CARTA A BENITO XVI - Cristianos por el Socialismo

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CPS OPINA...
CARTA A BENITO XVI
Estimado Benedicto XVI
Su reciente visita a Santiago de Compostela y a Barcelona de España ha dejado un
rastro de perplejidad. En realidad, el conjunto de su visita rezuma un mensaje de
poder político-religioso. No sabemos dónde termina lo político y dónde empieza lo
religioso. Todo ha estado muy mezclado. Los preparativos para acoger a un Jefe de
un Estado tan especial por ser al mismo tiempo Jefe espiritual de una Iglesia, fueron
especialmente llamativos. La situación llegó a un clima tal, casi apoteósico, cuando
los bandos de ambos alcaldes de Santiago y Barcelona, llamaron a los vecinos a
participar en los actos religiosos y llegó al cenit cuando el alcalde de Santiago
proclamó como “territorio Vaticano” las plazas y calles del entorno de la catedral,
antes y durante la visita del Papa. Un despliegue policial pocas veces visto, las calles
tomadas, el tráfico parado, para recibir a las masas de gente que querían ver y
saludar al Papa. Pero estas nunca llegaron. Al final, las calles quedaron semivacías y
su recorrido en papamóvil demasiado rápido para que se dejara ver por las pocas
personas que estaban en las aceras, al menos en Barcelona.
Las ceremonias religiosas en cada una de esas ciudades, han sido, una vez más, una
manifestación ostentosa de poder, propia de un Jefe de Estado, pero no de un Jefe
espiritual. La liturgia de estos eventos son más propias de siglos pasados que de
cercanía humana y de fe en estos tiempos. Nos llama la atención la exclusión de la
mujer en todo este ceremonial, si se excluye la operación de la limpieza del altar de
unas impecables monjitas. Un mundo solo de varones. Muchísimos obispos y
sacerdotes, pero ninguna mujer en el círculo que rodeaba al Papa en el altar. No es
hora de exclusiones, sino de integración de todos y de todas en el pueblo de Dios.
Sus discursos y sus declaraciones nos han dejado confusos. No acertamos a
descubrir el significado de lo que Vd. llama “laicismo agresivo”. ¿Significa que Vd.
acepta y respeta un laicismo que no sea agresivo? ¿O es que acaso el laicismo por
sí mismo ya es agresivo, según su opinión? Nos preguntamos dónde está la
agresividad de ese laicismo que Vd. condena? Lo que parece dar a entender es que
no soporta la progresiva secularización de Europa, no admite el secular conflicto entre
fe y razón, no quiere confrontación entre fe y laicismo, lo que quiere es una presencia
activa de la religión católica en la vida pública, de tal manera que sea la “católica
España” la que inicie el proceso de re-evangelización de toda Europa y a través de
ella a todo Occidente y al resto del mundo. Es decir, restaurar el viejo anhelo de
Cristiandad de siglos pasados, el imperialismo religioso-católico que impone sus
dogmas, su moral y sus ritos a toda la Humanidad.
En sus declaraciones lamenta Vd. la falta de poder, de más poder. Cuando ha venido
rodeado de poder político y mediático como ningún príncipe o gobernante hasta ahora
lo había hecho y, de manera incomprensible, riñendo a la sociedad española porque
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funciona ya con criterios de sociedad adulta, laica Está convencido que la
evangelización debe hacerse desde el poder, en alianza con el poder político y
económico. Esto va en contra de la actitud de Jesús que se enfrentó y denunció
duramente tanto al poder religioso como al político, es decir, su pensamiento es muy
poco evangélico. La gente ve a la Jerarquía como cómplice de los poderosos. Y Vd.
no quiere entender que eso que Vd. llama laicismo es sencillamente la voluntad de
una mayoría de españoles que desea consolidar una sociedad laica en un Estado
laico. Lo que no significa ataque ninguno al Cristianismo, ni expresa sentido alguno
antirreligioso, sino respeto a todas las religiones y creencias. Porque el laicismo
defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del
Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa.
Nosotros mismos nos consideramos ciudadanos y no súbditos, y por tanto, no
queremos volver a someternos a ese catolicismo en el que el Estado vertebraba la
sociedad con las normas impuestas y emanadas de la Iglesia Católica, tanto en la
escuela, como en la economía, en las costumbres de las gentes, o en las expresiones
públicas de la fe católica.
Sr. Ratzinger, no queremos que en su próxima visita a España, en Agosto del año
2011, con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud, se vuelva a repetir toda esta
liturgia de dichos y hechos. No queremos que el Gobierno siga privilegiando a la
Iglesia católica y discriminando a las demás religiones o creencias. No queremos un
espectáculo de masas de jóvenes traídas de todos los lugares de España y del
mundo bajo presión. Queremos que el Vaticano minimice, e incluso abandone, ese
poder político, religioso, económico y mediático, y trate humildemente de comunicar el
Mensaje del Reino desde la sencillez, desde la pobreza, desde una fe en el Jesús,
profeta laico itinerante por los pueblos de Galilea.
Comisión de Laicidad de la Iglesia de base de Madrid
Noviembre de 2010
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