lucy

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Lucy
Una instalación inspirada en el comportamiento bioluminiscente de las luciérnagas de
Kuala Selangor
José Manuel Berenguer
Osciladores acoplados
Una característica general de la naturaleza, independiente de la organización del tipo
de materia que se considere, es que está llena de osciladores. De las emisiones de
energía en forma de radiación, cada una con su frecuencia característica, a los
pulsares y a los planetas que giran alrededor de las estrellas, pasando por los sistemas
biológicos, tales como la neurona que emite descargas eléctricas dentro de una cierta
banda pasante, o el ciclo de Krebbs, la bomba de sodio, o por los sistemas geológicos,
como la temperatura a lo largo de la historia de la tierra, o por los sistemas
bursátiles, los precios, todo puede ser visto como sistemas oscilantes.
Todo junto, ese gran ruido, compone el orden que creemos adivinar en la naturaleza y
que aparece en la forma relativamente equilibrada que percibimos, fruto de aquella
lejana condición de desequilibrio inicial en el sistema entre la cantidad de materia y
antimateria, 10 e -12 s después de la gran explosión. A un nivel de aproximación
comparable a las dimensiones temporales humanas, la vida está llena de sistemas
oscilantes complejos: los mecanismos homeostáticos presentes en todo tipo de
animales, los miles de genes celulares que se regulan unos a otros en el sistema de
expresión del genoma, las redes de células y moléculas determinantes de la respuesta
inmune, las células del fascículo de Hiss, que regulan el latido cardíaco, los miles de
millones de neuronas de las redes nerviosas que fundamentan materialmente la
actividad mental, el aprendizaje y, a fin de cuentas, el pensamiento, son algunos
ejemplos de sistemas que tienden a autoorganizarse.
Ciertas estructuras de información, como las redes booleanas, tienden, a partir de
cualesquiera condiciones iniciales caóticas, a estabilizarse en determinadas
secuencias de estados, atractores, mientras no se produzcan en el sistema
fluctuaciones suficientemente fuertes como para romper dicha estabilidad. Se utilizan
precisamente para modelizar sistemas biológicos como los que he mencionado. Pero
acerca de los osciladores acoplados se ha teorizado muy ampliamente, en especial, de
los fenómenos de sincronización que presentan los grillos en su canto, las células del
fascículo de Hiss cuando pulsan casi al mismo tiempo para marcar el paso de los
latidos del corazón y hasta grupos de mujeres que tienden a presentar la
menstruación casi al mismo tiempo.
La sincronización se da también en algunas colonias de luciérnagas. El macho de la
luciérnaga lanza una señal luminosa intermitente a lo que la hembra responde si el
patrón de la intermitencia es suficientemente sexy para ella. En una colonia, las
frecuencias de las emisiones de luz tienden las unas hacia las otras y, más tarde, se
acoplan totalmente. Parece que la emisión de luz se lleva a cabo por reacciones
químicas de oxido-reducción en la que intervienen tres sustancias: la luciferina -un
fenol termoestable-, la luciferasa -una enzima- y el adenosin trifosfato -ATP-. La
luciferina se une al ATP y forman un compuesto que se une a la luciferasa. En
presencia de oxígeno, el conjunto formado por las tres moléculas se oxida dando
lugar, por el aporte de ATP, que se transforma en ADP, a un compuesto excitado
energéticamente -inestable-, la oxiluciferina, que se desliza, por medio de una
liberación de energía en forma de luz, hacia su estado primitivo, a un nivel de energía
más bajo, para volver a empezar el proceso con un nuevo aporte energético que
llegará en forma de ATP nuevamente sintetizado. He aquí un oscilador biológico
apasionante, capaz de producir por si sólo un sinnúmero de experiencias estéticas.
En toda América hay luciérnagas que exhiben ese comportamiento lumínico periódico,
lo vi por primera vez en la frontera entre Ecuador y Perú, en plena Selva Amazónica,
con motivo de un viaje de estudios relacionado con el uso de Natem en la comunidad
Shuar, pero lo que experimenté en Kuala Selangor, en Malasia, estaba más allá de lo
que jamás hubiera podido imaginar. Parece que el fenómeno también se da en Nueva
Guinea y otros lugares. Charcas enteras, árboles enteros, mangles, habitados por
colonias enormes de estos insectos -son escarabajos, coleópteros,
posiblemente Lampyridae pteroptyx malacae- terminan emitiendo destellos periódicos
de luz verde en la noche selvática. Los osciladores independientes de cada insecto,
tras un proceso de adaptación en el que el conjunto produce un cierto número de
patrones de pulsación caóticos, determinado por las frecuencias independientes de
pulsación de cada uno, llegan a acoplarse en una única emisión rítmica intermitente.
Es decir, se autoorganizan.
Lucy. Estado actual
Fascinado por esa visión, especialmente por sus implicaciones musicales, quise
remedar el comportamiento emergente de las colonias de luciérnagas de manera
electrónica en una instalación, Lucy, cuya maqueta realicé en 1994. Para ello, me
basé en un circuito de Wayne Garver y Frank Moss que modifiqué de acuerdo a mis
necesidades. Cuando la luz ambiental es intensa, cada objeto late
independientemente por su cuenta. En el momento en que la cantidad de luz
desciende por debajo de un cierto umbral -concretamente, cuando las señales
infrarrojas pueden ser captadas por los receptores vecinos-, el sistema tiende a
estabilizarse de forma que todos los objetos llegan en algún momento a latir al mismo
tiempo.
