Año: 9, Septiembre 1967 No. 157 Incidencias de las Cargas Sociales en la Distribución del Ingreso y en los Costos de Producción de las empresas HiIary E. Arathoon S. La riqueza no es producto del azar Es producto del trabajo bien dirigido, pero más que todo del ingenio del hombre aplicado a los medios de producción De la invención que dio paso a La mecanización y a la industrialización. Es producto también de la división, del trabajo y más que todo de la iniciativa de los individuos que se ven obligados a valerse por sí. Sin la división del trabajo, el mundo estaría sumido en la misma miseria ancestral, en el mismo grado de sub-desarrollo en que se encuentra nuestra población indígena. Porque hay que hacer constar (ya que muchas veces tendemos a olvidarlo), que el estado natural del hombre es la pobreza. En su estado primitivo, el hombre es autárquico, como lo es aún la inmensa mayoría de nuestra población. Es decir que ellos mismos producen todos los artículos necesarios para su propio consumo. Bajo esas condiciones. La producción forzosamente tiene que ser baja y la vida de los que así se conducen, forzosamente tiene que ser pobre. Es decir que si ha habido culpa en la causa de nuestra pobreza, no es por explotación que hayan sufrido nuestras masas laborales, sino por una omisión; es decir, el no haber tenido la oportunidad necesaria para impulsarlos a buscar mejoras y a salir de su natural letargo e indigencia. Podría decirse que el surgimiento económico para nosotros empieza a raíz de la segunda guerra mundial, la cual propició el intercambio entre los países del istmo e hizo aparente la necesidad de la carretera interamericana. Con la apertura de dicha carretera, se vio la posibilidad de incrementar el comercio entre los países centroamericanos y la creación de un mercado suficientemente grande como para atraer la Inversión de capitales extranjeros. Por un fenómeno tan natural como el del agua buscando su nivel, estos capitales hubieran fluido a estos países en fuertes cantidades buscando climas propicios para el establecimiento de nueva industrias, lejos de su país de origen, donde las cargas estatales y el alto costo de la mano de obra hacen que el proceso de producción resulte demasiado caro. Es decir que las condiciones que estábamos llamados a aprovechar para propiciar la afluencia de capital a estos países eran por un lado los salarios bajos y por el otro, brindar a dicho capital la debida protección. Con haber llenado esos dos requisitos, hubiéramos estado gozando ahora de una bonanza inconcebible, y los salarios hubieran aumentado en forma natural como consecuencia del aumento de plazas de trabajo y la demanda de mano de obra. Sin embargo, fallamos en ambos sentidos. El aumento de salarios es, o debiera ser consecuencia directa de la inversión de capital, y no viceversa y no aumentarán de por sí, a menos que los proveedores de capital obtengan beneficios substanciales continuos y seguros. Al pretender aumentarlos de manera artificiosa, lo que hacemos es destruir esa condición «sine qua non», que hubiera sido ubérrima para invitar la afluencia de capital. Desgraciadamente en las naciones como en las personas, hay una tendencia a pretender vivir más allá de las posibilidades económicas. Y en los gobiernos, tanto demócratas como los que no lo son, para granjearse las simpatías de los votantes, hay una tendencia a dar a los laborantes prestaciones fuera de toda proporción. Como el célebre economista, Norman Balley, ha dicho: «Los países sub-desarrollados quieren cosechar sin haber sembrado. Pretenden tener salarios altos y costosos programas de asistencia social y al mismo tiempo un rápido progreso industrial, lo cual es un contrasentido que no puede lograrse». Dice un dicho en Inglés que: «es imposible conservar vuestro pastel y consumirlo al mismo tiempo». Las cargas sociales que pesan sobre nuestros hombros y con las cuales gobiernos anteriores han pretendido favorecer a los trabajadores, no son a la larga sino aumentos de salarios solapados que lucen bajo una diversidad de disfraces. Séptimo día, vacaciones, aguinaldos, indemnización, etc., pueden considerarse como una forma de aumentar los salarios. Pero como es natural, todas estas prestaciones tienden a incidir en el costo de la producción, ya que casi duplican el valor de la mano de obra, y a la larga recaen sobre el consumidor. Un estudio de lo que significan para nosotros las cargas sociales, nos