PRINCIPIOS FORMATIVOS, IDENTIDAD Y CAMBIO CULTURAL Prof. Carlos Ciappina “Nuestra mayor tristeza proviene de no saber quiénes somos. Hablamos en castellano, pensamos en inglés, gustamos en francés, amamos en ruso, nos apasionamos en italiano…vivimos de prestado, abrumados por los preceptos de estéticas y éticas lejanas. Recién hemos dado en saber que la primavera nos llega en setiembre y no en abril…” Raúl Scalabrini Ortiz Estas notas tienen como objetivo reflexionar sobre los principios que subyacen en la elaboración de procesos de formación y capacitación en el marco de la recuperación de la gestión estatal. La recuperación de las funciones claves del Estado como garante del bien común, han sido tratadas por varios autores en el campo académico y en los documentos de gestión que se han elaborado a nivel nacional y provincial a partir del colapso que significó la crisis neoliberal del 2001: “si se considera la Argentina post crisis del 2001,se verifica un esquema novedoso para la teoría, donde el Estado parece haberse recuperado más rápido que la sociedad civil y poseer muchos mas recursos que ella….en ese sentido, la etapa amateur de gestión está finalizando y deviene necesaria una etapa de profundización en la cual aparece el desafío de construir las herramientas indicadas y precisas para continuar ese camino…..nos encontramos ante una coyuntura positiva desde la perspectiva económica para el replanteo del sentido de la gestión pública . El Estado se ha recuperado de manera favorable como para poder replantear políticas que se orienten al desarrollo y a impulsar un proyecto en ese sentido …1 “Cualquier iniciativa de modernización, cualquier cambio que se proponga en sus prácticas, rutinas y tecnologías de gestión, debe tener en cuenta si esto colabora con la inclusión de las personas y el ejercicio real de la ciudadanía. Toda propuesta, modernizadora debe ser evaluada según su capacidad de incluir a más personas en el proyecto social” 2 El convencimiento de que este proceso de recuperación y fortalecimiento del Estado sólo esta en su etapa incipiente luego de más de tres décadas de desmantelamiento y “extrañamiento” de la gestión pública de su rol clave como principal organizador de un modelo de desarrollo nacional inclusivo e incluyente, nos lleva a intentar establecer algunos principios que hacen a una de las actividades claves para acompañar la recuperación estatal: la formación y la capacitación. La recuperación y fortalecimiento del rol estatal está articulado con la formación y la capacitación puestos en sintonía con todos los niveles de la gestión estatal. Planificar en el estado, desarrollar estructuras alineadas a un Plan, avanzar en materia de relación de empleo público, innovar en gestión requieren, obviamente de una formación y capacitación alineadas a dichos procesos y dadas las particularidades de nuestra realidad actual, en muchos casos resultado de dichos procesos. 3 1 2 3 ARROYO, Daniel. “Desarrollo y políticas públicas. Nuevos Desafíos para el Estado y la Sociedad Civil”. En: GARCÍA DELGADO, Daniel. El desarrollo en un contexto posneoliberal. FLACSO, Bs. As. 2006. BUGALLO, Sergio. “Un modelo de Estado para el Proyecto Nacional y Provincial.”. En: Plan Trienal de la Gestión Pública de la Provincia de Buenos Aires. Subsecretaria de la Gestión Pública de la Provincia de Bs. As. 2004-2007. En el caso de la Provincia de Buenos Aires, ej. los procesos vinculados a la gestión del empleo público, en particular el proceso paritario y los acuerdos en materia de mejora de la carrera administrativa son desarrollo nuevos y originales que están generando sus propios contenidos de capacitación . (ver Plan Trienal de la Gestión Pública de la Provincia de Buenos Aires, 2004-2007, y página Web de la Subsecretaría de la Gestión Pública de la Provincia de Buenos Aires, www.gestionpublica.sg.gba.gov.ar 1 En general se acuerda en estos principios que vinculan formación y fortalecimiento del rol estatal, pero hay poca reflexión sobre el vínculo entre formación y capacitación en procesos de recuperación estatal en países que forman parte del mundo no desarrollado y en donde las recetas de recuperación estatal planteadas desde los países centrales han demostrado escaso éxito o resultados negativos en los términos de fortalecer un estado inclusivo. En el caso de la Provincia