Introducción Los Estados Unidos de América, vencedores de la guerra del 1914, se enriquecieron de una manera impresionante y de esta misma forma, Europa se derrumbaba económicamente, de esta lucha salieron acreedores del mundo los estadounidenses. La gran potencia presto una gran ayuda a la paupérrima Europa, en un momento en que mas necesitaba ayuda el viejo continente, pero luego se encontró frente, y a lo que no esperaba, las industriales Europeas. Al mismo tiempo , la producción agrícola e industrial alcanzaba tan gran desarrollo que incluso podía sobrepasar en gran medida la población que necesitaba estos servicios, o posibilidades de consumo, lo que trajo consigo la limitación de la producción provocando un circulo vicioso ; una baja en el consumo lo que empezó a crear un baja de personal en muchas empresas hasta desaparecer algunas. Miles de personas cesantes haciendo grandes filas y obviamente sus familias si nada con que alimentarse , fue lo que es conocido como la Gran Depresión La Depresión La depresión económica es conocida como el periodo durante el cual un país industrializado presenta una producción y unas ventas reducidas, y al mismo tiempo altas tasas de desempleo y de quiebras empresariales. Una depresión es el punto más bajo de un ciclo económico. Casi todas las teorías económicas modernas consideran que las depresiones son el resultado de una caída de la demanda, junto a una disminución de la inversión y de los salarios, que reducen el nivel de consumo. El keynesianismo destaca por su análisis de las condiciones que crean y prolongan las depresiones. Sin embargo, la economía marxista siempre ha considerado las depresiones como el síntoma de la propia naturaleza del capitalismo. La depresión más importante se produjo en 1929 y fue conocida como la Gran Depresión, pero se han producido otras depresiones (o recesiones) a lo largo de la historia, sobre todo a partir de la crisis de los precios del petróleo de 1973. Los Locos Años Veinte Aunque algunas economías aún experimentaran crisis coyunturales y aunque el paro fuese en todas ellas alto − superior a los niveles anteriores a 1914−, el crecimiento económico entre 1925 y 1929 fue en términos absolutos rápido, generalizado y sostenido. En 1923 se habían alcanzado ya los niveles productivos de 1913. El índice de la producción industrial mundial pasó de 100 en 1913 a 111 en 1924, 141,8 en 1928 y 153,3 en 1929. En Estados Unidos, la recuperación económica fue particularmente rápida una vez superada la crisis de los años 1920−21. Se debió, sobre todo, al aumento espectacular de la fabricación de automóviles (1,9 millones de vehículos en 1919; 5,6 millones en 1929), al incremento de la demanda de bienes de consumo y al boom de la construcción. La producción manufacturera creció entre 1921 y 1929 a una tasa media anual del 7,6 por 100. En Francia, la producción industrial aumentó entre 1924 y 1929 a una media anual del 3, 5 por 100. La producción de carbón pasó de 25,3 millones de toneladas en 1920 a 55 millones en 1930; la de acero, de 2,7 millones en 1920 a 9,4 millones en 1930; la de electricidad, de 5,8 millones de kilovatios−hora en 1920 a 17,5 millones en 1935. La recuperación fue más lenta en otros países industrializados como Gran Bretaña, y por descontado en Alemania; y también en países relativamente industrializados como Bélgica, Holanda, Suiza y los países escandinavos. Pero no fue por ello menos evidente. Así, pese a la sobre valoración de la libra tras el retorno en 1925 a la paridad en oro de 1914 ordenada por Churchill como ministro de Hacienda, pese al declinar de algunas industrias tradicionales (carbón, acero, producción naval, textil) y a la pérdida de mercados internacionales, la economía inglesa creció regularmente desde 1922. Alemania se recuperó notablemente tras la reconversión del marco en 1924 y la renegociación en ese año del pago de las indemnizaciones de guerra (Plan Dawes). Los años 1925−29 fueron los años de la "prösperitat". El 1 desempleo, que todavía en 1924 suponía el 13,5 por 100 de la población activa del país, había descendido en 1925 al 6,7 por 100. En 1927 la producción industrial superaba ya ampliamente los niveles anteriores a la guerra mundial. La producción total de carbón subió de 252,4 millones de toneladas en 1920 a 288, 7 millones en 1930; la de acero, que había bajado hasta los 6 millones de toneladas en 1923, alcanzó los 16,3 millones en 1927. Ninguna persona en su sano juicio podía esperar lo que sucedería en años venideros, un auge grandioso en la mayoría de las economías mundiales hacia impensable que en 1929 ocurriría el desastre económico más grande en toda la historia. Causas de la Gran Depresión El colapso posterior a 1929 tanto en el próspero Estados Unidos como en el crecimiento inestable de Alemania, anunció la Gran Depresión a escala mundial de 1930, que llevó a la bancarrota a los productores de materias primas, provocó el estallido de guerras comerciales y la desintegración del sistema bancario. Esta serie de acontecimientos sacudió la confianza popular en la capacidad del capitalismo para garantizar el suministro de bienes.. El punto de vista neoclásico dominante acerca de las causas del colapso de 1929−1933 privilegia la importancia de los accidentes −shocks externos− por que se asume que el sistema era esencialmente estable. Aunque algunos historiadores destacan la enorme y aún