GLOBALIZACION E IDENTIDAD NACIONAL: UNA REFLEXION NECESARIA Lic. Marcela HURTADO En la actualidad las sociedades tienden a ser cada vez más interdependientes entre sí, lo que se pone de manifiesto en lo político, lo económico y lo cultural, siendo posible identificar ciertas estructuras, más allá de los límites tradicionales del Estado nacional y que permiten incorporar progresivamente a las sociedades a un sistema con características cada vez más globales. La globalización implica la pérdida de fronteras del quehacer cotidiano en un espacio delimitado. Se ha derrumbado la idea de vivir y actuar en un espacio "cerrado"; por tanto la nación se encuentra en una doble tensión: por una parte se abre a una realidad cada vez más transnacional o propiamente global, y por otra subsisten y resurgen los localismos, los nacionalismos, los etnicismos, los fundamentalismos en distintas partes del mundo. Así, los problemas más importantes del mundo contemporáneo giran en torno al conflicto entre la unidad de la actividad globalizada y la multiplicidad de la identidad cultural, individual o colectiva. La globalización y sus dimensiones La globalización se ha convertido en una de las más importantes representaciones sociales en este siglo. No se puede sostener que es un valor o un disvalor sino, más bien, es un hecho. Es un fenómeno histórico reciente, impulsado por las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información, la multipolarización del sistema de producción y el aumento de los intercambios a escala mundial. El término inglés "globalization" fue usado por primera vez alrededor de 1960, en un sentido amplio, para hacer referencia a lo global como algo esférico, total o universal. Ha sido definida como un conjunto de procesos en virtud de los cuales los Estados nacionales se entremezclan o son perforados por actores transnacionales, que tienen su propia lógica de poder, de orientaciones e intereses no necesariamente representativos de otros Estados. (1) La creciente integración internacional ha producido toda una serie de consecuencias de carácter económico, político, cultural y medioambientales. La vida de la gente de todo el mundo está vinculada de manera más profunda, más intensa y más inmediata, lo cual abre muchas oportunidades, da nuevas posibilidades de bien y de mal. Las principales características del proceso de globalización son la integración de las finanzas, los mercados, las naciones-Estado y la tecnología, en un grado nunca visto antes y de un modo que permite a individuos, corporaciones y países recorrer y tocar el mundo más rápido, más profundo, más lejos y más barato que nunca, de una manera tal, que está produciendo una reacción de quienes son dejados atrás (los excluidos). La idea-fuerza de la globalización es el capitalismo de mercado libre a escala mundial y sus principales elementos distintivos son: La reforma del Estado y la desregulación de la actividad económico-financiera. 1 La reestructuración productiva y el surgimiento de nuevas formas de organización del trabajo. Los procesos de regionalización e integración y la formación de grandes bloques económicos. Lo más importante es que la globalización tiene su propia estructura de poder que la define, y sus puntos de equilibrio son tres: las relaciones entre las naciones-Estado (por ejemplo las de Estados Unidos con las otras naciones que influyen en la estabilidad del sistema); las de las naciones-Estado con los mercados globales (compuesto por millones de inversores que mueven dinero por el mundo con un simple cliqueo del mouse como los centros financieros claves: Wall Street, Hong Kong, Londres y Frankfurt) ; y por último, el balance entre individuos y naciones-Estado. La singularidad de este proceso radica en la ramificación, densidad y estabilidad de sus redes de relaciones regionales y globales. Esto implica la existencia de espacios nacionales dentro de los cuales se han creado entramados con corrientes referenciales transnacionales. Este fenómeno se produce por: la gigantesca creatividad científica y tecnológica desarrollada acumulativamente la revolución permanente en el terreno de la información y las tecnologías de la comunicación la aceptación prácticamente universal de la economía de mercado la creación del dinero virtual la reducción de las funciones de los gobiernos la concepción liberal de la política y la economía la exigencia democrática basada en la participación política de los ciudadanos la exaltación de la libertad en todas sus dimensiones. Muchos ven con optimismo el advenimiento de la globalización económica por la prosperidad alcanzada. Esto ha creado redes financieras mundiales que han generado una interdependencia económica creciente a escala mundial: lo que acontece en cualquier lugar tiene algún tipo de incidencia en "cualquier otro lugar". Pero así como los beneficios pueden ser múltiples, los problemas pueden afectar a millones de personas. Así lo demuestran el colapso bursátil de Hong Kong a fines de 1997 que afectó a los países asiáticos y mercados europeos y estadounidenses, y la crisis asiática a comienzos de 1998 que afectó las economías de Corea del Sur, Japón y América Latina. El dinero y el valor de la moneda no dependen más de la voluntad de los Estados sino que éstos se han despojado de sus actividades empresariales. No sólo han debido privatizar sus activos para obtener recursos y asumir su papel subsidiario sino, la velocidad del cambio económico y tecnológico, las exigencias de eficiencia, la relación entre investigación y producción, el uso de recursos financieros y la interacción internacional hacen del Estado tradicional una entidad inadecuada para moverse con la agilidad y libertad propias de la dinámica actual. Probablemente lo que más preocupa de la globalización es la manera cómo ha ensanchado la brecha entre ricos y pobres. Aunque no se puede negar que la riqueza mundial es mayor, lo cierto es que se ha concentrado en un número menor de manos y de países. El patrimonio neto de las 200 personas, aproximadamente, más rica del mundo supera los ingresos conjunto del 40 % de los habitantes del planeta. Aunque en los países ricos los salarios siguen aumentando, las naciones pobres han visto menguar el sueldo promedio en los últimos diez años. Los empleos y los ingresos son cada vez más inseguros ya que la fusión de empresas y la intensa competencia presionan a las compañías para que hagan más eficientes sus operaciones. El hecho de contratar y despedir trabajadores de acuerdo con la demanda del mercado puede parecer razonable a una empresa que sólo piensa en aumentar sus ganancias, pero causa estragos en la vida de los empleados. Otro factor desestabilizador, a tener en cuenta, que ha introducido la globalización de los mercados financieros es que los inversionistas prestan enormes sumas de dinero a países en vías de desarrollo, pero luego 2 retiran dichos fondos cuando el panorama económico empeora. Esto puede sumir a muchos Estados en crisis, a causa de la cual se tornan ingobernables. En su dimensión política, la globalización tiene como marco un nuevo modelo de desarrollo sociopolítico sustentado en la reforma de las funciones y roles del Estado. Esta reforma implica el desmantelamiento del “Estado Benefactor” con el fin de liberalizar la economía y establecer condiciones para dinamizar la acumulación privada de capital. De allí que tiene un carácter paradójico. Se presentan tanto tendencias hacia la integración como hacia la fragmentación. Ambos procesos se dan simultáneamente, pero connotan cuestiones diferentes. Así es posible distinguir fuerzas aglutinantes que apuntan hacia la integración de los bloques regionales (Mercosur, Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, Organización para la Unidad Africana, Unión Europea) y fuerzas de dispersión que tienden a la fragmentación (ex Unión Soviética, ex Yugoslavia, Checoslovaquia, País Vasco, Cataluña, entre otras). Al considerar el número de nacionalidades existentes, de 157 miembros de las Naciones Unidas en 1980 se llegó a 184 naciones en 1995. Se manifiesta así, la atomización de la URSS en unos 70 estados que contienen unas cien nacionalidades; China por ejemplo tiene 56 nacionalidades, Indonesia tres mil grupos étnicos, África está configurada por miles de tribus y etnias y en América Latina existen más de 500 etnias. Esto ha conducido a expresiones de nacionalismos y de tribalismos, produciéndose enfrentamientos, no entre Estados sino entre etnias, nacionalidades y clanes. La xenofobia y la limpieza étnica trajeron consigo guerras y violencia que produjeron los mayores desplazamientos de la historia de la Humanidad. En muchos sentidos el mundo se ha transformado en un sistema social único como consecuencia de los crecientes vínculos de interdependencia que ahora influyen a todos. Hoy se enlazan lugares lejanos, de tal manera que los acontecimientos locales están configurados por hechos que ocurren a muchos kilómetros de distancia o viceversa. Lo que ocurre en una localidad se ve influenciado por factores que operan a una distancia remota de ella. Sin embargo, a pesar de la creciente interdependencia, el nuevo orden global está lleno de desigualdades y dividido en un conjunto de Estados cuyas preocupaciones son divergentes y también comunes.