Pluralidad y multidimensionalidad del conocimiento Por: Leticia Muñoz Langarica Partiendo de la idea de que la Pluralidad del Conocimiento, es el Re-conocimiento de diversos principios, sistemas y realidades constitutivas del cosmos, que son reales y verdaderas, se entenderá la multidisciplinariedad del conocimiento como una metodología. Esta metodología integra a la mente y los actos deliberados sobre los principios, sistemas y realidades, enmarcándose en el pensamiento complejo y en la noción de el conocimiento del conocimiento, como actos o eventos cognitivos, que de acuerdo a Morin (1999), requiere la conjunción de procesos energéticos, eléctricos, químicos, fisiológicos, cerebrales, existenciales, psicológicos, culturales, lingüísticos, lógicos, ideales, individuales, colectivos, personales, transpersonales e impersonales, que se engranan unos en otros; y sigue diciendo, -“el conocimiento es sin duda un fenómeno multidimensional en el sentido de que de manera inseparable, es a la vez físico, biológico, cerebral, mental, psicológico, cultural, social”-. El reconocimiento de este hecho, y los avances del conocimiento, ante la realidad cósmica, conducen al cuestionamiento de lo real, al desafío de la lógica y por tanto a lo desconocido. Bajo este marco queda claro que los campos de las ciencias y las humanidades se han de entender, reconocer, situarse y reflexionarse, como un sistema reticular, o entramado complejo no jerárquico, que propicia el diálogo en un mismo nivel, ya que lo que se halla implicado en el conocimiento es cualquier relación entre el hombre, la sociedad, la vida y el mundo. Es aquí donde entra la noción de sujeto; un sujeto activo en la producción-asimilación-análisis del conocimiento. Se establece un maridaje entre la noción de sujeto y objeto del conocimiento, que se enmarca en los principios epistemológicos, y en el sentido del análisis propio del conocimiento, el diálogo de saberes y el reconocimiento de verdades y realidades 1 diversas, que pueden incluso parecer antagónicas. Es el propio sujeto quien abre la posibilidad de este reconocimiento y puede, porque es capaz, romper el cretinismo científico, que más que fortalecer, debilita la comprensión de la realidad. Esta noción de sujeto humano, y el desarrollo de sus aptitudes cognitivas, tal como se establecen arriba, además de la necesidad de la existencia biológica de un individuo, siguiendo a Morin (1999), solo pueden desarrollarse en el seno de una cultura que ha producido, conservado, transmitido, un lenguaje, una lógica, un capital de saberes, de criterios de verdad. Por lo tanto es la cultura donde el espíritu humano organiza y elabora su conocimiento, siempre inacabado, y siempre en el marco de la socio-organización de la que es dependiente: el campo de las acciones1. (Morin, 1983). De esta manera, al hablar de dimensiones, pluralidad y diversidad del conocimiento, la pregunta básica es ¿Qué es el conocimiento?; ¿Qué papel juega en la formación de los individuos?; ¿Quién conoce y cómo conoce? Las respuestas parecen dirigirnos hacia la cultura: La cultura es conocimiento y el conocimiento es cultura. No puede entonces dejar de analizarse el proceso por el cual los humanos fueron adquiriendo una cantidad cada vez mayor de información sobre su medio ambiente, y esta fue acumulándose a lo largo del tiempo histórico, y utilizándose en formas cada vez más variadas (Nagel,1989); es así que no se puede asumir que el conocimiento se generó con el surgimiento de la ciencia y sus métodos. Los humanos que nos antecedieron fueron repitiendo generación tras generación no solo la información que fueron acumulando, sino todas las habilidades (cognitivas) que acompañaron el proceso, y que adquirieron formas cada vez más sofisticadas y complejas, en una interacción también constante y compleja con el medio ambiente. 2 La ciencia surge en un punto álgido del tiempo histórico en que se generó una necesidad de explicación y corroboración de las verdades sobre esta interacción humana con el medio ambiente. Es una necesidad de certidumbre y de verdad propia de los seres humanos tal como lo establecen Maturana y Varela (2003). Al parecer en este punto se da una separación de las formas de conocimiento que hoy en día analizamos y consideramos como básicas en la formación de las nuevas generaciones. Ya en un tiempo se dieron antagonismos y negación mutua entre estas formas de conocimiento; sin embargo, a la luz contemporánea de la complejidad para la comprensión de la realidad social, surge una nueva necesidad de explicaciones