la inflación: conceptos básicos - Departamento de Ciencias Sociales

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LA INFLACIÓN: CONCEPTOS BÁSICOS
José Toro Hardy, 1993
1. Introducción
La inflación es un fenómeno tan antiguo, que se remonta a la aparición del dinero
como medio de intercambio. De hecho, las únicas sociedades inmunes al riesgo
inflacionario serían aquellas en las cuales el intercambio de mercancías se realizase
solamente a través del trueque. Ello se debe a que en esencia, la inflación es un
fenómeno monetario.
A lo largo de la historia existen infinidad de ejemplos que ponen de manifiesto el
daño que puede experimentar una sociedad como consecuencia del problema que
estamos analizando. En las economías modernas el fenómeno puede llegar a adquirir
tal relevancia, que al referirse a la inflación Lenin llegó a afirmar: "La mejor forma de
destruir la civilización occidental, sin disparar un solo tiro, es desquiciar su moneda".
Las consecuencias que se derivan de un proceso inflacionario pueden llegar a
adquirir características verdaderamente catastróficas, al perturbar las bases mismas
sobre las cuales se asienta la actividad económica de una nación. Vale la pena analizar
con detenimiento el fenómeno que nos ocupa.
Con frecuencia suele afirmarse que existe inflación por el mero hecho de que los
precios sean altos. Esto último, por sí solo, no constituye una prueba de que ella
exista. Conviene pues comenzar par definir el fenómeno. Al respecto Sabino precisa el
término en su "Diccionario de Economía y Finanzas".
La inflación consiste en un aumento general del nivel de precios que obedece a la
pérdida de valor del dinero. Las causas concretas e inmediatas de la inflación son
diversas pero, en esencia, se produce inflación cuando la oferta monetaria crece
más que la oferta de bienes y servicios.
De la explicación anterior se deduce que cuando la cantidad de dinero a la
disposición del público crece a mayor velocidad que los bienes y servicios que a éste se
le ofrecen, el dinero será cada vez más abundante. En tal caso, el dinero se
comportará como cualquier otra mercancía, aplicándosele al mismo los postulados de
la Ley de la Oferta y la Demanda: un exceso en la oferta de dinero provocará una
merma en su valor, haciendo que se requiera entregar más unidades monetarias para
obtener una misma cantidad de bienes. En otras palabras, un aumento en la masa
monetaria, que no se traduzca en un aumento paralelo en la producción de bienes y
servicios implicara sencillamente que un mayor número e unidades monetarias estarán
compitiendo por adquirir una misma cantidad de bienes. E1 resultado no será otro que
un aumento en el precio de los últimos.
En teoría, el aumento de los precios provocado por un excedente en la oferta
monetaria debería terminar con la inflación una vez que se hubiese igualado la
demanda con la oferta a un nuevo nivel de precios más elevado. Lo verdaderamente
pernicioso del fenómeno inflacionario es su carácter acumulativo. Así, en la práctica,
unos precios más altos provocan costos más elevados lo cual a su vez conduce a
precios aún más altos. lo cual induce a una mayor emisión de dinero.
1
Se crea pues un círculo vicioso en el cual precios y costos van
incrementándose en forma sucesiva v progresiva. De no romperse este círculo a través
de medidas concretas de política fiscal y monetaria, el proceso continuaría,
teóricamente, de manera indefinida, llegando a transformarse en un fenómeno que se
autoalimenta conocido comúnmente bajo la denominación de "espiral inflacionaria".
De los diversos conceptos hasta ahora mencionados se puede deducir que la
inflación implica un aumento continuo y generalizado en el nivel de los precios y
servicios que se producen y se prestan en una economía, lo cual evidentemente
conlleva una merma en el poder adquisitivo del dinero.
Se destacan en la definición anterior los términos "continuo y generalizado", a
fin de resaltar que un alza en el precio de algunos productos específicos, resultado de
situaciones excepcionales -como las que surgirían a raíz de malas cosechas o de
disminuciones temporales en la oferta de algunos bienes, o también aquellas que se
manifiestan por ejemplo en caso de huelgas u otras contingencias transitorias— no
pueden ser considerados como inflación. En los casos antes mencionados, una vez
superada la situación extraordinaria que provocó la escasez de algunos bienes y el
consiguiente aumento de sus precios, el nivel de los mismos debe volver a la
normalidad, con lo cual quedaría descartada la condición de "continuidad" implícita en
el concepto de inflación. En esos mismos casos, habría igualmente que desechar el
concepto de aumento "generalizado", ya que los precios afectados se limitarían al de
aquellos productos cuya oferta se vio temporalmente reducida.
2. Keynes y los monetaristas
Expresada en sus términos más simples, la economía de un país puede ser
representada gráficamente mediante una balanza. En uno de sus platillos debemos
colocar el monto de la masa monetaria que circula. Imaginemos que en el otro se
coloca el valor total de los bienes y servicios que se producen y se prestan. Mientras el
monto de la masa monetaria corresponda al valor de los referidos bienes y servicios, la
economía se mantendrá en equilibrio. Ahora bien, si se llegase a incrementar el peso
relativo del primer platillo, sin agregar un monto equivalente en el otro, el resultado
sería un incremento en los precios; es decir, inflación.
Insistimos en que el ejemplo anterior constituye una mera simplificación. Sin
embargo, consideramos que la mencionada representación gráfica sirve para captar en
términos bastante sencillos el concepto de la inflación.
Fig. 1 Inflación
2
Desde el punto de vista keynesiano, la relación entre la oferta monetaria y el
nivel de los precios no es tan directa como lo sugiere el ejemplo de la figura 1. Para
Keynes, la variable fundamental es la demanda agregada. Desde su óptica, la inflación
sólo se presentará cuando la demanda total sea mayor que el nivel de producción de
pleno empleo. De esta forma, el origen de la inflación radica en que la demanda en
términos monetarios es mayor que la oferta limitada de bienes y servicios.
Consideraba el célebre economista que un aumento en la oferta monetaria podría
estimular la demanda agregada, lo cual se traduciría en un aumento en los niveles de
producción, hasta que se llegase al punto, en el cual se hubiese alcanzado el pleno
empleo. A partir de ese punto, cualquier ampliación de la oferta de dinero se traduciría
simplemente en aumento en los costos. Al respecto, Keynes sostiene en su Teoría
General de la ocupación, el interés y el dinero lo siguiente:
Mientras haya desocupación, la ocupación cambiará proporcionalmente a la
cantidad de dinero; y cuando se llegue a la ocupación plena, los precios variarán
en la misma proporción que la cantidad de dinero.
Estableciendo el momento a partir del cual un incremento en la oferta
monetaria deja de estimular la demanda agregada y da lugar a la aparición del
fenómeno inflacionario, Keynes sostiene:
Cuando un nuevo crecimiento en el volumen de la demanda efectiva no produce
ya un aumento en la producción y se traduce sólo en un alza de la unidad de
costos, en proporción exacta al fortalecimiento de la demanda efectiva, hemos
alcanzado un estado que podría designarse apropiadamente como de inflación
auténtica (. . .) Es probable que cada aumento anterior en la cantidad de dinero,
en la medida en que hace subir la demanda efectiva, se traduzca en una
elevación de la unidad de costos y un aumento de la producción.
Nuevamente vuelve a referirse Keynes a los efectos que, sobre el nivel general
de los precios tendrían los incrementos netos de inversión una vez que se ha alcanzado
el pleno empleo:
Cuando se alcanza la plena ocupación, cualquier intento de aumentar la inversión
todavía más pondrá en movimiento una tendencia de los precios a subir sin
limitación, independientemente de la propensión marginal a consumir, esto es,
nos encontramos frente a un estado de inflación verdadera. En esta situación, sin
embargo, el crecimiento de los precios irá acompañado de un aumento del
ingreso global real.