inexplicada caída del consumo o la crisis de la Bolsa durante 1929 como "shocks", reciben mayor atención los errores en las políticas. Otros culpan a la Reserva Federal por el gran achicamiento del suministro de moneda en EE.UU. Y hay otros que destacan los esfuerzos del gobierno federal para equilibrar el presupuesto fomentando el recorte en la demanda agregada durante una recesión. Aún los "keynesianos internacionales" que acentúan la inestabilidad estructural de la economía mundial a fines de los ´20, señalan la mala conducción política; mientras Charles Kindleberg (1986) sostiene que Estados Unidos debió actuar conforme con su responsabilidad como líder del capitalismo mundial estabilizando el sistema, Temin (1989) acusa a las tendencias deflacionarias inherentes a las políticas dominantes del régimen durante esos tiempos (incluyendo al patrón oro). Los economista de izquierda −incluidos los marxistas− puesto que consideran a las economías de Estados Unidos y mundial como básicamente inestables hacia fines de la década del '20, prestaron poca atención tanto a los accidentes como a las malas políticas. Hubo, por supuesto, debates en la izquierda centrados en las tres principales teorías sobre la crisis económica. Dado que existe poca evidencia en su favor, ha sido difícil que algunos enfatizaran en la caída de la tasa de ganancia o de la ganancia extraída a causa del pleno empleo. También se ve a la depresión y a la caída de consumo inducida como el estado normal del capitalismo monopólico. Sólo a causa de la Primera Guerra Mundial y a la onda expansiva que la siguió gracias a los gastos de Estados Unidos en automóviles y otros rubros asociados durante los '20 se habría retrasado el estancamiento. Por otra parte, historiadores franceses ven una brecha estructural entre la importancia creciente de la producción masiva y los límites del consumo masivo. La depresión era inevitable dada la ausencia de un "mecanismo de regulación monopólico", conocido como "fordismo". Un gran problema de las teorías sobre el subconsumo y consumo es que chocan con el acento puesto por Marx en el expansionismo característico del capitalismo, que lleva a los capitalistas a acumular riqueza a cualquier precio. Peor hay otra solución: de acuerdo con la visión de Marx sobre la acumulación capitalista, de que la competencia y al antagonismo entre clases conducen al sistema a expandirse más allá de sus posibilidades, a acumular en demasía ayudado e instigado por el sistema crediticio. En ciertas circunstancias, como por ejemplo, "el exceso de trabajo" que prevaleció hacia fines de 1920, esta sobre acumulación pudo revelarse como "exceso de inversión en relación al consumo". Pero debe señalarse que existen otras formas de sobreacumulación con diferentes contextos institucionales. Por ejemplo, la penuria de trabajo que prevaleció hacia fines de 1960 en Estados Unidos: la sobreacumulación pudo implicar quitas salariales sobre las ganancias y subidas inflacionarias. Aquí consideramos sólo los '20. La sobreacumulación en relación al consumo opera del siguiente modo: el aumento de la productividad del trabajo combinado con el estancamiento salarial produce una baja en el consumo de los trabajadores y, al 2 mismo tiempo, un aumento en las tasas de ganancia (en tanto la demanda agregada siga siendo suficiente) como se vio en los sectores corporativos a fines de los '20. La demanda agregada sigue siendo suficiente mientras que las ganancias altas sigan estimulando la inversión (crecimiento orientado hacia la ganancia). Las tasas altas de ganancia son difíciles de sostener, por los bajos ingresos de los trabajadores, aunque tanto la inversión como a gastos suntuarios de los capitalistas (las otras fuentes internas de demanda) resultan aún más inestables que el consumo de los trabajadores. En estas condiciones, el gasto de los trabajadores va más allá de los límites impuestos por sus salarios porque se apoya en el crédito. Sumado a esto, las inversiones fijas crean nuevas capacidades que implican la necesidad a futuro de crecimiento de las inversiones, del consumo suntuario de los capitalistas y del consumo de los trabajadores basado en el crédito. Puesto que esos ítems son inestables, la economía norteamericana se tornó cada vez más frágil (tendiente al colapso) a medida que avanzaban los años 20. Esto significó que la prosperidad fue más vulnerable a sacudidas como el colapso de la Bolsa, que puede ser explicado por la política económica de fines de esa década. Fue después de producido el colapso que la capacidad ociosa, la deuda excesiva y los pronósticos pesimistas (basados en una economía deprimida) bloquearon la acumulación posterior. Entonces, la competencia entre capitalistas llevó a la caída salarial la cual, a su vez, produjo la caída del consumo y, posteriormente, la recesión. Esta "trampa de la caída del consumo" ayudó a la prolongación del estancamiento porque favoreció la persistencia de los factores que frenaban la acumulación. Sumado a esto, la caída de los precios acrecentó el valor real de las deudas produciendo una ola de bancarrotas y la depresión posterior . La economía norteamericana, por supuesto, no constituye la economía mundial. Pero,la aparentemente, excesiva atención prestada a la economía de los Estados Unidos en los años 20, se justifica por el estancamiento relativo de la mayoría del mundo industrializado y de