En las páginas leídas de la Historia del Arte de Gruzinski existen

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
CARRERA DE HISTORIA
Profesor: Carlos rojas Cocoma
Estudiante: Adriana Aristizabal
Bogotá, 19 de marzo de 2009
Ernst Gombrich
Profesor, historiador de arte británico de origen austriaco, nació el 30 de marzo de
1909 en el seno de una familia acomodada judía y murió el 3 de noviembre del
año2001.
Su madre, pianista; su padre, abogado, muy respetado y con gran prestigio en la
ciudad. Como tantos intelectuales, era agnóstico, aunque muy respetuoso con las
creencias de los creyentes de cualquier religión. Formado en su ciudad natal,
amplió sus estudios en Londres, donde Trabajó entre (1956–59) y en el Warburg
Institute (1959–76), donde ocupó diferentes cargos de investigador antes de
convertirse en su director. Además, fue Slade Professor de bellas artes para la
Universidades de Oxford, Cambridge y Harvard. En 1960 fue elegido Fellow de la
Academia Británica, en 1966 nombrado CBE, en 1972 sir, y en 1988 le fue
concedida la Orden del Mérito. En 1994 se le otorgó la medalla de oro de la ciudad
deViena.
Las aportaciones y estudios que ha realizado como historiador del arte son
conocidos mundialmente a través de sus numerosas publicaciones, entre las que
destacan El arte y su historia en 1950 o Arte ilusión, en 1960, entre otras,
analizando en esta última los aspectos psicológicos de la creación artística, al
mismo tiempo que la importancia de la psicología de la percepción en el
espectador.
El arte y su historia la tradujo para lengua hispana la Editorial Debate en 1997, y
fue ampliamente difundida como un texto divulgativo y no como una “historia de
arte” para profesionales o licenciados de esa disciplina, originariamente dirigida a
lectores jóvenes. Fue tal el éxito, que se vendió para ser traducida a más de veinte
idiomas,
alcanzando
varias
ediciones
y
millones
de
ejemplares.
En el año 1994 se le concedió el Premio Goethe.1
1
http://www.lecturalia.com/autor/3245/ernst-gombrich
Análisis de la obra: Gombrich, E.H. (1950), decimosexta edición en español
(1997), ¨arte experimental¨ y ¨Una historia sin fin¨ en, La historia del arte,
Londres, Phaidon , pp 557_637.
En las páginas leídas de la Historia del Arte de Gombrich existen varios
elementos que merecen ser comentados y analizados a la luz de la disciplina
historiográfica.
El primero de ellos obedece al hecho de que en dichas páginas subyace una
aparente contradicción central. Por un lado, el autor parece defender la validez y la
pertinencia de distinguir y destacar lo que el llama el “Arte con A mayúscula”, es
decir, el arte oficial y académicamente reconocido y avalado, el arte que destaca
de todas las formas de arte por la maestría y hasta por la genialidad de su
ejecución. Sin embargo, por otro lado, propone que el parámetro actualmente
imperante consiste en reconocer y clasificar la validez artística de todo tipo de
arte, sin importar si se trata de un arte underground o de un arte oficialmente
reconocido y promocionado. ¿Cómo explicar y resolver esta contradicción?
Aunque el autor no lo expone de forma muy clara, la clave para entender y
resolver esta dicotomía reside en la historia, más exactamente en la historia del
arte, entendiendo la historia del arte como la relación que existe entre las
expresiones artísticas de una determinada comunidad humana y los procesos y
fenómenos sociales experimentados por esa misma comunidad a lo largo del
tiempo.
El mismo Gombrich, sin estar totalmente de acuerdo lo expresa en su texto: “se
considera el arte como la principal expresión de su época”2, lo que equivale a
decir: una obra de arte es el reflejo del contexto sociohistórico en el que fue
desarrollada. Esta fórmula, en mi opinión, sirve para resolver la dicotomía
planteada, pues partiendo de ella se comprende que lo que imperaba antes de la
modernidad, y más aún de la “posmodernidad”, era el Arte con A mayúscula, el
arte reconocido y avalado por su concordancia con los parámetros académicos y
oficialmente establecidos. Posteriormente, en épocas más recientes y actuales lo
que se ha venido imponiendo es el arte con a minúscula, un arte reconocido y
avalado por su individualidad, por su originalidad, por su ruptura con lo
convencional.
Antes del siglo XIX el concepto de “individualidad” no existía ni en la sociedad ni
en el arte y eran los poderes de turno los que fijaban los parámetros artísticos que
todo artista debía seguir. Los antiguos egipcios hacían un arte eminentemente
religioso, los artistas medievales un arte cristiano moralizante y otro consistente en
pinturas de género para el deleite de los nobles; los revolucionarios franceses un
arte que alababa a la razón y a las virtudes revolucionarias e incluso en tiempos
de la guerra fría los artistas soviéticos realizaban obras que exaltaran los valores
2
Gombrich, E P. 612.
y principios del comunismo.3 En todos estos contextos imperaba el Arte con A
mayúscula.