Al analizar más detenidamente el enfoque keynesiano, cabe llegar a la conclusión
de que en definitiva también el exceso en la cantidad de dinero circulante termina por
ser la causa de la inflación. Como ya se vio, Keynes consideraba que el fenómeno
aparece cuando la demanda, medida en términos monetarios, pasa a ser mayor que la
oferta de bienes y servicios que se logra una vez alcanzada la situación de pleno
empleo.
La postura adoptada por la teoría monetarista sostiene que un incremento en la
cantidad de dinero no produce a corto plazo efectos reales sobre la producción y el
empleo. Analizando el fenómeno de la inflación, el Profesor Milton Friedman —Premio
Nobel de Economía— pronunció en diciembre de 1974 en la Graduate School of
Business de la Universidad de Pittsburg, una conferencia titulada "¿Es la inflación una
enfermedad incurable?" En tal ocasión, el laureado economista afirmó: La causa
próxima de la inflación es siempre y en todas partes la misma: un incremento
demasiado rápido de la cantidad de dinero en circulación con respecto a la producción.
Sobran pruebas histéricas en apoyo de esta tesis, tomadas de las más diversas épocas
y países. Nunca ha habido un período de inflación dilatado y continuo que no haya ido
3
acompañado de un crecimiento del circulante superior a la producción. Y siempre que
se ha incrementado la cantidad de moneda en circulación en medida superior a la
producción han aparecido los correspondientes fenómenos inflacionarios.
Para Friedman, la inflación la inducen los gobiernos al aumentar la cantidad de
moneda más rápidamente que la producción. Tres son las causas de que ello ocurra,
según cita Friedman en la ya aludida conferencia:
Una de ellas, vigente desde hace muchos siglos, es que los gobiernos, obligados
a gastar, no se abreven a elevar abiertamente las cargas impositivas. Recurren
por ello a un impuesto encubierto que es la inflación (...) La inflación es un tipo
de impuesto muy peculiar. Se trata del único tributo que puede ser introducido
sin que nadie deba refrendarlo mediante su voto. Ningún congresista se vio en la
necesidad de levantarse y decir: "Yo voto por la inflación". Pero ello no significa
que deje de tratarse de un verdadero impuesto directo, cobrado en los pedazos
de papel que para pagar sus programas el gobierno imprime. Es también un
impuesto indirecto, porque a medida que la inflación avanza, el contribuyente se
ve incluido en escalones cada vez más elevados de la progresividad fiscal, con lo
que, sin necesidad de que la ley sea modificada, queda sometido a mayores tipos
impositivos.
La segunda causa aludida por Friedman es el compromiso que los gobiernos
suelen asumir de propiciar políticas de pleno empleo, recurriendo para ello a
incrementos en el gasto público, mediante el simple expediente de incrementar la
emisión de billetes:
Los gobiernos no han provocado deliberadamente los altos niveles de inflación
que hoy experimentamos. Son éstos consecuencia indeseada de otras medidas,
tales como la política de pleno empleo y de bienestar social, que han obligado a
aumentar en exceso el gasto público.
En opinión de este economista, la tercera causa de la inflación la dan las erróneas
políticas aplicadas por los bancos centrales, los cuales han creído que les incumbía
controlar los tipos de interés, cuando su verdadera misión debería consistir en regular
la cantidad de dinero en circulación. En su empeño por controlar las tasas de interés
han propiciado aumentos en la oferta monetaria imprimiendo nuevos medios de pago.
E1 resultado final ha sido que los tipos de interés alcanzaron niveles muy superiores a
los que les correspondían, de haber seguido las autoridades una política monetaria
más acertada. Después de analizar las causas de la inflación, pasa Friedman a
proponer el remedio para la misma:
Cualquier economista sabe lo que hay que hacer, y yo no recurriré a circunloquio
alguno: la única manera de acabar con la inflación estriba en no permitir que el
gasto público crezca tan rápidamente. El gobierno debe gastar menos; debe
atemperar el aumento del circulante. Ninguna otra fórmula permitirá alcanzar el
objetivo apetecido. Sólo la aludida mecánica permitirá frenar la inflación (...) Si
decidimos ponerle remedio, sufriremos inevitablemente un período de más
reducido crecimiento económico, durante el cual el nivel de paro también será
mayor. Todo ello resulta inevitable, pues, para acabar con la inflación, es
necesario frenar el gasto total.
3.· El papel del déficit fiscal
Tal como lo sostiene Friedman, el exceso de gasto público es probablemente una
de las causas fundamentales de la inflación, ya que constituye el origen de las
emisiones inorgánicas de dinero a las que suelen recurrir los gobiernos para
financiarlo. Ahora bien, lo verdaderamente importante a la hora de analizar el efecto
4
negativo que el déficit fiscal pueda tener sobre la inflación, depende de los
mecanismos que se adopten para financiarlo. Al respecto, el mencionado economista
afirma:
Los gastos gubernamentales pueden ser inflacionarios o no. Serán inflacionarios
fuera de toda duda si se financian creando moneda, o sea imprimiendo billetes o
creando depósitos bancarios. Si se financian con impuestos o con empréstitos
públicos, el principal efecto es que el gobierno gasta los fondos en lugar del
contribuye...
Lamentablemente, los gobiernos apelan con excesiva frecuencia a las emisiones
de dinero inorgánico para financiar sus gastos. Este tipo de políticas ha adquirido
rasgos dramáticos en muchos países, los cuales se manifiestan en toda su gravedad
cuando se llega a situaciones extremas como aquellas que desembocan en casos de
hiperinflación. Con respecto a este fenómeno, Samuelson y Nordhaus, señalan en su
libro Economía:
La hiperinflación más documentada se produjo en Alemania durante la República
de Weimar (...) el gobierno liberó las imprentas de dinero, elevando tanto el
dinero como los precios a niveles astronómicos. Entre enero de 1922 y
noviembre de 1923, el índice de precios pasó de 1 a 10.000.000.000. Si alguna
persona tenia un bono de 300 millones de dólares a principios de 1922, éste no
valía ni una goma de mascar dos años más tarde.
Muchas naciones latinoamericanas se han visto también plagadas por situaciones
hiperinflacionarias. Quizás el caso más grave fue el de Bolivia, donde la inflación llegó
a alcanzar tasas del orden del 24.000% anual en 1985. No obstante, esa nación
también es un ejemplo de lo que los gobiernos pueden lograr cuando se empeñan en
combatir con decisión el mal inflacionario. Después de aplicar un severo recorte al
déficit fiscal y adoptar fuertes restricciones monetarias y fiscales, de reemplazar el
"peso" por el "boliviano" -al cual se le eliminaron seis ceros con respecto a la
denominación anterior—, de permitir que su nueva moneda flotase libremente en una
subasta diaria en la que se fija su cotización con respecto al dólar, de decretar la
libertad en los precios de los bienes y servicios y liberar las tasas de interés en los
mercados financieros y de modificar radicalmente su sistema tributario, Bolivia logró
reducir sus asombrosos niveles inflacionarios a una modesta tasa del orden del 10%
anual. Para lograr esto, sin duda tuvo que asumir un elevadísimo costo social. Cabe
preguntarse cuál hubiera sido el trágico futuro del pueblo boliviano, de no haberse
adoptado las duras medidas antes mencionadas.
En Venezuela —que a diferencia de otras naciones latinoamericanas cuenta con la
fortuna de disponer de una importante renta proveniente de su sector petrolero— los
gobiernos no han tenido que recurrir a las emisiones inorgánicas de dinero para cubrir
su indisciplina fiscal. Sin embargo, además del endeudamiento, recurren a un
mecanismo que en nuestro caso produce consecuencias muy similares a las de las
citadas emisiones inorgánicas de dinero: la devaluación. A través de la devaluación,
transforman un mismo número de dólares provenientes de la renta petrolera en un
mayor número de bolívares con los cuales cubrir el déficit fiscal. En otras palabras, la
devaluación le permite al gobierno imprimir un número mayor de billetes con los cuales
atender las necesidades excesivas del sector público.
