Abstract: Nature de Emerson

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La naturaleza como construcción socio-cultural en Nature (1836) de
Ralph Waldo Emerson
Cabrera, Emmanuel Leonardo
(alumnos) Facultad de Lenguas –UNC.
RESUMEN
En 1836, Ralph Waldo Emerson escribe Nature (Ensayo sobre la Naturaleza), libro que
marca el comienzo del trascendentalismo americano. Desde la Introducción, la naturaleza
adquiere un significado divino, y su esencia, según Emerson, está al alcance de todos a través de
las múltiples facetas en las que la naturaleza se desdobla. Al espíritu, la esencia de la naturaleza
como su contracara inseparable, sólo se puede llegar a través de un idealismo que trasciende lo
material para alcanzar lo absoluto. Emerson proclama un abordaje de la naturaleza con nuevos
ojos, sin todas las restricciones o mediaciones teológicas y filosóficas que velan la posibilidad de
experimentar lo divino como innato o evidente. Pero su perspectiva, nueva y revolucionaria en
cuanto se aparta del neoclasicismo, está empapada de otras corrientes, como el panteísmo del
siglo diecinueve, el racionalismo (en la filosofía de la religión), el romanticismo alemán, previa
divergencia del unitarismo estadounidense, y sobre la base del fundamento trascendental
kantiano. Todo esto converge en el advenimiento del trascendentalismo emersoniano, a saber,
intuitivo/espiritual/místico, optimista/vitalista e individualista/subjetivista, pero sin embargo,
nunca universal, como podría interpretarse en su obra.
En 1836, Ralph Waldo Emerson (1803-1882) escribe Nature1 (Naturaleza), ensayo que
marca el comienzo del trascendentalismo americano, y objeto de estudio del presente trabajo. En
Naturaleza, dicho autor proclama la búsqueda de una nueva y auténtica manera de entender la
creación divina, a través del acercamiento a la naturaleza, para, de esta forma, lograr una
comunicación directa con Dios. La novedad en el estilo emersoniano de leer la naturaleza como
texto divino, con nuevos ojos, radica en dejar de lado las mediaciones teológicas y filosóficas, y
sobre todo las del texto bíblico, ya que velan la posibilidad de experimentar una revelación
divina inmediata. Sin embargo, nadie está exento de influencias, y Emerson no es la excepción.
Aunque su ensayo cuenta con ideas muy originales para la época, está marcado por el influjo de
otras corrientes. Por consiguiente, el concepto de naturaleza que ostenta como genuino e inédito,
no es sino una construcción socio-cultural.
La humanidad, y Emerson como ser humano, es esencialmente incapaz de aprehender la
naturaleza por lo que ésta es en sí, ya que todo objeto del conocimiento humano está mediado, en
mayor o menor medida, por el lenguaje/la cultura. Y aun cuando es cierto que de no haber un
entorno cognoscible ni el lenguaje ni la cultura serían viables, lo que se debe destacar aquí es que
el conocimiento humano es siempre socio-cultural.
Específicamente, la teoría de la arbitrariedad del signo lingüístico permite refutar de
inmediato la objetividad que Emerson pretende en Naturaleza. Hay que reconocer, de todos
modos, que son muy persuasivos los ejemplos que utiliza para apoyar sus hipótesis de que, 1ro)
“Las palabras son signos de hechos naturales”: “Espíritu primeramente significa viento,
transgresión, el cruce de una línea…”; 2do) “Los hechos naturales son símbolos de hechos
Las traducciones de las citas son propias. Texto original: “Nature” by Ralph Waldo Emerson (Web text), en:
http://www.vcu.edu/engweb/transcendentalisj/authors/emerson/nature.html)
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espirituales”: “No son sólo las palabras las emblemáticas; las cosas son las emblemáticas”. “La
luz y la oscuridad son nuestras expresiones familiares para la sabiduría y la ignorancia, y el
calor, para el amor”, y 3ro) “La naturaleza es el símbolo del espíritu”: “El mundo es
emblemático”. “…los proverbios de las naciones consisten usualmente en un hecho natural
seleccionado como una imagen o parábola de una verdad moral”. “Es difícil llevar un vaso lleno
sin volcar…”.
