La mala imagen de los empresarios: prejuicios y malentendidos (Revista Empresarial Nº 94) “Antes de evaluar la forma de mejorar la imagen del empresario uruguayo es necesario analizar el nuevo contexto, como un punto de inflexión en la historia uruguaya de los últimos 25 años”, expresó el sociólogo César Aguiar, titular de Equipos Mori, a la revista EMPRESARIAL. “A la vez deben analizarse los equívocos que impiden llegar al núcleo del problema: uno de ellos es preguntarnos si la mala imagen de los empresarios no obedece en parte a la mala imagen que tienen o tenían los empresarios de la sociedad”, agregó. “Antes de hacer un desarrollo conceptual de comunicación sobre lo que ACDE llama ‘la nueva empresarialidad’, hay que evaluar tres hechos novedosos para Uruguay”, dijo Aguiar. “Lo primero que me parece importante subrayar es que nosotros, cuando digo nosotros me refiero a los encuestadores de opinión, estamos notando un punto de inflexión en la historia uruguaya de los últimos 25 años. Un punto de inflexión en serio, que no sólo se manifiesta en las cifras de crecimiento de la economía y los pronósticos positivos sobre el futuro, sino que se manifiesta sobre todo en el clima de opinión, sobre lo que en la jerga internacional se llama ‘confianza del público’, y clima de opinión sobre lo que tiene que ver con la reglas de juego político”. Para el titular de Equipos Mori, “la situación actual, medida con instrumentos técnicos, internacionales, que funcionan en los principales países del mundo, en materia de confianza del público en relación a la economía nacional, no reconoce antecedentes en el país. Es la más alta de América Latina, por lejos. Se viene sosteniendo de forma regular desde hace cuatro años, manteniéndose y creciendo, con oscilaciones menores. Para nosotros, que hace 25 años estamos encuestando, resulta absolutamente novedoso. Esto no era así en ningún sentido. Hoy por hoy uno ve encuestas que se hacen todos los meses y uno tiende a pensar, por reflejos del pasado, que este mes se caerá y tiende a pensar qué lío se armará si se cae… pero no cae. Esto es un hecho nuevo”. Añadió que “también es cierto que más allá de la popularidad del presidente Mujica, hay un clima político, que como todos los climas políticos se puede deteriorar, pero que es un clima totalmente desconocido, yo diría que desconocido hasta la presidencia de Mujica. El presidente José Mujica es muy apreciado por la opinión pública, por la oposición, por los líderes políticos de la oposición, por los parlamentarios de la oposición, por un buen número de empresarios, por todos los embajadores, por la opinión publica regional; hay un nivel de consenso que no existía en la época de Vázquez, sobre la calidad del clima político y la calidad del clima institucional uruguayo. Esto es empírico y hay que construir a partir de ahí”. Lo tercero relevante, para Aguiar, “es que cuando uno conversa con gente del ámbito empresarial, advierte que todas las empresas empiezan a experimentar un fenómeno nuevo, desconocido: una inmensa escasez de mano de obra, particularmente de mano de obra calificada, pero también de mano de obra para cosechar caña de azúcar, o para encuestar en el interior, por ejemplo. Un fenómeno totalmente nuevo que antes no existía. Y probablemente vivamos con esa realidad en los próximos años, lo cual va a plantearnos algunos problemas y desafíos para encarar en serio el proceso del crecimiento. Creo que estas tres realidades son un marco relevante a tener en cuenta cuando hablamos de ‘la nueva empresarialidad’ y de cómo mejorar la imagen del empresario en Uruguay”. Los equívocos Junto al contexto, según César Aguiar, “es imprescindible analizar algunos equívocos”. “Para hablar de la imagen de los empresarios es necesario analizar previamente tres equívocos que están vigentes en torno a este tema y creo que impiden, dificultan o tornan borrosa la discusión sobre el asunto. El primero es un problema de palabras. En ACDE la palabra empresario se utiliza en el sentido del buen empresario o el empresario ideal. Cuando ACDE habla de los empresarios, se refiere a los buenos o ideales empresarios. Pero no está usando la palabra empresario en el sentido que aparece en