El sistema consta de cinco luciérnagas electrónicas, cada una de las cuales está
construída segun el circuito electrónico que se ofrece en el link correspondiente. El
circuito se articula en el conocido chip 555, que, a menudo, se utiliza como oscilador
electrónico. Contiene cuatro emisores infrarrojos que dan cuenta del estado de la
pulsación a las otras luciérnagas electrónicas, las cuales lo recogen por medio de
cuatro sensores de esa frecuencia electromagnética. Ello es crucial para el
funcionamiento del sistema, porque la recogida de esa información aumenta la
tensión en cada elemento, de manera que el latido de la luciérnaga, generado por el
oscilador 555, tiene a adelantarse. Además, para que los humanos podamos
percibirlas convenientemente, cada luciérnaga posee un emisor de luz verde y un
altavoz. Ambos emiten en sincronía con el estado de pulsación de la luciérnaga.
Durante el día, el grupo de cinco elementos late en función del estado de
iluminación. Si hay mucha luz, los latidos son rápidos, si hay poca, lentos. Como las
condiciones lumínicas varían a lo largo del día, las características de los ritmos que se
generan por las emisiones verdes y por los chasquidos de los altavoces son
enromemente diversas. Por la noche, cuando las luciérngas pueden captar la emisión
de sus vecinas, los latidos de las unas se sincronizan lentamente con los de las otras
siguiendo patrones de pulsación aleatorios. Ello ocurre porque el adelanto del latido
debido el aumento puntual de la tensión -producido por el latido del objeto vecinoinduce a la luciérnaga a alcanzar una fase coincidente con la vecina. Al llegar a esa
situación, los latidos de una luciérnaga activan a la otra, que, a su vez, determina el
latir de la primera. Así es como se mantienen estables los estados finales. Para mí, es
especialmente interesante esa indeterminación de los caminos que el sistema sigue
hasta llegar a la estabilidad. Si se ilumina un componente, por ejemplo, se
desestabiliza la totalidad del conjunto. En cuanto se deja de iluminar, el sistema
tiende, dando rodeos diversos, a su situación inicial de estabilidad. Actualmente
estudio diferentes maneras de desestabilizarlo. Ello dará lugar a la apariencia formal
de cada uno de los posibles desarrollos. ¿Qué ocurriría si en lugar de cinco, hubiera
cientos de elementos? En eso consiste precisamente este proyecto. Se trata de
ensamblar del máximo posible de luciérnagas para conseguir sistemas en los que la
estabilidad se alcance mucho más tarde que en el acutal prototipo y de forma aún
más aleatoria, más imprevisible. En los procesos de sincronización se generarán ritmos
tremendamente complejos. Las luciérnagas se sincronizarán por zonas y, finalmente,
la estabilidad se alcanzará, más que por la interacción entre elementos aislados. por
la interacción entre zonas. Otro desarrollo que estoy estudiando es la realización de
dispositivos autoorganizativos que únicamente se transmitan informaciones sonoras. El
funcionamiento se basa igualmente el chip 555, pero, en este caso, los emisores de
señal son los propios altavoces y los captores, micrófonos. Imagino una gran sala llena
de elementos pulsantes latiendo en sincronía cuando no hay nadie en su interior.
Debido al sonido producido por la entrada de personas en el recinto, la estructura se
desestabiliza y genera patrones rítmicos aleatorios según la intensidad de las señales
acústicas que reciba, hasta que, debido a una nueva situación de silencio, termine por
estabilizarse. Se trata de un sistema extremadamente sensible al ruido: en el
momento en que se satura la capacidad de los receptores, cae en el caos más
absoluto y sólo se recupera cuando el nivel de ruido desciende lo suficiente como para
que la intensidad de señales de sus vecinos sobresalga entre el resto de señales
luminosas.
Desde un punto de vista que llamaría poético, me interesan algunas características
del sistema que podrían ser consideradas como alegóricas. En primer lugar, el sistema
parece funcionar de forma dualista. Por medio del par (luz, no luz) -equivalente al
par lógico (si, no)- se consiguen todos sus efectos. Pero resulta que -a mis ojos, lo más
notable- los patrones polirrítmicos de adaptación que el conjunto produce, no
siempre son iguales : recorre caminos extremadamente largos y complejos hasta
llegar al orden inevitable, análogo a la muerte. De esta suerte resulta que algo cuya
naturaleza se muestra extraordinariamente simple, en virtud del número puede llegar
a producir un comportamiento relativamente complejo. Contiene pues, en su esencia,
dos principios opuestos. Me impresiona de Lucy su tendencia a terminar siempre en el
mismo sitio, a pesar de que los puntos de partida y los recorridos puedan ser
esencialmente diferentes. Es una alusión inquietante a la irreversibilidad de la vida y
a la absoluta seguridad de la muerte. Una muerte única, a pesar de la gran diversidad
de caminos que llevan a ella. Una muerte que en virtud de la discontinuidad aparece
como parte integrante y concluyente de la propia vida. Por medio de pasos discretos
se llega a una paradójica continuidad entre opuestos.
Lucy es uno de esos objetos que me inducen plantear una y otra vez preguntas que
casi obsesivamente rondan mi mente desde que por primera vez las oyera a Luigi
Nono ante un grupo de jóvenes compositores que no atinábamos a entender qué podía
ello tener que ver con la música : ¿hay realmente algo enteramente continuo en este
mundo? ¿puede la discontinuidad generar continuidad verdadera?
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