de Buenos Aires, p.ej. los procesos vinculados a la gestión del empleo público, en particular el proceso paritario y los acuerdos en materia de mejora de la carrera administrativa son desarrollo nuevos y originales que están generando sus propios contenidos de capacitación. (ver Plan Trienal de la Gestión Pública de la Provincia de Buenos Aires, 2004-2007, y página web de la Subsecretaría de la Gestión Pública de la Provincia de Buenos Aires.). Habría así que señalar que hay principios que subyacen al desarrollo de la formación que son específicos de nuestra realidad nacional y regional. Esta especificidad no es “secundaria” a los procesos de formación en el Estado, sino que resulta central para proponer contenidos, modalidades y formas de capacitación que sean realmente un aporte a una gestión estatal de carácter nacional y, al mismo tiempo nos permita evaluar previamente los contenidos implícitos en las propuestas formativas que hayan sido pensadas y construidas para otros estados y realidades y que se nos propongan como únicas en su validez. Si la gestión pública que proponemos está orientada a consolidar un modelo de desarrollo integral basado en las mejores expectativas de la sociedad nacional, sus procesos formativos no podrán estar asentados en fundamentos que son el resultado de concepciones y prácticas de gestión estatal que no nos son propias. ¿Implica esto considerar todo lo que se genere fuera de nuestro horizonte nacional como no válido? Por supuesto que no, pero creemos que en nuestra historia y presentes formativos nos hemos excedido en la adopción a-crítica de ideas, valores, principios y finalmente prácticas que nos extrañaron de nuestras mejores tradiciones y, peor aún, nos inhabilitaron para pensar y desarrollar soluciones propias e innovadoras. PRIMERO: EL SABER “SITUADO” Para pensar y desarrollar proyectos formativos debemos tomar en cuenta que lo hacemos desde un espacio geopolítico específico: América Latina. América Latina no es simplemente la referencia anecdótica y folclórica de nuestro pasado común sino el espacio económico-social, político y cultural donde hoy se está dando una nueva batalla por la construcción de sociedades más inclusivas y equitativas. Las políticas estatales que están definiendo cuestiones claves como los bloques regionales latinoamericanos (MERCOSUR, Comunidad Sudamericana de Naciones) y la redefinición de políticas tendientes a proteger y resguardar los recursos energéticos propios, la biodiversidad y las culturas originarias latinoamericanas requieren necesariamente que fortalezcamos lo propio y esclarezcamos que y quienes somos en el marco del mundo global actual. 4 En ese sentido, nunca será poco lo que deba insistirse en que nuestras mirada cultural y académica debe estar centrada desde nosotros y no desde los otros. Si nos animáramos a señalar cuáles son los puntos que nos permiten “situarnos” debiéramos decir: 4 CIAPPINA, Carlos. Proyectos Nacionales en América Latina. IPAP, Subsecretaría de la Gestión Pública, La Plata, 2005. 2 1. Debemos recurrir permanentemente a situarnos en América Latina. Somos Occidente pero no en la misma forma que el “centro”. Somos Occidente pero como su periferia que ha sido (y es) objeto de saqueo. El centro que nos prefiere sujetos pasivos. Nuestro ingreso en Occidente es el resultado de la conquista y la expoliación. 2. Europa inicia el saqueo y el genocidio de lo que hoy es América Latina y, al mismo tiempo e inevitablemente su repoblamiento y mestizaje que, por etapas, culminará con lo que somos hoy: un continente multiétnico, multicultural y, pese a todo, con una marcada identidad. Como todo proceso histórico-social los rasgos negativos de este proceso tienen, como en un anverso de la moneda, resultados que nos identifican positivamente: la diversidad cultural, el sincretismo, la búsqueda de la tolerancia, el trabajoso, lento y no exento de peligros proceso de búsqueda de convivencia común de tradiciones tan diversas, como en ningún otro continente. 