reproductiva y sexualidad, atentan contra la integridad de la familia. De esta
manera, y especialmente a través de los medios de comunicación que controlan las elites
conservadoras, se censuran las campañas de prevención del SIDA, se condenan las JOCAS , el
uso de anticonceptivos –incluso los de emergencia- y de preservativos, se condena el aborto, el
divorcio, la igualdad de los hijos ante la ley, la diversidad sexual entre otros temas catalogados
como antifamilia. El cuerpo y la sexualidad de las mujeres es concebido como cuerpo para la
reproducción y no para el placer, y tiene la misión sacrificial de mantención del núcleo básico de
sociabilidad, esa familia que se impone por sobre los sujetos.
En este sentido, resulta contradictorio el hecho de que aquellos medios de comunicación que
privilegian una visión reproductiva de la sexualidad –siempre heterosexual- y manifiesten un
discurso tan conservador, presenten en sus líneas programáticas espacios en los que el erotismo
cobra gran importancia: esto se percibe primordialmente en el contenido de las teleseries –
melodramas que han sufrido un "destape" en los últimos años, que muestran desnudos y escenas
eróticas a la hora del té- y de los espacios juveniles. Uno de estos, el programa "Mekano" emitido
por la señal Mega –bastión del conservadurismo de derecha-, destinado a los preadolescentes y
jóvenes hasta los veinte años y con gran sintonía en nuestro país, muestra una imagen de los
jóvenes, especialmente de las mujeres jóvenes muy en contradicción con la "moral" de la línea
editorial del canal. En este espacio podemos ver una exaltación del cuerpo femenino a través de
imágenes de jovencitas de figura perfecta, voluptuosas, que muestran sus cuerpos al ritmo de
música exportada de Brasil (axé, ragga, entre otros) y cuyo baile es de un alto contenido erótico.
Estos ritmos tienen gran eco en los jóvenes, quienes los imitan en fiestas y discotecas. Por otra
parte, el programa se nutre de los enredos amorosos de sus protagonistas, con múltiples
intercambios de parejas, que claramente se contraponen al modelo de pareja monogámica que
propugnan este canal muy cercano al Opus Dei. Hacemos alusión a este programa, más que para
polemizar sobre la línea programática de dicha estación, para ver la contradicción que existe entre
lo que los medios de comunicación deciden vender a los telespectadores-consumidores, los
discursos oficiales, las políticas públicas y las prácticas de los jóvenes en materia de sexualidad.
En primer lugar tenemos un discurso destinado a las familias como espacio de mediación –superior
a los individuos- que tienda a reprimir y encauzar la sexualidad de sus miembros especialmente de
aquellos que son susceptibles de formación / deformación: los hijos. En este sentido la familia es
crucial. Según Valdés tenemos que: " Las familias juegan un rol fundamental en la socialización de
la sexualidad y actúan como disciplinadoras de las sexualidades a través de aquella fuerza
simbólica y pragmática que establece un “deber ser” individual y social particular respecto de la
diferencia sexual. Las familias modelan las actividades en la vida cotidiana, el desear, el
comunicar, el trabajar, el participar socialmente". El Estado no asume un papel activo en materia
de educación en sexualidad, dejándolo en manos de la familia, a quién apuntan también los
mandatos de la Iglesia, sobre una población que se declara católica, pero cuya preponderancia se
encuentra en retroceso.
En segundo lugar tenemos unos medios de comunicación que más que contribuir al debate público
sobre sexualidad, la convierten en objeto de consumo: utilizan los cuerpos semidesnudos de
hombres y -sobre todo- mujeres para vender productos, conceptualizan el placer en esos términos,
utilizan el erotismo como herramienta de marketing y como forma de mejorar sus audiencias. Esto
implica un torbellino de imágenes e informaciones, que redundan en nuevas formas de aprender
sobre sexualidad y que escapan del resguardo del control familiar. El enemigo está dentro de casa
y atacará a quienes sean más susceptibles: los jóvenes.
Resulta sorprendente constatar la absoluta vulnerabilidad de las y los adolescentes en estas
materias, ya que tanto para el estado como para las distintos acuerdos, convenciones y tratados
internacionales no existen como sujetos con necesidades y particularidades en materia de
sexualidad, con derecho a ejercer su sexualidad libre, informada y responsablemente. Y en este
punto existe una situación sumamente paradójica: los adolescentes no existen para el Estado, pero
sí para el mercado, de hecho, son un grupo de consumo claramente definido, junto con los
preadolescentes o tweens.
Pero hablar de sexualidad en tiempos de modernidad y globalización significa también reconocer
las transformaciones que lentamente se vienen produciendo desde hace décadas y que si bien no
se han instalado como nuevos modelos que sustituyan las viejas concepciones sobre el cuerpo y
qué se debe hacer con él, si se plantean como modelos agregados o alternativas en las que
hombres y mujeres pueden moverse con más o menos libertad. Esto da cuenta de un modelo en
transición hacia una nueva forma de concebir la sexualidad por parte de los sujetos.
