Efectos psicológicos en la paciente con cáncer ginecológico

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Efectos psicológicos en la paciente con cáncer ginecológico
Lic. Claudia Seifert; Lic. Beatriz Rial
Debido a que el cáncer de mama es el más frecuente de los tumores en la mujer, los problemas
sexuales en general se han visto más relacionados con la mastectomía que con otro tipo de
neoplasia.
Quitar una o ambas mamas es obviamente traumático. El efecto colateral es que la mujer se siente
poco atractiva, ya que nuestra sociedad considera a las mamas como parte esencial de la belleza
femenina, por lo cual una cirugía en este área suele producir inseguridad en la mujer en la relación
sexual con su pareja.
Luego de la mastectomía radical algunas mujeres suelen tener dolor crónico en el pecho y hombro.
Cuando la cirugía remueve solo el tumor, la mama puede quedar cicatrizada con diferente forma y
tamaño.
Durante el tratamiento radiante la piel se torna roja e hinchada y la mamase sensibiliza, no
obstante las sensaciones pueden permanecer normales.
La cirugía o radiación no merma la capacidad física de sentir deseo, de tener lubricación vaginal
normal, tener sensaciones genitales o de alcanzar el orgasmo.
Cuando el cáncer de mama es hormono-dependiente, se considera que los altos niveles de
hormonas durante el embarazo, pueden incrementar el riesgo de recurrencia. Por eso se aconseja
esperar 5 años a partir del tratamiento oncológico antes de embarazarse. Se utiliza este periodo de
tiempo porque la mayoría de las recurrencias ocurren en este lapso de tiempo.
La aparición de un tumor maligno en los órganos sexuales femenino constituye un impacto
psíquico capaz de des estructurar el equilibrio anímico y afectivo.
La imagen corporal se ve afectada y también sus relaciones con el entorno debido a que estos
órganos tienen la función de la reproducción sexual y remiten a la integridad corporal, ya que
constituyen el símbolo de la femineidad, por eso cualquier destrucción es un atentado contra la
estructuración psíquica del sujeto; siendo el resultado más frecuente la ansiedad, depresión y la
desesperanza de la paciente. Por eso es importante acompañar a la paciente para afrontar su
depresión ya que esta repercute en su integridad física en su resistencia inmunológica y en su
capacidad de supervivencia.
La competencia del sistema inmunitario puede disminuir si no se tiene en cuenta el tratamiento
integral tanto físico como psíquico.
Las pacientes con cáncer luchan contra la enfermedad y la depresión y se ven a si misma como
ineficaces, poco importantes, carentes de significado e incluso indignas de ser amadas.
El cáncer está asociado a graves e inevitables dolores, a desfiguración y a incapacidad, a rechazo
social e incluso a censura moral. Esto es perjudicial, ya que notamos que cuando la mujer
sospecha que puede tener cáncer suelen tener mucha dificultad para manejar esta situación, lo
que produce retraso en la consulta y obtura la posibilidad de un diagnóstico precoz.
La esperanza de vida de una persona con proceso neoplásico depende del momento en el que se
efectúe el diagnóstico. Si este es precoz, las posibilidades de curación son máximas.
Todo tipo de intervención o tratamiento sobre los órganos sexuales femeninos, es vivido como un
ataque a la base de la femineidad, repercutiendo en la sexualidad integral de la mujer.
Estas intervenciones implican una sensación de deformidad (vulvectomía) lo que repercute
negativamente en el auto concepto y autoestima de la mujer.
La paciente tiene que añadir al trauma del cáncer el hecho de verse inutilizada en sus partes más
significativas en tanto mujer.
Los órganos femeninos son imprescindibles en la auto imagen de la mujer, siendo fundamental en
su vida social, de relación y de pareja, Debido a esto es normal que cambien en su
comportamiento, presenten problemas en su vida afectiva y familiar e incluso modifiquen sus
hábitos en el vestir y en la interacción social.
