MUJER Y SALUD MENTAL DRA. ROXANA J. VILLARREAL RAMIREZ MEDICO PSIQUIATRA Y PAIDOPSIQUIATRA SECRETARIA REGIONAL POR EL DISTRITO FEDERAL DE LA F.A.M.M.A.C www.psiquiatriaintegral.com E.mail: roxyvillarreal@hotmail.com La salud mental es un estado de bienestar mediante el cual el individuo reconoce sus habilidades, es capaz de contender con el estrés de la vida cotidiana, trabajar de manera productiva y fructífera, y hacer contribuciones a su comunidad. La prevalencia de los trastornos mentales está estrechamente relacionada con las condiciones sociales, económicas y culturales. Si consideramos los cambios generados en las últimas décadas en cuanto a la información y tecnología, observamos que la forma y el contenido de los trastornos mentales y, en consecuencia, de los tratamientos psicoterapéuticos son subyacentes a dichas transformaciones. Desde los comienzos de la vida humana y la civilización actual, las mujeres han sufrido de discriminación, abuso sexual, verbal y físico, y todo tipo de desigualdad de la mujer en todos los aspectos biopsicosociales, así como en todas las dimensiones de la vida. Desde hace muchos siglos, la mujer ha cumplido ciertos roles que la han llevado a ser estigmatizada. Aunque el papel de la mujer en casa ha sido muy útil y valioso, por lo general ha cumplido papeles inferiores al hombre en el aspecto educativo, laboral y social. Actualmente, aunque se han logrado muchos cambios por los esfuerzos de las mujeres, todavía se observan remanentes de ese estigma: algún grado de diferencia de trato y de oportunidades para las mujeres; se continúa dando a la mujer una posición históricamente desfavorable. Debido a esta estigmatización, las mujeres han sido víctimas de discriminación en todos los aspectos de la vida. Han sido discriminadas por el género masculino, y en ocasiones, también por el género femenino. Esto lo observamos en las poblaciones femeninas de los sectores más desprotegidos, así como también en cualquier tipo de población. La discriminación se inicia en el ámbito doméstico, como resultado de una cultura patriarcal que se manifiesta en todo tipo de opresión: desde los abusos sexuales, y físicos, hasta privación de los derechos. A la mayoría de las mujeres se les enseña a ser resignadas y sumisas, son obligadas a quedarse en casa a cuidar de sus hermanos menores y a ayudar en las labores domésticas. En las regiones rurales de nivel socioeconómico más bajo, las mujeres asisten a la escuela menos que los varones, y dejan de educarse a más temprana edad; de ésta forma, la tasa de analfabetismo femenino es mayor. La discriminación la observamos también en la persistencia de importantes diferencias de la condición social, política y económica entre la mujer y el hombre, y en la participación limitada que tiene la mujer en el campo laboral, la discriminación salarial y la segregación ocupacional. El machismo es una práctica de dominación que privilegia al hombre dentro de la sociedad, o sea degradan a la mujer por el hecho de ser mujer. El hombre diferencia y excluye a las mujeres por sus aparentes debilidades físicas y emocionales, diferencias que, son impuestas desde la niñez. La influencia cultural en la diferencia de roles proviene de una interacción de diferentes razas y grupos étnicos. Debido a ello, la socialización trae consigo el machismo como lenguaje, que está presente en todos los aspectos de las interacciones humanas. Los hombres obtienen más libertad en comparación con las mujeres, por la creencia de su mayor fortaleza y por los abusos cometidos contra el género femenino. Las mujeres se casan y permanecen el resto de su vida complaciendo al marido y son privadas de expresión, opinión, y de tomar decisiones. También son víctimas de malos tratos físicos, verbales y psicológicos, y siempre deben obedecer las órdenes de los esposos, que incluyen aspectos relativos de la sexualidad, es decir, son abusadas sexualmente, pues deben complacer al marido cada vez que éste lo desee, independientemente de que ellas quieran. Todo esto representa como en la sociedad actual perduran secuelas