(2) La globalización es un proceso asimétrico en su relación con los globalizadores, los globalizados y los excluidos. Prueba de ello es la preocupación manifestada en la reciente Cumbre de la Tierra, llevada a cabo en Johannesburgo (agosto/septiembre de 2002), en donde vanos han sido los intentos por reducir las diferencias que existen entre los pocos estados ricos del planeta y las más pobres. La falta de compromiso de los líderes mundiales a la hora de paliar la pobreza, crear empleo y proteger el medio ambiente quedó demostrada en la carencia de acuerdos. De allí que la disparidad de recursos financieros sigue segregando a los países en vías de desarrollo. Cabe aclarar que el concepto de globalización en muchos casos es poco definido y escasamente comprendido, por tanto se lo utiliza sin demasiadas precisiones para explicar los fenómenos actuales. Hay que distinguir entre: ~ globalismo: es una concepción según la cual el mercado mundial desaloja o sustituye el quehacer político; es decir, la ideología del dominio del mercado mundial o la ideología del liberalismo que reduce la pluridimensionalidad de la globalización a una sola: la económica. ~ globalidad: hace referencia a que no hay ningún país ni grupo que pueda vivir al margen de los demás. Es decir, que las distintas formas económicas, culturales y políticas no dejan de entremezclarse en una sociedad mundial. ~ globalización: se refiere a los procesos en virtud de los cuales los Estados nacionales soberanos se entremezclan e imbrican mediante actores transnacionales y sus respectivas probabilidades de poder, orientaciones, identidades y entramados varios. (3) La globalización significa una sociedad mundial sin Estado mundial y sin gobierno mundial, que corresponde a una etapa del capitalismo conceptualizado como "desorganizado, de acumulación flexible o posfordista", sin que exista ningún poder hegemónico ni régimen 3 internacional.( 4) Se la puede describir como un proceso que crea vínculos y espacios sociales transnacionales, revaloriza culturas locales y trae a un primer plano terceras culturas, lo que intensifica problemas y conflictos. Quedan atrás esquemas societales unívocos en los que se correspondían la economía, la política y la cultura y emergen tipos de sociedades donde estas dimensiones estallan en sus propias dinámicas. Antes la idea de sociedad remitía a una cierta correspondencia entre un modelo cultural, una organización política, una estructura social y un espacio territorial. Pero hoy cada una de estas dimensiones tiene su propio movimiento que no determina a las otras y, si lo hace, lo es de un modo fragmentario y parcial. Incluso el concepto de sociedad está cuestionado como el lugar referencial de la acción social. Pues, desde arriba presiona el proceso de globalización destruyendo la idea de fronteras y de un centro endógeno de decisión (Estado-nación); y, desde abajo, las identidades se constituyen en su propio y básico referente de la acción social. (5) La dimensión cultural de la globalización La cultura abarca el conjunto de los procesos sociales de significación, o sea de la producción, circulación y consumo de significaciones en la vida social. Entendida así, se ve cómo la globalización ha conllevado una suerte de transnacionalización de la cultura a partir de los medios masivos de comunicación y el comercio internacional. El intercambio de ideas a través del Internet es una de las características importantes de la globalización. Pero este fenómeno no es nuevo. Los grandes imperios del pasado y la difusión de las religiones mundiales presentaron a los individuos de muy diferentes culturas conjuntos comunes de leyes, costumbres, creencias y símbolos. Los principales medios de difusión cultural eran el viaje y la alfabetización. Las personas aprendían sobre otras culturas viajando, leyendo libros de viajes o estudiando arte, artefactos y textos producidos por otras culturas. Sin embargo, en el siglo XX el proceso de globalización ha pasado a tener mayor velocidad. Al respecto, una de las dimensiones más destacadas "es que se torna más aguda la aceleración de los flujos culturales". Los cuales pueden ser visualizados en cinco aspectos: * los finanscapes que alude a la circulación acelerada de dinero en el mundo financiero * los technoscapes, flujos de nuevas tecnologías * los mediascapes, circulación de imágenes e información a través de los medios gráficos y audiovisuales. * los ethnoscapes, resultado de movimientos de personas (trabajadores, turistas, inmigrantes, refugiados) * los ideoscapes, relacionados al flujo de ideas. (6) La globalización económica no ha acarreado una “unificación cultural” pero sí una uniformidad técnica que no tiene una real unidad. De esta manera la cultura actual ya no es la cultura de un lugar, es la cultura de una época. En la civilización mundial se ha perdido el polo de la universalidad uniforme, que ha sido reemplazado por la diversidad de universalidades que compiten entre sí. Esto despertó el entusiasmo entre quienes suponen que se aumenta y enriquece la difusión de ideas y valores universales (la homogeneización), como también en otros sectores despertó temores de producir una erosión de lo nacional, de las identidades culturales y una tendencia a desaparecer la articulación entre lo nacional y lo internacional. Esta última posición generó diversas reacciones que afirman desesperadamente lo propio, el territorio, la tradición, la no contaminación de las culturas. Conflictos de esta naturaleza se pueden encontrar en América Latina con sus raíces compartidas entre las culturas aborígenes y occidental. (7) A partir de lo anterior se desprenden dos posturas: 4 1ª) Plantea que la globalización cultural estaría produciendo una homogeneización y estandarización, lo que conduciría a una pérdida de la identidad cultural y en virtud de ello, se generarían reacciones y resistencias frente a tal proceso, como es el caso de los fundamentalismos religiosos. 2ª) Plantea, más bien, que la globalización cultural estaría generando encuentros entre culturas, lo que conduciría a nuevas síntesis que acentuarían el mestizaje cultural. Según la tesis de la convergencia de la cultura global se está produciendo una paulatina universalización que unificaría modos de vida, símbolos culturales y pautas conductuales. En la medida que el planeta se integra al mercado mundial estaría surgiendo un solo mundo, un mundo mercantil, en el cual las culturas y las identidades se desarraigan, tendiendo a ser sustituidas por los símbolos comerciales del diseño publicitario y las empresas multinacionales. Esto se observa en hechos como que la gente en cualquier parte del mundo come Big Mcs, toma Coca-Cola, se viste con jeans y trabaja con copias piratas de Windows. En ello juegan un papel muy importante los mass media, principalmente la informática, la telecomunicación y la televisión. Esta tesis está cuestionada por la teoría cultural al destacar que la globalización implica cada vez más la localización o más específicamente supone una relocalización. Si las empresas producen globalmente deben desarrollar relaciones locales de producción y consumo, con lo cual lo global implicaría lo tanslocal. Esto se nota en las comunidades no occidentales que reinterpretan en forma activa lo que reciben en término de sus propias culturas y experiencia. En estos casos se produce un renacimiento de lo local con ingredientes globales (souvenirs de distintas partes fabricados todos en países asiáticos) . Como la mayoría de los bienes e ideas globales son de origen occidental, es relativamente fácil afirmar que el verdadero nombre de la globalización es "americanización" u “occidentalización". El sociólogo norteamericano George Ritzer postuló la tesis de la McDonalización del mundo; o sea la uniformidad de las costumbres y preferencias culinarias, así como la difusión mundial de los principios de racionalización, estandarización, predicción de productos al alcance de todos los bolsillos. Estos principios se han extendido hacia otros órdenes de la vida como por ejemplo los bancos y algunos sectores de producción que han prescindido de sus empleados por máquinas automáticas.