5 3. Un hecho incontrastable es que América Latina fue (y es) necesaria para la constitución del capitalismo europeo y universal. Nuestros metales, recursos naturales y tierras alimentaron el “despegue” de la burguesía comercial europea primero (S. XVI) y sostienen la Revolución Industrial (S. XIX) después. Así, un primer hecho clave a tener en cuenta es que no existió “nuestro desarrollo” sino más bien una existencia proveedora y periférica para el “desarrollo de los otros”. América Latina se “deconstruyó” antes de construirse6. Esa es nuestra historia situada. Sobre las ruinas de las sociedades originarias, España y Brasil construyeron sus imperios y, sobre la balcanización de esos imperios Inglaterra y Europa constituyeron nuestro sujeto periférico, débil y dependiente. Por lo tanto es una condición imprescindible el fortalecer nuestro sujeto identitario desde la centralidad y la mirada latinoamericana. El desarrollo independiente de las sociedades originarias se vio interrumpido por la invasión europea, esta invasión generó un tipo humano, cultural y social nuevo y las consecuencias nos acompañarán siempre porque hoy son parte constitutiva nuestra. Hoy son también nuestra identidad. De aquí se sigue que las propuestas formativas y de capacitación que toman como objetivo deseable o modelo a seguir los resultados alcanzados por los estados de los países centrales, parten de un pre-supuesto erróneo y tienen invariablemente resultados que refuerzan la desarticulación, el extrañamiento y la pérdida de capacidad de gestión en los estados latinoamericanos. Las consecuencias en la conformación de nuestra conciencia Una identidad de “situación frente a“, es decir, para los latinoamericanos, más allá de sus diferentes orígenes, modalidades de mestizaje, multiplicidad cultural, existe una identidad de pertenencia a una realidad dependiente, inequitativa, desigual y periférica que nos afecta a todos por igual, aunque ciertamente no a todos con la misma intensidad. Así, históricamente, nuestra conciencia, nuestra forma de ver el mundo ha estado mediada, condicionada y constituída por el hecho de ser un continente “descubierto y conquistado” por el capitalismo europeo. 5 6 MIRES, Fernando. La rebelión permanente. Las revoluciones sociales en América Latina. Ed. S.XXI. Bs. As. 2005. FEINMANN, Pablo. La filosofía y el barro de la Historia. Página 12, Bs. As.2006. 3 Colón llega a América y no los Incas o los Mayas a España. Para nosotros ese hecho no implica (o no debiera implicar) ninguna superioridad racial o cultural sino simplemente la comprobación de que la burguesía europea utilizó la técnica para apoderarse desesperadamente de los recursos en donde estos estuvieran: la Europa del s.XIV desarrolló la navegación de altura, los armamentos de fuego y no p.ej. la filosofía Zen o el pacifismo. Por esta razón las recurrentes apelaciones a la civilización, la modernización y el reforzamiento de los vínculos con el centro, remiten y generan recurrentemente (como en un corsi y recorsi) a procesos de desintegración y compartimentación en las sociedades latinoamericanas. Cuando se habla de nuestra pertenencia a Occidente, en forma a-crítica y admirándose de los logros de los países centrales, se deja de lado conciente o inconcientemente el hecho de que nuestra “pertenencia” es en la modalidad “dependiente”. Hemos sido la condición necesaria para el brillo y la riqueza de las sociedades occidentales centrales del norte. No somos los que llegaremos al modelo societario del desarrollo central de la abundancia y el despilfarro, por la simple razón de que nuestra situación de subdesarrollo es la condición que ha permitido ese desarrollo central. Nuestra identidad cultural y valorativa está en proceso de construcción. Para dejar de ser periféricos, primero hay que pensar desde nosotros. Nuestro sujeto cultural ha estado siempre en tensión por esta batalla entre una mirada cultural eurocéntrica y una latinoamericana. El saber como naturalización de la mirada central: algunos puntos clave La universalización de la experiencia europea y hoy norteamericana, ha quedado expresada en un conjunto de cuestiones que han presentado y presentan como normales un orden mundial establecido sobre las reglas impuestas desde el centro y que supuestamente deben seguirse “naturalmente”. Citemos sólo algunos ejemplos que son aplicables a nuestra realidad latinoamericana: a. Una visión de la Historia europea como “universal”. Todos los pueblos deben organizar la comprensión de su pasado desde el cronograma europeo. Así, en América Latina estudiamos la historia del continente desde las categorías que Europa construyó para su propia historia. Las