la prensa, por ejemplo. Cuando aparece en la prensa, generalmente el vocablo se relaciona con empresarios no tan buenos o no tan ideales. Y cuando se maneja ese término en el lenguaje común, no sabemos nunca si se está hablando del empresario que ACDE imagina o del empresario que la prensa o la gente común llama empresario. Tengo la sensación de que la gente común llama empresario a una figura bastante lejana a la que ACDE evoca cuando habla de empresario. Por todo esto resulta difícil trabajar en torno a la simple palabra ‘empresario’ como soporte para acciones de comunicación. En otras palabras, lo que debemos preguntarnos es de qué estamos hablando cuando hablamos de empresario”. El segundo equívoco relevante para encarar el tema, para el titular de Equipos Mori, “es lo que llamaría imágenes cruzadas. Admitamos por un momento que efectivamente la imagen del empresario que está vigente en la sociedad uruguaya es una imagen mala, distorsionada, poco informada, poco atractiva, incapaz de motivar a la gente para que se dedique a actividades empresarias. Para evaluar cabalmente lo que esto significa me gustaría ponerme del otro lado, y preguntar qué imagen tienen los empresarios de la sociedad uruguaya. ¿No será que los empresarios también tienen una imagen mala de la sociedad uruguaya, también tienen una imagen equivocada de la sociedad uruguaya, y ésta advierte esa imagen distorsionada? ¿No será que muchos uruguayos advierten que el empresario no confía en ellos? Y ¿no será que la sociedad uruguaya advierte que el empresario no confía en Uruguay, y por eso no invierte, actúa a corto plazo, por eso no tiene un compromiso serio de largo plazo con la sociedad, por eso no asume riesgos? ¿Por eso actúa en última instancia con un horizonte muy pequeño? ¿No será que la sociedad se da cuenta de eso?”. Aguiar citó un trabajo sobre los empresarios uruguayos encomendado por ACDE hace muchos años a Ricardo Peirano, “donde se constataba que la principal característica del empresario uruguayo de esa época en Uruguay era lo que se llama ‘empresario rentista’. En ese caso, los empresarios no serían tan buenos, y en ese caso su mala imagen era probablemente la que se merecían tener”. El de las imágenes cruzadas es un aspecto relevante, porque esa mala imagen, que al buen empresario no le gusta, es la consecuencia de un juicio que hace la sociedad, y que en alguna medida, ese juicio tiene su razón de ser. “El tercer equívoco tiene que ver con el vínculo entre la imagen y la realidad –sostiene Aguiar-. ¿Se trata de transformar una imagen o de transformar una realidad? Es bueno puntualizar, también, que cuando hablamos de empresario en el sentido que estamos planteando ahora, estamos hablando de empresario y no de empresa. O sea, creo que no debemos confundir los problemas del empresario con temas como la responsabilidad social empresaria, por ejemplo, que hacen a la empresa. De lo que se trata, cuando se habla de la imagen y la realidad, es hablar de un empresario de carne y hueso, que hace determinadas cosas o deja de hacerlas y que cumple un rol estratégico en la sociedad. En otras palabras, ¿qué tenemos que hacer para cambiar la imagen del empresario? ¿Es que el empresario es bueno pero su imagen es mala? ¿O tenemos que cambiar, más que la imagen, las malas prácticas de ese empresario, que provocan que tenga mala imagen?”. El punto de partida Para que este ejercicio de reposicionar la imagen del empresario sea fecunda, Aguiar estima que es bueno partir de ciertas hipótesis escépticas sobre cómo son realmente los empresarios en Uruguay. “Es útil partir de la base de que son muy pocos los empresarios que se ajustan a la imagen de empresario ideal que prevalece en ACDE. En este tema de imagen y realidad, debemos hacer una reflexión de cómo se comporta el empresario real para luego tratar de construir un comportamiento nuevo y, consecuentemente, ya llegará una imagen nueva, o sea, ‘la nueva empresarialidad’ no es un problema de imagen, sino un problema de generar pautas de comportamiento diferentes. Si este punto de partida es razonablemente sostenible, la idea de una nueva empresarialidad comienza con un compromiso y eventualmente con un conjunto de propuestas, para