(8) No obstante, estudios culturales comparados revelan que si bien fuera de los Estados Unidos el consorcio McDonald's está considerado una expresión del modo de vida norteamericano, esta empresa se caracteriza a sí misma como "firma multilocal". Esto se refleja en la resistencia que los países asiáticos tienen para incorporar estos productos y en la oferta que la firma hace en diversos lugares como las hamburguesas koscher en Israel, las vegetables McNuggets y el Maharaja Mc de carnero en la India. (En Argentina creó la Mc Mila haciendo honor a las milanesas ). Lo local y lo global no se excluyen mutuamente, pues lo local debe entenderse como un aspecto de lo global. La globalización supone un acercamiento y mutuo encuentro de las culturas locales, las que se redefinen mutuamente. Esto, tanto las generalizaciones a nivel mundial, como la unificación de las instituciones, símbolos y modos de conducta no constituye ninguna contradicción con la defensa de las identidades culturales. Pues si bien las personas de todo el mundo pueden consumir esos bienes y servicios que se ofrecen en el mercado global , ¿esas manifestaciones y rasgos, desplazados de su lugar de origen, evocan exactamente los mismos significados?. En consecuencia, la globalización no produce necesariamente ninguna unificación cultural o algo que se pueda parecer a una “cultura global”. Hay que negociar cada diferencia y defender la propia posición. Las estructuras de la “cultura global” no se han formado con la misma participación de todas las culturas. El desarrollo de un sistema común de referencia no significa que todos son iguales, sino que sólo se presentan diferencias de una manera cada vez más similar. De allí que la “cultura global” representa una “ estructura de diferencias comunes” en cuyo marco se pueden definir los particularismos para entenderse mutuamente y obtener el 5 reconocimiento general.. De todo del universo de diferencias potenciales, algunas se recalcan y otras se ignoran. Los conceptos tales como los derechos humanos, los ideales de belleza o los principios de organización tienen una difusión global; sin embargo, su conformación y realización pueden ser muy variadas. Es más, del entramado global se aíslan símbolos culturales y se tejen identidades de variada índole. Algunos historiadores han puesto el acento en el carácter construido de las identidades, de las historias, de la memoria. Eric Hobsbawn habla de las “tradiciones inventadas”sobre las que se construyen las identidades. A partir de la selección de algunos hechos, de manera más o menos deliberada, se estructura de forma inmutable e invariable algunos aspectos de la vida social.(9) Los mercados globales son los que eligen lo que se debe “consumir”, pero la manera y el modo de la elección se decide a nivel local o comunitario, según se quiera reforzar o no la identidad cultural de un pueblo. Hay una tendencia a la homogeneización (cuando Marco Polo regresó de sus viajes tenía muchas historias para contar; ahora, en cambio, el que vuelve no tiene nada que decir porque el hospedaje, la comida, los transportes son iguales a los de su país), pero también hay una sensibilidad en aumento acerca de las diferencias. Por un lado introduce instituciones y prácticas parecidas; pero por otro, las reinterpreta y articula en relación con los localismos. Todo esto produce hibridación de ideas, valores y conocimientos. García Canclini propone este término para hablar del proceso por medio del cual las culturas originarias se han ido adaptando, interactuando con otras de manera que son producto de elementos de distinta naturaleza. Algunos han sugerido el término de “ensamble multicultural” para explicar este fenómeno de coproducciones en las que participan distintos países en la fabricación de un objeto o en el consumo del mismo. En la preocupación actual por estudiar la multiculturalidad presente en las sociedades de hoy se pueden señalar cuatro vertientes de análisis: * La cultura como una instancia donde cada grupo organiza su identidad frente a un mundo cada vez más globalizado; que reconstruye sus diferencias en el interior de la misma. * La cultura vista como una instancia simbólica de la producción y reproducción de la sociedad. * La cultura como una instancia de conformación del consenso político. * La cultura como dramatización de los conflictos sociales. Las cuatro vertientes no están desconectadas. Son distintas aproximaciones que narran los vínculos de la cultura con la sociedad, con el poder, con la economía y que pueden conjugarse y articularse unas con otras.(10) La multiculturalidad adopta hoy dos formas: la multietnicidad, donde en un mismo territorio conviven diferentes grupos étnicos; y el acceso segmentado y desigual a los bienes del mercado mundial. No todos los países acceden del mismo modo a la oferta mundial; en principio los países periféricos llegan tarde y en condiciones desventajosas. Y aún más, dentro del país periférico los distintos segmentos de la población tienen una participación desigual. La casi totalidad de los habitantes accede a la radio y la televisión abierta, mientras una pequeña minoría utiliza las tecnologías más recientes y de mayor costo como las computadoras, el fax, el correo electrónico. Hoy, insertos en un mundo globalizado, se plantea el tema de la cultura no como algo "distinto" sino, de saber cómo se siente el "sí mismo" al lado de múltiples culturas que cotidianamente conviven. Los mass media y una nueva cultura La cultura moderna está cada vez más influida por los medios de comunicación, al punto de considerarse a la historia social como la historia de los medios de comunicación. McLuhan distingue tres fases principales: 6 1) La cultura oral: al comienzo, la comunicación se realizaba por medio de sonidos y gestos corporales hasta que apareció el habla hace 100.000 años. A partir de entonces las culturas dependieron en gran medida de la capacidad de recordar y contar historias que pasaban de generación en generación. En ellas la memoria tuvo un lugar preponderante para mantener la continuidad. 2) La cultura escrita: la escritura comienza a aparecer hace unos 5.000 años. Son inicialmente pictogramas y jeroglíficos en tablillas de barro y papiros. Los alfabetos sustituyen lentamente a las imágenes y a las canciones, lo que favorece un tipo de razonamiento lineal, racional y abstracto. La quirografía (o manuscritos) se convierten en la forma principal de escritura hasta la aparición de la imprenta en la Edad Media. La invención de la imprenta constituyó realmente una revolución pues la cultura llega a más personas, se puede transmitir más fácilmente y esto impulsa el desarrollo de las mentalidades. 3) La cultura electrónica: desde finales del siglo XIX aparecen los medios de comunicación que modifica las fronteras de las experiencias humanas sobre el mundo. A lo largo del siglo XX éstos se han multiplicado y extendido alrededor del mundo y son los mecanismos más importantes de expansión del proceso de globalización. (11) La proliferación de los medios de comunicación se ha producido a través de las nuevas tecnologías. Inicialmente muchos países sólo tenían sus propios sistemas locales de comunicación, pero el crecimiento de las comunicaciones por cable y por satélite durante los años ochenta han cambiado el panorama. En los años noventa se sumó la transmisión digital de todo tipo de datos, y este fenómeno, combinado con el satélite ha supuesto la rápida expansión de las grandes “autopistas de la información”. Al principio, los mass media habían recibido financiación estatal para ofrecer un servicio a los ciudadanos. Esto producía un cierto control de los contenidos. Pero, con la desregulación de los medios de comunicación los programas están guiados por el mercado lo que ha producido un verdadero cambio en la idea de “servicio público” a otro más comercial, donde la propaganda se sitúa en una posición central. El fenómeno va más allá: los medios son, con frecuencia, de propiedad transnacional. De esta manera transmiten internacionalmente, se reciben internacionalmente, se producen internacionalmente y generan un negocio internacional masivo. Con mucha frecuencia, estas compañías que difunden “textos mediáticos” se unen a los productores de equipos, combinando software y hardware para conseguir una “sinergia” general (por ejemplo, en torno a Disney se ha generado un mercado que va desde un lugar de vacaciones pasando por la difusión de entretenimientos de todo tipo hasta la producción de lápices escolares, vestimentas y comestibles).En la actualidad los grandes holdings ya no se limitan a controlar un solo medio de las industrias culturales; sino que poseen a la vez emisoras de radio, televisión, fabrican películas y series televisivas, editan discos, videos, DVD y hasta tienen Internet. El contenido de los medios de comunicación