sociedades originarias americanas forman parte, por, ejemplo, de la Edad Media y Moderna con lo que su propia valoración de los tiempos está organizada según el parámetro eurocéntrico. “Nacen” a la historia a partir de la llegada de Colón como si su vida no fuera previa e inicialmente autónoma (y, por lo tanto libre) de la experiencia europea. b. La naturalización de principios ordenadores que se toman como universales. Un ejemplo concreto es el de la propiedad y el derecho privados que se impusieron e impone a comunidades originarias a lo largo del continente. Principio y práctica que se tradujo (y traduce) en despojo y pobreza para comunidades que no se organizaban según este principio. c. La superioridad de los saberes de la ciencia occidental por sobre cualquier otro saber, lo que desdeña las experiencias y conocimientos milenarios de sociedades que llevan miles de años de convivencia armónica con su medio. d. Hoy p.ej. se nos presenta el mundo global y a la concepción neoliberal como “natural”. El individualismo extremo y la falta de solidaridad como actitudes naturales y exitosas y a las políticas y naciones que tienen su propia mirada sobre este proceso, lo cuestionan y señalan sus límites y consecuencias, como atrasados, fundamentalistas o peligrosas. 4 IDENTIDAD Y FORMACION: los problemas de “nuestra conciencia” De esta perspectiva general resulta pues la necesidad de situar también a nuestros procesos formativos. La formación y la capacitación también deben estar “situadas”. .Y esto implica reconocer aquellos principios formativos que dificultan el desarrollo de propuestas formativas generadas en nuestra propia realidad. Algunos ejemplos: Las consecuencias de una identidad prestada: Para el pensamiento liberal latinoamericano de fines del S. XIX, la condición de existencia de América Latina era la mirada europea. Europa nos mira, por lo tanto existimos. Esta contradicción, la de una existencia centrada en el reconocimiento del otro, y, peor aún, del otro que nos domina y subyuga, es una de las fuerzas que mas han coartado la posibilidad de un proyecto nacional y latinoamericano autónomo. Hubo una correlación muy fuerte entre la conciencia y la cultura como visión del mundo “a la europea” y la instalación y desarrollo de un modelo de país construido hacia afuera, de espalda a las regiones y realidades del interior, a la multiplicidad y riqueza cultural autóctona y desde un Estado elitista y constituido para unos pocos. No podemos menos que recordar este vínculo con lo ocurrido en décadas recientes, en donde el neo-liberalismo propuso una condición de existencia desde el reconocimiento que de nuestros países realizaran las potencias hegemónicas o los organismos transnacionales. Así, no es casual que se repitieran en las décadas de 1980 y 1990 los procesos de empobrecimiento cultural, elitismo y exclusión social que acompañaron el despliegue del modelo liberal en los países latinoamericanos entre 1880 y 1930. El problema de nuestra identidad cultural débil: Queremos ser lo que ellos son para que nos reconozcan. De esta forma nuestra filosofía, nuestra literatura, nuestra racionalidad se vuelven importantes si no son nuestras. ¿Qué nos vienen señalando y enseñando desde ese sujeto cultural extrañado, ajeno de sí mismo?: Que ser culto en América Latina es un ejercicio de traducción. La medida de nuestra cultura estaría dada por la solidez de nuestras traducciones y en la erudición que demostremos (esto es, en nuestra capacidad de citar y acumular conocimientos que otros escribieron). ¿Pensar nosotros y desde nuestras percepciones, sensaciones y prácticas?. No. Eso está reservado al “centro”. Podríamos aspirar , como máxima, a la admiración del centro por la erudición demostrada al copiarlos tal cual son, quizás mejor de lo que el propio centro lo hace. Una vieja y fuerte tradición cultural nos dijo siempre y nos dice hoy que la mejor forma de ser sujeto es tomando como propios las instituciones, la economía y la cultura de los otros. Es, por ejemplo el Sarmiento del Facundo que detesta (aún admirándolo) todo lo que huele a la tradición interior y autóctona de Argentina y América Latina: los indígenas, los mestizos, los gauchos, los llaneros, las reminiscencias españolas. Para él, por el contrario, el inglés, el francés y el alemán, expresaban la civilización y debían fatalmente imponerse. 