4. Inflación de costos
Algunos economistas consideran que una explicación para el origen del fenómeno
inflacionario, puede encontrarse en la llamada "inflación de costos". Así, el fenómeno
5
se iniciaría cuando los costos se ven afectados por incrementos que superan los niveles
de productividad.
Paul Wonnacott y Ronald Wonnacott definen el fenómeno de la siguiente forma:
La inflación por empujón de los costos tiene lugar cuando los salarios y otros
costos se elevan y se trasladan a los consumidores en forma de mayores precios.
Los precios son "empujados hacia arriba" por los costos crecientes.'
Algunos autores suelen atribuirle el origen del aumento de los precios a la
presión que ejercen los sindicatos. Cuando estos últimos son excesivamente
poderosos, pueden llegar a imponer aumentos salariales que no se corresponden,
como ya se dijo, con los niveles de productividad del factor trabajo. Dada su influencia
política, los sindicatos han llegado a adquirir tal importancia que con frecuencia pueden
ejercer poderes monopolistas muy extensos para reforzar las reivindicaciones
salariales. Así, las organizaciones monopolistas de trabajadores, procuran plantear
reclamaciones salariales que no se diseñan para promover el empleo de un mayor
número de trabajadores, sino más bien para mejorar los ingresos de los miembros de
cada sindicato en particular.
Se inicia así una secuencia en la que los sindicatos, organizados como grupos de
presión con enorme influencia política, logran imponer las reivindicaciones que
reclaman. Por su parte las empresas -en particular las que operan en mercados
diferenciados y menos competitivos— cubren el incremento de sus costos derivados de
las elevaciones de salarios, trasladando simplemente tales incrementos a los precios de
sus productos. En la medida en que este tipo de conducta por parte de sindicatos y de
empresas tiende a propagarse, se produce un aumento en el nivel general de los
precios, que termina por afectar negativamente el salario real de los trabajadores, a
pesar de los incrementos que han recibido en sus salarios nominales. E1 impacto que
una situación como la descrita tiene en la economía se hace mayor, debido a que,
habiendo conseguido aumentos salariales que provocaron un aumento en los precios,
los sindicatos proceden a continuación a justificar nuevas reivindicaciones alegando
para ello la subida en el costo de la vida. Frente al nuevo aumento de precios así
inducido, los sindicatos vuelven a exigir nuevos aumentos de salarios, lo cual conduce
a su vez a nuevos incrementos de precios y así sucesivamente. Todo este proceso va
desde luego acompañado de un incremento en la oferta monetaria, puesto que de no
producirse este fenómeno, la masa de dinero no sería suficiente para cubrir los
incrementos de precios y salarios. De la manera señalada, puede llegar a crearse una
espiral "salarios-precios-salarios".
Situaciones como las antes señaladas se han presentando en Venezuela, cuando
el gobierno, preocupado por las presiones inflacionarias -surgidas fundamentalmente
de su falta de disciplina fiscal— procedió en diversas oportunidades a decretar
aumentos generales de sueldos y salarios, que no guardaban relación alguna con los
aumentos de productividad. Desde luego, si bien la intención no era otra que la de
proteger el nivel de vida de los trabajadores, a la larga el resultado terminó
perjudicando a quienes se pretendía beneficiar. El efecto que, medidas de tal
naturaleza, tuvieron sobre los precios fue tan marcado, que en definitiva el salario real
de los trabajadores terminó por verse afectado negativamente, a pesar de los
incrementos en los salarios nominales decretados por el gobierno.
Un ejemplo típico de la situación descrita lo encontramos en el Aumento
General de Sueldos y Salarios aprobado por el Gobierno Nacional mediante Decreto
No. 1.590 de fecha 15-5-91. En tal oportunidad, los salarios de los trabajadores
urbanos y rurales se incrementaron en base a una escala que iba desde un 17 hasta un
21%.
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Flaco favor se les hizo a los trabajadores mediante el referido Decreto, ya que los
efectos que el mismo generó sobre el nivel general de los precios, fueron una de las
causas determinantes de que la inflación alcanzase en 1991 una tasa del 31%. El
salario real de los trabajadores se vio pues afectado negativamente.
Al analizar la inflación de costos, los economistas afirmaban que no debía
producirse en momentos de recesión; pero la experiencia más reciente nos indica, que
el nivel general de los precios puede perfectamente subir durante los períodos
recesivos, debido a que el costo del trabajo, del capital y de las materias primas tiende
a aumentar incluso en una economía que disponga de recursos ociosos. En el gráfico
siguiente podemos comprobar como una inflación por tirón de los costos se traduce en
una disminución en el Producto Nacional real
Fig. 2 Inflación de costos
En el caso de una inflación de costos, la curva de la oferta agregada OA se
desplaza hacia la izquierda y hacia arriba hasta ubicarse en OA'. Por su parte, la curva
de la demanda agregada DA no experimenta modificación alguna. El nuevo punto de
equilibrio entre la oferta y la demanda agregada se traslada de A hasta B. Como puede
observarse en el gráfico, los nuevos costos son trasladados al consumidor, con lo cual
los precios aumentan de P a P'. El incremento de los precios va acompañado por un
descenso en el nivel de producción lo cual se evidencia al constatar que el Producto
Nacional real disminuya de C a C'.
Al respecto, Samuelson y Nordhaus sostienen que:
Cuando los Costos presionan al alza sobre los precios durante los períodos de
elevado desempleo y subutilización de recursos, decimos que hay inflación de
costos
La inflación de costos puede también originarse como consecuencia de un
incremento súbito de estos últimos, no vinculado a los salarios ni a los sindicatos.
Muchos autores citan el caso de la inflación de costos causada por los aumentos en los
precios del petróleo, que tuvieron lugar en 1973 y en 1979 como consecuencia del
embargo petrolero árabe y la caída del Shah de Irán, respectivamente. Siendo el
insumo energético una parte fundamental de los costos de producción tanto en las
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naciones desarrolladas como las que están en vías de desarrollo, los referidos
incrementos en los precios petroleros dieron lugar a una ola inflacionista que se
extendió por el mundo entero.
Para respaldar su aseveración citan como un ejemplo característico la situación
que se produjo a raíz de los ya mencionados aumentos del petróleo, cuando se puso
de manifiesto que recesión e inflación eran dos fenómenos que podían perfectamente
coexistir.
5. inflación de demanda
Para comprender mejor el caso que vamos analizar, conviene partir del supuesto
de un mercado bajo condiciones de pleno empleo en el cual el gasto total es suficiente
para absorber toda la producción. Si bajo tales circunstancias llegara a surgir una
mejora en las expectativas empresariales, provocando un crecimiento de la demanda
de inversión, nos enfrentaríamos a una situación en la cual podría producirse aumento
autónomo en la demanda agregada, lo cual se traduciría a su vez en un incremento en
la demanda de bienes, dando lugar a una situación de exceso de demanda en ese
mercado. Cualquiera que sea la fuente -aumentos de la inversión, del gasto público o
del dinero circulante— si la demanda agregada aumenta rápidamente y supera la
capacidad productiva de la economía, el nivel general de los precios comenzará a subir
cada vez más de prisa. Desde luego el proceso descrito, va acompañado de un
incremento en la oferta monetaria.