también ha variado. Existen “festivales totémicos globales” como la Copa del Mundo, los Juegos Olímpicos y el funeral de Lady Di en los que parece que todo el mundo estuviera presenciando los mismos sucesos mediáticos. Lo mismo ocurre con buena parte de la cobertura mundial de noticias: las guerras, las pruebas espaciales, los actos de terrorismo, la investidura de nuevos gobiernos de relevancia, los desastres, aparecen en las pantallas de todo el mundo simultáneamente. Aunque todos los países tienen sus propias redes, que normalmente ofrecen una programación local propia, una buena parte se compra en el exterior. Como así también existe una tendencia a que algunos géneros televisivos sean reciclados en todas partes y de modo similar en todo el mundo (por ejemplo los “reality shows”). Así, las noticias y las series televisivas viajan con mucha facilidad produciendo un encuentro de culturas. La importancia de las comunicaciones en el mundo actual ha convertido a este sector en un ámbito de lucha por el poder. Ésta se desarrolla entre la diferentes empresas y los estados que 7 pugnan por imponer sus intereses al resto de la población. Esta clase de producción exige que los creadores, y en particular los realizadores, se supediten a las opciones y decisiones de los managers comerciales; la valoración del producto y su perfil se determinan según los criterios del marketing. Los valores que promueve esta inmensa industria suelen estar vinculados al materialismo, la violencia y la inmoralidad pues “es lo que les da dinero”. Dichos valores talvez sean totalmente ajenos a la cultura de muchos países, pero ni gobiernos, ni educadores, ni padres son capaces de impedir que arraiguen. La “invasora cultural occidental” influye en las esperanzas y los deseos de la gente. Se trata de alcanzar el estilo de vida de los ricos y famosos presentado en el cine y en los espectáculos de televisión (según el mejor Hollywood). Así estos medios difunden la idealización de un estilo de vida, que establece cómo se debe vestir, qué medidas debe tener el cuerpo, qué se debe comer, cómo se debe hablar, qué música se debe escuchar hasta qué lugares se deben visitar en las vacaciones. Es obvio que la mayoría de la humanidad jamás alcanzará ese estilo de vida, lo cual agrava las divisiones sociales que ya existían y aumenta el sentimiento de frustración de la población. La existencia de la misma cadena de fast-food, de supermercados, de tiendas de ropa en diferentes lugares del mundo son aspectos de una cultura planetaria relativamente homogénea, en virtud de la cual, aparentemente, los diferentes lugares pierden sus particularidades. Todo esto crea pautas de consumo de “bienes culturales” de características semejantes a escala mundial. Por ejemplo, en la red de Internet y por medio de las “listas de interés”, se vinculan a personas con intereses afines y se han creado las llamadas “comunidades virtuales”. Esto demuestra que los medios están moldeando crecientemente, por un lado, la manera en que las formas culturales son producidas, transmitidas y recibidas en las sociedades y, por otro lado, los modos en que las personas experimentan las acciones que ocurren en contextos espacial y temporalmente remotos. El desarrollo de redes globales de comunicación disminuye el poder de las circunstancias locales sobre la vida de la gente. Sin duda, la globalización ha producido una aceleración del ritmo de vida y del cambio social y un reordenamiento del espacio y del tiempo. Pues al superarse las barreras espaciales mediante los mass media, el vínculo entre cultura y territorio se ha ido rompiendo gradualmente y se ha creado un nuevo espacio cultural electrónico, sin un lugar geográfico preciso. Al ser la cultura moderna cada vez más mediatizada se produce el quiebre entre los productores y los receptores de la misma. El dispositivo mass mediático contribuye a deshistorizar los acontecimientos mundiales proponiendo un mundo global cuyas "asimetrías, contradicciones y desigualdades aparecen naturalizadas ante la velocidad de la información y la presunta racionalidad de los mercados". (12) Las personas entran en relación social y adquieren formas simbólicas culturales sin compartir el mismo espacio y tiempo . Así, muchas “culturas juveniles”, como punks, rockers, heavy-metals, skaters, y tantos otros, son identificadas como verdaderas “tribus urbanas”, con un sistema de valores y hábitos bien definidos, que da vueltas alrededor del mundo y los caracteriza en cualquier parte. Con respecto al espacio conviene aclarar que este término hoy es una abstracción de “lugar”, pues se usa para referirse tanto a un acontecimiento, o a un mito o a una historia que ha tenido lugar. Se aplica indiferentemente a una extensión, a una distancia entre dos cosas o dos puntos, o a una dimensión temporal. Por ejemplo se habla de espacio de juego como punto de encuentro, espacio aéreo o de espacio publicitario (tiempo destinado a recibir propaganda en los diferentes medios). Los espacios dejan de ser en sí “lugares de memoria” y son instalaciones necesarias para la circulación de personas y bienes, como lo son las vías rápidas, los aeropuertos o los grandes centros comerciales. Marc Augé los llama los “no lugares”, campos de tránsito prolongado donde se estacionan los individuos del planeta.(13) El mundo se transformó en la práctica en una inmensa y compleja fábrica que se desarrolla en conjunción con lo que se puede denominar ‘shopping center global’ que sólo responde a los intereses del mercado (14) Además, a través de la `prospección satelital se ha 8 realizado un relevamiento de los recursos naturales de los diferentes países y las posibilidades a actuales y futuras de su explotación, con lo cual los grandes centros hegemónicos de poder realizan una planificación estructurada de su explotación, al margen de los intereses de los gobiernos regionales. El proceso de fabricación de un objeto se compone de partes realizadas en diversos países y ensambladas en otro diferente al de origen que luego es distribuido por todo el mundo. Las grandes ciudades tienen un papel destacado en el contexto de la globalización En ellas se encuentran las sedes de las instituciones políticas y económicas que, con sus decisiones, organizan las relaciones internacionales, y en especial las actividades económicas de todo el mundo. Esto significa que desde las capitales, en especial las más grandes (Tokio, New York, Toronto, Londres, París) se dirigen las actividades de otros lugares (ciudades menores). La importancia de las metrópolis reside en los agentes económicos que en ellas se localizan, sedes donde se toman decisiones que afectan a las filiales que estas empresas tienen en muchos lugares del mundo; de allí el nombre que reciben: “ciudades globales”. Los sistemas de signos, las costumbres, las formas estéticas, los objetos que se desean y aún los intereses y pensamientos están fuertemente influidos por esta dinámica que adquieren los procesos comerciales. Cada nuevo producto coloniza un espacio semiológico, se legitima en un mundo de sentidos y de signos y se arraiga en un humus cultural. Las comidas rápidas, las gaseosas o los servicios bancarios producidos por una empresa mundial para su consumo en ámbitos diferentes inician una cadena de nuevos lenguajes; una estandarización de códigos que pasan a ser compartidos (“vocabulario de audiencia universal”) y que, poco a poco, influyen sobre las costumbres, los hábitos, los gustos y los valores particulares. Su idioma universal es el inglés, que sin desplazar a las lenguas locales, las hegemoniza y las usa (empleo intensivo de anglicismos por parte de la población). Esta nueva “cultura global” se sostiene en los avances tecnológicos de las sociedades occidentales desarrolladas y se manifiesta fundamentalmente en la televisión y en el cine. La “caja boba” tiende a atiborrar de información, llena de superficialidades que no dejan espacio para pensar. Porque ahora informar es "enseñar la historia sobre la marcha"; o sea, asistir a los acontecimientos en situación de telespectador. Se establece, así, que ver es comprender; lo que lleva a una fascinación por las imágenes "tomadas en directo" de acontecimientos reales. La televisión construye la actualidad, provoca el shock emocional y condena prácticamente al silencio y a la indiferencia los hechos que carecen de imágenes. La importancia de los acontecimientos es proporcional a la riqueza de éstas.