Ahora bien, estas tendencias chocan frontalmente con la falta de preocupación del Estado por
educar en sexualidad a la población adolescente y por generar políticas destinadas a ellos. Esto
redunda en que la sexualidad adolescente se encuentre silenciada o invisible en el núcleo familiar,
o cargada de una concepción negativa: la iniciación sexual de los jóvenes se iguala con el
embarazo adolescente. La escasa información sobre sexualidad que se entrega en los
establecimientos educacionales tiene un fuerte enfoque biologicista, es parcial y sesgado, deja
fuera la afectividad e intersubjetividad que ello implica, las diferencias intergenéricas e
intergeneracionales; las acciones que se toman en este ámbito se dan en un contexto de
represión, castigo y discriminación, como lo demuestran los casos de marginación del sistema
escolar regular de la adolescente embarazada. Inclusive, hasta el año 1997, el Ministerio de Salud
no tenía una política clara dirigida hacia los adolescentes. Ese año se creó el Programa de Salud
del Adolescente, que tenía como finalidad la creación de servicios para contribuir al desarrollo de
una salud sexual y reproductiva sana, fortaleciendo las acciones de prevención del SIDA y otras
enfermedades de transmisión sexual y del embarazo en adolescentes. Y por lo menos hasta el año
2000 este programa no contaba con financiamiento. Las políticas públicas en materia de salud
sexual y reproductiva sólo contemplan a las mujeres embarazadas o que ya han sido madres, lo
que deja fuera a todas las jóvenes sexualmente activas que no lo son y sus necesidades, quita a
los hombres su responsabilidad en materia de anticoncepción y prevención del embarazo no
deseado y excluye las prácticas sexuales gay, lésbicas, bisexuales, etc. En los últimos años hemos
asistido a discusiones polémicas en torno a prácticas sexuales adolescentes, como la expulsión de
jóvenes homosexuales o lesbianas de los centros educacionales por su opción sexual, lo que nos
habla tanto de un proceso de visibilización de la sexualidad adolescente –cosa que se refleja
también en las cifras de embarazos en jóvenes entre 15 y 19 años: hay 41.530 nacimientos
anuales, indicador que corresponde al número de nacidos vivos de las mujeres entre estas edades.
La mayor parte de estos embarazos no son deseados, ocurren fuera del matrimonio y perturban el
proyecto de vida de las mujeres adolescentes - como de una apertura de los y las jóvenes a
diferentes formas de vivir su sexualidad, a la posibilidad de experimentar y construir su identidad
genérica.
Por otro lado, el discurso de la iglesia hacia los jóvenes, en lo que se refiere a su sexualidad, está
enfocado hacia retrasar su iniciación sexual, en mantener las relaciones sexuales circunscritas al
matrimonio y siempre con fines reproductivos, y por lo tanto es un discurso que pretende ejercer
control sobre el cuerpo de los y las adolescentes, enfatizando el discurso familiarístico que
señalábamos anteriormente. Este discurso surte efectos entre ciertos jóvenes de nivel
socioeconómico alto, ligados a familias pertenecientes al Opus Dei. La mayor parte de los jóvenes
viven su sexualidad mas abierta y libremente, ligada al placer, al amor, a la exploración y menos
vinculada a la reproducción, expuestos a una gama de mensajes y presiones que-como hemos
señalado- son muchas veces contradictorias.
La arremetida mediática de la iglesia católica en materia de sexualidad, a través de campañas
"pro-familia", en tiempos en que los medios de comunicación muestran una sexualidad noreproductiva, es la punta visible de un iceberg constituido por todos los mecanismos de control
destinados a mantener congeladas las representaciones tradicionales en torno al cuerpo y
mantener atadas las prácticas de los sujetos. Ejemplo de esto son las constantes presiones que la
iglesia chilena despliega sobre el Estado en los temas de la llamada "agenda valórica" (divorcio,
anticoncepción, aborto, sexualidad, etc.), lo que se hace patente sobre todo en la discusión sobre
anticoncepción de emergencia, que es un tema no resuelto -y en pugna- entre el gobierno y el
grupo formado por la derecha política y la iglesia católica.
A modo de conclusión
Para terminar presentamos propuestas para abrir el debate respecto de la sexualidad
adolescentes, de la promoción, de la educación y de las responsabilidades compartidas en torno a
la defensa de los derechos sexuales y reproductivos.
En primer lugar consideramos fundamental un cambio en la concepción de la sexualidad y a la
educación en torno a ella. Pensamos en una sexualidad vivida y pensada desde lo positivo,
recordando que se educa en relación al temor y al miedo. Así mismo vemos una necesidad en que
la sexualidad no puede ser pensada sino es en relación a relaciones de género igualitarias.
Difícilmente viviremos o podremos pensar desde otra forma la sexualidad si aún los patrones socio
culturales que sitúan a mujeres a y hombres en roles y prácticas rígidas que impiden relaciones
sanas, libres e igualitarias.