En el caso de inflación por tirón de la demanda, la curva de la demanda agregada
DA se desplaza hacia arriba y a la derecha hasta ubicarse en DA', en tanto que la
oferta agregada OA no experimenta modificación alguna. El punto de equilibrio entre
ambas curvas pasa de A hasta B. El incremento de la demanda agregada se refleja en
un aumento en el nivel general de los precios, los cuales pasan de P a P' y la
producción aumenta, aunque en menor medida que los precios. Estimuladas por las
mayores perspectivas de ganancias derivadas del aumento en la demanda de los
bienes que producen, las empresas estarán dispuestas a incrementar su producción,
para lo cual tendrán que aumentar su demanda en el mercado de trabajo. Ahora bien,
ya que habíamos supuesto que estábamos bajo condiciones de pleno empleo, un
incremento en la demanda de trabajo necesariamente acarreará un incremento en los
salarios, siempre que simultáneamente se produzca un incremento de la oferta
monetaria.
Fig. 3 Inflación de la demanda
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En el caso que estamos analizando, la causa de la inflación radica en que la
demanda en términos monetarios llega a ser mayor que la limitada oferta de bienes y
servicios existente. Una situación de esta naturaleza podría dar lugar a una secuencia
inflacionaria aparentemente sin fin. Veamos: si a cada aumento de los precios
-originalmente provocado por un aumento de la demanda agregada— corresponde un
aumento de los salarios, y a cada aumento de los salarios corresponde a su vez un
nuevo aumento de los precios, nos encontraríamos nuevamente frente a una situación
de espiral "precios-salarios-precios".
Una situación de esta naturaleza sólo podría detenerse eliminando el exceso de
demanda, y esto sólo puede ocurrir, a su vez, si cae la demanda real, si aumentan la
producción o la productividad o si se produce alguna combinación de las tres
condiciones.
6.· Inflación mixta
En la práctica, frecuentemente se producen situaciones en las que coexisten
condiciones de inflación de demanda e inflación de costos. De hecho, ambos tipos de
inflaciones pueden influenciarse recíprocamente. Es decir, en el mundo real es
probable que las situaciones de inflación generadas por factores de demanda generen
algunas influencias en los costos, y a su vez, las secuencias inflacionarias que se
inician por factores de costos, generan influencias de demanda.
En este sentido, al analizar el problema inflacionario, se llega a la conclusión de
que la inflación debe ser considerado como un proceso único, independiente de las
características que adopte en un momento determinado. Cabe así señalar el ejemplo
de un proceso inflacionario que en sus inicios se desata en una fase de expansión, en
la que concurren todos los elementos que contribuyen a definirla como una inflación de
demanda. Durante un período determinado, Los salarios se incrementan,
manteniéndose simultáneamente elevados los salarios y la producción. No pasará
mucho tiempo antes de que el aumento en el nivel general de los precios comience a
generar incertidumbres. Incapaces de predecir la evolución que tomarán los precios,
los distintos agentes que intervienen en el proceso económico empezarán a tomar
medidas para cubrir su propia incertidumbre ante lo que está ocurriendo. Así, cada uno
de ellos exigirá mayores retribuciones por su aporte al proceso productivo. Los
sindicatos pedirán mayores reivindicaciones salariales para sus afiliados, a fin de
protegerlos de la inflación, los suplidores de los diversos insumos que se requieren en
el proceso productivo demandarán también mayores precios por los mismos y las
empresas aumentarán a la vez los precios de sus productos, previendo no solamente
que el costo de reposición de sus inventarios de materias primas o el de las inversiones
en equipos será mayor, sino que además intentarán incrementar sus márgenes de
utilidad actuando dentro de un mismo intento común de precaver un mayor
incremento en sus costos que suponen, se producirá en el futuro. De esta forma un
proceso inflacionario que en sus inicios reunía todas las características de una inflación
de demanda, pasa en una segunda etapa a asumir las condiciones que suelen
atribuírseles a una inflación de costos.
7. Inflación tendencial o inercial
La inflación puede adquirir un carácter tendencial, cuando los agentes que
intervienen en el proceso económico esperan que los precios se comporten de una
manera determinada. Cuando esto ocurre, la tasa de inflación se incorpora tanto a los
contratos como a los acuerdos informales. Por ello, se le conoce también con el
nombre de inflación esperada o inercial.
9
Así, cuando las empresas prevén que sus costos se comportarán de una cierta
forma, están también en condiciones de determinar de antemano la forma que fijarán
sus precios. Igualmente, los sindicatos estarán en capacidad de definir las
reivindicaciones salariales que esperan para sus afiliados.
La tasa esperada de inflación se le conoce pues con el nombre de inflación
tendencial. La misma, como su nombre lo indica, tiende a mantenerse, a menos que
ocurran fenómenos que alteren las previsiones económicas.
El carácter esperado de este tipo de inflación adquiere cualidades positivas,
cuando los precios se incrementan moderadamente, ya que permite fijar un marco de
referencia dentro del cual se desenvolverán las actividades económicas. Cuando los
precios suben en forma acelerada, el carácter tendencial de la inflación puede llegar a
convertirse en una causa más que alimenta el proceso inflacionario. En situaciones de
inflación galopante, los agentes que intervienen en la economía también tenderán a
incorporar a costos y precios los incrementos esperados en el nivel de estos últimos.
En esta circunstancia resulta difícil frenar el proceso inflacionario, ya que cuando las
expectativas de que aumenten los precios son elevadas, todo el mundo procurará
protegerse incrementando a niveles cada vez mayores las retribuciones a que aspiran
por su aporte al proceso económico.
8. Inflación encubierta
No es extraño que los gobiernos procuren crear mecanismos en un intento por
lograr que el impacto de la inflación sea notado por la población en la menor medida
posible. Para alcanzar este objetivo, enmascaran los precios relativos mediante la
introducción de fricciones artificiales en todos los sectores de la economía. Dicho en
otra forma, recurren a la aplicación de subsidios, intervienen en el mercado para
producir y prestar gran cantidad de bienes y servicios a precios menores, controlan los
precios sometiéndolos a regulaciones oficiales que impiden que sean aumentados sin la
venia de las autoridades, regulan los salarios bien sea para controlar su aumento o
incluso para subirlos por la vía de decisiones oficiales, intervienen el mercado de
divisas para evitar la fuga de capitales que se produce como consecuencia inevitable
de la corrupción de la moneda, regulan los mercados financieros para manejar
intereses activos y pasivos y, en general, recurren a muchos otros paliativos en una
lucha inútil por reprimir la inflación. A la larga, tales subterfugios no hacen más que
encubrir verdaderas situaciones inflacionarias, ya que mientras el mal no sea atacado
por su raíz misma -el déficit fiscal—, difícilmente se podrá curar.
Como consecuencia de los subterfugios antes mencionados, muchas veces el
remedio termina siendo peor que la enfermedad. En la historia abundan ejemplos de
medidas de control de precios que no dejaron otra consecuencia que la escasez de
bienes de todo tipo, el racionamiento y la aparición de mercados negros. A1 respecto
suele recordarse un célebre edicto de Diocleciano, aplicado durante la época del
Imperio Romano. Sus resultados no fueron distintos a los que medidas de tal
naturaleza cosechan en las economías modernas.
En su libro "Ciencia y Teoría Económica", Luis Pazos sostiene:
Más que una medida económica, el control de precios es una medida política,
pues da la impresión de que el gobierno está luchando y haciendo todo lo posible
para mantener un bajo nivel de precios.
Tarde o temprano, los gobiernos se ven en la necesidad de atemperar sus
políticas de subsidios, por carecer de recursos suficientes para mantenerlos en forma
indefinida, o bien para evitar caer en graves déficits fiscales. Igual ocurre con los
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controles de precios. Llega un momento en que éstos deben ser suspendidos, pues las
empresas no pueden soportarlos y comienzan a surgir graves signos de escasez y de
desempleo. Igual destino tienen las demás medidas destinadas a enmascarar el
crecimiento de los precios. Casi todas ellas tienen un efecto indeseado: obstruyen el
funcionamiento del sistema de precios como orientador de la actividad económica. E1
resultado termina siendo una ineficaz asignación de los recursos productivos y, a la
larga, un incremento en los niveles de desempleo.
