1 COMENTARIO A “PERTENENCIA Y ALTERIDAD” Carlos Escudé En general, tengo una mala reputación, muy bien ganada, como presentador de libros, porque a veces he tratado muy duramente el libro que me tocaba presentar, pero en este caso debo decir que se trata de una compilación verdaderamente extraordinaria, que esclarece muchos aspectos de la vida y la trayectoria de las comunidades judías latinoamericanas. Los primeros tres ensayos, es decir, el primero, que es de autoría colectiva; el segundo, que es un racconto histórico magistral provisto por Haim Avni, y el tercero, el de Judith Liwerant sobre los judíos de América latina, nos proveen el marco general en que se inscriben las varias partes de esta compilación. Desde mi perspectiva personal el mayor mérito de la obra es documentar por enésima vez la excepcionalidad del pueblo judío, enfocando el caso específico de las comunidades latinoamericanas. Obviamente, cuando hablo de la excepcionalidad judía me estoy refiriendo a ese predicamento singularísimo que está marcado por reiteradas persecuciones y una siempre sorprendente supervivencia que, una y otra vez, raya en lo milagroso. En este sentido, el ensayo de Judith me pegó fuerte porque me permitió comprender de qué manera la historia mundial del siglo XX incidió sobre las comunidades judías latinoamericanas como no incidió sobre otras comunidades étnicas, religiosas o nacionales de la región. La lectura me llevó a reflexionar que, desde un punto de vista judío, el siglo XX puede periodizarse en cuatro etapas: 1. El período anterior a las leyes de Nüremberg, que podríamos llamar pre-Shoá; 2. El período comprendido entre la sanción de dichas leyes y la creación del Estado de Israel; 3. El período que se extiende desde la creación del Estado hasta la guerra del ’67, y 4. El que va desde esa guerra hasta la actualidad. Los sucesos mundiales que me permiten ensayar esta periodización de una historia que no es latinoamericana, incidieron sobre las comunidades judías de la región mucho más fuertemente que cualquier suceso del siglo XX sobre otras comunidades étnicas o religiosas iberoamericanas. Es este predicamento lo que hace excepcional al pueblo judío: no su talento, ni su laboriosidad, ni su heroísmo, sino el hecho de que su persecución es un eje que recorre 1 2 toda la historia universal, y que las reverberaciones de estas persecuciones, y los mecanismos activados para sobrevivir a pesar de las fuerzas empeñadas en aniquilarlo, inciden sobre la totalidad de la diáspora, llegando hasta nuestras costas. Como ya sugerí, desde mi óptica particular este volumen es especial porque documenta este proceso mundial de todos los tiempos, con el caso específico de la diáspora judía iberoamericana. Paralelamente, la colección de ensayos nos permite vislumbrar de qué manera cada comunidad específica, la argentina, la brasileña, la mexicana, etcétera, padece los vaivenes propios de su propia inserción en cada uno de los países de la región. Así, de este doble juego compuesto por el accionar del mundo sobre las comunidades latinoamericanas, y por las vicisitudes de la inmersión de cada comunidad en la sociedad latinoamericana específica de la que es parte, emerge una compleja dialéctica que justifica el rico lenguaje metafórico que nos ofrece Judith cuando se refiere a “Los judíos de América latina, los signos de las tendencias, sus juegos y contrajuegos”. Por cierto, recordemos que en el Tomo 1 de su Historia Social y Religiosa del Pueblo Judío, Salo W. Baron nos muestra cómo, a partir de la caída del Primer Templo, en oleadas históricas sucesivas de ritmo creciente, la religión judía sería reforzada por la nacionalidad judía, a la vez que ésta se arraigaría supranacionalmente en la religión judía (p. 45). Esta dialéctica, que es uno de los mecanismos que contribuye a explicar el milagro de la supervivencia de la identidad judía durante más de dos milenios y medio, se refleja para el caso iberoamericano en las p. 130-131 del libro que presentamos. Allí, Liwerant nos cuenta que, con el surgimiento del Estado de Israel: “La hegemonía del modelo diáspora etno-nacional articulada alrededor de un centro sufrió cambios radicales que influyeron sobre la percepción periférica de las comunidades judías de América latina en un mundo progresivamente descentrado. (…) Los judíos de América latina habían sido concebidos como una fuente de inmigración al nuevo Estado; como una diáspora etno-nacional sui generis, temporal y de corta duración.” Citando cifras de Sergio DellaPergola, Judith registra que el número de judíos de nuestra región declinó de 514.000 en la década de los setenta a 390.000 en la actualidad. Alrededor de doscientos mil judíos de origen latinoamericano viven hoy en otros continentes. Este fenómeno se refleja dramáticamente en las tendencias mensurables de la educación judía en la Argentina, que como sabemos alberga la comunidad más grande de nuestra región. El volumen nos presenta con tres capítulos dedicados a la educación judía: un capítulo de autoría colectiva sobre México, uno de Yossi Goldstein que aporta un balance 2 3 histórico de los casos de Argentina y Brasil, y uno de Yaacov Rubel sobre la red educativa argentina. Me voy a referir especialmente al capítulo de Rubel, porque la información que procesa y en parte él mismo genera, demuestra de una manera empírica una de mis conclusiones frente al ensayo de Liwerant: el ya referido hecho de que la historia mundial incide más fuertemente sobre las comunidades judías de la región que sobre otras diásporas étnicas, religiosas o nacionales. Por cierto, en su materia