muy fuertes de antepasados machistas; las mujeres siguen siendo vistas y tratadas como un objeto y no tienen el valor y la igualdad que se merecen. CONSIDERACIONES CLINICAS: Embarazo adolescente: Desde la década de l970, la fecundidad en las mujeres ha disminuido notablemente en todo el mundo, debido a factores sociales, económicos, culturales y tecnológicos. Los embarazos de la mujer latinoamericana sobrepasan la media de la mujer mundial. Este problema está estrechamente relacionado con niveles de mayor pobreza, desprotección y falta de educación, y desencadena grandes consecuencias para la madre adolescente, su familia y su hijo. Entre las consecuencias de un embarazo adolescente se encuentran los mayores riesgos de salud física y mental, tanto de la madre como para su hijo. Hay mayor número de pérdidas intrauterinas y morbimortalidad maternofetal. Estos riesgos son mayores en adolescentes menores de 18 años. Por otro lado, las condiciones relacionadas con los embarazos no deseados y problemas familiares y socioeconómicos adicionales, así como las nuevas responsabilidades y cambio de rol de la joven madre, llevan a un desajuste emocional que puede desencadenar patologías mentales en la mujer adolescente, como depresión posparto y abuso de drogas, entre otras. No menos importante es el reflejo en la formación escolar y laboral; las madres adolescentes se encuentran en la dificultad de compatibilizar el embarazo y la crianza, con la educación y la inserción laboral. Es decir, éstas madres no acuden a la escuela, pero tampoco logran ingresar al mercado laboral, lo que conlleva dificultades económicas. Estas dificultades lamentablemente conducen a la pobreza y a la falta de oportunidades, así como al aumento del riesgo de desnutrición infantil y de situaciones de vida precarias. La mayoría de estas adolescentes, son madres solteras. Por falta de madurez, los varones suelen ser padres y parejas ausentes, que no se responsabilizan de sus hijos. Esto aumenta la presión económica y la responsabilidad sobre las mujeres. Existe una alta incidencia de embarazos adolescentes que no son deseados. Esto sugiere que no se están ejerciendo los derechos de los adolescentes frente a la sexualidad y fecundación sanas, y que hace falta educación. Depresión posparto: La prevalencia de trastornos mentales es mayor en los países en desarrollo con niveles altos de pobreza. La depresión en las mujeres puede ser considerada como una respuesta física y psicológica debido a las demandas de la vida diaria. Muchas mujeres sufren depresión posparto, un trastorno de suma importancia con repercusiones tanto para la madre, como para el bebé. Esta patología se presenta en las primeras semanas después del parto, y puede durar desde un mes, hasta un año, con intensidad variable. También es importante tener en cuenta los factores que predisponen o se relacionan con esta patología. Se debe estar atento desde el primer nivel de atención al estado de ánimo de la paciente embarazada, su historial mental y antecedentes personales y familiares de depresión, y otros trastornos del afecto, ya que la depresión antenatal es un importante factor pronóstico de depresión posparto. También es importante valorar factores como el apoyo social y familiar, la calidad de vida de la mujer embarazada, el nivel de educación, el nivel económico y otras variables culturales que indiscutiblemente, influyen en éste trastorno. La mujer en Latinoamérica, tiende a sufrir con más frecuencia de depresión posparto. Esto se debe a los bajos niveles socioeconómicos. Las madres más jóvenes, las estresadas por la relación con su pareja, las adolescentes con situaciones familiares y económicas adversas y las víctimas de abuso sexual corren mayor riesgo de desarrollar depresión posparto. El impacto en el recién nacido se traduce en descuido por parte de su madre, disminución de la lactancia materna, el riesgo aumentado de desnutrición y de mayor número de episodios diarreicos e infecciones respiratorias. Puede haber retardo en el crecimiento y en el desarrollo psicomotor, así como en