Aunque los detalles pueden variar de un país a otro, el resultado tiende siempre
a ser el mismo: las tensiones inflacionarias reaparecen aún con mayor virulencia.
Un caso característico de la situación antes descrita se presentó en Venezuela
durante los años del gobierno del Presidente Lusinchi. A pesar de que la situación de la
economía nacional había alcanzado un punto critico, el Gobierno se negó a aceptar el
costo político que hubiera implicado una sinceración económica. Procedió pues a
aplicar el más completo recetario de controles y regulaciones en un intento por
encubrir el impacto inflacionario que hubiese producido tal sinceración.
A través de controles de precios, controles de cambio (RECADI), controles de
tasas de interés, subsidios, aumentos salariales por decreto, etc., el Gobierno llegó a
crear una situación que evidentemente se tornaba insostenible. Al referirse a ella,
Moisés Naím afirma:
El conjunto de políticas, leyes, reglamentos, normas, instituciones, organismos y
recursos financieros desplegados por el Estado venezolano para normar y regular
la conducta de las empresas privadas constituyen, probablemente, uno de los
más exhaustivos y abarcantes aparatos de regulación del mundo capitalista."
En base al conjunto de medidas, a las cuales se refiere Naím el Gobierno Lusinchi
logró uno de los casos más característicos de "inflación encubierta". Las tasas de
inflación durante el periodo en referencia mostraron el siguiente comportamiento
aparente:
Tasas de Inflación
Año
Porcentaje
1984
12,2
1985
12,0
1986
11,6
1987
28,1
1988
29,5
El esfuerzo del gobierno por mantener una aparente situación de bonanza tuvo
además un impacto devastador sobre las Reservas Internacionales del Banco Central
11
de Venezuela, las cuales cayeron según cifras oficiales, de 15.489 millones de US$ en
1985 a unos 7.000 millones para finales de 1988.
El estado de las finanzas públicas había alcanzado una situación tan caótica, que
el nuevo gobierno se vio obligado, a partir de 1989, a imponer una sinceración de la
economía. La eliminación de los controles de precios y del control de cambio (RECADI)
puso de manifiesto la verdadera situación inflacionaria que vivía el país y que, como
antes se dijo, aparecía "encubierta" por los mecanismos anteriormente referidos. De
tal forma, para el año de 1989, la inflación se evidencia con toda su virulencia,
alcanzando para ese año un 81%.
9. Inflación moderada, inflación galopante e hiperinflación
Afirma Samuelson que al igual que las enfermedades, la inflación puede mostrar
distintos niveles de gravedad. Puesto que no existe una clara diferencia que separe los
tres niveles del mal, en forma arbitraria se puede establecer la siguiente distinción:
Inflación moderada: Existe cuando las tasas anuales de inflación son inferiores a
un dígito. A estos niveles, puede decirse que el sistema monetario funciona
adecuadamente. Los activos monetarios conservan su valor y el público estará
dispuesto a mantener su dinero en el banco, aún cuando las tasas pasivas de interés
muestren un rendimiento moderado. A su vez, las tasas activas exigidas por las
instituciones financieras también serán moderadas y la actividad económica podrá
desenvolverse de una manera armónica. Los aumentos esperados en el nivel general
de los precios no darán lugar a incertidumbres que afecten negativamente las
inversiones.
Inflación galopante: Se produce cuando las tasas de inflación alcanzan niveles de
dos dígitos. A medida que el mal avanza, se va perdiendo en forma progresiva la
confianza en el signo monetario. Los precios tienden cada vez más a "dolarizarse", ya
que el público necesita aferrarse a un valor referencial, a cuyos efectos la moneda
nacional deja de cumplir adecuadamente su función. Los bienes comienzan a
acapararse, ya que resulta preferible adquirirlos que conservar el dinero en forma
líquida, puesto que el rápido incremento en el nivel general de los precios dificultará la
adquisición de los mismos en un futuro cercano. Para que las tasas de interés resulten
positivas -es decir, mayores que las tasas de inflación—, deben aumentarse a un ritmo
más elevado que el incremento de los precios.
Bajo tales circunstancias, los gobiernos suelen recurrir a varios mecanismos de
control: la indexación de los precios, el control de cambios y el endurecimiento de los
instrumentos fiscales y monetarios. E1 primero de ellos tiene por objeto evitar un
rápido deterioro en el salario real de los trabajadores. Para evitarlo, éstos quedan
automáticamente indexados a los precios. Así, en la misma medida en que suban estos
últimos, se incrementarán también los primeros. Este tipo de políticas en general no ha
mostrado resultados alentadores, ya que tienden a transformarse en un medio que
autoalimenta la inflación, a través de una espiral "precios-salarios-precios".
E1 segundo mecanismo al que recurren los gobiernos bajo situaciones de
inflación galopante, son los controles de cambio. La pérdida de la confianza en la
moneda nacional, tiende a estimular la fuga de capitales, lo cual genera fuertes déficits
en la balanza de pago. En un intento por impedirlo se aplican medidas de la naturaleza
señalada; pero las mismas tampoco suelen dar los resultados apetecidos. Ante la
urgencia que siente el público de proteger el valor de su dinero, resulta casi imposible
impedir la aparición de mercados negros en los que se adquieren divisas extranjeras.
12
A través del endurecimiento de otras políticas de carácter fiscal y monetarias, las
autoridades disponen de mecanismos macroeconómicos adicionales para moderar el
ritmo de una "espiral inflacionaria" e impedir que la economía caiga en situaciones de
hiperinflación.
Convendría no obstante que los gobiernos tuvieran presente que el más efectivo
remedio para el mal, no es otro que el recomendado por Friedman: "La única manera
de acabar con la inflación estriba en no permitir que el gasto público crezca tan
rápidamente"
La Hiperinflación. Es el último estadio del mal. La condición patológica ha
adquirido un carácter terminal y las economías que la padecen sufren un proceso de
desintegración, en tanto que la sociedad experimenta carencias de todo tipo, que
desembocan en una descomposición de orden moral. Tanto el dinero como su
velocidad de circulación crecen a un ritmo cada vez más elevado. El nivel general de
los precios adolece, por lo tanto, aumentos fenomenales y las tasas de inflación
alcanzan cifras de cuatro y cinco dígitos. Los desequilibrios económicos van
acompañados de una marcada inestabilidad política.
A1 ilustrar las consecuencias de la hiperinflación experimentada por Alemania
entre 1922 y 1923, el economista Lionel Robbins afirma en la introducción a la obra
The Economics of Inflation: A Study of Currency Depreciation in PostWar Germany de
C. Bresciani-Turroni, lo siguiente:
La depreciación del marco (...) destruyó la riqueza de los elementos más sólidos
de la sociedad alemana y dejó tras sí un desequilibrio moral y económico,
preparando de esa manera el terreno para los desastres que la siguieron. Hitler
es el hijastro de la inflación.
10. Indice de precios
De todo lo anterior se deduce que existe inflación, cuando se produce de manera
persistente un aumento en el nivel general de los precios. Ello nos lleva a la necesidad
de establecer algún mecanismo que permita medir la tasa de variación en el nivel de
los precios.
Un índice de precios es una medida ponderada de los precios, con la que se
puede calcular la variación que con respecto a un año base han experimentado, en un
momento dado, los precios de un conjunto o "cesta de productos". El peso relativo que
se le da al precio de los distintos bienes y servicios, incluidos dentro de la mencionada
"cesta o canasta", varía de acuerdo con la importancia económica que corresponde a
cada uno de ellos. De esta forma, se puede calcular una variación promedio
representativa, de la evolución en el comportamiento de los precios individuales
incluidos en la muestra.