5 ¿Cuánto de este pensamiento sigue hoy presente en nuestros países en general y en la Argentina en particular? Desde la Academia, los medios masivos de comunicación, los periódicos, los textos escolares se refuerza permanentemente el estereotipo que compara países civilizados (los industriales occidentales) con naciones “atrasadas”, las que están habitadas por sujetos resentidos, irracionales, corruptos, a los que debiera entregarse la clave para un desarrollo como el de los países centrales. La clave es copiar lo que el centro hace. Para esta tradición instalada entre nosotros la cultura es sólo la herencia de Grecia, la organización romana, la espiritualidad medieval, las artes del renacimiento, el racionalismo moderno y la revolución francesa e industrial. Así, nuestro sujeto cultural es el de los países centrales y solamente este, con todas las consecuencias que de ello derivan. Eurocentrismo, razón instrumental y neoliberalismo: la conciencia del centro El modelo de centralidad del mercado se sostiene en una “razón instrumental”7 en donde si una política económica “mide bien” en términos macroeconómicos la sociedad debe mantener un contrato social que garantice primero esa eficacia macroeconómica, subordinando el resto de las demandas de conjunto (p.ej. equidad, distribución progresiva de la riqueza, mejora en las condiciones educacionales y de salud,) a la conservación de ese bien racionalmente establecido. Visto en perspectiva desde nuestras sociedades latinoamericanas, el resultado fue un no cuestionarse los efectos de las políticas de ajuste estructural más allá de indicadores estrictamente economicistas y , como consecuencia la pregunta que muchos se hacen hoy es ¿Porqué no previmos los efectos?. Como si estos efectos no estuvieran implícitos en la propuesta original. La razón instrumental, la ciencia pura, concebida desde los países centrales, desdeña los saberes generados por experiencias y ámbitos no académicos, los ve y cataloga como primitivos, místicos , oscuros y en definitiva, inferiores. El estereotipo de una ciencia racional, ordenada y transparente se transforma en los procesos formativos, en una apelación a los desarrollos aplicados en los países centrales: el lenguaje, la forma y el sentido de una formación y capacitación que aplicados a los Estados de países en situación de desventaja resultan en efectos bien distintos del de los países de origen. ¿Porqué? Porque nuestra existencia visto desde ese paradigma central es la de ser objetos, receptores pasivos, espectadores y, en el mejor de los casos proveedores de algunos bienes. Por esta razón el neoliberalismo acompaña sus políticas macroeconómicas con una formación eurocentrista e instrumentalista que refuerza la mirada extrañada sobre la realidad del rol estatal en las sociedades latinoamericanas, privilegiando propuestas formativas a-políticas, estrictamente técnicas y asentadas en el supuesta superioridad de los aportes y experiencias de reforma estatal de los países centrales. 7 FEINMANN, Pablo. Filosofía y Nación. 2004. 6 IDENTIDAD Y FORMACIÓN: ¿Formación desde el saber elitista o desde la multiplicidad de saberes? Responder adecuadamente esta pregunta implica en principio tener una mirada crítica sobre: a. La concepción del saber como aristocracia recluida en la ciencia, en el uso de un lenguaje críptico para iniciados, en la idea de un saber definitivo e inatacable. b. Las ciencias sociales como ciencias que pretenden dominar al propio objeto de conocimiento8 y la formación, por ende como forma de dominación y no de crecimiento individual y colectivo. c. La concepción del saber como el lugar a donde se recurre para aplicar prácticamente los descubrimientos. Lo que llamaríamos como apego a un saber meramente “instrumental”, a la ciencia y sus aplicaciones como disciplina pura y valiosa en sí por su amor al conocimiento. d. El saber que no se pregunta por el sentido de su acción: no piensa ni se piensa. Es el saber científico que, por ejemplo, desarrolla los principios que permiten el desarrollo de armas químicas o atómicas y se sorprende luego por los efectos de su descubrimiento. Es el saber que deja sus descubrimientos en manos del poder político y//o económico sin “meterse” en esos ámbitos por considerarlos poco puros. Es el que separa Academia de vida