casi todos los productores de materias primas (incluyendo a EE.UU.) luego de la Primera Guerra Mundial. Gran parte de la prosperidad que se vio en lugares como Alemania, durante la década de 1920, era dependiente del crecimiento de la economía norteamericana. El lento ritmo de crecimiento de la economía mundial hizo difícil a EE.UU. mantener el aumento de las tasas de ganancia con un crecimiento de las exportaciones netas. En definitiva, significó que la crisis financiera de Norteamérica pudo infectar la prosperidad de ese país y así fue que, cuando Estados Unidos colapsó, lo mismo ocurrió en el mercado mundial. El estancamiento mundial en sí mismo puede ser explicado por la etapa del capitalismo predominante en el período entre las dos guerras mundiales, que involucró una competencia intensa entre los estados−naciones. La rivalidad interimperialista incentivada por la Primera Guerra Mundial también estimuló el fuerte proteccionismo de los años 20 que devino en guerras comerciales durante los '30, en parte como resultado de la decisión de Estado Unidos de incrementar el proteccionismo en 1930 con la tarifa Hawley−Smoot. Por lo tanto, observo a las descomunales fallas políticas del período entre guerras no sólo como resultado de la ignorancia en materia económica sino más bien como el resultado de la política económica mundial. Dado que EE.UU. no había alcanzado aún el status de superpotencia y que durante los años 20 todavía era, en ese país, muy grande el sector productor primario, no pudo asumir la responsabilidad de estabilizar al mundo, hasta después de la Segunda Guerra Mundial. La Gran Depresión La "gran depresión" económica que se generalizaría a partir de 1929 (a causa del crac del mismo año) destruiría "el espíritu de Locarno" y propiciaría que la inseguridad, la violencia y la tensión volvieran a caracterizar las relaciones internacionales. Lo que en 1928 era impensable, la posibilidad de una nueva guerra mundial −como mostraba que un total de 62 Estados ratificasen el pacto Briand−Kellogg−, resultaría casi inevitable en unos pocos años. La crisis económica mundial fue precipitada por la crisis de la economía norteamericana, que comenzó en 1928 con la caída de los precios agrícolas y estalló cuando el 29 de octubre de 1929 se hundió la Bolsa de Nueva York. Ese día bajaron rápidamente los índices de cotización de numerosos valores −al derrumbarse las esperanzas de los inversores, después que la producción y los precios 3 de numerosos productos cayeran por espacio de tres meses consecutivos− y se vendieron precipitadamente unos 16 millones de acciones. Las causas últimas de la crisis norteamericana fueron, de una parte, la contracción de la demanda y del consumo personal, los excesos de producción y pérdidas consiguientes (por ejemplo, en el sector automovilístico y en la construcción) y la caída de inversiones, propiciada por la caída de precios; y de otra, la reducción en la oferta monetaria y la política de altos tipos de interés llevadas a cabo por el Banco de la Reserva Federal desde 1928 para combatir la especulación bursátil. En cualquier caso, el producto interior bruto norteamericano cayó en un 30 por 100 entre 1929 y 1933; la inversión privada, en un 90 por 100; la producción industrial, en un 50 por 100; los precios agrarios, en un 60 por 100, y la renta media en un 36 por 100. Unos 9.000 bancos −con reservas estimadas en más de 7.000 millones de dólares− cerraron en esos mismos años. El paro, que en 1929 afectaba sólo al 3,2 por 100 de la población activa, se elevó hasta alcanzar en 1933 al 25 por 100 de la masa de trabajadores, esto es, a unos 14 millones de personas. Como consecuencia, Estados Unidos redujo drásticamente las importaciones de productos primarios (sobre todo, de productos agrarios y minerales procedentes de Chile, Bolivia, Cuba, Canadá, Brasil, Argentina y la India), procedió a repatriar los préstamos de capital a corto plazo hechos a países europeos y sobre todo a Alemania, y recortó sensiblemente el nivel de nuevas inversiones y créditos. La dependencia de la economía mundial respecto de la norteamericana era ya tan sustancial (sólo en Europa los préstamos norteamericanos entre 1924 y 1929 se elevaron a 2.957 millones de dólares); y las debilidades del sistema internacional eran tan graves (países excesivamente endeudados y con fuertes déficits comerciales, grandes presiones sobre las distintas monedas muchas de ellas sobre valoradas tras el retorno al patrón−oro, numerosas economías dependientes de la exportación de sólo uno o dos productos) que el resultado de la reacción norteamericana fue catastrófico: provocó la mayor crisis de la economía mundial hasta entonces conocida. El valor total del comercio mundial disminuyó en un solo año, 1930, en un 19 por 100. El índice de la producción industrial mundial bajó de 100 en 1929 a 69 en 1932. Aunque con las excepciones de Japón y de la URSS la crisis golpeó en mayor o menor medida a la totalidad de las economías, fue en Alemania donde sus efectos fueron particularmente negativos. La economía alemana no pudo resistir la retirada de los capitales norteamericanos y la falta de créditos internacionales. El comercio exterior se contrajo bruscamente. La producción manufacturera decreció entre 1929 y 1932 a una media anual del 9,7 por 100. Los precios agrarios cayeron espectacularmente. La producción de carbón descendió de 163 