“El Falo: como posibilitador de movimiento entre Madre, Padre e Hijo” Tomando como punto de partida el texto escrito por Freud en 1905 – “Tres ensayos de la teoría sexual”, podríamos situar los dos tiempo de la sexualidad humana: 1. La Organización Pregenital y 2. La Organización Genital, ubicando al período de latencia como un entretiempo que media entre las dos organizaciones caracterizado por una detención de las prácticas e intereses sexuales. A lo largo de este texto, Freud situará como una de las características principales de la vida sexual infantil: que ésta es autoerótica ya que la satisfacción es en el propio cuerpo y que sus pulsiones parciales aspiran a conseguir placer independientemente unas de otras. No hay unificación de las pulsiones parciales ni subordinación al primado de los genitales. La meta sexual es la satisfacción mediante la estimulación de una zona erógena (propio cuerpo). Recién con el advenimiento de la pubertad se desarrollará la fase Genital, donde habrá un resurgimiento de los intereses sexuales y las zonas erógenas se subordinarán al primado de la zona genital. Las pulsiones parciales se sintetizarán y organizarán bajo el primado de los genitales al servicio de la reproducción. En la Organización Pregenital, Freud ubica las fases: oral, anal y fálica. El complejo de Edipo es contemporáneo a la fase Fálica y no va a seguir su desarrollo hasta la organización genital definitiva sino que va a caer sepultada, se irá al fundamento a raíz de su fracaso, como resultado de su imposibilidad interna. Si uno quisiera pensar el Edipo en el sentido común que circula en el discurso social, podría situarlo como la ligazón libidinal amorosa con el padre del sexo opuesto y, simultáneamente, la reacción hostil para con el padre del mismo sexo. En esta descripción se tiene en cuenta la relación entre tres personas: la madre, el padre y el hijo. Ahora bien, lo que mueve las relaciones 1 entre ellos y funda el complejo de Edipo es el Falo. Este no es el Pene, es la premisa universal del pene. Con esto Freud se refiere a la creencia infantil de que todo el mundo tiene pene, solo hay seres con pene. En esta etapa, no hay un primado genital, para el niño sólo va a existir un órgano que atraiga sus intereses, el masculino, por sus propiedades como órgano del cuerpo con características visuales especiales, como apéndice saliente, dotado de las propiedades de cambiar de tamaño y de erectibilidad. Ya que el falo no es el pene real sino que remite a una legalidad, el falo es irrepresentable. Apoyado sobre el órgano del cuerpo – Pene- a nivel lógico, simbólico, todo se va a jugar en torno a la presencia/ausencia. Freud va a decir que partiendo de esta premisa, las niñas cuando descubren que no lo tienen, querrán tenerlo y los niños al ver que hay seres a quienes les falta van a temer perderlo. Para Freud, tanto el hombre como la mujer, atraviesan por la fase fálica y dada la diferencia anatómica que hay entre ellos, se va a producir un desarrollo para la mujer como para el varón, es decir hay asimetría entre el complejo de Edipo – complejo de Castración en el varón y la mujer. Había ubicado a la fase fálica como contemporánea al complejo de Edipo. Éste, ofrece al niño dos posibilidades de satisfacción: una positiva y otra negativa. En el Edipo positivo: éste puede situarse en el lugar del padre y mantener una relación de comercio con la madre, cuestión que implicará que el padre sea visto como un obstáculo entre él y la madre. En el Edipo negativo: quiere ser amado por el padre y sustituir a la madre. Dada la vasta ocupación manual que el niño ocupa en sus genitales, se puede concluir su alto interés en ellos. Freud va a suponer que este onanismo infantil es dependiente del complejo de Edipo y significa la descarga de su excitación sexual. A partir de allí vive la experiencia de que los adultos no están de acuerdo con ese actuar y sobreviene la amenaza que se le arrebatará esa 2 parte tan estimada por él. Pero no alcanza con la amenaza, sino que hará falta que el niño observe los genitales femeninos, esta articulación entre visión y amenaza hace que la Castración sea efectiva. Se vuelve representable la pérdida del propio pene. En un principio, cuando el varón ve por primera vez los genitales femeninos, desmiente su percepción. Será necesario que la amenaza de castración cobre influencia sobre él para que aquella observación se vuelva significativa. Si la satisfacción amorosa que implica el complejo de Edipo debe costar el pene, entonces el niño se ve enfrentado a un conflicto entre el interés narcisista por sus genitales y la investidura libidinosa de los objetos parentales. Entonces la actitud Edípica del varón se va al fundamento por la angustia de castración, por este interés narcisista hacia sus genitales. Por lo tanto tenemos: relación preedipica como objeto de amor la madre, la relación edipica de deseos incestuosos con la madre y se va al fundamento por la angustia de castración. El niño sale del complejo de Edipo por el complejo de Castración. Por su interés narcisista hacia sus genitales. En la mujer, va a decir Freud, es más difícil ya que ésta tiene que hacer un cambio de objeto de amor, de la madre al padre y un cambio de zona erógena: del clítoris a la vagina. El lazo intensísimo que se produce con el primer objeto de amor, la madre, se constituye sobre el fondo de una ilusión fálica donde el sujeto aparece como objeto absoluto de deseo de la madre, como el que colma el deseo de la madre. Freud va a plantear como la salida “normal” de la sexualidad femenina, la maternidad vía la ecuación niño-falo. El deseo ilusorio de la madre de colmar con el hijo la falta de falo. Se dice que es una madre fálica en cuanto el hijo se origina en una posición de objeto que cumple el deseo de la madre. 