Esta es una experiencia traumática que conduce a un profundo proceso de represión psicológica,
de inhibición y especialmente de represión sexual.
Al mismo tiempo aparecen penosos sentimientos de culpa asociados al valor simbólico de la
función perdida, del cuerpo, de la pareja y del ser madre. La frustración es total, hiere lo más
profundo de la sexualidad femenina. Esto es vivido en forma de temor, temor que emerge como
ansiedad frente a la posibilidad de una reactivación del proceso neoplásico.
Otra de las manifestaciones está dada a través de los celos en la relación de pareja, debido a la
inseguridad que produce la pérdida de la función sexual, significada como femineidad.
La gratificación amorosa se ve afectada porque la mujer experimenta este trauma como castración.
La represión sexual consecuente produce culpa, depresión, así como sentimiento de impotencia e
inseguridad.
La enfermedad, intervención y/o los tratamientos coadyuvantes dan lugar a una serie de pautas
inhibitorias eróticas y extraeróticas que se derivan de una depresión aguda.
El modo de conducirse, el lenguaje, los gestos, la conducta en general cambia, apareciendo
conductas disfuncionales como frigidez, dispareunia e insatisfacción sexual. Por esto podemos
decir que la perdida de la función sexual supone un traumatismo psíquico elevado que repercute
en la vida integral de la mujer.
La intervención quirúrgica es un atentado contra el narcisismo de la mujer, su cuerpo es un
mediador complejo, soporte de las relaciones psicomotoras, del modo de ser en los actos
creaciones y producciones, el cuerpo es el lugar de la identidad de cada uno, por ello es posible
que sea considerado bello o feo, adaptado o no por la mujer que lo vive en la realidad, de ahí que
la intervención pueda producir alteraciones profundas en la personalidad. La preocupación de
llamar la atención de los otros, especialmente de los hombres queda anulada tras la intervención
quirúrgica que conlleva la perdida de función.
Tras la intervención y la agresión de los tratamientos, la mujer no responde sexualmente y parece
estar libre de sentimientos eróticos y de respuestas sexuales.
Esta situación suele implicar un serio peligro frente a estados de angustia y para el equilibrio de la
relación de pareja.
Tras el diagnóstico, puede presentar aversión a la sexualidad y evitar el contacto sexual ya que su
imagen de mujer y su posible evolución como tal se derrumba.
El impulso sexual se puede ver frenado ante la incidencia de los tratamientos. Esta inhibición
puede dar lugar a una ambivalencia psicológica de miedo hostilidad y en consecuencia un gran
sentimiento de culpa asociado que lleva a la paciente al borde de la depresión.
En general, la agresión física que implican los tratamientos a su femineidad originan un cierto
miedo a si misma, un componente de extrañeza y vergüenza, que la lleva a evitar todo contacto
sexual.
Es aquí donde vemos la dificultad de aceptación del nuevo esquema corporal, que se correlaciona
con una elevada ansiedad y va a impedir cualquier forma de sexualidad.
Es en estos momentos donde la ayuda psicológica respecto ala sexualidad se torna imprescindible
para la paciente y para su pareja.
Es importante que la pareja entienda la necesidad de adaptarse a esta frigidez provocada por la
agresión psicofísica de la enfermedad y tratamientos.
La disminución del apetito sexual imputable a una causa orgánica disminuye la receptividad erótica
de la mujer.
En estos casos, lejos de una imposición del acto sexual, será necesario lograr un nuevo
acoplamiento, una experiencia nueva de asunción de su nuevo esquema corporal y de su
sexualidad.
La aceptación del nuevo esquema por parte del cónyuge resulta fundamental, siendo conveniente
que pueda acercarse nuevamente al encuentro sexual a través de la estimulación parcial previa.
Tras la vivencia de desexualización que ocurre como consecuencia de la intervención quirúrgica y
de los distintos tratamientos, corresponde una nueva sexualización del cuerpo que resulta básica
para preservar la identidad del yo.