millones de toneladas en 1929 a 104 millones en 1932; la de acero, de unos 16 a unos 5, 5 millones de toneladas. El desempleo que en 1928 afectaba a unas 900.000 personas, se duplicó en un año y en 1930 se elevaba ya a 3 millones de trabajadores. Las medidas tomadas por el gobierno del canciller Brüning, formado el 30 de marzo de 1930, tales como elevación de impuestos, reducción del gasto público y de las importaciones, recortes salariales y mantenimiento del marco −medidas pensadas para impedir una reedición de la crisis de 1919−23 y para que Alemania pudiese hacer frente al plan Young−, resultaron a corto plazo muy negativas. La contracción de la demanda que provocaron hizo que el desempleo se elevara a la cifra de 4,5 millones en julio de 1931 y a 6 millones al año siguiente (aunque es posible que, con más tiempo, pudieran haber dado resultados positivos: a principios de 1933, se apreciaban ya signos de reactivación). El pánico financiero y bancario norteamericano se contagió a Europa. Los banqueros franceses −los Rothchilds, principalmente− retiraron los créditos concedidos al banco austríaco Kredit Anstalt, que quebró y arrastró a la quiebra a numerosos bancos de 4 Austria, Hungría y Polonia. Como también se señaló al hablar de la dictadura nazi, los bancos alemanes, por temor a quiebras en cadena ante la huída masiva de capitales, cerraron entre el 13 de julio y el 5 de agosto de 1931. La libra fue sometida a fortísimas presiones de los especuladores internacionales: Gran Bretaña decidió en septiembre de 1931 abandonar el patrón−oro y devaluar la libra en un 30 por 100, decisión que obligó a su vez a otros países a reforzar las políticas deflacionistas ya adoptadas por sus gobiernos respectivos. Estos −Hoover en Estados Unidos; MacDonald en Gran Bretaña; Brüning en Alemania; Herriot en Francia− hicieron lo que la ortodoxia económica prescribía para hacer frente a situaciones de crisis: reducciones del gasto público, políticas de equilibrio presupuestario, aumentos de impuestos, reducción de costes salariales, limitación de importaciones vía elevación de aranceles y rígidos controles de los cambios. Como Keynes demostraría poco después en su Teoría general (1936) ya citada, la ortodoxia estaba equivocada, y probablemente sólo la intervención de los gobiernos estimulando la inversión y la demanda −tesis keynesiana− pudo haber generado crecimiento económico y empleo. Fue cierto, con todo, que el resultado de la aplicación de las recetas clásicas no fue totalmente negativo. Hacia 1933, algunas economías parecían ya camino de su recuperación, y para entonces lo peor de la depresión había pasado. Pero los efectos a corto plazo fueron devastadores. Primero, el desempleo alcanzó cifras jamás conocidas: 14 millones en Estados Unidos, 6 millones en Alemania, 3 millones en Gran Bretaña y cifras comparativamente parecidas en numerosísimos países. Segundo, la crisis social favoreció el extremismo político. El temor real o ficticio al avance del comunismo y de la agitación revolucionaria provocó en muchos países el auge de movimientos de la extrema derecha y en algunos, como en los Balcanes y en los Estados bálticos, la implantación de dictaduras fascistizantes. Peor aún, la crisis contribuyó decisivamente al colapso de la República de Weimar y a la llegada de Hitler al poder. Tercero, la crisis económica provocó fuertes tensiones en las relaciones comerciales internacionales al recurrir los gobiernos a medidas proteccionistas para defender las economías nacionales. Estados Unidos impuso el 17 de junio de 1930 el arancel (Hawley−Smoot) más alto de su historia. En mayo de 1931, Francia introdujo el sistema de "restricciones cuantitativas" a las importaciones, un sistema 5 de cuotas sobre unos 3.000 productos de importación. Gran Bretaña impuso en 1932 un impuesto del 10 por 100 sobre todas las importaciones; en la conferencia de Ottawa (21 de julio a 20 de agosto de 1932), los países de la Commonwealth aprobaron el principio de "preferencia imperial", por el que determinados productos coloniales entrarían en Gran Bretaña sujetos a cuotas pero sin recargos arancelarios, y los productos industriales británicos gozarían de beneficios para su exportación a las colonias. El Desempleo en la Crisis El periodo de desempleo masivo más generalizado, depresivo y serio de los tiempos modernos fue la Gran Depresión que siguió al crack de Wall Street en 1929. Esta depresión produjo catorce millones de desempleados en Estados Unidos, seis en Alemania y tres en Gran Bretaña. En Australia la crisis fue especialmente dura, con más de un 35% de la fuerza laboral desempleada a principios de la década de 1930 y muchas de estas personas siguieron sin trabajo hasta la Segunda Guerra Mundial. Las distorsiones sociales, la migración generalizada en busca de empleo y el extremismo político se hicieron habituales y la muerte por enfermedades relacionadas con la malnutrición aumentó considerablemente en todo el mundo industrializado. La Gran Depresión provocó importantes cambios en el comportamiento que se tenía frente al desempleo; esta nueva actitud se expresaba en las políticas del New Deal del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, quien introdujo en su país durante su gobierno la seguridad social, el seguro de desempleo y programas de trabajo público para utilizar el excedente laboral. La recuperación económica producida