Los fenómenos sociohistóricos que vendrían después, sobre todo en el mundo
occidental, hicieron que pasara a imperar la individualidad y la originalidad de cada
artista. Tal como el propio autor lo plantea, en el mundo occidental moderno
dominado por la sofocante y aplastante uniformidad de la producción industrial en
serie y en masa, la individualidad y originalidad de cada artista se ha convertido en
un valioso mecanismo para escapar de esa tediosa uniformidad establecida.
Antes prevalecía la uniformidad, la oficialidad; ahora predomina la individualidad y
la originalidad. Esto es lo que el propio Gombrich explica cuando escribe: “Tal vez
el lector se esté preguntando si estos ejemplos tan dispares constituyen una
buena continuación para una historia del arte, o si es que el otrora caudaloso río
se ha dividido en diversas ramas y riachuelos.”4 Según él, “No lo sabemos”5 pero
yo me inclino por el Sí a modo de hipótesis para explicar y solucionar la
contradicción planteada al comienzo.
No obstante, a propósito de lo anterior quisiera agregar que, en mi opinión, hoy
carecería de sentido hablar de Arte con A mayúscula y de arte con a minúscula,
esto en tanto concibo al arte como una forma de catarsis individual. Creo que el
arte puede ser muy sincero y “puro” cuando emerge de la inspiración y de la
espontaneidad propia e individual del artista. Es un fenómeno enteramente
subjetivo y, por ende, individual y original. Si esto no fuera así, no existiría la
necesaria distinción entre ciencia = objetividad y arte = subjetividad. El propio
Gombrich reconoce la veracidad de este postulado cuando escribe: “El arte se
presenta como el único refugio donde todavía se permiten caprichos y
peculiaridades personales, y donde éstos incluso se aprecian.”6 El arte, desde mi
forma de percibirlo, es más autentico cuando surge espontáneamente de las
conciencias individuales y deja de serlo cuando pretende homogenizar
forzosamente estas mismas conciencias.
Esto último me permite agregar un segundo elemento de análisis presente en las
páginas leídas: el problema del arte como moda.
Por “moda” se entiende el “Uso pasajero que regula, según el gusto del momento,
el modo de vestirse, de vivir, etc.”7 Si se utiliza de esta forma el arte puede tener
dos caras dependiendo de quien la estipula como moda. Una de ellas aparece
cuando el que fija las modas es un grupo de personas que de manera espontánea
y autónoma se reúne en torno a un determinado modo de vestir o a un
determinado género musical o a cualquier tipo de expresión artística. Este tipo de
arte-moda es el que según Gombrich puede “añadir sabor a nuestra existencia”8,
No obstante, la otra faceta del arte-moda es negativa y emerge cuando quienes
estipulan y utilizan la moda para su beneficio particular son los poderes de turno.
En este caso el arte se convierte en un instrumento político de manipulación
3
Ibid. P. 616.
Gombrich, E. P. 609
5
Íbid.
6
Inbid. P. 613.
7
Círculo de Lectores, Diccionario de la Lengua Castellana.T. II. Barcelona, Ed. Círculo de Lectores, 1990. p.
558.
8
Gombrich, E . P. 616.
4
popular al servicio del poder dominante. pero la mayoría de las veces, esta
utilización del arte no es ejercida de forma abierta y violenta sino de forma más
sutil, partiendo del precepto de que quien no siga a la moda será socialmente
excluido o rezagado de una forma u otra. Según el autor, “el peligro de este
doblegarse ante la moda no necesita ser destacado. En él reside la amenaza a la
libertad misma de que disfrutamos. Que, por cierto, no proviene de la policía, y
esto es algo de lo que podemos estar agradecidos, sino de las presiones del
conformismo, del temor a quedarse atrás, del temor de pasar por lerdos.”9
Es curioso, por otro lado, observar como a lo largo de la historia estas dos facetas
del arte han emergido de forma alternada y casi simultánea en los distintos
pueblos y naciones. En ellos el arte ha sido utilizado como herramienta de control
político, económico, cultural y doctrinal, pero, a la vez, también como elemento de
originalidad, de respuesta y rechazo a la dominación y a la homogenización. Este
doble y contradictorio uso del arte puede ser evidenciado casi en cualquier
sociedad de la historia. En la antigua Roma muchos emperadores ordenaban
retratar las desgracias que les ocurrían a todos aquellos que cuestionaran o
atacaran el poder divino de los césares y, a la vez, muchos detractores de tal
poder plasmaban su resentimiento hacia él en obras de arte como ocurrió en el
caso de los cristianos y el libro del Apocalipsis en el que se condena a Roma, la
“gran ramera”, y al césar, la “gran bestia cuyo número es 666”. En la Edad Media
el poder eclesial adoctrinaba y controlaba las conciencias con pinturas y cantos
religiosos mientras que los detractores de ése poder lo contradecían mediante
himnos paganos opuestos a la moral cristiana como es el caso de las cantatas de
“Carmina Burana”, compuestas por monjes disidentes de los siglos XII y XIII. En la
Francia ocupada por los nazis durante la segunda guerra mundial, éstos últimos
utilizaban el arte para promocionar la omnipotencia del Furer y del III Reich,
mientras que las fuerzas de la resistance empleaban el arte para invitar a todos los
franceses a luchar en contra de los alemanes hasta expulsarlos del territorio galo.