Aun así, las palabras y los proverbios son el producto de la actividad humana del habla y
adquieren sus significados por convención explícita o implícita entre los hablantes; la
subjetividad, en última instancia, es su característica esencial. Aun el mismo Emerson expresa
que “…el hombre hace analogías y estudia las relaciones en todos los objetos. Él está situado en
el centro de los entes y un rayo de relación entre dos cosas pasa siempre a través de él. Y ni
puede ser el hombre entendido sin estos objetos, ni estos objetos, sin el hombre.” En breve, no
hay sujeto sin objeto ni objeto sin sujeto. Desde esta perspectiva, los proverbios son la expresión
lingüística de dichas relaciones formadas en el seno de la cultura por y para el hombre.
Asimismo, si bien Emerson hace referencia al hecho de que, en sus comienzos, todos los
lenguajes se basan en un simbolismo primitivo que copia las formas naturales y/o en el uso de
sustantivos, como en el lenguaje de los niños que recién aprenden a hablar, no propone ninguna
teoría sobre el origen del lenguaje. Además, las mencionadas características de los lenguajes
primitivos son falibles a la hora de explicar el origen de los mismos, ya que dicho simbolismo
está compuesto por gráficos, y no por palabras; y si aun lo estuviera, Emerson ni explica ni da
cuenta de la relación que las ata a los objetos que designan. Menos aún rastrea el origen de la
palabra “naturaleza”, a la cual toma directamente del lenguaje común, para luego reelaborar su
significado.
En pocas palabras, objetividad y lenguaje se excluyen mutuamente. Por ende, la
“naturaleza” debe, necesariamente, ser una construcción socio-cultural/subjetivista.
Continuando con el análisis, ya desde la Introducción del ensayo, la naturaleza se presenta
configurada como divina, emparentada con Dios. No obstante, aunque dicha característica es
fundamental para el desarrollo de la idea trascendental emersoniana, no comporta ni un ápice de
objetividad. Dejar por sentado que existe un Dios, Creador del universo, es sólo la expresión
implícita de una creencia. Y, como es sabido, las creencias religiosas siempre se abrigan en el
seno de las culturas de las que forman parte. Se puede asegurar, sin despreciar el valioso aporte a
la cultura y al naturalismo hecho por Emerson, que la “naturaleza” no puede ser más que una
construcción socio-cultural.
De todas maneras, la divinidad de la naturaleza es la premisa esencial que le permite a
Emerson desarrollar su idea trascendental. Según él, “La naturaleza es en toda su extensión un
medio.” La naturaleza es la mejor y única vía para llegar a lo absoluto, entender el diseño de la
creación y la función del universo; es el único y legítimo libro sagrado de Dios, en donde éste
plasma sus pensamientos en materia. Su lenguaje divino es perfecto, puro, benévolo y mágico.
Por el contrario, el lenguaje humano se encuentra corrompido e impuro y no le permite al
hombre leer el pensamiento divino escrito en el libro abierto de la naturaleza. No obstante, existe
la posibilidad de lograr una verdadera conexión con la naturaleza y, mediante ésta, con Dios, a
saber: Acercarse a la naturaleza con la inocencia de la infancia, edad en la que se cuenta con una
mejor dote para comprender la naturaleza, “El sol sólo ilumina el ojo del hombre pero brilla y
resplandece en el ojo y en el corazón del niño.”
Este argumento, desde la perspectiva emersoniana, es totalmente válido ya que, como es
sabido, en la infancia predominan el impulso/instinto de explorar y el contacto directo con el
entorno, ya sea natural o artificial, sin las mediaciones ni del lenguaje ni de prejuicios que
interrumpan la espiritualidad de las experiencias vividas, que se pierden progresivamente con el
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desarrollo psicológico y el aprendizaje social. El espíritu de la infancia es, entonces, el ideal de la
virtud humana. Consecuentemente, para Emerson, el hombre virtuoso es quien ama
verdaderamente la naturaleza, quien puede llegar a comprenderla, “quien conserva el espíritu de
la infancia aún en la era de la adultez.” Luego, para llegar a este estado de pureza espiritual, el
hombre debe aislarse, quedar solo: “Para alcanzar la solitud, un hombre necesita retirarse tanto
de los edificios como de la sociedad. No estoy solo mientras leo y escribo, aunque nadie esté
conmigo”.