Conviene aclarar que ante la imposibilidad de medir las variaciones que
experimentan los precios de todos de los bienes existentes en una economía, se debe
seleccionar un conjunto de ellos que se considere representativo del total. A la muestra
así seleccionada, se le da el nombre de "cesta o canasta".
Para determinar el Indice de Precios al Consumidor (en el área metropolitana de
Caracas), el Banco Central de Venezuela ha diseñado una "cesta" que considera
representativa de los gastos medios típicos de las familias. A los efectos de determinar
adecuadamente los componentes de dicha cesta, elaboró una Encuesta de
Presupuestos Familiares. En base al resultado de dicha Encuesta, la mencionada
muestra incluye los bienes que se señalan en el cuadro siguiente, cuyas variaciones de
13
precios son posteriormente medidas mediante una nueva muestra de establecimientos
de comercios al detal y servicios, que a tales efectos diseñó también el BCV:
Alimentos y bebidas
Cereales y productos derivados
Raíces feculentas y derivados
Leguminosas y semillas oleaginosas
Azúcares, mermeladas y dulces
Hortalizas
Frutas
Carnes y sus preparados
Carnes de ave
Pescados y mariscos
Huevos
Leche y sus derivados
Grasas y aceites
Productos alimentarios varios
Alimentos especiales para niños
Refrescos y bebidas no alcohólicas
Alimentos tomados fuera del hogar
Tabacos
Gastos del hogar
Vivienda y servicios
Combustible y alumbrado
Ropa y enseres
Equipos del hogar
Vehículos
Gastos diversos del hogar
Gastos diversos
Asistencia médica y hospitalización
Cuidado personal
Instrucción y cultura
Distracciones y diversiones
Transporte
Seguros y otras obligaciones
Servicios
Comunicaciones
Impuestos
Otros bienes y servicios
Vestido y calzado
Ropa y calzado para hombres
Ropa y calzado para mujeres
Ropa y calzado para niños
Ropa y calzado para niñas
Ropa y calzado para bebé
En total, para elaborar el Indice de Precios al Consumidor (IPC), el Banco Central
de Venezuela mantiene una vigilancia sobre las variaciones relativas en los precios de
aproximadamente 400 ítems, comprendidos dentro de los grupos y subgrupos citados
en la "cesta" anterior, todos los cuales integran el Indice de Precios al Consumidor
para el área metropolitana de Caracas.
14
Los índices de precios más comúnmente utilizados son el Indice de Precios al
Consumidor (IPC), el Indice de Precios al Mayor y el Deflactor del PNB.
11. Índice de precios al consumidor
La medida más comúnmente utilizada para medir la inflación es el Indice de
Precios al Consumidor. A través del mismo se pueden medir las variaciones que
experimentan los precios de un conjunto de bienes y servicios incluidos en una "cesta",
que como antes se dijo, se considera representativa del conjunto total de gastos en
que deben incurrir los consumidores típicos.
Para determinar el IPC, se le atribuye a cada bien incorporado a la "cesta" un
peso fijo proporcional a su importancia relativa en los presupuestos de gastos de los
consumidores. Posteriormente se calcula lo que vale la mencionada "cesta" en un
momento dado, con respecto a un año base en el cual se asume que su valor es 100.
Cuando leemos en la prensa las declaraciones que hacen los economistas en
relación con las cifras que ha alcanzado la inflación, por lo general se están refiriendo a
las variaciones que en un período determinado se han producido en el Indice de
Precios al Consumidor con respecto al período anterior.
La economía venezolana se había caracterizado por experimentar tasas de
inflación muy bajas. Por ejemplo, entre los años 1960 y 1972, la inflación promedio
apenas alcanzó un 1,60%. A partir del año 1974, a raíz del aumento de los precios del
petróleo que se produjeron como consecuencia del embargo petrolero árabe, la
economía del país comenzó a experimentar profundas transformaciones que
desataron, por primera vez en muchas décadas, marcadas presiones alcistas en los
precios. Igual fenómeno se repite a finales de 1979, como consecuencia del aumento
de los precios petroleros que ocurre con motivo de la caída del Shah de Irán. Ambos
incrementos en los precios de los hidrocarburos, hicieron pensar a los gobiemos
venezolanos de turno, que podrían contar de manera permanente, con unos ingresos
crecientes. Lamentablemente la historia fue otro Cada subida en los precios de los
hidrocarburos, fue seguida por una fuerte caída de los mismos, como por ejemplo lo
que ocurrió en 1986.
Figura 4. Índice de Precios al Consumidor
Área Metropolitana de Caracas 1984 = 100
15
*Estimado. Fuente: Banco Central de Venezuela.
La experiencia demuestra que los gobiernos, que se adaptan muy fácilmente a
las subidas de ingresos fiscales, no saben ajustarse con igual agilidad a una
disminución de los mismos. El resultado es que se embarcan en una serie de planes y
proyectos de toda índole que después no pueden detener. Como resultado de ello
terminan por incurrir en fuertes endeudamientos externos y en agudos déficits fiscales.
Finalmente, con el objeto de cubrir los cuantiosos déficit que resultan de su
indisciplina fiscal, nuestros gobiernos se vieron obligados a recurrir sucesivas
devaluaciones de la moneda. Puesto que la mayor parte de los ingresos fiscales del
país son en dólares -por provenir de nuestras exportaciones petroleras— la
devaluación tiene para el sector publico una ventaja especial: transforma un mismo
número de dólares en mayor número de bolívares. El mayor número de bolívares así
percibidos, permite enjugar el déficit fiscal a corto plazo.
Lamentablemente, a través del mecanismo de la devaluación, el sistema
económico venezolano se ve inundado por una enorme masa de bolívares, que por no
encontrar ubicación en la economía ni generar un incremento paralelo en la producción
de bienes y servicios, no hace otra cosa que ejercer una doble presión sobre el nivel
general de los precios y sobre el tipo de cambio.
En un intento por paliar tales "consecuencias secundarias" de la devaluación, el
Banco Central de Venezuela ha intentado recoger los excedentes de liquidez mediante
la emisión de bonos Cero Cupón, incrementos en los encajes legales y otras medidas
de política monetaria. No obstante, cabe señalar, que las medidas de política
monetaria son un mal substituto de la disciplina fiscal. La única forma de frenar la
inflación en Venezuela, al igual que ocurre en todas partes, es reduciendo es gasto
público. De nada valdrán todas las medidas de ajuste que intenten aplicar nuestros
gobiernos, si no atacan de frente el problema fundamental que padece nuestra
economía: la inflación.
16
Figura 5. Variación interanual del IPC
Área Metropolitana de Caracas
*Estimado. Fuente: Banco Central de Venezuela.
Mientras que las estrategias para superar
actividad económica a través del gasto público,
crecimiento de la economía; pero los beneficios
fácilmente a vastos sectores de la población,
insidiosamente escamoteada por la inflación.
la crisis se basen en estimular la
se podrá lograr, a no dudarlo, un
de tal crecimiento no "permearán"
cuya cuota de provecho resultará
Lo inexplicable de la situación planteada radica en que Venezuela cuenta con
inmensas reservas de petróleo, de gas natural y de infinidad de otras riquezas con las
cuales la dotó la naturaleza, cuya explotación en mayor medida, permitiría al país
obtener enormes ingresos que podrían cubrir sus más variadas necesidades sin que
para ello haya que incurrir en déficits fiscales. Puesto que no contamos con recursos
para explotar tales riquezas, necesariamente tendremos que asociarnos, tarde o
temprano, con quien pueda aportar las inversiones que el sector público venezolano no
está en condiciones de realizar. Ello por supuesto implica buscar mecanismos de
asociación con capitales foráneos, dejando a un lado viejos complejos nacionalistas,
que surgieron de una época en que el país no contaba con gente preparada y capaz de
negociar de quien a quien con las empresas transnacionales. Quienes aún se aferran a
ese complejo, le infringen un profundo daño a la economía del país y manifiestan un
incomprensible desprecio por la capacidad gerencial del venezolano de hoy.