cotidiana y sociedad. En este mismo sentido, es el saber que se aplica a la generación de políticas de modernización y ajuste estructural y aplica prolija y puntillosamente procesos de capacitación que refuerzan la gestión de un estado excluyente, elitista y desentendido de los ciudadanos. La capacitación y los límites del saber instrumental. El saber instrumental (y, por ende la formación y la capacitación para un saber instrumental) no requiere del saber sobre su propio saber. No necesita, y más aun, desdeña la autorreflexión. Por esta razón, el contexto político y el contexto histórico son claves para definir en que y para qué nos formamos. La propia acción y la práctica son, en este sentido, también objeto de la reflexión y el aprendizaje. En una formación meramente “instrumental” el sentido y los fines últimos de los procesos formativos y de capacitación se les escapa a los propios sujetos de la misma. Las organizaciones estatales que desarrollan procesos formativos de carácter estrictamente técnico-instrumental corren, a nuestro modesto entender dos riesgos: que los procesos sean finalmente “inocuos” para la misma o , lo que resultaría aún más grave, que sus procesos formativos respondan a lógicas y objetivos contrarios a la misma o a la sociedad a la cual la organización estatal debiera servir. (un ejemplo claro son los procesos formativos diseñados por los organismos internacionales para ser desplegados de la misma forma en los distintos países de América Latina y sus consecuencias como apoyo a los procesos de destrucción y retiro del Estado en la década de los noventa). En los procesos de ajuste estructural, el saber instrumental tomó la forma de un saber estrictamente técnico, apolítico, a-crítico y asentado en el éxito de su aplicación en países y estados centrales, industrializados y desarrollados. 8 FOUCAULT, Michel. Vigilar y castigar, 1975. 7 LOS PRINCIPIOS QUE NOS ORIENTAN a. Debemos abandonar la “minoría de edad” cultural y formativa: Para nosotros esto significa dejar de ser reflejo y expresión de los otros. Trabajar desde nuestra cultura, nuestra educación y nuestro estado significa una lucha múltiple: hay una historia escrita para nosotros que hay que reescribir desde nosotros; hay una agenda comunicacional y mediática diseñada para nosotros que hay que decodificar y comunicar también desde nosotros. Una propuesta de Economía, Estado y Sociedad “hecha para nosotros” desde la que se concibe la capacitación como adiestramiento de mínima o erudición formal de máxima que hay que poner en tensión para empezar a hacerla desde nuestra realidad. b. Necesitamos una “vigilancia epistemológica9 y cultural” permanente para disfrutar y aprovechar los aportes culturales y formativos que, por su valor intrínseco y/o sus evidentes resultados positivos deban ser incorporados a nuestros procesos formativos reconociendo su origen y la necesidad de adecuación a una realidad económica, social y cultural distinta. No hay pues, proceso formativo inocente. Todo proceso formativo tiene un propósito expreso y uno tácito. No hay, por ende, procesos formativos apolíticos si por estos se entiende carencia de un interés que trasciende la formación en sí. c. Toda formación surge, pues, dentro de un marco histórico. Para nosotros hoy, es el de un nuevo tiempo al que podemos llamar un nuevo momento histórico-político: la Argentina Post-default 2001 y lo que se denomina el postneoliberalismo en América Latina y la emergencia de los gobiernos nacionales y populares a partir del inicio del S. XXI. (Evo Morales en Bolivia, Chávez en Venezuela, El Frente Amplio en Uruguay, Lula da Silva en Brasil, N. Kirchner en Argentina). d. Instalar nuestros temas: permanentemente estamos siendo empujados a creer en los valores, principios e ideas que como verdaderos dogmas, propone hoy, el complejo comunicacional global: simple y llanamente, nuestros temas, como latinoamericanos, no están en la agenda global. Los temas del desarrollo integral, el estado inclusivo, la equidad distributiva, el fortalecimiento de la multiculturalidad, el cuidado de los recursos naturales nacionales, no forman parte de la agenda global porque si lo fueran expondrían la desigualdad de las relaciones entre nuestros países y el centro. e. Proponernos salir de una conciencia refleja, pasiva, que trabaje con los temas de una agenda “central”. Una conciencia activa, propositiva y propia. Esta será una conciencia contra el poder en lo que tiene de elitista y excluyente, y contra el poder que relega a las personas y a los países a un espacio físico y mental de suburbio pasivo de la historia. Una conciencia que le diga no a lo dado, a lo que es, a lo que se propone como indiscutible. En resumidas cuentas hoy: una oposición a la mirada globalizadora que propone una única economía (la neoliberal), una única cultura (la mediática globalizada) y una sola matriz social (la asentada en el consumo individualista). 