(15) Es el "alimento intelectual" que le ofrece al hombre una valoración de la realidad sin esfuerzos para someterla a la crítica. No le deja espacio para la reflexión, no sólo porque una emisión desplaza a otra, sino porque se contempla la vida de un modo consumista y por la ausencia de estructuración. Esta pereza de pensar, disimulada en la adquisición de noticias, facilita la manipulación de la mente y la actividad humana que, en lugar de regirse por propias decisiones, acepta lo que los medios de comunicación le dicen o muestran sin presentar resistencia alguna. Las formas de entretenimiento y ocio están cada vez más dominadas por las imágenes electrónicas, capaces de cruzar con facilidad fronteras lingüísticas y culturales, y son absorbidas de manera más rápida que otras formas culturales escritas. El estereotipo opera combinando los hechos reales con lo novelesco en donde todo lo que en la vida real se parece a la novela se exalta sobre el hecho meramente informativo. Lo imaginario finge ser real y lo real adquiere características de lo imaginario. Las artes gráficas y visuales, particularmente a través de las computadoras, reconstruyen la vida popular local pero con una marcada influencia norteamericana o europea. Los medios arrancan a los folklores y a la tradición temas que universaliza y "pone de moda": los valores y las preferencias estéticas y de consumo de un sector determinado de la sociedad a los restantes segmentos. Este tipo de cultura está producida en función de su difusión masiva y tiende a dirigirse a un aglomerado de individuos considerados al margen de su pertenencia 9 profesional o social. Los mass media son los que reflexionan no sólo sobre los acontecimientos del día anterior, sino también sobre los hechos de la civilización: la droga, el alcoholismo, la inseguridad, en fin, sobre el hombre mismo.(16) Los actuales imperativos de la rentabilidad y la presión de la competencia entre grupos mediáticos hacen cada vez más frecuente el uso del sensacionalismo como recurso de la información. Ramonet señala que ésta búsqueda de espectacularización “a cualquier precio puede conducir a aberraciones, mentiras y trucajes” pues hay periodistas que no dudan en manipular una noticia para dotarla de una fuerza que tal vez no tendría de otro modo. (17) Estos recursos muchas veces son motivados por la malsana competencia, la urgencia y la carrera por la audiencia que tienen los mass media. Quizás una de las razones que empujan a los medios a cometer tantos errores y a dejarse seducir por lo falso, sea la contradicción permanente entre el tiempo mediático y el tiempo político. El primero necesita alcanzar el límite extremo de la velocidad: la instantaneidad; en cambio, el segundo necesita de la debida lentitud para permitir que se aplaquen las pasiones y se imponga la razón. El choque de estas dos temporalidades favorece los “deslizamientos” que se tornan peligrosos cuando incluyen consideraciones políticas, xenófobas y racistas (un ejemplo de esto es la ofensiva que lanzó Estados Unidos contra Afganistán y ahora contra Iraq, luego de del atentado sufrido a las Torres Gemelas). Hoy las técnicas dirigidas “a equivocar a la opinión pública” experimentan un progreso temible y, sin duda, la población se encuentra más expuesta a la desinformación. O sea, el cubrir una mentira con el disfraz de la verdad.(18) Esta cultura mediatizada empobrece y desvaloriza la cultura científica y la humanística que ya no puede tomar materiales de éstas para desempeñar su papel reflexivo sobre el hombre en el mundo. La acumulación de conocimientos en los bancos de datos anónimos y el trabajo por ordenador hace correr el riesgo de desposesión del saber por parte del espíritu humano y hace temer la invasión de un nuevo tipo de ignorancia. Se asiste a la paradoja de una cultura que tiene aspectos más ricos en su pluralidad y comporta, al mismo tiempo, un gran vacío de contenidos en el terreno de lo cotidiano y de la vida sociopolítica. La “mediatización” mundial se ha convertido en un proceso fundamental con grandes implicancias en la vida futura: parece que la mayor parte de la vida se vivirá alejada del mundo real, dentro de un mundo creado por los medios. Esto implica que: ¿se pasará cada vez menos tiempo en los espacios públicos enfrentándose al mundo real, y cada vez más en el espacio virtual?. El mundo de los medios de comunicación parece convertirse en un mundo comercializado globalmente y esto ¿supondrá, además de una creciente homogeneización de las distintas culturas, un verdadero peligro para los pueblos al estar controlados por las altas finanzas?. Y, en definitiva, ¿qué nos garantiza que no se acentúen las grandes desigualdades?. No cuesta mucho trabajo representarse el mundo actual resquebrajado por los conflictos. La visión de la guerra de las culturas sigue bastante arraigada, pues la globalización significa que las comunidades locales entran en conflicto al tomar contacto con “otros mundos” diferentes. Cabe pensar desde este ángulo cuáles serán las estrategias para superar el mismo. El resurgimiento de las identidades Toda cultura supone un "nosotros" que es la base de la identidad social. Ésta incluye las formas simbólicas compartidas que permiten clasificar, categorizar, nominar y diferenciar todo lo perteneciente a la convivencia en común. La identidad social opera, entonces, por diferencias pues todo "nosotros" supone un "otros" en función de rasgos, percepciones y sensibilidades compartidas y una memoria colectiva común que se pone de manifiesto en contacto con otros grupos, con los cuales se hace difícil la comunicación. La "otredad" es la base de toda identidad. 10 No hay sujeto social sin identidad. Ella permite que el individuo se ubique en el sistema social y que él mismo sea ubicado socialmente. Este derecho fue consagrado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 y constituye un rasgo ineludible y particular de cada miembro de la especie humana. La identidad social es al mismo tiempo inclusión pues son miembros del grupo los que son idénticos en una determinada relación; y exclusión pues los distingue de otros grupos. Se adquiere identidad con la incorporación satisfactoria de un modo particular de significar la realidad dentro de un microcosmos cultural. Así como la cultura es el haz de significaciones posibles, creadas y por crear, en cuanto manifestaciones de un pueblo en un tiempo y en un espacio determinados; la identidad es esa cultura internalizada en los sujetos. En ella, las personas adquieren una conciencia de sí y de significaciones compartidas con otros que los" hermana". Esa identidad permite la aparición de esferas de identificación (esa hermandad) que le da pertenencia a una comunidad dada.(19) La identidad es biográficopsicológica, influida por la concepción del mundo de cada persona (sus imágenes rectoras) y por la concepción del mundo de su época y lugar. Hay un cruce de individuo-grupos-sociedad, y de la historia personal en una historia social. La identidad es una construcción que se elabora en una relación que opone un grupo a otros con los cuales entra en contacto. Es una “construcción que se relata”, señala García Canclini (20). En este modo de categorización utilizado por los grupos para realizar su intercambio, lo que importa es encontrar un conjunto de rasgos comunes que son empleados por los miembros del grupo para afirmar y mantener una distinción cultural. Esos rasgos pueden estar vinculados a una tradición religiosa, a una nación, a un grupo étnico o lingüístico, a un determinado ámbito social. La identidad es siempre una relación con el otro y esa identificación se produce junto con la diferenciación en la medida que es resultante de una situación relacional particular. Al ser una construcción social, la pregunta pertinente cuando de identidad se habla es cómo, por qué y por quién, en tal momento y en tal contexto, se produjo, mantuvo o se cuestionó tal identidad particular. (21) Así como la identidad individual supone diferenciarse de otros individuos, la identidad colectiva (o cultural) supone diferenciarse de otros colectivos o culturas. Es un "nosotros" que supone un "ustedes" o "ellos"; una identidad que es común y, a la vez, los diferencia en ciertos contextos . La identidad cultural orienta los pensamientos, las actitudes y los comportamientos de los seres humanos. A través de ella el individuo siente que pertenece a un colectivo y se funda sobre la base de los "sentidos" y "significados" creados en el proceso de reflexión acerca de las relaciones del hombre con la naturaleza, con otros seres humanos y con un ser trascendente. La paradoja del mundo contemporáneo es la ampliación universal de un código cultural compuesto por signos de extensión ecuménica básicamente transmitidos por los medios masivos de comunicación, por las tecnologías o sus adaptaciones masivas. Esta apertura de los países al proceso de globalización ha reducido el papel de las culturas nacionales, disminuyendo la importancia de los referentes tradicionales de identidad. El debilitamiento de esas tradiciones locales