¿SON PREOCUPANTES LOS DIFERENCIALES DE INFLACION DE LA ECONOMIA ESPAÑOLA FRENTE AL NUCELO DURO EUROPEO? Guillermo de la Dehesa Copresidente del CEPR (Centre for Economic Policy Research) En lo que va de año la inflación media de los tres países con menor tasa, Austria, Francia y Alemania, ha sido del 0,4%, mientras que hay tres países, España, Irlanda y Portugal, que superan claramente el 2,3%, con lo que no cumplen el criterio de Maastricht de que dicha inflación no supere en más de un punto y medio la de los tres países con la inflación más baja, y otro país Holanda está muy cerca de no cumplirlo. ¿Van a suponer estos diferenciales, si se mantienen a medio plazo, una pérdida de competitividad? Los diferenciales de inflación de la economía española respecto de Alemania y Francia no son nada nuevos. Entre 1972 y 1998 la inflación española, medida por el IPC, ha crecido cinco veces más que la alemana y dos veces y media más que la francesa. Sin embargo, durante dichos años, los movimientos a la baja del tipo de cambio nominal de la peseta han permitido ir ajustando, al menos parcialmente, dichos diferenciales crecientes del IPC. Cuando se comparan, para el mismo período de 27 años, la evolución del IPC en Alemania y España en una moneda común, el marco alemán, el nivel del IPC español ha crecido sólo un 24% más que el alemán, el resto, hasta el 500%, ha sido compensado con movimientos de los tipos de cambio de la peseta y del marco alemán. La teoría económica nos dice, en estos casos, que a largo plazo el tipo de cambio tiende a compensar los diferenciales de inflación, o, lo que es lo mismo, que el tipo de cambio real (la competitividad), tiende a permanecer constante a largo plazo ya que las variaciones del tipo de cambio nominal van compensando los diferenciales de precios entre economías. Es lo que se llama la teoría de la paridad del poder adquisitivo o la ley del "precio único". Sin embargo, vemos que en el caso español dicha teoría no se ha cumplido frente a Alemania, es decir, que los diferenciales de inflación pueden llegar a ser persistentes a largo plazo, ya que la peseta no se ha devaluado lo suficiente para compensar a largo plazo un mayor crecimiento de sus precios respecto de los alemanes. ¿Cómo se puede explicar la persistencia de estos diferenciales? Una de las explicaciones más prometedoras ha sido, tradicionalmente, la llamada hipótesis Balassa-Samuelson que viene a decir que dicho diferencial de precios es un reflejo de los diferenciales de productividad. Los países con un mayor crecimiento de la productividad tienden a tener una mayor inflación que los países con menor crecimiento de la misma. ¿Cuál es la razón? Si hay competencia perfecta, los bienes y servicios que se importan o exportan, es decir, los llamados "bienes comerciables" al estar sometidos a la competencia exterior, tienden a tener el mismo precio internacional (si son homogéneos 1 y los costes transporte son muy reducidos). Los precios de los bienes que no se importan o exportan, los llamados "no comerciables", pueden diferir entre países ya que no compiten directamente unos con otros. El crecimiento de la productividad en los bienes "comerciables" tiende a ser siempre más elevada que en la de los "no comerciables, lo que hace que los sectores que producen los primeros puedan pagar mayores salarios que los segundos, sin por ello perder competitividad. Ahora bien como los trabajadores pueden moverse entre un sector y otro y la negociación colectiva, en algunos países como el nuestro, tiende a igualar los aumentos salariales entre sectores, sean de bienes y servicios comerciables o no, los productores de bienes y servicios "no comerciables" sólo pueden pagar mayores salarios, de los que permite el aumento de su productividad, si lo pueden repercutir en los precios, haciendo que suban más que los de los comerciables, con lo que se genera un proceso de "inflación dual" tan conocido y sufrido ya en España. En definitiva, cuanto mayor es el crecimiento de la productividad en el sector de "bienes comerciables" en España frente al de Alemania, mayor tenderá a ser la inflación en nuestro países relativamente frente a la Alemana. Si la hipótesis Balasa-Samuelson explicase perfectamente estos diferenciales de inflación no existiría ningún problema de competitividad por mantenerlos durante muchos años, ya que serían un reflejo de que la productividad en España crece más rápido que en Alemania. En ese caso, tener un diferencial de