Resulta interesante, si no paradójico, el hecho de que Emerson urja a abandonar el lenguaje
y, por extensión, hasta su propio ensayo mediante el uso del lenguaje en el propio texto
Naturaleza...
De todas formas, la abstracción que se logra por medio de esta íntima relación entre el
hombre y la naturaleza es el camino ascendente que le permite dejar atrás el materialismo para
arribar a lo más elevado, a la real esencia de la naturaleza: el Espíritu.
“Me transformo en un ojo transparente; no soy nada; lo veo todo; las corrientes del Ser
Universal circulan a través de mí; soy parte o partícula de Dios”. Aquí, más que en cualquier otra
parte del ensayo, se hace patente la influencia del panteísmo, doctrina para la cual, 1ro) la
naturaleza y Dios son una y la misma cosa, y 2do) cada entidad en el mundo es, lógicamente,
uno de sus aspectos. “El mundo procede del mismo espíritu que el cuerpo del hombre”. “En su
totalidad, la naturaleza es una metáfora de la mente humana”. Según el fundamento panteísta,
esto quiere decir que el mundo/la naturaleza y el cuerpo del hombre son las manifestaciones
visibles de Dios y metáforas de las mentes del hombre y del Creador. Por consiguiente, ver el
mundo/la naturaleza con nuevos ojos implica verse a sí mismo con nuevos ojos, y llegar a
comprender el significado y el propósito del diseño sagrado implica comprender el significado y
el propósito del hombre. Más allá de lo interesante de esta tesis, aquí se demuestra otra vez que
la “naturaleza” es una construcción socio-cultural.
Dicho esto, son ya también más que evidentes las influencias de, 1ro) el fundamento de la
Estética trascendental kantiana, en la cual se da especial importancia a la sensibilidad, lo que en
Naturaleza sería la vista tan enfatizada por Emerson, ya que es a través de la percepción que los
objetos son presentados al entendimiento, y 2do) el dualismo cartesiano entre espíritu y materia,
en el que el primero es lo real y eterno, mientras que la segunda es sólo una vana copia o una
sombra efímera en constante cambio.
No obstante, aunque es cierto que en Naturaleza el dualismo es un eje central del
trascendentalismo emersoniano, éste difiere del que se ha traducido en la subordinación de la
naturaleza a la ciencia. Emerson critica a la religión y a la ética porque sugieren la dependencia
de la naturaleza al Espíritu y porque “Las dos ponen a la naturaleza a sus pies”. Más adelante,
afirma que “…detrás de la naturaleza, a través de la naturaleza, el espíritu está presente; uno y no
compuesto, no actúa sobre nosotros desde afuera, es decir, en espacio y tiempo, sino que lo hace
espiritualmente o a través de nosotros mismos: por lo tanto, ese espíritu, es decir, el Ser
Supremo, no construye la naturaleza en derredor nuestro sino que lo hace a través de nosotros al
igual que la vitalidad del árbol hace brotar nuevas ramas y hojas por los poros de las viejas.”
En esta aseveración, aunque ortodoxa, se encierra la magistral combinación que une
trascendentalismo y dualismo en lo que representa el mayor aporte de Emerson al naturalismo:
Mientras que la doctrina cartesiana desvaloriza lo material, es decir, la naturaleza, en favor de lo
espiritual, la doctrina kantiana le devuelve el rédito por ser la condición previa que posibilita el
entendimiento posterior de lo abstracto. Si bien “El Espíritu es el Creador”, “…parece tener la
necesidad de manifestarse en formas materiales,” y es menester del hombre ir manso y con ojos
virtuosos a observar la naturaleza, ya que sin ésta sería imposible siquiera soñar con la ascensión
a la mente del Creador. “La naturaleza está compelida a conspirar con el espíritu para
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emanciparnos,” pero debemos cuidarnos de no destruirla, a lo que aportamos incesantemente con
los avances de la ciencia y la tecnología que pierden cada vez más la espiritualidad a merced del
materialismo, ya que si es verdad que esta naturaleza es el único medio con el que contamos para
alcanzar lo absoluto, que somos parte o partícula de ese todo y que a su vez Espíritu y Naturaleza
no son sino las dos caras de una misma moneda, al maltratarla, nos maltratamos, y, al perderla,
lo perdemos todo.
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