9 BOURDIEU, Pierre; CHAMBOREDON; Jean-Claude y PASSERON, Jean-Claude. El oficio del sociólogo. México, Siglo XXI, 1983. Utilizamos aquí la idea de la vigilancia epistemológica en cuanto necesidad de rever no sólo aquellos preconceptos que obstaculizan una mirada científica integral , sino en el sentido de aquellos preconceptos que son el resultado de la cosmovisión eurocéntrica sobre el rol, sentido, carácter y objeto del conocimiento científico y de su correlato formativo y que se constituyen como un obstáculo al logro de un proceso formativo propio. 8 f. La formación y la capacitación como una actividad que ayude a combatir el orden “natural” de las cosas. ¿En qué sentido? La idea de que todo está más o menos bien porque “así es el mundo” nos instala en la posición de la apatía, del no cambio y de la aceptación de un orden que es el orden inamovible de las sociedades y estados esclerosados. Ese orden visto como “natural” es, obviamente, muy poco natural en tanto es expresión de un modelo económico, social y cultural que se presenta como dado (p.ej. el neoliberalismo de fines del S. XX y principios del XXI, que generó y genera exclusión, inequidad, pobreza y desintegración social y pretende que esa situación es natural a todas las sociedades humanas). g. Combatir la apatía: la mirada apática sobre las posibilidades de cambiar siempre significará apostar en contra de los intereses de las mayorías. El no cambio en un mundo desigual es garantía de inequidad permanente. La diferencia es entre el que piensa que todo está bien y porqué cambiarlo, y por otro lado el que piensa en la realidad como objeto de transformación. El primero vive individual y grupalmente en la comodidad de conservar lo que está, el otro vive des-acoplado, incómodo con la realidad. En el primero no hay distancia entre su norte y la realidad cotidiana, en el segundo la realidad está desenfocada en relación a un deber ser superador. En el Estado, la apatía es , además una propuesta de extrema pobreza ética, no sólo porque no corresponde con lo mejor que podamos dar en relación a un salario que paga el pueblo para el pueblo, sino (en un sentido más profundo) , porque se vuelve funcional al no cambio y el no cambio anula toda la potencialidad (nuestras infinitas posibilidades) de lo que el estado pueda desarrollar con sus trabajadores, en beneficio del conjunto de la comunidad y, en particular, de los sectores sociales más desprotegidos. h. Desnudar y rechazar el “saber” que se aplica a la generación de políticas de modernización y ajuste estructural que refuerzan la gestión de un estado excluyente, elitista y desentendido de los ciudadanos y “se sorprende” de los resultados de sus políticas. i. La convicción de que en el estado nacional y popular la formación no es alcanzar erudición como acumulación compulsiva, sino generar espacios de aprendizaje que partan de la reflexión y concluyan en la acción de gobierno, en un diálogo que se retroalimenta para mejorar las prácticas concretas. 9 BIBLIOGRAFIA BERNAZZA, Claudia. Política Formativa en el ámbito público: reflexiones y recomendaciones para el caso del Instituto Provincial de la Administración Pública. La Plata, 2003. CIAPPINA. Carlos. Política Formativa en el ámbito público. Ejes y Principios para orientar el cambio cultural en el Estado. IPAP. Subsecretaría de la Gestión Pública. La Plata .2004. CIAPPINA, Carlos. Proyectos Nacionales en América Latina. IPAP, Subsecretaría de la Gestión Pública, La Plata, 2005. FEINMANN, Pablo. Filosofía y Nación. Bs. As. 2004. GALASSO, Norberto. Los malditos. Hombres y Mujeres excluídos de la Historia oficial de los argentinos. Ediciones Madres de Plaza de Mayo. 2005. Tomo I y II. 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