complementarias cargadas cada una de su propia verdad. Por ello en el análisis de la pluralidad de conocimiento se identifican y consideran las dimensiones de éste, tales como el mito, la magia, la religión, la ciencia; que tienen una función reconocida en la sociedad contemporánea 2, sin dejar de considerar al sujeto como objeto y generador del conocimiento también en sus dimensiones biológica, histórica y social. Tal como lo establece Carrillo (2006), todo acto humano implica una serie de conocimientos a los que prácticamente no les prestamos atención, por ejemplo los hábitos que encierran una gran cantidad de conocimientos inconscientes, que permanecen como verdaderos y al margen de los cambios que ocurran en el ambiente. Es por esto que vale la pena el análisis del desarrollo del conocimiento desde la evolución humana y la relación de las distintas especies de homínidos con el tiempo y el espacio. Siguiendo a Carrillo, se establece que las relaciones entre evolución biológica y cambio cultural son más complejas de lo que se ha pensado. Menciona que han existido períodos largos de estabilidad y permanencia en la evolución, que son posteriores a situaciones críticas de cambios geológicos o históricos; estos períodos de permanencia manifiestan cambios mínimos, por lo que se cree que durante éstos ocurrió por ejemplo el poblamiento de Asía, Europa y África por Homo Erectus; también la dispersión de los neandertales por Europa. 2 Morin (1999), expone un punto de vista muy interesante en el que ejemplifica de forma análoga con estas dimensiones a la política, la religión y las formas de Estado-Nación contemporáneas, enmarcándolas en las formas de pensamiento mítico y mágico. 3 Estos períodos implican “…el establecimiento de nuevas relaciones con el medio y entre ellos mismos (las especies de homínidos), el desarrollo de un conocimiento de la región, de los animales y plantas que allí se encuentran, de los fenómenos climáticos, los cambios estacionales, etc.”… Los conocimientos de los que se habla, se fueron transmitiendo a las generaciones subsecuentes, y diferenciaron en términos de la conducta humana, surgiendo así los hábitos, las costumbres, las técnicas. Se da la emergencia del lenguaje y las representaciones simbólicas, siguiendo la búsqueda de verdades surge el mito, la magia, la religión y finalmente la ciencia. Parece un ciclo en recurrencia continua. De acuerdo a lo anterior, se puede decir que se gestaron los procesos básicos para la diversificación humana y el establecimiento de la especie Homo Sapiens en el mundo cuya intensidad se da en el neolítico; así, las formas de sedentarismo se van estableciendo, se realizan construcciones diversas, la fabricación de utensilios, aparecen las primeras representaciones artísticas, así como la diversificación de las lenguas. Este proceso da como consecuencia el establecimiento de sociedades, la emergencia de una cultura ligada estrechamente al ambiente, y el conocimiento, que a través del lenguaje, genera la tensión entre la naturaleza y la cultura. Hablar de representaciones simbólicas como dimensiones del conocimiento, no excluye al conocimiento empírico- técnico-racional3 (Morin. 1999). Es una coexistencia de los mismos en un entramado complejo, una interacción simbiótica; por ello es el pensamiento el que se las tiene que hallar con esta interacción, y, “de manera muy afortunada”, 4 propiciar las habilidades cognitivas responsables de la creatividad, el aprendizaje, el razonamiento, etc. 3 Sin que pueda en este momento llamarse ciencia o pensamiento científico. De acuerdo a Carrillo (2006), “las ideas y los métodos de la ciencia no son resultado de las técnicas, sino del conjunto de la práctica social”, y la práctica social está determinada por la cultura. Esta aseveración corrobora lo que Nagel (1989), establece en La Estructura de la Ciencia: “…muchas de las ciencias especiales existentes han surgido de las preocupaciones prácticas de la vida cotidiana…son el deseo de hallar explicaciones que sean al mismo tiempo sistemáticas y controlables por elementos de juicio fácticos…las ciencias son simplemente el sentido común organizado o clasificado…” 4 Está entrecomillado, porque hoy en día y a la luz de las ideas de progreso, desarrollo, modernidad, globalización, y la problemática que se ha generado con las mismas, habrá que remitirse al análisis sobre qué tan afortunado ha resultado este aspecto. 