12· Índice de precios al mayor
Este índice, como su nombre la indica mide la variaciones de precios que a nivel
de mayoristas experimentan una serie de productos, tanto nacionales como
importados.
En Venezuela, el BCV ha elaborado también una larga lista de grupos y
subgrupos de ítems, cuyas variaciones de precios son revisadas periódicamente. Entre
los principales grupos de bienes considerados están los siguientes: Productos
Agropecuarios, que incluyen productos agrícolas, avícolas y pecuarios, pescados y
mariscos; Productos Manufacturados, en los que incluyen productos alimenticios,
bebidas y tabacos, productos textiles y de cuero, productos de madera y corcho,
muebles, papel para imprenta y editoriales, substancias y productos químicos
derivados del petróleo y del carbón, de caucho y plástico, productos minerales no
metálicos, excepto derivados del petróleo, productos metálicos básicos, productos
metálicos, maquinarias y equipos, otras industrias manufactureras.
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13. El deflactor del producto interno bruto
El Deflactor es un índice de precios a través del cual se convierte una cantidad
nominal en otra real. El Deflactor del PIB se obtiene mediante la siguiente fórmula:
Deflactor del PIB =
PIB a precios corrientes x 100
PIB a precios de 1984
Por Producto Interno Bruto (PIB) se entiende la suma de todos los bienes y
servicios finales producidos y prestados en el país en un período determinado,
independientemente de la nacionalidad o residencia de los factores de producción.
Por "precios corrientes" se entiende aquellas unidades monetarias en las cuales
no se ha eliminado el efecto de la inflación. A diferencia de los anteriores, al hablar de
"precios constantes", nos referimos a unidades monetarias reales que han sido
deflactadas, o sea, aquellas en las que se han eliminado los efectos de la inflación. Los
precios constantes están pues referidos a un año base.
Al explicar el Deflactor del PIB, el economista y académico español Francisco
Mochan afirma:
...si el PIB nominal en un año era de 100 unidades y pasó a ser 110 en el periodo
siguiente, experimentando un crecimiento del 10%, ello se habrá debido a dos
elementos: al crecimiento "real" de la producción y al aumento de los precios. Si
los precios crecieron un 6%, sólo se puede atribuir un 4% al incremento del
producto real.
Puesto que el Producto Interno Bruto es considerado como uno de los indicadores
fundamentales de la actividad económica de una nación, el Deflactor del PIB constituye
el índice que más se acerca al concepto de índice general de precios.
Apliquemos la fórmula anterior a fin de obtener el deflactor de PIB en el caso de
la economía venezolana en 1990. Para el referido año, el PIB a precios corrientes
alcanzó a 2.264.030 millones de bolívares. Por otra parte, el PIB medido a precios
constantes de 1984 fue, de acuerdo con el BCV, de Bs. 473.031 millones:
Deflactor del PIB
2.264.030 x 100 = 479
473.031
Utilizando la misma fórmula, podemos obtener la serie completa del índice que
estamos analizando, entre 1984 y 1990.
Fig. 6. Deflactor del PIB (Base: 1984 = 100)
Fuente: Banco Central de Venezuela.
18
14. Consecuencias de la inflación
Unos ganan y otros pierden:
La inflación suele conducir a graves distorsiones que terminan por afectar de una
forma u otra a todos los agentes que intervienen en el proceso productivo e incluso a
todos los miembros de la sociedad. Las consecuencias del fenómeno no se distribuyen
en forma equitativa en la colectividad. De hecho, mientras algunos pueden verse
gravemente perjudicados, otros pueden llegar a percibir beneficios de la misma. A1
respecto, en el discurso pronunciado en Estocolmo en 1975, en la oportunidad en que
recibía el Premio Nobel de Economía, Friedman opinaba:
Con la inflación, ciertos grupos (por ejemplo. los que poseen sus propias
viviendas) salen beneficiados, mientras que otros (quienes han adquirido valores
a interés fijo o han hecho imposiciones a largo plazo) experimentan quebrantos.
En tales circunstancias, lo que normalmente parece prudente resulta muchas
veces insensato, y viceversa.
Envilece el dinero y polariza la sociedad:
En principio, cabe señalar que la inflación se traduce en una disminución en el
valor del dinero. Por ello, afecta en forma negativa a aquellos miembros de la sociedad
que perciben ingresos fijos en términos nominales, así como a todos aquellos, cuyos
ingresos crezcan a un ritmo menor que el del aumento que experimentan los precios.
Suele decirse que la inflación beneficia a los deudores que hayan contraído sus
obligaciones a tasas fijas de interés, en tanto que perjudica a los acreedores sometidos
a las mismas condiciones.
El envilecimiento del dinero que acarrea la inflación genera un progresivo
panorama de pesimismo en la sociedad. Tal pesimismo, tenderá a aumentar las
tensiones existentes entre los integrantes de la misma. Por lo demás, el
enfrentamiento entre los que de alguna forma salen ganando con el fenómeno y la
gran mayoría que se perjudica, termina por provocar desajustes sociales y políticos, En
relación a este problema, Friedman afirma:
Al enfrentarse perjudicados y beneficiados, la sociedad se polariza; crece el
desasosiego político y el gobierno del país se hace más difícil, puesto que cada
vez son más las personas que exigen la adopción de políticas más enérgicas.
Deteriora el salario real:
La inflación perjudica a quienes perciben ingresos por vías de salarios. De hecho,
a pesar de los aumentos de salarios que procuran obtener los sindicatos para sus
afiliados o incluso de los aumentos de sueldos que propician por diversas vías los
gobiernos para proteger a los trabajadores, tales suelen acarrear mayores incrementos
en el nivel general de los precios, lo que termina por afectar negativamente el salario
real. Existe al respecto un viejo dicho popular, que precisa muy bien las características
del fenómeno al afirmar que "los salarios suben por las escaleras, mientras que los
precios suben por el ascensor".
Redistribuye las rentas en forma poco equitativa:
La inflación tiende a redistribuir las rentas en forma poco equitativa. Con
frecuencia se afirma que beneficia a los ricos y, sin duda alguna, perjudica a los
pobres. Tal afirmación parece desde luego demasiado general, al menos en cuanto a
su primera parte. Es probable que los propietarios de bienes inmuebles resulten
beneficiados, ya que el valor de los mismos suele aumentar a un ritmo mayor que el
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de la inflación, sin embargo, aquellos que poseen una riqueza basada en bonos de
rendimiento fijo, o bien que tengan acreencias con intereses de tal naturaleza, se
verán perjudicados. Por el contrario, aquellos cuyo patrimonio esté representado en
acciones por lo general saldrán ganando, ya que el valor de las acciones tiende a
aumentar en este caso.
Genera escasez y perjudica a los consumidores:
Con la inflación, algunos empresarios pierden y otros ganan. Pierden las
empresas que se ven afectadas por el aumento en las cargas impositivas que conlleva
la inflación. Si el aumento de la carga impositiva es trasladado al precio de los
productos, quienes pierden son los consumidores. Por otra parte, si los empresarios no
pueden trasladar al precio de los productos el referido aumento impositivo, las
empresas comenzarán en una primera fase a reducir sus utilidades, con lo cual
desaparecerán los incentivos para realizar nuevas inversiones. En una fase posterior,
generarán y acumularán pérdidas, y así, en algún momento, se verán obligadas a
retirarse del mercado. La inflación termina por generar escasez. En tal caso, también
termina perdiendo el consumidor, ya que una disminución en la oferta de bienes y
servicios se traducirá en un aumento en el precio de los mismos.