gracias a estas medidas demostró que el desempleo, de hecho, empeoró la depresión al reducir la demanda, y que el pago del seguro de desempleo era una carga mucho menor para la economía que la pérdida de poder adquisitivo que padecían los trabajadores desempleados. La depresión también inspiró a John Maynard Keynes que escribió su obra maestra, La teoría general del empleo, el interés y el dinero (1936), en la cual establecía que una economía deprimida continuará a no ser que se revitalice gracias al gasto público. De esta manera persuadió a los gobiernos occidentales para que disminuyeran el desempleo mediante grandes déficits presupuestarios Crac Crac de 1929, caída del índice general de la Bolsa de Nueva York ocurrida en 1929. En 1927, tras un periodo de fuertes inversiones en el extranjero y con una economía creciente, los financieros estadounidenses que operaban en Wall Street se centraron en el mercado interior. A medida que compraban valores nacionales aumentaban los precios de las acciones y los títulos valores estadounidenses. Cuanto más compraban, mayor era la subida de los precios, lo que atraía a un mayor número de inversores. A mediados de 1929 nueve millones de estadounidenses (de una población de 122 millones) habían invertido sus ahorros en el mercado de valores. Muchos de estos inversionistas habían colocado todos sus ahorros en la Bolsa, animados por asesores económicos incompetentes o malintencionados. Se crearon nuevas empresas con fines especulativos y, debido a la fe ciega que se tenía en la capacidad del mercado para crear rendimientos espectaculares, sus acciones aumentaron de precio con rapidez. En marzo de 1929 Herbert Hoover fue nombrado presidente. Su antecesor, Calvin Coolidge afirmaba que el precio de las acciones era todavía muy bajo. Pero algunos empezaron a temer que, como todas las burbujas de jabón, también ésta tendría que explotar. El banco de la Reserva Federal estadounidense aumentó en un 1% el tipo de interés y aconsejó a sus bancos que no concediesen créditos para invertir en la Bolsa −consejo del que se retractó poco después debido a que uno de los directores de la Reserva tenía intereses en el mercado de valores. Con el tiempo algunos profesionales financieros pensaron que tal vez fuera más rentable invertir en otros activos fuera de la Bolsa, por lo que empezaron a vender sus activos bursátiles. Se inició un fuerte movimiento vendedor. El 23 de octubre se vendieron seis millones de acciones, a precios cada vez menores. Al día siguiente, el denominado 'jueves negro', se vendió el doble. El lunes se vendieron nueve millones de acciones; el precio de éstas había caído en más de 14.000 millones de dólares en menos de una semana. En el 'martes negro' se colapsó la Bolsa; el precio de las acciones de las mayores empresas, como General Electric o Woolworth, también cayó. Ese día se vendieron más de 16 millones de acciones, con una pérdida de valor 6 superior a los 10.000 millones de dólares. Lo ocurrido en Wall Street se reprodujo de una forma vertiginosa en las demás bolsas de Estados Unidos, desde Chicago hasta San Francisco. Fue un triste final para un decenio marcado por el optimismo, el alto nivel de empleo y la prosperidad. Como es obvio, a partir de esta crisis desapareció la confianza en la banca, los banqueros, la Bolsa y los agentes financieros. Se generalizaron las dimisiones y las quiebras. El impago y la morosidad en las hipotecas se dispararon. La clase media se redujo. Muchas personas quedaron sin trabajo; aumentó el desempleo en más de dos millones de personas en menos de seis meses. Aunque muchos analistas pensaron al principio que se trataba de un ajuste pasajero del mercado, el crack de Wall Street marcó el inicio de la Gran Depresión de la década de 1930, sentando las bases para la adopción del programa del New Deal por Franklin D. Roosevelt en 1933. Asimismo, este crack influyó de forma muy negativa en economías pujantes como la argentina, la mexicana o la brasileña. El New Deal New Deal (en inglés, 'Nuevo Reparto' o 'Nuevo Trato'), nombre que recibió la política económica y social aplicada en Estados Unidos por el presidente Franklin Delano Roosevelt a partir de 1933, y concretamente las medidas innovadoras adoptadas desde ese año hasta 1938 para contrarrestar los efectos de la Gran Depresión. Asimismo, ha sido denominado así el periodo de la historia estadounidense transcurrido durante los dos primeros mandatos presidenciales de Roosevelt, incluido parte del tercero, desde 1933 hasta que en 1941 el país entró a combatir en la II Guerra Mundial. Tanto Roosevelt como el Congreso de Estados Unidos aprobaron un programa de medidas económicas y se crearon nuevos organismos federales para intentar reducir el desempleo y restablecer la prosperidad mediante una serie de nuevos servicios, regulaciones y subsidios. Fue diseñado con la ayuda del denominado Brain Trust (gabinete de expertos de la Universidad de Columbia que asesoró al presidente especialmente en materia económica) e hizo del gobierno del país por vez primera el impulsor del cambio económico, en contraste con su tradicional papel pasivo de índole liberal. La abrumadora victoria de Roosevelt en las elecciones de 1932, unida a la peor crisis económica de la historia de Estados Unidos, abrió el camino para la aplicación de una nueva legislación en 1933. La Emergency Banking Act (Ley de Emergencia