que cada vez más empresarios asuman ese compromiso. Pero comienza con ese compromiso de comportamiento, de lo que debemos hacer los empresarios en los próximos años en el país. Lo que debemos hacer hoy, en un contexto donde el clima del país es optimista, donde las perspectivas de crecimiento del país son buenas, donde no se ven en el horizonte, mas allá de que se puedan encontrar ciertas debilidades, no encontramos amenazas muy grandes que no nos sintamos capaces de encarar o de resolver. Por ese camino, deben buscarse los términos de esa suerte de compromiso, de una nueva ‘empresarialidad’, donde no se trabaja sólo sobre la imagen, sino también sobre la realidad”. Los obstáculos “En este escenario surgen varios problemas a resolver. Un problema de la opinión pública es que la gente no quiere ser empresaria. Ése es un tema relevante de opinión pública en su conjunto y ahí hay un frente de acción, un frente de trabajo. ¿Cuáles son los estímulos que deben generarse para la creación de una cultura del emprendedurismo que se pueda transmitir a las nuevas generaciones?”, afirma. Otro problema es la autoidentificación. “En los años 80 Equipos empezó a hacer encuestas, en forma regular, a ganaderos, todos los años. Una de las preguntas que les formulábamos era: ¿usted cómo se define? ¿Qué es usted? A fines de los 80, del total de ganaderos mayores de 500 hectáreas, solamente el 10% se definía a sí mismos como empresarios. Se definían como ganaderos, productores, o por sus otras profesiones, médicos, abogados, pero no se definían como empresarios. Hoy en las encuestas similares arriba del 35% de los ganaderos se definen como empresarios, pero igual, de todas formas, la mayoría no se define como empresarios. Si a mí me preguntan qué soy, digo que soy sociólogo. Pero tengo una empresa que tiene 86 personas en la oficina y aproximadamente 60 en la calle. O sea, no soy más simplemente un sociólogo, soy un empresario que no me autoidentifico como tal. Y estoy seguro que lo mismo le ocurre a muchos, y a eso le llamo la autoidentificación”. Una tercera dimensión que le resulta relevante es el tema de la utilización de la cultura y la utilización de la empresa como ámbito de generación de comportamientos empresarios en la gente que la rodea. Comportamientos y habilidades que pueden llevarse a otros ámbitos y que cada uno puede desarrollar. Otro tema importante, para Aguiar, es que hay que definir qué es un empresario. “En nuestra jerga, el empresario es un articulador que hace un juego de suma positiva, en la que todos ganan, en la que todos se benefician: se beneficia el empresario, se beneficia el trabajador, se beneficia la gente, se beneficia la sociedad, se beneficia la cultura… Es un jugador imprescindible”. Los pasos siguientes Entre los pasos siguientes surge la comunicación, y entre los problemas diferentes que se acumulan, había que definir por dónde empezar a abordar el tema. “Una alternativa es tomarlo como una suerte de compromiso, tal vez un código de ética, de buenas prácticas del empresario. O simplemente un compromiso que diga: nosotros, los firmantes, nos comprometemos a hacer determinadas cosas, elementos que hay que definir”, indicó César Aguiar. “Si no estoy equivocado, realmente están pasando algunas cosas que nos permitirían apostar con más confianza de lo que se podía apostar en el pasado. En el pasado, si uno apostaba a largo plazo, si uno apostaba fuerte, resultaba más arriesgado de lo que resulta hoy. Quizás están cambiando las cosas, y si están cambiando, si hay un grupo empresarial que tome un compromiso de comportamiento coherente a mediano y largo plazo, quizás se pueda lograr un resultado interesante. Hay estudios en el mundo que indican que si hay un 20 % de gente convencida, es posible introducir un cambio significativo y si está convencida de introducir ese cambio, la probabilidad que surta efecto es alta. Todos los cambios relevantes empezaron por minorías en el mundo entero. De forma tal que si los empresarios logran articular un compromiso motivador, que implique cambios en el comportamiento, acompañado de comunicación, que pueda llevar a una nueva imagen empresarial, creo que estamos en el buen camino”, concluyó.