Los perjuicios y beneficios que se derivan de la inflación dependen también en
alto grado de la actitud que adopten los gobiernos frente al fenómeno. Por ejemplo,
antes habíamos dicho que los propietarios de viviendas y de bienes inmuebles resultan
favorecidos; ahora bien, si la actitud de las autoridades es la de regular las rentas que
producen tales bienes, sus propietarios podrían verse perjudicados. Simultáneamente,
también se verán perjudicados quienes necesitan alquilar bienes de esa naturaleza, ya
que al regularse sus rentas, se reducirá la oferta de los mismos, como consecuencia de
la falta de incentivos para producirlos
Incrementa la carga impositiva:
En definitiva, prácticamente todo el mundo está de acuerdo en que resulta
necesario combatir la inflación. Quien tiene en sus manos la posibilidad de adoptar
medidas para enfrentarla es el gobierno. Este -que por lo general es el causante del
fenómeno a través de su propia indisciplina fiscal- puede irónicamente resultar
beneficiado con el proceso. Quien realmente gana con la inflación es el gobierno.
Mediante un proceso continuo de inflación, los estados pueden "confiscar", de manera
inadvertida, una parte importante de las riquezas de sus ciudadanos. La inflación se
traduce en un incremento de los ingresos fiscales, sin necesidad de modificar las leyes
impositivas. Veamos: si los contribuyentes pagasen sus tributos sobre la base de una
proporción constante de la renta nominal, la inflación no los afectaría. Puesto que una
de las características de los impuestos es que son progresivos, la proporción del
impuesto a pagar se incrementa al aumentar nominalmente las rentas de los
contribuyentes, ya que por esta vía se deslizan hacia un tramo más elevado de las
tarifas. En otras palabras, como la proporción de impuestos tiende a aumentar con el
nivel de la renta nominal, la inflación -que eleva la renta nominal pero no la real—
tiende a elevar los impuestos.
Fischer, Dombusch y Schmalensee, profesores de economía del M.I.T., afirman:
La inflación esperada, pero que no va acompañada de un ajuste institucional
completo, provoca pérdidas, que son especialmente graves cuando está
controlado el tipo de interés, cuando los impuestos sobre la renta del capital no
son adecuados y cuando el deslizamiento de los intervalos impositivos eleva la
deuda tributaria real. Para que los impuestos sean adecuados en una situación
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inflacionista, no debe gravarse el componente de los rendimientos de los activos
correspondiente a la inflación.
Propicia el crecimiento del déficit fiscal:
E1 gobierno, que como antes vimos se beneficia, también suele preocuparse por
los graves problemas sociales que acarrea la inflación, procurando con frecuencia
reprimir sus manifestaciones mediante programas que tiendan a compensar a los
sectores menos favorecidos de la colectividad. Estos programas adoptan la forma de
subsidios y otras transferencias. Desde un enfoque estrictamente económico, pueden
contribuir a agravar la situación, independientemente de lo justo que aparenten ser
desde un punto de vista social. Cuando el gobierno no cuenta con ingresos suficientes
para financiar programas de tal naturaleza, los esfuerzos por contribuir a aliviar la
problemática social, por esta vía, lo inducen a incurrir en un déficit fiscal aún mayor, lo
cual, no hace más que alimentar el proceso inflacionario, con las consiguientes
repercusiones negativas en los sectores que se pretendía favorecer. En general, cada
vez que intenta reprimir las manifestaciones de la inflación en lugar de atacar el mal
por sus raíces mismas -enfrentando con decisión el déficit fiscal—, no logra otra cosa
que introducir distorsiones que causan escasez e ineficiencias y que terminan por
incidir en forma aún más negativa sobre la marcha de la economía.
Genera incertidumbre y entorpece la asignación de recursos:
En la medida que la inflación sea mayor, será también mayor la incertidumbre
que impondrá a los miembros de la sociedad. En esta forma, el fenómeno puede
acarrear no solamente una grave distorsión en la asignación de los recursos
productivos, sino que puede llegar a afectar seriamente la actividad económica. Por
ejemplo, incapaces de medir el rumbo que tomará a largo plazo el nivel general de los
precios, los agentes económicos tenderán a desviar los recursos productivos hacia
aquellas actividades que prometan ser más lucrativas a corto plazo. Así, en los
momentos de inflación, se incrementan de manera substancial las actividades de
carácter especulativo. Por el contrario, otras actividades quizás socialmente más
necesarias, pero que requieren de una asignación de recursos a más largo plazo,
tenderán a no realizarse, haciéndose cada vez más profundas discrepancias entre la
demanda y la oferta de los bienes y servicios, que por esta razón dejan de producirse o
se producen en menor cuantía. El déficit se concentrará en aquellas actividades que
requieran de inversiones a largo plazo, puesto que este tipo es más sensible a la
incertidumbre asociada a los procesos inflacionarios.
Estimula el acaparamiento, deteriora la propensión al ahorro, impone mayores
riesgos a las inversiones e induce a los empresarios a incrementar su expectativas de
utilidad:
A medida que avanza la inflación se pierde la confianza en los activos
monetarios. La moneda se envilece. Los consumidores comienzan a acaparar bienes!
pues resulta más conveniente adquirirlos ahora que conservar el dinero en forma
líquida, dada la rápida erosión que experimenta el valor del signo monetario. La
propensión al ahorro disminuye y con el objeto de captar fondos, las instituciones
financieras se ven obligadas a aumentar substancialmente las tasas pasivas. de
interés, que ofrecen a los ahorristas. Como resultado de ello, las tasas activas;
también se incrementan, con lo cual las inversiones se tornan más riesgosas Frente a
una situación de esa naturaleza, muchas inversiones dejan de realizarse o, en todo
caso, los empresarios aspiran a una ganancia más elevada para compensar los
mayores riegos en que deben incurrir, lo cual los induce a elevar, aún más, el precio
de los bienes que producen.
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Afecta negativamente la balanza de pagos:
La pérdida de la confianza en el valor del signo monetario también promueve, por
parte de los agentes que participan en el proceso económico, la adquisición de divisas.
Ello ocasiona fuertes tensiones en el sector externo de la economía, generando déficits
en la cuenta de capitales de la balanza de pagos. A medida que tales déficits asumen
mayor gravedad, los gobiernos se ven obligados a intervenir los mercados de divisas,
para aplicar controles de cambio que frenen la fuga de capitales. Rara vez tales
controles resultan eficaces y usualmente conducen a la aparición de mercados negros
de divisas o a fenómenos de corrupci6n ligados a la administración de los mismos.
Distorsiona el mecanismo de los precios:
La inflación distorsiona el funcionamiento del mecanismo de los precios. Hayek
afirmaba que una de las funciones fundamentales del sistema de precios en el mercado
es la de transmitir de un modo conciso, eficiente y barato la información requerida por
los agentes económicos a la hora de decidir qué, cuánto y cómo producir. En otras
palabras, el sistema de precios garantiza la más eficiente utilización de los recursos
disponibles.
Ahora bien, mientras mayor sea la inestabilidad en los precios acarreada por la
inflación, más difícil resultará aprovechar la información suministrada por los mismos.
En tal sentido, el fenómeno inflacionario introduce en la economía graves efectos que
terminan por afectar negativamente los niveles de productividad, contribuyendo al
mismo tiempo a hacer más ineficaz la asignación de lo recursos productivos.
En conclusión, cabe afirmar que la inflación perjudica o beneficia en forma
aleatoria a los miembros de la colectividad. Se produce, como antes se dijo, una
distribución poco equitativa de las rentas.
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