ha permitido la formación de un "folclor-mundo", en donde los consumidores se organizan en torno a la información y a los estilos homogeneizados para un sector de la población. Hoy asistimos a diferentes expresiones de identidad colectiva que operan produciendo significados e historias con los cuales los individuos se pueden identificar. La aspiración a la identidad, al arraigo comunitario y a la participación local frente a la globalización aparecen como demandas propias de la condición humana. En la actualidad las identidades religiosas, nacionales, territoriales, étnicas, de género, se constituyen en principios fundamentales de autoidentificación. Desde una perspectiva sociológica “identidad” es el proceso por el cual los actores sociales construyen el sentido de su acción atendiendo a un atributo cultural (o conjunto articulado de atributos culturales) al que se da prioridad sobre otras fuentes posibles de sentido de acción". (22) 11 El proceso de construcción social de identidades colectivas estaría marcado por las relaciones de poder, lo que da origen a tres formas distintas de identidad colectiva: la identidad legitimadora: es introducida por las instituciones dominantes de la sociedad para extender y racionalizar su dominación frente a los actores sociales. la identidad de resistencia: es generada por aquellos actores que se encuentran en posiciones y/o condiciones devaluadas o estigmatizadas por la lógica de dominación, por lo que construyen trincheras de resistencia y supervivencia a partir de principios diferentes y opuestos a los que impregnan las instituciones de la sociedad. la identidad proyecto: es generada cuando los actores sociales, basándose en los materiales culturales de que disponen, construyen una nueva identidad que define su posición en la sociedad y, al hacerlo, buscan la transformación de toda la estructura social. Las identidades de resistencia pueden transformarse en identidades proyecto y, con el transcurrir de la historia, convertirse en identidades legitimadoras para racionalizar su dominio. Así, la dinámica de las identidades a lo largo de esta secuencia muestra que desde el punto de vista de la teoría social, ninguna identidad puede ser una esencia y ninguna identidad tiene, per se, un valor progresista o regresivo fuera de un contexto histórico. (23) Si bien la globalización plantea una dilución de los particularismos, ello no significa la muerte de las tradiciones, de las identidades y de las síntesis culturales. Huntington señala que a medida que el poder relativo de otras civilizaciones aumenta, los pueblos no occidentales tienen cada vez más confianza e interés en sus culturas autóctonas, lo que provoca una mayor afirmación y diferenciación cultural respecto a las sociedades occidentales.(24) En particular esto se produce a medida que se afirman las tradiciones, las lenguas, las creencias e instituciones propias, enraizadas en la historia y en la geografía. Cabe hacer referencia al resurgimiento de los nacionalismos expresado tanto en el desafío a los Estados-nación como a la extensa reconstrucción de identidad tendiendo a la nacionalidad. Esto ha sorprendido a quienes sostienen la desaparición de los mismos en virtud de la globlización de la economía y la internacionalización de las instituciones políticas. A pesar del debilitamiento del modelo ideal de sociedad nacional, este mundo sigue siendo de Estadosnación. En su interior conviven, muchas veces, distintos grupos étnicos, cada uno con su propia identidad. Al respecto conviene precisar que la "nacionalidad" denota una identidad étnica y cultural basada en valores comunes que se identifican a partir de un sentimiento común de unión que separa el “nosotros” del "ellos" y ha demostrado ser uno de los vínculos ideológicos más resistentes que unen a los seres humanos; en tanto que el "Estado" puede, eventualmente, incluir distintas nacionalidades. En consecuencia, un Estado-nación es a la vez una nación y un Estado. En el mundo de hoy la identidad cultural es el factor fundamental que determina las asociaciones y antagonismos de un país. Cada Estado debe tener claridad respecto de su identidad pues ello no sólo define su lugar en la política global, sino también a sus amigos y enemigos. Es decir, una mayor coincidencia cultural facilita la cooperación y la cohesión, mientras que las diferencias culturales promueven conflictos. La identidad nacional De todas las identidades colectivas que comparten hoy los individuos (de clase, género, raza, religión, entre otros) probablemente la identidad nacional es la más importante e inclusiva. Es un constructo abstracto y multidimensional que afecta a una gran cantidad de ámbitos y manifiesta numerosas permutaciones y combinaciones. Los individuos se identifican con la nación en la medida que estén presentes en las historias nacionales, la literatura, los medios de 12 comunicación y la cultura popular. Allí se encuentran contenidos los actos históricos gloriosos, los símbolos, los paisajes y rituales, pero también, aquellas tradiciones que tratan de expresar de una manera emblemática la continuidad con un pasado de grandeza. Es enfatizar la atemporalidad de los orígenes y costumbres para que adquieran la eterna vigencia de las cosas que "siempre se han hecho así". Se suele relacionar con el mito fundacional, en el cual se hace referencia al pueblo original del que devienen todas las virtudes. Esto lleva a dar una definición de identidad nacional, tarea no fácil en un mundo tan interconectado y cambiante como el de hoy. Sin embargo, Maritza Montero aventura la siguiente: "un conjunto de significaciones y representaciones relativamente estables a través del tiempo que permite a los miembros de un grupo social que comparte una historia y un territorio común, así como otros elementos culturales, reconocerse como relacionados unos con los otros, biográficamente".(25) En otras palabras, la identidad nacional es el conjunto de características, tanto históricas como actuales, que otorgan a una colectividad, en un territorio determinado, una personalidad diferente a las de las demás colectividades políticas. Los elementos que forman la identidad nacional y que la diferencian de otras fuentes colectivas de identidad son: un territorio histórico o patria recuerdos históricos y mitos colectivos una cultura pública y común a todos derechos y deberes legales para todos los miembros una economía unificada que permite movilidad territorial de sus miembros. Esto proporciona a los individuos un cuerpo de creencias y características comunes por medio de las cuales pueden reconocerse como compatriotas, les da un sentido de pertenencia a una comunidad que se extiende al pasado y se proyecta hacia el futuro. (26) Es importante advertir que las identidades nacionales existen en dos polos distintos de la cultura. Por una parte, están en la esfera pública como discursos articulados altamente selectivos, construidos desde arriba por una variedad de instituciones y agentes culturales entre los que se cuentan diversos tipos de intelectuales, universidades, medios de comunicación, centros de investigación, iglesias e instituciones de la defensa. Por otra parte, existen en la base social como una forma de subjetividad individual y de grupo que expresa una variedad de sentimientos y modos de vida, a veces no bien representados en las versiones públicas. Mientras las primeras constituyen expresiones altamente articuladas y elaboradas de conciencia (generada por intelectuales); las formas privadas son desarrolladas por la gente común en espacios locales más restringidos, en las múltiples conversaciones e intercambios de la vida diaria y, por tanto, son menos articuladas y tienen un carácter más concreto y de sentido común. Distinguir entre las dimensiones públicas y privadas de la identidad nacional no significa que éstas formen dos mundos separados y sin relación. Las versiones públicas de identidad se construyen seleccionando rasgos a partir de los modos de vida de la gente en su cotidianeidad (por eso se habla de empanadas, asado y vino tinto como representativo de lo argentino) pero, a su vez, influyen sobre la manera en que la gente actúa y se ve a sí misma. Esta influencia no es automática o mecánica. Las personas escogen, rechazan, negocian, adaptan e interpretan a su modo los rasgos de identidad que les proponen las versiones públicas. Las versiones más exitosas de identidad nacional se construyen normalmente sobre la base de los intereses y visiones del mundo de algunas clases dominantes de la sociedad. Estas versiones, aunque se plantean con pretensiones absolutas, tienen una capacidad muy limitada de representación de la diversidad cultural y social subyacente. En las versiones públicas de identidad cultural, la