En segundo lugar es necesario situar la discusión respecto de la familia. Pensamos que ya no es
posible, sobre todo si hablamos de educación sexual, verla como un núcleo independiente y
cerrado. Queremos reflexionar respecto de esta idea o ilusión de ver a la familia como un refugio.
Si tomamos el caso chileno de cómo fue conceptualizada la familia desde dos momentos políticos.
La familia en el Estado bienestar fue una institución de intervención pública, la regulación de
matrimonios, libretas de familia y asignaciones familiares a los trabajadores fueron una manera que
tuvo el Estado, con una mirada higienistas por cierto, de regular las sexualidades de los sujetos,
sumado a practicas de anticoncepción y de abortos terapéuticos.
La contra parte ha sido la instalación – imposición del modelo neoliberal a la par de practicas
represivas en la dictadura: las políticas de ajuste, las crisis y dictaduras mermaron todo tipo de
intervención estatal en términos de protección social, acompañados de discursos conservadores y
moralizantes y políticas económicas de shock que provocaron el empobrecimiento y desprotección
institucional de una gran parte de la población. En esto procesos la familia sufrió por todos los
frentes: empobrecimiento brusco, flexibilización laboral del proveedor, asumir la educación de los
hijos...en definitiva hubo un encierro en sí misma de la familia como institución en tanto cada grupo
debió asumir en soledad estas crisis, buscando diversas estrategias de sobrevivencia (sobre todo
las más pobres) y estrategias para hacer frente a los procesos de privatización de todos los
servicios básicos antes a cargo del Estado. Por otra parte, otra consecuencia de la instalación de
un modelo neoliberal las familias nuevamente son las más afectadas y las mujeres, según las cifras
las más perjudicadas, el modelo justamente descansa y justifica la doble jornada de las mujeres.
La domesticidad de la mujer es un tema no superado por ningún discurso moderno que haya
llegado hasta estos lados. Es en ese sentido donde es urgente el llamado de nuevamente
intervenir la familia en cuanto a democratizar los roles y relaciones de género en lo que respecta a
las labores domésticas en todas las clases sociales. Es en este momento donde la familia se y es
replegada la falta de protección social y la ola de discursos conservadores no hicieron más que
estancar procesos de apertura respecto de la sexualidad y se dejó en manos de ella la educación
sexual con los recursos que cada una posea y quiera entregar. La instalación del modelo neoliberal
y el consecuente repliegue de la familia ha liberado al Estado de su responsabilidad de participar
de en la promoción de una libre educación sexual. Por cierto cuando proponemos la necesidad de
que el Estado se haga parte de la educación sexual y de la ayuda a las nuevas formas de
sexualidad y familia incorporamos también visiones más tolerantes y libres de la sexualidad.
Consideramos que es deber del Estado y de todo los entes socializadores (iglesia,
establecimientos educacionales, familias, medios de comunicación, etc.) promover, informar y
proteger una sexualidad libre y saludable, concebida como parte integral de los derechos de cada
ser humano. Naturalmente, ello implica concebir a las y los jóvenes como sujetos que poseen
derecho a ejercer su sexualidad de manera igualmente libre que los adultos, que puedan acceder
al sistema de salud en materia de salud sexual y reproductiva sin estar mediatizados por sus
padres, sin importar su orientación sexual y sin discriminación. Para ello se hace sumamente
urgente una política de educación sexual destinada a entregar información y orientación a los niños
desde que ingresen al sistema escolar.
Bibliografía Consultada:
* llanes, María Angélica: "El cuerpo como cultura: el caso chileno" En: samaritanas, mediadoras y guardianas: poder y
ciudadanía de las mujeres en la salud. Seminario Taller. Guadalupe Santa Cruz y Victoria Hurtado. Ed. Instituto de la Mujer.
Santiago, 1995.
* Oyarzún, Kemy: "Desnaturalizar las diferencias: sexo, cultura y poder". En “Escrituras de la diferencia sexual”. Olea,
Raquel (editora). LOM Ediciones / La Morada. 2000
* Rodó, Andrea: "El cuerpo Ausente". En: Revista Proposiciones n° 13, año 7. Ediciones Sur. Santiago, 1987.
* Tuozzo, Celina: "Cuerpos codificados, cuerpos transgresores". En: Revista Nomadías. Monográfico n° 1. Revista de la
Facultad de Filosofía y Humanidades. Universidad de Chile. Santiago, 1999.
* Valdés, Teresa: "¿Del deber al placer? Socialización en sexualidad en familias populares de Santiago" (Borrador para
discusión) En: Seminario Familia y Vida Privada: ¿Transformaciones, tensiones, resistencias y nuevos sentidos?
FLACSO/CEDEM, Santiago de Chile, septiembre de 2004.
Fuente: Red Latinoamericana y Caribeña de Jóvenes por los Derechos Sexuales y Reproductivos http://www.redlac.net/
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