La sociedad del conocimiento y su barrera económica: La brecha qué separa la riqueza del saber con la deprivación socioeconómica Nuestra creciente ola tecnológica, nos hace unas personas capaces de almacenar una diversidad de conocimientos, ya sea mentalmente o tecnológicamente a través de los distintos dispositivos de almacenaje. Vemos, entonces, que la valoración de una persona, da un giro al reconocer una sociedad en la que la información y el conocimiento tienen un lugar privilegiado en la cultura, al reconocernos como personas selectivas y creativas, partícipes incansables de estos nuevos espacios. A partir de esto, vemos como de alguna manera el cerebro humano, ha sido capaz de evolucionar hacia una capacidad cada vez mayor de racionalizar y seleccionar información específica; es decir, como si –de alguna manera- el cerebro se transforma en el selector de lo que sirve frente a un bombardeo mediático informativo de una infinidad de modalidades y medios al alcance de cualquier ser humano nacido en esta época. Así, avanzamos hacia una nueva tipologización de humanos cada vez más arraigados a esta cultura de realidades y montajes al alcance de un clic, además de la hiperexpresión crítica de no más de 140 caracteres; La sociedad del conocimiento, justamente está referida a la apropiación crítica y selectiva del bombardeo informativo, protagonizada por ciudadanos que saben qué quieren y como aprovechar esa información. Vemos, entonces, que la sociedad se ha convertido en un centro comunitario de información, la que emerge de la implantación de las tecnologías de información y comunicación (TIC) como una normalidad o un uso diario para las relaciones sociales, culturales y económicas, eliminando –temporalmente- las barreras del espacio y el tiempo en ellas, lo que facilita una comunicación de muy buena acogida. Resulta inevitable reconocer que la eficacia de estas nuevas tecnologías –al encontrarse presente en tareas tan comunes como una conversación, un recuerdo o un aprendizaje significativo- es tan notable, tan necesaria, que llega incluso a modificar en muchos sentidos la manera en que se desarrollan muchas actividades propias de la sociedad contemporánea o posmoderna. Sin embargo, debo de establecer, que la información que recibimos, no es lo mismo que el conocimiento adoptado; Ya que, por un lado, la información se compone de hechos o sucesos, mientras que el conocimiento está definido como la interpretación y/o recolección de información, implementando un contexto claro o una finalidad. Es decir que la sociedad del conocimiento se basa en ser selectiva con la información que requiere o se ajusta mejor a lo esperado, así, es definida por la UNESCO, en su texto “Hacia las Sociedades del Conocimiento” UNESCO – coord. Günther Cyranek (2005): “El concepto pluralista de sociedades del conocimiento va más allá de la sociedad de la información ya que apunta a transformaciones sociales, culturales y económicas en apoyo al desarrollo sustentable. Los pilares de las sociedades del conocimiento son el acceso a la información para todos, la libertad de expresión y la diversidad lingüística”. Ahora bien, esta terminología, sociedad del conocimiento (knowledge society), nacida a finales de los años 90, no se debería entender como una definición propia de una sociedad como la actual. Muy por el contrario, este concepto es más bien una redacción utópica sobre la descripción de una sociedad posinformación, a la que se llegaría utilizando todos los recursos, tanto los medios tecnológicos, como la educación universal y la humanización social en el siglo actual. Siguiendo esta línea, vemos que la única manera de alcanzar este estado descrito, es enfocando y aunando esfuerzos para que las diferentes técnicas y criterios, vayan con el fin de analizar la información disponible con prudencia y espíritu crítico. Cabe destacar, además, de que si bien en Chile y en latinoamérica se ha avanzado, también existe un estancamiento en cuanto a la brecha digital que nos separa del primer mundo y que hay un riesgo de que esta siga avanzando. Así lo plantea el gobierno de chile, en una columna en el diario de la tercera: Latinoamérica ha avanzado, pero la brecha digital que nos separa del primer mundo sigue tan latente como hace 10 años y, en nuestra opinión, existe un alto riesgo de que se siga ensanchando”. En este mismo documento, el gobierno describe que la meta en Chile es llevar “banda ancha para todos al 2018, alcanzando el 2014 la media de la OCDE, con una penetración de 70% en hogares, duplicando la penetración por persona y triplicando la inversión en telecomunicaciones”. Este esfuerzo de inversión económica, no me cabe duda alguna, es indispensable para los desafíos que vienen.