diversidad es cuidadosamente escondida detrás de una supuesta uniformidad. La visión deshistorizada que ofrecen del mundo los mass media poco contribuyen a la formación de una conciencia nacional. Los medios de comunicación social seleccionan, 13 transforman, envasan y difunden la imagen de identidad nacional que tiene un sector. La televisión, sobre todo, destaca determinados valores o elementos que crean tensión con la identidad cultural nacional. En muchos programas es difícil encontrar cuáles son las raíces nacionales diferenciadoras; sino que parecen una sucesión de historias que acaban por parecerse entre sí, secuencia de acontecimientos que, aparecidos sin explicación, suceden sin perspectiva alguna y no llegan a distinguirse de cualquier otro hecho. Las entidades postmodernas son transterritoriales y multilingüísticas porque en vez de basarse en comunicaciones orales y escritas (interacciones próximas) operan mediante la producción industrial de la cultura, su comunicación tecnológica y el consumo diferido y segmentado de bienes. De allí que la clásica definición socio-espacial de identidad (referida a un territorio particular) necesita complementarse, en la actualidad, con una definición sociocomunicacional. Hacia una reflexión Desde fines de los años setenta, el fenómeno de la globalización que comenzó en el campo de la economía se ha ido extendiendo a otros ámbitos. La mayoría de los sociólogos estiman que la globalización es un fenómeno muy complejo que no puede entenderse sólo al nivel de la economía. Giddens sostiene que la globalización puede definirse como la intensificación de las relaciones sociales universales que unen a distintas localidades, de tal manera que lo que sucede en una comunidad está afectada por sucesos que ocurren muy lejos y viceversa. (27) Se señala siempre la multiplicidad de relaciones e interacciones que trascienden a los Estados-naciones e integran y conectan comunidades locales con otras en diferente espacio y tiempo. Muchos ponen el acento en que la globalización es el resultado de la comprensión del espacio-tiempo no como se hizo anteriormente, sino que hay un nuevo reordenamiento de estas dos variables que producen por un lado la aceleración de los ritmos de vida y de cambio social y, por otro, la superación de las barreras espaciales. El desarrollo de redes globales de comunicación y de producción disminuye el poder de las circunstancias locales sobre la vida de la gente. Esto no significa que el lugar, o lo local, pierda toda importancia o significación para estructurar la vida social; tanto como que la explicación última de una experiencia local ya no coincide totalmente con el lugar donde tal experiencia ocurre. De todo esto se deduce que el fenómeno de la globalización tiene una doble dimensión: a) la dimensión de ampliación de los efectos de las actividades económicas, políticas y culturales a lugares remotos. b) la dimensión de intensificación de los niveles de interacción e interconexión entre Estados y naciones. El impacto cada vez mayor del mercado mundial sobre el consumo individual y los estilos de vida; el que la gente se defina cada vez más en términos de grupos o comunidades que pueden ser subnacionales o supranacionales; y el Estado-nación como lugar de toma de decisiones ha sido sustituido por órganos regionales o supranacionales han cuestionado la identidad nacional. Pues la identidad nacional desempeña ciertas funciones externas como que: * las naciones definen un espacio social concreto donde viven y trabajan sus miembros * las naciones se responsabilizan del control de los recursos de su territorio * la identidad nacional refuerza al Estado y a sus instituciones políticas y ciertas funciones internas como: *la socialización de sus miembros para que lleguen a ser ciudadanos y naturales de la nación *establece un vínculo social entre individuos y grupos basados en valores, símbolos y tradiciones compartidas 14 *la identidad nacional supone un medio eficaz de definir y ubicar la personalidad de los individuos en el mundo, a través del marco cultural que la caracteriza. (28) Al poner la globalización a individuos, grupos y naciones en contacto con nuevos "otros" obliga a los primeros a redefinirse a sí mismos y esto plantea el tema de la identidad nacional como la búsqueda de un “nosotros”. ¿Cómo debe reaccionarse, entonces, frente a la globalización desde el punto de vista de la identidad nacional?. Es preciso evitar extremos. Muchos sostienen que la identidad nacional se ha ido perdiendo frente al impacto de la globalización. Pero, por otra parte, es factible mantener que la identidad se ha ido construyendo en un sentido diferente. Las culturas “trabajan como la madera verde” y no constituyen nunca totalidades acabadas; y los individuos expresan un cierto ángulo de la misma. Ningún país puede sustraerse al avance de la globalización. De ello puede deducirse que mientras más intercambios económicos y políticos se realicen mayor será la chance de la globalización cultural. Los mass media contribuyen a difundir una cultural global por encima de las identidades nacionales establecidas, de allí que la manera en que estos influyen en la construcción de identidades no debe simplificarse. Se sabe que el poder del mensaje de los medios es inversamente proporcional al grado de vitalidad y organización del tejido soaicl. Cuando el tejido social es vital, se genera ahí la comunicación alternativa, pero cuando la sociedad está atomizada los mass media son los encargados de establecer las representaciones sociales que deseen implantar en una comunidad. La televisión, por ejemplo, penetra a través de imágenes, fantasías y emociones poniendo a la gente en contacto con mundos lejanos y muestra otras culturas posibles. Establece una falsa familiaridad entre los teleespectadores y los actores de la “gran historia” que se constituye en un “universo virtual”. Se mezclan cotidianamente la información, la publicidad y la ficción, cuyo tratamiento y finalidad no son idénticos, pero que componen un universo relativamente homogéneo en su diversidad y que sirven de “horizonte cultural” para muchos. La significación de estos “productos” surge del uso que los actores sociales hacen de ellos en su espacio particular de acuerdo con su ubicación en la sociedad. En esa medida ayuda a contextualizar y a relativizar los absolutismos del modo de vida local o nacional. Pero también los mass media pueden ayudar a la creación y recreación de tradiciones locales. Las identidades nacionales dependen, en parte, de lo que los diarios, la radio y la televisión establezcan como vínculos imaginarios entre los miembros de una nación; nacionalicen ciertas prácticas sociales y recreen tradiciones para fortificar su espesor cultural. La televisión, en particular, es un medio apto para mediar entre identidades culturales e individuales, en la medida que permite crear la ficción de una interacción cara a cara, de una proximidad espacial, al presentar a "otro" audiovisualmente en la intimidad de las casas. Es el medio que pugna por sustituir a otras instituciones (como la familia, la educación) a la hora de precisar mecanismos de transmisión de valores, pautas y hábitos culturales. Se debe principalmente a que es la única actividad compartida por todas las clases sociales y por todas las edades, haciendo de vehículo entre todos los ámbitos dela sociedad. Algunos sectores se inclinan a pensar que la globalización está amenazando la identidad nacional. Los síntomas estarían por todos lados. "Fiestas, vestidos, costumbres, ceremonias, ritos y creencias que en el pasado dieron a la humanidad su frondosa variedad folclórica y etnológica van desapareciendo, o confinándose a sectores muy minoritarios, en tanto que el grueso de la sociedad los abandona y adopta otros", señala Mario Vargas Llosa. (29) Pero, ¿qué cultura se ha mantenido idéntica a sí misma a lo largo del tiempo?. Todas han producido cambios en menor o mayor grado, hasta el punto de ser un reflejo remoto de lo que fueron dos o tres generaciones atrás. El pasado borrado emerge tenazmente pero borroso, en las entrelíneas que escribe el presente. La configuración de la identidad no está marcada por la continuidad, sino por una amalgama de tiempos cortos en los tiempos largos que vertebran los relatos de una cultura fragmentada. Las culturas letradas, ligadas a la lengua y al territorio 15 son los tiempos largos en las cuales se insertan las electrónicas audiovisuales que responden a identidades menos largas, más precarias pero más flexibles, dotadas de una elasticidad que les permite mezclar ingredientes que provienen de mundos culturales muy diversos. Deslocalizadas, las culturas tienden a hibridarse como nunca antes.