específica, que es la educación judía en la Argentina, Yaacov le pone carne a las teorizaciones de Judith acerca de los juegos y contrajuegos de las tendencias vigentes en las comunidades judías iberoamericanas. En primer lugar, Rubel nos muestra que en el período 1985-2005 el alumnado de la red escolar judía del área metropolitana de Buenos Aires disminuyó en más de un 11%. Pero si desagregamos este total, comprobamos que el total de niños del nivel inicial se redujo en casi un 20%, la población escolar de nivel primario decreció un 32%, y el número de estudiantes del nivel secundario aumentó en un 59%. En otras palabras, aunque la comunidad judía argentina es hoy más pequeña que en 1985, y aunque la totalidad del alumnado disminuyó, la demanda de educación judía de nivel secundario ha crecido. Rubel desagrega entonces la oferta escolar judía en dos categorías: el Grupo Uno, integrado por establecimientos educativos sostenidos por instituciones de diversas ideologías intracomunitarias, como ser sionistas, seculares, tradicionalistas o del movimiento religioso conservador, y el Grupo Dos, que está conformado por establecimientos que comparten una matriz de pensamiento religioso-ortodoxo. Para abreviar, al primer grupo, que es el mayoritario, lo voy a llamar secular-masortí, y al segundo, ortodoxo. A partir de aquí, comprobamos que entre estos dos conjuntos de establecimientos educativos y la demanda escolar, se va plasmando uno de los juegos y contrajuegos más relevantes de la dinámica actual de nuestra comunidad judía. Es una dinámica que nos ayuda a comprender, incluso, los traumáticos procesos políticos intracomunitarios que en este mismo momento se desarrollan. En los tres niveles de la enseñanza, el grupo mayoritario de establecimientos, o sea el secular-masortí, perdió alumnos, mientras el grupo ortodoxo ganó alumnos. En el nivel inicial el grupo secular-masortí decreció en más de un 40%, mientras el grupo ortodoxo creció en más de un 90%. En el nivel primario el grupo secular-masortí decreció en más de un 45% mientras el grupo ortodoxo creció en más de un 40%. 3 4 Por cierto, la diferencia entre el encogimiento del Grupo Uno y el crecimiento del Grupo Dos es dramática, con una sola excepción en el nivel secundario, que es altamente significativa. Me refiero al éxito, espectacular, de las escuelas ORT, que reflejan la demanda del segmento secular-masortí de la comunidad judía argentina, que sigue siendo el mayoritario, de un tipo de colegio secundario que no sólo es de alta calidad sino que además alienta la incorporación de alumnos no judíos. Recapitulando lo dicho hasta ahora, observen ustedes las tendencias generales, ubicadas en el contexto de esta reflexión sobre juegos y contrajuegos: la comunidad total se achica porque mucha gente ha emigrado. Por consiguiente, el alumnado se achica. Pero entre los que se quedan emergen dos tendencias opuestas. Aumenta enormemente la demanda de establecimientos ortodoxos que, por así decirlo, “guetifican”, a la vez que los sectores más seculares de la comunidad, que antes nutrían el grupo de establecimientos secularmasortí, tienden a migrar hacia establecimientos no judíos, con una enorme excepción: las Escuelas ORT, que se caracterizan precisamente por su apertura hacia el mundo no judío. ¡Sin contabilizar los alumnos no judíos, su matrícula creció en un 218%! Esta interpretación, que nos permite ubicar los resultados empíricos del trabajo de Yaacov en el marco de las reflexiones de Judith sobre juegos y contrajuegos, se consolida fuertemente cuando pasamos al excelente análisis de la exogamia que realiza Rubel. Por cierto, el cuestionario que sirvió de base a su investigación incluía una pregunta relacionada con el origen étnico-religioso de los cónyuges, a la vez que otra recababa información acerca del tipo de establecimiento educativo elegido para los hijos. Yaacov comprobó que sólo una pequeña proporción de familias constituidas exogámicamente enviaba a sus hijos a instituciones educativas judías: algo menos del 7% en el nivel inicial y 14% en el nivel primario, contra más del 58% y el 56% respectivamente, que lo hacen cuando ambos miembros de la pareja son judíos. Pero esto cambia radicalmente en el nivel secundario. El 21% de los hijos de familias “mixtas” incluidas en el estudio concurren a escuelas secundarias judías. Es altamente significativo que todos ellos asisten a las Escuelas ORT. Evidentemente, éstas proveen el marco deseado a aquellos miembros seculares o masortíes de la comunidad, que optan por integrarse plenamente a la sociedad nacional argentina sin perder su identidad judía. Las conclusiones son mías y no comprometen a Judith ni a Yaacov, pero creo que estos datos de Rubel le dan un sustento empírico muy concreto a las reflexiones teóricas de Liwerant. El caso de las redes educativas argentinas ilustra estupendamente un juego y contrajuego entre comunidad diaspórica y centro, y entre segmentos diferentes de la comunidad local. 4 5 Están los que emigran a otras latitudes, cumpliendo la profecía de que las comunidades judías latinoamericanas están destinadas a ser de corta duración, y están los que se quedan, desmintiendo ese pronóstico. Finalmente, entre quienes se quedan en el país están los que tienden a guetificarse y los que tienden a integrarse. En la medida en que haya ofertas educativas como la de ORT, los judíos que optan por ser argentinos del “mainstream” podrán retener su identidad judía, si así lo desean. Después de todo, es lo que ocurre con masortíes y reformistas en un país central como Estados Unidos. Nada más. Muchas gracias. 5