revela que de los 365 días con que cuenta el año, si descontamos vacaciones, feriados, etc.. Únicamente se laboran alrededor de 256 días. Es decir aproximadamente dos de cada tres días. En cambio, si tomamos en cuenta, lo que representan los aguinaldos, la indemnización, etc., nos damos cuenta que en realidad, lo que los patronos están llamados a cubrir es alrededor de 430 días al año, es decir, casi el doble de lo efectivamente laborado. Forzosamente esto tiene que incidir en los costos de la producción. Ahora bien, por la misma ley natural que he enunciado antes, según la cual todas las cosas buscan su nivel, las prestaciones a que he hecho alusión, con el tiempo tienden a fundirse y a acomodarse a las condiciones naturales imperantes que son las que en realidad deben regir. Pero debemos estar alertas y no seguir incrementando e introduciendo nuevas prestaciones que no estén de acuerdo con nuestra realidad económica. Es corriente leer que en tal o cual nación y en especial, en las hermanas repúblicas de Sudamérica, se ha concedido tal o cual beneficio, y la tendencia de nuestros legisladores para granjearse las simpatías de los votantes, es pretender emular lo que se hace en otros y tratar de introducir las mismas reformas sin mar en cuenta si son pertinentes y se acomodan a nuestro medio. Por ejemplo, las pretensiones de la semana de cinco días y de jornadas única en esferas oficiales y semioficiales, no hacen más que contribuir a hacer más pesada la carga burocrática que soporta el pueblo, en cuanto los burócratas trabajan menos y holgan más. Si queremos apreciar los excesos a que conduce el legislar en el sentido de tratar de hacer del Estado un «ESTADO PROVIDENCIA», no tenemos mejor ejemplo que lo que está sucediendo en Uruguay. La pretensión de los legisladores uruguayos fue tan lejos que habían previsto que algunos trabajadores pudieran alcanzar su retiro a la temprana edad de 37 años, que las empleadas públicas alcanzaran la jubilación a la edad de 47 y que los hombres que trabajan para el gobierno la alcanzaran a la edad de 54. Si una mujer ha laborado durante diez años y tiene un hijo, puede retirarse con pensión vitalicia al nomás alcanzar los 28 años de edad. Otra innovación es que muchas oficinas públicas no abren sus puertas sino hasta las 13 horas y las cierran a las 17.30, es decir que laboran Únicamente 4% horas al día. Dicen que también por cada 12 trabajadores en las oficinas públicas, hay 6 substitutos que aunque devengan sueldo, no están llamados a hacer nada a menos que uno de los 12 se enferme. La línea área nacional con sólo 4 aviones, contaba con personal de 700 empleados devengando sueldo . Tales son los extremos a que ha conducido el pretender hacer del país un «ESTADO PROVIDENCIA». Las consecuencias para Uruguay como para todas las otras repúblicas de Sud-américa han sido las de una inflación desmedida imposible de controlar, que las está conduciendo a todas a la ruina. Lo que la gente olvida es que el Estado jamás podrá darnos más de lo que previamente nos quita. Sueltan con el «WELFARE STATE» o «ESTADO PROVIDENCIA», llamado así porque los que lo propugnan, creen que podrá resolverles todos sus problemas. Que será una especie de Padre Todopoderoso que velará por su bienestar y que proveerá colocación para todos con adecuada remuneración, que dará subsidios a los desocupados, que proporcionará servicios médicos gratuitos a todos los necesitados y seguro para la vejez, que protegerá las industria inestables, que garantizará a los agricultores contra las malas cosechas, etc Los que sueñan con el ESTADO PROVIDENCIA, han mal interpretado la máxima que dice «LA UNION HACE LA FUERZA», y todos buscan seguridad en lo colectivo, pero esquivando hasta donde es posible la propia responsabilidad. No ven que al final se encuentra la miseria por haber ahogado toda competencia y haber sofocado todas las virtudes de auto-suficiencia entre los componentes de la sociedad, que son cabalmente las que le dan fuerza a ésta para poder luchar y sobrevivir. Hoy le pedimos al Estado todo y nadie se pone a pensar de dónde va a sacar el Estado el dinero para poder cubrir todas esas granjerías y prestaciones. Hace algún tiempo, el Ministerio de Trabajo y Previsión Social propuso que a los trabajadores del Estado que se vieran suspensos en sus labores por causa de accidente, el Estado les cubriera el porcentaje de sus salarios que no fuera cubierto por el Seguro. Lo único