Bancaria) establecía inspecciones federales en los bancos para contribuir a restablecer la confianza de la población en las instituciones financieras tras la quiebra generalizada de estas entidades a raíz del crac de 1929. Una segunda ley dictaba normas bancarias mucho más rigurosas y ofrecía un seguro a los depositantes a través de la Sociedad de Seguros de Depósitos Federales. Dos leyes, una de 1933 y otra de 1934, establecían reglamentos detallados para el mercado bursátil, controlados por una nueva Comisión de Bolsa y Valores. El problema de la vivienda se trató en varios proyectos de ley que suministraban ayudas hipotecarias a los agricultores y propietarios de inmuebles y ofrecían garantías de préstamo a los compradores de casas a través del Instituto Federal de la Vivienda. El Instituto de Ayudas de Emergencia Federal extendió la concesión de fondos de socorro a los estados y el Cuerpo de Conservación Civil proporcionaba empleos a los hombres jóvenes bajo una cierta disciplina militar. El Congreso aprobó la creación de la Tennessee Valley Authority (Autoridad del Valle del Tennessee) para explotar las posibilidades de navegabilidad del río Tennessee, aplicar medidas para controlar sus inundaciones y surtir de energía eléctrica a una amplia zona del sureste de Estados Unidos. Las leyes más importantes de 1933 afectaban a los principales sectores económicos. Como culminación de una década de disputas, el Congreso aprobó en 1933 una nueva y compleja norma sobre la explotación agrícola, la Agricultural Adjustment Act (Ley de Regulación o Adaptación Agrícola). En ella se establecían varios mecanismos para aumentar los precios de los productos agrícolas, pero el más extendido consistió en la reducción pactada del excedente de las cosechas a cambio de subvenciones del gobierno. La National Industrial Recovery Act (NIRA, Ley de Recuperación Industrial Nacional) fue la medida más innovadora de la primera etapa del New Deal. Constaba de dos programas principales: una gran labor de obras públicas, 7 llevada a cabo por la Public Works Administration (Administración de Obras Públicas) y un complicado programa destinado a regular el funcionamiento de las empresas estadounidenses y garantizar una competencia leal. El Instituto de Recuperación Nacional aprobó y aplicó un conjunto de códigos sobre competitividad en cada sector. EL SEGUNDO NEW DEAL Algunos de los anteriores decretos fueron declarados inconstitucionales por el Tribunal Supremo de Estados Unidos. Estos contratiempos, unidos a una creciente oposición a la política de Roosevelt, motivaron la promulgación de una nueva legislación que comenzó a aplicarse en 1935, y a la que algunos analistas denominaron segundo New Deal. Estas son algunas de las medidas adoptadas: se aumentaron los impuestos de las clases adineradas, se elaboraron normas estrictas para controlar las empresas de servicios privados, se asignaron ayudas para el Instituto de Electrificación Rural y se creó el equivalente a una declaración de derechos de las fuerzas sindicales. La National Labor Relations Act (Ley de Relaciones Laborales) de 1935 otorgaba protección federal al proceso de negociación sindical y se estableció un conjunto de normas laborales justas. La Fair Labor Standards Act (Ley de Normas Laborales Justas) de 1938 fijaba el número máximo de horas de trabajo y el salario mínimo de la mayoría de las categorías profesionales. Gracias a una enorme asignación de ayuda oficial de casi 5.000 millones de dólares se reforzaron los diversos planes y se inauguró un nuevo programa federal de ayuda al trabajo, dirigido por el Instituto de Desarrollo del Trabajo. En 1935, el Congreso aprobó la Ley de Seguridad Social, que recogía tres proyectos fundamentales: un fondo de pensiones, un seguro de desempleo y subsidios para el bienestar social de distribución local. Estos programas, unidos a un nuevo plan de vivienda pública subvencionada, representaron para algunos autores el comienzo en Estados Unidos de lo que se dio en llamar el Estado de bienestar. La necesidad de elaborar nuevas leyes disminuyó después de 1937 y la oposición a la prórroga del New Deal aumentó rápidamente, sobre todo en los estados del sur. Hacia 1939, la atención de la opinión pública se centraba principalmente en la política exterior y en la defensa nacional. La elaboración de la legislación estrictamente ligada al New Deal había concluido, pero su aplicación amplió de modo definitivo el papel del gobierno federal, especialmente en lo referente a la normativa económica, el desarrollo de recursos y el mantenimiento de los ingresos. Aunque no consiguió estimular una recuperación económica completa, proporcionó al gobierno federal un mayor control sobre la oferta monetaria y los criterios de la Reserva Federal, además de una nueva perspectiva sobre las consecuencias económicas de su propio sistema de impuestos, préstamos y gastos, lo que permitió reducir las repercusiones de posteriores épocas de recesión. Por otro lado, la coalición favorable a esta legislación que, reunida en torno al Partido Demócrata, recibió el nombre de Coalición del New Deal, venció en las elecciones de los años siguientes, permitiendo renovar mandato en 1940 y en 1944 al propio Roosevelt e incluso, de alguna manera, a su sucesor, Harry S. Truman, ser elegido en 1948. La Depresión en Latinoamérica En la perspectiva de la Historia Económica latinoamericana