precios persistente no es preocupante ya que es sólo el resultado de que España está convergiendo, en términos de productividad y renta per capita, con Alemania y Francia. Ahora bien, los precios en España entre 1972 y 1998 han crecido a una tasa anual del 4,3% y en Alemania en un 3,4% medidos ambos en marcos. Por tanto, en una moneda única, el diferencial de inflación anual ha sido del 1,1%. La productividad española ha crecido un 2,5% anual frente a un 1,7% de la alemana, es decir, con un diferencial de sólo 0,8%. Esto significa que la teoría de la paridad del poder adquisitivo no se ha cumplido totalmente y que la hipótesis Balassa-Samuelson no ha explicado todo el diferencial de precios, un 0,3% de diferencial anual durante 27 años ha resultado en una pérdida de competitividad de 8,1 puntos, lo que no es excesivo. Sin embargo, desde hace ya varios años la situación ha cambiado radicalmente. Por un lado, el tipo de cambio de la peseta no ha variado respecto de los del marco alemán y franco francés y, a partir de 1999, los once países tienen una moneda única, el euro, con lo que desaparece para siempre la posibilidad de compensar, vía tipo de cambio, los diferenciales de inflación. Por otro lado, la productividad aparente española no ha crecido en los últimos tres años, ya que el crecimiento del empleo ha sido igual, o incluso superior, al del PIB, con lo que la productividad por ocupado ha sido nula y, sin embargo, el diferencial de precios español ha pasado de ser del 0,8% en 1997 al 1,6% en 1999, es decir, 1 se ha duplicado. ¿Cómo se puede explicar esto? Dichos diferenciales pueden explicarse por la rigidez de la oferta laboral o la de bienes y servicios, en sectores no desregulados totalmente, combinada con una presión excesiva de la demanda sobre el consumo. Aquí es donde puede surgir una preocupación genuina. Si nuestra productividad crece menos que la de nuestros vecinos, significa que nuestro diferencial es debido a rigideces de oferta y presión de la demanda, y que las empresas de los sectores de bienes y servicios "comerciables" tendrán dificultades para competir, ya que tendrán que mantener precios o reducirlos frente a las empresas competidoras, con lo que tendrán que reducir sus márgenes y, en definitiva, sus beneficios, lo que puede forzarles a reducir el empleo y aumentar el paro. ¿Qué se puede hacer ante esta situación? El Banco Central Europeo no pude hacer nada. Al contrario, su objetivo en política monetaria está determinado por la inflación media ponderado del conjunto de la Unión Monetaria, o, lo que es lo mismo, por la inflación de Alemania, Francia e Italia, que son los tres países con mayor ponderación, con lo que será siempre demasiado expansivo para los países, como el nuestro, cuyos precios crecen por encima de dicha media. Los tipos de interés nominales que fije el BCE serán, además, más bajos, en términos reales, y, por tanto, más expansivos, para los países con mayor tasa de inflación. En este momento, el tipo de interés real a corto plazo en España es del 1,5% y en Alemania y Francia del 3%. La única forma de intentar reducir dichos diferenciales de inflación es, de un lado, quitando presión a la demanda de consumo, y esto se pueda hacer reduciendo en mayor medida el gasto público, que en buena parte es gasto de consumo, sin tocar el gasto de inversión, y, de otro, haciendo más flexible la oferta y esto se consigue reduciendo las rigideces en los mercados laborales (mejorando la movilidad de trabajo, descentralizando aún más la negociación colectiva) y en los mercados de bienes y servicios no comerciables, (desregulando e introduciendo mayor competencia en los servicios básicos, transporte, energía, comunicaciones, servicios públicos, suelo, etc.) Dado que la economía española ha experimentado un choque muy positivo con la Unión Monetaria y se ha beneficiado de una fuerte caída de los tipos de interés, que ha hecho que se relancen al consumo y la inversión, es normal que tenga una situación de mayor presión de la demanda. Por tanto, aunque no se puede decir que estos diferenciales sean muy preocupantes hoy, al comienzo de la unión monetaria, lo pueden ser pronto si continúan y no están avalados por aumentos genuinos de la productividad relativa española. Teniendo ya un déficit comercial del 5,5% del PIB, no podemos permitirnos el lujo de perder más competitividad en los próximos años, ya que podemos incurrir en un riesgo grave y un freno para el futuro crecimiento económico. 1