4 Para acercarse a la comprensión del sujeto que conoce, y hacer un enlace entre sus elementos constitutivos y el conocimiento, es pertinente lo que se establece en la siguiente nota: “…Si la noción de conocimiento se diversifica y multiplica al ser considerada, podemos suponer legítimamente que contiene en sí diversidad y multiplicidad. En adelante, el conocimiento ya no podrá ser reducido a una sola noción, como información, o percepción, o descripción, o idea, o teoría; más bien hay que concebir en él diversos modos o niveles, a los cuales correspondería cada uno de estos términos. Por otra parte, todo conocimiento contiene necesariamente: a) una competencia (aptitud para producir conocimiento); b) Una actividad cognitiva (cognición), que se efectúa en función de esta competencia; c) Un saber, (resultante de estas actividades). Las competencias y actividades cognitivas humanas necesitan un aparato cognitivo, el cerebro, que es una formidable máquina bio-físico-química, cerebro que necesita la existencia biológica de un individuo; las aptitudes cognitivas humanas solo pueden desarrollarse en el seno de una cultura que ha producido, conservado, transmitido un lenguaje, una lógica, un capital de saberes, de criterios de verdad. Es este marco donde el espíritu humano elabora y organiza su conocimiento, utilizando los medios culturales de que dispone. Por último, en toda la historia humana, la actividad cognitiva se ha visto en interacciones a la vez complementarias y antagonistas con la ética, el mito, la religión, la política, y el poder con frecuencia ha controlado al saber para controlar el poder del saber. De este modo, todo evento cognitivo necesita la conjunción de procesos energéticos, eléctricos, químicos, fisiológicos, cerebrales, existenciales, psicológicos, culturales, lingüísticos, lógicos, ideales, individuales, colectivos, personales transpersonales e impersonales que se engranan unos en otros. El conocimiento es sin duda un fenómeno multidimensional en el sentido de que, de manera inseparable a la vez es físico, biológico, cerebral, mental, psicológico, cultural, social”. (Morin, 1999). Así entonces para analizar y acercarse a la comprensión del sujeto que conoce, habrá que dimensionarlo y caracterizar estas dimensiones, luego entenderlas en su interacción constante en el marco de la cultura. No es una tarea fácil, mucho menos cuando se habla de que esta comprensión sea asimilada y reflexionada por individuos en formación, sin embargo en los párrafos siguientes se presentan algunas ideas aterrizadas al respecto. La noción de sujeto se percibe como un individuo activo en la producciónasimilación-análisis del conocimiento, que se enmarca en los principios epistemológicos y en el sentido del análisis, el diálogo de saberes y el reconocimiento de verdades y realidades diversas (incluso antagónicas). Cereijido (1994), manifiesta que el conocimiento no puede ser guardado fuera del ser humano; para ser conocimiento se requiere de alguien que conozca, y la relación del ser humano con el conocimiento tiene que ser dinámica, viva y productora; por 5 lo tanto existe en cada individuo una capacidad de conocer. Empero, esta capacidad, tampoco responde completamente a una idea reduccionista que conduce a las funciones cerebrales, porque muchas de éstas no tienen un espacio físico en el cual se les pueda estudiar y evaluar, solo pueden verificarse en términos de conducta y de acción, de hacer, de llevar a cabo, de crear; “llegar al árbol del conocimiento mediante el rezo, o la filosofía o la investigación científica”. (Cereijido, 1994); las características que toman estas manifestaciones se enmarcan necesaria e irremediablemente en la cultura. Para caracterizar la dimensión biológica del sujeto que conoce, es importante hacer reflexión sobre el proceso de hominización. Los factores climáticos y geológicos que aislaron a una especie de primates, los obligó a adaptarse a vivir en la pradera y a competir con otras especies de animales, de conducta diversa que significaban un riesgo para la vida. Parece que hoy en día hay acuerdo en que esta adaptación favoreció y propició enormes cambios en los homínidos, tales como la selección de una postura erecta, la función de la vista y de las manos; el bipedismo propició también cambios en la pelvis, que afectó a la gestación y nacimiento de las crías5, las formas anatómicas que permitieron el habla se especializaron y se desarrollaron los lenguajes; Al margen de estas adaptaciones, producto de la evolución, se generó también una conducta social, que permitió una vida más eficaz y la inhibición de la agresión y el instinto; todo esto al amparo de un órgano muy complejo, el