3 La mujer al encontrarse con la experiencia de la diferencia anatómica de los sexos, ve el pene de algún hermano o compañero de juego y lo distingue como superior al de su propio órgano. En este punto, cae como víctima de la envidia del pene. Decepcionada por la experiencia de que la madre no la hizo provista de pene, se dirigirá al padre para que éste le dé el equivalente simbólico del pene: el hijo. La mujer hace una ecuación simbólica de pene – hijo, en tanto que es algo que puede colmar su falta de pene. Entonces tenemos que la mujer en la etapa preedipica tiene una fuerte ligazón a la madre. Entra al Edipo por envidia del pene. La niña se asume castrada y entra al complejo de Edipo por la envidia del pene (CC). Reprime, abandona su primer objeto de amor para dirigirse al padre, no para que éste le dé el pene, sino para proyectar en él la posibilidad de un hijo a través de la equivalencia simbólica pene-hijo. Debido que la mujer entra al complejo de Edipo a partir del complejo de Castración, Freud va a decir que la mujer sale por decepción de que el padre no cumple con la promesa de darle un hijo. Entonces se va a dirigir a otro hombre para que le dé lo que el padre no le pudo dar. Debido a las complicaciones que presenta el desarrollo en la mujer, Freud va a plantear tres posibles salidas. Una, que llevaría a la “normalidad”, supone la ecuación simbólica niño-falo, donde el hijo viene al lugar del falo que no tiene. La segunda, es la inhibición donde hay un sentimiento de desvalorización, se siente un ser inferior. La tercera salida posible, es la que Freud va a llamar como el complejo de masculinidad, donde hay una creencia imaginaria de que de alguna manera tiene pene o va a conseguirlo, lo que lleva a una elección homosexual de objeto. Tomando como referencia lo que ahora sabemos, podemos pensar el titulo que Freud plantea para su texto “El sepultamiento del complejo de Edipo” y decir que cualquier elección de objeto que el sujeto elija en el interior del Edipo, ambos caminos tanto el positivo como el negativo, conducirán a la castración. En el Edipo positivo, el padre ejercería la castración en defensa de su 4 posición con respecto a la madre; Y en el negativo, al tener el deseo de ser satisfecho por el padre, tendría una identificación con la madre y se ubicaría en su posición, que por definición está castrada. Freud dirá que el complejo Edipo se irá al fundamento a raíz de su fracaso, como resultado de su imposibilidad interna, cualquier elección de objeto que realice llevaría a la castración. Si se tiene en cuenta, que la pulsión por naturaleza misma no se satisface plenamente, se puede pensar el Complejo Edipo – Complejo de Castración como ordenador del campo de la relación del sujeto con la satisfacción pulsional. La prohibición de los deseos incestuosos va a marcar un modo de satisfacción que va a quedar prohibido, y es justamente esto lo que constituye a la madre en el campo del deseo. Es la prohibición lo que transforma a la madre como deseable, haciéndonos pensar que si se abordara esa prohibición, la pulsión se satisfacería plenamente, cuando en realidad el objeto está perdido. Por su naturaleza misma es imposible una satisfacción plena de la pulsión. Como heredero del complejo de Edipo, como consecuencia fundamental y resultado de ese abandono, aparece una nueva estructura psíquica: el Superyó. Esta instancia es el resultado del abandono de los objetos parentales y de una identificación al padre. Las investiduras de objeto son resignadas y sustituidas por identificación (donde la autoridad del padre es introyectada al yo y forma el núcleo del superyó). Asegura al yo contra el retorno de la investidura libidinosa de objeto. Es el resultado de la internalización de la identificación con el padre. Hay una escisión interna: un yo deseante y un superyó que prohíbe (internalización de la imagen castradora del padre). Dice Freud, “Las aspiraciones libidinosas del complejo de Edipo son en parte 5 desexualizadas y sublimadas, lo cual acontezca con toda trasposición en identificación, y en parte son inhibidas en su meta y mudadas en mociones tiernas”. 1 Así, el proceso en su conjunto, salva a los genitales de su peligro de pérdida pero también los paraliza cancelando temporalmente su función, y dando inicio al período de Latencia. 1 S.Freud, El sepultamiento del complejo de Edipo, 1924. 6 Referencias Bibliográficas Freud, S., “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica entre los sexos” (1925) en: Obras Completas, Buenos Aires: Amorrortu, tomo XIX. Freud, S., “El sepultamiento del complejo de Edipo” (1924), en: Obras Completas, Buenos Aires: Amorrortu, tomo XIX. Freud, S., “Tres ensayos de teoría sexual” (1901-1905), en: Obras Completas, Buenos Aires: Amorrortu, tomo VII. Freud, S., "La organización genital infantil. (Una interpolación en la teoría de la sexualidad)" (1923), en: Obras Completas, Buenos Aires: Amorrortu, tomo XIX. Masotta, Oscar, “Lecturas de Psicoanálisis Freud, Lacan” (1991), Paidos editores, Buenos Aires. Delgado, Osvaldo, “La subversión freudiana y sus consecuencias” (2005), JVE ediciones, Buenos Aires. Laplanche, Jean- Pontalis, Jean –Bertran, “Diccionario de Psicoanálisis” (1996), Paidos editores, Buenos Aires. Delgado, O., “El Complejo de Edipo como operador estructural” 7