Todos estos ejemplos nos invitan a recapacitar y a utilizar el arte en su faceta
positiva, entendiéndola y ejecutándola como lo que es y debe ser: una expresión
espontánea, libre y original de los individuos y los pueblos. Justamente, creo que
es esa la función de la historia y, específicamente, de la historia del arte: no solo
“hacer inteligible lo sucedido”10, como lo plantea Gombrich, sino analizar el pasado
para entender el presente y proyectar un mejor futuro para todos en cuanto
sociedad libre.
Ahora bien, cambiando de tema de análisis, debo decir que en las páginas leídas
de la Historia del arte parece que el autor se muestra a favor del mantenimiento de
una diferenciación entre un “arte académico” que requiere de cierta preparación
intelectual para poder apreciarlo y un “arte popular o no académico”, propio de las
masas que carecen de los conocimientos artísticos fijados por la academia.
Siendo consecuente con lo que he planteado hasta ahora, aunque respetando la
opinión del autor, debo decir que estoy en desacuerdo con tal distinción, pues, en
mi opinión, el arte debe ser un elemento incluyente, que esté al servicio de toda la
sociedad y no de ciertas minorías “cultas”. Es cierto que a lo largo de la historia
9
Gombrich, E. P. 617.
Ibid. P. 610.
10
solo ciertos grupos con la educación suficiente han logrado disfrutar, analizar y
criticar las denominadas “obras de arte” (picassos, rembrandt, mirós, dalís,
boteros, etc.), pero es precisamente esta realidad la que debe constituir una
oportunidad para reflexionar y replantear las políticas educativas a fin de hacerlas
mucho más incluyentes. El mismo Gombrich llega a registrar este hecho diciendo:
“La enseñanza del arte me parece un elemento muy importante en la situación
presente. La revolución educativa se hizo patente en primer lugar en la enseñanza
del arte a los niños.”11
Ya para terminar, quisiera agregar que, aunque la visión planteada por el autor
respecto a algunas divergencias respecto al arte vs Arte y el concepto de ¨moda¨,
me resultan un tanto contradictorias, es evidente también que las páginas leídas
constituyen una interesante contribución a esa enseñanza de los principios
fundamentales de la historia y de la apreciación del arte. De hecho, considero que
el objetivo fundamental que Gombrich persigue con esta obra consiste en enseñar
al lector a apreciar el arte a través del análisis del artista, yendo más allá de los
simples gustos personales, viendo más allá de las simples pinceladas sobre una
tela o escuchando más allá de las simples longitudes de onda que configuran un
sonido musical. Al respecto Gombrich explica: “Sigo convencido de que somos
capaces de reconocer la maestría en el arte, y que este reconocimiento tiene poco
que ver con nuestros gustos personales. A un lector de este libro puede gustarle
Rafael y no gustarle Rubens, o a la inversa, pero el libro habría fracasado en su
propósito si sus lectores no reconocieran también que ambos eran maestros muy
destacados.”12
A través de los elementos de análisis desarrollados en el presente trabajo nos
acercamos a algunos de los parámetros, aportes y problemáticas básicas que
subyacen en la mentalidad que Gombrich tiene respecto a la historia del arte
entendida como problema social, cultural e historiográfico.
11
12
Gombrich, E . P. 615.
Ibid P. 626.
Bibliografía
- http://www.lecturalia.com/autor/3245/ernst-gombrich
- Gombrich, E.H., La historia del arte, Editoral Debate, 1997
Círculo de Lectores, Diccionario de la Lengua Castellana. T. II. Barcelona, Ed.
Círculo de Lectores, 1990.
-
Círculo de Lectores, Gran Enciclopedia Ilustrada Círculo. Vol. 3. Barcelona, Ed.
Círculo de Lectores, 1990.
-
-Instituto Superior de Ciencias Religiosas a Distancia. Historia de la Iglesia I.
Madrid, Ed. José Ortega y Gasset, 2002.
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