La perspectiva experiencial deweyniana: “aprender haciendo” y el pensamiento reflexivo. (…) La escuela es una institución social, en ella se puede desarrollar una vida comunitaria que sienta las bases de la educación. Es en esta vida comunitaria en la que el niño y el adolescente experimentan la formación que lo conducirán a participar de manera activa en su contexto cultural, paralelamente desarrollará plenamente sus facultades. Además de que la escuela debe preparar para la vida futura, ésta es entendida como un proceso vital; para John Dewey la vida social en la escuela se basa en el intercambio de experiencias y en la comunicación entre los individuos. La perspectiva experiencial inspirada en Dewey se basa en el supuesto de que todo lo que le pasa a los estudiantes influye en sus vidas, y, por consiguiente, el currículo debería plantearse en términos amplios, no sólo en lo que puede planearse en la escuela e incluso fuera de ésta, sino en términos de todas las consecuencias no anticipadas de cada nueva situación significativa que enfrentan los alumnos. Así las consecuencias de cualquier experiencia de aprendizaje no sólo implican lo que se aprende de manera formal, puntual o momentánea, sino los pensamientos, sentimientos y tendencias a actuar que dicha situación genera en los individuos que la viven y que dejan una huella perdurable. De esta manera, la filosofía de una enseñanza de corte experiencial descansa en la premisa de que si se consigue que la experiencia escolarizada se relacione más con la experiencia significativa de los estudiantes y resulte menos artificial, los estudiantes desarrollarán más y llegarán a ser mejores ciudadanos (Posner 2004). Dewey desarrolla su propuesta de aprendizaje experiencial con la tesis central esbozada en la obra Experiencia y educación, de que toda “auténtica educación se efectúa mediante la experiencia”, pero al mismo tiempo afirma que ello “no significa que todas las experiencias sean verdaderas o igualmente educativas” (op.cit.,p.22). Así el aprendizaje experiencial es un aprendizaje activo, utiliza y transforma los ambientes físicos y sociales para extraer lo que contribuya a experiencias valiosas, y pretende establecer un fuerte vínculo entre el aula y la comunidad, entre la escuela y la vida. Es decir, es un aprendizaje que genera cambios sustanciales en la persona y en su entorno. A través de éste, se busca que el alumno desarrolle sus capacidades reflexivas y su pensamiento, así como el deseo de seguir aprendiendo en el marco de los ideales democrático y humanitario. Así, la aplicación del aprendizaje experiencial en la enseñanza se conoce como el enfoque de “aprender haciendo”, o “aprender por la experiencia”. De ninguna manera se restringe a un “saber hacer” rutinizado e irreflexivo, ni a una pedagogía del activismo sin sentido, a las que en ocasiones suele reducirse: por el contrario, propone como punto central el desarrollo del pensamiento y de la práctica reflexiva. De acuerdo a Brubacher (2000), los principio educativos de la postura deweyniana son los siguientes: Educación democrática: la educación debe concebirse ante todo como una gran actividad humana en y para la democracia, en este sentido debe orientarse a la reconstrucción del orden social. 21 Educación científica: donde Dewey destaca el papel de la de la formación científica de los niños y jóvenes, así como la importancia de la experimentación por medio del método científico. Educación pragmática: centrada en la experiencia como prueba del conocimiento mediante el hacer y el experimenta en que participa el pensamiento de alto nivel, pero al mismo tiempo dando prioridad a la experiencia cotidiana en el hogar y en la comunidad. Educación progresiva: plantea que la experiencia educativa es una reconstrucción constante de lo que hace el niño a la luz de las experiencias que vive, y que, por ende, dicha reconstrucción es lo que permite al niño progresar, avanzar en el conocimiento; esta idea inspiraría después otros principios educativos, como la noción de currículum espiral. 22