más tradicional, 1930 fue una especie de hito fundacional para la industrialización del continente. A tal punto que se habla del antes y el después de la crisis. Mientras el antes estaba marcado por el predominio de las economías exportadoras, el después se colocaría bajo el signo de la industrialización y de la expansión del mercado interno, gracias a la implantación de políticas claramente autárquicas. También se ha dicho que los países latinoamericanos pudieron actuar razonablemente bien durante la depresión; aunque una parte de estas interpretaciones data de finales de los años 50 y principios de los 60, cuando todavía no se había materializado el fracaso de la industrialización por sustitución de importaciones. La visión más audaz es la de Gunder Frank, quien sostuvo, en contra de los postulados neoclásicos, que la periferia se industrializa y crece cuando el centro es débil e incapaz de mantener su dominación colonial. Esta opinión debe, sin embargo, ser bastante matizada.. La contracción en las importaciones, especialmente en lo referente a artículos de consumo, obligó a desempolvar una receta 8 utilizada en numerosos países durante la Primera Guerra Mundial, de modo que las industrias y los talleres locales comenzaron a producir aquellos productos manufacturados que hasta entonces se importaban. Gracias al impulso recibido en las décadas de 1930 y de 1940, la industrialización avanzó sensiblemente en la producción de bienes de consumo. Sin embargo, en la medida en que se fue profundizando en la industrialización sustitutiva la dependencia de las importaciones extranjeras no cesó, sino que se modificó. Si antes se importaban los artículos listos para consumir, con la industrialización hubo que importar materias primas, insumos y maquinaria con los que poder fabricar lo que antes se compraba fuera. Esta situación, sumada a la disminución casi generalizada en las exportaciones tradicionales, fue la causa de constantes crisis en la balanza de pagos. Pese a las enormes expectativas depositadas al respecto, la industrialización no terminó ni con las desigualdades ni con los desequilibrios existentes en América Latina. Muy por el contrario, tendió a profundizar muchos de los problemas vigentes. Por un lado, todo crecimiento es causa de nuevos desequilibrios. Por el otro, y en contra de lo que se argumentaba, en la medida en que la industrialización iba a descansar sobre la autarquía y el proteccionismo, el exceso de subsidios al sector terciario iba a dificultar cualquier posibilidad de lograr un crecimiento armónico. La popularidad de la industria se debió al gran empuje que tuvo en la recuperación de la crisis. En muchos países latinoamericanos, como Argentina, Brasil o México, el sector industrial fue el que más creció y aportó al PIB durante la década de 1930. Mientras en los países más desarrollados de Europa y en los Estados Unidos la crisis fue un fenómeno que afectó básicamente al sector industrial, esto no ocurrió en América Latina, donde en algunos de ellos el sector industrial estaba en mejor situación que la economía global para ponerse a la cabeza de la recuperación. A las políticas autárquicas se llegaría como consecuencia de la contracción pavorosa ocurrida en el comercio y en los flujos financieros internacionales. La caída de la demanda derrumbó los precios de los productos de exportación y la interrupción en la llegada de dinero fresco provocó la suspensión de muchos proyectos en marcha, especialmente la construcción de obras públicas, ante la falta de financiación externa. La única excepción fue la Argentina, que decidió seguir pagando a fin de mantener el crédito internacional. Todo lo dicho redundó en una menor recaudación de impuestos aduaneros, que hasta entonces eran la principal fuente de ingresos públicos en la mayoría de los países latinoamericanos. Esta tendencia se aceleró durante la Primera Guerra Mundial y especialmente a partir de la década de 1930. Fenómenos similares han ocurrido en los restantes países latinoamericanos. La caída del sistema financiero internacional también supuso la interrupción en la llegada de una de las principales fuentes de capital, tanto público como privado, que financiaban actividades productivas en América Latina. Es obvio, por un lado, que había una parte de esos capitales que se destinaba a la especulación, y también que junto a los flujos externos el capital interno jugó un papel importante, mucho más del que tradicionalmente se le ha otorgado. En este sentido suele ser frecuente oír hablar del papel de la deuda externa en las distintas economías latinoamericanas, pero se dice muy poco del endeudamiento interno y del papel clave que éste tenía para las finanzas estatales, en algunas oportunidades mucho más que el internacional. Hay que tener en cuenta que el último era mucho más sensible a las oscilaciones en la coyuntura internacional y que los gobiernos tenían múltiples recursos para financiarse con los capitales internos, entre otros la inflación. La caída en las exportaciones tuvo consecuencias funestas para todas las economías En muchos casos los sobrantes producidos eran simplemente destruidos en vez de almacenados como en el pasado, tal como había ocurrido con el café brasileño que se utilizó como combustible para impulsar locomotoras después de la crisis del 30. También surgieron entidades del tipo de la Corporación Chilena de Fomento (CORFO), que trataba de canalizar el crédito público hacia actividades productivas, especialmente vinculadas a la actividad industrial. LA Depresión en Chile Después de la Primera Guerra Mundial (1914−1917) se produjeron graves problemas económicos internacionales. Estos se fueron resolviendo con lentitud, en especial en Estados Unidos, que alcanzó una gran prosperidad. Sin embargo, este éxito no era sólido, ya que se debía en gran parte a la especulación bursátil, que había elevado en forma artificial el precio de las acciones en la bolsa. 