el desarrollo cognitivo, y alteraciones en la conducta. Por el lado de la madre, se aumenta el riesgo de complicaciones obstétricas, de suicidio y de alteraciones mentales más graves a corto y largo plazo. Se debe dar especial atención a los síntomas psiquiátricos de las mujeres, y en particular, de las gestantes y puérperas, y de ésta manera implantar medidas tanto preventivas como terapéuticas para disminuir la incidencia de éste trastorno, que puede tener resultados muy negativos para la mujer afectada y la sociedad. FACTORES DINAMICOS: Las mujeres tienen, durante toda su vida, muchos factores y eventos de consecuencia emocional. Se ven enfrentadas a diferentes factores de estrés de tipo social, físico, psicológico, laboral y emocional durante las diferentes etapas y ciclos vitales; además, el género femenino aún se encuentra con legados de estigmas, machismo y discriminación. Estos aspectos llevan a la mujer a una mayor vulnerabilidad así como a alteraciones del ánimo y del afecto. La depresión, es aproximadamente dos veces más frecuente en las mujeres. Esto es debido en parte a sus diferencias fisiológicas de género y a los obstáculos a los cuales se ve enfrentada. La depresión está ligada al estrés y la respuesta al estrés es sexualmente dismórfica. Las mujeres presentan mayores niveles de ansiedad, de trastornos del sueño, y por ende de depresión que los hombres . Aunados a ésta variación neuroendócrina, se encuentran los estresores vitales normales y circunstancias que las mujeres sufren, y que van ligados a su género; entre ellos, historias de abuso en la familia, ausencia de buenos modelos de crianza, violencia en el hogar, violación y abuso sexual, problemas psicosociales de la adolescencia, discriminación laboral, privación económica, falta de educación, ausencia de apoyo conyugal, multiparidad con bajos niveles socioeconómicos, enfermedades crónicas, divorcio, y viudez, entre otros. Las mujeres que han sufrido abusos durante la infancia, tienen mayor riesgo de desarrollar alteraciones emocionales, conductas de baja autoestima, trastornos de la conducta, patologías mentales importantes como la depresión y mayor vulnerabilidad al uso y abuso de drogas psicoactivas y al alcohol. A las mujeres que carecieron de una persona significativa durante la infancia, se les dificulta enfrentarse a estresores vitales, al riesgo aumentado de embarazos adolescentes, a la falta de educación, a la ausencia laboral y a bajos niveles de ingresos económicos. Las mujeres privadas de educación no son capaces de enfrentarse al mundo y de hacer valer sus derechos, esto abre aún más la brecha de desigualdad de género. Las mujeres que crecen en un ambiente socioeconómico muy bajo, están expuestas a abusos físicos, a mayor uso de drogas psicoactivas, a prácticas sexuales no sanas, y por ende a enfrentarse a enfermedades de transmisión sexual y a embarazos no deseados. Todos éstos factores dinámicos son como un círculo sin fin, que conlleva a una predisposición de alteraciones mentales, principalmente en el ámbito afectivo y emocional. La salud mental de la mujer, es el resultado de elementos ambientales y físicos que interactúan entre sí. Por eso es fundamental tener una visión integradora que invoque los aspectos biológicos, sociales y psicológicos, ya que las patologías mentales, como la depresión, ilustran el gran impacto de los determinantes psicosociales. El deseo de toda mujer es gozar de una vida digna. Esto envuelve un sinfín de significados. Ser mujer es un paradigma. Por un lado, están todas las bellezas que vienen con éste género, como son el milagro de dar vida, poseer una capacidad mayor para los sentimientos, así como vivirlos de forma intensa, pero por otro lado, está la dificultad de ser mujer, el enfrentarse a una sociedad todavía con sombras de una cultura machista, donde las mujeres son sobornadas, subvaloradas y padecen de estigma y discriminación, donde la mujer ha sido privada de una buena formación educativa, de una participación laboral justa, y de una privación del desarrollo como persona y como ser humano.