cerebro, y de las adaptaciones fisiológicas que este sufrió a la largo de millones de años. Las funciones cognitivas que generó este cerebro complejo, son el lazo de unión con la dimensión histórica y social del sujeto. De acuerdo a Tomasello (2007), existe solo un mecanismo biológico capaz de producir y generar cambios en la conducta y en los procesos cognitivos de forma tan rápida, que no responde a los tiempos de la evolución biológica; este mecanismo es la transmisión social o cultural, que permite a los organismos individuales aprovechar los conocimientos y 5 Esta afectación propició que los hijos nazcan con cierto grado de inmadurez, por lo que se considera que hay mayor apertura y plasticidad en el desarrollo individual, “…una mayor capacidad de ser influido por las condiciones en las que se nace, (ambientales, nutritivas, educativas, etc.)”. Cereijido (1994). 6 las habilidades preexistentes de otros miembros de su especie. Y aunque este mecanismo no es exclusivo de la especie humana, “el sorprendente conjunto de habilidades y productos cognitivos que caracteriza a los humanos modernos, es resultado de uno o varios modos de transmisión cultural exclusivos de la especie… con el tiempo sus tradiciones y artefactos culturales acumulan modificaciones, fenómeno que no se observa en ninguna otra especie”. Esta explicación sintética lleva a la reflexión sobre la complejidad de entender el conocimiento, ya que no sería tal si no existiera también ese sujeto que conoce y que produce el conocimiento con sus funciones cognitivas (enmarcadas en la práctica social y trasmitidas y enriquecidas con cada generación), tales como la capacidad de aprender junto con toda diversidad de formas que los humanos hemos desarrollado para hacerlo; la capacidad de análisis, síntesis, jerarquización, ponderación, etc., que nos permiten hacer discriminaciones y plantearnos propósitos; hacer retroalimentación de las ideas a través del lenguaje y sus prácticas simbólicas de diversa índole; la capacidad y aptitud para la experimentación, elaboración de hipótesis y planteamiento de conclusiones; la aptitud para predecir y prevenir acontecimientos futuros basados en el aprendizaje, la memoria y la experiencia, así como el desarrollo de estrategias y los modos deliberados de actuar; la resolución de problemas diversos, basada en la forma de utilización de estas capacidades, ya sea de forma aislada o en interacción unas con otras (que es lo que comúnmente sucede y que llamamos inteligencia); la capacidad de crear en todos los aspectos de la vida, ya sea en las artes, en las técnicas o en la ciencia. En fin, que nuestra tarea es justamente la apreciación en conjunto de todo este entramado de elementos que se encuentran implicados en la concepción de qué es el conocimiento y quién lo genera, cómo lo hace y para qué. En este sentido reconocer la importancia que tiene el conocimiento para la existencia de nuestra especie permite poder identificar algunas formas para construir la realidad y así poder dotar de significado y sentido al mundo y a la vida. 7 Cada una de estas formas dimensionales refleja el conocimiento del entorno natural, que a su vez se expresa en la relación que establece el ser humano con la naturaleza a partir de tipos de pensamiento,6 antagónicos pero complementarios, por ejemplo los pensamientos mítico y racional, que son las dos caras de una misma moneda, dentro de los procesos de aprendizaje y conocimiento del ser humano. Así entonces se describen las siguientes: Mito. Se aborda como la explicación primigenia del mundo y de la vida, los mitos radican en la tradición y en la memoria colectiva, y permiten la ubicación del individuo en el tiempo y el espacio ya que funciona como elemento contextual de referencia para las acciones humanas en el devenir histórico. Aunque desde la racionalidad moderna, el pensamiento mítico, es considerado como un pensamiento atrasado, obsoleto no moderno y por lo tanto falaz, basado en creencias primitivas y precarias sin valor como forma de conocimiento e interpretación de la realidad, no se puede negar su importancia como la primera forma de conocimiento de la realidad, ya que partió de un largo periodo de observación de los elementos naturales que conformaban los distintos ecosistemas, se elaboraron los primeros símbolos y mitos, que junto con la elaboración de analogías, se crearon las primeras abstracciones capaces de facilitar una interpretación del micro y del macrocosmos, una base que posibilitó emprender las primeras clasificaciones del universo percibido por los