9 El 24 de octubre de 1929 se produjo el jueves negro en la bolsa de Nueva York. Percibiendo que la situación económica no estaba tan bien como parecía, desde septiembre había comenzado a disminuir la compra de acciones, por lo que los precios empezaron a bajar. Ese día de octubre, tratando de recuperar al menos parte de lo invertido, la gente empezó a vender de manera masiva sus acciones, provocando una brusca caída de los precios. La bolsa quebró, y como resultado muchas personas y empresas quedaron en la ruina. Al poco tiempo, la crisis se extendió a todo Estados Unidos: la producción bajó a la mitad y la renta nacional descendió en la misma proporción entre 1929 y 1932. La peor consecuencia fue la desocupación, que en 1932 afectaba a dieciséis millones de estadounidenses. Los efectos de esta crisis fueron mundiales, aunque no automáticos. La depresión llegó a Chile a partir de 1930, y fue tan fuerte que al año siguiente se llegó a la paralización de las actividades productivas. Más del sesenta por ciento de los trabajadores de la minería estaba cesante. Al mismo tiempo, en la práctica se frenaron las exportaciones chilenas. El gran afectado fue el salitre, cuyo consumo disminuyó significativamente debido a la crisis y a la competencia del salitre sintético Ante la crítica situación, el gobierno se vio en la obligación de suspender el pago de la deuda externa, y decretó un aumento en las contribuciones y una reducción de sueldos, entre otras medidas. Las cuales, unidas al nombramiento del Congreso Termal, incrementaron las voces críticas de la oposición. Para tranquilizar a la opinión pública, se cambió a los ministros del Interior y de Hacienda. En el primer cargo asumió el jurista y catedrático Juan Esteban Montero, mientras la segunda cartera quedó en manos del respetado ingeniero y ex director de ferrocarriles Pedro Blanquier. Montero restableció la libertad de prensa. Pese a estos cambios, el descontento antes la crisis económica continuó. El 21 de julio de 1931, el gabinete ministerial renunció por discrepancias con el Presidente, tras lo cual la agitación popular estalló. Al día siguiente se desató una protesta estudiantil. Fue tomada la Casa Central de la Universidad de Chile. Los estudiantes de la Universidad Católica también adhirieron. Hubo enfrentamientos armados con la fuerza pública, que terminaron con muchas víctimas. A esta protesta se sumaron los colegios profesionales, obreros y funcionarios, en forma de huelga de brazos caídos; los comerciantes cerraron las puertas de sus negocios. Viendo la gravedad de la situación nacional, el 26 de julio Ibáñez renunció, haciendo entrega del mando a Pedro Opazo Letelier, presidente del Senado (quien estuvo solo unas horas en el cargo), y partió al exilio a Argentina. Es importante destacar que su caída se debió más a las repercusiones de la crisis mundial que a la acción de sectores opositores. La censura y protestas de la población se iniciaron debido a la escasez y el agotamiento de los recursos del Estado. Desde la salida de Ibáñez hasta el 30 de septiembre de 1932 se produjeron una serie de movimientos revolucionarios. Debido a la inestabilidad, este período es conocido como Anarquía. Conclusión Después de terminar este arduo trabajo, hemos podido deducir que esta gran depresión afectaba la estructura misma del sistema capitalista, al estado de que el gobierno tuvo que empezar a tomar medidas en el caso; o sea sin el gobierno no hubiera tomado mediadas de reglamentación quizás en estos momentos nuestro sistema no seria el capitalista. También se pudo poner a prueba de cómo las personas y sus gobiernos podían enfrentar una devaluación de sus respectivas monedas, y hemos visto a través de este trabajo que los países, Italia y Alemania, fueron 10 desvalorizadotes por no tener oro (patrón internacional) y fueron prácticamente excluidos del comercio internacional que era lo que podía levantar a los países. Además hemos podido ver que este caos produjo un desorden de grandes magnitudes una verdadera anarquía económica, todos los países que no tiene oro hacen lo que se les ocurre para mejorar sus ingresos y produce que todo el mundo haga lo que quiera para estabilizarse, y apoderarse de territorios ajenos, como Japón se apodero de la región minera de China. Los gobiernos emprendieron grandes carrera para poder salir de la crisis y de la cesantía tras varios intentos, algunos países vieron en las armas bélicas algo muy tentador, lo que aumento las probabilidades de una nueva guerra Nuestra última conclusión fue que los gobiernos jugaron un gran papel en la economía y de cómo gracias a los gobiernos la estructura económica del mundo pudo levantarse. Producción industrial comparada de Alemania, Francia, Reino Unido y Estados Unidos, entre el periodo de 1922 y 1937 11 Fuente: Estadísticas Históricas e EE. UU. 12