malo es que el Estado no ha podido pagar aún la parte que le corresponde al Instituto de Seguridad Social. En algunos casos se encuentra retrasado en el pago de salarlos a sus trabajadores. Sabemos de por cierto que muchas veces se encuentra retrasado en el pago de sus compromisos y obligaciones. Que los hospitales carecen de lo necesario para poder suministrar los servicios más elementales. ¿Por qué ese afán entonces de hacerse cargo de más de lo que buenamente se puede atender? Y esto nos conduce al problema de seguridad . ¿Cuánto y cómo? En primer lugar hay y que considerar que un auxilio social sólo es posible sobre la base de un producto social suficiente y progresivo, o lo que es lo mismo, sobre la base de una economía productiva. Hay que velar pues, porque los principios ordenadores de dicha economía se mantengan en pie y vayan perfeccionándose. Existe una interdependencia muy estrecha entre la política económica y la política social. La política social de un país, no debe perjudicar la productividad económica nacional, ni oponerse a los principios básicos del mercado libre. Si queremos asegurar un orden económico y social de carácter liberal, es imprescindible que, a la par de una política que proporcione al hombre libertad personal, practiquemos una política de seguridad social de análogo tipo liberal. Por eso no debemos descartar la iniciativa privada y la previsión y responsabilidad propias cuando el individuo particular se halla materialmente apto para practicar tales virtudes. Como bien dice Ludwig Erhard: «La libertad económica y el seguro total obligatorio mal pueden andar juntos». Sigue diciendo Erhard: «Si los esfuerzos de la política social tienden a dar al hombre ya desde la hora de su nacimiento, seguridad plena contra las contrariedades de la vida, es decir a protegerle contra las vicisitudes del vivir, entonces ya no se podrá exigir a esos hombres que desplieguen fuerza, actividad, iniciativa y otros altos valores humanos en la proporción que es decisiva para la vida y el porvenir de la nación y que constituye además el supuesto fundamento de una economía social de mercado basada en la iniciativa de la persona». Hay que recapacitar sobre estas palabras del Dr. Erhard, el mago de la, recuperación económica alemana, porque hoy la tendencia moderna es liberar al hombre de toda responsabilidad. Hay una preocupación malsana a sufragarle al individuo todas sus necesidades aun cuando la persona esté apta y capacitada para velar por su propio porvenir y el de su familia. La tendencia a que me refiero esta basada en sentimientos de un supuesto altruismo. Sin embargo, a la larga puede resultar fatal. Es cierto que nadie debe ser abandonado al hambre , ni debemos permitir que las personas de escasos recursos carezcan de asistencia médica cuando lo necesitan y que deben contar con medicinas. Pero si llevados por sentimientos humanitarios les vamos cubriendo todas sus necesidades, llegará el momento en que habremos ahogado todo sentimiento de responsabilidad y resbalaremos en un orden social en el que cada cual pretenderá depender del prójimo El principio rector será entonces: «NO TENGO DE QUE PREOCUPARME LOS OTROS VELAN POR MI». Este impulso a aliviar todas las necesidades ajenas, esta propensión es el medio más adecuado y eficaz para ir matando poco a poco y con toda seguridad, la primordial de las virtudes humanas: «La disposición a valerse por sí». El consejo que el filósofo Emerson impartía a sus discípulos era. «WEAN THEYSELF». Es, decir «DESTETATE», o lo que es lo mismo «Aprende a valerte por ti mismo». Una vez realizada dicha proeza, se pueden seguir ejercitando las otras virtudes de la caridad y el humanitarismo. Pero antes el hombre debe aprender a pararse en sus propios pies. Sólo procurando descargar en vez de recargar a las empresas de las cargas sociales, contribuiremos también a fomentar la formación de los capitales que tanto requerimos para nuestra industrialización El Centro de Estudios Económico-Sociales, CEES, fue fundado en 1959. Es una entidad privada, cultural y académica , cuyos fines son sin afan de lucro, apoliticos y no religiosos. Con sus publicaciones contribuye al estudio de los problemas económicosociales y de sus soluciones, y a difundir la filosofia de la libertad. Apto. Postal 652, Guatemala, Guatemala correo electrónico: cees@cees.org.gt http://www.cees.org.gt Permitida su Reproducción educativos y citando la fuente. con fines