sentidos, ordenando sus elementos y fenómenos dentro de un conjunto de categorías coherente, y, en consecuencia, alejaron a nuestra especie del negro pozo de la incertidumbre, creando orden y certeza allí donde no parecía haber más que caos. (Rodríguez, 1999). Magia. Concebida como la actividad social que va dirigida no tanto hacia la naturaleza como hacia la relación del hombre con la naturaleza y a las actividades humanas 6 Nos referimos a los distintos tipos de pensamiento como el mágico-religioso, estético-artístico, racional, etc. 8 que en ella causan efecto. Actividad que le permite al ser humano salvar los abismos peligrosos que se abren en alguna situación crítica y que le permite llevar a efecto sus tareas importantes en confianza, para que mantenga su presencia de ánimo y su integridad mental en momentos de caos, desesperación y angustia. Religión Las religiones desempeñan un papel central en la vida social ya que influyen en la percepción del entorno, y en cómo reaccionamos ante él. Si bien la religión puede ser considerada origen de los más grandes conflictos en la historia de la humanidad, la religión nace del deseo, de la carencia, de la esperanza; se crea para darle a la vida humana un fundamento y significado más allá de la realidad material (Estrada). Arte Como la expresión que involucra técnica y fantasía, su nacimiento se vincula con condiciones de gran tensión, nació como una respuesta psicológica elemental – pero muy adecuada y eficaz- ante la presión angustiosa de un medio natural, misterioso y aleatorio, que el ser humano necesitaba poder interpretar y controlar para obviar la incertidumbre que le provocaba (Rodríguez, 130). El arte –sobre todo el arte rupestre- involucra procesos cognitivos que se derivan en la creación de útiles/imágenes con significados simbólicos como medio de comunicación Ciencia Como una forma de conocimiento racional de las cosas y/o fenómenos por sus causas. Es una actividad de seres humanos que actúan e interactúan, y por tanto una actividad social. Su conocimiento, sus afirmaciones, sus técnicas han sido creados por seres humanos y desarrollados, alimentados y compartidos entre grupos de seres humanos. Por tanto el conocimiento científico es esencialmente conocimiento social. Como una actividad social, la ciencia es claramente un producto de una historia y de un proceso que ocurre en el tiempo y en el espacio y 9 que involucra actores humanos.7 Si bien la ciencia es esclava de sus propios métodos y técnicas, mientras que estos tienen éxito, también es libre de multiplicar y modificar en todo momento sus reglas. Aunque la ciencia sea la forma de conocimiento hegemónico en el mundo occidental, no significa que sea la única, o que las demás no tengan importancia, o que no existan en las sociedades. Como lo dijimos anteriormente, estas dimensiones conviven y se confrontan en el individuo, en los grupos, en las sociedades. Estas dimensiones del conocimiento son resultado y a la vez han sido el medio que ha permitido al ser humano comprender y explicar la naturaleza, fenómenos como la vida y la muerte, su propio origen y la relación con el cosmos, lo cual ha dado significado y sentido a la existencia de la especie humana. De esta manera dichas dimensiones están conjugadas en la práctica social y se expresan de diversas formas en el quehacer humano, pero a la vez son parte de la singularidad de la especie, es decir las dimensiones del conocimiento no se encuentran separadas, sino unidas en los individuos, en las sociedades y en la cultura. 7 E. Mndelsohn citado por Olivé León. La explicación social del conocimiento. Universidad Nacional Autónoma de México. 1994. P.21 10 BIBLIOGRAFÍA CARRILLO TRUEBA, César. (2006). Pluriverso. Un Ensayo Sobre el Conocimiento Indígena Contemporáneo. UNAM, México. CEREIJIDO, Marcelino. (1994). Ciencia sin Seso. Locura Doble. ¿Estás seguro de que te quieres dedicar a la investigación científica en un país Subdesarrollado?. S-XXI Editores. México. ESTRADA, Juan A. El origen de la ciencia, la filosofía y la religión. MATURANA, H. y Varela, F. (2003). El árbol del Conocimiento. Las Bases Biológicas del Conocimiento. Lumen. Buenos Aires. MORIN, Edgar. (1999). El Método III. El conocimiento del Conocimiento. Cátedra. Madrid. OLIVE, León (Comp.), (1994). La explicación social del conocimiento; Universidad Nacional Autónoma de México; México. TOMASELLO, Michael. (200). Los orígenes Culturales de la Cognición Humana. Amorrortu. Buenos Aires. RODRÍGUEZ, Pepe. (1999). Dios nació mujer. Ediciones Grupo Z. Madrid. P. 119 11