La mujer puede interpretar la intervención como una castración de su sexualidad, una ruptura de
su papel femenino y de su esperanza de maternidad.
La incomprensión de su futura femineidad suele dar cuenta de la aparición de sentimientos de
amargura y resentimiento, de timidez y de elevada sensibilidad ante la crítica.
El sentimiento de que fue dañada puede dar lugar a que inconscientemente exija una
compensación de los daños sufridos, creando una excesiva dependencia respecto a su familia, que
perjudica su rehabilitación en tanto mujer.
Podemos decir que una estrecha relación psíquica y emocional entre la paciente y su pareja
constituye el antídoto más eficaz para superar el bloqueo sexual y la angustia de desesperación.
Cuando esto no se da la terapia sexual puede ser requerida para vencer la falta de apetito sexual.
Este tratamiento consiste en trabajar el problema de pareja, durante el tiempo que sea necesario,
lograr el conocimiento de la sexualidad, resolver problemas sexuales graves o crónicos y resolver
conflictos emocionales previos, todos elementos imprescindibles de modificar y trabajar, para
facilitar un nuevo tipo de encuentro.
La caída de los tabúes tiene que favorecer la práctica plena de la sexualidad, es necesario
recuperar la sexualidad en una relación afectuosa íntima y de auténtica cooperación
Si bien se considera que cuando se descubre el cáncer, el primer interés es la supervivencia, se
producen no obstante simultáneamente muchas emociones conflictivas. El miedo a la castración, la
ansiedad producida como consecuencia de la creencia del rechazo de la pareja, la perdida del
atractivo, son algunos de los sentimientos que afloran.
Se puede admitir que los conflictos psíquicos que experimenta la mujer en aceptar y acomodarse a
la perdida de los órganos sexuales femeninos, en general se debe al temor que tiene frente a la
respuesta de los otros, en especial de la pareja y más en el caso de ser joven.
El dolor del rechazo aumenta en la intimidad, no solo el temor al rechazo en forma de desprecio,
sino también el rechazo en forma de piedad, este ultimo en especial lleva implícita la creencia de
que la mujer ha sido disminuida realmente, lo que refuerza aun más su fantasía de creerse
incompleta, es decir destruye aun más su autoestima.
Podemos hablar de tres aspectos como pilares para la sexualidad.
1. el primero esta dado por el patrón de respuestas de la mujer frente a la operación - castración y
depende de conceptos propios relativos a la sexualidad, femineidad, maternidad, valores y
cánones sociales.
2. el segundo deviene de como responde la pareja
3. el tercero depende de la habilidad y sensibilidad del equipo tratante, en el sentido de como da la
información, apoyo, cuidado y sugerencias especificas respecto a la rehabilitación postoperatoria.
Muchas veces, el sistema hospitalario hace que se prescinda de dar información adecuada, lo que
no permite a la mujer significar lo que le han hecho, y de esta manera le obturan la posibilidad de
elaborar la situación.
El trabajo terapéutico puede ayudar a fortalecer la autoestima a través de un trabajo que le permita
a la paciente la construcción de nuevos significados o resignificaciones de su concepto de ser
mujer, junto con un trabajo en pareja que le permita ampliar el real sentido de la sexualidad.
La recuperación de su sexualidad es un indicador de la recuperación de su enfermedad
neoplásica.
Tenemos que ayudar a estos pacientes a disminuir sus trastornos emocionales, fomentándole el
autocuidado, demostrándole que pueden hacer cosas, que pueden seguir siendo la misma
persona; también tenemos que ayudar a que aumenten la actividad física y a corregir los
pensamientos negativos, encontrando fórmulas alternativas a la desesperación, mejorando la
calidad de vida y proporcionándoles renovados deseos de fuerza e ilusión para que puedan
continuar su proyecto vital en armonía consigo mismo y con los otros.
Lic. Beatriz Rial - Lic Claudia Seifert
cseifert@ciudad.com.ar
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