(30) La nación alude, pues, a los elementos culturales con los cuales las personas se identifican: características étnicas, lingüísticas, religiosas, históricas y geográficas que sirven de base al Estado. Los movimientos actuales nacionalistas se basan en estos elementos culturales compartidos para reclamar su lugar (como por ejemplo los catalanes, los irlandeses, los kurdos). El espacio vivido, el espacio habitado desempeña, además, un papel importante en la construcción de la identidad, ya que algunos individuos se identifican entre sí por pertenecer a una provincia, a un pueblo, a un barrio. Sin duda, el cambio de conceptualización del “espacio” hace problemática la definición de “fronteras nacionales”. Éstas se vuelven más porosas y móviles; donde las personas que viven en uno y otro lado (por ejemplo Argentina y Brasil, Estados Unidos y México) usan su lengua principal pero incorporando constantemente palabras de la otra lengua y otros rasgos que hace difícil definir la identidad. De hecho, están compartiendo varias identidades lingüísticas y territoriales a la misma vez. La constitución de estos diferentes modos de pertenencia no es innato sino que tiene que ver con la socialización de los miembros jóvenes en la seno de la comunidad de origen. La “devaluación” que ha sufrido la memoria hoy privilegia el presente, que es cada vez más efímero. De ahí que la configuración de una identidad está marcada por una amalgama de tiempos cortos (“cultura de fragmentación”) más que por una continuidad histórica. (31) Hoy asistimos al surgimiento de una generación cuyos elementos culturales no se constituyen a partir de identificaciones con figuras, símbolos y prácticas de añejas tradiciones; sino a partir de la conexión/desconexión (estilo video-clips) con una pluralidad de objetos materiales e inmateriales que interactúan constantemente. Pero la identidad no es algo que se adquiera de una vez y para siempre sino que se va modificando, incorporando otras características con el paso del tiempo y el contacto con otros pueblos. Su fluctuación es uno de los rasgos más sobresalientes y aquí los mass media han tenido un protagonismo descollante. La radio y la televisión contribuyeron en la primera mitad del siglo XX a organizar los relatos de la identidad y el sentido ciudadano en las sociedades nacionales. Agregaron a las epopeya de los héroes y los grandes acontecimientos colectivos, la crónica de las peripecias cotidianas: los hábitos y los gustos comunes, los modos de hablar y vestir, que diferenciaban a unos pueblos de otros. La comunicación por radio ayudó a que grupos de diversas regiones de un mismo país, antes lejanos y desconectados, se reconocieran como partes de una totalidad. Los noticieros que comenzaron a vincular zonas distantes, así como las películas que enseñaban la manera de vivir en la ciudad y trataban los conflictos interculturales con los grupos migrantes, proponían nuevas síntesis posibles de la identidad nacional en transformación. La multiplicación de recursos tecnológicos acercó no sólo las regiones dentro del país, sino al país a otros lugares. Viajar entre Europa y América llevaba unos dos o tres meses, o quince días cuando fueron más ágiles y todavía se usaban los barcos. En cambio, ahora, con los nuevos medios de transporte, en horas, se está en los distintos puntos del globo y ni qué hablar con el Internet. Bastan sólo segundos para entrar en contacto con otros pueblos, otras realidades, otras culturas. La nueva visión de los contenidos y del empleo de los mass media ha expandido la espectacularización audiovisual, de la que es difícil abstraerse. Nunca la cultura internacional ha estado tan presente en la vida diaria ni se ha tenido tanta información sobre hechos que parecían lejanos e indescifrables. La articulación entre lo público y lo privado, entre la nación y el Estado, ha sido erosionada por la globalización de las tecnologías comunicacionales, y de la organización económico financiera de las empresas. 16 El Estado presenta serias dificultades por manejarse en un mundo cada vez más dependiente del capital financiero internacional y de las consecuencias que esto trae localmente en las otras dimensiones. El debilitamiento de la nación-Estado aleja la posibilidad de un desarrollo autosustentado y el “bien común” del conjunto de la población queda relegado frente a los intereses de los capitales internacionales. Esto disminuye la importancia de la identidad en beneficio de la diversidad sociocultural y acentúa aún más la hibridación que venía dándose. Sin embargo, ¿qué tan clara es la línea divisoria entre lo realmente propio y lo ajeno? . Más aún cuando muchos de los elementos que consideramos nuestros, en algún momento fueron extranjeros, por ejemplo la lengua castellana y la religión católica. Por esta razón es difícil establecer con claridad la división entre "lo propio", como algo que debe necesariamente mantenerse, y "lo ajeno" como algo que aliena. Esta idea de "lo propio" sugiere algunos comentarios. En primer lugar habría que afirmar que en el campo de la cultura, los rasgos culturales raras veces " son" propios en el sentido de "puros" u "originales"; sino más bien "llegan a ser" propios en procesos complejos de adaptación. Muchos elementos que tradicionalmente constituyen la argentinidad fueron tomados de afuera, negociados, adaptados, reconstruidos e incorporados en ciertos contextos históricos. El vino, las empanadas, la guitarra, el caballo, el fútbol han llegado a representar aspectos importantes de la vida nacional, pero todos ellos tienen origen europeo. Si quisiéramos imponer una manera estricta de "lo propio" y "lo ajeno" otra sería nuestra lengua, nuestra religión, nuestros entretenimientos. En segundo lugar, aquello que en diversas versiones de identidad se califica de "propio", es siempre resultado de un proceso de selección y exclusión de rasgos culturales que se realiza desde la perspectiva del grupo dominante. Por ejemplo se destaca el valor del aborigen para incorporarlo a la argentinidad pero se excluyen su lengua, sus costumbres y su religión. En tercer lugar, nada garantiza que aquello que consideramos "propio" sea necesariamente bueno y debamos mantenerlo a toda costa. La identidad no sólo mira el pasado como reserva privilegiada donde están guardados sus elementos principales, sino que también mira hacia el futuro; y en la construcción de ese futuro no todas las tradiciones históricas valen lo mismo. Por ejemplo, podríamos preguntarnos si nuestro mal disimulado aire de superioridad frente a nuestros vecinos, fruto de victorias militares en el pasado, es un rasgo que quisiéramos acentuar en el futuro o si, más bien, debiésemos bajarle el perfil en aras de construir vínculos comerciales y culturales más estrechos con las repúblicas hermanas. El saber quiénes somos, adónde vamos, qué queremos, cómo podemos lograrlo es algo fundamental. La identidad es el modo particular de un individuo y es la cultura de un pueblo, la que le proporciona al mismo la guía indispensable para todos los momentos de su vida; la cohesión psicológica y es el factor básico dominante en la implantación de las características de la personalidad de las sociedades. Por lo tanto, hay una dimensión simbólica de la vida social que no puede ser obviada. Los discursos sobre identidad nacional son mucho más que palabras, en tanto que configuren la realidad que describen y en ellos se reconozcan sus habitantes como pueblo. La modernidad y la globalización no son irremediablemente destructoras de las tradiciones y de las identidades; ni las tradiciones e identidades son necesariamente un obstáculo para asumir la modernidad y la globalización. La cultura tradicional es parte de la autoidentificación de un pueblo y ésta es dinámica. Continuamente va construyéndose con el paso del tiempo y en este sentido la tradición es innovadora, se moderniza y la modernidad se tradicionaliza. Desde ésta óptica el planteo de nuestra identidad nacional es un intento por saber cuál es nuestra “auténtica personalidad” en el mundo contemporáneo y constituye un valioso punto de partida para la reflexión. 17 BIBLIOGRAFÍA (1) (2) (3) (4) (5) BECK, Ulrich, (1998). ¿Qué es la globalización?.Bs.As., Paidós GIDDENS, Anthony, (1998). Sociología 3.ed.rev. Madrid, Alianza Ed. BECK, Ulrich.(1998) Op. Cit. p:27-29 FEATHERSTONE, Mike, (1994).Cultura global. Brasil, VOZES. PÉREZ-AGOTE, Alfonso, (1993). La crisis de la sociedad: entre la mundialización y la disolución narcisista. Madrid, Centro de Investigación Social. (6) BAYARDO, Rubens y Mónica Lacarrieu (Comp.), (1998). Globalización e identidad cultural. 3.ed. Bs. As., CICCUS. (7) BRUNNER, José Joaquín, (1998). Globalización cultural y posmodernidad. Chile, Fondo de Cultura Económica. 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